CAPITULO 2

MENSAJE INFORMATIVO 0931

(RESPUESTA TRANSMISIÓN HOUSTON 5455, 5-20-25)

5-21-25

NI RINGMASTER (NASA 447D, L5/1, REFERENCIA HOUSTON-COPERNICUS GCR)

JONES, CIROCCO, COM MIS

POSICIÓN DE SEGURIDAD ‘ON’

PREFIJO DE CÓDIGO DELTADELTA

INICIO:

1. De acuerdo con su análisis de Temis como vehículo espacial interestelar de tipo generacional. No olviden que nosotros lo sugerimos primero.

2. Se adjunta foto más reciente. Observen la resolución mejorada de las zonas brillantes. Todavía sin suerte para descubrir instalaciones de atraque en el eje. Seguiremos mirando.

3. De acuerdo con maniobras de corrección programadas 5/22

4. Solicito seguimiento renovado conforme se aproxime el momento de la nueva inserción orbital, empezando en 5/25 y continuando hasta que empiece la inserción, con mejora posterior. No me importa si esto implica utilizar otro computador. No creo que los que vamos a bordo podamos manejar este volumen.

5. Cambio de posición 5/22,0400 TU, después de la maniobra de corrección.

FIN INFORMATIVO


PERSONAL

(CIRCULACIÓN LIMITADA A COMITÉ CONTROL MISIÓN RINGMASTER)

INICIO:

Para el Comité de Contacto que ha estado machacándome los oídos: ¡Cierren el pico! No me importa saber QUIEN es el maldito responsable. He estado recibiendo instrucciones contradictorias que suenan como si tuvieran la fuerza de órdenes directas. Tal vez no les gusten mis ideas sobre cómo manejar esto, o tal vez les gusten. La cuestión es que el asunto va a quedar en mis manos. El mero retraso en las comunicaciones basta para justificarlo. Ustedes me entregaron la nave y la responsabilidad, así que ¡DEJEN DE FASTIDIARME!

FIN


* * *

Cirocco apretó el botón CODIFICACIÓN, luego el de TRANSMISIÓN y se recostó en su silla. Se frotó los ojos. Pocos días antes había tenido pocas cosas que hacer. Ahora se encontraba abrumada por las comprobaciones estipuladas que dispondrían a la Ringmaster para la inserción orbital.

Todo había cambiado, y todo por culpa de los seis minúsculos puntos de luz en el telescopio de Gaby. Ahora parecía poco sensato explorar las otras lunas de Saturno. Estaban comprometidos en una temprana cita con Temis.

Cirocco repasó la lista de cosas que aún quedaban por hacer, después la lista de tareas y vio que había sido modificada de nuevo. Ella debía reunirse con April y Calvin en el exterior. Se apresuró a llegar a la compuerta.

Su traje era voluminoso y ajustado y lanzaba murmullos mientras la radio siseaba calladamente. Olía muy bien, igual que Cirocco, como plástico de hospital y oxígeno puro.

La Ringmaster era una estructura alargada formada por dos secciones principales unidas por un tubo hueco de tres metros de diámetro y cien de largo. La resistencia estructural del tubo provenía de tres jácenas compuestas, cada una de las cuales transmitía el empuje de un motor al sistema vital equilibrado en la parte superior del tubo.

En el extremo más apartado se hallaban los motores y un grupo de tanques de combustible separables, ocultos a la vista por la amplia placa de la pantalla de radiación que circundaba el tubo central como la protección contra ratas del cabo de amarre de un carguero oceánico. El lado externo de la pantalla era un lugar peligroso para estar en él.

En la otra punta del tubo se encontraba el sistema vital, formado por el módulo científico, el módulo de control y el carrusel.

El control estaba situado en la parte delantera y era una protuberancia en forma de cono que surgía del gran bote de café que constituía el SCIMOD. Disponía de las únicas ventanas de la nave, más por tradición que por utilidad práctica.

El módulo científico se hallaba casi oculto tras una espesura de instrumentos. La antena de elevada ampliación sobresalía del conjunto, colgada de la extremidad de un largo pedúnculo y enfocada hacia la Tierra. Había dos pantallas de radar y cinco telescopios, entre ellos el newtoniano de ciento veinte centímetros de Gaby.

Justo detrás del módulo científico estaba el carrusel: un grueso volante de color blanco. Rotaba lentamente en torno al resto de la nave, con cuatro radios saliendo del borde.

Sujetos al vástago central se hallaban otros objetos, entre ellos los cilindros hidropónicos y los diversos componentes del módulo de aterrizaje: sistema vital, motor de remolque, dos fases de descenso y el motor de ascenso.

El módulo de aterrizaje había sido ideado para explorar las lunas de Saturno, en particular Japeto y Rea. Después de Titán —que disponía de atmósfera y era por tanto inadecuado para explorarlo en este viaje—, Japeto era el cuerpo más interesante de las proximidades. Hasta la década de 1980 había sido significativamente más brillante en un hemisferio, pero había cambiado durante un período de veinte años hasta que su albedo se hizo casi uniforme. En la actualidad se producían dos senos en el gráfico de luminosidad en puntos opuestos de la órbita del satélite. El módulo de aterrizaje pretendía descubrir las causas.

Ahora el proyecto había quedado descartado por un objeto mucho más importante llamado Temis.

La Ringmaster tenía semejanza con otra nave espacial: la ficticia Discovery, el vehículo de sondeo joviano de la película clásica 2001: Una odisea del espacio. Y tal parecido no era sorprendente. Ambas naves habían sido planeadas partiendo de similares parámetros, aunque una sólo hubiera navegado en el celuloide. Cirocco se encontraba fuera de la nave para quitar los últimos paneles de reflexión solar que envolvían el sistema vital de la Ringmaster. El problema en un vehículo espacial es usualmente disponer de un exceso de calor, pero ahora los tripulantes se encontraban lo bastante alejados del sol como para absorber todos los rayos que recibieran.

La capitana enganchó un cable de seguridad en un tubo que salía del eje del carrusel e iba hasta la antecámara de compresión, y se encaró con uno de los últimos paneles. Era de plata, un cuadrado de un metro de lado formado por dos láminas de fina chapa. Cirocco acercó el destornillador a una esquina y el dispositivo emitió un chasquido cuando la herramienta encontró la ranura. El contrapeso rotó y engulló la tuerca suelta antes de que se alejara a la deriva.

Tres operaciones más y el panel flotó, separándose de la capa de espuma contra meteoritos que había dejado. Cirocco lo sostuvo y se volvió de cara al sol para efectuar su informal revisión de perforaciones. Tres luces diminutas y brillantes señalaban el lugar donde la lámina había sido alcanzada por granos de polvo de los meteoritos.

El panel estaba mantenido en posición rígida por cables colocados en los bordes. Cirocco dobló dos de estos cables en el medio. Después del quinto pliegue el conjunto fue tan pequeño como para caber en el bolsillo de la muslera de su traje. Fijó la hoja y a continuación se trasladó al siguiente panel.


* * *

El tiempo era escaso. Siempre que era posible combinaban dos tareas, por lo que el fin de la jornada en la nave sorprendió a Cirocco reclinada en su litera mientras Calvin le efectuaba el reconocimiento físico semanal y Gaby le mostraba la foto más reciente de Temis. La habitación estaba abarrotada. Gaby comentaba:

—No es una foto. Es una imagen teorética amplificada por computador. Y en infrarrojos, que parece ser el mejor espectro.

Cirocco se irguió apoyándose en un codo, con cuidado de no soltar ninguno de los electrodos de Calvin. Mordisqueó el extremo del termómetro hasta que el médico la miró, ceñudo.

La imagen mostraba una gruesa rueda de carro rodeada por brillantes áreas triangulares, rojas y de amplia base. Había seis zonas rojas en el interior de la rueda, pero eran más pequeñas y cuadradas.

—Los triángulos grandes del exterior son las partes más calientes —dijo Gaby—. Supongo que son componentes del sistema de control térmico. Absorben calor del sol o eliminan el exceso.

—Es la conclusión de Houston —indicó Cirocco.

La capitana echó un vistazo a la cámara de televisión que había cerca del techo. El control de Tierra los observaba; si se les ocurría algo, Cirocco lo sabría en cuestión de pocas horas, aunque estuviera durmiendo.

La analogía de la rueda era casi literalmente cierta, excepto por los planos de calentamiento o enfriamiento que Gaby había señalado. Había un cubo en el centro, con un agujero capaz de alojar un eje…, si Temis realmente fuera una rueda de carro. Del cubo de la rueda surgían seis gruesos radios que fulguraban de modo gradual justo antes de unirse a la porción exterior de la rueda. Entre cada par de radios se hallaba una de las zonas brillantes y cuadradas.

—Esta es la novedad —dijo Gaby—. Esos cuadrados se mueven en ángulo. Son lo que yo vi en principio: los seis puntos luminosos. Son planos, pues si no, dispersarían mucha más luz. El caso es que sólo reflejan luz hacia la Tierra cuando se encuentran en el ángulo preciso, lo cual sucede rara vez.

—¿Qué ángulo? —balbuceó Cirocco. Calvin le sacó el termómetro de la boca.

—Bien, la luz llega paralela al eje. Con este ángulo —Gaby lo señaló sobre la imagen—. Los espejos están dispuestos para desviar la luz noventa grados, hacia la cubierta de la rueda —tocó el papel con un dedo, que hizo girar para indicar una zona entre dos radios—. Esta parte de la rueda es más cálida que el resto, pero no tanto como para absorber todo el calor que recibe. No lo refleja o absorbe, lo transmite. Es transparente o translúcida. Permite que la mayor parte de la luz la atraviese hacia algo que hay debajo. ¿Te sugiere algo?

Cirocco abandonó por un momento su cuidadoso examen.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, sabemos que la rueda está hueca. Quizá los radios también lo estén. En cualquier caso, imagínate la rueda. Es como el neumático de un coche; grande, gruesa y plana en la parte inferior, para proporcionar más espacio vital. La fuerza centrífuga te aleja del cubo.

—Comprendo todo eso —dijo Cirocco, algo divertida. Gaby podía ser tan vehemente cuando se explicaba…

—Muy bien. De modo que si te hallas en el interior de la rueda, o estás bajo un radio o bajo un reflector…, ¿de acuerdo?

—¿Ah, sí? Oh, sí. Entonces…

—Entonces siempre es de día o de noche en cualquiera de los puntos en particular. Los radios están unidos rígidamente, los reflectores no se mueven y los tragaluces tampoco pueden hacerlo. Tiene que ser así. Día permanente o noche permanente. ¿Por qué crees que la han construido así?

—Para responder a eso necesitaríamos conocerlos. Sus necesidades deben ser distintas de las nuestras —volvió a mirar la imagen. Debía recordar constantemente el tamaño del objeto. Mil trescientos kilómetros de diámetro, cuatro mil en el borde exterior. La perspectiva de conocer a los seres que habían construido una cosa así le preocupaba cada día más.

—Muy bien. Puedo esperar —Gaby no estaba tan interesada en Temis como nave espacial. Para ella se trataba de un fascinante problema de observación.

Cirocco volvió a mirar la imagen.

—El cubo… —empezó a decir. Se mordió el labio. Aquella cámara seguía funcionando y ella no deseaba decir nada demasiado comprometedor.

—¿Qué pasa con el cubo?

—Bueno, parece ser el único lugar del objeto en el que se podría atracar. La única parte que carece de movimiento…

—No, tal como está ahora. Ese agujero del centro es bastante grande. En cuanto te encuentres con cualquier cosa sólida, se estará moviendo bastante. Calculo que…

—No te preocupes. No es importante en este momento. La cuestión es que sólo en el mismo centro exacto de rotación podría practicarse el acoplamiento con Temis sin grandes problemas. Te aseguro que yo no querría intentarlo.

—¿Entonces?

—Entonces debe existir una razón precisa por la que allí no haya instalaciones de atraque visibles. Algo lo bastante importante como para sacrificar esa ubicación, alguna razón para dejar un gran agujero en el centro.

—Motor —dijo Calvin.

Cirocco le miró fugazmente, captó un destello de los ojos castaños del hombre antes de que se volviera de nuevo a su trabajo.

—Eso pensaba yo. Un enorme estatorreactor de fusión. La maquinaria está en el cubo, generadores de campo electromagnético para canalizar el hidrógeno interestelar hacia el centro, donde es quemado.

Gaby se encogió de hombros.

—Tiene lógica. Pero, ¿qué me dices del acoplamiento?

—Bueno, abandonar el objeto sería bastante fácil. Basta con abrir un hueco en la parte inferior y obtener velocidad de escape para liberarse, más cierta velocidad para maniobrar. Pero debería haber alguna especie de chisme que se comprimiera hasta el centro de rotación cuando el motor no funcione, para recoger naves exploradoras. El motor principal debe estar allí. La única alternativa sería espaciar motores en torno al borde. Yo querría tres, como mínimo. Y sería mejor más.

Se volvió para encararse con la cámara.

—Envíenme lo que puedan sobre estatorreactores de hidrógeno —dijo—. Vean si pueden darme cierta idea sobre qué buscar en caso de que Temis tenga uno.

—Tendrás que quitarte la camisa —dijo Calvin.

Cirocco alargó un brazo y desconectó la cámara, aunque no el sonido. Calvin le dio golpes en la espalda y escuchó los resultados mientras Cirocco y Gaby continuaban estudiando la imagen de Temis. No dieron con nuevas ideas hasta que Gaby planteó el problema de los cables.

—Por lo que sé, los cables forman un círculo a medio camino entre el cubo y el borde. Sostienen los márgenes superiores de los paneles reflectores, algo así como el cordaje de un buque velero.

—¿Qué me dices de éstas…? —preguntó Cirocco, indicando la zona entre dos de los radios—. ¿Tienes alguna idea de para qué son?

—No. Hay seis de ellas y se extienden en medio de los radios, desde el cubo al borde, radialmente. Atraviesan los paneles reflectores, si es que eso te dice algo.

—No exactamente. Pero si hay más de estas cosas, quizá más pequeñas, deberíamos buscarlas. Estos cables tienen cerca de… ¿Cuánto dijiste? ¿Tres kilómetros, aproximadamente?

—Más bien cinco.

—Bien. De modo que una cosa que sea muy pequeña, como la Ringmaster, por ejemplo, podría ser invisible para nosotros por mucho tiempo, en especial si es tan negra como el resto de Temis. Gene va a tener que estar husmeando allí, en el módulo expedicionario. No me gustaría que se topara con algo.

—Haré que el computador se encargue de eso —dijo Gaby.

Calvin empezó a recoger su equipo.

—Tan disgustadoramente saludable como siempre —dijo—. Nunca me dais una oportunidad… Si no pongo a prueba ese hospital de cinco millones de dólares, ¿cómo les haré creer que han invertido bien su dinero?

—Si quieres, hacemos que alguien se rompa un brazo y… —sugirió Cirocco.

—¡Bah! Yo ya hice eso, en la escuela de medicina.

—¿Romper un brazo, o curarlo?

Calvin rió.

—Apéndice. Ahora hay algo que me gustaría probar. Apenas consigues ya apéndices reventados.

—¿Pretendes decir que nunca has extirpado un apéndice? ¿Qué os enseñan en las escuelas de medicina en estos tiempos?

—Que si aprendes bien la teoría, los dedos la seguirán. Somos demasiado intelectuales para mancharnos las manos —rió de nuevo.

Cirocco sintió que las delgadas paredes de su habitación temblaban.

—Ojalá supiera cuando es serio —dijo Gaby.

—¿Quieres seriedad? —preguntó Calvin—. Aquí hay algo en que quizá no hayas pensado nunca. Cirugía opcional. Amigas mías…, tenéis a uno de los mejores cirujanos —hizo una pausa para dejar que los rudos ruidos se extinguieran—. Uno de los mejores cirujanos que existe. ¿Alguien se aprovecha de ello? No mucho. Una operación de nariz te cuesta ahora, siete, ocho mil dólares en casa. Aquí la conseguís con el seguro médico.

Cirocco se irguió dignamente y le dedicó una gélida mirada.

—¿No estarás hablando de mi, verdad?

Calvin extendió un pulgar y miró desde detrás la cara de Cirocco, bizqueando.

—Claro que hay otros tipos de cirugía opcional. Soy bastante bueno en todos ellos. Era mi hobby.

Calvin movió hacia abajo el pulgar. Cirocco le lanzó una patada y el médico la esquivó agachándose y saliendo por la puerta.

Cirocco estaba sonriendo cuando se sentó. Gaby seguía allí, la fotografía apretada bajo un brazo. Se acomodó en la banqueta plegable junto a la litera.

Cirocco alzó una ceja.

—¿Había alguna otra cosa?

Gaby apartó la mirada. Abrió la boca para decir algo, no logró pronunciar un solo sonido y a continuación palmeó su muslo desnudo.

—No, creo que no hay nada —empezó a levantarse, pero no lo hizo.

Cirocco la miró pensativamente, luego se puso en pie y desconectó el sonido de la televisión.

—¿Sirve esto de alguna ayuda?

—Quizá —Gaby se encogió de hombros—. Yo misma te habría pedido que la desconectaras, si es que hubiera podido empezar a hablar. Creo que no tiene nada que ver con mi trabajo.

—Pero pensaste que debías decir algo —Cirocco aguardó.

—Sí, está bien. Cómo llevar esta nave es tu trabajo. Quiero que sepas que lo comprendo.

—Adelante. Puedo aceptar críticas.

—Has estado durmiendo con Bill.

Cirocco rió suavemente.

—Nunca duermo con él. La cama es demasiado pequeña. Pero… vamos, capto la idea.

Cirocco había confiado en que la otra se sintiera cómoda, pero obviamente la cosa no había dado resultado. Gaby se puso en pie y caminó lentamente, aun cuando sólo podía dar cuatro pasos antes de llegar a la pared.

—Capitana, el sexo no es nada importante para mí —hizo un gesto de indiferencia—. No odio la sexualidad, pero tampoco estoy tan loca por ella. Si no tengo relaciones por un día o un año, ni siquiera lo noto. Pero la mayoría de la gente no es así. Especialmente los hombres.

—Tampoco yo soy así.

—Lo sé. Por eso me preguntaba cómo tú… Simplemente cuáles son tus sentimientos hacia Bill.

Fue el turno de Cirocco para ponerse a andar. Una cosa todavía menos satisfactoria para ella, puesto que era más grande que Gaby y sólo podía dar tres pasos.

—Gaby, la interacción humana en ambientes confinados es un campo bien investigado. Han probado naves con sólo varones. Incluso una vez con sólo hembras. Han probado con tripulantes que estuvieran todos casados o todos solteros. Han tenido reglas de restricción absoluta y también de absoluta liberalidad. Ninguna de las pruebas salió bien. Los tripulantes se irritan unos a otros y acaban teniendo relaciones sexuales. Por eso no digo a nadie qué debe hacer en privado.

—No intento decir que tú…

—Un momento. He dicho todo eso para que sepas que no soy inconsciente de los problemas potenciales. Estoy dispuesta a escuchar problemas específicos.

Aguardó.

—Es Gene —Hijo Gaby—. Lo he estado haciendo con Gene y con Calvin. Como ya he dicho, no es nada importante para mí. Sé que Calvin está loco por mí. Estoy acostumbrada a eso. En casa me limitaría a calmarle. Aquí, le hago un favor para mantenerle contento. En cualquier caso me importa muy poco.

“Pero follo con Gene porque él… tiene esta… Esta presión, ¿sabes? —sus manos se habían contraído en puños, que luego abrió. Miró a Cirocco en busca de comprensión.

—He tenido cierta experiencia con eso, sí —Cirocco mantuvo tranquila su voz.

—Bien, él no te satisface. Gene me lo ha dicho. Es algo que le incomoda. Ese tipo de intensidad me asusta, quizá porque no lo comprendo. He estado viéndole para tratar de aliviar su tensión.

Cirocco frunció los labios.

—A ver si te entiendo. ¿Me pides que te lo quite de encima?

—No, no. No te estoy pidiendo nada. Ya te lo dije, sólo te pongo en conocimiento del problema si es que no lo conocías ya. Lo que hagas al respecto es cosa tuya.

—Perfecto —Cirocco asintió—. Me alegra que me lo hayas dicho. Pero Gene tendrá que vivir así. Es estable, bien adaptado, una personalidad algo dominante, pero se controla bien, o de lo contrario no estaría aquí.

—Lo que tú digas.

—Una cosa más. No es parte de tus obligaciones mantener sexualmente satisfecha a ninguna persona. Toda preocupación que sientas al respecto es por tu culpa.

—Lo comprendo.

—Así debe ser. Me disgustaría pensar que tú creías que lo esperaba de ti. O que tú lo esperabas de mí —escudriñó los ojos de la otra mujer hasta que Gaby apartó la vista, después extendió un brazo y le dio una palmadita en la rodilla—. Además, el asunto se resolverá por sí solo. Todos vamos a estar demasiado atareados para pensar mucho en follar.

Загрузка...