Al lector

Esta selección de cuentos ha nacido en la mente del editor, ante todo, como un antídoto contra la banalidad. En efecto, se ha convertido en tema normal de conversación, ampliamente aprovechado por periodistas y conferenciantes, hablar del «gran florecimiento», de la «extraordinaria importancia», de la ciencia-ficción en la Unión Soviética. Cualquier persona, dotada de un mínimo de facilidad de palabra, es capaz de improvisar, al menos durante tres cuartos de hora, sobre el tema de la relación entre la fantasía de ciencia-ficción y la mentalidad de la nueva clase de tecnócratas que está tomando las riendas del poder en la Unión Soviética. También los parangones entre la ciencia-ficción soviética y la americana está al alcance de cualquier mentalidad. Según el punto de vista del conferenciante, es posible escuchar que la ciencia-ficción soviética es inferior a la americana por un exceso de preocupaciones ideológico-políticas, o que es superior por su mayor limpieza moral y por un mayor y serio empeño humano.

Pero en cuanto se intenta pedir a estos locuaces conferenciantes que den algún nombre, que citen algún ejemplo concreto, entonces un velo de niebla empieza a caer sobre todo y a confundir peligrosamente los contornos. Pueden estar satisfechos si oyen citar al clásico Nosotros, de Zamjatin, o la Aelita, de Tolstoj, textos que pertenecen, queriendo ser benévolos, a la prehistoria de la ciencia-ficción. Por lo demás, la contestación que se les da más frecuentemente es que una búsqueda en este campo es muy complicada y que haría falta, un día u otro, afrontar el problema seriamente.

Ahora, el editor, persuadido de que la Unión Soviética no es la Luna, sino un país cercano y contemporáneo nuestro, tal como lo son Francia, Estados Unidos, Alemania o el Congo, ha hecho lo más sencillo que quedaba por hacer, aunque hasta ahora nadie lo hubiese pensado: enfrentarse con el problema. Se ha dirigido, para ello, a uno de los mayores expertos europeos en ciencia-ficción, el francés Jacques Bergier, autor de un ejemplar artículo sobre «Ciencia-ficción», en la Enciclopedia de la Pléyade, de Queneau, y habitual lector de la literatura soviética de anticipación. Pero no han faltado ayudas de la misma Unión Soviética. En primer lugar, tenemos el deber de agradecer a los hermanos Strugackij sus amplias sugerencias e informaciones y que hayan puesto a nuestra disposición material preciosísimo y difícilmente recuperable.

Una frase de una carta de los hermanos Strugackij podría citarse aquí como blasón para nuestro trabajo: «Los cuentos que os hemos indicado, escribían los Strugackij, os los hemos propuesto, simplemente, porque, entre la producción de los últimos años, son los que más nos gustan a nosotros y a nuestros amigos apasionados por la ciencia-ficción». Por lo tanto, la finalidad de esta antología no es el hacer la historia de la ciencia-ficción en la URSS, sino de proporcionar una verdadera radiografía del estado de la ciencia-ficción en la Unión Soviética, en estos años pletóricos de sputniks, de luniks y de proyectos interplanetarios; de ofrecer al lector occidental una idea, lo más exacta posible, de la mentalidad particular, del tipo de imaginación fantástica, de la carga sentimental del ciudadano soviético que esté destinado, posiblemente, a ser en el breve plazo de unos meses el primer hombre en el espacio. Dudincev y Efremov, Dneprov y los Strugackij, dan del «homo sovieticus» una representación muy diferente a la que nos han acostumbrado los habituales conferenciantes.

Es, por esta razón, que un editor, bien decidido a no rendirse a las exigencias de la banalidad, se siente hoy orgulloso de ofrecer a sus lectores esta modesta pero concreta antología.

Загрузка...