Para mi hermana Tara, con amor


De todos los libros que he escrito, éste es el que me ha supuesto un mayor reto. Pero gracias a mi marido y fiel compañero de fechorías, Sebag, que me ayudó a idear la trama frente a una copa de rosado en nuestras vacaciones anuales en Francia, ha sido el que más he disfrutado escribiendo. Dos mentes trabajan mejor que una, y sin la ayuda de mi marido no podría haber escrito esta novela.

Cuando me vi ante la necesidad de hacer investigaciones sobre Burdeos durante la Segunda Guerra Mundial, pedí ayuda a mis queridos amigos Sue y Alan Johnson-Hill, que viven en un precioso château. Ellos tuvieron la amabilidad de contarme sus experiencias, ¡aunque debo señalar que no son tan mayores como para haber vivido la guerra! Alan corrigió mi francés, y Sue respondía por e-mail a todas mis preguntas y me hacía innumerables sugerencias. A los dos les agradezco su ayuda.

También le doy las gracias a mi amigo Eric Villain, que pasó su infancia en Burdeos. Como necesitaba la visión de un niño, le invité a comer, le serví una buena copa de vino -francés, por supuesto-, y me dediqué a tomar notas de sus recuerdos de infancia. Fue una mina de información, y muy entretenido, además. Muchas gracias, Eric.

Esta novela no sólo me llevó a Burdeos, sino también a Nueva York y a Virginia. Para que me ayudara en mi investigación elegí, por supuesto, al estadounidense más atractivo que conozco, Gordon Rainey. Desde aquí te agradezco tu colaboración, así como los divertidos e-mail que me enviabas, y que han contribuido a que escribir este libro haya resultado tan agradable.

Para contar la repentina aparición de una pintura de Tiziano he recurrido a dos grandes especialistas de la National Gallery. Toda mi gratitud a Colin McKenzie, director del departamento de compras, y a David Jaffé, conservador jefe del museo, por sus consejos y anécdotas, por su apoyo, ingenio y agradabilísima compañía durante la investigación que llevé a cabo para escribir el presente libro.

La parte que más miedo me inspiraba se convirtió gracias a ellos en la más divertida.

¡Y desde luego, una tiene que mantenerse en forma cuando se pasa la mayor parte del día escribiendo en su ordenador portátil! Por eso doy las gracias a mi entrenador personal en kickboxing,Stewart Taylor, de Bodyarchitecture.co.uk. Porque aparte de saltar y boxear conmigo en el gimnasio, también fue un atento interlocutor capaz de dar sabios consejos cuando, entre patada y puñetazo, le explicaba la trama de la novela y le hablaba de los distintos personajes.

A mis padres, Charlie y Patty Palmer-Tomkinson, les agradezco su apoyo y su ánimo incondicional, en especial a mi madre, que leyó el primer borrador y me hizo muy valiosas sugerencias. A mis suegros, Stephen y April Sebag-Montefiore, les doy las gracias por el interés que se han tomado en mis libros; su entusiasmo y sus elogios me han dado las fuerzas para seguir escribiendo.

De nuevo doy las gracias a Kate Rock, que me dio el impulso de empezar hace cinco años, así como a Jo Frank, que vendió mi primer libro a Hodder & Stoughton. Gracias a esta editorial por publicar éste, que es el sexto, ¡y por la confianza que han depositado en mí con un contrato para cuatro libros más! ¡Dios os bendiga!

Gracias a Linda Shaughnessy por vender los derechos para mis libros en todo el mundo, y a Robert Kraitt, mi agente cinematográfico, siempre tan optimista.

Sheila Crowley, mi agente literaria, es la persona más capaz, dinámica y positiva que conozco. Para ella no hay reto demasiado grande. ¡Gracias por representarme, y espero que sigas haciéndolo durante los próximos cuatro libros!

Vaya mi agradecimiento también a mi editora, Susan Fletcher, por su arduo trabajo y su paciencia. Tus observaciones me han sido de infinita ayuda, y tus comentarios elogiosos han sido el combustible que me ha permitido seguir escribiendo. Ojalá que nuestra fructífera asociación tenga una larga vida.

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