EPILOGO

Habían pasado seis meses desde Nochevieja y no se había producido ninguna repetición de las visiones. Sin embargo, el campo magnético que rodeaba aquella versión de la Tierra seguía fluctuando salvajemente) así que no había ninguna garantía de que no estimulara de nuevo las mentes de los Homo sapiens de la misma manera. Tal vez, dentro de catorce o quince años, cuando la inversión del campo se completara, la gente del mundo de Mare (todavía no había consenso para llamarlo de otra forma) no tendría que preocuparse de que fuera a suceder otra vez.

No obstante, mientras tanto, Verónica Shannon y otros investigadores en áreas similares se habían hecho famosos en los medios explicando qué había sucedido mientras el mundo se reconstruía … al menos a quienes querían escuchar. En América del Norte, la asistencia a las iglesias había alcanzado un pico sin precedentes … y luego sufrido un descenso sin precedentes. El alto el fuego se mantenía en Israel. Los extremistas musulmanes estaban siendo expulsados de todo el mundo árabe.

Pero en Jamar, en el mundo barast, cuyo colapso del campo magnético había tenido lugar hacía más de una década, las cosas continuaban como siempre, sin dioses ni demonios ni alienígenas.

Mary Vaughan siempre había querido casarse en verano: su anterior boda, con Colm, había sido en febrero. Pero como las ceremonias de unión neanderthales se celebraban al aire libre, esta vez era aún más importante para ella que la fiesta fuese durante los meses cálidos.

La ceremonia de unión tendría lugar en el bosque, entre el Centro y el Borde de Saldak. Mary había asistido a una unión, la de la hija de Ponter, Jasmel Ket, con Tryon Rugal. Había resultado algo embarazosa: Daklar Bolbay, la antigua tutora de Jasmel, la acusadora de Adikor y, por poco tiempo, la rival de Mary por el afecto de Pon ter, se había presentado de manera inesperada. Sin embargo, incluso con ella presente, había sido una ceremonia sencilla, como era la norma barast.

Pero Mary había querido siempre una boda a lo grande. Cuando ella y Colm decidieron casarse, sólo invitaron a los familiares más cercanos: una boda sencilla y, lo más importante, con poco gasto; un acontecimiento acorde con el presupuesto de unos estudiantes universitarios.

Pero esta vez había montones de personas, al menos en opinión de los neanderthales. Estaba Adikor con su mujer-compañeras, Lurt, y su hijo Dab. También estaban presentes los padres de Ponter, dos de los 142 más simpáticos del mundo. Y las hijas de Ponter, Jasmel y Mega, con el hombre-compañero de Jasmcl, Tryon, y Hapnar y Dranna y sus hombres-compañeros. Como Mary quería una dama de honor, aunque los barasts no tenían esa costumbre, también estaba Louise Benoit. Y como había pedido asistir (y no podía negársele nada durante las celebraciones del milésimo mes desde que liberó a los barast al introducir la tecnología Acompañante), también asistía a la boda Lonwis Trob, ahora un adusto 109, sólo levemente más achacoso después de que le hubieran implantado un corazón mecánico.

Ninguna mujer había parido todavía, pero lo harían pronto: la generación 149 venía de camino, y Mary estaba embarazada, como Lurt, Jasmel, Hapnar y Dranna.

Ponter no había llegado aún. La tradición era que el hombre que iba a casarse saliera de caza y procurara comida para ofrecerle a su futura compañera. Por su parte, Mary había recolectado gran cantidad de piñones, raíces, verduras y hongos comestibles como ofrenda.

—¡Ahí viene papá! —gritó la pequeña Mega, señalando. Mary alzó la cabeza. Al oeste, Ponter había aparecido en el horizonte. Llevaba algo en las manos, aunque no distinguía todavía qué era.

—Y ahí viene mamá! —dijo Hapnar, señalando al este. En efecto, Bandra se acercaba procedente de esa dirección.

Ponter había dicho que las ceremonias dobles eran raras, pero Mary lo encontraba muy apropiado unirse a su hombre-compañero Ponter y a su mujer-compañera Bandra simultáneamente. El cielo estaba despejado y el aire era cálido y seco. Mary se sentía maravillosamente: enamorada, amada, vital.

Ponter y Bandra tenían que recorrer una distancia similar, pero el terreno era más irregular al oeste y Bandra llegó primero al claro. Abrazó a sus hijas, luego saludó a los padres de Ponter: los suyos vivían muy lejos, pero Mary sabía que estaban viendo la transmisión que enviaba el Acompañante de Bandra. Se acercó a Mary y besó y lamió su cara.

Bandra parecía tan feliz que a Mary le pareció que iba a estallarle el corazón. Había pasado un montón de tiempo desde la última vez que Bandra viera a Harb; su hombre-compañero sabía que Bandra se había mudado al otro mundo, pero Bandra no había dado ningún paso para disolver su lazo con él: porque, decía, si lo hacía, él simplemente buscaría a otra mujer-compañera. Tal vez, en algún momento, él disolviera su unión, pero … «Ya basta de pensar en Harb», se reprendió Mary. Aquél era un día para crear lazos, no para romperlos.

Bandra llevaba una mochila, que depositó en el suelo. Contenía su ofrenda de comida para Mary, que había traído el doble, mitad para Bandra y mitad para Ponter.

Ponter llegó por fin. Mary se sorprendió. Cuando asistió al enlace de Jasmel y Tryon, éste apareció con un ciervo recién cazado al hombro; la sangre que manaba de las muchas heridas de lanza del animal le había revuelto a Mary el estómago. Pero Pomer traía dos grandes recipientes cúbicos: Mary los reconoció como unidades de almacenamiento térmico. Lo miró, intrigada, pero él los puso aparte. Luego abrazó a Mary, maravillosamente, durante un rato.

No era necesario ningún agente oficial para la ceremonia, naturalmente; después de todo, estaba siendo grabada desde los múltiples puntos de vista de los Acompañantes para los archivos de coartadas. Y por eso los tres, simplemente, empezaron, Pon ter a un lado de Mary y Bandra al otro.

Mary se volvió hacia Ponter y habló: en la lengua neanderthal, que llevaba medio año aprendiendo, enseñada pacientemente por Bandra.

—Te prometo, querido Ponter, llevarte en mi corazón veintinueve días al mes y tenerte en mis brazos cada vez que Dos se conviertan en Uno.

Ponter tomó en las suyas una mano de Mary. Ella continuó:

—Prometo que tu salud y tu felicidad serán tan importantes para mí como las mías propias. Si, en algún momento, te cansas de mí, prometo libérame sin acritud y con los mejores intereses de nuestras hijas como mi principal prioridad.

Los ojos dorados de Ponter sonreían. Mary se volvió hacia Bandra.

—Te prometo, querida Bandra, llevarte en mi corazón veintinueve días al mes y tenerte en mis brazos cada vez que Dos no sean Uno. Prometo que tu salud y tu felicidad serán tan importantes para mí como las mías propias. Si, en algún momento, te cansas de mí, prometo liberarte sin acritud.

Bandra, quien por su parte había empezado a dominar el inglés (al menos las palabras que podía pronunciar), dijo en voz baja en ese idioma:

—¿Cansarme de ti? Ni en un millón de años.

Mary sonrió y se volvió hacia Ponter. Ahora le tocaba a él el turno de hablar.

—Te prometo —dijo con voz vibrante-llevarte en mi corazón veintinueve días al mes y tenerte en mis brazos cada vez que Dos sean Uno. Prometo que tu salud y tu felicidad serán tan importantes para mí como las mías propias. Si, en algún momento, te cansas de mí, prometo liberarte sin dolor y con los mejores intereses de nuestra hija, de nuestra especial hija híbrida, como mi principal prioridad.

Mary apretó la mano de Ponter y se volvió hacia Bandra, que repitió los mismos votos que Mary le había hecho y añadió luego, nuevamente en inglés:

—Te quiero.

Mary besó de nuevo a Bandra.

—Yo también te quiero —dijo. Se volvió y besó a Ponter, con fuerza y pasión—. Y tú sabes que te quiero, grandullón.

—Están unidos! —exclamó la pequeña Mega, dando una palmada.

Adikor avanzó y abrazó a Ponter.

—¡Felicidades!

y Louise abrazó a Mary.

¡Félicitations, mon amie!

—Y ahora —exclamó Ponter—, ¡es la hora del festín!

Se acercó a los recipientes cúbicos que había traído consigo y los abrió. Las tapas estaban recubiertas de papel de estaño brillante. Ponter sacó grandes bolsas de papel de un contenedor y luego del otro, y Mary vio entonces el familiar diseño del gliksin del pelo blanco con gafitas y perilla.

—¡Asombro! —exclamó Mary, al estilo barast—. Kentucky Fried Chicken!

Ponter sonreía de oreja a oreja.

—Sólo lo mejor para ti.

Mary le devolvió la sonrisa.

—Oh, en efecto, mi amor —dijo—. Lo mejor … de ambos mundos.


FIN

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