CAPÍTULO 5

EL BAÑO fue maravilloso, pero no impidió que Luke siguiera sintiéndose confuso. En realidad, cuando salió del agua, se sentía tan confundido como si se hubiera quedado dormido y hubiera despertado en otro mundo.

Llevaba veinte años sin bañarse en el mar. Aquel no fue un baño como los que solía tomar en la piscina del gimnasio de la ciudad para tonificar el cuerpo y compensar las muchas horas que pasaba sentado delante del ordenador o en reuniones interminables.

Todos se habían bañado. Hasta la pequeña Grace. Wendy y Gabbie salieron corriendo hacia la playa, con Luke detrás, llevando en brazos a Grace. Cuando él alcanzó la cima de las dunas, ellas ya estaban en el agua, completamente vestidas.

– Nosotras también estamos hechas un asco -gritó Wendy, sonriendo, invitándolo a unirse a ellas-. El agua está muy buena. Quítale la ropa a Grace y tráela aquí.

Dos minutos después, Luke estaba sentado entre las olas, abrazando a un bebé desnudo sobre las rodillas. A un bebé que parecía pensar que aquello era la sensación más maravillosa del mundo.

Y lo mismo pensaba Luke. Dejó que Wendy y la pequeña Gabbie le restregaran el pelo con jabón, le quitaran los tiznajos de la cara y le lavaran sus muchas magulladuras, y experimentó sensaciones que nunca antes había sentido.

A pesar de sus protestas, le quitaron la camisa y solo mediante la táctica de negarse a levantarse consiguió conservar puestos los pantalones.

Un hombre tenía su orgullo. Podía estar empapado hasta la cintura, y emocionalmente desconcertado, pero si llegaban los electricistas o los cristaleros y solo llevaba unos calzoncillos con corazones…

Las olas le lamían las piernas, las chicas chapoteaban y él se sentía como si hubiera sido transportado a otro planeta.

– Hay que ponerte antiséptico en este arañazo -la voz de Wendy lo devolvió a la realidad. De algún modo, el pájaro le había arañado la cara.

Wendy se sentó junto a él en la orilla, con la falda flotando a su alrededor en el agua en un suave remolino azul y la blusa pegada a la piel. Le pasó un dedo por la mejilla arañada. Había llevado con ella una toallita. Con mucho cuidado, le limpió el arañazo. El roce de sus dedos bastó para ponerlo en órbita otra vez.

– El agua salada es estupenda para esto -dijo ella suavemente-. Es justo lo que necesitas.

No solo el agua salada era estupenda. ¡Aquello era maravilloso! Las olas lamían la arena dorada. El sol de la mañana le entibiaba la cara, el pecho desnudo y la espalda. Gabbie reía y chapoteaba junto a ellos, y Grace manoteaba en el agua y balbuceaba de alegría cada vez que se acercaba una ola. Y Wendy sonreía y sonreía…

– ¡Ya basta! -Luke se puso en pie bruscamente. Tenía que salir de allí. Inmediatamente-. Viene un camión -dijo, mirando hacia la casa, aliviado. Aunque apenas se había metido en el agua, sentía como si se estuviera ahogando-. Deben de ser los electricistas. Tengo que hablar con ellos.

Wendy, sentada junto a Gabbie en el agua, observó su cara y frunció el ceño. El hechizo se había roto.

– Yo cuidaré de Grace -tendió los brazos y tomó al bebé, murmurando dulcemente-. Eh, Grace, está bien. Jugaremos un poquito más -no volvió a mirar a Luke-. Vete a hablar con los obreros -dijo-. Yo iré luego, con las niñas.

– Yo… sí. ¿Estarás bien?

– Puedo arreglármelas -dijo ella suavemente-. Tú eres el jefe, pero no te necesitamos, Luke.

Y Luke comprendió que le estaba dando un mensaje mucho más profundo de lo que parecía aparentemente.

– Tengo que irme.

Maldición, ¿por qué se sentía como- si tuviera que disculparse?

– Por supuesto.

Wendy sonrió, pero de nuevo Luke tuvo la sensación de que le había cerrado las puertas. Él apenas había notado que se las hubiera abierto, pero en el fondo de la mirada de Wendy había una expresión de dolor que no comprendía. Parecía una niña a la que hubieran desilusionado repentinamente, y Luke no comprendía qué había hecho. No sabía qué había podido herirla. Pero, de pronto, deseó saberlo.

– Wendy…

– Vete -su voz se volvió seca, profesional, y Luke comprendió que aquella era su forma de protegerse. ¿Pero de qué? ¿Del compromiso emocional?, se preguntó. Seguramente, no. Se habían besado solo una vez, por el amor de Dios, y seguramente solo había sido un beso de alegría. No de pasión. No había de qué preocuparse. ¿0 sí?

Y aunque lo hubiera, lo mejor era largarse de allí a toda prisa, se dijo. Inmediatamente.

– Os veré en la casa, entonces -dijo, con tono neutro.

– Claro -Wendy abrazó a la pequeña Grace-. Vamos, Gabbie. Grace quiere darse otro baño.

– ¿Y Luke no quiere? -preguntó Gabbie con curiosidad, chapoteando con los pies en el agua. Wendy le dirigió una sonrisa tensa.

– El tío Luke tiene trabajo que hacer. Un trabajo muy importante. Pero nosotras tenemos mucha suerte. Vamos a quedarnos aquí, sentadas en la orilla, chapoteando.

Gabbie se lo pensó y asintió lentamente. Alzó su carita hacia Luke y lo miró con expresión solemne.

– Me alegro de no ser un papá -dijo-. Es triste que no puedas quedarte a jugar con nosotras.

Y, de pronto, Luke comprendió que así era precisamente como se sentía: triste y muy, muy contrariado.


Después de aquello, el día discurrió en un torbellino de quehaceres. Luke subió a la casa para ver al electricista. Se dio una ducha para quitarse la sal del cuerpo y de la ropa y, cuando salió del baño, el cristalero y el fontanero también habían llegado.

Una hora después, cuando Wendy y las niñas subieron alegremente de la playa, Luke estaba harto. De pie, en la terraza, discutía acerca de qué ventanas convenía arreglar inmediatamente. Al ver la pequeña procesión procedente de la playa, se calló en mitad de una frase y se quedó mirándolas. El cristalero también se volvió para mirar.

– ¿Son su mujer y sus hijos? -preguntó el hombre y, luego, sorprendido, reconoció a Wendy-. ¡Eh! ¿No es esa Wendy Maher, del hogar infantil?

– Sí, es ella. Va a quedarse aquí para cuidar de mi hermana y de su hija adoptiva. Por eso necesito arreglar este sitio rápidamente.

El hombre silbó entre dientes.

– Vaya, qué sorpresa. Había oído que Wendy iba a dejar el hogar. Tiene carácter, desde luego, pero es fantástica. Tiene un corazón tan grande como Africa. ¿Por qué no me dijo que esto era para Wendy? ¿Le dije que solo podía colocar media docena de ventanas hoy? Si es Wendy quien va a vivir aquí, traeré a toda mi cuadrilla y las habremos cambiado todas antes de que anochezca. Esa mujer es una campeona.

Luke se quedó mirando a aquella pequeña familia que acababa de crear. Wendy todavía estaba empapada, con la falda y la blusa pegadas al cuerpo, de forma que se notaban todas sus magníficas curvas. Iba canturreando una cancioncilla absurda, riendo, abrazando contra su pecho a Grace dormida y con Gabbie de la mano. Luke sintió tal punzada de emoción al verlas que se quedó impresionado.

¿Qué demonios le ocurría?, se preguntó desesperadamente. Tenía que salir de allí. ¡Enseguida!

Pero salir de allí iba a resultarle más fácil de lo que pensaba. Al parecer, si el trabajo era para Wendy, todo era posible. Así que, a media tarde, tenían electricidad y agua caliente, en la chimenea ardía un fuego y habían arreglado una habitación para Wendy. Además, Luke había conseguido un coche de alquiler.

– Bueno, ya nada te impide marcharte -le dijo Wendy cuando los cristaleros se marcharon-. Cuanto antes te vayas, antes arreglaremos las cuestiones legales -lo miró titubeante, percibiendo su confusión-. Y, si no te vas ahora, no llegarás a tiempo de comprarte algo de ropa en Bay Beach -lo observó un momento. Aunque había intentado estirar la ropa, esta no volvería nunca a presentar un aspecto respetable-. Enséñales tus billetes nada más entrar en la tienda, o te echarán a patadas.

– ¿Tan mal aspecto tengo? -Luke se frotó la mejilla sin afeitar, y ella sonrió, con una extraña y distante mirada en los ojos.

– Estás hecho un desastre -dijo Wendy con franqueza. Luego miró hacia el coche de alquiler y se echó a reír.

El coche era un sedán de color naranja chillón. 0 lo era a medias, pues la parte de atrás había sido repintada en un extraño color grisáceo. Tenía abolladuras por todas partes. Pero era el único que había podido alquilar en Bay Beach.

– Te va como anillo al dedo -dijo Wendy.

– Vaya, gracias.

– Vamos, márchate -dijo ella, y le dio un ligero empujón hacia la puerta-. Las llaves y los papeles de tu Aston Martin están en el escritorio del cuarto de estar, ¿no?

– Sí.

– Entonces, sé qué volverás -dijo ella con serenidad-. Tarde o temprano. Para… recuperar tu coche. Pero, cuando Luke salió de la granja en su extraño y abollado automóvil, no pensaba en volver para recupe rar su coche.

En realidad, su coche ocupaba el cuarto lugar en su lista de prioridades.


Siguió un periodo de paz para Wendy. Pero no por mucho tiempo.

– ¡Cuéntamelo todo! ¡Vamos!

Habían pasado tres días y Shanni, la mejor amiga de Wendy, había llegado a la granja en estado de estupefacción. Fresca, vivaz y recién llegada de su segunda luna de miel, Shanni había ido a rescatar a su amiga del peligro, y Wendy había tenido que poner en práctica todas sus habilidades para tranquilizarla.

– No hay nada que contar -Wendy sonrió con su mejor sonrisa-. Solo es un trabajo. Tú tienes muchas más cosas que contar. Háblame de tu luna de miel. ¿Qué tal te ha ido?

– Estupendamente. Pero…

– ¿Qué tal están Nick y Harry?

– Bien, pero…

– ¿Y tu casa nueva? ¿Ya puedes mudarte?

– Wendy Maher, deja de cambiar de tema de una vez -Shanni la miró indignada por encima de la mesa-. Me marcho dos meses, ¿y qué sucede? Vuelvo a casa y me encuentro con que has dimitido. Y Erig me dice que te has largado con el tipo más impresionante que había visto en toda su vida. ¡Para vivir con él! ¡Si no lo veo, no lo creo! -miró a su alrededor, achicando los ojos-. ¿Dónde está?

– Lo tengo escondido debajo de la cama -rio Wendy-. Para usarlo cuando las niñas se duermen -luego se puso seria-. No, Shanni, mi jefe no está aquí. Está en Londres, viendo a la madre de Grace.

– ¡En Londres! -Shanni la miró con los ojos como platos-. Sí, claro. Tu jefe está en Londres. Y te ha dejado aquí, sola. ¡Wendy, hay un Aston Martin ahí fuera!

– Bueno, no podía dejarme en la granja sin un coche -le explicó Wendy, sonriendo-. Es mi carrito de la compra.

Shanni se atragantó.

– ¿Tu… tu carrito de la compra? ¿Un Aston Martin deportivo? ¿Se ha ido y te ha dejado su coche para que vayas a la compra?

– Por supuesto -dijo ella plácidamente, todavía sonriendo.

Hubo un silencio mientras Shanni trataba de asumir lo que acababa de oír. Frunció muy despacio los labios y la observó, pensativa.

– Nick tenía un coche deportivo -dijo finalmente-. Hasta que nos conoció a Harry y a mí.

– Bueno, Luke todavía lo tiene -Wendy se encogió de hombros y se levantó para hacer café-. No hagas una montaña de un grano de arena, Shanni. Solo lo ha dejado aquí como garantía.

– ¿Cómo garantía de qué?

– De que volverá.

– ¿Crees que, si no, se largaría?

– No lo sé -contestó Wendy-. No tengo ni la menor idea de lo que haría Luke Grey.

Pero su amiga siguió mirándola con incredulidad. Luego miró a su alrededor. Tres días y un ejército de obreros habían hecho maravillas. La casa había empezado a recuperar su antiguo aspecto. Era elegante, acogedora y muy bonita.

Y las niñas…

Shanni había sido maestra de Gabbie en la guardería, así que era una de las pocas personas en el mundo en las que la niña confiaba. Así pues, Gabbie decidió que su visita no era lo bastante importante como para interrumpir la tarta de barro que estaba haciendo en la terraza. A través de la ventana, Gabbie parecía concentrada, manchada de barro hasta las orejas, y feliz. Y en el cuarto de estar, Grace dormitaba plácidamente sobre una mantita de lana.

Las niñas estaban perfectamente, pensó Shanni. Y aquel lugar parecía salido de una revista de decoración, solo que era mucho, mucho más acogedor. Pero quedaban tantas cosas por explicar…

– Wendy, voy a estallar si no me lo cuentas -declaró. Se levantó, rodeó la mesa, tomó a su amiga por los hombros y la obligó a mirarla a la cara-. 0 me cuentas lo que pasa o te juro, te juro que… que me estallarán los tirantes.

– ¡Pero si no llevas tirantes!

– ¡Podría llevarlos! Las mujeres casadas ensanchamos de forma alarmante -murmuró Shanni-. Sobre todo, si estamos embarazadas.

– Shanni, ¿no estarás embarazada?

– Solo un poquito -Shanni sonrió, radiante-. Además, tenemos una gata nueva que se llama Darryl, y Harry quiere adoptar una cabra. Bueno, ya te he contado todas mis noticias. Ahora vas a contármelo todo, y no te soltaré hasta que lo hayas hecho. Si crees que voy a dejar a mi mejor amiga en manos de… de un tipo que conduce un Aston Martín…

– Yo no estoy en sus manos.

– Convénceme. w -Lo haré.


Pero, al cabo de media hora de explicaciones, más otra media hora de preguntas, Shanni no estaba en absoluto convencida.

– ¿Cómo sabes que volverá?

– ¿Bromeas? -Wendy salió al exterior-. ¿Sabes cuánto vale ese cacharro? Volverá.

– ¿Y no crees que tal vez vuelva porque quiera a su hermanita?

– Quizá lo haga con el tiempo -dijo Wendy, titubeando-. Pero, si la quiere, aún no lo sabe.

– Así que, ¿crees que volverá, te dará respaldo legal como niñera y luego se marchará?

– Ese es el plan.

– Pero… ¿vendrá de visita alguna vez?

– Espero que sí -Wendy no parecía muy segura-. Es importante para Grace que lo haga.

– Sabes… -Shanni observó a su amiga pensativamente-, si ese Luke es como Erin me lo describió, sería muy fácil enamorarse de él.

– ¡Estás de broma!

– Cosas más raras ocurren. Piensa en Nick y en mí, por ejemplo.

– Yo ya estoy escarmentada del amor -dijo Wendy, con voz clara y firme-. Luke es atractivo, no lo niego, pero no hay ninguna posibilidad de que yo vuelva a cometer ese error.

– Adam lleva muerto seis años.

– Al igual que el niño al que mató. Eso sigue sin ser fácil de asumir.

– Pero tú quieres a Gabbie -dijo Shanni suavemente, emocionada-. Wendy, tú te culpas por lo que pasó, pero eso no ha impedido que vuelvas a querer. Quieres a Gabbie. Y ahora a Grace… Y si has aprendido a querer otra vez…

Pero la expresión de Wendy se había hecho impenetrable.

– Querer a los niños es diferente.

– ¿Diferente de querer a un hombre? Tal vez. Porque fue Adam quien te causó ese sufrimiento -dijo Shanni dulcemente. Sabía que aquello debía dolerle a Wendy, pero debía decírselo-. Pero no todos los hombres son como Adam, Wendy. No puedes culpar a Luke de los errores de tu marido.

– Porque yo amaba demasiado a Adam, murió un niño -dijo Wendy con dureza-. Nunca debí dejarle conducir así. Pero él se pavoneaba como un niño con un juguete, con su maldito coche… ¡y parecía tan feliz! Fui una estúpida… porque estaba enamorada… Y.el bebé que iba en el otro coche pagó por mi estupidez. Y sus padres.

– Adam también pagó su precio -le recordó Shanni-. Está muerto. Se acabó, Wendy.

– Sí, se acabó -Wendy se dio la vuelta y se sentó a la mesa-. Lo sé. Se ha acabado. Pero yo quería demasiado a Adam, y perdí el control. Eso nunca volverá a pasar. Querré a mis niñas, las protegeré, y ya está.

– Wendy…

– Por el amor de Dios, Luke está fuera de mi alcance, de todos modos -dijo Wendy, intentando sonreír-. Es rico y guapísimo. ¿Qué podría ver en mí un hombre como él?


En ese preciso instante, a veinte mil kilómetros de distancia, Luke estaba cara a cara con la madre de Grace y, de pronto, inexplicablemente, deseó que Wendy estuviera a su lado.

Lindy era impresionante. ¿Cómo era posible que su padre, un hombre de casi setenta años, hubiera conseguido atraer a una mujer así? Luke observó a la mujer a la que finalmente había encontrado en uno de los mejores hoteles de Londres, y no encontró la respuesta. Desdee luego, su padre había sido un hombre con encanto, pero una sola mirada bastaba para comprender que aquella mujer estaba acostumbrada a lo mejor que podía comprar el dinero.

Lindy era modelo, y se notaba. Medía casi un metro ochenta; era esbelta como un junco y unos espléndidos rizos castaños le caían cuidadosamente sobre los pechos. Sus ojos eran de un azul celeste, inmensos y maravillosos. Sus labios carnosos se habían fruncido en un mohín al ver a su inesperado visitante, y su suntuoso kimono dorado parecía recién salido de la colección de un diseñador.

Aquella mujer debía de haberle costado a su padre una fortuna, pensó Luke cínicamente. No era de extrañar que el viejo hubiera dejado tantas deudas. ¿Pero por qué al mirarla le daban ganas de salir corriendo?

– No hacía falta que viniera hasta aquí para verme -le dijo Lindy, modulando cuidadosamente la voz hasta convertirla en un susurro sensual. La desconfianza de Luke aumentó. Sabía que ella hablaría de esa forma con todos los hombres atractivos que encontrara en su camino.

– Me ha costado mucho encontrarla -admitió Luke en tono profesional-. Una persona de la agencia de modelos me dijo dónde estaba.

Los ojos de Lindy brillaron de rabia.

– No deberían habérselo dicho. Les avisé de…

– ¿De veras no quería que la encontrara? -preguntó Luke con curiosidad-. ¿De veras no quiere volver a saber nada de su hija?

– Para empezar, yo no quería tenerla -dijo ella en tono petulante-. Pero su padre, sí, y me pilló en un momento bajo. Mi carrera como modelo estaba atravesando un bache, y todas mis amigas tenías niños, así que pensé, bueno, ¿por qué no? Los bebés son tan monos, y su padre me dijo que siempre habría dinero para pagar a las mejores niñeras.

A las mejores, no, pensó Luke involuntariamente. Él tenía a la mejor niñera del mundo… allá, en Bay Beach. Donde deseaba estar en ese momento.

– Pero, luego, su padre murió, y no quedó nada -la voz de la chica había perdido su tono sensual y dejaba traslucir su descontento y su rabia. Pero no era por la muerte de su padre, pensó Luke. Era porque se había quedado sin dinero-. Me prometió que siempre tendríamos dinero, y en realidad no tenía nada -continuó ella-. ¡Nada! ¡Me echaron del apartamento! Mi niñera se fue porque no podía pagarla. Y yo nunca en mi vida había cambiado un pañal. De repente, tenía que encargarme de todo. Y lo odiaba. Luego me llamaron de la agencia para decirme que tenían trabajo para mí, en Europa. Estaré aquí tres meses. 0 más, si mis planes se cumplen. Como ve, no puedo hacerme cargo de un bebé.

– No puede ocuparse de Grace mientras viaja -admitió Luke en voz baja, con evidente disgusto-. ¿Pero querrá recuperarla después?

Los enormes, ojos de Lindy se ensancharon por la sorpresa, como si aquella pregunta fuera obvia.

– ¿Para qué?

– Es su hija.

– No -la mujer sacudió su espléndida mata de pelo con firmeza-. Yo no lo siento así. Su padre me utilizó. Me mintió. Me engañó para que la tuviera y yo no quiero responsabilizarme de su futuro.

– Pero sigue siendo muy mona -dijo Luke, expectante.

– ¿Ah, sí? Levántese usted a las dos de la madrugada y verá lo mona que es. Y el coste de las niñeras… -de pronto, la cara de Lindy se suavizó-. Pero usted debe de ser rico. El tipo al que contraté para que lo encontrara me dijo que era una especie de agente de bolsa. Y si puede permitirse venir a Londres solo para verme… Si usted paga a una niñera y algo para nuestra manutención, entonces me lo pensaría -sus ojos se achicaron; el signo del dólar parecía brillar en ellos-. Al fin y al cabo, su padre me estafó. Usted me lo debe.

– Yo no le debo nada -la cara de Luke se endureció. La idea de dejar a su hermana con aquella mujer le hacía hervir la sangre-. No estoy legalmente obligado a cuidar de otros hijos de mi padre.

– Lo sé -dijo ella-. Mi abogado me dijo que no podía pedirle nada. Pero Grace es su hermanastra.

– ¿Y si no me hago cargo de ella?

– Entonces, la daré en adopción -dijo Lindy brutalmente-. Ya se lo he dicho, no puedo quedarme con ella. ¿Qué hombre iba a mirarme teniendo que cargar con una niña?

Ese era el quid de la cuestión, pensó Luke, asqueado.

– Si me hago cargo de ella… -dijo lentamente, con cautela.

– ¿Lo hará? -ella lo miró sorprendida, y Luke dio mentalmente un paso atrás. Sería peligroso que aquella mujer pensara que su hermana le importaba.

– Lo he pensado mucho y he tomado una decisión. Si realmente quiere deshacerse de Grace, yo me haré cargo de ella… en memoria de mi padre.

Ella lo miró con asombro.

– No habrá heredado ese sentido de la responsabilidad de su padre, desde luego -dijo, y su voz adoptó un tono defensivo-. Eso sería estupendo. Si usted…

– Si eso es lo que quiere, necesito que me nombre su tutor legal -dijo Luke.

– No quiero firmar nada -contestó ella.

– Pero no puedo hacerme cargo de la niña si no tengo el derecho legal para hacerlo -dijo Luke cautelosamente-. He consultado a un abogado, y necesito su permiso para ocuparme de su custodia.

– No.

– Lo siento, Lindy, pero no podemos dejar esto así. En este momento, Grace está en el limbo. Yo no tengo derechos legales para hacerme cargo de ella, y usted no la quiere.

– Entonces, ¿qué?

La cara de Luke se endureció. Pero, advertido por Wendy y por sus abogados, había ido preparado para hacer frente a una situación semejante.

– Entonces, tendremos que hacerlo público -dijo, mirándola fijamente-. Le diré a la prensa que ha abandonado a su hija.

Ella palideció.

– No lo hará.

– Solo quiero que me dé permiso legal para cuidar de ella -dijo él otra vez, recordando a Wendy-. Así, yo cargaré con toda la responsabilidad y usted no tendrá que preocuparse de nada más.

– Pero -la mujer se mordió el labio-, si yo…

– ¿Si cambiara de opinión? -la expresión de Luke se suavizó un poco-. Lindy, la mujer que está cuidando a su hija es una asistente social -dijo-. Es la mejor… y me ha dicho que, cuando crezca, Grace necesitará tener contacto con usted, aunque solo sea muy de vez en cuando. Podemos incluir el derecho de visita en el acuerdo de custodia. De esa forma, usted siempre sabrá dónde está la niña, y, si quiere verla, podrá hacerlo.

– ¿Pero no podré recuperarla?

– Eso es -con las palabras de Wendy todavía zumbándole en los oídos, pronunció su ultimátum final-. Es lo más justo para Grace. Si quiere que me haga cargo de la niña para el resto de su vida, estoy dispuesto a hacerlo, pero solo de manera legal.

Lindy lo miró largamente.

– Sabe, es usted realmente encantador -dijo lentamente, pillándolo desprevenido-. ¿No supondrá…?

– Yo no supongo nada -dijo Luke duramente. Cielos, aquella mujer lo asustaba. Cada vez anhelaba más a Wendy. Wendy que, con sus faldas floreadas, sus rizos desordenados y su cualidad mística, estaba a años luz del glamour de aquella mujer-. Si acepta, nos reuniremos con mis abogados mañana por la mañana. ¿De acuerdo?

Ella se mordió el labio unos segundos. Era evidente que aquella decisión era tan importante para ella como el color de la laca de uñas que debía ponerse.

– Sí -dijo finalmente-. Y, luego, podré seguir con mi vida.


– El Aston Martin todavía está ahí, por lo que veo.

Wendy estaba arrancando hierbajos de lo que antaño había sido una rosaleda. Shanni había llegado por sorpresa y se había sentado en el suelo, al sol, junto a su amiga.

– ¿Cuándo vuelve tu príncipe azul?

– El martes, tal vez.

– El martes -repitió Shanni-. ¿Puedo conocerlo?

Wendy suspiró y dejó de escarbar.

– Es mi jefe, Shanni. No mi amigo. Así que, no, no puedes conocerlo. Solo se quedará una hora o así. Va a traer los papeles de la custodia de Grace y un contrato para mí. Después de eso, será libre para ir adonde quiera.

– ¿Va a adoptar a Grace?

– Eso parece -Wendy se sentó en cuclillas y miró con orgullo la tierra que acababa de limpiar. Después de mucho trabajo, la casa y el jardín empezaban a tener un aspecto estupendo-. A mí también me sorprende -admitió-, pero así es. Está dispuesto a ocuparse de ella para siempre. Llamó desde Londres ayer. El proceso de adopción tardará aún tres meses. Lindy podría cambiar de opinión en ese intervalo, pero él está seguro de que no lo hará. Luke es ahora el tutor legal de Grace.

– Así que, ¿se quedará con la niña para siempre?

– Sí.

– Y tú… -Shanni miró a su amiga de reojo. Nunca la había visto tan feliz. Tan en paz con el mundo. Por una vez, las cosas parecían irle bien a Wendy, y ello llenaba de alegría a Shanni-. Tú tendrás un empleo y una casa para siempre.

– Dudo que el señor Grey quiera cargar con una niña mientras viaja alrededor del mundo haciendo esas cosas tan importantes -dijo Wendy alegremente-. Después de todo, es un gran hombre de negocios.

– ¿Y tú querrás quedarte aquí y mantener el fuego encendido mientras él viaja por el mundo?

– Shanni, este acuerdo proporcionará a Gabbie un hogar -murmuró Wendy. Lejos de las tensiones del orfanato, la niña florecía con cada minuto que pasaba-. Mi Gabbie tiene una preciosa hermana menor, y me tiene a mí -prosiguió suavemente-. Eso es lo único que importa.

Pero la aguda mente de Shanni se hacía toda clase de preguntas. Al fin y al cabo, aquella casa tenía todo lo que necesitaba una familia… salvo una cosa.

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