Capítulo 11

JOCK volvió diez minutos después y encontró a Tina escribiendo. Alzó los ojos al entrar él, pero esta vez no había tensión. Su rostro se iluminó con una sonrisa y Jock supo que había estado reprimiendo la risa desde que él salió con Reg.

– ¿Conseguisteis llegar a su casa sin que nadie os viera? Yo pensé en ponerle unos bigotes falsos y gafas de sol.

– Los habría aceptado sin duda -contestó Jock, sonriendo a su vez-. Esa pareja no volverá a atreverse a cometer infidelidad. No sé cómo he conseguido mantener la compostura.

– Esto va a simplificar las cosas -dijo Tina, ya con una expresión seria.

– ¿A qué te refieres?

– Lorna Colsworth es una de las mujeres más mojigatas de esta ciudad y está en la directiva del hospital. Como madre soltera, me imagino que Lorna querría que me echaran, pero ahora no creo que se atreva. ¿Qué opinas?

– Tina…

– He estado pensando qué poner en el historial de Reg -dijo Tina, ignorando la incomodidad de Jock-. Puede que no sea ético, pero sería un detalle para él no incluirlo en los sucesos de esta noche. Si algún doctor le pregunta sobre ello, creo que le daría un ataque.

– Tina…

– ¿Qué opinas?

– Creo que tenemos que hablar.

– Creí que estábamos hablando.

– Sobre nosotros.

Tina hizo un gesto con la cabeza y continuó escribiendo.

– No hables de nosotros, Jock. Tú eres tú y yo soy yo, y el bebé es nuestro, pero no hay que hablar de nosotros.

– Creo que sí.

– ¿Por qué? -preguntó Tina, con valentía-. ¿Para cumplir con tus obligaciones? No creo. Jock, tú no quieres casarte conmigo. Sé sincero y admítelo, no quieres.

Jock la miró unos segundos y luego se sentó en la silla que había al otro lado de la mesa. Esa muchacha… Le hacía reír como nadie lo había hecho. Le hacía sentir que todo lo que deseaba en la vida era estar con ella, reír con ella, amarla. Protegerla…

¿Y casarse?

– Es verdad, Tina. No sé lo que quiero.

– Si no sabes, entonces es que no quieres casarte.

– ¡Maldita sea! -Jock se pasó la mano por el pelo y se puso en pie. Caminó hacia el fondo de la habitación y luego volvió. Tina se quedó inmóvil, mirándolo y a la vez intentando reprimir sus emociones. Tratando de mantenerse amable, solidaria, interesada, pero distante a la vez. Justo lo contrario de lo que sentía.

Finalmente dejó el bolígrafo en la mesa y cerró los ojos. Y al mismo tiempo cerró su corazón. Ya no podía soportarlo más.

– Jock, ve a casa y acuéstate -dijo con suavidad-. Yo tengo trabajo que hacer y tú estás cansado. Déjalo hasta mañana. No dejes que pueda estropear tu sueño de esta noche.

– ¡Maldita' sea! -exclamó Jock, poniendo las manos sobre la mesa y provocando un sobresalto en Tina-. ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir? ¿Que tienes trabajo y que yo estoy cansado? ¿Que lo dejemos hasta mañana, como si fuera un papel que hay que rellenar?

– ¿Qué se supone que debo decir?

– No tengo idea, pero… Tina, estamos hablando de amor. Es horrible…

– No es horrible, Jock.

– Sí lo es. El amor es algo que me han enseñado a evitar desde que nací. No te acerques demasiado porque te destruirá. Destruirás y serás destruido. Y sin embargo, sé que es una locura. Otra gente ha tenido matrimonios felices, aunque mis padres no. Ellos fueron la excepción, no la regla, y es hora de que me de cuenta de ello. Así que, ¿por qué no puedo casarme?

– ¿Quieres un matrimonio feliz?

– Sí… ¡No! No lo sé, Tina -contestó, mirándola con desesperación-. Sólo sé, Tina, que si alguna vez me caso, será contigo. Nunca he conocido a nadie como tú. Te veo ahí cansada, destrozada, con un montón de problemas sobre tus hombros y yo te dejo embarazada y me voy a Londres. ¿Y te pones histérica? Claro que no. Te quedas ahí sentada y aceptas la responsabilidad de ese hijo tú misma, como aceptaste la responsabilidad de tu hermana y sus hijos.

– No sé qué adelantaría poniéndome histérica -dijo Tina-. Y en cuanto a mi hermana… Christie habría hecho lo mismo por mí.

– Eso es, lo habría hecho. Ya lo sé. Porque te quiere y tú la quieres a ella. Pero no sois como yo. Yo nunca lo haría. Nunca aceptaría responsabilidades porque me moriría de miedo.

Jock dio un suspiro y se levantó. Rodeó la mesa hasta ponerse detrás de ella y puso las manos sobre los hombros de Tina y la apretó con fuerza. Ésta se abandonó por un segundo y notó la fuerza de Jock. Se apoyó contra él y supo en ese momento que estaba perdida. Supo que si él le decía que se quedaba, ella aceptaría sin pensar en el futuro, sin pensar en razones.

Jock era su amor, se dijo a sí misma. Lo amaba como no podría amar nunca a nadie. Así que… si pudiera retenerlo… Si aceptara su oferta quizá el tiempo curara las heridas. Podría enseñarle a amar y ser amado.

Jock se agachó y la besó sobre el cabello rizado.

– Tina, tienes que casarte conmigo. Sé… No, no sé nada, pero una cosa sí sé, que no puedo marcharme ahora. Sé que no puedo irme al otro lado del mundo y dejar que tú sola críes a nuestro hijo. Sé que tengo que cambiar, Tina. Tendré que aprender a dar… aprender a amar.

– Jock…

– No -el hombre colocó un dedo sobre sus labios para silenciar sus palabras-. Tina, si hay alguien que puede enseñarme a amar… Si quieres darme una oportunidad, entonces quiero que te cases conmigo. Yo soy capaz de ponerme de rodillas para pedírtelo.

– Oh, Jock…

¿Cómo podía ella desaprovechar esa oportunidad? Era sólo una oportunidad, lo sabía, una pequeña oportunidad de felicidad y un enorme riesgo. ¿Pero qué perdería si no se arriesgaba?

– ¿Intentarás amarme? -preguntó Tina, acariciándole.

– Te amaré -dijo Jock.


La boda tuvo lugar dos meses después.

Comparada con las ceremonias de Gundowring, fue una boda pequeña, pero en opinión de Jock fue numerosa.

– Invitaremos sólo a nuestros amigos más cercanos -había dicho él, pero todo el mundo en Gundowring suponía ser amigo cercano y era imposible invitar a unos y no a otros.

El grupo de médicos asistió en pleno. Struan, que había vuelto de sus vacaciones de muy buen humor, empleó a algunos interinos para que trabajaran el fin de semana y nadie se perdiera la boda. Fue estupenda.

Todo el mundo opinó que había sido la boda más romántica que habían visto.

Tina… Tina iba preciosa. Se negó a ir de blanco, aunque mucha gente lo hace en la actualidad. “Ya no es una desgracia casarse embarazada”, le había dicho Christie. Así que había elegido una tela dorada muy pálida, con adornos de satén blanco.

El vestido, hecho por Christie, para quien la boda daba un giro a su vida y le permitía de nuevo adquirir el papel de hermana mayor, era sencillo y suelto. Se ceñía perfectamente al cuerpo de. Tina, pero a la vez daba espacio al vientre.

Christine fue la madrina de honor y llevaba un vestido dorado que hacía juego con el de la novia. Había ganado algo de peso y parecía serena. Ally y Tim llevaron la cola de la novia orgullosos, como si hubieran sido ellos los que habían organizado todo.

Jock y Tina habían encontrado una granja fuera de la ciudad, cercana a la playa. Era muy bonita y estaba muy cerca de la de Christie.

– Queremos vivir cerca de vosotros -le había dicho Jock a Christie-. Tina quiere seguir trabajando por lo menos media jornada, así que necesitamos que tú… y si tú crees que también nos necesitas a nosotros, estaríamos muy contentos.

Jock siempre sabía lo que tenía que decir, pensó Tina al entrar en la iglesia. Se había portado maravillosamente durante aquellos dos meses. Le había comprado un anillo que la hizo contener el aliento, fueron juntos a buscar la casa y le hizo el amor como si… la amara de verdad.

Tina caminó hacia el altar. Allí estaba su amado Jock, guapísimo con su traje oscuro. Era su Jock, era su amor. Sonaron las primeras notas de la marcha nupcial y Tina avanzó. Jock se dio la vuelta y esbozó una sonrisa que iluminó su rostro y lo llenó de orgullo. Tina lo habría seguido al fin del mundo.

Su amor la esperaba. ¡Dios, cómo lo amaba! Pero si ella no lo hubiera amado tanto, si ella no lo conociera como se conocía a sí misma, nunca habría descubierto el pánico que se escondía en sus ojos, y el sentimiento de sentirse atrapado.

La amaba, pero no quería casarse. Y mientras Tina caminaba hacia su futuro esposo sabía que tenía un largo camino antes de encontrar la verdadera felicidad. Si es que finalmente la encontraba.

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