4. Una noche entretenida

– No -dijo el Santo moviendo la cabeza con tristeza-, no puede hacerse. Es imposible. Por una parte, nos estamos poniendo melodramaticos, y se que a usted le disgusta mucho el melodrama; por otro lado, el reparto del guion no es bueno. Usted necesita prepararse mejor para el papel de bandido… Tiene usted un aspecto demasiado candido. A mi me gusta mucho el ambiente apropiado.?Que le parece si suspendemos la representacion y nos citamos de aqui a dos meses? Asi hay tiempo de que le crezca la barba, se vuelva un poco bizco y sepa emplear algunas palabras del argot… Esto da mucho color a la escena.

El Santo continuo charlando de este modo insustancial, pero atento al menor detalle. Bittle no se atrevio a levantar la pistola; apuntaba con ella a la alfombra y la sostenia tan solo para que no cayera, porque los ojos de Simon Templar tenian ahora un brillo metalico y una agudeza a la que no se le escapaba nada, y Bittle tenia la desagradable sensacion de que aquellos ojos advertian la menor tension en sus musculos. El Santo estaba haciendo admirablemente el papel del hombre descuidado e indiferente, pero el millonario sabia que el menor movimiento amenazador provocaria la respuesta de la mano que jugueteaba con aquella hoja de fino acero. Ademas, el aspecto del Santo daba a entender que tenia la seguridad de poder realizar todas las habilidades de los tiradores de cuchillos y algunas mas.

– Esta usted muy callado, Bittle -dijo Templar, y el millonario sonrio.

– Tal como estan las cosas, prefiero hablar lo menos que pueda. Digame: si hago un movimiento,?que probabilidades tengo para que no me hiera con ese juguete suyo?

– Depende de lo que haga -repuso el Santo-. Si, por ejemplo, aflojara la mano derecha y dejase caer la pistola, las probabilidades serian, digamos, una contra mil.

Bittle abrio la mano y la pistola cayo al suelo. Luego se aparto, y el Santo, con rapido movimiento, la recogio y se la metio en el bolsillo. Al mismo tiempo guardo su arma.

– Ahora podemos hablar otra vez en buena camaraderia -observo Templar con gran satisfaccion-.?Que nos toca hacer ahora? La verdad es que no veo la inteligencia de los de su pandilla por ninguna parte.?Por que demonios ha tenido usted que meter la pata de ese modo??No sabe usted que, de acuerdo con las reglas de este juego, hubiera tenido que permanecer envuelto en el mayor misterio hasta el capitulo treinta? Ahora me ha estropeado las vacaciones y, francamente, no se si podre perdonarle.

– Es usted un hombre extraordinario, senor Templar.

Este sonrio.

– No lo niego. Pero usted tambien es un tipo muy especial. Para ser un tendero retirado, su vocabulario es asombrosamente refinado.

Bittle no contesto; el Santo echo una mirada en derredor y parecio sorprendido al ver a Patricia. La muchacha no comprendia el alcance de la conversacion, pero ya se habia repuesto del susto. Habia tal seguridad en el Santo, que la joven perdio el miedo. En cambio, aumentaba cada vez mas la ansiedad de Bittle.

– Espero que no se habra aburrido, Patricia -dijo Templar con gran solicitud-.?Quiere irse ya a casa?

Ella asintio, y Simon miro al millonario.

– La senorita quiere irse a casa -dijo con amabilidad.

Esta vez le toco a Bittle sonreir.

– ?Ahora que hablamos como buenos camaradas? -pregunto.

– Estoy seguro de que la senorita Holm no ha querido ofenderle -protesto Templar. Miro a la muchacha, que no sabia que decir, y luego se volvio de nuevo hacia el millonario, con encantadora franqueza-:?No lo ve? Esta muy cansada.

Bittle abrio una caja de habanos, escogio uno, le corto la punta con el aparato que habia en la mesita y encendio el puro con pericia. Luego, mas tranquilo, se encaro con el Santo.

– Pues lo siento, pero no puedo permitirlo -dijo el millonario en tono de excusa-. El caso es que tenemos que discutir un asunto.

– Creo que podra esperar.

– Yo soy de distinta opinion.

Templar miro a Bittle durante un instante. Luego, encogiendose de hombros, saco del bolsillo la pistola del millonario y se dirigio decidido a la vidriera, abriendo una hoja y llamando a la muchacha. Con ella a su lado, dijo:

– En tal caso, me parece, Bittle, que manana se dedicara usted a enterrar algunos perros muy valiosos.

– Me parece que no.

En el tono de su voz habia algo que sorprendio al Santo, por lo que se volvio hacia el.

– ?Que mas? -pregunto en tono burlon.

Bittle estaba escuchando atentamente, con los ojos entornados.

– Es el caso, senor Templar -dijo-, que si tiene usted la bondad de examinar la caja de puros, vera que el fondo cede a la menor presion: es un timbre. Ahora hay tres hombres en el jardin, ademas de cuatro perros sabuesos, y dos hombres mas estan en el pasillo, detras de esa puerta. Y me parece que el unico perro que voy a tener que enterrar manana es un cachorro insolente que ha tenido la osadia de meterse en mis asuntos.

– Bien, bien, bien -exclamo el Santo con las manos en los bolsillos, anadiendo-: Muy bien, muy bien.

Sir John Bittle se sento comodamente en la butaca, se acerco un cenicero y continuo fumando con gran tranquilidad. El Santo, contemplandole con indolencia, admiro el descaro de aquel hombre; luego sonrio. El peso de la mano de Patricia sobre el brazo le devolvio a la realidad. Tomo la mano en la suya, la apreto carinosamente e infundio valor a la muchacha con una placida sonrisa. Sopeso el "argumento" de la automatica de Bittle.

– Continuando la ficcion -sugirio-, supongamos que le apunto con este juguete, me pongo nervioso y aprieto el gatillo.?No seria desagradable estando usted en la trayectoria?

Bittle movio la cabeza.

– Mucho -convino-. Y como es usted ya un personaje tan misterioso en Baycombe, la gente empezaria a hablar. Ya sabe usted lo que son los chismes de vecindad. Serian capaces de decir que lo hizo usted a proposito.

– Es verdad, podria ocurrir -dijo Templar, poniendose el arma en el bolsillo-. Supongamos ahora que sacase mi cuchillito, empezase a jugar con el y se me escapase de las manos. Es muy desagradable tener solo media nariz o una oreja menos. La gente se detiene en la calle y le mira a uno como un bicho raro.

– Acuerdese de mis criados -contesto Bittle-. Me quieren bastante y aun sin razon podrian querer vengarse.

– ?Admitamoslo! -concedio el Santo con voz grave-. Bien, ahora le toca a usted indicar lo que se podria hacer.

Bittle se arrellano aun mas en la butaca, pensando largo rato antes de contestar. Pasaba el tiempo, pero el Santo era demasiado diestro para inmutarse por tan rudimentaria estratagema. Se apoyo impasible en la pared y espero con paciencia a que Bittle comprendiera que asi no iba a lograr nada. Por fin se digno este hablar:

– Me daria por satisfecho, senor Templar, si usted quisiera pasar un dia o dos en mi casa; durante este tiempo podriamos decidir acerca de una adecuada explicacion por su proceder de esta noche. En cuanto a la senorita, terminaremos nuestro asunto y luego la acompanare yo mismo a su casa.

– ?No es demasiado optimista? -pregunto Templar.

– No admito ninguna negativa, entiendalo bien -replico Bittle cordialmente-. Es mas, creo que ya estaran preparando la habitacion.

El Santo sonrio.

– Casi me dan ganas de aceptar. Pero no puede ser. Si la senorita Holm no estuviese con nosotros, bueno…, haria mal en rehusar su amable invitacion. Pero el caso es que prometi a la senorita Girton tomar algo con ella y la senorita Patricia a medianoche, y no puedo faltar a mi palabra.

– La senorita Holm presentara sus excusas -urgio Bittle.

Pero el Santo movio la cabeza.

– Otro dia.

El millonario, que seguia fumando su cigarro, cambio de postura. El Santo empezaba a darse cuenta de que, a pesar de su aficion a las situaciones extranas, la cosa se ponia seria. Habia que tener presente a Patricia, que era un obstaculo. Aun seguia agarrandola de la mano y le sabia mal modificar las circunstancias de una manera violenta. Pero no habia mas remedio.

Dando un suspiro, se irguio, dejando el apoyo de la pared que tanto descanso le habia dado, solto la mano de Patricia no sin antes apretarla para darle animo y empezo a vagar por la estancia, canturreando suavemente y examinandolo todo con gran admiracion.

– Este cuarto esta bajo observacion desde dos puntos -le informo Bittle con amabilidad.

– Lastima que no tengamos una camara de filmar… Seria una magnifica escena para una pelicula truculenta -dijo el Santo por todo comentario.

Habia escuchado la advertencia de Bittle con la mayor indiferencia y sin dejar de pasear, pero la estaba ponderando con relacion al problema que tenia que afrontar y su posible solucion. Bittle, mientras tanto, seguia fumando con una displicencia que expresaba su gran satisfaccion por como estaban las cosas y su nula inquietud por que pasase el tiempo; justo lo que el Santo necesitaba.

Cualquiera con un poco de experiencia en tales asuntos hubiese advertido, al entrar en la habitacion, que ambos eran maestros en el arte de fingir. Nada podia dar la impresion de mas calma que el aspecto de los dos, nada tan cortes como las frases que de vez en cuando cambiaban.

El Santo iba lentamente dando la vuelta a la habitacion. Ora se detenia para examinar una copa de Benares, ora un grabado, despues algun mueble antiguo. La patina del jarron griego atrajo su atencion durante un instante; luego contemplo la admirable escultura de un busto. En efecto, un observador imparcial hubiese dicho que el Santo no tenia mas interes que estudiar los distintos objetos antiguos y que estaba disfrutando de verdad el permiso de su anfitrion para examinarlos a su gusto. Pero el Santo no perdia detalle de las particularidades de la habitacion, escudrinando las paredes centimetro a centimetro para descubrir los agujeros por donde los de fuera observaban la escena.

El millonario seguia impasible, y el Santo volvio a sonreir levemente a Patricia para animarla un poco, porque la muchacha le miraba con ojos sombrios. La sonrisa fue apenas perceptible, pero Patricia capto en seguida el mensaje y demostro con un pequeno gesto que seguia confiando en el.

El Santo confiaba en la impasibilidad e indiferencia que Bittle se veia obligado a mantener, y no se equivoco. Bittle sabia que, a pesar de todos los defensores que desde fuera vigilaban por el, su seguridad personal dependia tan solo del finisimo hilo de su absoluta despreocupacion. Se daba cuenta de que mostrar la menor ansiedad; la mas debil incertidumbre, era dar mas armas a aquel terrible adversario con quien tenia que haberselas, y Bittle no se atrevio a hacer nada de esto por miedo a que tuviese consecuencias desastrosas para el. Por lo tanto, el millonario fingio no advertir los movimientos de Templar y no cambio de postura ni una sola vez ni cayo en el error de seguirle con la mirada. Estaba reclinado en la comoda butaca y miraba de un modo vago a una acuarela que habia en la pared de enfrente u observaba el dibujo de la alfombra. A veces miraba tambien vagamente a Patricia, o se examinaba las unas, o media la longitud de la ceniza de su cigarro. El Santo se hallaba detras de el, pero como Bittle no volvia la cabeza, Templar se sentia confiado y receloso al mismo tiempo. Pudo encontrar uno de los agujeros, astutamente oculto detras de un par de pistolas antiguas que colgaban de la pared, pero no asi el segundo. Mas el tiempo apremiaba y no era posible prolongar mucho mas la situacion. Era preciso arriesgarse a que le viera el segundo observador.

Empezo la segunda vuelta a la habitacion, pasando esta vez por delante del millonario, quien le miro desenfadadamente.

– No vaya a creer que tengo prisa -le dijo-, pero se esta haciendo tarde y acaso manana necesite estar lo mas descansado posible.

– Gracias -repuso el Santo-; no me canso facilmente. De todos modos, he decidido pasar la noche aqui. Puede decir a ese proboscidio lesionado que llene la botella de agua caliente y que saque unos camisones de noche.

Bittle asintio.

– Solo puedo alabar su discrecion tan sinceramente como aprecio sus gustos sencillos -dijo.

– No vale la pena -contesto el Santo con la misma suavidad-.?Seria demasiada molestia que le pidiese un par de peucos?

El Santo se hallaba de nuevo detras del millonario, a un paso de el; tenia una mano levemente apoyada en el respaldo de una silla pequena; con la otra sostenia levantada una estatuilla de bronce ante la luz. La pose era tan natural, que los que observaban desde fuera no pudieron darse cuenta de la amenaza que implicaba hasta que fue demasiado tarde.

Bittle se percato de ello mas rapidamente. Templar miro a Patricia, haciendo un leve gesto hacia la ventana, y por un momento el millonario perdio la sangre fria. Empezo a volver la cabeza, pero el Santo le dio rapidamente un golpe en la nuca, dejandolo fuera de combate. Con la misma rapidez lanzo una silla contra la lampara, y la habitacion quedo a oscuras.

De un salto se situo junto a la vidriera.

La muchacha le tendio la mano, y los dos abrieron la puerta.

En el jardin se oian gritos, lo mismo que en el pasillo; de pronto se abrio la puerta de la habitacion y un haz de luz la invadio, revelando el cuerpo de Bittle que yacia sin sentido en la butaca. Dos hombres forzudos estaban fuera del alcance del haz de luz.

Antes de que la muchacha se diera cuenta se vio en los poderosos brazos del Santo y, en menos de diez segundos desde que cayo Bittle, Templar atravesaba la vidriera y cruzaba el jardin corriendo, con Patricia en brazos como si llevara una nina.

La maniobra fue tan precisa, que Simon Templar, a pesar de la carga, paso entre los dos criados que esperaban junto a la puerta, y la emboscada se torno en furiosa persecucion. Simon se detuvo un momento para dejar a la muchacha en el suelo; luego la cogio de la mano y se dirigio corriendo hacia los arbustos al final del cesped.

Como llevaban bastante delantera, llegaron a los arbustos sin ser vistos. Sin vacilar, el Santo se metio entre la espesura, descubriendo por instinto el camino mas seguro, aunque no el mas facil, porque arrastraba a Patricia, desgarrandose ambos los vestidos e hiriendose con frecuencia con las ramas espinosas. Se detuvieron, y Patricia, pegada a el, esforzabase por recobrar el aliento sin hacer ruido. Oian a los perseguidores buscandolos entre la espesura, maldiciendo y blasfemando, pero sin dar con ellos. Cuando advirtieron que los fugitivos ya no corrian, todo quedo en silencio.

Patricia oyo que el Santo le decia al oido:

– Estamos junto al muro. Voy a pasarla al otro lado. Vayase a casa y no diga nada a su tia. Si no vuelvo dentro de una hora, digaselo al doctor Carn.?Entendido? Haga lo que haga, no se alarme hasta dentro de una hora.

– ?Es que no viene tambien?

– No, aun no he visto bastante por el dinero que he pagado.?Vamos!

Patricia toco la pared y se subio sobre las rodillas del Santo y luego sobre sus hombros, apoyandose contra el muro. De pronto se rompio una rama bajo el pie de Templar, y los perseguidores corrieron en direccion a ellos.

– ?Pronto! -ordeno el Santo. Y la hizo subir ayudandola-. Cuidado con los trozos de vidrio arriba. Ahi esta mi chaqueta…?La tiene?… Muy bien.?Adios! Prepareme una cerveza…, me hara falta.

– ?Cuanto siento dejarle!

– Repitamelo cuando tenga tiempo de darle una respuesta adecuada -dijo el Santo sonriendo-. Adios.

Patricia desaparecio al otro lado, salvada al fin, y Templar centro de nuevo la atencion en los matones. Con el grito de "?Aqui, imbeciles!", se separo rapidamente de la pared, porque en aquel momento su objetivo era desviar la atencion de los perseguidores de la muchacha hasta que esta se hubiese alejado. Tambien tenia la intencion de examinar otras habitaciones de la casa, pero sin un plan concreto acerca de lo que habia que hacer. Le gustaba la improvisacion.

Aumento la distancia entre el y sus perseguidores, alejandose aun mas de la pared, para no verse arrinconado. Al mismo tiempo, trato de hacer suficiente ruido para que creyesen que la joven aun estaba con el. Al detenerse para ver donde estaban los que le perseguian, oyo un choque no muy lejos de el, que acabo en reniegos y mutuas recriminaciones. El Santo rio de buena gana. No teniendo necesidad de distinguir entre el amigo y el enemigo, como sus perseguidores, tenia sobre estos una ventaja incalculable, aunque se preguntaba cuanto tiempo transcurriria aun hasta que la busqueda se hiciese mas sistematica con el empleo de linternas.?Es que pensaban esperar hasta que amaneciese? El Santo comprobo las muchas ventajas que tenia aquel alto muro que circundaba la casa, porque desde fuera nadie podia ver lo que pasaba.

Sin embargo, Templar no permitio que aquel muro le desalentase.

Despues del choque entre los perseguidores, parecia que estos habian adoptado una busqueda mas sistematica. Apenas el Santo lo advirtio, avanzo a gatas hacia la puerta principal del jardin, donde esperaba encontrar un hombre apostado, pero tropezo antes con uno junto a un arbol y estuvo a punto de caer. Templar lo agarro por el cuello antes de que pudiese gritar, luego solto una mano y le retorcio la nariz. Antes de que el centinela pudiera reponerse de la sorpresa, se vio de cabeza en un arbusto espinoso. Templar, de un salto, se puso al resguardo de otro arbusto aun antes de que los desesperados gritos de la victima rompieran el silencio de la noche. El Santo rio para sus adentros.

Un momento mas tarde se quedo inmovil al percibir la potente voz que, desde las escalinatas de la casa, se elevaba por encima del griterio:

– ?Callad, estupidos!?Kahn, venga usted aqui!

– ?Caramba! -murmuro el Santo-. No te habre dado muy fuerte cuando estas ahi. En cambio, el golpe ha servido para que estes de peor humor.

Pacientemente espero a ver si entendia lo que decian, pero solo percibio un murmullo de voces. Luego oyo pasos rapidos y el ruido de la tranca de una puerta al caer al suelo, y despues un chirrido metalico.

Una especie de gemido, seguido de un jadeo que se hizo mas fuerte y que se repitio en distintos sitios, indico que habian soltado los sabuesos, cuyos fuertes ladridos confirmaron inmediatamente la suposicion de Templar.

– Ahora es cuando el Santo -murmuro este- hace mutis por el foro en direccion a su casa.

Ya estaba forcejeando en los cerrojos de la puerta, habia logrado abrir uno y tenia medio corrido el segundo, cuando oyo muy cerca el jadeo de un perro. El Santo arremetio desesperadamente contra el segundo cerrojo, congratulandose de la completa oscuridad de la noche; por fin cedio el cerrojo, pero al mismo tiempo dieron fuertes golpes en la parte exterior de la puerta y los perros se acercaban por detras ladrando furiosos.

– Pues, senor -se dijo el Santo riendo-, esto no se acaba aun en este capitulo.

Despues se abrio la pesada puerta.

– ?Cuanto me alegro de que hayais venido, hermanos! -exclamo Templar cordialmente-. Estamos cazando a un verdadero bandido.?Quereis entrar y ayudar?

– ?Manos arriba! -ordeno una voz.

De la mano del hombre que penetro primero por la puerta surgio una luz cegadora, y el Santo se quedo momentaneamente sin ver nada. Luego vio una pequena pistola automatica con una pieza cilindrica sobre la boca del canon, que el Santo reconocio al momento. Era un silenciador, y, en cuanto a la punteria, Templar no se hizo ilusiones.

– ?Manos arriba y quieto, senor Templar! -repitio la voz.

– ?Caramba, caramba! -dijo el Santo, que jamas juraba cuando estaba seriamente disgustado. Y levanto las manos.

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