EPILOGO

Y allá en los Cielos apareció una gran maravilla; una mujer vestida con el sol, y la luna bajo sus pies y la cabeza rodeada por una corona de doce estrellas.


REVELACIONES DE SAN JUAN

NOELLE

Noelle Beavier había cumplido precisamente diecinueve años en el momento del accidente. Vivía con su madre de forma más o menos anónima en una pequeña ciudad agrícola perteneciente al cinturón cerealístico del Medio Oeste americano.

Jamás había visto un choque de automóvil como aquél en el cruce de la Vandemeer Avenue.

Perturbó y entristeció a Noelle haciendo brotar lágrimas de sus suaves ojos azules; le causó una sensación abrumadora de náuseas.

¿Cómo se toleraba que ocurriera un accidente tan horrible en la Vandemeer Avenue?

¿Cómo podía haberlo permitido un Padre justo y amante?

Por primera vez en su vida, Noelle sintió una tremenda duda sobre los designios contradictorios de Dios. Tornó lentamente la mirada hacia aquellos restos retorcidos de un modo increíble.

La rubia, de un color amarillo brillante había chocado a una velocidad excesiva y sumamente peligrosa contra un macizo castaño. El inflexible árbol partió en dos con suma facilidad al coche de frágil construcción, atravesando primero el bloque del motor, luego, los asientos delanteros y segundo hasta detenerse por último en el asiento tercero o espacio para equipaje. Casi parecía estar creciendo allí mismo.

El conductor y su joven esposa murieron al instante en los asientos delanteros. Tres niños de corta edad resultaron también muertos. Una cuarta niña muy pequeña con babuchas y pijama había sido proyectada fuera del vehículo y estaba tendida sobre el césped de alguien, llorando sin ruido mientras la atendían los hombres y mujeres de la vecindad que habían acudido presurosos al escenario del trágico accidente.

Finalmente, Noelle no pudo soportar por más tiempo tanto horror y sufrimiento.

Así pues, dio media vuelta y se alejó dejando atrás el desolador espectáculo, la insufrible tristeza, los aullidos de las sirenas de coches policiales que se aproximaban veloces.

Entonces, cuando Noelle se había distanciado lo suficiente para evitar que nadie de la multitud se apercibiera… rezó hasta devolver la vida a la familia perdida. Noelle hizo resucitar a la familia tal como hiciera otrora Jesús con Lázaro.

Este fue el primero de sus milagros.

Cuando la encantadora joven se alejaba más y más del lugar, no pudo apercibirse de que se la vigilaba pese a sus esfuerzos para eludir la detección y los problemas de la notoriedad.


Un único par de ojos curiosos siguieron a Noelle Beavier a lo largo de la umbrosa calle franqueada por robles. Durante todo el camino hasta su casa.

Ojos relumbrantes, rojizos..

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