11

Los gemelos se quedaron dormidos poco después.

Se habían llevado un buen susto, pero al sentirse de nuevo a salvo con Matt y Erin, se habían quedado tan relajados que no habían podido aguantar despiertos. La barca fue remolcada hasta el puerto. Una vez allí, secaron a los muchachos y los llevaron a casa.

Charlotte no estaba.

– Fui tan duro con ella, que no creo que vuelva- le explicó Matt a Erin mientras metían a los gemelos a la bañera, llena de agua caliente.

– Lo siento mucho, Matt- dijo Erin.

– No tienes por qué. Creo que al fin ha pasado lo que tenía que pasar.

Después acostaron a los niños en la misma cama y se quedaron contemplándolos hasta que ambos se quedaron dormidos, abrazados a su querido Tigger.

Luego fueron a cambiarse ellos también de ropa y, justo cuando los primeros rayos de sol empezaba a iluminar la casa, ambos se encontraron en el salón, donde todavía ardían las ascuas del fuego que había prendido Charlotte la noche anterior.

Erin, que todavía no se había comprado ningún camisón, llevaba puesto aquello enorme pijama de franela que le hacía diez años mayor.

Entonces Matt recordó la angustia que había sentido al verla saltar al agua. Por un momento había pensado que iba a perderlos a los tres.

Aquella sensación había sido insoportable, como insoportable estaba siendo la espera para lo que llevaba tiempo deseando hacer.

– Cásate conmigo, Erin.

Ella se lo quedó mirando fijamente.

– ¿Qué…me case contigo?

– Eso es lo que he dicho- aseguró él, abrazándola.

Y cuando sintió el cuerpo de ella contra el de él, se dijo a sí mismo que nunca volvería a separarse de ella.

La amaba tanto…¿Cómo no se habría dado cuenta antes?. La amaba más que a nada en el mundo. Pero justo entonces, ella lo echó hacia atrás y lo miró preocupada.

– Matt, debe ser por el shock que hemos surgido todos. Te recuerdo que a quien quieres es a Charlotte.

– No es cierto. Nunca he querido de verdad a Charlotte- dijo, fijándose en el anillo de compromiso que ella había arrojado indignada, durante su discusión, sobre la mesita del salón. Y ya lo ves, ella tampoco me quiere ya a mí. Me ha devuelto el anillo.

– Y ahora…¿quieres que me lo ponga yo?

Él sacudió la cabeza.

– De ningún modo- dijo, volviendo a abrazarla. Te compraré otro. Tú y charlotte sois completamente diferentes. Y he sido un tonto por no darme cuenta antes de que es a ti a quien amo. Te quiero, Erin, y tu anillo lo compararemos juntos. Será un anillo lleno de colorido, como eres tú.

– Matt…

Él besó el pelo mojado de ella y luego, sin poder resistir más, la besó en la boca. Fue un beso lleno de promesas.

– ¿Sí, amor mío?- dijo él con voz ronca por el deseo.

– Matt…-comenzó a decir ella, todavía preocupada, pero yo no puedo abandonar a los gemelos.

Así que era lo que la preocupaba, pensó Matt. Inmediatamente dio un grito de alegría y la levantó en volandas, comenzando a dar vueltas sobre sí mismo.

– ¿Los gemelos?. Erin, yo quiero a los gemelos como si fueran mis hijos. Además, sé que tú y ellos sois inseparables, así que me quedaré con todo el lote.

– ¿Quieres…quieres decir que los adoptarás?

– Los dos los adoptaremos.

Entonces ella, al mirarlo a los ojos y ver que estaba hablando con sinceridad, sintió una alegría inmensa.

Ël la dejó entonces en el suelo y le agarró las manos mientras la miraba fijamente a los ojos.

– ¿Te casarás conmigo?

Ella se moría por responder que sí, pero antes quería aclarar ciertas cosas.

– Matt, tú vida se convertirá en un caos.

– Me he dado cuenta de que me encanta el caos.

– Pero a ti te encantan las cosas de tu madre- miró a su alrededor. Esta alfombra…las figuritas de porcelana…te advierto que con los gemelos viviendo aquí, habrá accidentes yla casa perderá el aspecto reluciente que tiene ahora.

Como respuesta, él agarró una figurita de porcelana y la dejó caer. La figurita, en cuanto tocó el suelo, se rompió en mil pedazos.

A continuación, Matt agarró el atizador de la chimenea y escribió sobre la alfombra: Matt quiere a Erin.

– ¡Matt, eso es una gamberrada!. Si fuera tu madre, te daría ahora mismo una buna zurra.

– ¿Quieres intentarlo?- bromeó él, mirándola con ojos enamorados.

– ¡Matt McKay!

– ¿Qué pasa, Erin Douglas?. ¿Vas a casarte conmigo o quieres que siga destruyendo figuritas de porcelana?

– No, lo mejor será guardarlas para dárselas como regalo de boda a Charlotte y Bradley- dijo Erin.

– Veo que eres una mujer muy práctica- comentó él, volviendo a abrazarla. Eres la loca más sensata que he conocido nunca. Te quiero, Erin. Así que, ¿vas a decirme que aceptas casarte conmigo o me obligarás a besarte hasta que digas que sí?

– Pues entonces, acepto, pero solo para evitar que me beses- bromeó ella.

– Tengo malas noticias para ti. Pensaba hacerlo de todos modos.

Загрузка...