Capítulo 3

LA DEPENDIENTA les mostró un espantoso traje color berenjena ante la insistencia de Raja de que debía casarse con un conjunto discreto.

– ¡No tiene nada que ver con mi estilo! -protestó Ruby.

– Pues elige algo deprisa -dijo él con impaciencia-. Muestra algo de iniciativa.

Raja no podía entender que le importara tanto qué ponerse cuando incluso en vaqueros y con un jersey azul estaba espectacular.

A Ruby le irritó que le pidiera que mostrara iniciativa cuando desde hacía más de una hora, tras encontrarse ya como futuro marido y mujer, no había aceptado ni una sola de sus sugerencias. Solo hacía un rato que habían firmado los documentos que les permitirían casarse por lo civil y ya quería estrangularlo.

Entrando en la tienda más exclusiva de la ciudad, Ruby repasó las perchas hasta encontrar un traje de chaqueta rojo.

– Voy a probarme este.

– Es un poco llamativo -dijo él, sonriendo.

– Has dicho que me harán fotografías y quiero que se me vea bien.

Ruby observó una vez más a Raja como si sus espectaculares rasgos y la profundidad de su mirada la hipnotizaran. Mientras la dependienta llevaba el traje al probador, él alzó la mano y recorrió el voluptuoso labio inferior de Ruby con su pulgar, recordando su maravillosa suavidad en contacto con sus propios labios. Ella se tensó y le dirigió una mirada de sorpresa al tiempo que intentaba ignorar el cosquilleo que le provocaba la caricia. Cuando él bajó la mano, ella le dijo en un susurro:

– Recuerda que esto no es más que un contrato entre nosotros.

Raja esbozó una sonrisa. Ruby Shakarian era una socia testaruda y mucho más atractiva que ninguna otra con la que hubiera sellado un acuerdo. Podía tratarse de un contrato para ella, pero en lo que a él concernía, eso no descartaba el sexo. Para él era lógico que una mujer atractiva despertara su libido, además de suponer una gran ventaja tratándose de un matrimonio en el que además, se exigía conseguir un heredero. Ni siquiera era necesario que tuviera sentimientos más refinados. De hecho, habiendo experimentado y sufrido el amor en el pasado, habiéndosele roto el corazón en una ocasión, consideraba mucho más conveniente que los sentimientos no formaran parte de la ecuación.

Aunque Ruby no lo creyera, sin embargo, su matrimonio iba a ser de lo más convencional. Él no estaba dispuesto a divorciarse porque hacerlo significaría reconocer que había fallado a su país. Tomó aire ante la dimensión de la responsabilidad que asumía, pero Raja al-Somari había descubierto hacía mucho tiempo que la vida casi nunca era justa. La realidad era que mucha gente dependía de que el príncipe y la princesa establecieran una relación con futuro y que un matrimonio que no lo fuera en todos los sentidos, no alcanzaría ese objetivo.

Durante los tres días que siguieron, Ruby estuvo demasiado ocupada como para tener tiempo de arrepentirse. Dejó su trabajo sin demasiado pesar e hizo una selección de sus pertenencias mientras Stella se lamentaba de perderla como compañera de casa y ponía un anuncio en el quiosco de prensa local.

Un día antes de la boda, Hermione fue enviada junto con su juguete favorito a Ashur, y la mirada de miedo que había dirigido a Ruby desde la jaula en la que la trasportaban, le robó el sueño a su dueña.

La boda tuvo lugar en una habitación del hotel, con la más absoluta discreción. Dos diplomáticos actuaron como testigos, mientras que Stella acompañó a Ruby. Cuando llegó al lado de Raja se quedó sin aliento al verlo con el cabello engominado y un elegante traje mil rayas. La miró con semblante serio y una vez más a Ruby le inquietó no tener ni idea de lo que estaba pensando. Para cuando el juez de paz empezó la ceremonia, el corazón le latía aceleradamente. Raja le puso una alianza que le quedaba demasiado grande, por lo que para Ruby no cumplió la función de hacerle sentirse casada.

«Objetivo conseguido», pensó Raja, alegrándose de que la novia no hubiera cambiado de idea en el último minuto. Observó su perfil con aprobación. Aunque pareciera frágil como una flor tenía un interior de hierro, y habiendo dado su palabra, la había cumplido.

Uno de los diplomáticos estrechó la mano de Ruby y se dirigió a ella como «Alteza», un título al que dudaba que llegara a acostumbrarse.

– Me cuesta imaginarte como princesa -dijo Stella con una risita nerviosa.

– Dale tiempo -comentó Raja.

– No voy a cambiar, Stella -dijo Ruby, ruborizándose.

– Ya verás como sí -la contradijo el príncipe con vehemencia, conduciendo a la novia hasta una mesa con un arreglo floral donde iban a ser tomadas las fotografías-. Vas a cambiar de vida y estoy seguro de que te acostumbrarás pronto. Sonríe.

– Raja -dijo ella en un susurro, aprovechando que él inclinaba la cabeza en su dirección-. Deja de darme órdenes.

Raja se limitó a sonreír, burlón. Ruby no aguantaba que la mandaran y Raja al-Somari no hacía otra cosa. No parecía comprender que aunque pudiera cometer algunos errores, por el bien de ambos estaba decidida a aprender con celeridad.

Alzando la barbilla en un gesto de dignidad, Ruby se despidió de Stella con un abrazo, prometió llamarla y subió a la limusina que los llevaría al aeropuerto. Ruby habría querido cambiarse, pero Raja le dijo que mientras actuara de princesa consorte debía vestir de manera acorde a su papel. La imagen de sí misma en un coche, intentando zafarse de Steve hacía apenas una semana, la asaltó en un momento de incredulidad ante el giro copernicano que había sufrido su vida. Y solo consiguió relajarse al recordar que no era la esposa de Raja más que en papel.

Al subir al lujoso avión y ver las miradas de curiosidad del personal se dio cuenta de que, efectivamente, su nuevo estatus iba a exigir ciertos cambios en su comportamiento.

Así, en lugar de quitarse los zapatos y acurrucarse en el asiento, tal y como habría hecho espontáneamente, se descubrió sentándose con las rodillas pegadas y muy erguida.

Al poco de despegar, Raja le puso una carpeta delante.

– Mi personal te ha preparado fotografías y detalles de los principales miembros de las dos familias y de varios personajes relevantes de la sociedad.

– ¿Deberes? -bromeó Ruby-. Yo que creía que se habían acabado al terminar el colegio…

– Una preparación cuidadosa te facilitará la transición.

A Ruby le pareció asombroso que la creyera capaz de memorizar tantos nombres y caras; o que leyera en detalle los voluminosos documentos sobre la historia de ambos países. Después de un ligero almuerzo, abandonó la carpeta y observó de soslayo a Raja, que trabajaba en su ordenador. Sus largas pestañas proyectaban una sombra sobre sus mejillas, y cada vez que sus ojos se volvían hacia ella con su brillo dorado, Ruby sentía que se le cortaba la respiración. Era tan guapo que era imposible no admirarlo. Eso era todo. No se trataba de que le gustara personalmente. A cualquier mujer le habría pasado lo mismo.


En cierto momento, él salió de la cabina y volvió vestido con una túnica y un tocado que se sujetaba a la cabeza con un cordón dorado y negro.

– Pareces salido de una película antigua -dijo ella, impresionada con la transformación, que le daba un aire majestuoso.

– En Najar es el traje habitual -explicó él-. En mi país no sigo las costumbres occidentales.

Ese comentario puso alerta a Ruby, que no pudo evitar preguntarse hasta qué punto eso era verdad no solo de su aspecto externo, sino también de sus actitudes.

Al cabo de unos minutos, Raja le anunció que aterrizarían en media hora y que ella sería conducida a Ashur, donde él se reuniría con ella más adelante.

– ¿Voy a estar sola en Ashur? -preguntó Ruby con incredulidad.

– Solo un par de días.

– ¿No se supone que hoy es nuestra noche de bodas?

– ¿Eso es una proposición? -dijo él, esbozando una sonrisa seductora.

– ¡Por supuesto que no! -dijo ella, ruborizándose.

– Entonces da lo mismo. Nadie sabe la fecha exacta de la boda.

Ruby tomó aire profundamente, preguntándose si no se trataría de una provocación.

– ¿Cómo que da lo mismo? ¿Te parece normal dejarme sola con un montón de desconocidos? Ni conozco a nadie, ni se hablar la lengua local ni sé cómo actuar -gritó airada. La azafata que entraba en ese momento, volvió a la parte trasera discretamente-. ¿Cómo puedes abandonarme así?

Raja la miró con desaprobación. Era evidente que Ruby no tenía ni idea de la organización que era precisa para cubrir su seguridad, y que no había lugar para la improvisación.

– ¿Qué quieres decir con que te abandono?

Ruby se avergonzó de estar sonando tan melodramática. Frunció los labios y dijo:

– Se supone que eres mi marido. Raja arqueó las cejas.

– Creía que solo interpretábamos un papel.

– ¡Pues eres muy mal actor! -exclamó ella, enfureciéndose-. Un marido debe apoyar a su mujer. No sé cómo ser una princesa y no quiero ofender a nadie. ¡Necesito que me aconsejes!

Tomado por sorpresa por aquel arrebato de inquietud de Ruby, Raja la miró con severidad.

– Me temo que por cuestiones de seguridad no puedo cambiar los planes en el último minuto.

Súbitamente avergonzada por haber perdido los nervios, Ruby recuperó la compostura y dijo con calma.

– Está bien, no te preocupes. Seguro que no pasa nada. Estoy acostumbrada a estar sola.

A partir de ese momento guardó silencio, irritada consigo misma por tener expectativas absurdas, como pensar que Raja la apoyaría, cuando no conocía ningún hombre que ofreciera su apoyo espontáneamente. Él tenía sus prioridades, que no tenían nada que ver con las de ella. Tal y como le había recordado, tanto el matrimonio como la relación en sí misma eran una pura farsa. De hecho, eso era lo que ella misma había exigido. Sus sensuales labios describieron una curva descendente. Era evidente que si no se acostaba con él, Raja no se consideraba atado a ella; así que, como había sucedido siempre a lo largo de su vida, Ruby estaba sola…

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