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Coronel Vallejos, 10 de setiembre de 1947


Queridísima Nené:

¡Qué alegría recibir tu cartita tan cariñosa! Me alegro de saber que has perdonado mi demora en escribirte y te agradezco que me tengas tanta confianza para contarme tus problemas: Yo también necesito alguien en quien confiarme, Nené, porque mi hija me tiene tan preocupada. Resulta que ha venido el Dr. Marengo, un médico joven que era de Buenos Aires, y está acá trabajando en el sanatorio nuevo, un muchacho muy simpático y de mucho porvenir, y buen mozo que todas las chicas lo persiguen, bueno, y el otro día vino a pedirme la mano de Celina. Pero es un desconocido, y yo estoy tan preocupada, que le pedí unos meses, por lo menos los meses de luto, para decidirme a aceptarlo. Celina es muy obediente y aceptó mis condiciones. ¿Te parece que hice bien? Ojalá sea un buen muchacho, porque entonces Celina se casará con uno de los mejores partidos del pueblo.

Te ruego que no sufras por la cremación de Juan Carlos, eso si se realiza te lo comunicaremos a su debido momento. Fue su voluntad y habrá que respetarla, pese a quien le pese. Sé que estás pasando momentos difíciles ¡qué duro es ser madre de varones! Pero no me dices nada de tu marido, no lo nombras siquiera una vez ¿ocurre algo desagradable? Sabes que en mí puedes confiar.

En la carta anterior olvidé decirte que estoy buscando y clasificando todas las cartas de Juan Carlos encontradas, de modo que puedes estar tranquila: muy pronto te las enviaré.

Ahora te voy a pedir un favor, que me indiques la dirección de la oficina de tu marido, si eres tan gentil, porque aquí la señora de Piaggio se va pronto a la Capital y quiere comprar un terreno, y yo le dije que tu marido era rematador. Para ella será una tranquilidad tratar con un conocido. Desde ya te lo agradezco.

Sin más que contarte me voy a despedir de ti hasta la próxima. Necesito mucho tus noticias, sobre todo desde que pienso que mi hija se me va a ir de casa ¿habré encontrado en ti a otra hija? Dime también qué piensas del posible casamiento (no quieren saber nada de compromiso) con ese muchacho, a pesar de que no tienes trato con Celina, sé que eres buena y te alegrarás ¿no es verdad? ¡casada con un médico! Lo que todas las chicas sueñan.

Te abraza y besa,

Leonor Saldívar de Etchepare


Escribiendo con el abrigo único del camisón, su cuerpo se ha enfriado y tirita. Piensa en la enfermedad del hermano, iniciada con un resfrío. Su madre duerme en la cama vecina. Esconde el sobre dentro de una de las carpetas de deberes pertenecientes a sus alumnos. Se acuesta y busca con los pies la bolsa de agua caliente. Al día siguiente, volviendo de la escuela, pasará por el correo para despachar la carta.


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Coronel Vallejos, 26 de setiembre de 1947


Señor:

Aquí le mando estas cartas para que se entere de quién es su esposa. Ella a mí me hizo un gran mal y no voy a dejar que se lo haga a usted o a quien sea, sin recibir el castigo que merece.

No interesa quién sea yo, aunque le resultará fácil darse cuenta. Ella se cree que va a salir siempre con la suya, alguien tiene que cantarle las cuarenta.

Lo saluda con respeto,

Una amiga de verdad


La puerta está cerrada con llave, el chorro de la canilla del agua fría cubre todos los ruidos. Sentada en el borde de la bañadera pasa a escribir la dirección en el sobre de tamaño oficio: «Sr. Donato José Massa, Inmobiliaria B.A.S.I. Sarmiento 873 4to. piso Capital Federal». Toma dos cartas con dedicatoria «Querida Doña Leonor» y firma «Nené». De la primera carta subraya el siguiente párrafo:


«A veces con los chicos míos escuchando todas las tonterías inocentes que dicen una se da cuenta de cosas que nunca pensó. Mi nene más chico siempre está cargoseando con preguntas, a mí y al hermano nos pregunta cuál es el animal que nos gusta más, y cuál es la casa que nos gusta más, y cuál el auto, y la ametralladora o el revólver o el fusil, y el otro día de golpe me dijo a mí (que estábamos solos porque anda gripe en el colegio y él está resfriado), de golpe, mami, qué es de todo el mundo la cosa que más te gustó de todas, y yo enseguida pensé en una cosa, claro que no se la pude decir: la cara de Juan Carlos. Porque en la vida para mí lo más lindo que he visto es la cara de Juan Carlos, que en paz descanse. Y mis nenes tan feúchos que son, de bebitos eran ricos pero ahora tienen los ojos chiquitos, la nariz carnuda, se parecen cada vez más al padre, y hasta me parece que no los quiero de verlos tan feos. Por la calle si pasa alguna madre con un chico lindo me da rabia… Mis nenes cuando van adelante mío mejor, me da vergüenza a veces que me hayan salido así.»


De la segunda carta subraya lo siguiente:


«…y ni bien oigo los pasos en el pasillo ya me quiero morir. Todo lo que yo hago está mal para él ¿y él qué tiene de tan perfecto? No sé qué le pasa, se debe dar cuenta de que no lo quiero y por eso está tan malo conmigo… Pero Doña Leonor, yo le juro que hago lo posible por ocultarle el asco que me da, pero claro que cuando se pone malo conmigo, y con los chicos, ahí sí que le deseo la muerte. No sé cómo hace Dios para decidir quiénes son los que se tienen que morir y quiénes van a seguir viviendo. Cuánto debe sufrir usted, que le tocó que se le muriera el hijo.

»¿Será cierto que cuando uno pide algo no lo consigue si se lo dice a otro? Lo mismo se lo voy a contar a usted, porque al final es como si fuera yo misma. Bueno, resulta que los nenes siempre que ven pasar un caballo blanco dicen "caballito blanco, suerte para mí" y hacen dos pedidos en voz baja, y ayer venía de la feria y vi un caballo blanco y pedí dos cosas ¿Dios no me las dará si las digo? Bueno, pedí primero que si en el otro mundo después del Juicio Final me perdona Dios, porque a Juan Carlos seguro que lo perdona, entonces que me pueda reunir con él en la otra vida. Y la segunda cosa que pedí es que mis nenes a medida que vayan creciendo se pongan más lindos así los puedo querer más, no digo lindos como Juan Carlos pero no tan feos como el padre. Cuando recién nos casamos no era tan feo, pero con los años y más gordo no se lo reconoce. Pero nunca se sabe cómo van a ser los chicos de grandes ¿no? no se puede estar segura.

»Si tan siquiera usted estuviera más cerca para poder desahogarnos juntas. Lo único que me consuela es que un día todo se va a terminar porque me voy a morir, porque de eso sí puedo estar segura ¿no? un buen día todo se va a terminar porque me voy a morir.»


Vuelve a doblar las dos cartas y junto con la escrita por ella misma las coloca en el sobre de tamaño oficio ya preparado. Toma otro sobre del mismo tamaño y escribe la dirección: Sra. Nélida Fernández de Massa, Olleros 4328 2do. B Capital Federal. Toma seis cartas con dedicatoria «Querida mía», etc. y firmadas «Juan Carlos». Las coloca en el segundo sobre y considera terminada su tarea. Sale del baño con ambos sobres escondidos entre su pecho y la salida de baño.


– ¿Por qué tardaste tanto?

– Me estaba depilando las cejas. ¿Te faltan las mangas nada más?

– Sí, prendé la estufa, nena. Tengo frío.

– Ya es primavera, mamá.

– ¡Qué me importa el almanaque! Yo tengo frío.

– Mamá, me dijeron una cosa… que me puso muy contenta.

– ¿Qué cosa?

– Me dijeron que aquella asquerosa de la Nené está en líos con el marido.

– ¿Quién te dijo?

– Se dice el pecado pero no el pecador.

– Nena, no seas así, contame.

– No, me hicieron jurar que no dijera nada, conformate con que te diga eso.

– ¿Y qué será de la vida de ella? ¿sabrá que falleció Juan Carlos?

– Sí mamá, debe saber.

– Podría haber escrito para darnos el pésame, Mabel escribió. Será que tiene mucho que hacer con los chicos ¿cuántos tiene? ¿dos?

– Sí mamá, dos varones.

– Nunca se va a quedar sola, entonces. Siempre va a tener un hombre en la casa… Yo no la entiendo a la madre de Nené quedarse acá en Vallejos teniendo esos dos nietos en Buenos Aires. Si vos te hubieses casado sería distinto…

– Mamá, no empieces de nuevo. Y te voy a contar una cosa, pero no te enojes.

– No me enojo, decime.

– Nené mandó el pésame, pero yo no te lo mostré, para que no te acordaras de esas cosas de antes.

– Así que se acordó, pobre.

– Sí mamá, se acordó.

– Ay… si yo tuviese nietos no estaría como estoy… Al hijo me lo llevó Dios y la hija no vaya a ser que se me quede sola, si yo me muero vos sabés bien cuál va a ser mi preocupación…

– Mamá…

– Sí, mamá, mamá, tenés que ser más despierta con los muchachos, tantos que conocés y todos nada más que amigos. Coqueteales un poco.

– Y si no gustan de mí qué le voy a hacer…

– ¿Y ese doctor Marengo? ¿no me dijiste que te sacaba mucho a bailar?

– Sí, pero como amigo.

– Nena, a mí me vinieron con el cuento de que te habían visto en el auto de él ¿por qué no me lo contaste?

– No, era una pavada, unos días antes de lo de Juan Carlos. Creo que llovía, y a la salida de la novena me acompañó.

– Yo tengo ganas de conocerlo, dicen que es muy simpático.

– Sí, mamá, pero está comprometido para casarse, la novia es de Buenos Aires…

– Nena ¿por qué te ponés así?

– Es que me sacás de quicio, mamá.

– Estás muy nerviosa, una chica tan joven y tan nerviosa.

– No soy tan joven ¡y terminala!

– Vení, nena, no te enojes conmigo… No te encierres en la pieza otra vez…


– Buenas tardes, a mí me mandan del «Hostal San Roque» ¿era acá donde vivía el señor Juan Carlos Etchepare?

– Sí, ¿qué deseaba?

– ¿Pero a usted yo no la conozco de alguna parte?

– No sé… ¿Usted quién es?

– La señora de Massa, y mis dos chicos.

– Usted es Nené. ¿No se acuerda de mí?

– No puede ser… Elsa Di Cario…

– Sí, soy yo la dueña de la pensión. ¿Se van a quedar unos días en Cosquín?

– No sabemos… me parece que no… dejamos las valijas en la estación de micros.

– Yo tengo una pieza con dos camas, pero tome asiento, señora. ¿Cómo encontraron la casa?

– Me mandaron del Hostal, fui ahí y pregunté dónde era que había vivido Juan Carlos estos últimos años.

– Mire, señora, si quiere le pongo otra camita en esa pieza y pueden estar cómodos los tres ¿su marido no viene con usted?

– No, se quedó en Buenos Aires. Pero me parece que seguimos viaje a La Falda, hoy mismo ¿hay micro?

– Sí, pero se van a tener que apurar. Es dentro de media hora.

– Sí, mejor que lo tome.

– Qué ricos los nenes, veo que a usted no le falta nada en la vida ¿pero no van al colegio? ¿están por muchos días de paseo?

– Nenes, vayan un poquito al patio, que tengo que hablar con la señora.

– Usted sabrá que Juan Carlos murió en Vallejos. Él se fue de acá a fines de marzo a pasar unos días con la familia, y no volvió más…

– Sí, ya sé, ya medio año que está muerto. ¿Y usted hace mucho que está acá?

– Sí, unos años, puse esta pensión y él se vino para acá. La familia le mandaba muy poco y si le alcanzaba para pagar una pensión no le alcanzaba para el tratamiento. Por eso puse pensión, pero yo no me imaginaba en la que me metía. Es algo de nunca terminar el trabajo de una pensión… Qué raro de vacaciones en octubre, hizo bien, porque hay poca gente, y no hace ni frío ni calor.

– ¿Juan Carlos se acordaba de mí?

– Sí, a veces la nombraba.

– …¿Y él a usted la quería?

– No me haga esas preguntas, Nené.

– Usted sabrá que yo lo quise con toda el alma ¿no?

– Sí, pero nadie tiene derecho a preguntarme nada, yo soy una mujer que se gana el pan y no le pide nada a nadie. Y usted es una señora casada que tiene todo, así que ya sabe. No quiero hablar de Juan Carlos, que en paz descanse.

– Yo no soy más una señora casada. Me separé de mi marido, por eso me vine para acá.

– No sabía… ¿y por qué vino para acá?

– Juan Carlos en las cartas me contaba siempre de Cosquín, quería conocer, y hablar con alguien que me contara cosas de él.

– Estaba muy delgado, Nené. Y era siempre el mismo, siempre iba al bar, y al final a mí me dio muchos dolores de cabeza, aunque esté mal decirlo… Jugaba mucho, al final era lo único que lo distraía, pero yo no sabe usted lo que tengo que cinchar acá en la pensión, tengo que estar en todas, Nené, porque si no la cocinera me gasta demasiado, y yo hago la limpieza y las compras y tengo que estar lo que se dice en todas. El único modo de que una pensión le dé un poco de ganancia es que la dueña esté en todas. Me encontrará muy avejentada ¿no es cierto?

– Y, pasaron muchos años.

– Pero cuánto lo siento lo de su marido… ¿qué pasó? ¿no me puede contar?

– Son cosas que pasan… Fue hace dos semanas, hace poquito, por eso me vine para acá. Pero el abandono de hogar lo hizo él, así que yo no tengo por qué preocuparme.

– ¿Había otra mujer de por medio?

– No, pero se dio cuenta de que entre los dos ya se había terminado todo. Ahora él está arrepentido y nos vino a despedir al tren, pero yo creo que es mejor así. Aunque los chicos pierdan unos días de clases mejor que me vine para acá porque si no me iba a dar lástima y por ahí le aflojaba de nuevo.

– ¿Y los chicos? ¿no van a sufrir de no tener al padre?

– Peor es que nos vean perro y gato peleando todo el día.

– Usted sabrá lo que hace.

– Yo al único hombre que quise en mi vida fue a Juan Carlos.

– El último año, sobre todo, sufrió mucho, pobre muchacho… Yo me tenía que levantar de noche a cambiarle las sábanas empapadas de sudor, y darle una muda limpia, y a cada rato comida, le venía el hambre a cualquier hora, después me dejaba la mitad en el plato. Pero acá la lucha más grande es con las sirvientas, porque son tan faltadoras las cordobesas, y yo sobre todo lo que necesitaba era a la lavandera porque con tanta ropa que se cambiaba y las sábanas nunca me daba abasto, Nené, y a mí me parecía no sé qué dejarle las mismas sábanas. Hubo rachas que todos los días le cambiaba las sábanas. ¿Quiere que le muestre la pieza? Él tenía su pieza aparte, con la camita turca ¿la quiere ver?

– Bueno…

– Y él la nombraba muchas veces a usted Nené.

– ¿Y a qué otra nombraba?

– A Mabel. También la nombraba mucho a ella.

– ¿Sí?

– Pero no la quería nada, decía que era una egoísta. Mientras que de usted hablaba siempre bien, que fue con la única que pensó en casarse, eso se lo digo sin celos de mi parte, Nené, la vida tiene tantas vueltas ¿verdad?

– ¿Y qué más decía de mí?

– Y, eso, que usted era una buena chica, y que en un momento se iba a casar con usted

– ¿Y no sabe si tenía ganas de verme, en los últimos tiempos? como amiga quiero decir…

– Y mire… la verdad es que yo me enojaba cuando él hablaba de chicas, así que muchas cosas no me las decía… Y venga a ver la pieza que ya se tiene que ir para la estación, que va a perder el micro.

– No sé si irme o quedarme…

– No, mejor es que se vaya, Nené ¿ve qué linda piecita blanca? ésa era la cama de él ¿no es cierto que mejor no remover las cosas de antes? No lo tome a mal…

– ¿Él se quedaba mucho en la pieza?

– Cuando estaba mal. ¡Don Teodoro, pare un poquito!… Mire Nené, justo pasa el coche de alquiler ¿lo quiere tomar?

– Sí…

– Qué avejentada me habrá encontrado ¿verdad, Nené?

– No, para todos pasan los años.

– ¡Un momentito, Don!

– Chicos, vengan que es tarde.

– Es una suerte, porque acá hay tan poquitos coches de alquiler.

– Señora… yo tengo ganas de quedarme…

– No, mejor que no, Nené, yo no quiero hablar más de las cosas del pasado, me lo quiero olvidar todo lo que pasó.

– Yo quería que me contara más cosas…

– No, mire, yo estoy muy amargada ¿y para qué la voy a amargar a usted?… Un minuto, Don Teodoro, que ya va la señora… la tiene que llevar rapidito a la estación de micros…


…«-Mientras que de usted hablaba siempre bien, que fue con la única que pensó en casarse»… Señor que estás en el cielo, eso Tú lo has de escuchar ¿verdad que Tú no lo olvidas? «A LA FALDA 40 KILÓMETROS» sin rumbo voy ¿hacia dónde? sin rumbo… «-¿Y qué más decía de

mí?…-Y, eso, que usted era una buena chica, y que en una época se iba a casar con usted»… ¿conmigo? así es, conmigo, que solamente a él amé en la vida, «GUÍE DESPACIO, CURVA A 50 KILÓMETROS» ¿y al corazón quién lo guía? porque sin que nada nos lo haga presentir se oirá un clarín a lo lejos, y cuando aparezcan los ángeles buenos en el cielo azul, de oro los cabellos y los vestiditos todos de organdí «¿LO MEJOR DE CÓRDOBA? AGUA MINERAL LA SERRANITA» ¿lo mejor del cielo? muy pronto los ángeles me lo han de mostrar ¿adónde me llevan? la tierra abajo quedó, eclipse de vida en la tierra, las almas ya vuelan hacia el sol, eclípsase el sol de repente y es negro el cielo de Dios. A lo lejos un clarín se oye ¿anuncia que quien mucho ha amado por su ser más querido no habrá de temer? tinieblas sin fin del espacio, y los ángeles ya junto a mí no están… «GRAPPA MARZOTTO, LA PREFERIDA EN LA ARGENTINA» ¿y yo de quién soy la preferida? ¿lo seré en la muerte si no lo fui en la vida? la gente falleció, los cuerpos tiesos de mis familiares abajo quedaron, aquel que pellizcarse quisiera para de un posible sueño despertar en vano intentaría con sus dedos de algodón o de nube la piel tocar ¡pues toda carne se volatilizó! y en nombre de este amor y por el bien de él propongo un trueque a Dios, «GUÍE DESPACIO, CURVA A 70 METROS» si yo habré de salvarme antes ha de salvarse él ¿estará cerca o distante? esas nubes de azabache entrever dejan un cementerio blanco, creo reconocerlo… es suelo de la pampa… con florcitas silvestres que otrora recogí ¿por qué mandato extraño aquí habré llegado? ¿será éste un cementerio cercano al de Vallejos? junto a una humilde tumba de pie está mi padre, se me acerca y me dice que en nombre de Juan Carlos y por mi bien me dice adiós, con un beso en la frente ya se apartó de mí y del brazo de mi madre se alejan paso a paso ¿y es cierto lo que veo? sus pasos polvo elevan, ¿los muertos recobraron su bagaje carnal? ¿dónde estoy? ¿quién soy? ¿quién fui? ¿Dios ha absuelto a mi alma de toda culpa y cargo? yo viví entre espinas herida sin saber de un momento de amor, si Juan Carlos se acerca y me dice «querida», todavía sangrante me arrancará cual flor. Juan Carlos, si puedes tú con Dios hablar, que olvidarte no pude te responderá,…la vida, con sus platos sucios y pañales y los besos de otro que debí esquivar ¿pretendió la vida de ese modo tu amor borrar? ja, ja… pero tú, quién sabe hacia dónde irás, quién sabe a cuál de tus ex novias hoy elegirás ¿esa tipa vieja prefieres a mí? ¿o conviene que sea ella y no otra más bella que yo? ¡silencio! palidece el mundo porque él caminando con paso seguro por fin reaparece… y su rostro bello refleja el ansia de buscar… no hallar, va caminando por calles desiertas ¿a quién buscará? yo me oculto temerosa ¿hacia dónde sus pasos dirige? avanzan mujeres muy bien arregladas, las mira y las deja pasar ¿dónde estamos? ¿por qué me ha venido a buscar a la tienda? el uniforme me queda tan mal, y esto sí que debí esperarlo:… la viuda de negro le cierra el paso entre dos mostradores… él la mira… le dice muchas gracias por tus sacrificios… ella no le cede el paso… él con dulzura y firmeza la hace a un lado… y detrás del mostrador surge la Celina, ¡y detrás de ella Mabel muy paqueta!… ¿por qué estará Mabel junto a esa víbora? ¡Celina escondida y por eso los demonios no la encontraban! pero donde pisa ella la tierra tiembla, se abre y envuelve a las dos negra llamarada ¡desaparecieron! no me atrevo a mirarlo… tiemblan mis manos, sí, tiemblo yo toda… ¿por qué elegiste para ponerte hoy esa campera? mi papá se reía de ti… «el estanciero»… ¿viste qué mal hicimos en preocuparnos tanto? ¿viste cómo al final jumos estamos? esa enfermedad que tú creíste… una barrera, fue tan sólo el desvío que hoy nos uniera… tu hermana que me odiaba… hoy ya no cuenta, tu madre despreciativa quedó alejada… y ese inmundo de Aschero ¿acaso qué importa? todo quedó atrás… en la otra vida ¿mi marido? no era malo… nunca lo quise ¿mis hijos? a Dios le cantan… con más ángeles forman dulce coro ¿mi madre? se fue, y con ella mi padre: dejaron para nosotros esta casita… Dame tus manos, ven, toma las mías, pronto va a refrescar, se acaba el día… cortinas nuevas traje yo de Buenos Aires… y tú tienes razón pues el portón recuerdos trae, pero seamos prudentes y vamos adentro, que todo aquello empezó… por un resfrío, ¿ya no tenés más ni un poquito de catarro? Mirá, en este cuartito yo vivía, cuando todavía era soltera… podemos pasar aquí la vida que nos resta ¿una vida de amor? ¡lo que Dios quiera! Juan Carlos, estamos ante Dios, esto el Catecismo nos lo anunciaba, se llama Resurrección y es del Juicio Final la consecuencia ¿no estás contento? con que la llamada Resurrección de la Carne esto era, ¿pero no será que yo lo estoy soñando? ¿cómo hacer para del sueño despertar sin sufrimiento? ¿y si me pellizco yo? ¿qué? mis dedos ya no son de algodón blando, no, basta de tanto miedo que mis dedos tocan mi carne y no estoy soñando pues el pellizco me despertaría ¡Dios nos devuelve a la vida en cuerpo y alma! es la voluntad de Dios ¿sientes vergüenza? y hay fuego en las hornallas, mi mamá cocinando estaría cuando oyó a los ángeles llamarla con clarines… Juan Carlos! sorpresas tengo… en todos estos años que separados vivimos… ¡aprendí a cocinar! ¡sí! puedo prepararte lo que más te plazca, Juan Carlos ¿me pides que junto a ti hoy me acueste? para dormir la más reparadora de las siestas ¿recuerdas que me pediste en una carta que me acostara vestida de uniforme? ¿y ese beso qué es? ¿qué significa? ¿estará permitido que me beses? Juan Carlos! en este momento lo veo claro ¡por fin me doy cuenta de una cosa!… si Dios te hizo tan lindo es porque Él vio tu alma buena, y te premió, y ahora de la mano arrodillados miremos a lo alto, por entre los volados de las cortinas nuevas, junto a esta humilde camita de soltera ¿nuestro nido? y preguntemos a Dios Nuestro Señor si él nos declara, por una eternidad, yo tu mujer tú mi marido…


– ¡Mami, quiero hacer pis!

– Falta poquito para llegar, aguantá querido.

– ¡Mamá, no puedo más!

– Dentro de un ratito ya llegamos a La Falda, vas al baño de la estación ni bien bajemos… Aguantá un poco.

– Mami, yo me aburro.

– Miren por la ventanilla, miren qué linda la sierra ¿ven cuántas cosas lindas que creó Dios?

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