[1] Llamados también Tindáridas, por dudas que todavía quedan de si su engendramiento fue dual, el germen de un padre a Castor, el del otro padre a Pólux, o si le corresponde a Júpiter la gloria de ambas paternidades. ¡Halagüeña fortuna, la de estos hijos de Leda, llamarse siempre con palabras esdrújulas! Los hay predestinados, pues, a la más respetable notoriedad.
[2] No se diga que abuso. Pudo elegir mi gusto «abriolar», que equivale a tirar por sotavento de la relinga de barlovento de la vela mayor, cuando llega a tocar o quiere flamear, a fin de que tome viento. ¿Verdad que es muy bonito? Pues está en español y del más garantizado.
[3] Sir Ronald Sidney, que era muy fino, no profirió, naturalmente, semejante grosería. Lo que él dijo, en inglés, fue textualmente esto: «… spend one's life conducting a monotonous concert for puddendum and orchestra». ¿Se puede decir en español «para partes pudendas y orquesta»? No, ¿verdad? A resignarse, pues, con la dicha grosería. Los que la encuentren intolerable pueden sustituirla, v. gr. por Chumeque.
[4] Existe una leve coincidencia, quizá sólo aparente, entre este momento de la narración, y otro del Misserere de Bécquer. Pues no es coincidencia, sino imitación deliberada, y si se quiere, plagio. Y, para que conste, expido la presente aclaración, en tal lugar del globo, a tantos de tantos, etc. Puedo añadir que lo hice porque me convenía, y que si lo declaro no es más que para enterar a los que no han leído a Bécquer.