11 UNA DISCUSIÓN CIENTÍFICA

No recuerdo que los motores se detuviesen; debí flotar en mi ataúd de hierro durante varios minutos. Luego, manos voluntariosas me sacaron suavemente de la caja y me quitaron el casco. Recuperé el sentido todavía con el traje puesto y el anillo de cobre alrededor del cuello, pero con la cabeza libre, y con la dulzura en la nariz del aire comparativamente fresco de la cabina.

El rostro redondo de Holden flotaba frente a mí, con una expresión de genuina preocupación, y le agarré el brazo.

—¡Holden! ¿Hemos sobrevivido? ¿Hemos escapado de la Luna?

—Sí, amigo mío…

—¡Claro que sí! —gritó Traveller detrás de Holden—. ¿Si no hemos salido de la Luna qué hacemos flotando en la cabina? Quizás hemos estado poniendo opio en las pipas, ¿eh? Qué pena que su aventura, muchacho, no le haya ordenado su cerebro… —Sir Josiah tenía los ojos fijos en mí, y, aunque parecía intentar ocultarlo, me sentí halagado al ver placer en sus rasgos severos ante mi recuperación.

Pero Holden se volvió y dijo:

—Por Dios, Traveller, ¿no va a desistir? Por nosotros el muchacho ha pasado por una verdadera pesadilla, y todo lo que puede hacer es…

—Holden. —Le coloqué una mano en el brazo—. No te preocupes; sir Josiah no tiene mala intención. Es sólo su forma de ser.

Holden lo entendió y no dijo mas; aunque en el rostro evidenciaba su renuencia a dejar la cuestión… y los días siguientes observaría cómo sus modales con Traveller se volvían bastante más fríos, un cambio que quedaría claro en miles de intercambios triviales.

Holden, parecía ser, no trataba con aquellos de los que él sospechaba que tenían ideas equivocadas, fueran cuales fuesen sus logros.

Me dieron un caldo claro y caliente. Luego se me permitió, por primera vez en varios días, tomar un baño; ¡y así me convertí en el primer ser humano en bañarse con agua lunar! Tuve algunos reparos al entrar en el baño oculto, porque ¿qué pasaría si el agua contenía algún agente desconocido hostil a la vida humana? Pero, una vez pasada por el sistema de filtros de la Faetón, el agua de la Luna olía e incluso sabía como cualquier agua de lluvia; y Traveller me aseguro que había realizado varias pruebas químicas antes de confirmar que era adecuada para el contacto y el consumo humano.

Finalmente estuve cómodamente sentado en mi familiar asiento. Estaba caliente, limpio y vestido con mi ropa interior y un albornoz de felpa que pertenecía Traveller, y sostenía un globo del brandy más añejo de Traveller en una mano y un cigarrillo de buen aroma en la otra. Me empezaba a sentir bastante orgulloso de mis aventuras… ahora que estaban cómodamente en el pasado. Holden y Traveller se sentaron conmigo, así como Bourne, quien mantenía su usual silencio resentido. El estoico Pocket, flemático, se abría paso por los platos sucios de varios días.

—Bien, caballeros —dije—, al final, ha sido una aventura bastante extraordinaria.

Holden levantó su globo y miró a las profundidades relucientes del brandy que contenía.

—Bastante. Y no fue nada de lo que habíamos esperado.

No encontramos nada ni remotamente parecido a las condiciones terrestres que habíamos anticipado… pero tampoco encontramos una Luna tan inerte y sin vida como opinan algunos teóricos.

—En su lugar —bramó Traveller—, encontramos algo bastante inesperado, y que, paradójicamente, podríamos haber supuesto. Las formas de vida febianas, porque así me propongo llamarlas, por Febe, la diosa lunar de los antiguos griegos, hermana de Apolo e hija de Leto y Zeus… los febianos no se parecen a nada encontrado sobre la Tierra, ni en su morfología ni en su sorprendente vigor.

Pregunté:

—Sir Josiah, si el lado castigado de la Luna estuviese vuelto hacia la Tierra, ¿sería visible para los astrónomos la frenética actividad de los febianos?

—Claro que sí; aunque sólo fuese como cambios en la coloración de la superficie, y la elevación de nubes de polvo… aunque debemos recordar que, sin atmósfera, el aire no tiene medio para permanecer en suspensión, por lo que una vez elevado volvería rápidamente a la superficie. Pero incluso así, creo que debemos concluir que los febianos están ahora mismo confinados al cráter Traveller al otro lado de la Luna.

»Y —siguió diciendo levantando la nariz de platino— las pruebas de ese confinamiento apoyan una hipótesis que he estado construyendo sobre el origen y naturaleza de esas bestias lunares.

Examinó el techo aparentemente muy interesado. Al final la tensión fue demasiado para soportarla… incluso el pragmático Pocket, lavando los platos, miró expectante; y exigí:

—¿Y su hipótesis es, señor?

—Examinemos los datos —dijo lentamente, pasando los dedos por el globo de brandy—. Encontramos esas criaturas en el corazón de un cráter inmenso, un cráter que, hemos supuesto, es el resultado de una explosión de antihielo.

»Segundo. Los febianos presentan masas enormes, y las mueven por la Luna con gran vigor. De ahí concluimos que los motores orgánicos desconocidos que mueven a las bestias, sus equivalentes de nuestro corazón, sistema digestivo y músculos, deben ser capaces de recurrir a grandes acumulaciones de energía concentrada…

—Entonces —le interrumpió Holden emocionado—, ¿está sugiriendo que los febianos son criaturas de antihielo, que comparten la misma característica de alta densidad energética?

—No —respondió Traveller irritado—, y le agradecería que no interrumpiese mi serie de postulados. Porque incluso un tonto —Holden hizo una mueca— podría ver que una teoría de antihielo queda desacreditada por mi última observación: ¡las criaturas yacían dormidas antes de nuestra llegada, Si se moviesen por la energía del antihielo, señor Holden, en el nombre del cielo, ¿qué les impediría recorrer continuamente la Luna?

Me incliné hacia delante.

—¿Fue nuestra llegada lo que provocó esa explosión de crecimiento, sir Josiah?

—Oh, buen Dios, claro que no —dijo Traveller cortante, con apenas algo menos de irritación a pesar de mi situación de héroe—. ¡No creo que nuestra llegada a ciegas fuese un suceso de importancia suficiente para despertar a un millar de montañas vivas! Para los febianos somos menos que una pulga sin dientes para un perro. No; la erupción de los febianos después de nuestra llegada se debió a una coincidencia al decidir aterrizar cerca de la línea entre el día y la noche.

—Ah —asintió Holden—. Quería situarnos en la puesta de sol lunar. ¿Y usted sugiere que es sólo a la puesta de sol cuando los febianos salen de su ensueño?

—Hago algo más que sugerirlo —dijo Traveller bastante envarado—. Me tomé tiempo para observar la superficie con el telescopio mientras partíamos; en el hemisferio de día, no hay señales de movimiento a la escala que hemos observado. Pero el lado oscuro es un cuenco de movimientos retorcidos, al ejecutar los febianos sus complejas danzas unos alrededor de los otros. —Una observación fascinante —dije secamente, y me pregunté sí comentar mi alivio al saber que en el momento del lanzamiento Traveller no se había visto tan abrumado por la preocupación sobre mi seguridad como para no poder completar algunas observaciones científicas—. Pero ¿qué tiene de especial la noche, sir Josiah?

—En el largo día lunar —dijo Traveller—, las temperaturas debidas al Sol deben alcanzar los centenares de grados en la escala de Celsius, mientras que durante la quincena de noche no hay aire para conservar el calor de la Tierra y escapa lentamente al espacio, provocando temperaturas ligeramente por encima del cero absoluto.

»Además, me gustaría recordarles que el antihielo no posee una sino dos propiedades novedosas. Está la propiedad de alguna parte suya de combinarse de forma explosiva con la materia ordinaria. Pero también está el fenómeno de la Conductancia Aumentada, como han observado lord Maxwell y otros. Pero esa Conductancia Aumentada depende de la temperatura; al intentar fundir un bloque de antihielo la conductancia desaparece, junto con las paredes magnéticas que contienen la sustancia… y… ¡Bum! —Ilustró la última sílaba golpeando con la nariz de metal en el globo de brandy, produciendo un repique agudo. Todos dimos un salto… incluso el desinteresado Bourne—. Y ese, por supuesto —siguió diciendo Traveller—, es el principio en el que se basa la construcción de todas nuestras máquinas de antihielo.

—Creo que entiendo —dijo Holden lentamente, con los ojos entrecerrados mientras meditaba—. Sugiere que los febianos son criaturas cuya sangre fluye por venas de Conductancia Aumentada. Pero esa propiedad sólo está disponible cuando la temperatura es baja; demasiado alta y la propiedad de la conductancia falla.

—Exacto —dijo Traveller—. Los febianos deben dormir durante el día lunar. Luego, al agitar el primer toque de la noche su sangre sin resistencia, recuperan el vigor y se dedican a sus violentas actividades. Pero pronto llega el amanecer y las venas se bloquean nuevamente; se duermen por la luz del Sol, esperando a que la noche restaure su vigor una quincena más tarde.

»Y recuerden que los campos magnéticos asociados con la Conductancia Aumentada son espectacularmente grandes, mayores que los producidos por los científicos humanos por cualquier otro medio. Son esos campos, me atrevo a decir, los que producen la fuerza y la velocidad de crecimiento que hemos observado.

Holden asintió.

—Eso suena a cierto, sir Josiah. ¡Piénsalo, Ned! ¿Cómo sería pasar todo el día inconsciente y sólo poder funcionar por la noche?

Lo medité, y contesté:

—En realidad tengo algunos amigos que viven más o menos así. Quizá tengan antepasados febianos.

Holden le dijo a Traveller:

—Ha dicho que esas ideas están relacionadas con la observación de que los febianos parecen limitados al cráter Traveller.

—Sí. Porque, como ya sabrán, el fenómeno de la Conductancia Aumentada sólo se ha observado en la sustancia que llamamos antihielo. Por tanto, sugeriría que las formas de vida que vimos llegaron a la Luna en el cometa, o meteorito, de antihielo que hemos supuesto que cayó sobre la superficie lunar y que estalló causando tal devastación.

Bebí algo más de brandy y dije:

—Es una teoría intrigante; pero ¿cómo podrían criaturas tan grandes y complejas sobrevivir a semejante explosión?

—Una pregunta relativamente inteligente —dijo Traveller, sin la más mínima ironía—. Probablemente no podrían, Pero podemos suponer que los febianos han surgido de un animálculo más pequeño, una espora quizá, que era lo suficientemente resistente para sobrevivir al impacto. Y podemos imaginar, que con el vigor de su crecimiento y actividad, seguro que no pasarán muchos siglos antes de que se extiendan hasta la cara orientada hacia la Tierra.

Fruncí el ceño.

—Hay que dar gracias a Dios de que no haya ninguna posibilidad de que esos animales se extiendan más, hasta la Tierra, por ejemplo. —Me estremecí, imaginando cómo esos grandes miembros cristalinos surgían de las verdes colinas de Inglaterra.

—Quizá —dijo Traveller—. ¡Pero qué oportunidad para la investigación científica nos daría tal invasión!

—Si alguien sobreviviese para realizar esos estudios —dijo Holden.

—Hay que lamentar —dijo Traveller— que quede tan poco antihielo, y en su mayoría dedicado a otros proyectos, y que a nuestro regreso a la Tierra es poco probable que se produzca otro viaje a la Luna; y puede que pasen siglos antes de que las teorías que he expuesto puedan confirmarse. Puede que no sepamos nunca, por ejemplo, si el hielo que Ned recogió era indígeno de la Luna, fue traído por el cometa de antihielo, o ha sido generado como producto de desecho por las actividades de los febianos.

Bourne sonrió burlón.

—Qué triste para los ingleses quedar aislados de su nueva colonia. Podrían haberles enseñado a los febianos a saludar a su bandera; o cómo instaurar un parlamento, como hicieron con los desdichados indios.

Yo me reí, pero Holden reaccionó y dijo:

—O los franchutes podrían haberles enseñado a hacer la revolución. Son lo suficientemente estúpidos y destructivos para eso.

Yo dije:

—Caballeros, por favor; éste no es el momento para estas disputas. —Miré expectante a Traveller—. Sir Josiah, ha mencionado nuestro retorno a la Tierra. Entonces estamos salvados, ¿no?

Traveller me sonrió, no sin simpatía, y me señaló a la escotilla del techo.

—Véalo por sí mismo.

Me quité los agarres, le di a Pocket lo que me quedaba del cigarro para que se deshiciera de él, y dejé que el globo de brandy flotase en el aire; y luego, todavía con el albornoz de felpa, salté por la escotilla y entré en el Puente.

El Puente era un lugar de belleza espectral; los distintos diales y paneles brillaban bajo la suave luz de los filamentos de Ruhmkorff como las caras iluminadas por las velas de un grupo de cantantes de villancicos; y todo estaba bañado de una suave luz azul: era la luz de la Tierra, que colgaba directamente sobre el domo de vidrio del techo.

Miré fijamente a la encantadora isla de agua y nubes, y a la chispa burbujeante de la Pequeña Luna que se elevaba sobre el océano; y, aunque sabía que todavía habríamos que soportar muchos días de viaje por el espacio, cada momento que pasaba me acercaba a mi hogar, y al mundo de asuntos humanos del que me habían arrancado: al mundo de la guerra… y el amor.

Miré al planeta hasta que me pareció que el reluciente océano estaba superpuesto a los suaves ojos de Françoise, mi faro de la esperanza.

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