8. El Santo reflexiona

Bloem giro sobre sus talones con una exclamacion apagada. Despues bajo lentamente la pistola. Horacio, a su espalda, acababa de irrumpir en la estancia y apuntaba con su revolver a todos los que se hallaban en la habitacion. Se apoyo en el alfeizar, muy satisfecho.

– ?Manos arriba! -exclamo-. Creo que llego a tiempo. Parece que se trata de un tipo peligroso.?Alguacil! dirigiendose a Hopkins-. Usted tiene las esposas; con su deber.

– Pero buen hombre…

Horacio apunto a Bloem con el revolver.

– A mi no me dice usted buen hombre,?estamos? Te he cogido con las manos en la masa.?Alguacil!,?que diablos espera? Espose a este hombre. Y tu deja caer el arma o disparo.

Bloem solto el arma, y el Santo la recogio.

– Puedo explicarle el asunto -insistio Bloem.

– Claro que puedes explicarlo -exclamo Horacio con sarcasmo-. Aun no he visto a ningun criminal que no pueda explicarlo todo.

– El senor tiene razon, Horacio, porque puede explicarlo muy bien -dijo el Santo-. Entra ya de una vez y baja el arma. Precisamente estaba pensando como encontrarte.

Horacio dudaba aun, pero entro en la habitacion, echando de paso a Bloem una mirada amenazadora.

– ?Que desea, senor?

– Se trata, simplemente, de que te has equivocado de persona -observo el Santo, dirigiendose a los presentes en el tono del abogado que empieza la defensa-. Pero el senor Bloem se mostraba tan obstinado… Les presento a Horacio, sargento retirado de la Infanteria de Marina de Su Majestad britanica; desde hace anos esta a mi servicio. Horacio testificara ahora que yo llegue a casa un poco despues de las once y que no volvi a salir hasta las doce menos veinte.

Al decirlo, el Santo no miraba para nada a su criado, porque conocia a su hombre. Carn, en cambio, no apartaba los ojos del ex sargento y vio que se mostraba sorprendido.

– Asi es, en efecto -corroboro Horacio-.?Quien afirma lo contrario?

– El senor Bloem -explico Templar-. Le ha atracado esta noche un hombre armado, y se le ha metido en la cabeza que yo soy el atracador. Ha venido aqui para hacerme arrestar.

Horacio asintio; con un gesto de desagrado desvio la mirada de Bloem, como si le ofendiese su presencia, y dijo con desprecio:

– ?Caramba, que ocurrencia!

El Santo se volvio hacia Bloem.

– ?Presentara usted ahora sus excusas? -pregunto insinuante-. Venga, Bloem; admita que no se fijo usted bien en el atracador y que, por razones inexplicables, penso que era yo. El verdadero atracador tal vez iba enmascarado…

Los dos cruzaron la mirada. La sugerencia del Santo estaba clara. Ofrecia a Bloem una salida airosa. Bloem sabia que su caso tenia poca base, por haber dicho que nadie mas que el vio al bandido, y su afirmacion era insostenible en vista de la coartada del Santo. Horacio era el factor que el Tigre, por inexplicable imprevision, no habia tenido en cuenta. La oportuna llegada de Horacio lo echaba todo por tierra. Tal vez el Tigre habia confiado en que, una vez arrestado el Santo y cogiendo de improviso a su criado, podrian arrancar a este la confesion de no haber visto a Templar desde la hora de la cena, en cuyo caso les habria salido bien la treta. Pero Horacio habia entrado en escena en el momento preciso. Esta era una de sus buenas cualidades, y de este modo desbarato todos los planes del Tigre.

Bloem lo sabia. No revelaba su decepcion mas que con el siniestro fulgor de sus ojos. Y el Santo, sonriente, le contesto con una mirada burlona.

– Estoy profundamente avergonzado -repuso Bloem con voz ahogada-. Es verdad: aquel hombre iba enmascarado. Deje que saliera de mi casa y luego lo segui. Cuando sali del jardin, vi al senor Templar ir en direccion de esta casa y crei que era el el atracador. El verdadero malhechor debio de huir en direccion opuesta. Le presento mis excusas, senor Templar.

– Y yo se las acepto, senor Bloem -dijo el Santo con gran dignidad-. Procure que no vuelva a ocurrir.

Exagero notablemente la actitud del hombre ofendido en su dignidad. Por su altanera observacion, Bloem le dirigio una mirada fulminante, pero el Santo era invulnerable a esa clase de miradas.

– Siento un gran pesar, doctor, por haberles molestado -dijo Bloem haciendo un esfuerzo-. Perdoneme, senorita Holm. Creo que lo mejor sera que me retire.

El Santo avanzo con la pistola automatica.

– Tomela; habiendo un atracador en el pueblo, puede que le haga falta -observo con suave ironia-. Confio en que, si vuelve a encontrarle, disparara sin vacilar.

Bloem le dedico una malevola mirada.

– Puede estar seguro de que asi lo hare, senor Templar.

Iba ya a salir, cuando Hopkins se percato de que le habian arrebatado la gloria de arrestar a un delincuente armado y que aquel hombre impasible y sonriente que le agredio iba a salir libre de castigo.

– ?Oiga, oiga! -exclamo furioso-.?Que pasa ahora? Digan lo que digan, ese hombre me ha agredido y ha de responder de sus actos.

– Cuando a un inocente se le trata como si fuese un criminal -protesto el Santo-, se le debe perdonar el que se haya puesto furioso. Estoy seguro de que el senor Bloem estara conforme conmigo. Es mas -anadio en tono amable, cogiendo a Hopkins por el brazo-, estoy seguro de que le ofrecera una pequena compensacion.?Verdad, senor Bloem?

– Desde luego -respondio este sin entusiasmo-, acepto, naturalmente, la responsabilidad de lo sucedido.

– Eso es hablar como un caballero -aprobo Templar-. Y ahora vayanse y hablen de sus asuntos bajo las estrellas, como dos buenos muchachos.

Al mismo tiempo los empujaba suavemente hacia la puerta. Ambos se marcharon con gran resignacion, cada uno por motivos distintos. El Santo cerro de un portazo.

– El honor ha quedado a salvo, mes enfants -dijo alegre y contento-.?Que??Tomamos otra copa para celebrarlo?

El inspector miro al Santo.

– Me parece bien -dijo-. La suerte hay que celebrarla.?Seria indiscreto preguntar por que llego Horacio tan oportunamente?

– ?Por que habia de ser indiscreto? -exclamo el Santo-. Dile al doctor por que has llegado tan oportunamente, Horacio.

El criado carraspeo.

– Estoy acostumbrado a dar un paseo por las noches y recorro siempre este camino, y como la ventana estaba abierta…

– Vaya, Horacio, no siga; le creo sin necesidad de explicaciones -le interrumpio Carn-. Usted es hombre que merece credito. En la cocina encontrara whisky.

Horacio saludo y salio, mientras el Santo se reia en silencio.

– Horacio es unico -dijo.

– Es eso y mucho mas -replico Carn con voz triste.

Poco despues se despidieron Patricia y Templar del doctor. Recorrieron en silencio la corta distancia hasta la casa solariega, porque el Santo se encontro con la nueva experiencia de no saber que decir. No se le habia ocurrido nada hasta el momento en que la muchacha abrio la puerta del jardin, y aun entonces, solo para retrasar la despedida, pregunto:

– ?Podre verla manana por la manana?

– Desde luego.

– Vendre inmediatamente despues del desayuno.

Patricia recordo de pronto a Agata Girton.

– Creo…?Le importaria que fuese yo a verle?

– Me encantaria. Y si no la aburro mucho, podria quedarse a almorzar conmigo. Digame cuando piensa salir y le enviare a Horacio para que la acompane.

La joven se mostro sorprendida.

– ?Es necesario?

– Desde luego -contesto el Santo gravemente-. Los tigres son muy recelosos, igual que yo, y a estas horas hay uno que estara ponderando si es usted peligrosa o no… Si, ya se que parece risible, pero permitame que se lo mande, aunque solo sea para mi propia tranquilidad.

– Bien…, si usted insiste… A las diez y media, pues.

– Si que insisto. Y para Horacio sera un placer. Otra cosa:?quiere hacerme un gran favor?

Entre tanto habian entrado en la casa, y Patricia encendio la luz del vestibulo para verle mejor la cara. Pero el Santo no hablaba en broma, como ella habia supuesto.

– Cierrese por dentro y ponga la llave debajo de almohada. No abra a nadie… ni a su tia. No creo que pase nada, pero no se puede uno fiar de los tigres.?Lo hara?

– Si, lo hare, pero… es usted muy alarmista.

– Tengo mis motivos. He comprobado esta noche la rapidez con que trabaja el Tigre, y nadie se puede vanagloriar de haber golpeado al Santo dos veces en el mismo sitio… No preste atencion a ningun recado que no le traiga Horacio en persona. No confie mas que en mi, en Horacio o, en caso apuro, en el doctor Carn. Ya se que es mucho exigir, pero vamos a pasar unos dias muy divertidos. Hasta ahora ha procedido usted en todo a las mil maravillas.?Se ve con fuerzas para seguir?

– Lo intentare -repuso.

El Santo tomo la mano de la joven.

– Que Dios la bendiga, Patricia.

Cuando iba a marcharse, ella lo detuvo.

– ?Santo!…

Era extrano oir su apodo de aquellos labios…, el apodo con que hombres duros y sin escrupulos bautizaron a Templar en lugares extranos y sordidos. Habiase acostumbrado a oirlo sin dar importancia, pero ahora, al pronunciarlo aquellos labios femeninos, surgieron de nuevo los recuerdos de antano. Viose otra vez en una taberna de ultramar llena de humo, desviando la mirada del cuerpo del canalla que yacia exanime en el suelo, para contemplar a la muchacha llamada Cherry y escuchar los recios golpes que los rurales daban en la puerta. Habla logrado sacar a la infeliz muchacha del infame lugar y embarcarla rumbo a Liverpool. "Santo -le habia dicho-, tu apodo tiene una significacion real." Y nunca mas habia oido pronunciarlo en el mismo tono hasta aquel momento…

– Santo,?fue usted a casa de Bloem?

– No -repuso Templar-, eso fue una treta; pero Bloem pertenece, desde luego, a la pandilla del Tigre. No le pierda de vista. Manana se lo contare todo.?Adios!

El Santo encontro a Horacio en el sendero, oculto junto a la cerca, fumando su pipa.

– Daremos un rodeo -le dijo Templar-. Espero que el Tigre se habra cansado de acosarnos esta noche, pero no se sabe nunca lo que puede pasar. Solo a mi me consta que lo del atracador es mentira, pero a los demas, no, y si manana encontrasen nuestros cadaveres en el campo, todo el mundo creeria que era cosa del inexistente atracador.

Gracias a la precaucion del Santo, nadie les molesto durante el regreso. Tardaron una hora en dar un rodeo hasta vislumbrar la silueta del torreon.

– No es la primera vez que los incautos caen cerca de la meta -murmuro-. Quedate tu aqui oculto entre los arbustos mientras yo exploro el terreno.

El Santo sabia deslizarse con tanto sigilo como un sioux. Horacio solo vio una sombra que se desvanecia de pronto y despues no percibio, ruido alguno hasta que la sombra se materializo a su lado.

– Todo va bien -observo Templar-. Lo que significa que nuestro Tigre esta quemandose las cejas a estas horas para intentar algo realmente eficaz contra nosotros.

El Santo tuvo razon. Aunque el y Horacio no dejaron de vigilar en toda la noche, turnandose en la guardia, nada sucedio. El Tigre habia errado el golpe y, si su organizacion no hubiese sido tan perfecta, se habria visto en una situacion embarazosa. Aun asi, no habia salido muy bien del encuentro. Seguramente en un futuro haria mejor las cosas, calculando todas las contingencias de antemano para no volver a fracasar.

Ninguna de estas reflexiones quitaron el sueno al Santo. Cuando desperto, el sol entraba alegremente por el hueco de las ventanas, y Horacio colocaba en la mesita la acostumbrada taza de te.

– Excelente manana -observo como siempre.

Desde el incidente del disparo, Templar habia renunciado, aunque de muy mala gana, a banarse en el mar, como todas las mananas, hasta que la situacion estuviese mas despejada. Pero salto a la comba y boxeo a pleno sol con gran vigor. Horacio le echo unos cuantos cubos de agua encima mientras Templar se hallaba echado en la hierba respirando a pleno pulmon, satisfecho de su perfecta salud. Porque el Santo preveia una lucha durisima y precisarla de todas sus fuerzas.

– El desayuno estara dentro de un minuto -dijo Horacio. El Santo sonrio mientras se vestia. Pensaba que Horacio era demasiado bueno para ser real.

Era ya tarde, y Horacio, servido el desayuno, se marcho a buscar a Patricia. La muchacha llego media hora despues, encontrando a Templar tumbado en la hamaca. Al verla, se puso en pie de un salto, brindandole, ambas manos.

– ?Cuanto tiempo sin verla!?Como se encuentra?

– Muy bien -contesto Patricia-. Y no ha pasado nada.

Estaba fresca como una rosa, y el Santo se dijo que no habia visto nunca nada tan encantador.

– Hubiera podido suceder algo -dijo-. Cuando era boy-scout, me ensenaron a estar siempre preparado.

Acerco un sillon para la joven, arreglo los cojines y la obligo a sentarse.

– Ya se que viene usted llena de curiosidad; asi es que vamos al grano.

Y sin mas preambulo, empezo a contar la historia. Le hablo de Fernando, al que encontro agonizando, con un cris clavado en el cuerpo, y relato lo que le habia dicho aquel desgraciado. Le hablo del Tigre, que habia sido durante muchos anos uno de los gangsters mas temidos de Chicago. Le refirio alguna de sus hazanas, y llego por fin al robo audaz, efectuado en el Banco Confederado. Fernando le habia contado algunos detalles; el resto lo supo por pacientes investigaciones.

– El Tigre es un verdadero genio -dijo-. El modo como huyo con aquel monton de oro, atravesando con el todo el oceano hasta dejarlo en Baycombe, es solo una pequena muestra de lo que su cerebro es capaz.

Despues le conto los hechos mas recientes, lo poco que logro saber estando en Baycombe, de como habia despertado las sospechas de la banda desde su llegada y lo que habia hecho para dar mas pabulo a las sospechas, con la esperanza de que la parte contraria se delatase al tratar de quitarle de en medio. Poco a poco fue comprendiendo Patricia todo el alcance del asunto, mientras el Santo iba anadiendo detalles. Templar se interrumpia con frecuencia, adornando su explicacion con pintorescas salidas y graciosas exageraciones. Sin embargo, la muchacha estaba pendiente de sus labios, subyugada por sus ojos, convencida de todo lo que decia. Ahora veia las escenas de la noche anterior de distinto modo.

El Santo termino con un humoristico esbozo de lo que sucedio en casa de Bittle despues de marcharse ella.

– Ya conoce usted la historia -concluyo-. Contada asi, tranquilamente, parece absurda. Pero, con lo que ha visto, le sera mas facil creer el resto. Lo mas interesante es que el Tigre esta en Baycombe, igual que yo e igual que el oro. Y el Tigre quiere que le sirvan mi cabeza en una bandeja, yo quiero su mal adquirido botin y los dos somos bastante tenaces para no cejar en nuestro empeno. De manera que el baile va a ser muy divertido… Ademas, ahora hay un nuevo conflicto, y este ha hecho que le contara todos los detalles. El caso es que usted se ha metido en el asunto; el Tigre, por lo que sucedio anoche, ha de contar con el riesgo de que usted lo sepa todo, y su comportamiento no le habra tranquilizado, por cierto. Usted puede ser un peligro para el, y, aunque no lo sepa seguro, no puede correr el riesgo. Para curarse en salud, han de suponer que usted y yo trabajamos por la misma causa. De modo que ya ve que se halla metida en el lio.

Acabando de decir esto, el Santo se inclino hacia la joven para verla mejor. Patricia se dio cuenta de que hablaba en serio y que no era hombre dado a exageraciones, aun cuando trataba de restar importancia al asunto bromeando.

– Voy a hacerle una proposicion -continuo Templar-. Conozco a un tipo llamado Terry Mannering, que vive al otro lado de Devonshire; se trata de un hombre que sabe apreciar el lado divertido de las cosas, igual que yo. Esta casado y su mujer es encantadora; ademas, tiene algunos yates, porque, desde que su viejo padre murio, es tan rico como yo quiero serlo un dia. Si yo la llevase alli y dijera al amigo Terry que a usted le conviene, por su salud, hacer un viajecito de algunos meses, hasta que el tumulto y el ruido de los disparos se haya apagado, por asi decirlo, y los Tigres y sus cachorros esten dispersados…, me consta que los tres se harian a la mar en seguida. Cuando todo hubiese acabado y el Tigre estuviera bajo tierra, se lo comunicaria para que volviese.? Que le parece?

Patricia estaba mirandose la punta del zapato. Imitando al Santo, dijo:

– Es una excelente idea para otro momento, pero no es posible forzar el viaje asi como asi. Ademas, estoy divirtiendome ahora de lo lindo aqui en Baycombe.

Templar se levanto.

– Pues a mi no me divierte su diversion -dijo sin ambages-. Esa valentia esta muy bien cuando sirve para algo, y ahora no es el caso. Crei haberle explicado claramente el asunto. Si quiere emociones, organizare un safari o algo por el estilo; pero esta aventura no es para usted y mas vale que sea razonable admitiendolo.

Patricia arqueo las cejas.

– Supongo que se dispondra a raptarme -dijo con calma-, porque solo asi lograra que me aleje de Baycombe.

– Es usted muy tonta.

Ella se echo a reir, se puso de pie y coloco las manos sobre los hombros de Templar.

– Querido Santo, estoy decidida a no enfadarme, como usted pretende. Se figura que si me trata con rudeza le volvere, enojada, la espalda. Le prometo que no lo hare… Se muy bien que no se trata de una merienda campestre…, pero siento que usted se haya metido en la cabeza que soy una mujer que solo sirve para meriendas campestres. Siempre he sonado con ser la heroina de una aventura, y no pienso dejar escapar la oportunidad.

Templar hizo grandes esfuerzos para no perder la serenidad. Sentia ganas de abofetear a aquella nina grande y obstinada, para que entrase en razon, pero tambien sentia de abrazarla. No habia duda de que ella estaba decidida a asumirlo todo, aunque el Santo no sabia a que atribuir tal terminacion. Comprendia muy bien que una muchacha sonara ser heroina de una gran aventura, pero no que, conociendo el peligro que podia correr, insistiese en su locura. Pero tenia que rendirse a la evidencia, porque Patricia le sonreia tranquila, resuelta, manifestando claramente su voluntad de correr el riesgo a su lado sin tener en cuenta las consecuencias.

– He conocido mujeres locas, pero ninguna cuya locura me encantara tanto como la suya -dijo amablemente el Santo tomando su mano entre la suyas.

– Entonces…?de acuerdo? -pregunto la joven.

– Si, de acuerdo, amiguita. Y quiera Dios que venzamos. No es culpa mia que usted insista en meterse en la guarida del Tigre.

– ?Que Dios le bendiga! -dijo Patricia en voz baja.

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