Rosa Montero
Amantes y enemigos

Prólogo

Aunque como lectora soy una gran aficionada a los volúmenes de cuentos, creo que como escritora prefiero hacer novelas. Y las prefiero porque son más grandes y más anchas, porque te ofrecen más lugar para la aventura, porque suponen un largo e incierto viaje al mundo fabuloso de lo imaginado. Y en ese vasto territorio cabe todo.

Por eso, porque mis esfuerzos narrativos se han centrado más en la novela, es por lo que no he sacado jamás un volumen de cuentos, pese a llevar casi veinte años publicando; sin embargo, con el tiempo he ido haciendo unos pocos, y a estas alturas ya he reunido un puñado. También con el tiempo he aprendido que estas ficciones cortas poseen curiosas propiedades para quien las escribe. Por ejemplo, te ayudan a salir de bloqueos creativos, a recuperar la escurridiza vitalidad de las palabras; y además pueden ser una especie de exploradores narrativos, un globo sonda lanzado hacia un nuevo campo de expresión. Y así, hay cuentos que escribí creyendo que se acababan en sí mismos y que volvieron a aparecer mucho después transmutados o desarrollados en ficciones más largas: como «Paulo Pumilio», cuyos ingredientes retome once anos más tarde para mi novela Bella y oscura.

Pero lo más curioso es que la mayoría de mis relatos (no así mis novelas) tratan de parejas: esto es algo que yo no busqué conscientemente, y de hecho me he dado cuenta de ello hace muy poco. Esas parejas son a veces extrañas y poco convencionales, y en otras ocasiones son un emblema de la más ortodoxa conyugalidad; pero todas las historias hablan en definitiva de la necesidad del otro. Esto es, hablan de amor y desamor, de obsesión y venganza, de pasión o rutina entre hombres y mujeres, hombres y hombres, padres e hijos, humanos y monstruos.

Sorprendida ante semejante unidad temática entre cuentos escritos tan espaciadamente, pensé que estaría bien hacer una pequeña selección y publicarlos juntos: y este libro es el resultado de esa idea. Los relatos vienen presentados en un orden más o menos cronológico; el primero y más antiguo, «Paulo Pumilio», es de 1981, y salió en el volumen colectivo Doce relatos de mujer, compilado por Ymelda Navajo. Después está «Alma caníbal», publicado en el diario El País en 1986; y luego «La vida fácil» en realidad formaba parte de una novela que nunca terminé. Debí de escribirlo alrededor de 1986, y vio la luz en una antología de la revista Litoral.

«Noche de Reyes» salió en El País Semanal en unas Navidades: quizá las de 1988. Más tarde, entre 1990 y 1994, escribí en el mismo suplemento de El País decenas de cuentos cortísimos: tenía que encajarlos en las estrecheces de una sola página (poco más de tres folios), y supusieron para mí un estupendo ejercicio narrativo. He incluido siete de ellos en este volumen: «La otra», «El reencuentro», «La gloria de los feos», «Mi hombre», «El monstruo del lago», «Carne quemada» y «Retrato de familia».

«Parece tan dulce» nació en 1993 a raíz de una petición de mi agente, Carmen Balcells, y ha salido impreso en diversas revistas. El País Semanal publicó «El puñal en la garganta» en el verano de 1994, y «Tarde en la noche» en el verano de 1995. Por último, este libro incluye cinco relatos nuevos, todos ellos redactados entre el otoño de 1995 y finales de 1997. «Las bodas de plata» es un cuento ligero que resultó divertido escribir. «Un viaje a Vetusta» nació a instancias de Miguel Munárriz, organizador de los conocidos Encuentros Literarios de Oviedo. En los Encuentros de 1996, Munárriz y el escritor José Manuel Fajardo propusieron a varios autores (Bernardo Atxaga, Luis Sepúlveda, Manuel Rivas y yo) que hiciéramos cada uno un relato titulado «Un viaje a Vetusta», comenzando todos por la misma frase: «Aquel viaje sólo empezó a tener sentido ante la visión de las piedras que se amontonaban a las espaldas de la catedral». En realidad este cuento no es estrictamente inédito, puesto que se leyó en público en Oviedo y apareció en el precioso volumen anual que recoge las actas de los Encuentros.

El relato «Él» trata sobre la identidad, un tema que me obsesiona desde hace algún tiempo. «Los besos de un amigo» es la historia de un desencuentro. La colección se cierra con «Amor ciego», un cuento bastante turbio que está entre mis preferidos: y creo que su frase final puede servir como resumen de todo el libro.

Rosa Montero

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