—¿Adónde te diriges, Ulin? —Ampolla estaba de pie en medio del corredor, con las piernas abiertas, cerrando el paso al joven. El pasillo de lo alto de la Torre de Wayreth describía una curva y era estrecho, de modo que, aunque la kender era menuda, no había modo de esquivarla.
Ulin cambió de posición la mochila de piel de su espalda y le hizo un gesto con la cabeza para indicar que se hiciera a un lado.
—¿Adónde vas? —insistió ella, sin moverse.
—Me marcho.
—¿Adónde te marchas? ¿A casa con tu esposa?
—Simplemente me voy, Ampolla. Todavía no sé a qué lugar. —El mago se pasó la mano libre por la rojiza cabellera y bajó la mirada hacia la decidida kender—. Me voy de aquí. —añadió sin perder la calma.
—¿Necesitas compañía? Podría ir contigo. Esto empieza a resultar aburrido.
—No esta vez.
—¿Saben Palin y Usha que te vas?
El joven lanzó un largo suspiro y asintió.
—Claro que sí. Se lo dije. Soy un adulto, Ampolla. Puedo hacer lo que quiera, ir a donde quiera.
—Pero los dragones y todo lo demás. Rig y Feril y...
—Me marcho con un dragón, Alba. —El joven Majere había conocido al dragón durante su viaje con Gilthanas al territorio helado de Ergoth del Sur, y Alba le había enseñado cómo absorber la esencia de un dragón para dar más fuerza a los conjuros. Ulin había probado por primera vez aquella, técnica durante el combate contra Khellendros en la isla de Schallsea, hacía ya más de un mes, pero aún no conseguía dominar tal habilidad, y ansiaba llegar a hacerlo; siempre ansiaba más en lo referente a la magia.
—De modo que te vas con un Dragón del Bien, uno Dorado. Eres muy afortunado. Pero a mí me preocupan los Dragones del Mal.
—A mí también. Y lo mismo le sucede a Alba.
—En ese caso deberías ayudarnos... y también a tu padre.
Ulin apretó los labios hasta formar una fina línea con ellos, al tiempo que cerraba los ojos por un instante.
—No tengo tiempo para conversaciones, Ampolla. Alba me espera fuera, y el tiempo vuela. No hay nada más que pueda hacer aquí para ayudar.
—Entonces quizá tú y Alba podríais volar tras Gilthanas. Silvara lo llevó a...
—Brukt. Lo sé. Donde se encuentran Dhamon y la alabarda. Pero yo no me dirijo allí. Voy a un lugar donde podré aprender más cosas sobre la magia y estudiar con Alba.
—Eso lo podrías hacer aquí, o en casa con tu esposa.
—Tienes razón, así es. —Un leve rubor afluyó a su rostro, y lanzó una mirada furiosa a la kender, pero enseguida suavizó la expresión y le dedicó algo parecido a una sonrisa—. Podría estudiar aquí mismo, pero no quiero hacerlo. Vamos a un lugar donde hay otros Dragones del Bien. Y, mientras trabajo con Alba, aprenderemos de ellos. Si podemos unir con más firmeza a los dragones que están de nuestro lado, éstos representarán un gran reto para los señores supremos y ofrecerán a mi padre su ayuda cuando llegue el momento del enfrentamiento decisivo. Así que, como puedes ver, estaré ayudando a mi padre.
—Claro, a tu padre. Desde luego, él se las apaña muy bien por su cuenta. Pero tu esposa e...
—Ampolla —Ulin hizo un esfuerzo por contenerse—, ¿realmente crees que deseo estar alejado de mi esposa e hijos? Los amo y los echo terriblemente de menos. Pero puede que me quede sin esposa e hijos si nadie detiene a los señores supremos y si Takhisis regresa.
—¿Qué piensa tu padre sobre todo esto?
—No se lo pregunté.
—Tal vez deberías.
—Tal vez tú deberías ocuparte de tus asuntos para variar.
La kender meneó la cabeza con tristeza y se hizo a un lado.
—Tú acostumbrabas preocuparte por las cosas de los demás —dijo en tono quedo.
—Todavía lo hago —replicó él mientras pasaba junto a ella.
Ampolla murmuró algo amargamente para sí, mientras Ulin seguía andando por el pasillo y desaparecía escaleras abajo.
Usha se acercó a su hijo, sujetando el vuelo de una larga túnica verde para no dar un traspié. Fue a decir algo, pero él pasó veloz por su lado, dedicándole tan sólo un apresurado adiós. Usha había escuchado la conversación con Ampolla; era muy similar a la que ella misma había mantenido con él la noche anterior, y el final había sido el mismo, aunque la kender lo había detenido un poco más. Con cada día que pasaba; Ulin le recordaba más y más a su padre y a su tío abuelo Raistlin; la magia era la pasión del joven, como lo había sido de Raistlin. Y trabajar para conseguir vencer a los Dragones del Mal era en aquellos momentos la idea que ocupaba todos sus pensamientos. Sabía que la familia de su hijo tendría que esperar. Si es que podían esperar, se dijo. Y si él sobrevivía a esta experiencia para regresar junto a ellos.
—Buenos días, Ampolla. ¿Todavía siguen con ello? —Usha decidió poner al mal tiempo buena cara.
La kender asintió, tomando nota mentalmente de hablar más tarde con ella sobre Ulin. No estaba bien que se hubiera ido. No cuando ella estaba atascada aquí sin nada importante que hacer. Era demasiado injusto.
—Siguen hablando, discutiendo más bien. —Indicó con una mano en una puerta situada al otro extremo del vestíbulo—. He intentado hablar de algo importante con Palin, pero está demasiado ocupado.
—Vayamos a desocuparlo, ¿te parece?
La kender siguió a Usha; alabó su vestido mientras andaban, a la vez que le preguntaba si tenía algo de talla más pequeña en aquel color que ella pudiera ponerse. La túnica marrón que llevaba resultaba bastante vulgar comparada con la de la mujer. Todas las ropas de la kender se habían hundido con el Yunque, y ésta se había confeccionado unas cuantas piezas de vestir con blusas que Usha ya no quería; aunque, en su opinión, Usha sólo parecía cansarse de los colores sosos. Ampolla consideraba una pena que los Majere únicamente tuvieran un pequeño baúl de ropas y objetos personales en lo alto de la torre y el resto de sus posesiones siguiera allá en su hogar.
Se detuvieron ante el umbral. La enorme estancia que se abría al otro lado era redondeada en el extremo opuesto, siguiendo la curva exterior de la torre, y en su centro había un ventanal. Las paredes describían un ángulo a derecha e izquierda, lo que daba a la habitación aspecto de tarta. La mesa triangular se encontraba en el centro, con Palin, el Custodio y el Hechicero Oscuro ocupando cada uno un lado. Los mapas extendidos sobre su superficie cubrían casi cada centímetro del oscuro mármol.
Los hechiceros siguieron hablando, a pesar de haber observado la presencia de Usha y Ampolla en la habitación. Ni siquiera Palin hizo una pausa para saludar a su esposa.
—¡Ahí! —exclamó el Hechicero Oscuro. El misterioso mago señalaba con el dedo un punto del mapa que mostraba Neraka, Khur y Blode. Las mangas de su túnica gris eran tan voluminosas que sólo la punta de un pálido dedo enguantado sobresalía para tocar el amarillo pergamino. El hechicero indicaba una cordillera montañosa.
»He estado observando al Dragón de las Tinieblas, el dragón que ha estado eliminando a dragones menores. Ayer por la mañana vi cómo mataba a un Rojo de gran tamaño no demasiado lejos de Brukt, que es el lugar al que se dirigen los amigos de Palin.
—¿Y dónde se encuentra el Dragón de las Tinieblas ahora? —La mirada del Custodio descansó sobre el pergamino—. ¿Crees que es una amenaza para la kalanesti y los otros?
—No lo sé. —El Hechicero Oscuro negó con la cabeza, y la capucha que le ocultaba el rostro se sacudió—. Es difícil de determinar. Pero creo que es el primer dragón del que deben ocuparse los amigos de Palin... una vez que hayan recuperado la alabarda que tiene Dhamon y la corona de los dimernestis.
—El Dragón de las Tinieblas no es la mayor amenaza —arguyó el Custodio.
—Pero es el más imprevisible y, en ese aspecto, el más peligroso.
—¿Más peligroso ahora que la primera vez que te fijaste en él? —Palin echó una ojeada a sus dos compañeros.
El Hechicero Oscuro asintió.
—Se ha vuelto más fuerte tras asesinar al gran Rojo, el dragón de mayor tamaño que le he visto atacar nunca. Ha absorbido su energía como hicieron los dragones durante la Purga de Dragones. A lo mejor, si tus amigos no se ocupan de él primero, se iniciará una nueva purga. Quedan muy pocos Dragones del Bien ya, y...
—Admito que hay que vigilar a ese dragón —interrumpió Palin—. Pero mis amigos no pueden hacer nada con respecto a él ahora, al menos no sin las reliquias. Y tú no lo has visto matar a un Dragón del Bien. ¿Sabes dónde se encuentra ahora ese Dragón de las Tinieblas?
—Oculto, descansando. En algún lugar de las montañas.
—¿Dónde exactamente? —La voz anormalmente queda del Custodio sonó más fuerte.
—No lo sé.
—Tampoco sabemos exactamente dónde se encuentra Dhamon Fierolobo. —Los dedos del Custodio trazaron una línea desde las montañas a Brukt.
—¿Habéis perdido a Dhamon? —Ampolla se llevó las manos a las caderas—. Me trajisteis aquí para que os ayudara a encontrarlo. Y os ayudé. Lo encontrasteis. ¿Y ahora lo habéis perdido?
—Perdí el rastro de Dhamon Fierolobo cuando el Dragón de las Tinieblas distrajo mi atención —repuso el Hechicero Oscuro.
—Oh, vaya. Esas cosas pasan. —El rostro de la kender se animó—. Bueno, eso me recuerda por qué he estado intentando hablar con Palin.
El Hechicero Oscuro, sin hacerle el menor caso, se volvió otra vez hacia el mapa.
—Ahora volvamos a las cuestiones importantes —manifestó el mago de túnica gris.
—Sí, lo cierto es que esto es muy importante —declaró la kender—. Y me interesa.
Los hechiceros parecieron no oírla. Ampolla levantó los ojos hacia Usha, en busca de apoyo, pero ésta se encontraba absorta en el mapa y en la discusión.
—Creo que Takhisis aparecerá aquí —afirmó el Hechicero Oscuro. El dedo enguantado indicaba un punto en la septentrional Neraka—. En Reposo de Ariakan.
—No estoy de acuerdo. —El Custodio golpeó con el dedo un punto de Khur.
—Ya han empezado otra vez —refunfuñó Ampolla.
El Custodio alzó la suave voz; parecía como si le resultase doloroso hablar.
—La Ventana a las Estrellas, aquí en Khur. Era un Portal entre mundos, dimensiones y planos, y mis adivinaciones señalan a esta zona, tal como les mencioné a Alba y a Ulin. No se encuentra demasiado lejos de Goodlund, el feudo de la señora suprema Roja. Creo que, si la Reina de la Oscuridad tuviera que regresar, elegiría el reino del dragón más poderoso, y es aquel en el que gobierna Malys. Así pues, este punto señalará la ruina de todo Ansalon, o tal vez, si tenemos suerte, el lugar donde se rechazó a un dios.
El Hechicero Oscuro apartó de un manotazo la mano que el Custodio tenía sobre el mapa.
—No. ¡Reposo de Ariakan! Escúchame, no seas estúpido. Hay demasiadas cosas en juego. Takhisis regresará en este lugar. El Reposo es una caverna en las montañas de Khalkist. Ariakan, uno de los guerreros más formidables dé la historia de Krynn, fue guiado hasta esta cueva por la diosa Zeboim, su madre, quien le señaló el camino con frágiles conchas marinas depositadas sobre la nieve. Forma parte de la historia de este gran país, de la historia de Krynn. ¡No me digáis que lo habéis olvidado!
—También es el lugar donde nacieron los Caballeros de Takhisis —señaló Palin.
—Sí —continuó el Hechicero Oscuro—; existe un precedente histórico. Takhisis fue al Reposo antes de aparecerse a Ariakan. ¿Por qué no podría ser éste el lugar otra vez?
—Lo que dices no es tan descabellado —asintió Palin con calma—. Y existe una gran concentración de Caballeros de Takhisis en Neraka.
—Adoradores bien dispuestos. Es su territorio —añadió el enigmático hechicero—, y podrían apoyar a Takhisis aquí. Podrían custodiar...
—Pero mis adivinaciones —lo interrumpió el Custodio, con voz cada vez más ronca.
—¡Mis adivinaciones señalan hacia Reposo de Ariakan!
—Por favor, dejad de discutir —rogó Usha, colocándose junto a Palin—. Creía que trabajabais en equipo.
—Así era —le espetó el Hechicero Oscuro—. Hasta que os entrometisteis. —La figura vestida de gris miró a Palin, evitando intencionadamente los ojos inquisitivos de Usha—. Discutiremos esto más tarde, cuando estemos solos. —Dio media vuelta sobre sus pies enfundados en zapatillas y abandonó la estancia con paso majestuoso. La kender se vio obligada a dar un salto a un lado para evitar que la derribara.
—Lo siento —manifestó Usha—. Lo cierto es que no quería inmiscuirme.
—Ejem —carraspeó Ampolla.
—Pero Ampolla quería hablar contigo, y...
—No es una intrusión —Palin tomó las manos de su esposa en las suyas y la besó en la mejilla—, sino un descanso bien merecido. Esta discusión no llevaba a ninguna parte. El tiempo tranquilizará los ánimos, y volveremos a atacar el problema dentro de una hora más o menos.
—Ampolla... —Usha sonrió y sus dorados ojos centellearon.
El hechicero se volvió hacia la kender y le indicó que entrara en la estancia. Ampolla miró a su alrededor dubitativa por unos instantes y luego se apresuró a ir hasta ellos.
—El Hechicero Oscuro dijo que ya no se me necesita para encontrar a Dhamon.
—Ya diste al Custodio y al Hechicero Oscuro información suficiente. Volverán a usar esa información, y al final acabaremos localizándolo... en gran parte gracias a ti. Y no creo que tardemos mucho en hacerlo.
—Entonces lo cierto es que ya no me necesitáis aquí.
Palin miró a la kender, sonrió y enarcó las cejas.
—Eres de una gran ayuda, Ampolla. Existen muchísimas cosas que puedes...
—Me gustaría estar con Rig y Feril, y también con Jaspe. Y casi diría que echo de menos a Groller y a Furia, a pesar de que no puedo hablar con ellos. Bueno, sí puedo; pero Groller no me puede oír y Furia me oye pero no puede entenderme... o contestarme. Sea como sea todos ellos se dirigen a Brukt. Al menos el Custodio dice que es así. —Agitó los brazos en el aire—. Gilthanas va a ayudar a recuperar la alabarda para ti. Probablemente impedirá que Rig mate a Dhamon, si es que Rig todavía no ha atrapado a Dhamon y lo ha despachado. Debiera haberme ido también yo con Silvara, pero no sabía que ya no me necesitabais más. De haberlo sabido, me habría ido. De modo que me preguntaba... —Jugueteó con el cordón que ataba su túnica.
—¿Sí?
—Me preguntaba si podrías, ya sabes, enviarme a Brukt mediante la magia. Más o menos como nos trajiste a Usha y a mí aquí desde Schallsea. Podría ir hasta la costa con Rig y los otros y luego a Dimernesti. Nunca he visto un elfo marino.
Palin se frotó la barbilla. Una barba incipiente le oscurecía el rostro; había estado tan ocupado últimamente que no había tenido tiempo de afeitarse ni de comer adecuadamente. Volvía a caer en las malas costumbres.
—¿Estás segura de que eso es lo que quieres? —preguntó.
—Nunca he estado en Brukt —respondió la kender asintiendo—, ni en ningún antiguo pueblo ogro, en realidad. Le pedí a Ulin si él y Alba podían llevarme allí, pero Ulin estaba un poco malhumorado y se limitó a decir que iba a otra parte. Y yo no estaba muy segura de querer ir «a otra parte».
—Comprendo.
—¿De modo que lo harás?
—Sí.
—¿Y puedes hacerlo? ¿Sencillamente enviarme a donde están ellos? —Ampolla sonrió de oreja a oreja.
—Bueno, primero me gustaría asegurarme de dónde están exactamente.
—¿Puedes hacerlo?
—Sí.
El Custodio carraspeó, interrumpiendo su conversación.
—Esta noche me pondré en contacto con Rig —dijo.
Palin le dio las gracias y devolvió su atención a la kender.
—Y luego te...
—Me enviarás junto con Ampolla. —Los dorados ojos de Usha habían perdido la chispa, y su expresión se había tornado de improviso muy seria.
—¿Qué? —Palin la miró de hito en hito.
—Creo que debería ir a preparar mis cosas —dijo Ampolla, que abandonó precipitadamente la habitación para dar a los Majere la oportunidad de hablar a solas.
—Tal vez deberíamos continuar nuestra discusión sobre Takhisis y los dragones más tarde —dijo a su vez el Custodio, quien intentó escabullirse y salir de allí.
—No. —Usha alzó la mano y detuvo al misterioso hechicero—. Somos Palin y yo quienes podemos hablar más tarde. —Se inclinó al frente, besó a su esposo y salió.
Palin la observó mientras se iba; luego volvió a frotarse la incipiente barba del rostro.
—No creo que lo diga en serio —dijo al Custodio—. En realidad no se irá con Ampolla.
El otro no respondió.
Los dos regresaron a sus mapas. El Custodio estudió el agotado rostro de su amigo y empezó a enrollar los pergaminos.
—Sigo pensando que la Ventana a las Estrellas es la respuesta —insistió.
—Es posible. Pero el Reposo de Ariakan es también una posibilidad y tiene un precedente, como el Hechicero Oscuro dice. Y, quizá, ninguna de las dos posibilidades es la correcta. —Se instaló en un sillón de respaldo alto, unió las puntas de los dedos de ambas manos, y contempló su propio reflejo sobre el oscuro mármol—. También yo voy a dedicar mi tiempo a adivinar la localización de la llegada de Takhisis —afirmó.
—Y juntos averiguaremos cómo utilizar las reliquias para impedir el regreso de su Oscura Majestad. —El Custodio se quitó el anillo de la mano—. El anillo de Dalamar —indicó con suavidad, depositándolo sobre la palma de Palin—. Ahora es tuyo. De todos modos yo no necesito estas chucherías. Así que ya tienes dos reliquias.
—El Puño de E'li y el anillo de Dalamar. Gracias amigo mío.
—Y muy pronto, si Rig y sus camaradas tienen suerte, tendrás la alabarda y la corona. —El Custodio se acercó a una delgada librería llena de tomos encuadernados en piel. Tiró de un grueso volumen negro y lo llevó hasta la mesa; sus pálidos dedos volvieron las páginas—. Tardé bastante en encontrar esto. Aquí. ¿Ves? Creo que ésta es el arma que Dhamon lleva.
Palin se inclinó sobre el libro. Las palabras parecían garabatos, como si hubieran sido escritas con precipitación o por alguien a quien le temblara la mano.
—Gryendel --pronunció—. Tienes razón. Esto podría ser. —Introdujo el anillo de Dalamar en el bolsillo y recorrió el texto con el dedo hasta el final de la página—. Aquí dice que la forjó Reorx hace innumerables siglos y que se perdió en la Guerra de Todos los Santos, antes de la llegada de los últimos dioses y antes de la Era de los Sueños. Realmente es muy antigua.
—La Mueca de Reorx —dijo el Custodio—, diseñada para atravesar todo aquello que desea el que la empuña: madera, armaduras, piedra... Puede que incluso la carne de dragón. En cualquier caso, no hay que permitir que caiga en poder de los dragones. Khellendros ya tiene la Dragonlance y los medallones de Goldmoon. No podemos perder también esto.
—La Mueca de Reorx —musitó Palin.
En un laboratorio con amplios ventanales del piso superior, Usha estaba sentada ante un improvisado caballete, dando los últimos toques a un retrato de Ampolla. La kender estaba rodeada de hermosas flores que Usha había pintado con sumo esmero. Todo lo que quedaba era añadir unos pocos toques de color a los entrecanos cabellos rubios y un poco de rosa a los labios; a lo más una media hora de trabajo, se dijo.
Retiró el cuadro y colocó otra pieza de madera pulida sobre el caballete. Tras limpiar su pincel y secarlo con un trapo, sumergió la punta en pintura verde oscuro y empezó a dar pinceladas sobre la nueva superficie. Al cabo de una hora, había pintado los primeros trazos de un bosque, con árboles que se extendían desde el pie hasta lo alto de la tela. En el centro de la pintura se apreciaba el contorno de un enano.
—Jaspe, tú llevas el Puño. Lo sé —musitó para sí—. Pero no sabes lo que transportas... ni tampoco lo sé yo, al parecer.