Victorino Perdomo

El aire y los objetos adquieren olor de archivo en esta casa. Además, hace un calor ondulante de barco negrero o de purgatorio. La única vibración joven (joven no: colérica) es el calor. Las sillas son una especie de reclinatorios negros de asientos hexagonales y escudos labrados en el espaldar. Esotéricos muebles de sacristía jamás admitidos en ninguna otra sala de esta ciudad hereje metálica petrolera electrificada. Un gran armario ¿tiburón? ¿catafalco? preside la asamblea. A través de sus cristales te vigilan soperas y platos de porcelana. Las iniciales doradas que los decoran se trenzan como parejas de recién casados. No hay ventanas ni claraboyas ni. Una espesa cortina de oro viejo, cabellera de mujer del Tiziano o cielo de Turner, sugiere la vecindad de un cuarto similar a éste. Aquí viven las señoritas Larousse. Sí, bachiller, el mismo apellido del profesor francés que editó el diccionario. Pero no son francesas. Son de Cumaná, posiblemente de Cumanacoa. A toda hora muy aseadas, con sus cuellos de encaje Rojas Paúl, su fragancia de bay rum también Rojas Paúl. Nadie acertaría si pretendiera adivinar quién puso. Cómo se puso en contacto nuestra Unidad Táctica de Combate con estas tres viñetas sobrevivientes de "El Cojo Ilustrado". Tan sólo el comandante Belarmino y yo conocemos las raíces ontológicas de su adhesión a nuestra causa. Son espiritistas. Un espiritismo subversivo, edificado sobre plataforma terrenal comunista. O más bien anarquista. O más bien. Nos contemplan con ternura maternal. Las pobres nunca han tenido un hijo. Tal vez sus carnes, me arriesgaría a jurarlo sobre la Biblia, no han sentido jamás "entrar pulgadas de epidermis llorando", como dice Neruda. Nos obsequian dulce de higo y mermelada de naranja. Con vasitos de agua fresca del tinajero colonial. Nos prestan a conciencia (se necesita tenerlos muy bien puestos, valga la paradoja) su casa para lugar de acuartelamiento en víspera de las acciones. Lo cierto es que les encanta el jaleo, la movida, el merequetén. Angela Emilia Larousse, la mayor de las tres, tiene más de cincuenta años y toca pedacitos del concierto de Haendel en el arpa. Se mantiene en relación permanente con los espíritus más batalladores del otro mundo. Una noche conversa con Savonarola y otra con Augusto César Sandino. Muertos de pelo en pecho, exclusivamente, Mahatma Gandhi jamás. La segunda hermana, Silvia María, cuarenta y ocho años, pinta acuarelas, prefiere servir de médium. Al apagarse la luz siente un escalofrío en la médula espinal y una categórica mano ajena que le conduce la suya. El único defecto de los espíritus es su tendencia incorregible al entremetimiento. Les encanta predecir, asesorar, opinar sobre el posible resultado de nuestras acciones, sin que nadie les haya dado vela en ese entierro. Hoy se nos aproxima Angela Emilia doblegada por agoreras revelaciones de ultratumba. Dice: Anoche hablé con el Mariscal de Ayacucho, nada menos. Dice: Y se refirió al asalto que ustedes están preparando. Dice: (Yo por mi parte no sé una palabra de ese asunto, ni me interesa). Dice: El Mariscal no entró en detalles, pero él tiene la seguridad de que va a fallarles la cosa. Dice: Les aconseja que la dejen para otra oportunidad. Dice: El les avisará por mi intermedio la fecha más conveniente. El comandante Belarmino se finge muy impresionado. Promete posponer la operación. Dice: Le ruego a usted que transmita al Mariscal Sucre nuestra infinita gratitud por. Y seguimos acuartelados. Espartaco (no el esclavo insurrecto que convocan a medianoche las señoritas Larousse sino nuestro bizco compañero de UTC) llegó antes que ninguno. Yo, que fui el segundo, lo encontré sentado y huraño en un rincón de la sala. Luego se presentó Carmina, de suéter negro y falda roja, disfrazada de 26 de julio, qué caradura, Belarmino le va a preguntar si no tenía en el closet una falda de otro color. Carmina se sentó a mi lado y abrió el libro que traía. ¿Tendrá la desfachatez de ponerse a leer a Politzer en estos momentos? Las mujeres son capaces de todo. La espío. Se trata de "El caso de los bombones envenenados", Colección del Séptimo Círculo, menos mal. Después llegó Valentín. Y Freddy pisándole los talones. Oigo un desagradable aleteo de pájaro mojado en mi pecho, pero sonrío chaplinesco a los que van entrando. Miedo se tiene siempre, lo importante es que los demás no se den cuenta, o al menos que se den la menor cuenta posible. Falta Belarmino. No acostumbra llegar de último, qué le habrá pasado. Los cinco estamos pensando, se nos nota, en ese imprevisto retraso suyo, qué le habrá pasado. Súbitamente cambia el panorama, Belarmino está aquí. Saluda con un qué tal tranquilizador. Es entonces, o unos minutos más tarde, cuando se abre la cortina rubia y Angela Emilia Larousse avanza sobre ascuas para transmitirnos el recado del Mariscal. Detrás de ella viene la menor de las tres hermanas, Ana Rosario Larousse, cuarenta y cinco años, muy canosa, fue pelirroja, escribe versos. La poetisa trae seis tacitas de café humeante en una bandeja. Yo no creo en la existencia de los espíritus propiamente dichos, el materialismo histórico me defiende, pero. Supongamos que una fuerza psíquica, material pero psíquica, adquiera en las antenas receptivas de Silvia María Larousse la apariencia espectral del Mariscal para comunicar presentimientos, deducciones, ondas emitidas por un cerebro equis en tal sitio. La transmisión de pensamiento también puede ser una ciencia, cono. Belarmino está hablando. Hace inventario. Espartaco tendrá un revólver. Yo el mío. Freddy la pistola que conseguimos prestada. Valentín la suya. El propio Belarmino su zetaká. Carmina su beretta. La misión de Carmina se reduce a esperarnos en el auto. ¿No es excesivo armamento para ella tan mortífera ametralladora? Cualquiera se lo discute, le dirá maricón. Las armas no están aquí presentes, a la vista, pero nada importaría que estuvieran. A las señoritas Larousse nunca las ha intimidado la proximidad de nuestras bocas de fuego. Las miran como si ellas, las Larousse, fueran granujillas curiosas detenidas ante el escaparate de una juguetería. También respira un gato en la sala. No es un gato de porcelana sino un opulento gato vivo, por eso digo que respira. Parece de Angora por lo majestuoso y lo Cortázar. Carmina ie pasa la mano por el lomo insinuante. El animal se acurruca a su lado, santurrón y lujurioso. Este silencio es una porquería. Lo deja a uno solo con. Y uno se pone a manosear como pasado, como presente, unos acontecimientos que son todavía futuro nublado. Nublado de moscardones y presunciones: si sucede tal cosa, si falla tal otra, si hay tiros. El viejo del retrato despliega en abanico sus barbas

filantrópicas. Es un anciano noble y conciliador pero con una mirada de mal carácter. El padre de las señoritas Larousse, que en paz descanse, claro está. Invitado perpetuo, cuerpo astral de cabecera en todas sus sesiones espiritistas. Lo importante es que los otros no se den cuenta de la cantidad de miedo que tiene uno, todos lo tenemos, sin excluir a Belarmino que se está limpiando las uñas con una lima puntiaguda. Freddy y su lustrosa chaqueta de mecánico van por el octavo cigarrillo consecutivo, Freddy los enciende con el cabo. ¿Estará Carmina leyendo verdaderamente o nos monta un teatro de lectura? El gato permanece a sus pies en imploración de otra caricia que no. Este silencio es una asquerosa porquería.

Habíamos levantado una rufa chévere, un Lincoln azul marino Freddy rompe el silencio para contar el asalto al restaurant "La Estancia", aquel que en crónicas tan jocosas reseñaron los periódicos más honorables. El Murciélago nos largó en la esquina y se quedó esperándonos con el motor prendido, los otros siete nos zampamos en pelotón por una misma puerta, qué joder, no era la puerta del restaurant, era la puerta de una boite que comunica con el restaurant, no habíamos chequeado lo suficiente, para esa época éramos unos loquitos y nada más, palante y atravesamos la boite, esa vaina está todavía oscura y vacía a las nueve de la noche, y desembocamos a la cañona en el bar del restaurant, un bar con alfombras que ni se te oyen las pisadas, había mucha gente y mucha conversadera, a los clientes se agregó un banquete de directivos, tipos de una compañía del hierro o de otra mierda metalúrgica, creo yo, que afilaban su aniversario, Careguapo va a la vanguardia de sus tártaros, comanda la acción con una guacharaca thompson en la mano, y pega ese leco, ¡Somos de la Digepol, de la Dirección General de Policía, venimos a hacer un registro, sabemos que aquí se consume cocaína y otras drogas!, a vuelo de pájaro reojé un coronel uniformado que hablaba por teléfono, me le voy encima en velocidad, le corto la comunicación con la zurda, y con la derecha le clavo la pistola en las costillas, y le digo suavecito Afloje el arma y no se mueva, más trabajo me costó el cocinero que estaba tres pasos más allá asando unos pollos, no quería dejarlos, Se me van a quemar, tuve que darle duro con la cacha de la escupidera en el coco para que abandonara sus pollitos y se viniera conmigo, era el abanderado de los pendejos el cocinero, había un policía de guardia, el policía de guardia se tragó que éramos digepoles, y se le acerca muy respetuoso a Careguapo, a excusarse porque esa noche había dejado el revólver olvidado en su casa, otro campeón de la pendejada, bueno, había un gentío, ya lo dije, más de cien personas, y nosotros no éramos sino siete, también lo dije, un diplomático de terno negro resolvió identificarse ante la Digepol, pensaba él, No permitiré que la policía me registre, eso dijo, Careguapo le apuntala la thompson en la barriga y le contesta, Reclame mañana ante nuestra Cancillería señor Embajador, y el señor Embajador comprende que estamos a punto de abollarlo, y entonces prefiere dejarse registrar, las únicas que se atrevieron a echarnos vaina, porque todo el resto tenía cara de diarrea, fueron dos señoras bastante puretas, nos llamaron irónicamente "jovencitos belicosos", y nos miran con ojos flamencos, hasta que Loro Culón se calienta y les grita ¿Por qué nos miran así, putas de mierda?, y entonces se enserian como un par de, además de la thompson de Careguapo llevábamos dos nueve milímetros, y una cuarenta y cinco niquelada, y dos fucas calibre treinta y ocho, sin contar la belleza que yo le saqué al coronel de la empanada, con la promesa de devolvérsela en cuanto terminara la requisa, yo te aviso mi coronel, no era ninguna golilla encarrilar aquel ganado, ponerlo en orden para registrarlos con comodidad, una operación que habíamos planeado para quince minutos nos llevó casi una hora, de repente entra una pareja de lo más jamoneada, al tipo se le espicha la risita cuando huele que algo raro sucede, Mejor es irnos para otra parte mi amor, dice, pero se les atraviesa la cuarenta y cinco del Lapo Víctor, ¡Padentro es que van!, otro detalle fue que Loro Culón visteó un churrasco bien jugoso servido en una mesa, con su ensalada y sus papas fritas, Loro Culón ni siquiera había almorzado, se sentó a atragantárselo en medio minuto, eso le valió al día siguiente una crítica de pinga, a punta de pistola y saliva conseguimos arrinconar a la gente en una pared del comedor, los clientes y los mesoneros y los empleados, lo que fueran, el Gordo Rodolfo dijo por joder un poco, ¿No sería mejor que los arrodilláramos?, y un cliente vestido de marrón que era el más asustado, mejor dicho, el más cagado, lo oye y arenga a las masas por su cuenta, ¡Señores, los agentes quieren que nos arrodillemos!, y se arrodillan de golpe y en manada como en misa, pero esa parte no entraba en nuestro plan, lo juro por mi madre que está en Cabimas, eso sí, Careguapo aprovechó la obediencia ciega para gritar, ¡No somos ninguna Digepol, esto es un atraco, vengan las carteras y las joyas, o habrá plomo!, nadie chistó, bueno, el coronel sí pretendió alebrestarse, tuve que entromparle otra vez la pistola en las costillas, bueno, también una gorda refunfuñó antipatrióticamente ¡Esto no sucede sino en Venezuela!, el Gordo Rodolfo y Loro Culón pasan la raqueta, la colecta nos produce una buena mascada, cuarenta mil bolos en billetones, joyas como peo, relojes en bruto, metemos la macolla en tres maletines que llevamos, y al día siguiente, domingo y todo, están en poder de la organización, sin faltar un zarcillo, éramos ocho muertos de hambre contando al Murciélago, seis alumnos de la Escuela Técnica y dos desempleados, por debajo de la clase media como quien dice, éramos incapaces de tocar un centavo que perteneciera a la revolución, no como pasó en ciertos casos que yo conozco y ustedes también, bueno, la operación se acababa cuando Careguapo dijera Voy a avisarle al destacamento de afuera para que descarguen las ametralladoras si alguno intenta salir detrás de nosotros, lo dijo recio y lo repitió, y se fue por el portón que da a la calle, por donde debimos entrar, y nosotros lo seguimos sin apurarnos y sin dejar de apuntar a la concurrencia, al llegar a la máquina el Murciélago nos contó y faltaba uno, Falta Monseñor, dijo el Gordo Rodolfo, la verdad fue que cuando nos contamos y mordimos la falta de Monseñor ya el Lincoln había recorrido media cuadra, no sabíamos si Monseñor se había quedado en el restaurant, o si se había corrido en plena acción, eso también pasa a veces, o qué carajo le había sucedido a Monseñor, No es posible devolverse a buscarlo, dice Careguapo, ¡Que se joda!, dice el Lapo Víctor, y aterrizamos en la Universidad, qué parrilla, a la media hora se nos reúne Monseñor tranquilazo en el corredor del Aula Magna, Monseñor explica su eclipse, estaba registrando el piso de arriba cuando Careguapo dio la orden de retirada, no la podía oír, Por cierto, dice Monseñor, bajé las escaleras y la gente seguía arrodillada, nadie se paraba ni de vaina, aquello parecía San Pedro de Roma, Entonces, dice Monseñor, salgo a la calle y un libre me trae hasta el reloj por los tres bolívares que Careguapo me prestó esta mañana. Y se acabó el cuento, denme un cigarro, dice Freddy.

Ese asalto rocambolesco a un restaurant iluminado, ese arrodillamiento peliculero del auditorio, no éramos sino unos loquitos, dijo bien Freddy, todos esos folletines pertenecen a un pasado risible. Ahora vomitan los diccionarios sus palabras más puercas: odio, patadas, balazo, represalia, herida, digepoles, llaga, ¡muera!, bayoneta, calabozo, Cachipo, La Isla, San Carlos, El Vigía, cicatriz, automática, beretta, zetaká, laguer, cok, ¡abajo!, agonía, sepultura, sapo, allanamiento, interrogatorio, callarse, hambre, cementerio, sifa, comando, sed, hemorragia, ¡disparen!, acuartelamiento, miedo, delación, fusilamiento, matar. ¿Quién comenzó a matar? Ellos comenzaron a perseguir, ellos comenzaron a matar, nosotros recurrimos a nuestra violencia para defendernos, después la violencia de todos se convirtió en sistema pan atmósfera. La vida ajena vale dos centavos, nada. La vida propia vale cuatro centavos, casi nada. Los libros y los himnos desembocaron en tiros nuestros, en descargas de ellos. Ellos publican en la gran prensa la fotografía de sus muertos. Agentes de policía o guardias nacionales con los sesos volados y la sangre manando del uniforme, la viuda y los huérfanos lloran asomados a una urna de tercera clase. Nosotros publicamos en nuestras hojas mimeografiadas las listas de los compañeros caídos, muerto en combate, fusilado en la montaña, lo colgaron de un árbol, se quedó en la tortura, no tuvo otra salida sino el suicidio, lo notificaron como suicidado pero El comandante Belarmino participó en un asalto (él nunca se lo ha contado a nadie, yo no necesito que me lo cuente, leí en un periódico la descripción del hombre que comandaba la acción, me fijé en el procedimiento, puedo jurar que era Belarmino) donde hubo que matar a dos tipos, dos cajeros, dos pagadores, se negaban a levantar las manos, uno de ellos hizo el ademán de sacar algo del bolsillo, el comandante los barrió con la ametralladora, sin duda que era Belarmino, los cadáveres aparecían en la última página, con la camisa abierta para que se le vieran las troneras de la garganta, acostados sobre sábanas manchadas, las caras perfiladas y desvaídas, como de cera. De los otros compañeros aquí presentes nada concreto sé, salvo de Valentín que es mi amigo, mi condiscípulo, Valentín se concreta a conducir la máquina, espera a veinte metros del lugar, nunca ha disparado contra nadie, me lo hubiera contado. En cuanto a mí mismo, yo tal vez maté a un policía en una toma de barrio, en La Charneca, los compañeros arengaban a los vecinos y repartían panfletos, ¡Nuevo gobierno ya!, Barretico y yo custodiábamos la operación atrincherados en la bodega de la esquina, de repente apareció en carrera y con una peinilla en la mano, de repente apareció aquel policía novato imbécil infeliz que se metía solo y sin precauciones en un barrio tomado por la FALN, Barretico y yo disparamos al mismo tiempo, a cinco metros de distancia, el hombre cayó de cabeza en un zaguán, nosotros corrimos a organizar la dispersión, al día siguiente el periódico trajo el retrato del muerto, un solo tiro en la sien derecha, así decía el reportaje, a uno de los dos nos falló la puntería, por eso digo tal vez cuando digo que maté aun policía, Barretico asegura que fue él, era un mulato llamado Julio Martínez con tres hijas y un diente de oro, así decía el reportaje, y un solo tiro. ¿Habrá matado a alguien Carmina con su beretta? ¿Tendrá algún difunto en su haber Espartaco que ha escogido románticamente ese seudónimo de esclavo alzado, Espartaco que se queda meditabundo a cada instante?, cuantas veces la oportunidad se lo permite, se queda meditabundo. Es una guerra a muerte, no estoy exagerando. Las tropas queman un caserío y ejecutan a tres campesinos sospechosos de complicidad con los guerrilleros. Los guerrilleros pasan por las armas a dos campesinos que sirvieron de guía a las tropas. Cinco campesinos menos. Un preso fue amarrado a un mástil, un mástil de barco sembrado en tierra, lo golpearon más de cien veces con tubos de manguera, al día siguiente amaneció colgado de una viga en su calabozo. Una bomba lanzada por guerrilleros urbanos mató a un oficial del ejército y mató también a una anciana que vendía caramelos en una esquina. Fue ametrallada una manifestación de liceístas, muere un estudiante de trece años, nadie se atreve a darle la noticia a la madre. Una UTC prende fuego a una tubería de petróleo, el petróleo pertenece a la Standard Oil, en el incendio perecen dos familias obreras, hay un niño de pecho entre las víctimas. Encuentran degollado a un joven activista, pertenecía a la Facultad de Derecho, al cadáver le mutilaron los brazos, su hermana logra reconocerlo por la dentadura, la cara estaba deformada. Es una guerra a muerte,palabra de honor.

Mi padre, Juan Ramiro Perdomo, no está de acuerdo con muchas cosas, nunca ha estado de acuerdo. Mi padre es un comunista chapado a la antigua, un comunista prehistórico, comunistiosaurio incapaz de entender el lenguaje nuevo de una revolución que construye su teoría al mismo tiempo que la realiza. La clase obrera es la vanguardia indiscutible, el jefe hegemónico de la revolución, repite mi padre lo queha leído. Y si la clase obrera se queda en su casa con dolor de barriga, pues entonces la revolución que espere. Mi padre. Lo que sucede, Victorino, es que el marxismo está dispuesto a renovarse dialécticamente como todas las cosas, pero jamás a destruir sus principios para complacer a los snobistas de la revolución, mi padre toma la palabra sin que nadie se la haya concedido, no habla como quien conversara sino como quien dijera un discurso, nadie en la vida real habla así. Belarmino terminó hace rato de limpiarse las uñas, mira el reloj disimuladamente, se seca el sudor con el pañuelo doblado, Carmina cierra el libro, deja un dedo metido como marcador de las páginas que leía, yo siento que me araña el estómago un ardor peculiar, los dientecitos de una zorra clavados detrás de mi ombligo, no me sueltan. Esa revolución que piensan hacer sin la clase obrera, si acaso llegan a hacer alguna, esa revolución de jóvenes intelectuales inconformes, de rebeldes marginales, de protestatarios, pero sin la jefatura de la clase obrera, llámenla de cualquier manera, por favor, menos marxista, menos leninista, mi padre tiene el cerebro cuadriculado como las colmenas, enladrillado de frases intocables, de proverbios salomónicos. Carmina vino vestida de rojo y negro, pregón innecesario del 26 de julio, Belarmino no se ha dado cuenta todavía de esa ostentación, nadie pensó que los cubanos harían la revolución antes que nosotros, una isla de turismo y tabacos, relajo y rascabucheo, ron Bacardí y Casino de la Playa, "si te quieres por el pico divertir", y nosotros con esta tradición de lucha y este pueblo antimperialista, y estos latifundios, y este petróleo, hierro, electricidad, de todo, quién iba a pensar que los cubanos nos ganarían de mano, y lo peor es que así como estamos nos vamos a quedar per omnia seculam, si no le arrebatamos las riendas a los dirigentes tipo mi padre, mucha experiencia, mucha honestidad, muy dignos de respeto, desprovistos de bronquios para respirar una era atómica que sube a los cielos con, no podemos permitir que ellos conviertan el marxismo en una momia egipcia, no lo va a permitir una juventud que mi padre no quiere comprender, mi padre. La juventud a secas no es una fuerza revolucionaria sino una etapa por la cual pasan todas las vidas humanas, sin excluir a los fascistas, a los policías y a los que bombardean el Vietnam. La única diferencia entre un revolucionario viejo y un revolucionario joven,Victorino, es que el revolucionario viejo ha tenido que soportar en este país infinidad de persecuciones, infinidad de tentaciones, y sin embargo sigue siendo revolucionario, dice mí padre, Madre no interviene en nuestras discusiones, quisiera decir algo y no lo dice, quisiera llorar y no llora, preferiría cualquier dolor físico a vernos discutir de esa manera irreparable, mi padre en su trinchera y yo en la mía. Yo le entraré de frente al cajero gordo: ¡Levanta las manos que esto es un atraco! Amparo recibe de tres a cuatro su clase de historia del arte, "dice Vasari que Luca Signorelli sólo tenía un hijo, joven de diecisiete años, que murió". Amparo me supone a mí estudiando la teoría del subconsciente freudiano en casa de Valentín. El comandante Belarmino ha vuelto a mirar el reloj, toma el periódico de la mesa, lee los anuncios sin prestar atención a sus convites inaccesibles, Viaje a Europa por la Air France, y el Arco del Triunfo al fondo. Los seudofilósofos que pretenden dividir la sociedad en generaciones y no en clases, en edades biológicas y no en ideologías, no pasan de sofistas baratos o caros a quienes la burguesía ha encomendado, etcétera, mi padre se aferra del marxismo como de un preparado contra la vejez. El peor recurso es invertir el tiempo en pensar que uno puede caer preso esta tarde, te encierran en un calabozo, te encierran a patadas, vienen después a preguntarte nombres y direcciones, vienen a romperte los dientes con cachiporras, vienen a escupirle la cara, vienen a llamarte hijo de puta, yo no diré nada, estoy seguro, completamente seguro, pero preferiría no tener que probarlo. Es bonita Carmina a pesar de su beretta, es bonita aunque digan los psicólogos tendenciosos que solamente por feas se meten las mujeres a revolucionarias, las 3 y 10, a esta hora mi padre se ponía a leer sus clásicos, o escribía un artículo para la prensa, o preparaba un discurso de esos que, mi padre aspiraba a ser diputado, a denunciar desde el Congreso los desmanes del imperialismo, El ciudadano diputado Juan Ramiro Perdomo tiene la palabra, mi padre no comprendía, no es esa verborrea de cotorras, es la violencia revolucionaria lo que hará la revolución. ¿Cuándo he negado yo, Victorino, la función obstétrica de la violencia revolucionaria? Lo que sí niego es el culto ciego a la violencia por sí misma, a la violencia sin teoría, niego el machismo a lo jalisco, el héroe providencial, el monumento a los testículos, dice mi padre indignado. De esos reductos no lo mueve nadie, la disciplina, los aparatos, las estructuras, las condiciones, el contenido, el carácter, el centralismo, el partido, la hegemonía, las citas, las desviaciones, el extremismo, palabras, palabras, palabras, la juventud de estos países es un volcán que no se apaga con palabras, mi padre desenvaina argumentos como sables de hojalata, ¿y la revolución cubana, viejo?, yo pertenezco a la FALN, me juego la vida en esas acciones que mi padre condena, y soy cien veces más revolucionario que él con su teoría de la plusvalía y sus sermones sindicalistas y su insurrección a largo plazo, cuando estén dadas las condiciones. Yo le lanzo pensamientos de Mao como pedradas, con Madre como único y mudo testigo, nunca como arbitro, Madre no acepta ser arbitro sino mudo testigo. Ernesto trajo las armas en un maletín, pasó por la casadepósito a buscarlas, trajo también la pistola que nos prestó la UTC de Santa Rosalía, esa será para Freddy, los camaradas no querían entregarla a última hora, tenían miedo de no volverla a ver, las armas están en el cuarto vecino, cada uno va por turno con Belarmino a examinar la suya, iré yo también a chequear mi revólver. Lo grave del asunto es que nosotros creíamos que el anarquismo estaba muerto y sepultado, sepultado por Marx, por Engels, por Plejanov, por Lenin, por Stalin, por sus propios disparates, por el progreso del mundo, y de repente se levanta ese difunto de su mausoleo en pleno siglo veinte, tú hablas como un anarquista, Victorino, que es algo así como tratarse la apendicitis con un curandero, dice finalmente mi padre. Hasta que un día me fui de la casa, una casa vigilada por la Digepol, el Sifa y todas las policías, vigilada a causa mía y de mi padre, entristecida por las discusiones nuestras y por las ganas de llorar de Madre, me fui de la casa un lunes, vivo en una pensión de mala muerte, con un nombre supuesto, me llamo Manuel Padilla, un sujeto libre de las ataduras familiares, libre de la dialéctica de su padre. AI pasar por la plaza de las Tres Gracias serán las 4 y 22, estará estacionada ahí una patrulla junto a Cars, tal vez sospeche algo, cuatro hombres y una mujer en un carro, en esa forma van siempre a los asaltos, si sospecha se pondrá a seguirnos, entonces Belarmino. Ahora mi padre está preso otra vez, lo trasladaron al cuartel San Carlos, Madre se volvió a quedar sola, de nada le valió a mi padre la democracia representativa, de nada le valió el sistema constitucional, se cagaron en su inmunidad parlamentaria, lo levantaron de su silla en el Congreso, Usted está detenido, Pido la palabra, se lo llevaron preso en una camioneta al ciudadano diputado, ahora está en un calabozo del cuartel San Carlos, releyendo el AntiDuhring, pobre viejo. El gordo de la taquilla es un cuarentón de bigotes, probablemente tiene hijos, estará vestido de azul y apilará billetes morados de a diez, verdes de a veinte, naranjas de a cincuenta, achocolatados de a cien, yo le meteré el revólver en las narices, ¡Arriba las manos que esto es un atraco!, después. Carmina ha cruzado las piernas, se le sube un pedazo la falda roja, muestra sin querer el nacimiento de unos muslos hermosos, lo que me sucedió al mediodía con Amparo es, tan mujer que se veía desnuda junto al tocadiscos. I can't say nothing but repeat that Love is just a fourletter word, cantaba Joan Baez, menos mal que otras veces hemos hecho cosas ¿verdad, mi hermano? fabulosas, otras veces, y cuando triunfe la revolución, ¿por qué no va a triunfar?, cuando se venga abajo el gobiernito, ¡se vendrá abajo!, le tiraré el revólver a los perros, me iré a buscar a Amparo, me encerraré con ella tres noches seguidas aunque su madre intente tumbar la puerta, ¿Dónde se habrá metido Victorino?, dirán los camaradas, ¿A quién se le ocurre desaparecer el día de la victoria?, A mí se me ocurre, a mí. Le corresponde a Belarmino desarmar al policía de guardia que es la vaina más peligrosa, a las 4 y 27 entramos Belarmino y yo por la puerta principal, ¿funcionará ese revólver?, lo he probado en una playa desierta, está engrasado y pulido, ¿funcionará?, a cada rato lee uno en los periódicos "Se le encasquilló el revólver", también en la televisión se encasquillan, el gordo estará contando los billetes, ¡Arriba las manos que esto es un atraco!, ¿y si hay tiros?, a las 4 y 27. Belarmino se ha puesto a hablar inesperadamente. Si me matan esa tarde supongo que las señoritas Larousse me dejarán descansar una semana en el purgatorio antes de invocarme a su mesita, dice, así es peor, preferiríamos que no hubiera hablado, no es ningún chiste lo que dijo. Valentín para el carro a pocos metros del banco, yo bajo por la portezuela izquierda, el revólver es un volumen extraño, un frío extraño, un peso extraño en la cintura, son las 4 y 26, a esa hora ya nos esperará la UTC de Isidoro frente a la tapia del colegio de monjas, Espartaco entra por el otro lado, Espartaco trae en la mano un maletín para meter los billetes, Espartaco se encargará del gerente, lo agarran a uno y lo torturan, le queman las nalgas con una plancha, le revientan el hígado a puñetazos, le escupen la cara, lo cuelgan de. Belarmino ha mirado el reloj, esta vez lo mira y lo remira, el comandante Belarmino se pone de pie, son las 4 en punto, todos nos ponemos de pie, por fin saldremos de esta mierda angustiosa, son las 4 en punto, Amparo, ¿y si hay tiros?

Ni Belarmino receloso experimentado comandante, ni Victorino turbulento soñador activista, ni los espíritus agoreros que invocan las hermanas Larousse, nadie posee la facultad de descifrar el porvenir, "no intentes adivinar lo que sucederá mañana", creo que Horacio. Tan sólo Espartaco ensimismado sospecha, presiente, sabe. Espartaco se hizo miembro de las FALN, es probable, porque la participación en lances de violencia le producía digamos placer, no propiamente placer sino emoción azarosa, uno se salva por un pelo de la muerte y es como haberle ganado la propia vida a una ruleta, ¡Nadie más!, ¡17 negro! y sigues respirando. Espartaco se hizo guerrillero urbano, otra hipótesis, porque un resorte del corazón lo desafiaba a diferenciarse de los demás, a ejercer una fascinación hazañosa sobre los demás, ese es un comecandela, un cabezacaliente, un cuatriboleado, un sietemachos, tiene un huacal de. Espartaco se metió en estos asuntos, una tercera suposición, porque le cargaban las engorrosas tareas organizativas, reuniones apestosas a pedos masculinos y a tabaco malo, le cargaban las sufridoras comisiones de propaganda, tú escribes letreros indefensos en las paredes, "Viva el Che Guevara", aparece la policía y te da una paliza. No es fácil precisar por cuál de esos tres motivos llegó Espartaco a esta UTC, ni por qué eligió como seudónimo el nombre esclarecido del príncipe esclavo tracio. Espartaco es un ser taciturno que jamás exterioriza lo que piensa. ¿Y después? Es admisible que después macerara en silencio su rebeldía, exprimiera rivalidades y rencores y desamparos hasta destilarlos (al cabo de un confuso proceso) en su odio a la pedantería centralista de los jefes del partido, en su repugnancia a las órdenes militares militaroides de los comandantes de la UTC, en su desprecio a la docilidad de los compañeros de base, en su abominación a la muerte, su muerte que lo acecha enmogotada en cada rumor y en cada sombra. Espartaco comprende un poco tarde que no hay ninguna urgencia de morirse, ha perdido la fe en las defunciones heroicas, no hay compromiso más antipático que la muerte, maldito sea, por qué se habrá metido en esta vaina. A Espartaco lo detuvieron hace una semana, y ese hecho lo ignora el comandante Belarmino, lo ignoran los otros miembros de la UTC, a Espartaco lo detuvieron a medianoche tres digepoles, lo estaban esperando desde la tardecita al pie del ascensor, bastó con amenazarlo, te vamos a colgar por las bolas, bastó con hablarle un rato de su muerte próxima, Espartaco no quiere morirse, ahora Espartaco es el único entre ellos que presiente sabe el fracaso que les espera.

Salen uno por uno de la casa de las hermanas Larousse a las 4 y 3 minutos. La verdad es que nadie posee la facultad de predecir el futuro. La patrulla que estará estacionada en la Plaza de las Tres Gracias los dejará pasar como si no los hubiera visto, no le infundirá la menor sospecha aquel Chevrolet negro con cinco hombres y una muchacha adentro, la patrulla fingirá que. En el interior del Chevrolet Belarmino moverá las manos como si refiriera una historia cualquiera para decir: Supongo que habrán roto todos los papeles que traían en los bolsillos, pero si a alguien le queda alguno, que se lo trague. Belarmino sonreirá displicente y dirá en seguida: La mejor protección en los asaltos es perderle el miedo al peligro; mientras menos miedo le tenga uno al peligro, menos peligro corre. Eso dirá el Comandante Belarmino a la 4 y 22, pasando por la plaza de las Tres Gracias, los otros callarán rígidamente, Espartaco entristecido no levantará la vista de sus ajadas rodilleras.

A las 4 y 26 Valentín frenará el carro a siete metros del banco, Victorino saltará desde la portezuela izquierda, Freddy y Espartaco desde la derecha, Belarmino se habrá bajado un trecho antes y vendrá caminando ahora por la acera, el paltó doblado sobre el hombro, la cacha de la thompson calzada en el hueco de la axila, el cañón de la thompson apoyado en la palma de la mano, se cruzarán con traseúntes distraídos, un billetero pregonará sus números, un tullido extenderá la mano mendicante desde su quicio, en esos segundos la UTC se desplazará sin vacilaciones, la suerte estará echada, el miedo al peligro es el mayor de los peligros, ¡Arriba las manos que esto es un atraco!

Otras cosas sucederán pero ninguno es profeta. El policía de guardia se dejará desarmar mansamente por Belarmino, renunciará sin chistar a su revólver sin balas, serán esas las instrucciones que habrá recibido, revólver sin balas y entregarlo sin chistar. El cajero gordo accederá tembloroso a cuanto le grite Victorino, Tome los billetes, torta de palidez, Todos los billetes que quiera, tiene dos hijos, el infeliz cajero gordo no estará en la onda, No dispare señor, nada le habrán advertido. Se desmayará la secretaría rubia ¡tenía razón Carmina!, un reguero de pequeneces íntimas (polvera, pañuelo, perfumador, monedero, lipstick, rouge, llavero, cigarrillos, peine, aguja, hilo, chiclets, aspirinas, yesquero, amuleto, bolígrafo, desodorante, tarjetas de visita, papeles de identidad, una carta, el retrato de Abelardito, cotex), todo por tierra, ¿por qué no prevendrían a esa impresionable sensiblera televidente? Aparecerá el gerente seguido por el cok de Espartaco que le punza la espalda, bajarán los tres escalones, el señor gerente sí estará enterado de lo que habría de pasar, los esperaba desde las 4, sentirá tanto miedo como si nada hubiera sabido, esos bandoleros son capaces de, le sudará la calva en gotitas copiosas cuando abra la bóveda, capaces de todo. Victorino trasegará de prisa los billetes al maletín y a la bolsa de cuero y. Hasta ese instante el comandante Belarmino pensará satisfecho que jamás operación alguna había sido realizada con mayor precisión, más estrictamente ceñida a los planes previstos.

Pero ocurre que a nadie le ha sido concedido el privilegio de predecir el futuro. "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso", únicamente El tenía derecho a hablar así. A las 4 y 35, ya cumplida la acción, ya fuera del banco, camino del automóvil, en plena calle es cuando se darán cuenta de la desaparición de Espartaco, ¿dónde se habrá metido, cono?, el Chevrolet negro no estará en su sitio, ¿qué le habrá sucedido a Valentín?, aquel alarido de mujer a lo lejos no podrá ser sino Carmina, el billetero no será billetero sino digepol de metralleta, el tullido se levantará de su indigencia con una pistola welter en la mano, los transeúntes distraídos habrán convertido los automóviles de la cuadra en trincheras, armas cortas y largas apuntarán desde los balcones, una bomba lacrimógena estallará ante sus pasos. Entonces comprenderán.

Freddy ha sido siempre un potro de decisiones rápidas, intentará escapar a la estampida, una zancadilla de policía entrenado lo tirará de bruces sobre la acera, ya llegaba a la esquina. Belarmino tendrá tiempo, segundos para accionar su thompson, apenas una ráfaga trunca, le dará en el pecho al tullido que se irguió combatiente, una baja enemiga, un muerto enemigo y nada más, el comandante Belarmino caerá acribillado por cien plomos, revolcándose en una sangre oscura y acompasada, los ojos virados por la agonía, morirá como todo un comandante, morirá como. Una sombría resignación atajará a Victorino en mitad de la calle, ¿para qué huir?, ¿para qué disparar?, ¿para qué vivir?, seis hombres saltan sobre mí, me golpean la cara con la cacha de sus pistolas, me esposan las manos, me llevan a empujones y gritos, Amparo.

Esos hechos tendrán lugar de las 4 y 27 a las 4 y 36. Ahora son apenas las 4 y 3 minutos y los seis miembros de la UTC abandonan en fila india el acuartelamiento, se meten uno a uno en el Chevrolet negro, Valentín al volante, Carmina a su lado, más allá Belarmino con el codo fuera de la ventanilla. Freddy, Espartaco y Victorino en los asientos traseros. Ni siquiera los espíritus etéreos que invocan las hermanas Larousse, nadie en este mundo ni el otro disfruta el privilegio de adivinar el futuro. En cuanto a Espartaco.


Dice un párrafo del informe:

"Independientemente de las lesiones que, al decir de los médicos legistas, determinaron la muerte del ciudadano Victorino Perdomo, el examen postmortem arroja las siguientes evidencias:

a) traumas múltiples;

b) fractura de la primera costilla izquierda;

c) ruptura del hígado y del riñon derecho;

d) innumerables contusiones con equimosis en las partes blandas del abdomen y del hemitórax derecho;

e) múltiples escoriaciones en el abdomen, tórax y extremidades superiores;

f) equimosis subpleurales (lado derecho) y subepicardias;

g) dilatación de la vejiga y contenido de orina hemorrágica; y

h) escoriación semicircular en la cara interna, anterior y posterior del

antebrazo.

Y con estos elementos, cabe preguntarse: ¿son ellos resultantes de la

caída en que perdió la vida el ciudadano Victorino Perdomo?".


Dice otro párrafo del informe:


"Determinar si el occiso voluntariamente saltó por la ventana del cuarto piso, como lo aseveran las declaraciones del señor Ministro del Interior, o si fue empujado por terceros, en cuyo caso se trataría de un homicidio, es cuestión que por carencia de elementos probatorios, escapa a la posibilidad de conclusión de esta Comisión. Es indudable que la versión del suicidio, tomada consideración de las condiciones

en que se encontraba el occiso, "esposado con las manos hacia atrás" momentos antes de producirse su muerte, así como la ubicación y altura del alféizar de la ventana por la que dicen se lanzó, y algunas otras circunstancias más, hacen dudosa la versión del suicidio. Pero, la seriedad de este dictamen obliga a una cabal apreciación de las pruebas y, como en el derecho común, a atenerse a lo alegado y probado en los autos, sin poder sacar conclusiones fuera del expediente".

Dice el último párrafo del informe:

"La presencia de orina hemorrágica en la vejiga, sin haber alteraciones en la pelvis, como expresamente lo establece la autopsia, indica que los ríñones estuvieron filtrando hacia la vejiga y arrastrando sangre hacia ella, antes de la muerte. Si las lesiones renales acusadas en la autopsia hubieran sido causadas en la caída, no se habría encontrado sangre en la vejiga, porque los glomérulos no producen esta función de filtración sino cuando están sometidos a presión sanguínea. Por estas razones, la Comisión considera que Victorino Perdomo fue sometido, en época anterior a su muerte, a violentos procedimientos de fuerza que configuran, sin lugar a discusión, insólitos procedimientos de tortura."

Se repetía en la carne y en los huesos de Victorino Perdomo, detalle por detalle, golpe por golpe, la pasión y muerte de José Gregorio Rodríguez, sucesos estos ocurridos en la misma ciudad de Caracas cuatro años antes, durante la noche del 26 de mayo de 1962, mientras el mencionado José Gregorio Rodríguez permanecía, en calidad de detenido político, en las oficinas de la Dirección General de Policía, Digepol. Hay ligeras diferencias, sin embargo. Victorino Perdomo acababa de cumplir 18 años. José Gregorio Rodríguez, en cambio, tenía 35, dejó cuatro hijos huérfanos y no era un personaje de novela. Pero nos estamos desviando del tema.

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