CAPÍTULO 19

Cuando vi a aquella hermosa y seductora vampiro

acercándose a mi amado, dejé los colmillos al descubierto

y emití un gruñido de advertencia.

– Es mío -le advertí.

Ella esbozó una sonrisa desafiante.

– Ya lo veremos -respondió.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Logan estaba de pie en una tranquila esquina del salón de lord Farmington con una copa de champán en la mano, protegido de la multitud de invitados por unas enormes macetas de palmas. Escudriñó a la gente vestida de gala mientras escuchaba a medias las encendidas conversaciones que flotaban a su alrededor, la mayoría de ellas se referían a la reciente aparición del vampiro y al artículo aparecido en el Times.

– … Nunca había oído hablar de mujeres vampiro…

– … Ha debido de asesinar a ese pobre infeliz en St. Giles…

– Yo vi con mis propios ojos los aterradores colmillos que tiene esa criatura…

– … Me pregunto cuándo aparecerá de nuevo…

– ¿Creen que aparecerá esta noche?

– … Será mejor no salir a la terraza por si acaso…

Aunque Logan conocía de primera mano los peligros que acechaban en la oscuridad, no creía nada que tuviera que ver con el vampiro y no tenía ningún deseo de participar en aquellas conversaciones especulativas. Conocía a docenas de personas en esa fiesta, pero por razones que no podía comprender, se sentía poco dispuesto a alternar o hablar con cualquiera de ellas.

«Eres un mentiroso -se burló la vocecita interior. -Sabes de sobra por qué no estás de humor para cháchara. Es porque sólo quieres alternar y hablar con una persona en particular, y ella no está aquí.»

Apretó los labios con irritación. Maldita vocecita insufrible. ¿Por qué no se iba al infierno de una vez?

Estupendo. La única persona que quería ver, con la que deseaba hablar y a la que ansiaba mirar era Emily. Sabía que la joven no estaría allí, pues antes de llevarla a su casa le había arrancado la promesa de que descansaría. También sabía que no asistirían ni Matthew ni Daniel y, aunque había conseguido una invitación para Gideon, no había ninguna razón para que el detective acudiera a la velada ahora que su enemigo estaba muerto.

Y, a pesar de todo, él estaba allí, aunque no sabía por qué.

«Mentiroso -se burló de nuevo la vocecita interior. -Sabes muy bien por qué estás aquí. Es porque no soportabas estar solo en esa casa enorme y vacía ni una noche más.»

Envió mentalmente a aquella vocecita irritante a las profundidades del infierno pero no pudo negar la realidad. Estupendo. Estaba harto de estar solo. La perspectiva de otra noche solitaria le hacía sentir un vacío tan profundo y doloroso que se vio impulsado a asistir a esa estúpida fiesta para no pasar otra tarde más en su propia compañía. Incluso había considerado pedirle a Adam que se quedara a cenar y que luego jugaran una partida de ajedrez, pero su hombre de confianza se había mostrado impaciente por marcharse una vez que concluyó su trabajo, pues tenía otros compromisos. Dado el extraño comportamiento de su secretario los últimos días, Logan se preguntó de nuevo si el joven estaría con una mujer. Bien sabía Dios que eso explicaría por qué actuaba de una manera tan impropia de él.

Pero a pesar de la distracción temporal que le proporcionaría la velada, resultaba evidente que había sido un error acudir allí, pues si bien estaba rodeado de docenas de personas, todavía seguía sintiéndose solo.

A través de la frondosa palma tras la que estaba oculto divisó a Celeste. Logan no había vuelto a pensar en la hermosa lady Hombly desde que el día anterior había desaparecido a toda prisa para intentar arreglar el desaguisado que Diminuta había causado en su capa. Con un vestido de color verde pálido muy escotado y atrevido, que resaltaba su generoso busto, el pelo rubio recogido, el cuello delgado y una sonrisa en sus rasgos perfectos, conversaba con un hombre de cabello oscuro que parecía absorber cada palabra que ella decía y cuya mirada apreciativa dejaba muy claro que le gustaba lo que veía. Logan no podía culparle. Era una mujer increíblemente bella. Pero a él le dejaba frío como un témpano. Sin embargo, las atenciones de ese hombre tan claramente enamorado, fuera quien fuese, eran bien recibidas por Celeste.

Consideró por un momento irse a casa, pero prefirió no hacerlo. Al menos allí había ruido. Risas. Conversaciones. Música. En su casa no había nada más que silencio, una resonante quietud que lo dejaría a solas con sus perturbadores pensamientos. Pensamientos que sólo se referían a «ella», justo lo que él trataba de evitar. Soltó un suspiro y se llevó la copa a los labios para tomarse de un trago el resto del champán. Y se quedó paralizado.

Emily estaba al otro lado de la abarrotada estancia, flanqueada por su madre y su tía Agatha. Logan se la quedó mirando con incredulidad, luego parpadeó para asegurarse de que no era un espejismo. Pero no, allí estaba, bebiendo ponche, como si no hubieran intentado estrangularla hacía sólo unas horas. La recorrió con la mirada, tomando nota de las perlas entretejidas en su oscuro y brillante cabello y los seductores rizos que enmarcaban su rostro. El vestido color agua resaltaba su tez cremosa, igual que el collar de perlas de tres vueltas que llevaba al cuello y que ocultaba de una manera muy ingeniosa las marcas rojas que él sabía que estropeaban su pálida piel.

Una mezcla de ardiente deseo y absoluta irritación lo atravesó. Maldición, ¿qué demonios estaba haciendo allí? Se suponía que debía estar en casa descansando como le había prometido. Era evidente que las promesas no significaban nada para ella. Bien, era bueno saberlo… y lo cierto es que era un alivio. Así no tendría que volver a preguntarse a sí mismo: «¿Es posible que esté enamorado de ella?», pues, sin duda, no podía amar a una mujer que no cumpliera su palabra. Y tenía intención de hacerle saber a Emily que la había pillado con las manos en la masa.

Estaba a punto de cruzar la estancia cuando observó que un hombre alto y rubio se acercaba a ella. Logan apretó los dientes. Era el mismo petimetre que prácticamente había babeado a los pies de la joven en la fiesta de lord Teller. ¿Cómo demonios se llamaba? Ah, sí, lord Kaster. Un joven vizconde o conde o algo por el estilo. Uno de esos condenados nobles con demasiado tiempo y dinero en sus manos, y que parecía tener ocho pares de ojos. Y ahora mismo todos y cada uno de esos ojos estaban clavados en Emily como si fuera un dulce al que quisiera comerse de un mordisco.

Kaster se inclinó, sin duda para oír lo que Emily le estaba diciendo, pero Logan percibió que los hiperactivos ojos de aquel bastardo no se apartaban del corpiño de la joven. Apretó la copa de champán y la dejó con rapidez en el borde de la maceta de palma antes de que se rompiera. Entonces, aquel bastardo mirón se acercó más a Emily y le susurró algo al oído. Para disgusto de Logan, ella le sonrió -una sonrisa amplia y radiante -y asintió con la cabeza. Él le tendió la mano y se encaminaron a la pista de baile.

Sintiendo como si estuviera clavado en el sitio, Logan observó cómo Kaster tomaba la mano de la joven y le colocaba la palma en el hueco de la espalda antes de hacerla girar por el suelo de madera al compás de la música. Vio cómo ella le sonría y cómo él la desnudaba prácticamente con aquellos ocho pares de ojos. Una neblina roja pareció cubrir la vista de Logan. Se sorprendió ante los profundos celos que sintió. Era una emoción que no sentía desde hacía años. ¿Por qué habían vuelto a aparecer ahora? Eran una pérdida de tiempo y esfuerzo y, además, él tenía todo lo que quería. ¿Por qué había de estar celoso? Por nada.

Hasta que vio a la mujer que le tentaba de una forma inexplicable hablando, sonriendo y bailando con otro hombre. Y no cualquier baile. No, era un vals, el mismo baile que Logan le había pedido. Pero en lugar de bailar con él, lo hacía con aquel petimetre rubio que la miraba de la misma manera que un roedor miraría un trozo de queso. Y no le gustó. En lo más mínimo.

– Ése es mi maldito trozo de queso, bastardo -masculló.

Kaster deslizó la mano por el hueco de su espalda para acercarla más a su cuerpo, y Logan apretó los dientes con tanta fuerza que fue un milagro que no se le rompieran.

– Hasta aquí hemos llegado -dijo a la palma tras la que se ocultaba. Se abrió paso por la pista de baile sin apartar la mirada de la pareja. Cuando volvieron a girar, él se interpuso en su camino. Kaster se detuvo en seco para evitar una colisión y miró a Logan con el ceño fruncido.

– Y bien, Benson, ¿qué cree que está haciendo? -le preguntó el conde o vizconde, o lo que diablos fuera, en tono irritado.

– Jennsen -le corrigió él con una voz suave pero gélida. -Lamento interrumpir, pero lady Emily me había prometido este baile. ¿Verdad que sí, lady Emily? -Miró a la joven que no parecía más contenta de verle que Kaster. Un hecho que le molestó e hirió a la vez.

Emily se humedeció los labios. El gesto provocó unos indeseados pensamientos eróticos en Logan, lo cual sólo agravó su mal humor. Le pareció que ella no iba a responder, pues tardó varios segundos en brindarle a Kaster una sonrisa de disculpa.

– Lo siento, milord. Le prometí este baile al señor Jennsen, pero como no lo vi, pensé que se había olvidado.

– Pues se equivocó. -Sin decir ni una palabra más se interpuso entre Kaster y ella, y la hizo girar entre la multitud de parejas que daban vueltas alrededor de ellos.

– ¿Qué demonios estás haciendo? -preguntó Emily con un siseo mientras la guiaba por la pista. Si las miradas pudieran matar, Logan estaría muerto.

– Me parece que es evidente. Reclamo mi baile. Sin embargo, creo que la pregunta más pertinente es: ¿qué demonios haces aquí? -«¿Y qué demonios haces con ese petimetre arrogante que no te quita sus ocho pares de ojos de encima?»

Ella alzó la barbilla.

– Me parece que es evidente. Bailo contigo. Y por si te interesa saberlo, acabas de pisarme.

– Supongo que lord Kaster no te ha pisado.

– De hecho, no. Ni tampoco me miró con el ceño fruncido como si hubiera cometido un crimen atroz. ¿Te importaría decirme por qué estás así de…?

– ¿Irritado? -sugirió él cuando ella se interrumpió. -¿Molesto? ¿Enfadado?

– Como no tengo ni idea, eso podría valer.

– Como no tienes ni idea -masculló él negando con la cabeza. -Increíble. -Dirigiéndole una gélida mirada, Logan le preguntó: -¿Recuerdas lo que me dijiste esta tarde cuando nos despedimos delante de tu casa?

– Por supuesto, te dije «adiós».

Logan estaba a punto de perder la paciencia.

– Antes de eso -dijo apretando los dientes.

Ella frunció la boca y consideró la pregunta.

– ¿Buen viaje?

– No. Dijiste, y cito textualmente -Logan carraspeó y adoptó un tono con falsete: -«Te prometo que me retiraré a mi habitación y descansaré toda la tarde.» -Entrecerró los ojos. -Pero aquí estás. En un lugar que, evidentemente, no es tu habitación. Bailando, una actividad que la mires como la mires no es sinónimo de descansar. ¿Sabes en que te convierte eso?

– Estoy segura de que vas a decírmelo.

– Vaya si lo haré. Te convierte en una rompe-promesas.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados.

– ¿Eso es todo?

– Por el momento.

– Excelente. En primer lugar, no hablo así -dijo ella, imitando su falsete. -En segundo lugar, no he roto ninguna promesa pues estuve descansando en mi dormitorio. De hecho, durante toda la tarde. Me desperté hace dos horas y tras una cena ligera, me sentí repuesta y con las fuerzas necesarias para asistir a la fiesta. Además, si mi madre no desaprueba que esté aquí, no entiendo por qué tienes que hacerlo tú. Y en tercer lugar… no te prometí que no asistiría a la fiesta.

– Pensé que se daba por sentado.

– Bueno, repitiendo tus palabras, te equivocaste. Y acabas de volver a pisarme.

– Lo siento. -Logan apenas fue capaz de pronunciar las palabras por la fuerza con la que apretaba los dientes. Maldición. Sabía que no era el mejor bailarín del mundo, pero no solía ser tan torpe. Era evidente que la irritación que sentía por ella le privaba del sentido del ritmo.

– ¿De veras? No pareces sentirlo en absoluto. No suenas como si lo sintieras. En realidad, pareces y suenas irritado. Lo cual no sólo es ridículo sino irrazonable, pues no tienes motivos para ello.

Maldita sea, Emily tenía razón, lo que hizo que se sintiera todavía más irrazonablemente irritado. Por ella, porque no hubiera descansado más después de la terrible experiencia que había sufrido. Y por ese petimetre de Kaster, por haberla mirado con aquellos ocho pares de ojos. Lo más probable era que el muy bastardo también tuviera ocho pares de manos. Pero la mayor parte de su irritación era hacia sí mismo, por no poder ignorar aquellos celos indeseados.

– Si tan irritado estás conmigo -continuó ella en voz baja y furiosa, -me pregunto por qué te has molestado en interrumpir mi baile.

Logan masculló algo por lo bajo. Emily lo miró confundida.

– ¿A qué te refieres con eso de un trozo de queso? -le preguntó.

Él negó con la cabeza y se dio una palmada mental.

– Nada. -Respiró hondo para tranquilizarse y luego la miró a los ojos. El vestido en tono pastel hacía resaltar sus brillantes ojos verdes, y él sintió que la rabia que le inundaba se evaporaba como el agua en el desierto, siendo reemplazada por una oleada de necesidad, un deseo tan intenso y desnudo que lo dejó aturdido.

Cerró los dedos en torno a los de ella y la acercó un poco más.

– Me he molestado en interrumpir tu baile porque me lo habías prometido a mí.

– Lo cierto es que no lo hice. Tú me lo pediste, pero yo no prometí hacerlo.

– Ah, bueno, pero estoy seguro de que querías hacerlo.

Ella arqueó una ceja.

– ¿Por qué?

– ¿Quién sino un grosero americano sería capaz de pisarte? No creerás que alguno de estos petimetres ingleses podría darte el gusto.

– Es evidente que tu definición y la mía de «gusto» son muy diferentes.

Logan curvó los labios. Le resultaba imposible seguir enfadado con ella. No cuando la sostenía entre sus brazos.

– Puedes pisarme tú también si quieres -sugirió.

– Muy bien. -Un instante después, Emily le pisó el pie y Logan soltó un jadeo más de sorpresa que de dolor. La joven pestañeó de una manera exagerada. -Lo siento.

– ¿Cómo has sido capaz de hacerlo sin perder el ritmo? -Le preguntó él con reticente admiración. -Cuando te piso, pierdo el compás y me da la impresión de que voy a caerme.

– Es que tengo mucha experiencia bailando con mis torpes hermanos. Kenneth y William lo hacen bien, pero Percy es un pésimo bailarín. Tú bailas mucho mejor que él.

– Me alegra saber que soy mejor que «pésimo». ¿Cómo están tus hermanos?

– Muy bien, gracias. Arthur ha preguntado hoy por ti.

– ¿Qué ha preguntado?

Emily enrojeció.

– Me ha preguntado cuándo volverían a verte Diminuta y él. Les has causado muy buena impresión.

– Igual que ellos a mí. ¿Qué le has respondido? Emily se puso más roja todavía.

– Le he dicho que no sabía, que eras un hombre muy ocupado. Que puede que algún día nos volviéramos a encontrar contigo en el parque.

– Ya veo. -Clavó los ojos en ella y sintió que caía en el familiar abismo donde le abrumaba la necesidad de acercarla más contra su cuerpo, de abrazarla y de besarla. -Me encantaría volver a verle. ¿Os gustaría venir conmigo a Gunter's mañana? No me importaría que viniera también el resto de tu familia.

Emily no pudo evitar mostrar su sorpresa.

– Eso es muy amable por tu…

– Que vuelvas a sorprenderte me hiere, milady.

Ella le lanzó una tímida mirada.

– Debo aclarar que no estoy sorprendida de que tengas un gesto amable…

– Mi orgullo herido te lo agradece.

– Pero seguro que tienes otras cosas que hacer. Negocios que atender…

– Lo sé. Pero los hombres de negocios sin alma como yo también disfrutan de los helados de Gunter's. Me lo pasé muy bien con tu familia.

– Debería haberse callado después de eso, pero fue como si sus labios, repentinamente desbocados, tuvieran voluntad propia, y añadió con suavidad: -Me lo paso muy bien contigo.

Logan tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no borrar la distancia entre ellos y besar las manchas escarlata que teñían sus mejillas, un sonrojo que provocó que su corazón palpitara de la manera más ridícula posible con la esperanza de que ella correspondiera a ese sentimiento.

– Logan, yo…

Fuera lo que fuese lo que iba a decir se desvaneció en el aire cuando cesó la música. El la soltó a regañadientes y se unió al resto de parejas que aplaudían a los músicos. La acompañó fuera de la pista de baile, pero antes de que pudieran reanudar la conversación sintió un golpecito en el hombro. Se giró y se sorprendió al ver a Gideon frente a él.

– Tengo que hablar contigo -dijo el detective en voz baja después de saludarlos a los dos. Señaló el vestíbulo con la cabeza.

Logan asintió. Era evidente que Gideon había descubierto algo sobre el hombre que Atwater había matado. Ansioso por averiguar lo que había descubierto, Logan acompañó a Emily de regreso con su tía y su madre.

– Me alegra verle otra vez, señor Jennsen -gritó tía Agatha.

– Yo también me alegro de verla, lady Agatha. ¿Qué tal está?

Una expresión de confusión apareció en la arrugada cara de la anciana.

– Estoy aquí -gritó ella agitando la mano ante la cara de Logan.

Se dio cuenta de que la anciana pensaba que él había preguntado «¿dónde está?».

– ¿Qué tal está? -le gritó, acercándose más a ella.

– Muy bien, gracias -dijo ella, -pero no es necesario que me grite, jovencito. No estoy sorda, ¿sabe?

Él sonrió y se llevó a los labios la mano que ella le tendía, un gesto que provocó un rubor encantador en las mejillas de la anciana. Logan se volvió hacia la madre de Emily y le hizo una reverencia.

– Buenas noches, lady Fenstraw.

– Señor Jennsen. Esperaba verlo aquí esta noche. -Paseó la mirada entre Emily y él y esbozó una sonrisa que a Logan le pareció… algo… ¿especulativa?, ¿sospechosa?, ¿calculadora? No estaba seguro, pero le hizo preguntarse si la madre de Emily sospecharía que él había compartido mucho más que un vals con su hija.

Después de intercambiar las frases de rigor sobre el tiempo, Logan se excusó y se dirigió al vestíbulo. Estaba resuelto a continuar su conversación con Emily, pero antes tenía que saber qué era lo que Gideon había descubierto.

– Vamos fuera -dijo Gideon sin más preámbulo en cuanto Logan salió al vestíbulo con el suelo de mármol. Al salir de la casa fueron recibidos por una ráfaga de aire frío. -Quiero examinar el perímetro de la mansión mientras hablamos -dijo Gideon por lo bajo.

– ¿Por alguna razón en particular? -preguntó Logan en voz baja, escudriñando el área mientras se movían.

– Por precaución. Me he enterado de que el hombre que atacó a Emily era Ralph Ashton.

Logan frunció el ceño.

– Ese nombre no me resulta familiar.

– No me sorprende. Al parecer, no es la persona que está intentando haceros daño a Emily y a ti. Lo contrataron.

Logan apretó los dientes.

– ¿Cómo lo sabes?

– Mis investigaciones me condujeron a una taberna en St. Giles donde oyeron a Ashton jactándose de que había sido contratado por una suculenta suma de dinero para deshacerse de cierto «problema».

– ¿Alguna pista sobre quién lo contrató?

– Todavía no. Cuando le preguntaron en qué consistía el problema, Ashton se rio y respondió que quien le contrató le había dicho que se trataba de una mujer molesta y que quería quitársela de en medio. Aunque fuera a la fuerza. Es evidente que Ashton no pensaba que Emily iría acompañada de alguien armado o dispuesto a matar para protegerla. Logan cerró los puños.

– Y también es evidente que esto no se ha acabado todavía. Que quienquiera que contrató a Ashton todavía sigue ahí fuera. Y que Emily todavía corre peligro.

– Y tú también -dijo Gideon. -Es por eso por lo que hemos reforzado tu protección.

Pero Logan apenas le oyó. El instinto le decía que tenía que ir a buscar a Emily. Ya.

– Ya me contarás el resto. Regresaré dentro para hablar con Emily. Tiene que estar en guardia. Y quiero asegurarme de que está a salvo.

Gideon asintió con la cabeza.

– Le dejé recado a Atwater de que nos reuniéramos aquí, pero no sé cuándo llegará.

Sin decirle nada más, Logan se dio la vuelta y se dirigió a la mansión, maldiciendo para sus adentros el hecho de que la propiedad de Farmington fuera tan grande. ¿Por qué no vivía en una casa de tamaño normal como la mayoría de los aristócratas? Acababa de doblar la esquina cuando vio a una figura moviéndose sigilosamente entre las sombras cercanas a la mansión. Se agachó al instante y sacó el cuchillo de la bota.

La figura continuó avanzando hacia él, deteniéndose fuera del charco de luz de la terraza frente a las ventanas del salón de baile. Dispuesto a atacar, Logan observó cómo la figura abría un frasquito y arrojaba un líquido al suelo, luego el extraño entró en el círculo de luz amarilla. Con sombría satisfacción y determinación observó la capa negra con capucha. «Eres mío, bastardo.»

La figura se quito la capucha, y Logan observó, anonadado, cómo dejaba al descubierto unos pálidos tirabuzones rubios. Una máscara negra ocultaba el rostro de la figura. Justo entonces vio brillar lo que parecían ser un par de colmillos blancos.

– ¿Qué demonios…?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un grito desgarrador proveniente de la puertaventana que conducía al salón de baile.

– ¡El vampiro! -gritó una aguda voz femenina desde el interior de la casa.

– ¡La mujer vampiro está en la terraza!

– ¡Sí, ahí está! -gritó otra voz seguida con rapidez de otras.

Logan miró hacia las ventanas. Había una mujer corpulenta señalando hacia la terraza mientras se llevaba una mano al pecho. Entonces se desmayó y cuatro caballeros corrieron para evitar que se golpeara contra el suelo. Varias personas señalaban hacia la terraza, y muy pronto se congregó una multitud.

Logan volvió a mirar la figura y masculló una maldición por lo bajo. Donde unos segundos antes había un vampiro -o lo que diablos fuera -ahora sólo había sombras y una figura que se alejaba velozmente de él. Con el puñal en la mano, la siguió con rapidez, resuelto a que ésa fuera la última noche que la figura encapuchada pasaba en libertad.


Con el corazón rebosante de alegría, Emily corrió a toda velocidad entre las sombras, manteniéndose cerca de la casa. ¡Habían visto al vampiro! Y esta vez fueron muchas las personas que habían sido testigos de la aparición. Mañana a esas horas, las noticias habrían llegado hasta el último rincón de la ciudad. Y en unos días, Emily esperaba que sus planes tuvieran éxito.

Y todo eso después de pensar que tendría que cancelar la aparición de esa noche no una, sino dos veces. La primera, cuando había visto a Logan. Al verlo aparecer en la pista de baile sintió que el corazón le daba un vuelco y que el alma se le caía a los pies. Porras, no había esperado encontrarlo allí, en especial cuando ella le había hecho creer que no iba a asistir a la fiesta. Pero allí estaba, apuesto y viril, y muy enfadado. Emily había pensado que tendría que suspender su actuación porque, sin duda, él no le quitaría la vista de encima.

Luego había visto a Gideon. Santo cielo, ¿qué estaba haciendo allí? Lo último que necesitaba era un detective de Bow Street fisgoneando en la fiesta. Pero para su inmenso alivio, Logan y Gideon se habían dirigido al vestíbulo. Los había seguido y, después de observar con alborozo que abandonaban la casa, supo que había llegado el momento de que apareciera la mujer vampiro. ¡Y todo había salido a la perfección! Incluso había podido derramar un poco de sangre de pollo.

Casi flotando de excitación, se detuvo ante las ventanas que conducían a la biblioteca. Tras una rápida inspección para cerciorarse de que nadie la observaba, entró en la oscura estancia y se dio la vuelta para cerrar la puertaventana.

Y se encontró cara a cara con Logan Jennsen.

Antes de que pudiera soltar siquiera un jadeo, él la agarró por las muñecas y le sujetó los brazos a la espalda, apresando sus manos con una de las suyas. Después entró en la biblioteca, y cerró la puertaventana. Emily creyó que se desmayaría al sentir el frío filo del puñal contra la garganta.

– Vaya, vaya ¿qué tenemos aquí? -preguntó él con un peligroso ronroneo. Logan dio un paso adelante, obligándola a retroceder a trompicones. -¿A la mujer vampiro que ha estado aterrorizando a los buenos ciudadanos de Londres? ¿O quizás a mi pequeño pirómano? Vamos a echar un vistazo.

Llegaron a la altura de la chimenea, donde la luz de la lumbre los envolvió con su resplandor dorado. Emily giró la cabeza en un intento de ocultar su cara, pero con un simple movimiento del puñal, él le cortó la máscara. Los tirabuzones rubios revolotearon hasta el suelo aterrizando sobre el zapato de la joven.

– ¿Qué demonios…? Mírame -exigió él.

Como ella no obedeció de inmediato, Logan apretó más el puñal contra su garganta.

– O te corto el cuello. Tú eliges.

Emily fue presa de un miedo helado. Por el tono de Logan, ella no dudaba de que él cumpliría su amenaza. Sabiendo que no había manera de librarse de aquella fuerte mano que la sujetaba y sintiéndose como si se hubiera convertido en piedra, la joven giró lentamente la cabeza y luego alzó la mirada. Durante varios segundos, él simplemente se limitó a mirarla. La confusión le nubló los ojos durante un segundo, luego la miró con rabia.

Logan bajó el cuchillo sin apartar la vista de ella. Emily oyó un siseo; el sonido de él enfundando el puñal en la bota. Luego recogió la máscara del suelo. Después de estudiarla durante varios segundos muy tensos, la arrojó al fuego de la chimenea. Si hubiera podido hablar, Emily habría protestado, pero tenía la boca seca y la garganta constreñida por el dolor, la rabia y el temor.

La repentina llamarada en la chimenea iluminó la expresión de Logan, que parecía estar tallada en granito. Entonces desató la capa con capucha que ella había cosido y la lanzó también al fuego junto con el frasquito vacío en el bolsillo. La recorrió con la mirada de arriba abajo antes de volver a mirarla a los ojos.

– Sabía que te traías algo entre manos -dijo él con una voz suave que no reflejaba la furia de sus ojos, -pero ni siquiera en mis sueños más descabellados, no, ni en mis más horribles pesadillas, hubiera imaginado algo así. Es más, lo veo y no lo creo. ¿Qué demonios has hecho?

Decidida a llevar eso hasta el final, Emily alzó la barbilla.

– No sé qué quieres decir. -Las palabras sonaron extrañas, pues le era difícil hablar con los colmillos dentro de la boca.

– ¿De veras? -El tono de Logan era más seco que el desierto. Alargó la mano y le arrancó los colmillos de la boca. Después de lanzarles una larga mirada, negó con la cabeza y se los metió en el bolsillo del chaleco. -Es evidente que estás involucrada en algún plan. ¿O debo creer que en realidad eres una mujer vampiro dispuesta a chuparme la sangre?

– No te debo ninguna explicación.

Una mirada que Emily sólo podía describir como auténticamente peligrosa brilló en los ojos de Logan.

– No estoy de acuerdo, pero quieras o no me lo vas a explicar de todas maneras.

Emily alzó la barbilla aún más.

– No haré nada de eso. -Forcejeó con él y se quedó sorprendida cuando Logan le soltó las manos. Retrocedió un par de pasos, poniendo algo de distancia entre ellos, y dio vía libre a su rabia y frustración.

– Esto no es asunto tuyo. Y espero que no lo hayas estropeado todo. -Le tendió la mano. -Ahora, devuélveme mis colmillos.

– Ésa sí que es una frase que jamás imaginé oír a una mujer. Emily abrió y cerró el puño.

– Devuélvemelos.

– No hasta que me digas de qué demonios va todo esto.

– Como ya has averiguado, yo soy la mujer vampiro. No hay nada más que decir.

Logan soltó un profundo suspiro.

– Bien. Entonces llamaremos al magistrado, y le explicarás a él de qué va todo esto.

– No hay nada de explicar. Has quemado las pruebas. -«Ja. Toma ya.»

– Para protegerte. -Se palmeó el bolsillo del chaleco. -Pero ya sabes que no lo he quemado todo.

Porras. A Emily se le puso un nudo en el estómago.

– No es necesario llamar al magistrado.

– Una vez más, no estamos de acuerdo. Tienes dos posibilidades, el magistrado o yo.

– ¿Y si me niego?

– Entonces te delataré.

Emily entrecerró los ojos.

– ¡No serías capaz!

– Pruébame y verás.

– Eso es un chantaje.

– Efectivamente.

– ¿Recurrirías a tal cosa con tal de obtener lo que quieres? -Sin dudarlo un instante.

A Emily le bajó un escalofrío por la espalda ante la helada calma de su voz. Sabía que él hablaba en serio, pero no estaba dispuesta a dejarle ver lo mucho que la intimidaba, así que le lanzó su mirada más fulminante.

– ¿Sabes en qué te convierte eso?

– Sí. En un hombre decidido.

– No. En un chantajista.

– Me han llamado cosas peores. Y bien, ¿qué decides?

– Eres sumamente molesto.

Logan soltó una risa carente de humor.

– Eso es como decir que el océano está mojado.

– Y demasiado exigente.

– Estás poniendo a prueba mi paciencia, Emily. Dímelo ya.

Emily notó en la rígida tensión de sus hombros y en los puños que cerraba con fuerza que Logan estaba a punto de estallar. Al ver que no tenía ninguna escapatoria y que no había otra mañera de resolver la situación, respiró hondo y le contó sus planes sobre las apariciones de la mujer vampiro. No se reservó nada.

– Después de la aparición de esta noche -concluyó, -el interés por las mujeres vampiros crecerá drásticamente. Venderé mi relato y muy pronto ganaré una buena cantidad de dinero; así resolveré los problemas financieros de mi familia.

– Sin tener que casarte.

– Exacto.

El asintió lentamente, sin apartar su insondable mirada de ella.

– Por un lado, tengo que admitir que estoy asombrado -dijo él finalmente. -E impresionado. Es un plan muy ingenioso y atrevido. Lo cierto es que es bastante brillante. De hecho, es algo que podría haber hecho yo mismo.

Emily no pudo contener su sorpresa.

– Eh… gracias.

– De nada. Por otro lado, tengo una pregunta.

– ¿Cuál?

Alargó los brazos y la cogió por los hombros para darle una sacudida.

– ¿Has perdido la cabeza? ¿No te das cuenta del peligro al que te has expuesto?

– Esas son dos preguntas. Y para tu información te diré que lo estaba haciendo muy bien y que el plan salía según lo previsto hasta que tú lo estropeaste todo.

El la miró como si estuviera a punto de estallarle la cabeza.

– ¿Hasta que yo lo estropeé todo? -Repitió él con voz incrédula. -Dios mío, Emily, deberías darle gracias a Dios de que haya sido yo quien te descubriera. Si hubiera sido otra persona, te habrías visto envuelta en un escándalo que habría echado a perder tu reputación para siempre.

Emily sabía que eso era cierto, sin embargo le molestaba oírselo decir.

– Soy consciente de eso, así que tomé precauciones para que no me descubrieran.

– Aun así, ha sido una locura que te arriesgaras de esa manera. Ella sacudió la cabeza.

– No. Al final todo ha salido bien, y después de la aparición de esta noche, mi plan funcionará. Tiene que funcionar.

– Podría haberte ocurrido algo malo. Han intentado matarte dos veces.

– Un hombre que ahora está muerto. Ya no corro peligro.

– No. Por eso ha venido Gideon esta noche. A decirme que descubrió que el hombre que Atwater mató fue contratado por otra persona. Que el asesino aún sigue ahí fuera.

Emily sintió que se quedaba lívida ante tales noticias. Antes de que pudiera decir nada, él le apretó los hombros y se acercó más, haciendo desaparecer la distancia entre ellos. El calor que atravesó a Emily no tenía nada que ver con el fuego que ardía en la chimenea, sino con la apasionada mirada de Logan.

– Podrías haber resultado herida o algo peor esta noche -dijo él con una voz tan baja y ronca que pareció salirle del fondo de la garganta. -Y entonces, ¿qué sería de mí? -Un estremecimiento atravesó a Logan y cerró momentáneamente los ojos. Cuando volvió a abrirlos, el corazón de Emily palpitó con fuerza ante la desnuda emoción de su mirada. -Dios mío, ¿qué habría sido de mí si te hubiera ocurrido algo?

Logan no le dio ninguna oportunidad de responder. Su boca cayó sobre la de ella en un beso duro, cálido y exigente que hablaba de necesidad contenida y puro deseo. La estrechó contra su cuerpo como si no fuera a soltarla nunca, y ella se derritió contra él, rodeándole el cuello con los brazos mientras se ponía de puntillas para apretarse más a su cuerpo. La lengua de Logan jugueteó con la de ella, y Emily abrió más la boca, queriendo más, necesitando más. Logan la besó como si la deseara con desesperación, como si quisiera devorarla, sosteniéndole la cabeza con una mano y deslizando la otra por su espalda hasta ahuecarle las nalgas y apretarla más contra su apremiante dureza.

Ella entrelazó los dedos en el espeso pelo de Logan, obligándole a acercarse más, retorciéndose contra su cuerpo, perdida para todo lo que no fuera él y el deseo ardiente que le atravesaba las venas. Podía sentir cómo le palpitaba todo el cuerpo, provocando un insistente latido entre sus piernas. Logan se rozó contra ella, hundiendo la lengua más profundamente en su boca, inundándole los sentidos con su olor a limpio, a hombre, hasta que todo el mundo de Emily se redujo a eso. A él. A Logan. A sus besos. Sus manos. Su sabor. Y la increíble manera en que la hacía sentir.

Perdida en una espesa neblina de pasión, Emily gimió en señal de protesta cuando él alzó la cabeza de repente. Aturdida, la joven entreabrió los ojos y notó la tensa expresión de Logan que clavaba la mirada en un lugar por encima de su cabeza. Ella frunció el ceño y giró la cabeza. Se quedó paralizada de horror.

Su madre estaba a un metro de ellos, mirándolos fijamente con una combinación de sorpresa y algo que Emily no pudo descifrar. Pero dejando eso a un lado, no cabía la menor duda de que había presenciado el apasionado beso entre su hija y Logan.

Emily sintió que se le encogían las entrañas. Muerta de vergüenza, se apartó del abrazo de Logan y se volvió hacia su madre. Notó que Logan se colocaba a su lado. Abrió la boca para hablar, pero su madre le hizo guardar silencio frunciendo el ceño de una manera severa mientras levantaba una mano. Luego, lady Stapleford centró su atención en Logan.

– Supongo que se dará cuenta de lo que esto significa, ¿verdad, señor Jennsen? -dijo ella en un tono que no admitía réplica.

Emily lo vio asentir con la cabeza por el rabillo del ojo.

– Sí.

– Bien. Creo que será mejor empezar con los preparativos cuanto antes.

– Entrecerró los ojos. -¿Alguna objeción por su parte?

El negó con la cabeza.

– Será todo como desea. Mañana conseguiré una licencia especial. Podemos celebrar la boda pasado mañana.

Emily volvió la cabeza hacia él. Si no fuera por el músculo que le palpitaba en la mandíbula, hubiera creído que su rígido rostro estaba tallado en granito.

– Me parece bien -dijo su madre.

Emily tuvo que afianzar sus rodillas para no caer al suelo.

– ¿Una licencia especial? -repitió débilmente. -¿Boda? ¿Pasado mañana? -Como Logan no la miró, desvió la vista hacia su madre. -¿Te parece bien? Mamá, ¿de qué hablas?

Su madre apartó los ojos de Logan y la miró. Emily se encogió de miedo. Jamás había visto una expresión tan resuelta en los ojos de su casi siempre afable madre.

– Sí, Emily, boda. Es evidente que no consideraste las consecuencias de tus acciones cuando decidiste citarte con el señor Jennsen.

Emily se sintió presa del pánico y negó con la cabeza.

– Pero sólo fue un beso.

– Lo que yo vi fue bastante más que un simple beso, habéis llegado mucho más lejos a juzgar por el lamentable estado en el que os encontráis el señor Jennsen y tú.

Emily contuvo el deseo de tirar del corpiño y apartar un rizo rebelde que le hacía cosquillas en la mejilla.

– Sólo nos dejamos llevar un momento. Y sólo lo sabes tú. Te aseguro que no hace falta celebrar una boda.

Su madre la miró con una dureza de la que Emily nunca la hubiera creído capaz.

– Dadas las circunstancias, te aseguro que sí hace falta celebrar una boda; es lo mínimo que puedo exigir para salvar tu reputación. Lo que exigirá tu padre cuando le cuente lo que ha ocurrido aquí esta tarde. El señor Jennsen ya se ha dado cuenta, te sugiero que hagas tú lo mismo.

Emily luchó contra el abrumador deseo de tirarse del pelo y gritar. Tiempo. Necesitaba tiempo. Para pensar. Para respirar. Para planear.

– Pero ¿por qué tenemos que casarnos con tanta rapidez? -preguntó atropelladamente. -¿Por qué no podemos anunciar el compromiso, publicar las amonestaciones y planear la boda con tranquilidad durante tres o cuatro meses? Una boda en primavera sería preciosa. -Sí, y le daría tiempo para hacer planes. Para vender su relato. Sin duda alguna habría resuelto los problemas financieros de su familia para entonces. Y un compromiso matrimonial siempre se podría anular…

– Me preocupa más tu seguridad que unas cuantas cejas arqueadas por una boda apresurada -dijo Logan en tono seco. Aunque le hablaba a ella, miraba al suelo con el ceño fruncido. -Podré protegerte mejor si soy tu marido. Por consiguiente, creo que es mejor que nos casemos pasado mañana.

– Estoy de acuerdo -dijo su madre con una voz tan firme que Emily se sintió herida y traicionada.

– Pero… -intentó discutir a pesar de todo.

– Nada de peros, Emily -dijo su madre con un agudo siseo. -Pasado mañana. No hay más que hablar. -Se volvió hacia Logan. -Le sugiero que trate de mantener las apariencias y que regrese ahora a la fiesta, señor Jennsen. Nosotras regresaremos en unos minutos, luego volveremos a casa. Espero que venga a visitarnos mañana por la tarde para discutir los acuerdos matrimoniales.

Logan, que había permanecido como una estatua a su lado, se despidió con una tensa inclinación de cabeza.

– Te veré mañana -le dijo a Emily con voz tensa.

La joven escuchó, oyó las palabras, pero de alguna manera no le parecieron reales. Aquello no podía estar ocurriendo. No podía estar ocurriéndole a ella. Se sentía… entumecida.

Se sentía como si fuera otra persona la que estuviera observando cómo Logan se pasaba los dedos por el despeinado pelo, cómo se ajustaba la ropa y cómo le hacía una reverencia formal a su madre antes de girarse y hacerle otra reverencia a ella. Sus miradas se encontraron durante unos segundos, y Emily sólo pudo clavar la vista en la rígida expresión de sus ojos oscuros. Donde unos segundos antes había ardiente pasión, ahora sólo había una expresión helada.

Logan se dirigió a la puerta con andar pesado y rígido, como si estuviera dirigiéndose a la horca. Santo Dios, parecía… estoico, resignado con su destino.

Era humillante el poco entusiasmo que mostraba.

Abandonó la habitación sin dirigir una sola mirada atrás.

Emily se volvió hacia su madre que la miraba con una expresión indescifrable. Parecía… ¿contenta? Era imposible, pero no podía pararse a pensar en eso ahora. Porque ahora sólo podía pensar en el hecho de que iba a casarse. Con un hombre que no la amaba. Que se sacrificaría porque tenía que hacerlo. Emily lo había arriesgado todo para poder casarse por amor. Para poder tener todo lo que había soñado.

Y ahora no tenía nada.

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