Capítulo 18

18 de junio de 1942

Querida Elly:

Qué locura. Ayer estaba contigo y hoy estoy en un tren de camino a San Francisco. Red está conmigo, pero no es una compañía tan buena como tú ni por asomo. No dejo de pensar una y otra vez en lo maravilloso que fue estar contigo y en lo mucho que te amo y en lo contento que estoy de que pasáramos juntos ese día. Fue como estar en el cielo, Ojos Verdes…


18 de junio de 1942

Querido Will:

Te escribo porque tengo que hacerlo. Tengo la impresión de que el corazón me va a explotar si no te digo lo que siento sobre nuestra noche en Augusta. No sé cuándo te llegará esta carta porque no sé dónde enviarla, pero mis sentimientos serán los mismos aunque la leas dentro de un mes. (La guardaré y te la enviaré cuando reciba tu dirección.) ¿Sabes qué, Will? Cuando te conocí, te dije que todavía amaba a Glendon, y creía que así era. Glendon fue la primera persona amable que llegó a mi vida. Me trataba como si yo hubiera venido a este mundo para algo más que para arrepentirme y ser el hazmerreír de todo el mundo. Glendon era un buen hombre y el tiempo que estuve casada con él fui feliz por primera vez en mi vida, así que pensaba que eso significaba que lo amaba mucho. Y lo amaba, no me malinterpretes, pero cuando Glendon y yo hacíamos cosas íntimas no fue jamás como cuando estoy contigo. Nunca te lo he dicho, pero la primera vez que Glendon y yo lo hicimos fue en el bosque, y lo hicimos porque su padre había muerto y él estaba muy triste. Recuerdo que estaba allí, boca arriba, mirando las ramas verdes y pensando en el sonido de un pájaro que no dejaba de cantar una y otra vez a lo lejos, y me preguntaba cuál sería, y que mucho después me enteré de que era el canto en vuelo de una agachadiza, que es un silbido melancólico que va subiendo cada vez más y más y más. Ahora que lo recuerdo, es curioso: siempre estaba pensando en otras cosas cada vez que Glendon y yo teníamos intimidad. Engendré tres hijos suyos, y eso tendría que implicar que estábamos lo más unidos en cuerpo y alma que pueden estar un hombre y una mujer, pero tú y yo hemos pasado dos noches de intimidad y han sido esas dos noches las que me han enseñado lo que es realmente el amor. El canto en vuelo de la agachadiza es lo último en lo que estaba pensando cuando tú y yo hacíamos el amor, Will. No puedo dejar de pensar en ello y en cómo me sentí al mirarte, antes incluso de que te desnudaras. Miro cómo te mueves al quitarte la corbata y la guerrera y noto un fuego en mi interior que me enciende las entrañas. Me digo: nadie se mueve como él. Nadie se desabrocha los puños como él. Nadie tiene los ojos tan bonitos como él. Nadie tiene tanta suerte como yo.

Acabo de leer lo que te he escrito y no me parece haber expresado bien lo que siento, pero explicar cómo es el amor se parece mucho a explicar cómo es el canto de un pájaro. Lo oyes y lo reconoces y lo tienes tan interiorizado que estás convencida de que puedes repetírselo a alguien. Pero no puedes. Sólo quería que supieras que te amo de un modo distinto a como amaba a Glendon. Dicen que todo el mundo pasa por la vida buscando su otra mitad y ahora sé que tú eres mi otra mitad porque, cuando estoy contigo, me siento completa…


23 de junio de 1942

En algún lugar del océano Pacífico

Querida Elly:

Bueno, estoy en un barco, Ojos Verdes, y eso es más o menos todo lo que estoy autorizado a decirte (pero no su nombre ni nuestro destino, que todavía no nos han dicho). Aunque todos tenemos nuestras sospechas, a juzgar por la dirección en que viajamos. Fuimos en tren hasta San Francisco y embarcamos allí el 21 de junio. La vida a bordo de un transporte de tropas no está tan mal. La Marina nos hace de anfitriona, de modo que vamos a vivir bien un tiempo y podemos desmelenarnos. El rancho es bueno, con carne, patatas y verduras frescas, y la Marina se encarga de él. Casi lo único que hacemos es ir a clases para informarnos sobre los japoneses, y todos los días practicamos ejercicios de agilidad y fuerza en cubierta, pero mañana dicen que será día de maniobras, lo que significa que tenemos que limpiar la zona de nuestro catre de arriba abajo. El mío está en la bodega, hacia la proa del barco, a estribor (lo que es bueno). No se oye excesivamente el ruido de los motores y la navegación es suave. Red duerme en el catre de al lado y te aseguro que parecen camas de camping. Jugamos bastante al póquer y muchos chicos leen cómics y se los intercambian. Algunos leen libros de bolsillo y todo el mundo habla de su enamorada. Yo no hablo de ti salvo con Red, porque a él lo considero amigo mío y no va diciendo por ahí lo que le cuento. No le he explicado cosas personales sobre Augusta, pero sí lo de la vez que me lanzaste el huevo, y se partió de risa. Quiere conocerte cuando esta condenada guerra termine. Bueno, aquí tienes mi dirección hasta que te diga otra cosa: soldado de primera William Lee Parker, Primer Batallón de Asalto, Primer Regimiento de Marines, Sur del Pacífico.

Seguramente te escribiré cada día hasta que lleguemos donde sea que nos envíen, porque en este barco hay mucho tiempo. Un día te dije que llamamos cariño a nuestro fusil, pero cuando lo escriba ahora me referiré a ti.

Te amo, cariño. Tu Will


28 de junio de 1942

Queridísimo Will:

Esta espera es horrible porque no sé dónde estás y es imposible saber cuándo me enteraré…


16 de julio de 1942

Querido Sr. Parker:

Eleanor me enseñó su última carta y juntas hemos mirado el atlas e intentado imaginar dónde está exactamente. Le he llevado libros sobre las islas del Pacífico para que pueda ver la flora y la fauna que hay allí, y también conocer el clima y el océano.

Aquí las cosas están cambiando. El pueblo parece abandonado. No sólo se han ido los hombres jóvenes, las mujeres jóvenes también se marchan. El último cartel es la imagen de una mujer con el lema: «¿Cuál es mi trabajo en la cadena de la victoria?» Se marchan muchas a buscar trabajo en Lockheed, en Marietta, en los astilleros de Mobile, y en Packard y en Chrysler, en el norte, para fabricar motores, fuselajes y trenes de aterrizaje. Cuando yo era joven, una mujer soltera no tenía demasiadas opciones. La docencia, el servicio doméstico o ser bibliotecaria. Hasta las enfermeras estaban mal vistas entonces. Ahora las mujeres conducen autobuses en las ciudades, sueldan con soplete y manejan grúas. No puedo evitar pensar qué pasará cuando los Aliados ganen y todos los hombres vuelvan a casa. No se preocupe, su empleo lo seguirá esperando.

Todo escasea. La fruta enlatada (gracias a Dios que vivo en Georgia, donde pronto se podrá recoger en el campo), el alquitrán (las carreteras están en un estado pésimo), el azúcar (que es lo que más echo de menos), las horquillas (las mujeres se cortan el pelo tan corto que parecen reclutas durante su instrucción básica), la tela (Washington ha promulgado una directiva que establece que, mientras dure la guerra, los trajes de hombre tendrán que confeccionarse sin puños, sin pliegues y sin bolsillos de parche) y los abrelatas (gracias a Dios que tengo uno). Incluso la carne y los coches. El tema de los coches nuevos es de risa. En el periódico de ayer leí que el señor Edsel Ford no puede comprarse un coche nuevo hasta que una junta de racionamiento de Detroit estudie su solicitud. ¡Es increíble si se tiene en cuenta que su familia ha fabricado treinta millones de automóviles!

Si hay algo que esta guerra está haciendo es igualar a la gente.

En la biblioteca, todo está más o menos como cuando se fue, salvo que, desde que se alistó, Lula Peak ya no viene nunca a «superarse». Perdone la ocurrencia, pero Lula, como sabe, es un tema delicado para mí. Temo perder a Franklin Gilmore, que en lugar de hablar sobre hacer el último curso de secundaria habla de alistarse. Se publican menos libros porque muchas compañías madereras dedican sus suministros a producir cajones de embalaje en lugar de papel. Pero hay uno del que se publican muchos más ejemplares que de cualquier otro, el manual de primeros auxilios de la Cruz Roja, que es el libro más vendido de la historia.

Todavía voy a ver a Eleanor y a los niños todos los sábados, pero no he podido convencerla de que venga al pueblo. Sin embargo, ha entablado amistad con la señora Marsh y habla de ella con cariño. He creído oportuno enviar al director del colegio de primaria a su casa para que Donald Wade se matricule en el primer curso cuando llegue septiembre. No le diré a Eleanor que lo he enviado y preferiría que usted tampoco se lo dijera. Donald Wade es un niño inteligente y ya lee al nivel de primer curso. Puede recitar de memoria los anuncios que oye en cualquier emisora y canta bastante bien, lo que puede que usted no supiera. La última vez que estuve en su casa, Thomas y él cantaron para mí la canción de un programa infantil que suelen escuchar por la radio. Fue divertido, y los elogié efusivamente. También dije a Donald Wade que cuando esté en el colegio cantará todos los días, y decidí que voy a enseñarle una canción que recuerdo de cuando era niña.

Octubre dio una fiesta

a la que fueron cientos de hojas

de fresno, roble, arce,

hasta las hubo rojas.

El sol tendió una alfombra

y todo fue un portento:

el clima abría el baile

y era la orquesta el viento.

Creo, sin embargo, que a Eleanor, que explora las maravillas del bosque y todos los seres que lo habitan, y que sabe valorarlos, le gustó tanto la canción como a Donald Wade. La cantó con él y la tarareó mientras retiraba las tazas de té. Está bien pero lo echa muchísimo de menos.

Tengo que dejarlo. No voy a alargarme con deseos de buena suerte, que parecen ridículos en vista de dónde está y del servicio que está proporcionando a aquellos que ponemos luces en nuestras ventanas. Me limitaré a decirle que todas las noches está en mis plegarias.

Afectuosamente, Gladys Beasley


22 de julio de 1942

En algún lugar del sur del Pacífico

Querida Elly:

Volvemos a estar anclados y ésta es la última oficina de Correos de la Marina. Tenemos órdenes definitivas. Mañana zarparemos por última vez y ya está. Así que esta noche es la última que tenemos para escribir cartas y, cuando se las demos a nuestro encargado de la unidad postal, no sabemos cuándo podremos volver a escribir. Ya nos han dicho dónde vamos y por qué, pero no puedo contártelo, cariño. Lo único que puedo decirte es que mañana iré en submarino. Sólo quiero que sepas que aquí todo el mundo está tranquilo. Es curioso, no parece que vayamos a entrar en combate salvo por el hecho de que esta noche todo el mundo habla en voz más baja y limpia el fusil aunque ya relucen todos como la Estrella Polar. Esto puedo contártelo y espero que no lo tachen. Donde estamos no se ve la Estrella Polar pero sí la Cruz del Sur, que todos hemos aprendido a encontrar en el cielo. Estoy acostado en mi catre acordándome de ti y de los niños y fumándome un Lucky Strike, intentando pensar en todo lo que siento y que tendría que decir en esta carta. Pero se me hace un nudo en la garganta y pienso: «Maldita sea, Parker, vas a volver a casa, ¿me oyes?» Elly, lo que hiciste por mí durante el pasado año es más de lo que nadie había hecho por mí en toda mi vida. Te amo tanto, Elly, que me duele pensar en ti. Me diste un hogar, una familia, y amor y un lugar al que volver. Decirte gracias es muy poco comparado con lo que siento. Busqué en el libro de poesía que me regaló la señorita Beasley para intentar encontrar un poema que diga lo que siento, pero ni siquiera en él hay palabras que me sirvan. Tienes que saber que eres lo mejor que me ha pasado en toda la vida y que ningún mar ni ninguna guerra van a cambiar eso. Ahora tengo que dejarte, Ojos Verdes, porque estoy empezando a sentirme un poco deprimido y solo; pero no te preocupes porque, como ya te dije, estoy en la mejor unidad que existe. Recuerda lo mucho que te amo y que voy a regresar a casa cuando todo esto termine.

Besos, Will


1 de agosto de 1942

Querido Will:

Recibí la que creo que es la última carta que escribiste en el barco, y me deprimí tanto que tuve que dar un paseo con los niños por el huerto para no venirme abajo. Es tan terrible no saber dónde estás ni si te encuentras bien…


4 de agosto de 1942

Querido Will:

Hoy es un gran día porque Lizzy P. cumple ocho meses y la desteto. Tengo los pechos tan llenos de leche que parece que vayan a explotarme…


10 de agosto de 1942

Querido Will:

La señorita Beasley me ha traído los periódicos y los titulares de hoy son grandes. Siempre me asusto cuando veo que las letras miden cinco centímetros… Esta vez son sobre una gran batalla en las islas Salomón y sobre los daños infligidos a nuestros barcos, y tengo mucho miedo de que estuvieras en uno de ellos…


11 de agosto de 1942

Querido Will:

… no nos dicen gran cosa salvo que la ofensiva continúa con «considerable resistencia enemiga». Sólo estamos a lunes, pero la señorita Beasley ha venido otra vez porque cree como yo que estás en algún lugar en medio de ese terrible desastre de las Salomón, donde los japoneses aseguran haber hundido veintidós barcos y causado desperfectos a otros seis…


18 de agosto de 1942

Querido Will:

… no te imaginas lo duro que es leer en los periódicos las noticias sobre la guerra y seguir sin saber nada…


20 de agosto de 1942

En algún lugar del Pacífico

Queridísima Elly:

Estoy vivo e ileso, pero ya he estado en combate y sé lo que se siente al matar a otro ser humano. Tienes que decirte que es el enemigo y pensar en lo bonito que va a ser todo cuando vuelvas a casa. Estoy sentado aquí, en una trinchera, pensando en los peldaños del porche trasero y en ese día que lavé a los niños junto a la bomba de agua y los secamos juntos. Daría lo que fuera por un baño. Donde estoy no para nunca de llover. Hay palmeras y mucha hierba amarillenta que va desde la playa hasta la selva. No puede decirse que la selva me guste mucho, pero tiene cosas para comer. Nos cortaron el suministro un tiempo, y te aseguro que cuando miramos hacia el agua y vimos que nuestro barco no estaba tuvimos una sensación terrible. Bebo tanta leche de coco que me sale por las orejas, donde, por cierto, tengo alguna clase de hongo. Entre eso y las picaduras de mosquito y la lluvia, este sitio es bastante infernal; pero no quiero que te preocupes porque hoy han llegado nuestros aviones de combate. Me gustaría que hubieras podido oír cómo los aclamamos cuando giraron hacia nosotros y aterrizaron. Ha sido lo más bonito que he visto nunca. No sólo nos han traído suministros sino que han dicho que el correo puede salir de aquí. No sabremos si os ha llegado, pero, si lees esta carta, da un beso a los niños de mi parte y di a la señorita Beasley que tuve que dejar el libro de poesía pero que arranqué la página con mi poema favorito y la llevo en la mochila.

Leer ese poema y tus cartas es prácticamente lo único que me impulsa a seguir adelante…


4 de septiembre de 1942

Querido Will:

… bueno, Donald Wade ha tomado hoy el autobús escolar por primera vez…


3 de octubre de 1942

Queridísimo Will:

… hoy los niños han enseñado a Lizzy P. a decir papá…


4 de octubre de 1942

Queridísimo Will:

Por fin me llegó tu carta, la primera desde la zona de combate. Oh, Will, estoy tan preocupada por tus orejas que desearía poderte verter en ellas aceite tibio y también lavarte el pelo y peinarte como te gustaba que hiciera. La señorita Beasley y yo estamos seguras de haber averiguado dónde estás. Creemos que es Guadalcanal y me muero de miedo de pensarlo porque sé que los combates ahí han sido terribles y que es territorio japonés…


WESTERN UNION

LAMENTAMOS INFORMARLE DE QUE SU MARIDO RESULTÓ GRAVEMENTE HERIDO EN COMBATE EL 25 DE OCTUBRE EN LAS ISLAS SALOMÓN. HASTA QUE RECIBA OTRA DIRECCIÓN, MANDE LA CORRESPONDENCIA A: CITA -CABO WILLIAM L. PARKER 37 773 785 HOSPITALIZADO, DIRECTORIO POSTAL CENTRAL APO0640, A LA ATENCIÓN DEL ADMINISTRADOR DE CORREOS DE NUEVA YORK NY- FIN DE LA CITA. EL HOSPITAL ENVIARÁ DIRECTAMENTE NUEVA DIRECCIÓN Y MÁS INFORMACIÓN. J. A. ULIO, COMANDANTE DEL CUERPO ADMINISTRATIVO, 7.10 A. M.


1 de noviembre de 1942

Querido Will:

Estoy preocupadísima. ¡Oh, Will! Recibí un telegrama y en él me dicen que estás gravemente herido pero nada más. Ni dónde estás ni cómo estás ni nada…


2 de noviembre de 1942

Querido Will:

Me he pasado la noche en blanco llorando y preguntándome si seguirías vivo o si habrías perdido un brazo, una pierna o tus bonitos ojos castaños…


3 de noviembre de 1942

Querido Will:

… a veces me disgusto mucho porque todo lo que te dicen es «en algún lugar del sur del Pacífico», pero la señorita Beasley me enseñó un artículo que hablaba de la visita que la señora Roosevelt había hecho a las tropas y empezaba: «En algún lugar de Inglaterra», así que supongo que si eso es suficiente para la esposa del presidente tendrá que ser suficiente para mí, pero estoy muy preocupada por ti…


4 de noviembre de 1942

Querido Will:

Me acabo de dar cuenta de que el telegrama decía «cabo». ¡Así que te han ascendido! Me he olvidado de mis penas y he empezado a pensar en cosas positivas porque eso es lo que hay que hacer para que todo vaya mejor. Estás vivo, lo sé, y no abandonaré la esperanza y te escribiré todos los días tanto si tengo noticias tuyas como si no…


4193 Hospital Naval de Estados Unidos

AP0 515

Nueva York, NY

Querida Sra. Parker:

Me complace informarla de que con fecha de 1 de noviembre de 1942 su marido, el cabo William L. Parker, 37 773 785, se recupera normalmente. Diagnóstico: herida en el muslo izquierdo.

Thomas M. Simpson

Teniente de la Unidad Médica de Apoyo


4193 Hospital Naval de Estados Unidos

AP0 515

Nueva York, NY

Querida Sra. Parker:

Me complace informarla de que el 6 de noviembre de 1942 su marido, el cabo William L. Parker, 37 773 785, fue evacuado de la zona de combate e intervenido quirúrgicamente de su herida en el muslo izquierdo. Se está recuperando sin contratiempos.

Virgil A. Taylor,

Teniente de la Unidad Médica de Evacuación


Departamento de Guerra de Estados Unidos

Asuntos Oficiales

20 de noviembre de 1942

Querida Sra. Parker:

Como oficial al mando de su marido, el cabo William L. Parker, que fue herido en combate el 1 de noviembre de 1942 en la isla de Guadalcanal, me complace comunicarle que su estado de salud ya no pone en peligro su vida y que es de esperar que se recupere. El 6 de noviembre fue aerotransportado al Hospital Naval de Melbourne, en Australia, donde se le intervino quirúrgicamente con éxito y donde espera su traslado a Estados Unidos.

El cabo Parker es un orgullo para su compañía y para los Marines de Estados Unidos. El 14 de septiembre de 1942, mientras combatía al enemigo en Guadalcanal, el cabo Parker hizo gala de una enorme valentía al intentar rescatar al soldado Otis D. Luttrell arrastrándolo hacia una trinchera bajo un intenso fuego enemigo. El 25 de octubre, el cabo Parker demostró de nuevo sus dotes de líder al destruir sin ayuda el emplazamiento de un refugio subterráneo japonés que retrasaba nuestro avance. El escondrijo enemigo estaba situado en una cueva inaccesible debido al intenso fuego procedente de su interior. El cabo Parker reptó voluntariamente hasta la cueva desde su lado ciego, intentó abrir un agujero en el techo y, al no conseguirlo, intentó apartar las piedras que había al pie de la cueva. Lanzó sucesivamente al interior cuatro granadas de mano, que los japoneses le devolvieron enseguida. A continuación, el cabo Parker intentó esperar tres segundos antes de lanzar las granadas. Según las informaciones recibidas, cuando también se las devolvieron, Parker «se enojó» y preparó una bomba de dinamita que lanzó a la posición enemiga y con la que mató a ocho soldados japoneses, pero sufrió heridas debido a una granada de fragmentación enemiga que detonó al mismo tiempo en la boca de la cueva.

Gracias a la decisión y a la valentía del cabo Parker, el Primer Batallón de Asalto obtuvo una victoria decisiva sobre los japoneses en la desembocadura del río Ilu, en la que perdieron doce tanques y alrededor de seiscientos hombres en el primer sector de la Infantería de Marina.

Es con orgullo y satisfacción que he solicitado al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que conceda el Corazón Púrpura al valor al cabo William L. Parker, del primer Batallón de Asalto del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, por su heroísmo más allá del deber.

Atentamente,

Coronel Merritt A. Edson

Comandante del Primer Batallón de Asalto

Cuerpo de Marines de Estados Unidos


Hospital Naval Balboa

San Diego, California

Querida Sra. Parker:

Me complace informarla de que el 6 de diciembre de 1942 su marido, el cabo William L. Parker, 37 773 785, fue trasladado al Hospital Naval Balboa en San Diego, Estados Unidos, para proseguir su tratamiento médico.


Hospital Naval Balboa

San Diego

7 de diciembre de 1942

Querida Elly:

Vuelvo a estar en casa y ya no tienes que preocuparte más. Una enfermera de la Cruz Roja está escribiendo esto por mí porque el médico todavía no me deja sentarme. Por fin recibí todas tus cartas. Me llegaron en un hospital de Melbourne. Elly, cariño, fue estupendo leer todas esas palabras tuyas, eso de que Donald Wade va al colegio y Lizzy P. ha dicho sus primeras palabras y que le han enseñado a decir papá. Me gustaría estar ya con vosotros, pero parece que todavía falta cierto tiempo para eso. No tengo la pierna demasiado bien pero, por lo menos, la sigo teniendo; aunque tal vez me quede rígida, dicen que podré andar. Los médicos del hospital dicen que sigo teniendo un pedazo de metal en la pierna izquierda y que puede que tenga que volver a pasar por el quirófano. Pero, qué diablos, por lo menos estoy vivo.

Siento que no te dijeran más cosas justo después de que me hirieran, para que no te preocuparas tanto. Lo hubiese hecho yo mismo, pero supongo que no estaba en condiciones de escribir. Pero no te preocupes. Estoy bien, lo digo de veras.

Ya sabrás que me dio una granada enemiga mientras intentaba sacar a ocho japoneses de un refugio subterráneo cerca del campo de aviación del canal. Como ya puedo decirte dónde estaba…, en Guadalcanal. El canal era peligroso y perdimos muchos hombres, pero los hicimos retroceder y ahora la pista de aterrizaje es nuestra. Si no la hubiéramos recuperado, el Pacífico seguiría siendo suyo, y estoy muy orgulloso de lo que hicimos. Será mejor que te diga que mi amigo Red no sobrevivió. Eso es todo cuanto puedo decir de momento porque me cuesta pensar en ello. Así que, como te decía, tener que soportar un poco de metal en la pierna no parece gran cosa.

Tengo que confesarte que no había estado nunca tan contento de ver algo como cuando vi la bandera de Estados Unidos ondear sobre el Hospital Naval, cuando desembarqué aquí. Maldita sea, Elly, me muero de ganas de verte. Antes tendré que curarme la pierna, sin embargo, así que estaré aquí una temporada, pero esperaré tus cartas. Parece que, desde que me alisté en los Marines, me he pasado todo el tiempo pendiente del reparto del correo. Ahora que estoy en un sitio fijo, tus cartas me llegarán, de modo que escribe a menudo, ¿de acuerdo, Ojos Verdes? Por favor, no te preocupes por mí. Ahora que he vuelto, todo irá bien. Besa a los niños de mi parte y pide a la señorita Beasley que también me escriba.

Besos, Will


9 de diciembre de 1942

Querido Will:

¡Oh, Will, por fin estás en casa! Acaba de llegar tu carta y he llorado cuando la he leído de lo contenta que me he puesto. No volverán a enviarte a la guerra, ¿verdad? ¿Está mejor tu pierna? Estoy muy preocupada por ella y por lo que debes de estar pasando con las operaciones y el dolor. Si no estuvieras tan lejos, iría a verte otra vez, como cuando fui a Augusta, pero no sé cómo llegar hasta California. Aunque ¿no sería increíble que pudiéramos estar juntos por Navidad?…


24 de diciembre de 1942

Querida Elly:

Las enfermeras han colgado luces de colores a los pies de nuestras camas, pero cada vez que las miro se me hace un nudo en la garganta. Estoy aquí acostado pensando en la última Nochebuena, cuando tú y yo llenamos los calcetines de los niños. Me muero de ganas de estar en casa.


29 de enero de 1943

Querido Will:

Feliz cumpleaños…


5 de febrero de 1943

Querida Elly:

Hoy me han dado unas muletas para que me levantara…

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