3

Connie Rosolli maneja la oficina de fianza de mi primo Vinnie. Connie es un par de años más vieja que yo. Tiene el pelo grande, las tetas grandes, y una mecha corta. Y probablemente podría darme una patada en el culo de aquí al centro de Trenton. Lo bueno para mí, es que Connie nunca se siente obligada a patearme el culo porque Connie y yo somos amigas.

Llamé a Connie y le pedí que comprobara las cuentas de agua y electricidad de Claws. Entre las búsquedas de computadora semiclandestinas y la red muy unida de mujeres del Burg que aman servir, no hay mucha información a la que Connie y yo no podamos tener acceso.

Apenas le había cortado a Connie cuando mi teléfono celular sonó. Era mi madre.

– Ayuda, -dijo.

Podía oír una cantidad de gritos histéricos al fondo.

– ¿Qué pasa?

– Valerie se hizo una de esas pruebas de embarazo casera, y ahora se ha encerrado en el cuarto de baño.

– No te preocupes. Saldrá cuando le dé hambre.

– ¡Es nuestro único cuarto de baño! Tengo a dos niños en casa por las vacaciones en la escuela, una vieja señora con una vejiga mala, y tu padre. Todo el mundo tiene que usar el cuarto de baño.

– ¿Y?

– ¡Has algo! Pégale un tiro a la cerradura.

Ahora si yo fuera la clase de hermana buena y una hija cariñosa, tendría compasión por Valerie. Estaría preocupada por su salud física y emocional. La fea verdad es que Valerie siempre fue la niña perfecta. Y yo era la niña que tenía la rodilla pelada, que constantemente suspendí en ortografía, y vivía en Lala Land. Toda mi infancia fue una experiencia extracorporal. Incluso como adultas, Valerie tuvo el gran matrimonio y dio a luz a dos nietas. Yo tuve el matrimonio del infierno que se terminó antes de que mi padre pagara el banquete de bodas. Entonces, amo a mi hermana y le deseo bien, pero es duro no sonreír de vez en cuando ahora que su vida está en el inodoro.

– Uh-oh, -dijo Diesel-. No estoy seguro de sí me gusta esa sonrisa.

– Fue un pequeño desliz. Ahora, necesito que me ayudes con un problema doméstico. Necesito abrir una cerradura.

– Algún día debería mostrarte algunas de mis otras habilidades.

Ah muchacho. Nunca es bueno cuando un hombre comienza a hablar de sus habilidades. Antes de que lo sepas estarás en el garaje mirando una demostración de herramientas eléctricas. Y después de que todas las herramientas eléctricas sean aceleradas al máximo, sólo quedará una que sacar de la caja. Un día debería hacerse un estudio del efecto de la producción de testosterona en presencia de una sierra de carpintería.

Todos estaban amontonados fuera del cuarto de baño cuando llegué a la casa de mis padres. Mary Alice galopaba en círculos y el resto de mi familia alternativamente se paseaba, gritaba y machacaba la puerta.

– Bastante asombroso, -me dijo Diesel-. Estoy todo el tiempo maravillado de cómo una familia puede estar al tope de la disfunción y la locura y todavía trabajar tan bien como una unidad. ¿Quieres que yo abra la puerta?

– No. -Temí que todos salieran corriendo y alguien fuera pisoteado en la estampida. Bajé a la cocina y fui a la puerta trasera. Había un pequeño techo sobre la escalera de atrás, y se extendía hasta la ventana del cuarto de baño. Cuando yo era niña solía escaparme por la ventana del cuarto de baño para pasar el rato con mis amigos-. Empújame hacia arriba, -dije a Diesel-. La sacaré por la ventana. Luego puedes abrir la puerta.

Diesel entrelazó sus dedos, puse mi pie en sus manos, y él me levantó para cubrir el nivel. Trepé en el techo y lo miré hacia abajo. Era impresionantemente fuerte.

– ¿Puedes detener un tren de carga desbocado? -Pregunté.

– Un tren de carga probablemente no. Ese sería Supermán.

Miré por la ventana a Valerie. Estaba sentada sobre la tapa del inodoro, contemplando la pequeña tira de prueba. Alzó la vista cuando la llamé.

– Abre, -dije-. Hace frío aquí.

Ella presionó su nariz en la ventana y miró hacia fuera.

– ¿Estás sola?

– Con Diesel.

Ella miró abajo al piso, y Diesel le hizo un gesto. Fue una curva estúpida del dedo meñique.

Valerie abrió la ventana, y trepé adentro.

– ¿Qué sucede? -Pregunté.

– ¡Mira mi tira de prueba!

– Tal vez está equivocada.

– Es la quinta vez que me la hago. Siguen saliendo positivas. Estoy embarazada. Estoy malditamente embarazada. Albert Kloughn me dejó embarazada.

– ¿No tomaste precauciones?

– No, no tomé precauciones. ¡Míralo! Parece una barra de pan de levadura justo antes de que lo hornees. Es suave y blanco y totalmente sin sustancia. ¿Quién habría pensado que tendría esperma? ¿Sabes a qué se parecerá este pobre niño? -lloró Valerie-. Se parecerá a un rollo de comida.

– Tal vez no es tan malo. Pensé que estabas ansiosa por casarte.

– Estaba ansiosa de casarme, no de embarazarme. Y no quiero casarme con Kloughn. Él vive con su madre, por Dios. Y no gana dinero.

– Es abogado.

– Persigue ambulancias calle abajo. Igual podría ser un pastor alemán.

Era cierto. Kloughn estaba atravesando un período difícil para establecerse en su profesión y había recurrido a escuchar la radio policíal.

– Una mujer tiene opciones estos días, -dije.

– ¡No en esta familia! -Valerie se paseaba y agitaba los brazos-. Somos Católicos, por amor de Dios.

– Sí, pero tú nunca vas a la iglesia. No es como si tuvieras religión.

– ¿Sabes qué queda cuándo la religión se va? ¡La culpa! La culpa nunca se va. Tendré que aguantar la maldita culpa por el resto de mi vida. ¿Y qué hay de Mamá? No bien mencione el aborto, y se santiguará hasta que su brazo se caiga.

– No le dígas. Díle que la tira salió negativa.

Valerie dejó de pasear y me miró.

– ¿Te harías un aborto?

So. ¿Yo? Me tomé un segundo para pensarlo.

– No sé, -dije-. Tengo problemas con las relaciones. Lo más cercano que he estado al parto es comprar un hámster.

– Está bien, -dijo Valerie-. Suponte que Rex nunca nació. Supón que la mamá hámster abortó y Rex fue arrojado junto con la cama sucia de la caseta en la jaula de hámsters del criador.

Dolor agudo al corazón.

– Cuando lo pones de ese modo…

– Es todo culpa suya, -dijo Valerie-. Voy a encontrarlo. Voy a seguirle la pista, y a mutilarlo.

– ¿A Kloughn?

– No. A la mierda de mi ex-marido. Si él no se hubiera escapado con la canguro esto nunca habría pasado. Éramos tan felices. No sé que fue lo que salió mal. En un momento éramos una familia y luego la siguiente cosa que supe es que estaba en el armario de los abrigos con la canguro.

– ¡Ábre! -gritó la Abuela del otro lado de la puerta-. Tengo que entrar. Enciérrate en algún otro cuarto.

– Sólo porque tienes un bebé no quiere decir que tengas que casarte con Kloughn, -dije. Aunque yo realmente pensaba que Valerie podría haberlo hecho mucho peor que con Albert Kloughn. Me gustaba Kloughn. No era un tipo alto, guapo, super seductor, pero ponía empeño en todo, era encantador con Valerie y las niñas, y parecía haber un genuino cariño entre todos ellos. Yo ya no estaba segura de que forjaba un buen matrimonio. Tenía que haber amor, por supuesto, pero había tantos tipos diferentes de amor. Y claramente, cierta clase de amor aguantaba más que otros. Valerie y yo pensabamos que habíamos encontrado los amores de nuestras vidas, y miren donde nos llevó eso.

– Zapatos, -dije a Valerie-. Cuando tengo dudas, encuentro que siempre ayuda si me compro un nuevo par. Deberías ir de compras.

Valerie miró la puerta.

– Podría aprovechar un nuevo par de zapatos, pero no quiero salir por ahí.

– Usa la ventana.

Valerie trepó fuera de la ventana, llegó al borde del techo y vaciló.

– Esto da miedo.

– No es muy complicado, -dijo Diesel-. Sólo cuelga tu trasero por el borde, y te bajaré.

Valerie me miró hacia atrás.

– Confía en él, -dije. Confía en Supermán, el Hombre araña, E.T., el Fantasma del Presente de Navidad… quién diablos fuera.

– No sé, -dijo Valerie-. Parece un poco alto. No me gusta como se ve. Tal vez necesito volver a la casa. -Valerie dio vuelta hacia la ventana, y su pie resbaló en el techo de tabla-. Eeeeee, -chilló, agitando los brazos, y agarrándome por mi chaqueta-. ¡Socorro! ¡Socorro!

Ella me jaló bruscamente hacia adelante, y ambas perdimos el equilibrio, azotándonos de golpe en el techo, y rodamos por el borde, juntas. Chocamos violentamente contra Diesel, y los tres nos caímos al suelo.

Diesel estaba de espaldas, yo encima de él, y Val encima mío. Toda la familia salió corriendo por la puerta trasera y se apiñó alrededor de nosotros.

– ¿Qué sucede? -Quiso saber la Abuela-. ¿Es alguna nueva cosa sexual?

– Si ella brinca en el montón, salgo de aquí, -dijo Diesel.

– ¡Llamen al 911! -dijo mi madre-. Qué nadie se mueva… sus espaldas podrían estar rotas. -Ella miró abajo a Valerie-. ¿Puedes mover tus dedos del pie?

– No abriste el cuarto de baño, -dijo mi padre a Valerie-. Alguien tiene que volver y abrir el cuarto de baño.

– ¡Frank! Te dije que llamaras al 911.

– No necesitamos al 911, -dije-. Sólo necesitamos que Valerie salga de encima mío.

Mi madre tiró a Valerie para que se levantara.

– ¿El bebé está bien? ¿Te lastimaste? No puedo creer que salieras por la ventana.

– ¿Y yo? -Dije-. También me caí.

– Tú siempre te caes, -dijo mi madre-. Saltaste del techo del garaje cuando tenías siete años. Y ahora la gente te dispara. -Sacudió su dedo hacia mí-. Eres una mala influencia para tu hermana. Ella nunca solía hacer cosas como ésta.

Yo todavía estaba encima de Diesel, y algo lo disfrutaba.

– Sabía que cambiarías de opinión, -me dijo Diesel.

Entrecerré mis ojos.

– No he cambiado de opinión.

Mi busca zumbó en mi cintura. Rodé de Diesel y comprobé la lectura. Era Randy Briggs. Me levanté y entré en la casa para usar el teléfono mientras Diesel subía a abrir la puerta del cuarto de baño.

Mi padre siguió a Diesel al cuarto de baño.

– Mujeres, -dijo mi padre-. Siempre encuentran una forma mejor.

Yo esperaba en la puerta cuando Diesel bajó.

– Randy tiene una entrevista de trabajo, -dije-. Está en camino. Tengo la dirección.

– ¿Y las compras? -preguntó Valerie.

– Tú tienes que ir de compras, -dije-. Yo tengo que encontrar a Sandy Claws. ¿Y por qué no estás trabajando?

– No quiero ver a Albert. No sé que decirle.

– Estoy perdido, -dijo Diesel-. ¿Qué tiene que ver Albert con el trabajo?

– Es el jefe de Valerie.

– Esto es como mirar los programas diurnos, -dijo Diesel.

– Mírate, -me dijo mi madre-. Es casi Navidad y no llevas puesto nada rojo. -Tomó un alfiler con forma de Árbol de Navidad de su blusa y lo prendió en mi chaqueta-. ¿Compraste tu árbol por lo menos? -preguntó.

– No he tenido tiempo para buscar un árbol.

– Tienes que hacerte el tiempo, -dijo mi madre-. Antes de que lo sepas tu vida acabará y estarás muerta ¿y luego qué?

– Tú tienes un árbol, -dije-. ¿Por qué no puedo usar el tuyo?

– Muchacha, no sabes mucho, -dijo mi Abuela.

Diesel estaba parado en sus talones, con las manos en sus bolsillos, sonriendo otra vez.

– Vete al coche, -dije a Diesel-. Y deja de sonreír.

– Es Navidad, -dijo Diesel-. Todo el mundo sonríe en Navidad.

– Espera aquí mismo, -dijo mi madre-. Déjeme envolverte una bolsa para el almuerzo.

– No tengo tiempo, -dije a mi madre-. Tengo que irme.

– ¡Sólo tomará un minuto! -Ella ya estaba en la cocina, y podía oír el refrigerador abrirse y cerrarse y cajones abriéndose y cerrándose. Y mi madre volvió con una bolsa de comida.

– Gracias, -dije.

Diesel miró la bolsa y sacó una galleta.

– Chip de chocolates. Mis favoritas.

Tenía el presentimiento de que cada galleta era la favorita de Diesel.

Cuando estábamos en el coche, giré hacia Diesel.

– Quiero saber sobre ti.

– No hay mucho que decir. Si no hubiera caído en tu cocina no tendríamos esta conversación. Si me encontraras en la calle simplemente pensarías que era otro tipo.

– Entonces eres fuerte y puedes abrir cerraduras. ¿Algo más en lo que eres especialmente hábil?

Diesel me sonrió.

– Todos los hombres piensan eso, -dije.

Diesel frenó en Hamilton Avenue y giró a la izquierda.

– ¿Qué pasará cuándo encuentres a Claws?

– Lo entregaré a la policía. Luego mi primo Vinnie probablemente irá a la cárcel y pagará la fianza de Claws por segunda vez.

– ¿Por qué haría eso Vinnie?

– Cobra más dinero. Claws tiene un negocio local, y él ha dado su casa como garantía, así que es un buen riesgo para Vinnie.

– ¿Y si Claws no quiere ser entregado a la policía? ¿Le dispararás?

– Casi nunca le disparo a la gente.

– Esto debería ser divertido, -dijo Diesel.

Le lancé una mirada cortante.

– ¿Hay algo que no me dices?

– Muchas cosas.

Me llevé el dedo a mi parpado inferior.

– ¿Te pasa algo? -él preguntó.

– Tengo una contracción nerviosa en el ojo.

– Apuesto que se iría si compraras un Árbol de Navidad.

– Bien. ¡Está bien! Conseguiré un Árbol de Navidad.

– ¿Cuándo?

– Cuando tenga tiempo. Y tú conduces demasiado lento. ¿Dónde aprendiste a conducir, en Florida?

Diesel frenó el coche en medio de la calle.

– Respira profundo.

– ¿Qué haces? ¿Estás loco? ¡No puedes llegar y detenerte en medio de la calle!

– Respira profundo. Cuenta hasta diez.

Respiré, y conté hasta diez.

– Cuenta más despacio, -dijo Diesel.

El tipo detrás de nosotros tocó la bocina, y apreté mis nudillos. Mi ojo se retorcía como loco.

– Esto no funciona, -dije-. Vas a hacer que me de un ataque cardíaco. La gente en Jersey no reduce la velocidad.

– Nos afirmamos en el tráfico, -dijo Diesel-. Mira, el coche delante de nosotros está a corta distancia y no se mueve. La única forma de conducir más rápido sería hacerlo por la acera.

– ¿Cuál es tu punto?

– No puedo conducir por la acera.

– Entonces has algo sobrenatural, -dije-. ¿No puedes inclinar el coche de lado o algo así? Lo hacen en el cine todo el tiempo.

– Lo siento, suspendí en levitación.

Esa es mi suerte, consigo a un tipo que suspendió en levitación.

Veinte minutos más tarde, nos estacionamos en un pequeño lugar apartado frente a la entrada principal de la oficina. Un letrero provisional en la ventana anunciaba ADMISIÓN INMEDIATA PARA EXPERTOS FABRICANTES DE JUGUETES. Quise echarle una mirada más de cerca, así que dejamos el coche y cruzamos la calle.

Nos paramos en la acera y miramos por la sucia ventana de vidrio. Dentro, el lugar estaba de pared a pared con personas pequeñas.

– ¿Son elfos? -Pregunté a Diesel-. No veo ningúna oreja puntuda.

– Es díficil de decir a esta distancia, además oí en algún sitio que los elfos no obligatoriamente tienen las orejas puntiagudas.

– Entonces los elfos podrían circular en nuestro entorno, disfrazados como ciudadanos normales, a diario, cuestionándonos.

Diesel me miró e hizo una mueca.

– En realidad no crees en elfos, ¿cierto?

– Por supuesto que no, -dije. Pero la verdad era que ya no sabía en qué creía. Quiero decir, ¿qué demonios era Diesel? Y si creía en Diesel… ¿por qué no creer en elfos?-. ¿Ves a Briggs? -Le pregunté.

– Está al fondo, hablando con un tipo mayor con un sujetapapeles. Y no veo a Claws.

Miramos por un momento más, luego nos fuimos al Jag y nos ocupamos de la bolsa de comida de mi madre. Al rato Randy Briggs salió, caminó media cuadra, y entró por el lado de pasajeros de un coche estacionado. El coche arrancó, y lo seguimos. Antes de que hubiéramos recorrido dos calles mi teléfono celular sonó en mi bolso.

– Jesús, ¿me estás siguiendo en un Jag? -preguntó Briggs-. Ustedes los cazadores de recompenzas deben ganar bien para andar paseándose en un Jag.

– Diesel no es un cazarrecompensas. Es un extraterrestre o algo así.

– Sí, lo que sea. Hombre, nunca he visto a tantas personas pequeñas en un lugar. Fue como si hubiesen salido del [8]maderamen. Pensé que conocía a todos en el área, pero no conocía a ninguno de estos tipos.

– ¿Te contrataron?

– Sí, pero no voy a hacer juguetes. Conseguí un trabajo en la oficina, estableciendo un Sitio Web.

– ¿Y Claws?

– No lo vi. Nadie me dijo nada sobre alguien llamado Claws. Comienzo a trabajar mañana. Tal vez lo veré en la fábrica.

– ¿Fábrica?

– Sí, eso es lo que es… una pequeña fábrica de juguetes. Van a hacer juguetes hechos a mano y anunciarán que fueron hechos por elfos. Bastante bonito, ¿hunh?

– ¿Crees que una cierta cantidad de esa gente pequeña hoy realmente eran elfos?

Hubo una pausa donde pude imaginarme a Briggs mirando boquiabierto el teléfono.

– ¿Qué eres, una chiflada? -dijo finalmente.

– Ahora, ¿dónde quedá esa fábrica? -Pregunté a Briggs.

– Está en un complejo industrial fuera de la Ruta 1. No vas a fastidiarme este trabajo, ¿verdad? es un trabajo de ensueño. La paga es buena y el tipo que me contrató me dijo que los inodoros son todos hechos para personas pequeñas. No tendré que subirme en un taburete para orinar.

– No voy a fastidiártelo. ¿Cuál es la dirección?

– No te la diré. No quiero perder el trabajo. -Y colgó.

Miré a Diesel.

– Cuando el coche delante de nosotros se detenga y Briggs salga, quiero que lo atropelles.

– En serio me gustaría hacerlo, pero entonces tal vez estaría muerto y no podríamos seguirlo al trabajo mañana.

Eché un vistazo a la bolsa casi vacía de comida colocada entre mis pies, y tuve una idea.

– ¿Qué hace Elaine con todas sus galletas? -Pregunté a Diesel.

– ¿Es una pregunta capciosa?

– Ella dijo que horneaba galletas todos los días. Montones de galletas, si la cantidad de ayer fue algún indicador. ¿Entonces qué hace con ellas? No tienen familia en el área. Sandy no estaba en casa. ¿Se las come todas ella misma?

– Tal vez las regala.

– Gira, -dije-. Vuelve al lugar de empleo.

Nos tomó menos de cinco minutos regresar a la entrada principal de la oficina.

– Espérame aquí, -dije-. Sólo estaré un minuto. -Salté del coche, crucé la calle y entré en la oficina. Todavía estaba a reventar con personas pequeñas pero ahora todos llevaban puestas orejas falsas de elfo. Estaba a aproximadamente tres metros de los falsos elfos cuando me percaté que el cuarto se había quedado completamente silencioso.

– Hola, -dije alegremente-. Vi el letrero en la ventana, y me gustaría solicitar un puesto de trabajo.

– Eres demasiado grande, -dijo alguien detrás mío-. Estos empleos son para elfos.

– Eso no es justo, -dije-. Lo podría reportar por discriminación de altura. -No estaba exactamente segura de quién era responsable por la discriminación de altura, pero me pareció que debería haber alguna agencia en alguna parte que se ocupara del asunto. Quiero decir, ¿dónde están los resguardos para las masas? ¿Dónde están las defensas para las personas comunes?

– No queremos a los de su clase aquí, -dijo alguien más-. Salga.

– ¿Mi clase?

– Grande y estúpida.

– ¡Oye! Escúchame, pequeño…

Una galleta apareció volando por el aire y me golpeó detrás de la cabeza. Miré hacia abajo la galleta. ¡Pan de jengibre!

– ¿De dónde vino esa galleta? -Pregunté-. ¿Tienes más? ¿La hermana de Sandy, Elaine, la hizo?

– ¡Agárrenla! -gritó alguien, y fui golpeada con una andanada de galletas. Venían de todas partes. Pan de jengibre, mantequilla de maní, masa de chocolate. Los elfos estaban enloquecidos, gritando y pululando alrededor mío. Fui golpeada en la frente con una helada galleta de mantequilla, y alguien me mordió detrás de la pierna. Tenía elfos colgando como garrapatas en un perro.

Sentí que Diesel surgía rápidamente desde atrás. Me abrazó, sosteniéndome apretada contra él, y me arrastró de allí con mis pies a dos pulgadas del suelo. Sacaba elfos a patadas del camino mientras avanzaba, en ocasiones agarrando a uno por la camisa y lanzándolo a través del cuarto. Llegó a la acera, cerró la puerta de golpe, e hizo su cosa mágica en la cerradura, atrapando a los elfos dentro.

Un pequeño elfo con la cara retorcida de furia se apretaba contra las grandes ventanas de cristal, fulminándonos con la mirada, gritando amenazas de elfo, con su regordete y pequeño dedo del medio de elfo extendido. Dentro, el cuarto era una ruina. Las mesas y las sillas volcadas, y galletas destrozadas por todas partes.

Diesel me bajó, me tomó de la mano, y me jaló hacia el coche.

– ¿Qué diablos pasó? -preguntó-. Nunca he visto nada como eso. Un cuarto entero llenó de gente pequeña enfurecida. Fue jodidamente aterrador.

– Creo que eran elfos. ¿Viste sus orejas?

– Sus orejas eran falsas, -dijo Diesel.

Me deslicé en el asiento de pasajeros y dejé escapar un suspiro.

– Lo sé. Es sólo que no quiero tener que decirle a nadie que fui atacada por una horda enojada de gente pequeña. Una multitud de elfos enojados suena mejor, en cierta forma.

Un elfo falso se abrió paso por la fuerza por la puerta de vidrio laminado con un hacha de incendios, y Diesel aceleró.

– ¿Viste las galletas? -Le pregunté-. Se veían igual a las galletas de Elaine.

– Cariño, todas las galletas se parecen.

– Sí, pero podrían haber sido las galletas de Elaine.

Mi teléfono celular sonó.

– Estoy en el centro comercial, -dijo Valerie-, y necesito ayuda. No puedo recordar todo lo que estaba en la lista de Mary Alice. Le conseguí la Barbie, la televisión, el juego, y los patines de hielo. Tengo el tren y la computadora en casa. ¿Recuerdas qué más quería?

– ¿Cómo vas a pagarlo todo?

– MasterCard.

– Te tomará cinco años.

– No me importa. Es Navidad. Tienes que hacer estas cosas en Navidad.

Ah sí. Seguía olvidándolo.

– Mary Alice tenía cerca de cincuenta cosas en aquella lista. Lo único que recuerdo es el poni.

– Oh Dios, -gritó Valerie-. ¡El poni! ¿Cómo pude olvidar el poni?

– Val, no puedes comprarle un poni. No estamos en la Pequeña Casa en la Pradera. Vivimos en Trenton. Los niños en Trenton no tienen ponis.

– Pero quiere uno. Me odiará si no le compro un poni. Arruinará su Navidad.

Madre mía, realmente me alegré de tener un hámster. Yo planeaba darle a Rex una pasa para Navidad.

Colgué a Valerie, y giré hacia Diesel.

– ¿Tienes algún niño?

– No.

– ¿Cómo te sientes respecto a los niños?

– De la misma forma en que me siento sobre los elfos falsos. Pienso que son lindos desde lejos.

– Suponte que quisieras tener niños… ¿podrías reproducirte?

Diesel me examinó.

– ¿Sí podría reproducirme? Sí, supongo que podría. -Sacudió la cabeza-. Tengo que decirlo, nunca más voy a dejar que alguien me haga caer en ninguna parte. Es demasiado extraño. No que fuera mi idea en primer lugar. -Él alcanzó a través de mí, la bolsa que mi madre nos dio, y encontró una niña brownie sobrante-. Por lo general las mujeres me piden que les compre una cerveza. Tú no. Tú me preguntas si puedo reproducirme.

– Dobla en Clinton, -le dije-. Quiero tener otra charla con Elaine.

Era media tarde y estaba extrañamente nebuloso mientras Diesel conducía por la calle Grapes. Nubes oscuras se arremolinaban en el cielo, y una luz verde misteriosa las traspasaba. El aire se sentía pesado y siniestramente cargado. Era un aire de fin de mundo.

Las luces estaban encendidas en las casas, y Elaine tenía las luces del techo iluminadas, parpadeando los saludos de la temporada. Diesel se estacionó delante de la casa, y ambos salimos. El viento se había levantado, incliné mi barbilla y caminé cabeza abajo al pórtico delantero de Sandy Claws.

– Estoy muy ocupada, -dijo Elaine cuando abrió la puerta.

Diesel se coló, y entró en la casa.

– Huele como sí todavía horneara galletas.

Elaine siguió a Diesel a la cocina, medio corriendo para mantenerse al ritmo de las zancadas de Diesel.

– Torta de nueces para mañana, -dijo-. Y galletas grandes con M amp;Ms.

– Tengo curiosidad, -dijo Diesel-. ¿Quién se come todas estas galletas?

– Los elfos, por supuesto.

Diesel y yo intercambiamos miradas.

– No son elfos de verdad, -dijo Elaine-. A Sandy sólo le gusta llamarlos así. Sus pequeños elfos. Sandy es tan inteligente. Tiene todo un plan establecido para vender juguetes. Es debido a su nombre, Sandy Claws. ¿Ha notado que suena como a Santa Claus?

– ¿Cuántos elfos alimenta usted? -preguntó Diesel a Elaine.

– Buen Dios, no sé, pero deben haber muchos. Hago docenas de galletas todos los días.

– ¿Y dónde van?

– No sé, exactamente. Lester pasa y las recoge. Lester es el encargado de producción de Sandy.

– ¿Más o menos de metro y medio? ¿Pelo cano, delgado y anteojos con bordes oscuros? -preguntó Diesel.

– Sí. Ese es él, -dijo Elaine.

El tipo que entrevistaba a los elfos.

– No quiero ser grosera, -dijo Elaine-, pero van a tener que marcharse ahora. Tengo que terminar mi cocción.

– No se opone si miro alrededor, ¿verdad? -preguntó Diesel.

Elaine nerviosamente estrujó su delantal.

– No veo por qué querría hacerlo. Sandy no está aquí.

Diesel abrió la puerta de un pequeño aseo en el piso inferior y miró dentro.

– ¿Está segura que no sabe dónde está Sandy?

– ¡Deténgase! -dijo Elaine-. Deje de fisgonear en mi casa. Voy a llamar a la policía.

– Tenemos el derecho legal de registrar esta casa, -dijo Diesel-. ¿No es correcto, Steph?

– Sí. Recibimos ese derecho cuando su hermano firmó su acuerdo de fianza.

– Todo esto es tan tonto, -dijo Elaine-. Todo por un par de herramientas eléctricas y algo de pintura. Y Sandy no habría tenido que robar nada si la tienda hubiera estado abierta. Usted no puede parar una línea de fabricación entera sólo porque se quedó sin pintura Gloria Matutina. Y todo el mundo sabe que los elfos trabajan de noche. Madre mía, Sandy tiene bastantes problemas laborales sin tener un equipo entero sentado hasta que las tiendas abran a las nueve de la mañana.

– Pensé que no eran realmente elfos.

– Elfos verdaderos, elfos falsos… ¿cuál es la diferencia? Todos ganan horas extras después de las cinco.

Diesel se apoyó contra el mostrador de la cocina, con los brazos cruzados en el pecho.

– ¿Cuándo fue la última vez que habló con Sandy?

– Me llamó a la hora de comer. -Elaine apretó los labios.

– ¿Le dijo que lo buscaba?

– Sí. -Elaine me miró y luego miró nuevamente a Diesel-. He estado tratando de ser discreta delante de la Sra. Plum.

– Demasiado tarde para eso, -dijo Diesel-. Caí en su cocina.

Elaine pareció horrorizada.

– ¿Cómo pasó eso?

Diesel levantó las palmas y se encogió de hombros.

– Tuvo que ser un esfuerzo en equipo. No soy fácil de mover.

Elaine se limpió las manos en su delantal.

– Lo siento, pero Sandy no quiere hablar con usted. Quiere que lo dejen en paz.

– Tengo curiosidad, -dijo Diesel-. ¿Por qué el nombre Sandy Claws?

Elaine tomó una bandeja de galletas del horno y las puso encima de la cocina.

– Su nombre de nacimiento es Sandor Clausen. Pensamos que era apropiado que retornara a su nombre de nacimiento ahora que está jubilado. Sandy Claws parecía un derivado natural.

– Sandor Clausen, -dijo Diesel-. No leí tan atrás en el archivo.

Espera. ¿Archivo? ¿De qué demonios hablaban? Bien, ahora de verdad estoy confundida. Claramente, Elaine y Diesel se conocen. Suena como sí ellos se hubiesen reconocido el uno al otro desde el principio, y Diesel se guardó para sí cierta información secreta. Esto me presentaba la oportunidad de practicar algo de control de ira.

– Sandor quiere hacer juguetes. Él debería poder hacer lo que quiera en su retiro, -dijo Elaine.

– A nadie le importa si hace juguetes en su retiro, -dijo Diesel-. Estoy aquí porque Ring lo siguió fuera.

La sorpresa fue obvia.

– ¡Ring!

Diesel se apartó del mostrador, tomó una galleta, y giró para marcharse.

– Tiene que persuadir a Sandor a cooperar conmigo, -dijo a Elaine-. Trato de protegerlo.

Elaine afirmó con la cabeza.

– Yo no sabía sobre Ring.

¿Ring? ¿Entendí bien? ¿Hay alguien o algo llamado Ring implicado en este lío?

No dije ni una palabra hasta que estuvimos de vuelta en el Jag. Trataba de parecer casual, pero echaba humo por dentro. Me sentía como el demonio Stephanie con los globos oculares rojos encendidos y gruñendo con boca de gárgola. Por suerte, la imagen era toda interna. O al menos esperaba que fuera toda interna.

– ¿Qué demonios fue todo eso? -Reclamé a Diesel, haciendo un esfuerzo por aplastar al demonio, permaneciendo con los ojos duros y los labios apretados, en lugar de eso.

Diesel giró en su asiento y me miró. Pensando. Haciendo silenciosas estimaciones.

– ¿Tratando de decidir qué decirme? -Pregunté, todavía clavándolo con los ojos duros.

– Sí. -Era el Sr. Serio. No sonrisas.

Lo esperé.

– Algunos seres humanos tienen la capacidad de funcionar más allá lo que se consideran limitaciones normales, -dijo Diesel finalmente-. La mayor parte de esas personas tienden a tener personalidades imprevisibles y trabajan más o menos solos, jugando con sus propias reglas. Sandor era uno de los mejores. Muy poderoso y muy bueno. Desafortunadamente, es viejo, y ha perdido su poder. Así que se ha jubilado. Por lo general los jubilados ingresan en un complejo asistido en Lakewood. Sandor lo intentó y decidió que quería marcharse.

– ¿Y Ring?

– Ring es un tipo malo. Viejo, como Sandor. La historia que me contaron es que Ring y Sandor eran los mejores amigos cuando niños. Deduzco que ambos sabían que eran diferentes, y ese era un secreto que compartían. Cuando se hicieron más viejos las diferencias en sus personalidades abrieron una brecha entre ellos. Ring usaba su poder para dominar a la gente y divertirse. Y Sandor usaba su poder sobre todo para limpiar lo que dejaba Ring. Cuando alcanzaron el poder completo a principios de sus veinte años, algunos de los pares de Ring se reunieron y le dijeron que detuviera toda actividad de súper poder.

»Ring se negó a detenerse, por supuesto. Amaba causar el caos. Y estaba embriagado en su propio poder. Desafortunadamente, Ring era tan poderoso y tan inteligente, que sólo habían unas pocas personas que podían controlarlo. Y fue prácticamente imposible contenerlo.

»Sandor era uno de los pocos que podían emparejar su poder. Sandor pasó la mayor parte de su vida combatiendo a Ring, tratando de eliminarlo.

– ¿Eliminarlo?

Diesel hizo un tajo a través de su garganta y puso cara de muerto.

– De todos modos, Sandor nunca tuvo éxito, pero logró lisiarlo de vez en cuando, imposibilitándolo por años o meses, haciendo que Ring se ocultase.

– ¿Y ahora Ring ha perdido su poder, también?

– Más o menos. Él estaba encerrado en Lakewood. Tienen un área especial para bandidos y Alzheimer. De alguna manera, logró salir. Adivino que le quedaba algo de poder del que nadie sabía.

¿Acerca de qué estoy conversando? ¡De Super héroes! Y la tengo con el tipo que puso los ojos en blanco porque sugerí la posible existencia de los elfos.

– ¿Dónde entras tú en esto? -Pregunté.

– Soy alguien como tú. Le sigo la pista a las personas que se han desviado del sistema.Y voy detrás de los tipos malos.

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