CAPÍTULO 2

BUENO, ¿qué te parece? Ellie dudó. Había un par de sillas en el porche de Waverley, pero estaban tan viejas y desvencijadas que ella y Jack se habían sentado en los escalones del porche. Pensó en la casa que acababan de ver, cada cuarto más sucio y deprimente que el anterior, en los patios llenos de matojos, en la vallas rotas y en los establos derruidos.

– Es una… tarea difícil -dijo por fin.

Jack no pudo evitar una sonrisa ante la delicadeza de su respuesta.

– Crees que estoy loco por considerarlo, ¿verdad?

– No -contestó sorprendentemente-. Ha debido de ser una finca muy bonita y podría volver a serlo, pero llevará muchísimo trabajo.

– Eso no me importa, mientras trabajas no tienes tiempo para pensar.

Ellie asintió con la cabeza, sus ojos estaban puestos en el molino roto.

– A veces es más fácil así.

Su comprensión hizo que Jack la mirara con curiosidad. Le había resultado de gran ayuda su compañía. Pedirle que fuera había sido un capricho, pero se quedó sorprendido por lo mucho que le agradó que aceptara.

Siempre le había gustado Ellie. Gray y él habían crecido con Lizzy y Kevin. Ellie era mucho más joven, una niña callada eclipsada por sus exuberantes hermanos y a la que solo se le consentía que los siguiera. Lizzy y Kevin se quejaban por tener que cuidar de ella, pero Gray y él no tenían una hermana pequeña y encontraban muy halagüeña la indisimulada adoración de Ellie, aunque en esa época habrían preferido morir antes que reconocerlo.

Se encontró observando el perfil de Ellie mientras esta miraba los patios desolados, pensando en sus cosas, y se preguntó por qué habría tenido que sumergirse en el trabajo. Por primera vez pensó en lo poco que sabía realmente de ella. Ellie siempre escuchaba, no hablaba. Incluso de niña se podía contar con ella para confiarle penas, planes o éxitos, pero Ellie nunca había contado los suyos. «También es verdad que nunca se los pregunté», pensó Jack.

De repente se dio cuenta de que Ellie había vuelto la cabeza y de que lo estaba mirando con ojos inquisitivos.

– Perdona -dijo apuradamente-, ¿qué me has preguntado?

– Te he preguntado qué piensas tú de Waverley.

– Creo que debo ver un poco más antes de hacerme una idea -dijo Jack sin pensarlo. ¿Nos vamos de exploración?, he visto unas sillas en un establo y esos caballos parecen dispuestos a cabalgar un rato.

Se levantó, se sacudió el polvo de los vaqueros y se puso en marcha con grandes zancadas hacia el prado, donde unos caballos pastaban a la sombra y espantaban las moscas con la cola. Ellie lo siguió dócilmente, como había hecho tantas veces en el pasado.

– ¿Crees que debemos? -preguntó dubitativamente cuando alcanzó a Jack en la valla.

– ¿Por qué no? -y dio un penetrante silbido que hizo que los caballos levantaran la cabeza.

– Bueno, no son tuyos -precisó Ellie con una mirada inexpresiva-. Deberíamos preguntar antes de irnos de paseo con los caballos de otro.

– No hay nadie a quien preguntar -dijo Jack juiciosamente-. Además, no nos estamos llevando los caballos, los estamos tomando prestados durante un rato.

Volvió a silbar y, esa vez, los caballos sucumbieron a la curiosidad y se acercaron a medio galope. Asomaron su cabeza por encima de la valla y Jack tuvo que gritar un poco para que se le oyera por encima de la ruidosa bienvenida.

– ¿A quién le puede importar? Si yo fuese el vendedor, estaría feliz de que alguien que piensa seriamente en quedarse este sitio hiciese lo que quisiera; y si fuese un caballo, ¡estaría feliz de hacer algo de ejercicio! -como comprobó que Ellie no estaba muy convencida dio una palmada a un bayo con una mancha blanca en el morro-. ¿Tú que opinas, viejo amigo?, ¿te gustaría enseñarnos Waverley Creek? -el caballo sacudió la cabeza arriba y abajo y resopló-. ¿Has visto?, está deseando salir.

«Es típico de Jack» pensó Ellie con resignación, «puede conseguir que hasta los caballos hagan lo que él quiere», pero no pudo evitar una sonrisa y partió deseosa de acompañarlo.

Los caballos no estaban tan dispuestos a que los montaran como había predicho Jack, pero Ellie, como él, había montado a caballo desde que aprendió a andar y era perfectamente capaz de controlar su montura. Eligieron un camino entre los árboles que se agrupaban en las orillas del riachuelo. Durante la estación húmeda bajaba como un torrente caudaloso, pero hacía meses que no llovía y el agua estaba almacenada en profundas pozas verdes. Todo estaba en calma.

Ellie sentía muy cerca a Jack cabalgando junto a ella. Se lo notaba cómodo sobre el caballo, con una mano sujetaba las riendas mientras la otra descansaba sobre su muslo. Evaluaba todo con mirada experta, indiferente a todo lo que lo rodeaba. Era posible que Jack hubiese sido el alma de todas las fiestas, pero eso no quería decir que no supiera lo que costaba dirigir con éxito una explotación ganadera.

Mientras Jack estaba concentrado en la productividad, las cosechas y las hectáreas, Ellie aspiraba el olor a hojas secas y calor y se dejaba llevar por el placer de estar junto a él. La noche anterior, en la cama en la que había dormido desde niña, se había hecho una serie de reflexiones. Ya era hora de dejar de soñar. Jack estaba apenado por Pippa, y bastante tenía con tener que adaptarse a la paternidad. No estaba preparado para volver a pensar en el amor y cabía la posibilidad de que nunca lo volviera a estar.

No podía evitar amarlo, pero sí podía evitar soñar que alguna vez sería algo más que una amiga y, en ese instante, cabalgando a su lado, la amistad era más que suficiente. Se encontraba despierta y animada, como no lo había estado desde hacía tres largos años. Podía percibir la fragancia de los eucaliptos mezclada con el olor a polvo y a cuero en sus manos. Podía escuchar el ruido metálico de las bridas y los periquitos alborotando en las copas de los árboles. Pero, sobre todo, podía ver a Jack, su perfil recortado con una claridad estremecedora contra los árboles, como si solo en ese momento se hubiese permitido a sí misma creer que él estaba ahí realmente y sus sentidos captaran con nitidez hasta los detalles más nimios: sus dedos alrededor de las riendas, el reflejo del vello de sus brazos, la sombra sesgada producida por el ala de su sombrero. Jack se volvió y vio la sonrisa de Ellie.

– Pareces contenta -comentó.

– Estoy contenta de volver a estar en casa -dijo mirando a otra parte temerosa de que la expresión de sus ojos la traicionara-. He echado mucho de menos todo esto mientras estaba fuera -confesó con una tímida sonrisa-, a veces cerraba los ojos y soñaba con estar en casa, pero siempre que los abría estaba en otro sitio y quería llorar.

Ellie se calló, consciente de que había hablado más de la cuenta, pero no parecía que Jack se hubiese dado cuenta de que él siempre estaba en sus sueños. Cuando lo miró, vio que él la estaba observando con el ceño fruncido.

– ¿Por qué no volviste si lo echabas tanto de menos? -dijo ligeramente molesto porque le espantaba la idea de que Ellie hubiese sido desgraciada.

– Lo pensé muchas veces, pero sabía que si lo hacía, acabaría trabajando en la ciudad como Lizzy, y eso era peor. Yo quería estar en el campo.

«Contigo», añadió mentalmente, consciente de que era algo que no podría decirle nunca.

– Pero, ¿no podías volver a casa?, no eres ninguna inútil -dijo Jack desconcertado-, puedes hacer muchas cosas en la finca.

– Podría haberlo hecho, pero mamá y papá se jubilaron el año pasado. Siguen viviendo en la finca, pero no hay mucho sitio en su casa nueva y, aunque me podría haber quedado con Kevin y Sue, creo que no es justo tenerme siempre dando vueltas a su alrededor. Está bien venir de visita, pero ahora es su casa, no la mía.

Jack, preocupado, se giró sobre la silla.

– ¿Qué vas a hacer?

– No estoy segura -Ellie se encogió de hombros e intentó sonreir-. Lo ideal sería encontrar un trabajo aquí, pero no hay muchas oportunidades en Mathison. Sería distinto si pudiese hacer algo útil, como pilotar un helicóptero, pero no puedo -suspiró-. Podría trabajar en el campo, supongo, pero son trabajos temporales, y nunca tendría un hogar.

– No es justo. Ya sé que a Lizzy le faltó tiempo para irse a la ciudad, pero en tu caso es distinto. ¿No podías haber llevado la finca con Kevin?

– No desde que se casó con Sue. Sue es fantástica y siempre está dispuesta a acogerme, pero la tierra es suya y deben llevarla a su manera.

– Sigo pensando que es injusto -dijo Jack con obstinación.

Ellie sonrió levemente.

– Las cosas son como son, Jack. Creo que papá siempre se imaginó que Lizzy y yo nos casaríamos con alguien que tuviese sus propias tierras.

Jack hizo un repaso mental de todos los posibles candidatos del distrito. Podía pensar en algunos, pero ninguno estaba a la altura de Ellie.

– Todavía estás a tiempo -dijo Jack, aunque la idea le produjo cierto desasosiego.

Ella tenía la mirada clavada en la cabeza del caballo.

– A lo mejor -dijo con una sonrisa forzada.

Cabalgaron un rato en silencio, hasta que llegaron a un lugar donde el agua se había almacenado en una profunda poza entre los árboles.

– Vamos a descansar un poco -dijo Jack.

Ató los caballos en una sombra. Ellie se sentó sobre una roca. Se quitó el sombrero y se pasó los dedos por el pelo con un suspiro de satisfacción. La poza, lejos del calor de la meseta, parecía un lugar casi mágico. Sin embargo, la tranquilidad del ambiente no afectaba a Jack. Iba de un lado para otro por el borde del agua, de vez en cuando tiraba una piedra para calcular la profundidad.

– Podría enseñar a nadar a Alice aquí -dijo mientras metía la mano en el agua-, me recuerda la poza de casa. De niños nos pasábamos el día a remojo.

– Ya me acuerdo, me encantaban las visitas a Bushman's Creek.

– Nos lo pasábamos bien, ¿verdad? -recordó él con una sonrisa nostálgica-. Quiero que cuando Alice crezca tenga unos recuerdos parecidos.

– Los tendrá, Jack.

– ¿Y si está sola? -la preocupación había vuelto a los ojos de Jack, quien se sentó al lado de Ellie-. Tú tuviste a Lizzy y a Kevin, y yo tuve a Gray. Pero Alice no tiene a nadie con quien jugar -su mirada estaba perdida en la profundidad de la poza-. Waverley Creek tiene muchos inconvenientes, pero me parece la finca apropiada. De lo único que no estoy seguro es de si lo será para Alice.

Ellie era consciente de la proximidad de Jack y de que para él no significaba nada que sus muslos se rozaran, ni que sus hombros se tocaran solo con moverse un poco. Estaba preocupado con cuestiones más importantes,como, por ejemplo, el futuro de su hija.

– El sitio apropiado para Alice es donde tú estés, Jack -le dijo, deseando que se pudiese decir lo mismo de ella.

– ¿Incluso si eso significa crecer sola?

Ellie miraba un dibujo que estaba haciendo en el suelo con la bota.

– Podrías encontrar a otra persona. Podrías tener más hijos…

– No quiero encontrar a nadie -la voz de Jack sonaba inexpresiva y rotunda-. Lo que vivimos Pippa y yo fue especial. ¿Cómo iba a volver a encontrar un amor como ese?

– A lo mejor encuentras un amor diferente -dijo Ellie sin levantar la mirada y notó el respingo de Jack ante la idea.

– Para ti es fácil decirlo -dijo secamente-, tú nunca has estado enamorada.

– Sí lo he estado.

Jack se sorprendió y la miró con curiosidad. Le pareció que tenía un tono amargo. ¿No era demasiado joven para hablar así? Calculó que tendría unos veinticinco años. Más que suficientes como para saber lo que son las decepciones y el sufrimiento por amor. A Jack le resultaba extraño imaginarse a Ellie enamorada. Siempre le había parecido como un muchacho.

Se lo parecía todavía. Se acordó de su aspecto cuando la recogió esa mañana. Lo esperaba en la pista de aterrizaje, sentada en el capó de una vieja furgoneta, atractiva y práctica: con unos vaqueros y una camisa vieja. Sin bolso, ni gafas de sol, ni carmín. Un sombrero y lista. La buena de Ellie, siempre igual.

La miró con cariño, pero ella no prestaba atención; se encontró observando divertido su distante rostro, pero la diversión se convirtió en desconcierto.

¿Siempre había tenido una piel tan suave y dorada?, ¿desde cuándo tenía unas facciones tan delicadas? Jack sintió una inquietud extraña. Era como encontrarse con alguien conocido y descubrir, al cabo de un rato, que era un completo extraño. Era Ellie, que esa misma mañana había saltado de la furgoneta para recibirlo, pero, de repente, ya no parecía como un muchacho. Los ojos de Jack se posaron en su boca. Realmente no lo parecía.

– No tenía ni idea… -dijo lentamente, pensando cómo no se había dado cuenta antes.

– Ni tenías por qué -respondió Ellie, todavía distante.

¿De qué tipo de hombre se enamoraría Ellie?, ¿qué tipo de hombre sería capaz de agitar la pasión oculta tras una superficie tan contenida? Quienquiera que fuese había hecho que ese muchacho que él conocía se convirtiese en alguien desconocido, ¿era el mismo hombre que había amargado su voz?

– ¿Fue alguien que conociste en Estados Unidos? -no pudo evitar la pregunta.

– No -dijo en voz baja y tras una ligera vacilación-, me fui a Estados Unidos para olvidarlo.

– ¿Lo conseguiste?

Ellie se volvió lentamente y Jack, por primera vez, se dio cuenta de que sus ojos tenían un color hermoso, entre gris y verde, y eran muy transparentes.

– No, lo intenté, pero no lo conseguí.

– Debe ser alguien muy especial -la voz de Jack sonó rara. Estaba intrigado por la idea de imaginarse a Ellie enamorada, pero a la vez le disgustaba.

Ellie bajó la vista y esbozó una leve sonrisa.

– Sí, lo es.

– ¿Por eso has vuelto a casa? -preguntó Jack sin darse cuenta de la brusquedad de la pregunta-, ¿para ver si arreglas las cosas con él?

La sonrisa de Ellie se esfumó.

– No hay nada que arreglar, él no me quiere y sé que nunca me querrá. Es un sueño y lo he aceptado como tal, pero no puedo evitar quererlo -contestó como si quisiera tranquilizarlo-. Pensé que sería más fácil si estuviéramos en el mismo sitio, nada más.

– Pobre Ellie -se acercó y tomó su mano-. Tú también necesitas a alguien especial.

– Lo sé -Ellie, horrorizada, notó que se le saltaban las lágrimas y retiró la mano.

Lo peor de todo era tener que escuchar el tono comprensivo de Jack. Era cálido y consolador, pero no quería su consuelo.

– Por lo menos tú entiendes lo que siento hacia Pippa. Puede sonarte a tópico, pero es como si hubiese encontrado mi media naranja y, después, la hubiese perdido -Ellie lo miró, pero sus ojos estaban clavados en el suelo-. Nadie puede ocupar el lugar de Pippa. Cualquier otra tendría que resignarse a ocupar un segundo lugar, y yo nunca podría pedir eso a nadie.

Las palabras de Jack fueron un mazazo para Ellie, pero sabía exactamente cómo se sentía. Había intentado enamorarse de otros hombres por todos los medios, pero en el fondo sabía que era inútil. No importaba lo atractivos o encantadores que fuesen, nunca se podrían comparar con Jack.

– Claro que lo entiendo -dijo ella tranquilamente.

Él la miró con ojos tristes y una sonrisa congelada.

– Es como si estuviésemos en el mismo barco.

– Tú, por lo menos, tienes los recuerdos y a Alice -«yo solo tengo mis sueños», se dijo a sí misma con amargura.

– Sí, tengo a Alice -Jack suspiró y se levantó, impaciente-, y por Alice tengo que olvidarme de cómo me siento e intentar encontrar a alguien para casarme. Si no lo hago, crecerá rodeada de toda una serie de amas de llaves. Necesita una madre, no alguien que esté unas semanas o unos meses hasta que se aburra de este tipo de vida.

– Tampoco tiene que ser así necesariamente.

– No -admitió-, pero es lo más probable. Ya sabes lo difícil que es encontrar alguien de confianza para que se quede en el campo. Cualquiera con dos dedos de frente que viese esta casa se volvería corriendo a la ciudad. Me parece que comprar Waverley Creek no es una buena idea. Es una buena finca, o podría serlo, pero es posible que para Alice lo mejor sea quedarse en Bushman's Creek.

– Pero tú no quieres -objetó Ellie.

– No, claro que no. Además, sería injusto con Gray y Clare. Pero la única alternativa es encontrar una mujer… ¿y dónde voy a encontrar a alguien capaz de aceptarme a mí, a Alice y al fantasma de Pippa?

Hablaba de espaldas a Ellie, lo hacía más consigo mismo que con ella. Esta lo miró con una mezcla de placer y dolor. Recorrió con los ojos sus anchas espaldas, sus delgadas caderas y sus interminables piernas.

Era maravilloso estar cerca de él. Siempre había temido el momento en que Jack se enamorase… y le había dolido como siempre sospechó que lo haría, pero ¿podría soportar no volver a verlo durante otros tres años? No, pensó Ellie, no podría, cualquier cosa sería preferible.

– A lo mejor está muy cerca -dijo sin pensarlo dos veces.

– ¿Cerca? -Jack miró a Ellie por encima de su hombro.

Ella estaba preparada para recibir una burla, pero la expresión de Jack denotaba desconcierto, se preguntaba si había oído bien.

– Podrías casarte conmigo -su voz salió sin ella darse cuenta.

Jack se giró y la miró atónito.

– ¿Casarme contigo?

La incredulidad era tal que Ellie, por un momento, dudó. Tuvo la tentación de fingir que era una broma, pero en su interior una voz le dijo que esa iba a ser su única oportunidad. Ya que había llegado hasta ese punto, lo mejor era ver que pasaba y, si Jack se reía o la rechazaba enojado, por lo menos lo habría intentado.

– Buscas a alguien que viva permanentemente en Waverley Creek y que te ayude con Alice -dijo sorprendida de su tranquilidad-. Yo quiero quedarme en el campo. Las condiciones no me importan y no creo que me vaya a aburrir como otras chicas que puedas encontrar.

Jack la miraba sin saber qué pensar. Su sonrisa había desaparecido al darse cuenta de que hablaba en serio.

– Ellie -dijo con impotencia-, no me puedo casar contigo.

– ¿Por qué no?

– Porque… -desconcertado por la claridad de la pregunta se pasó la mano por el pelo-, porque…

– ¿Porque no me quieres?, eso ya lo sé.

– Creo que iba a decir que porque tú no me quieres a mí.

– Entonces estamos en el mismo barco, como tú dijiste.

– Pero Ellie, ¿por qué ibas a querer casarte con alguien a quien no quieres? -preguntó Jack sin haber asimilado del todo la extraordinaria sugerencia.

Ellie se levantó y se dirigió al borde del agua para no apremiar a Jack.

– Quiero quedarme en el campo, sencillamente.

– ¿Para estar cerca de ese hombre del que estás tan enamorada?

– En parte, sí; y, en parte, porque quiero echar raíces. No quiero trabajar en la ciudad y venir de vez en cuando. Si me casara contigo podría ayudarte a conseguir que Waverley Creek volviese a ser una gran finca -Jack no parecía muy convencido y ella siguió antes de que pudiera tirar por tierra sus ilusiones-. Piénsatelo, Jack. Es posible que un matrimonio de conveniencia no sea lo que deseemos, pero podría funcionar. Sé lo que sientes por Pippa. No tendrías que fingir conmigo, y yo… no esperaría nada que no pudieses darme -Ellie intentó sonreir- ¡Conseguirías estabilidad para Alice y una ama de llaves gratis y fija!

– Y tú… ¿qué conseguirías?

– Estabilidad. No tengo dinero, Jack. Nunca podría comprar y llevar una finca propia; y tampoco tengo otra preparación para ganarme la vida. La única forma que tengo de quedarme en el campo es trabajar asalariada o… casarme.

Jack meneó la cabeza para alejar la sensación de irrealidad. Era increíble estar al borde de una poza discutiendo tranquilamente de matrimonio con la pequeña Ellie Walker. Ellie debía de ser muy infeliz para pensar siquiera en una idea así.

– Ellie -dijo Jack tomándola de la mano-, eres joven, demasiado joven como para casarte con un hombre al que no quieres. Acabarás encontrando a alguien.

– No, Jack. Solo habrá un hombre para mí.

– Pareces estar muy segura de que él no te quiere -dijo Jack midiendo sus palabras-. ¿Y si cambiase de parecer?

– No lo hará -Ellie sonrió con tristeza-. Ya he desperdiciado bastante tiempo con la esperanza de que algún día se fijara en mí y se enamorara, pero creo que ya hay que afrontar la realidad -Ellie miró a otro lado para que Jack no descubriese la verdad en su rostro-. He aceptado las cosas como son, pero también sé que no sería feliz lejos de él. Si me casara contigo, por lo menos podría estar cerca de él.

Su voz se quebró y se calló repentinamente, temerosa de haber revelado demasiado. Jack la miró con curiosidad.

– ¿Quién es?

– No puedo decírtelo.

– ¿No crees que si nos casáramos tendría derecho a saberlo?

– No, nada cambiaría.

– Pero sería alguien a quien tú verías si vivieses conmigo -insistió.

– Algunas veces sí -dijo con cautela.

– Habría que empezar desde cero -dijo Jack amablemente-. Sería muy difícil estar casada conmigo y verlo sin poder estar a su lado…

– Sería más difícil no verlo -dijo Ellie- Yo tendría un hogar, unas raíces, y sabría que no tendría que irme otra vez. Tendría a Alice y la oportunidad de participar en Waverley. Creo que sería suficiente.

Jack se frotó la cara intentando pensar con claridad.

– No sé, Ellie, me parece una locura.

Miró el agua y, sin saber por qué, pensó que tenía el mismo color que los ojos de Ellie, muy verdes cuando brillaba el sol y grises cuando les daba la sombra, igual que se habían oscurecido con la tristeza. Casarse con Ellie… era una locura. No podía creerse que lo estuviese pensando.

Era indiscutible que el matrimonio le solucionaría muchos problemas y, sin embargo, nunca se le había ocurrido pensar que Ellie sería perfecta en muchos sentidos. Era práctica y sensata, alguien que no se quejaría ni daría problemas cuando las cosas fuesen mal. También le vendría bien a Alice. Jack recordó cómo le había cambiado los pañales, cómo la había acunado y la había tomado en brazos. Ellie sabía tratar a los bebés y al ganado.

Desde luego no tenía nada que ver con Pippa, pero eso a lo mejor facilitaba las cosas. Además, sabía lo que él sentía hacia Pippa. Con Ellie no tendría que fingir, lo aceptaría como era, sin pedir nada a cambio. Sí, sería fácil vivir con ella. No era Pippa, pero era su amiga.

Siguió mirando el agua durante tanto tiempo que Ellie empezó a ponerse nerviosa. Debía de haberse vuelto loca cuando sugirió semejante cosa, pensó aterrada. Ya nada volvería a ser igual entre Jack y ella. Acabaría descubriendo que estaba aprovechando cualquier oportunidad para estar con él. Se sentiría incómodo y confuso y la evitaría constantemente. ¿Por qué no lo habría pensado mejor antes de hablar? No tenía la más mínima posibilidad de casarse con Jack. En ese momento, él debía de estar pensando una forma amable de decirle que era la última persona con la que se casaría. No podía soportar ese silencio ni un minuto más.

– Mira, será mejor que olvides lo que he dicho -explotó por fin-. Fue una tontería.

– No, no es ninguna tontería -dijo Jack para sorpresa de ella.

– ¿Entonces? -preguntó con voz temblorosa.

– Los dos necesitamos algún tiempo para pensarlo. El matrimonio es una decisión importante y no debemos precipitarnos hacia algo de lo que podríamos arrepentimos.

– ¿Qué sugieres? -la voz de Ellie parecía tranquila, pero en su interior todo temblaba al darse cuenta de que no la había rechazado.

– Que esperemos hasta después de la temporada de lluvias. Voy a hacer una oferta por Waverley Creek, pero necesita mucho trabajo durante un par de meses o tres, hasta que la casa esté habitable. Si te quedas con Kevin y Sue podrías ayudarme. Puede parecer una estupidez decir que necesitamos tiempo para conocernos cuando nos conocemos desde siempre, pero podríamos irnos acostumbrando a la idea de que nos vamos a casar, también sería una oportunidad para cambiar de idea si creemos que no iba a funcionar. Si después de ese tiempo seguimos pensando lo mismo, nos podríamos comprometer. ¿Te parece bien?

– Sí -dijo Ellie sin terminar de creerse que Jack estuviera considerando la posibilidad de casarse con ella-. Me parece muy bien.

Ellie, como en una nube, tomó su sombrero y siguió a Jack hasta donde estaban los caballos. Todavía aturdida agarró las riendas que él le acercó.

– Creo que sería mejor no decir nada a nadie -dijo Jack mientras se ponía el sombrero-. Ni siquiera a Lizzy

– A Lizzy, desde luego que no -asintió Ellie rápidamente. Lizzy se sentiría horrorizada si supiera que su hermana se iba a casar con un hombre que no la quería y haría todo lo posible por disuadirla-. ¿Qué vas a contarle?

– Que hemos pasado un rato muy agradable -Jack la observó mientras se montaba ágilmente sobre el caballo-. Además, es verdad. Por lo menos para mí.

«Ha pasado un rato muy agradable», pensó sorprendida.

Ellie era una persona con la que uno se sentía cómodo. Siempre conseguía que las cosas no solo pareciesen posibles, sino sencillas. De repente el futuro resultaba mucho más prometedor que cuando había salido de Bushman's Creek esa mañana, abrumado por Alice y por lo que sería mejor para la niña. Ya había tomado la decisión de comprar Waverley Creek y Ellie había propuesto una solución para los problemas de su hija. Jack sintió una gratitud enorme. La idea del matrimonio quizá no saliera adelante, pues él seguía pensando que Ellie se arrepentiría cuando lo pensase mejor, pero, por lo menos, era optimista acerca de su futuro, y, por primera vez desde que se enteró de la muerte de Pippa, se sentía menos triste y solo. Todo gracias a Ellie.

– Me alegro mucho de que me hayas acompañado -dijo Jack gravemente.

Ellie lo miró a los ojos y el corazón se le derritió ante la idea de que si se casaban, podría mirarlo así todos los días.

– Yo también me alegro.

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