Nota del autor

Mi más sentida gratitud a David Dow, del Texas Defender Service, por su tiempo, sus consejos y conocimientos, y por el duro trabajo de leer el manuscrito y ofrecerme sus sugerencias. David es un abogado de prestigio, experto en la pena de muerte, pero también es profesor de Derecho y escritor de éxito. Sin su ayuda me habría visto obligado a investigar por mi cuenta, perspectiva que me sigue asustando y que debería asustar a mis lectores.

El director de la Unidad de las Paredes de Huntsville es C. T. O'Reilly, un texano pintoresco que me enseñó aquella cárcel y contestó a todas las preguntas habidas y por haber. A él y a su ayudante de confianza, Michelle Lyons, les agradezco su hospitalidad y su buena disposición.

Doy también las gracias a Neal Kassell, Tom Leland, Renee, Ty y Gail.

Es posible que algunos lectores más observadores de la cuenta encuentren un par de datos que les parezcan erróneos y se planteen escribirme para señalar mis deficiencias. Mejor que se guarden el papel. En este libro hay errores, como siempre, y mientras siga odiando la investigación y me guste adornar algún que otro dato, me temo que seguirá habiéndolos. Tengo la esperanza de que sean realmente insignificantes.

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