LUNES, 30 DE JULIO DE 2001

INFORME

De: Inspector Jefe Tyler

Para: Comisario Hamilton

Fecha: 30/07/01

Asunto: Cargos en relación con el secuestro de Amy Biddulph/ Rogerson


Señor:

La información actualizada es la siguiente:

· No existen pruebas de incesto contra Martin Rogerson. Tanto Laura como Amy niegan que semejante relación íntima tuviera lugar. Laura ha confirmado el interés del hombre por la pornografía blanda.

· Rogerson reconoce que si Townsend le hubiera amenazado con enviar cintas de su hija «posando ante la cámara» a sus compañeros y clientes puede que «se hubiera mostrado más flexible» a la hora de postergar el fracaso de Townsend. «Un hombre de mi posición no puede permitirse el lujo de protagonizar un escándalo». Curiosamente, la idea de ver las imágenes expuestas en internet le preocupaba menos. «Nadie sabría de quién se trataba».

· Rogerson reconoce estar disgustado y enfadado por lo que Townsend animaba a hacer a Laura ante la cámara. «Estaba celoso. Nunca hizo eso para mí». Laura admite haberle dado las cintas. «Quería herirle».

· Parece claro que Rogerson siempre ha estado más interesado por su esposa que por su hija.


Notifíquese que no se emprendan más acciones con respecto a Martin Rogerson.


Asunto: Edward Townsend

· Ordenadores en proceso de registro. Tiempo estimado de investigación: 2-3 semanas.

· Niega haber filmado a Laura Biddulph/FrannyGough/mujeres/menores con fines pornográficos.

· Niega cualquier vinculación con la difusión de pornografía por internet.

· Niega haber secuestrado a Amy con fines de extorsión/chantaje/rescate.

Prosiguen los interrogatorios.

Inspector Jefe Tyler

Capítulo 31

Lunes, 30 de julio de 2001

Transcurrieron veinticuatro horas antes de que la policía pudiera confirmar la verdadera identidad del hombre linchado -cabo Arthur Miller, veterano de la Segunda Guerra Mundial y viudo-, pero por sorprendente que parezca la prensa tardó en hacerse eco de dicha información. En las horas siguientes al Sábado Sangriento se apresuraron a dar cuenta de los acontecimientos, y tomaron la negativa oficial a dar a conocer un nombre como corroboración de lo que se rumoreaba en las calles de Acid Row. La víctima era un pederasta.

Sin embargo, incluso los directores de los periódicos sensacionalistas se mostraron reacios a publicar las ediciones del lunes con el titular ajusticiado un soldado tomado por un pervertido sexual, por temor a que se considerara que aprobaban el linchamiento como método de actuación contra los desviados. La mayoría se decantó por otros más anodinos, como «Tragedia de un antiguo soldado» o «Víctima mortal de un asesinato aleatorio».

Los editorialistas se lanzaron a escribir en cuanto el Ministerio del Interior británico confirmó que se había realojado de manera anónima en Humbert Street a un delincuente sexual fichado para evitar la vigilancia parapolicial. Se emitió un mandamiento judicial para impedir que se revelara su nombre en interés de la seguridad pública, pero sobre los detalles de su condena no pesaba tal restricción, pues el Ministerio del Interior deseaba recalcar que la policía local había obrado debidamente al afirmar que no era peligroso.

Varios sectores de la prensa esgrimieron este hecho como prueba de que, si le hubieran «desenmascarado» en virtud de lo que estipulaba la ley de Megan estadounidense, los sucesos del llamado Sábado Sangriento no habrían tenido lugar. Fue la reserva que lo rodeaba lo que había provocado el amotinamiento de la multitud. De haberse hecho público su nombre y la naturaleza de su delito, los habitantes de Acid Row habrían sabido que era poco probable que un hombre reservado, condenado por delitos menores contra muchachos de dieciséis y diecisiete años, representara una amenaza para sus hijos pequeños.

Otros argumentaban con tono enérgico que revelar la identidad o dirección de un pedófilo significaba exponerse a la clase de odio observado en los incidentes del Sábado Sangriento. El individuo en cuestión ya había sido víctima de un acoso constante hasta verse obligado a abandonar la urbanización donde residía, pese a que los detalles de su condena se habían anotado junto a su fotografía. El problema era la palabra «pederastía». Para la mentalidad de la mayoría de la gente dicho término era sinónimo de depravación, y muy pocos estaban dispuestos a distinguir entre hombres inadaptados que solo buscaban mantener contacto con un menor, y psicópatas que llegaban a herir y matar a niños por placer.

Los políticos trataron de evitar el asunto echando la culpa de los disturbios a la cultura actual de la droga.

Por el contrario, la respuesta -«democrática»- de la opinión pública fue inequívoca. Cuando se supo que un viejo soldado turbado había sido brutalmente asesinado al ser confundido con un pervertido, acudió gente de todas partes para cubrir las entradas de Acid Row con un manto de flores.


Pero durante las veinticuatro horas en que creyeron que se trataba de una bestia sexual nadie depositó ni una sola flor.

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