Capítulo 15

¿EN QUÉ momento comenzó a resurgir el sentimiento de estrecha unión emocional?

¿Con el primer beso?

Jim tomó la cara de Beth entre sus manos, acariciándole suavemente las mejillas, la mirada de sus ojos oscuros invitándola a volver atrás, a recuperar el sentimiento maravilloso que una vez habían compartido. La besó delicadamente como si fuera infinitamente frágil, con suave y exquisita ternura. El primer beso de 1a nueva vida, ambos conocedores de lo que habían perdido.

La tristeza por esa pérdida anidaba en los labios unidos, pero también había añoranza por lo que habían compartido, junto a la esperanza, y a la voluntad de volver a vivir todo aquello que los unió. Un niño y una niña que habían construido un mundo propio, hecho de realidades y sueños. Sueños de un mañana que ciertamente compartirían de alguna manera, en algún lugar… Beth y Jamie.

¿Ese mañana había llegado al fin? ¿Podría ser posible?

Como una vez lo hicieron en el pasado, prometiéndose el uno al otro, se abrazaron estrechamente. Entonces Beth ceñía su cintura, no queriendo dejarle marchar, temerosa de lo desconocido sin él, con la cabeza apoyada en su hombro, luchando contra las lágrimas porque había que ser valiente, las mejillas de Jamie contra sus cabellos, reconfortándola, amándola, y el recuerdo de sus palabras, susurrando en su mente:

«Vendré a buscarte, Beth. Tan pronto como pueda, volveré por ti. Y un día nada podrá separarnos. Estaremos juntos para siempre».

Un día…

Ahora estaba junto a ella, recordando; pero era un hombre el que besaba sus cabellos. Un cuerpo de hombre pleno e deseo hacia la mujer, buscando la intimidad que, como adultos, ya conocían; la unión física que los remontaba más allá de la inocencia de la niñez, a la realidad del encuentro, en esa primera noche de su futuro.

Mientras se desnudaban, sentían la extraña sensación de aventurarse en un viaje. Se quitaban la ropa como si se despojaran de una coraza, muy conscientes de quienes eran realmente, desnudos ante la visión de que existía algo más que ellos mismos.

La revelación de que nunca hubo traición entre ellos, les provocó un hondo y maravillado regocijo. Aunque también el sentimiento de vulnerabilidad era muy fuerte, porque ambos arriesgaban todo lo que fueron por la incertidumbre de lo que podría ser.

Había una exquisita tensión en la dulce caricia, en las delicadas sensaciones que iban en aumento, y que revelaban a través de la calidez de la carne y de la sangre que el sueño no había muerto, que podría resurgir si ambos verdaderamente creían en él y lo deseaban y protegían. La barrera del tiempo ya no tenía sentido en ese momento del reencuentro.

Un beso ardiente, los cuerpos entregando y recibiendo mutuamente, muy conscientes de que había algo que probar, demandando el cumplimiento de la promesa, y sin embargo temblando ante ella, sabiendo que el momento final significaría mucho, tal vez demasiado.

Pero tenía que llegar.

Al alzarla y acunarla en su pecho amplio y fuerte había una férrea determinación. Una llama posesiva brillaba en los ojos del hombre, junto a la ardiente intención de hacerla su mujer. Ella le rodeó el cuello con los brazos, deseando que él fuera su hombre, el único y para siempre. Se miraron, inmersos en un mar tumultuoso de sentimientos cuando él la cubrió con su cuerpo, y susurró su nombre, como si ese nombre fuera una dulce llamada de su alma, un latido de su corazón, una parte de su propio ser.

Luego penetró en ella, sintiendo que el cuerpo femenino lo acogía generosamente, que lo necesitaba allí, recorriendo el íntimo sendero de la mujer que quería todo lo que él pudiera darle, sintiéndole cada vez más hondo dentro de sí, ocupando el espacio vacío que había esperado lo que parecía una eternidad, deseando que ultimara una obra que nunca había podido acabar.

De pronto Beth sintió que su cuerpo se aproximaba al clímax, su espíritu temblaba de emoción, los ojos clavados en los de Jim mientras su mente gritaba: «¡Déjalo ser! ¡Déjalo ser!» Y oyó, sintió el clamor silencioso que venía del él: «¡Sí!» La necesidad de él unida a la suya, formando una tupida red. Cada vez más y más hondo, sintiendo su complicidad, entregada a él, constatando físicamente que sus vidas se unirían de una manera única, propia de ellos, y un suspiro de bienaventurado contento se expandió como una onda por todo su cuerpo ante la certeza de todo ello. Sí.

Era maravilloso, como un copa que se iba llenando con lo mejor que la vida podía ofrecerles, hasta que al fin se derramó en una exquisita explosión de sensaciones que les llevó más allá del mundo concreto, sumidos en una comunión que no aceptaba la separación, hasta que al fin fueron un solo espíritu otra vez.

La inmensa emoción fue incontenible. Las lágrimas se agolparon en los ojos de Beth. Jim la abrazó tiernamente, apoyándole la cabeza en su pecho, ciñendo su cuerpo con suave firmeza.

Poco a poco se calmó al sentirlo tan junto a ella, abrazándola sin dejar de acariciar sus cabellos, prometiéndole que nada había terminado, que no había sido un sueño.

Todo era real y verdadero y no iba a acabar esa noche.

Las lágrimas habían borrado el dolor del pasado.

Era un nuevo comienzo.

El futuro les pertenecía, y podrían hacer de él lo que quisieran. Y ella quería seguir así, abrazada a él, para siempre.

«¡Que así sea!», rezó en silencio.

Загрузка...