CAPÍTULO 23

Al ser un vampiro me curaba con extraordinaria rapidez.

Los cortes y las magulladuras cicatrizaban casi al instante y,

dado que no tenía sangre, no podía desangrarme.

Pero, por desgracia, eso no quería decir que no sintiera

dolor ni que no pudiera resultar herida, aunque cómo podía

rompérseme el corazón cuando ni siquiera tenía uno,

era todo un misterio para mí.

El beso de lady Vampiro,

Anónimo


Logan se despertó lentamente. Poco a poco fue consciente de que tenía frío. Mucho frío. Y, maldita sea, ¿por qué sentía como si alguien le estuviera martilleando la cabeza? Oyó un gemido a lo lejos y se dio cuenta de que era él quien lo emitía, y de que sonaba como si se hubiera tragado un trozo de cristal. Intentó levantarse, pero el dolor palpitante que tenía en la cabeza lo hacía sentirse mareado y con náuseas. Logró ponerse de rodillas y cerró los ojos, respirando profundamente. Se llevó una mano temblorosa a la cabeza y la sintió mojada y caliente, un extraño contraste con el aire frío que le envolvía.

Respiró hondo otra vez y reconoció el olor metálico de la sangre mezclado con el aroma acre del humo. Se obligó a abrir los ojos y se dio cuenta de que estaba fuera, en el balcón del dormitorio. Sintió que lo atravesaba una oleada de confusión y dolor. ¿Qué diablos…?


Se giró hacia el dormitorio y se le heló la sangre al ver las llamas que lamían las paredes y las cortinas. Recuperó la memoria de golpe. Había oído un ruido en el balcón. Había salido. Y había visto, a pesar de que era imposible, a Thomas Heller. El había matado a ese bastardo hacía mucho tiempo, había enterrado su cuerpo y, sin embargo, estaba allí de pie. Luego, todo se volvió negro. Emily…

«Emily.»

Con un fiero gruñido se puso en pie y entró tambaleándose en el dormitorio. El calor le hizo retroceder varios pasos y el espeso humo le hizo arder los ojos.

– ¡Emily! -gritó, buscándola frenéticamente con la mirada por la habitación. El terror le atenazó la garganta al ver la cama, donde estaba ella la última vez que él la había visto, consumida por las llamas. Luchando contra el mareo, atravesó la estancia con rapidez y miró en el cuarto de baño. Estaba vacío. El pánico se apoderó de él. Cogió una toalla de manos y se la puso sobre la nariz y la boca antes de regresar corriendo al dormitorio, donde rebuscó entre el espeso y ardiente humo, sintiéndose más aterrorizado a cada segundo que pasaba. ¿Estaba allí Emily? ¿La había dejado morir Heller entre las llamas? ¿Aquel bastardo se la habría llevado con él? Se abrió paso por la habitación, entrecerrando los ojos para protegerlos del humo, tosiendo y gritando el nombre de su esposa. Había llegado a la conclusión de que no estaba en la estancia cuando se abrió la puerta del pasillo de golpe. La ráfaga de aire que entró avivó las llamas.

– ¡Logan! -Un Gideon cubierto de hollín se dirigió rápido hacia él. -Tenemos que salir de aquí. La casa está en llamas.

Logan negó con la cabeza.

– Emily -dijo sin aliento. -Tengo que encontrar a Emily. -Alargó la mano para abrir la puerta que conducía al dormitorio contiguo, pero Gideon lo agarró por los hombros y lo sacudió con fuerza.

– No está aquí. He revisado toda la casa y no he podido encontrarla. Creí que todos estabais fuera hasta que te oí llamarla.

– Maldita sea, no puedo irme sin ella. No saldré de aquí sin ella.

– Te he dicho que no está en la casa -gritó Gideon por encima del rugido de las voraces llamas. -Sin duda se la ha llevado el bastardo que provocó el incendio y, si morimos aquí dentro, jamás la recuperaremos. Tenemos que salir ahora, o será demasiado tarde.

Logan no pudo moverse, se sentía destrozado y aterrorizado. Recorrió la estancia con la mirada una vez más. ¿Cómo iba a marcharse si existía la posibilidad de que ella siguiera todavía allí? Pero ¿y si en realidad su esposa estaba en algún lugar con Heller y necesitaba que la rescataran? Aunque se le rompiera el corazón, tendría que confiar en que Gideon tenía razón.

– Vámonos -gritó, sosteniendo la toalla sobre la cara.

Salieron precipitadamente por la puerta y corrieron por el pasillo. Logan se vio envuelto por el sofocante calor que le quemaba los pies desnudos mientras el humo le escocía los ojos, que no dejaban de lagrimear. Contuvo el aliento como mejor pudo y bajaron por la escalera curva a toda velocidad, saltando sobre las vigas caídas. Cuando atravesaron las puertas dobles de roble que conducían al exterior, Logan oyó que la araña de cristal caía justo detrás de ellos, haciéndose pedazos contra el suelo.

Cuando estuvieron a una distancia prudencial del fuego, Logan se detuvo y se inclinó, colocando las manos en las rodillas y aspirando grandes bocanadas de aire. Sus sirvientes estaban apiñados a unos metros delante de él, con la mirada clavada en el fuego. Algunos lloraban, otros sólo parecían aturdidos. Según le había dicho Gideon, dentro de la casa no quedaba nadie, por lo cual sólo podía darle gracias a Dios.

Ignorando el escozor de los ojos, los pulmones ardientes y los pies llenos de ampollas, se giró hacia Gideon. El hollín manchaba la cara y la ropa de su amigo, que también respiraba entrecortadamente.

– ¿Qué diablos ha ocurrido? -preguntó Logan, las ásperas palabras se entremezclaban con sus toses secas.

– Hacía guardia en el jardín cuando ese bastardo me cogió desprevenido y me dejó sin sentido. Cuando recobré el conocimiento, la planta baja de la casa estaba en llamas y el fuego se extendía con rapidez. Corrí a la parte delantera donde Eversham y varios de los lacayos estaban ayudando a salir al resto de los sirvientes. Subí corriendo las escaleras hasta tu dormitorio. La habitación estaba en llamas pero vacía, así que continué buscando en el resto de la casa. Al no encontraros ni a Emily ni a ti, supe que o bien habíais salido por vuestros propios medios o el pirómano os había raptado de alguna manera. Para entonces, el humo y las llamas eran tan intensos que supe que tenía que salir sin más dilación. Estaba recorriendo el pasillo cuando te oí llamar a Emily. ¿Dónde demonios te habías metido?

– En el balcón -repuso Logan y apresuró a contarle a Gideon lo que había ocurrido, concluyendo con: -Vi al hombre. Le conozco. Se llama Thomas Heller. Creí que estaba muerto, pero no es así. Tiene motivos de sobra para querer vengarse de mí, pero ahora no tengo tiempo para contártelo todo. No cuando tiene a Emily consigo. -Cerró los ojos. Por mucho que odiara que fuera así, rezaba para no haberse equivocado, pues al menos le daba la esperanza de que Emily siguiera con vida y que no se había visto atrapada por el fuego.

No podía pensar lo contrario. Simplemente, no podía.

– La tiene Heller -dijo sombríamente. -Y tenemos que rescatarla. -«Y entontes volveré a matarte, bastardo. Y esta vez me aseguraré de que estés bien muerto». -¿Pero por dónde diablos empezamos a buscar?

– Por aquí mismo -dijo Gideon. -Vamos.

Logan le siguió hasta donde estaban los criados, intentando aclararse las ideas y pensar con lógica y serenidad en cómo encontrar a Emily. Ahora. Porque cada segundo que pasaba, contaba.

– Vuestra señora ha desaparecido -gritó Gideon a los sirvientes para que le oyeran por encima del rugido del fuego. -Tenemos motivos para pensar que ha sido secuestrada por el hombre que provocó el incendio. ¿Alguno de ustedes vio u oyó algo?

Los sirvientes le dirigieron unas miradas horrorizadas en medio de murmullos y sacudidas de cabeza.

A Logan se le ocurrió una idea.

– El hombre estaba en el balcón de mi dormitorio -gritó, -por lo tanto es muy probable que haya escapado a través del jardín en dirección a las cuadras. Mi esposa es una mujer inteligente e ingeniosa que no permitiría que se la llevaran sin oponer resistencia. Puede que haya intentado dejar atrás una pista.

– ¿Qué tipo de pista? -gritó John, uno de los lacayos.

– Quizás un escarpín. Un trozo roto de bata. Algo. No lo sé. -Santo Dios, ¿y si ni siquiera llevaba zapatillas? No lo sabía. Pero estaba seguro que Emily dejaría atrás algún rastro que pudiera ayudar a encontrarla. -Quiero que os disperséis y busquéis por todas partes -gritó. -Habrá una generosa recompensa para quien encuentre algo que pueda ayudar a rescatar a mi esposa.

El grupo se diseminó de inmediato, dirigiéndose hacia los jardines y evitando acercarse a la casa ardiente. Logan se volvió hacia Gideon.

– Ha debido de escapar por ahí. ¿Has visto alguna escalera de mano?

– No, pero podría haberla lanzado a los arbustos.

– Vamos -urgió Logan. Cada segundo que se retrasaban podría significar la muerte de Emily a manos del bastardo de Heller.

Sin embargo, antes de que pudiera moverse, el lacayo John se acercó a él.

– Me he dado cuenta de que no lleva zapatos, señor -dijo John. -Ni pantalones ni camisa. Sólo la bata. Necesitará ropa adecuada para ir a rescatar a la señora de manos del bastardo que la secuestró y traerla de vuelta. -Le tendió unos pantalones negros, una camisa y un par de zapatos. -Tome mi ropa.

Gideon se fijó en el abrigo que llevaba el joven.

– ¿Y qué te pondrás tú?

– Tengo el abrigo, la ropa interior y un par de gruesos calcetines de lana, señor. Para mí es suficiente. Ahora si me disculpan, iré a buscar alguna pista de por dónde han podido llevarse a la señora. Rezo para que esté en lo cierto, señor -dijo dirigiéndose a Logan, luego se volvió para irse.

– Gracias, John. No olvidaré su ayuda.

– Ha sido un placer, señor -repuso y se alejó corriendo. Logan se puso la ropa con rapidez. Estaba metiendo los pies llenos de ampollas en los zapatos cuando un hombre que no le resultaba familiar se acercó a él en la oscuridad. En un acto reflejo, Logan extendió la mano para sacar el puñal, pero se dio cuenta de que estaba desarmado. Gideon, sin embargo, no tardó en desenfundar el cuchillo.

– ¿Quién eres? -preguntó Logan, mirándole detenidamente. Era menudo y llevaba un abrigo roto y estrecho. Las llamas iluminaban los rasgos del hombre que le recordaban a Logan a un roedor: ojos pequeños, redondos y brillantes, cara delgada y barbilla puntiaguda.

– Pueden llamarme Jonesy. He oído lo que dijo a los sirvientes sobre una recompensa por cualquier pista que conduzca al rescate de la señora. Bueno, da la casualidad de que yo sé dónde está. Y por el precio adecuado, estoy dispuesto a decírselo.

Logan estiró la mano como un látigo. Agarró al hombrecillo por el cuello e izándolo de puntillas pegó su nariz a la de él.

– Si sabes dónde está…

– Sé dónde está -dijo Jonesy con voz ahogada. -Pero no hablaré hasta que me suelte.

Logan se sentía más inclinado a sacudirlo como un perro haría con un hueso, pero lo dejó en el suelo.

– Habla -le exigió. -Tienes diez segundos para convencerme de que no te arroje al infierno que ruge a mi espalda.

– Fui yo quien condujo el carruaje para el tipo que la secuestró -dijo Jonesy con rapidez. -Me contrató para que le esperara detrás de las cuadras de la mansión. No sabía para qué, pero entonces lo vi llegar corriendo con la señora, atada y amordazada, al hombro. La lanzó al interior del vehículo y me dijo que moviera el culo. Ya me había pagado quince libras, pero me había insinuado que me daría más. Mucho más. Cuando llegamos a la dirección que me había indicado, le dije que me diera el dinero si quería que olvidara lo que había visto, pero el tipo se echó a reír y me golpeó como si con eso se acabara el problema. -Levantó la mano y se frotó la cabeza. -No le debo lealtad, y he pensado que un tipo rico como usted bien podría pagarme por saber dónde está su esposa.

El corazón de Logan comenzó palpitar con una dolorosa mezcla de dolor, esperanza y miedo: la esperanza de poder encontrar a Emily y el miedo paralizador de llegar demasiado tarde.

– ¿Cuánto?

Los ojos redondos de Jonesy brillaron con intensidad.

– Cien libras.

Logan habría pagado cien veces esa cantidad. Mil veces si hubiera sido necesario. Habría dado todo lo que tenía. Y si aun así no hubiera sido suficiente, habría robado el resto.

– Hecho. ¿Adónde la llevaste?

– No tan rápido. ¿Cómo sé que no piensa timarme como el otro tipo?

Logan estiró de nuevo la mano y esta vez sacudió a aquella comadreja antes de ponerla de puntillas y mirarla directamente a los ojos.

– Te doy mi palabra. Pero también te prometo que si no me dices ahora mismo lo que sabes, ésta será tu última noche con vida. Jonesy tragó saliva.

– Los llevé al número seis de Wickam Street -dijo con voz entrecortada.

Logan se volvió hacia Gideon.

– ¿A qué distancia queda eso?

– A diez minutos de aquí si vamos corriendo.

Logan sacudió a Jonesy con más fuerza.

– Quiero que me des tu puñal.

– ¿Qué le hace pensar que tengo uno?

– Cincuenta libras.

Los ojos de Jonesy brillaron con avaricia, luego asintió con la cabeza. Logan lo soltó y le tendió la mano. Jonesy sacó el arma letal de su bota.

– Ahora me debe ciento cincuenta libras -dijo antes de entregársela.

– Sí. A menos que me hayas mentido. En cuyo caso no habrá suficiente dinero en la Tierra para evitar que te persiga y te clave tu propio puñal en las entrañas.

Jonesy apretó sus labios finos y dejó el puñal sobre la palma extendida de Logan.

– No estoy mintiendo. Y será usted quien lo lamente si no me paga.

Logan quiso apuntarle la garganta con el arma y decirle que no era demasiado inteligente amenazar a un hombre tan desesperado, que estaba dispuesto a pagarle más dinero del que había visto en toda su vida. Pero no podía perder ni un momento más. Con el puñal en la mano, se volvió hacia Gideon.

– Vamos.

Logan corrió tras Gideon a través de las calles, con los pulmones todavía llenos de humo y formando nubes de vapor con su aliento. Le palpitaba la cabeza, y le dolían los pies llenos de ampollas, pero ignoró el dolor y centró su atención en lo único que era importante: Emily.

Encontrar a Emily sana y salva. No podía considerar ningún otro resultado que no fuera ése o no podría seguir viviendo. Se concentró en la imagen de su esposa que tenía grabada en la mente, en la expresión de sus hermosos ojos después de que le hubiera contado lo peor de sí mismo, la verdad que nunca le había dicho a nadie. Los acontecimientos que habían conducido a esa maldita situación en la que ahora se encontraban envueltos. Otra oleada de culpabilidad lo inundó, pues había sido él quien la había puesto en peligro. Si le ocurría algo…

Interrumpió aquel horrible pensamiento y se centró en recordar la manera en que ella le había mirado después de que le contara todo. Cariño, preocupación, simpatía y aceptación brillaron en los ojos de su esposa y alcanzaron un lugar en el interior de Logan que ni siquiera sabía que existía hasta que ella lo despertó de su largo letargo, como si simplemente hubiera estado esperando a que apareciera Emily para poder abrir su corazón.

«Me he casado con un hombre maravilloso, valiente y honorable del que me siento orgullosa. Un hombre que ha sufrido mucho para obtener todo lo que posee, y que tiene mi más profunda admiración y respeto por todo lo que ha logrado en la vida.»

Logan había sabido que Emily no le abandonaría sin importar lo que le hubiera contado, pero con sus revelaciones había corrido el riesgo de que ella erigiera un muro entre ellos. Uno que podría separarlos durante el resto de sus vidas. Aun así, tuvo que decírselo. Quiso decírselo. Le había prometido que no habría más secretos entre ellos. Sabía mejor que nadie cómo los secretos podían carcomer el alma, igual que habían carcomido la suya, y no quería que algo así se interpusiera entre ellos. Quería que Emily lo conociera como nadie lo había conocido nunca. Y rezaba para que, tras haberle revelado los detalles más sórdidos de su pasado, su esposa todavía sintiera algo por él. Y que algún día también llegara a amarle.

Amor… Santo Dios, había estado a punto de decirle que la amaba. La manera en que ella lo había mirado, cómo le había cogido y besado la mano, y sus palabras cariñosas y compasivas le habían llenado de tales emociones abrumadoras que, simplemente, no podía callárselo más. Pero el ruido en el balcón le había interrumpido, y ahora estaba recorriendo las calles de Londres sin saber si su esposa estaba viva o muerta, rogando para tener la oportunidad de decirle cuánto la amaba. Y demostrárselo. Todos los días. Probándole que era digno de ella. En todos los aspectos. Que era digno de aquella mirada que había visto en los ojos de Emily y que le hacía sentir como un héroe. Gideon se detuvo y señaló una casa.

– Es ahí-susurró, indicando con la cabeza el edificio de dos pisos de ladrillo descascarillado que tenían delante. -Parece la típica vivienda, lo que quiere decir que sólo tendrá una puerta en la parte delantera y que probablemente no tendrá más de dos habitaciones: un dormitorio y una sala de estar. -Entrecerró los ojos para mirar los números de las puertas. -El seis está en el primer piso, en la esquina izquierda, con lo cual podría escapar por la ventana.

Logan entornó los ojos.

– No va a escapar. Mientras tú entras en la habitación echando la puerta abajo y armando un buen escándalo, yo entraré por la ventana y rescataré a Emily.

– El factor sorpresa -convino Gideon.

– Sí, y el bastardo quedará atrapado entre nosotros sin ninguna vía de escape.

Gideon asintió con la cabeza y, manteniéndose en las sombras, se acercaron al edificio. Logan se dirigió a la ventana y miró adentro. Al instante se sintió inundado por una mezcla de alivio y temor. Emily estaba en un estrecho camastro atada de pies y manos. Dado que estaba de espaldas a él, Logan no pudo distinguir si estaba viva. Pero la había encontrado. Lo que quería decir que tenía que estar viva. Tenía que estarlo. «Tiene que estarlo.»

Heller estaba agachado ante la chimenea y también le daba la espalda. Años atrás pensaba que odiaba a Heller, pero aquello no era nada comparado con el sentimiento que ahora lo consumía. Miró hacia la puerta por la que Gideon irrumpiría en cualquier momento y apretó los labios en una línea sombría. Esperó con todos los nervios en tensión, con cada músculo de su cuerpo preparado para atacar. Unos segundos después se abrió la puerta de golpe, y Gideon entró corriendo en la habitación mientras lanzaba un grito feroz que podría haber despertado a los muertos. Logan se abalanzó contra la puertaventana, empujando con el hombro y haciendo trizas el cristal, luego corrió directamente hacia Emily. Una rápida mirada por encima del hombro le aseguró que Gideon, efectivamente, había cogido a Heller por sorpresa y que tenía la situación controlada.

Logan se dejó caer de rodillas al lado de la cama y, con manos temblorosas, hizo rodar a Emily sobre la espalda. Fue recibido por la increíble imagen de unos asombrados y parpadeantes ojos que se clavaron en él.

Santo Dios, jamás se había desmayado, pero en ese momento sintió tal alivio al verla viva, que casi perdió la consciencia.

– Emily. -Fue la única palabra que pudo articular. Le arrancó la mordaza que le cubría la boca.

– Logan. -Aquella única palabra, dicha en un ronco graznido fue el sonido más dulce que él había escuchado nunca.

– Aquí estoy, cariño. Estás a salvo. -Se apresuró a cortarle las cuerdas que le ataban las muñecas y los tobillos y la cogió entre sus brazos. Con un sollozo, ella le rodeó el cuello con los brazos.

– Dios mío, pensé que estabas muerto -gimió ella contra su cuello. -Estabas tirado en el balcón, había tanta sangre… fuego… -Emily se estremeció y Logan la abrazó con más fuerza, dándole un beso en la sien. Cerró los ojos y, con el corazón martilleando con la fuerza suficiente para romperle las costillas, elevó una plegaria de agradecimiento.

Se inclinó sobre ella y la recorrió suavemente con las manos.

– ¿Estás herida?

– No. Sólo algunos golpes y moratones debido a que me cargó sobre el hombro, pero nada más. Y tú, ¿estás…?

El interrumpió la pregunta y las demás que sabía que seguirían dándole un suave beso en los labios.

– Te lo contaré después. Por ahora, quédate aquí. -Recogió las cuerdas que había cortado y con las que Heller la había atado y se acercó a Gideon, que sujetaba al hombre contra el suelo. Lo ataron con rapidez. Luego, Logan lo puso en pie y clavó la mirada en el hombre que creía haber matado hacía tantos años.

– Santo Dios, creí haberte visto hace varios días en el parque. Vigilándome. Pero sabía que no podías ser tú. Y aquí estás. ¿Cómo puedes estar vivo? -le preguntó a aquel bastardo que casi había destrozado su mundo al secuestrar a Emily.

– ¿Cómo puedo estar vivo? -Repitió Heller con tono burlón y un intenso odio en la mirada. -Tú sí que deberías estar muerto. Del todo. Sólo por haber matado a Zachary.

Logan entrecerró los ojos.

– ¿De qué demonios hablas? Te maté, aunque ahora estés aquí delante de mí.

– No me mataste, bastardo -exclamó Heller, -mataste a mi hermano Zachary. A mi hermano gemelo. -Sus ojos parecían escupir veneno. -Teníamos un plan perfecto. Nadie sabía que éramos dos, lo que nos daba gran libertad a la hora de poner en práctica nuestras estafas. Nuestro plan consistía en estafar a Martin Becknell y darnos la gran vida durante el resto de nuestras vidas.

Logan lo comprendió todo de golpe.

– Por eso todos juraron que habían estado contigo a la hora que mataron a Martin. No fuiste tú. Era tu hermano el que estaba con ellos.

Un brillo astuto iluminó los ojos de Thomas.

– Y funcionó a la perfección. -Un odio feroz reemplazó el brillo de sus ojos. -Hasta que lo echaste todo a perder. Zachary me advirtió sobre ti y tus sospechas, y sobre las pruebas que habías encontrado. Teníamos que eliminaros a los dos. ¿Y qué mejor plan que matar a Martin y que te culparan a ti por ello? Pero estabas firmemente decidido a que condenaran a Zachary. En cuanto desapareció, supe que lo habías asesinado. Quise matarte enseguida, pero decidí esperar el momento oportuno. Creías que estaba muerto, así que dejé que lo siguieras creyendo mientras planeaba mi venganza. Quería arrebatarte todo lo que era importante para ti y destruirte, igual que tú me lo habías quitado todo y me habías destrozado la vida. -La furia se mezcló con el odio en sus ojos, y Logan se dio cuenta de que se había vuelto loco. -Pero antes de que pudiera llevar a cabo mis planes, me arrestaron. -Soltó un sonido ronco y amargo. -Por un crimen que ni siquiera había cometido.

– Habías cometido bastantes. Merecías ser castigado.

– Tú mataste a mi hermano y jamás fuiste castigado. De hecho, amasaste una fortuna y llevaste una vida de lujos mientras mi hermano se descomponía donde fuera que lo enterraras y yo me pudría en una maldita prisión. -Inspiró bruscamente. -Pero por fin logré escaparme. Y luego averigüé dónde estabas. Y cuando llegué aquí descubrí qué era lo más importante para ti. -Miró a Emily. Logan agarró a Heller del cuello, y se movió para bloquearle la vista de su esposa.

Heller miró a Logan con el odio y la locura ardiendo en sus ojos.

– Mataste al hombre equivocado, Jennsen. Y te he hecho pagar por ello. No tanto como quería, dado que tú y tu esposa estáis todavía vivos, pero incendié tu barco y tu casa, y eso es suficiente, al menos por ahora.

A Logan le hormiguearon las manos por el deseo de cerrarlas sobre el cuello de Heller y apretar hasta que éste exhalara el último aliento. Pero había mejores formas de castigarlo.

– Cuando incendiaste mi barco, mataste a dos buenos hombres. En lo que respecta al cargamento y a mi casa, serán reemplazados sin ningún problema. El daño que has causado no es suficiente «por ahora». Es el fin. Jamás volverás a tener la oportunidad de hacerme daño ni a mí ni a ninguna otra persona.

Cogió a Heller por el cuello y lo acercó bruscamente.

– Jamás volverás a salir de una celda -dijo en voz tan baja que sólo él pudo oírle, -salvo el día en que te lleven a la horca. Estoy seguro de que pensarás en mí en ese momento, bastardo, aunque te aseguro que yo no pensaré en ti. Disfrutaré de mi vida con la familia que intentaste arrebatarme. Y mientras, tú arderás en el infierno.

Soltó a Heller y miró a Gideon. -¿Lo llevarás ante el magistrado?

– Con sumo gusto. -Gideon agarró a Heller por la nuca y lo hizo dirigirse hacia la puerta rota. -¿Dónde te hallaré luego?

Logan se volvió hacia Emily. La joven había hecho lo que le había pedido y seguía sentada en el camastro, pero en el momento en el que sus miradas se encontraron, se levantó y se acercó a él corriendo. El la rodeó con un brazo y la estrechó contra su cuerpo.

– Creo que deberíamos volver a casa y ver dónde podemos alojar a los sirvientes -dijo ella. -Después podemos pasar el resto de la noche en casa de mis padres.

Logan asintió con la cabeza, no le había sorprendido que ella estuviera preocupada por los criados y sabía que sus suegros se sentirían aliviados al saber que su hija estaba bien.

– Ya te diré dónde estaremos luego -le dijo a Gideon.

– Gracias por haber ayudado a rescatarme, Gideon -dijo Emily. -Te debo mucho.

Logan asintió con la cabeza.

– Los dos lo hacemos.

Gideon inclinó la cabeza.

– De nada. -Con el puñal en la mano y agarrando a Heller por la nuca, lo condujo a través de la puerta. El prisionero caminaba a trompicones debido a las cuerdas que le ataban los tobillos.

Logan cogió a Emily en brazos y se dirigió a la ventana que había destrozado.

– Salgamos de aquí.

– Puedo caminar -dijo ella mientras le rodeaba el cuello con los brazos.

– Claro que puedes, pero hay cristales rotos por el suelo y no llevas zapatos.

Logan salió al exterior, donde los recibió el aire frío, y caminó a paso vivo hacia la esquina. Tuvo suerte, porque había un carruaje de alquiler bajo la pálida luz de una farola. Logan dio un silbido y el cochero puso los caballos en marcha, dirigiéndose hacia ellos.

Tras darle al conductor la dirección de Berkeley Square, dejó a Emily en el interior del carruaje y subió tras ella. En cuanto cerró la puerta y se sentó, se puso a su esposa en el regazo y la abrazó con todas sus fuerzas.

– Emily -susurró, pronunciando su nombre como si fuera una oración. Le retiró el pelo enredado de la cara y clavó la mirada en aquellos hermosos ojos. -Jamás había estado tan asustado en mi vida como cuando recuperé el conocimiento en el balcón y no te vi.

– Y yo jamás había estado tan asustada en mi vida como cuando te vi tirado en el balcón. -Emily le agarró la mano y le dio un beso en la palma. -No quiero volver a sentirme así.

– Ni yo. -Y luego, las palabras que él casi no había tenido oportunidad de decir se le agolparon en la garganta: -Emily, te amo. -Respiró hondo. -Dios mío, cómo te amo. Te amo tanto… Me aterraba no tener oportunidad de decírtelo. Estaba a punto de hacerlo cuando oímos el ruido en el balcón, y entonces… -Un nuevo estremecimiento la sacudió. -No importa si tú no me amas, pero te lo advierto, voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que me ames. No he podido pensar en nada más que en ti desde el momento en que te besé en la biblioteca de Matthew y Sarah hace tres meses. Ya me sentía atraído por ti antes, pero después de ese beso… He sido tuyo desde ese día.

– Logan… -Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero Logan se quedó sin respiración al ver la ardiente emoción que brillaba entre ellas. -Yo también te amo tanto que… me duele. Siempre había soñado con casarme por amor y tú, mi valiente, atrevido y maravilloso marido, que lo has arriesgado todo por salvarme, tú has conseguido que mis sueños se hagan realidad. No he podido dejar de pensar en ti desde mucho antes de ese día en que te besé. -Curvó los labios en una sonrisa temblorosa. -Y ahora conseguiré robarte besos todos los días durante el resto de mi vida.

– Emily… -Logan le cubrió los labios con los suyos y la besó con toda la alegría, el amor y la pasión que inundaban su ser. Tomó nota mental de pagarle a Daniel las doscientas libras que le debía.

– Sí, besos como éste -murmuró ella cuando él finalmente levantó la cabeza.

Logan le acarició la suave piel de detrás de la oreja con la nariz.

– ¿Sabes en qué te convierte eso?

– ¿En qué?

– En una ladrona de besos. Mi ladrona favorita. Ella le enmarcó la cara con las manos y negó con la cabeza.

– No. Me convierte en la mujer más afortunada del mundo. Y él -ahora portador del título «El hombre más afortunado del mundo»-selló aquella declaración con otro beso robado.

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