Capítulo 13

– Me has estado observando toda la tarde. Me siento como un insecto en un microscopio. -Eve se apartó de la reconstrucción antes de mirar a Jane-. ¿Pasa algo? ¿Todavía estás alterada por la llamada de Aldo?

– Un poco. -Hizo una mueca-. Puedes comprender que se me haya quedado grabado en la mente.

– De eso no me cabe la menor duda. No ha dejado de preocuparme desde que me lo contaste.

– Pero puedes olvidarlo cuando te abstraes por completo en tu trabajo. Eso es una bendición, ¿verdad?

– El trabajo siempre es una gran terapia. -Eve frunció el ceño-. ¿Estabas preocupada por venir a verme mientras trabajo?

Jane movió la cabeza.

– Sólo me preguntaba si ya te falta poco.

– Mañana. La podía haber terminado esta noche si no me hubieras arrastrado a salir este mediodía.

– No pusiste ninguna objeción.

– Ni la pondré. Mantenerte viva es más importante que identificar a esta pobre chica muerta.

– ¿Qué nombre le has puesto?

– Lucy. -Sus manos se desplazaban por el cráneo, midiendo cuidadosamente el espacio entre los ojos-. La policía de Chicago piensa que puede ser una niña que lleva desaparecida más de quince años. Sus padres deben haber vivido un infierno.

– Como tú.

Eve no lo negó.

– Al menos podré devolver la hija a otros padres. Supongo que es una forma de poner fin a una situación.

– Bobadas. Es muy noble pero no te evita el sufrimiento.

– No. -Eve sonrió un poco-. ¿Se puede saber por qué estás tan interesada en mi trabajo esta noche?

– Siempre lo he estado. Es un poco repugnante, pero forma parte de ti.

– La parte repugnante.

– Has sido tú quien lo ha dicho. -Jane sonrió-. Jamás me atrevería. ¿De modo que Lucy regresa mañana a Chicago?

– Probablemente. -Eve levantó las cejas-. ¿Es importante que la termine rápido?

– Quizás. He estado sentada pensando… -Su mirada se fijó reflexivamente sobre el busto-. ¿Qué sensación… te produce?

– ¿Tocar su cara? -Se quedó en silencio, pensando-. No me da asco. Hace tanto tiempo que lo hago que es difícil de decir.

– ¿Lastima?

– Sí, y rabia y tristeza. -Acarició con dulzura la mejilla de Lucy-. Y una gran urgencia por devolverla a su hogar. El hogar siempre ha sido muy importante para mí. Hay tantos seres perdidos por ahí.

– Ya te he oído decir eso antes. ¿Realmente crees que su alma anda por ahí perdida y que le importa regresar a casa?

– No lo sé. Quizá. Pero no me importa. -Eve allanó la arcilla por la frente de Lucy-. Ahora vete a dormir y déjame trabajar o no terminaré nunca.

– Muy bien. -Jane se levantó-. Sólo era curiosidad.

– Jane.

Jane la miró por encima de su hombro.

– ¿Por qué ahora? -preguntó Eve-. Nunca te ha interesado mi trabajo antes.

Jane se giró para mirarla de frente.

– Nunca había visto tan de cerca la posibilidad de mi muerte. Esto hace que te preguntes qué es lo que nos espera allí fuera.

– En estos momentos lo único que te espera a ti es una vida larga y feliz.

– No te preocupes. No es que me esté deprimiendo o que sea pesimista. Todo esto ha surgido de repente sin venir a cuento. Estaba aquí sentada observándote y pensando en algo completamente distinto, cuando de pronto se me ocurrió que… -Hizo una pausa-. Cira es uno de esos seres perdidos. Según parece nadie sabe lo que le sucedió. Probablemente muriera en esa erupción.

– Hace dos mil años, Jane.

– ¿Qué importancia tiene el tiempo? Perdido es perdido.

– No, creo que no. Pero elimina el factor personal, el factor familiar.

– No, no estoy de acuerdo. -Se puso la mano en su mejilla y se la tocó siguiendo su trayectoria hasta la sien-. Esto para mí es muy personal. Ella tenía mi cara.

– ¿Y te preocupa que ella sea uno de esos seres perdidos?

– No lo sé. Quizá no se perdió. Quizá no murió. A lo mejor vivió hasta los cien años y vio a sus biznietos.

– Puede ser.

– Sí, pero me lo he estado preguntando, ¿y si tienes razón y las almas perdidas anhelan regresar a casa? ¿Y si los sueños que he estado teniendo fueran su forma de decirme que necesita que la encuentren y que la lleven a su lugar de descanso final?

– ¿Es eso lo que piensas? Te he de decir que es una conclusión totalmente irreal.

– Porque es tu deber decirlo. -Se calló durante un momento-. Yo ya no estoy segura de lo que es real, ni creo que tú tampoco lo estés. Tiene tanto sentido como pensar que estoy captando las vibraciones psíquicas. -Hizo una mueca-. Pero ayudaría tener alguna guía. Quizá podrías preguntarle a Bonnie lo me que está pasando.

– ¿Es una broma?

– No es una broma de mal gusto. Ella rige tu vida y a mí no me importa. Pero he pensado que quizá podríamos ponerla a trabajar. -Se fue por el pasillo-. Olvídalo. Lo haremos todo nosotros. Pero intenta acabar con Lucy esta noche.


Encendió su ordenador portátil nada más llegar a su dormitorio y entró inmediatamente en la web site de Archaeology Journal. Una web muy técnica. Cuesta imaginar que a un psicópata como Aldo pudiera interesarle. No había ningún artículo sobre Herculano en ese número.

Se puso tensa y respiró profundo antes de entrar en la web site de pornografía. Antes le había echado un vistazo, pero tenía que estar segura… A los cinco minutos tuvo que salir. Era horroroso. Parecía imposible que alguien pudiera disfrutar con ese tipo de obscenidad.

Olvídalo. Ve a la web site siguiente. Todas ellas le estaban dando una imagen de Aldo que se hacía más clara en cada instante.

Terminó con la última web site de la lista de Trevor a las 03:42 y se recostó intentando calmar su excitación ¿Funcionaría?

Había que intentarlo. El éxito dependería de muchos factores, incluido el escurridizo poder de la suerte.

Bueno, se merecían tener algo de buena suerte, ¡qué caray!

Cogió el teléfono y empezó a marcar.


El sol ya se filtraba por las ventanas y bañaba a Eve y a Joe con su luz clara mientras estaban sentados en la mesa desayunando. Cálido. Acogedor. Sereno. Totalmente distinto del oscuro mundo de Aldo en el que Jane había estado sumergida la noche anterior.

Jane se quedó de pie mirándoles por un momento, dudando.

«Para. Ya has tomado una decisión. Ahora a por ella».

– Buenos días. -Se dirigió hacia ellos-. No te oí llegar anoche, Joe. -Se fue a la nevera y sacó el zumo de naranja-. ¿Llegaste tarde?

– Sí. -Tomó un sorbo de café-. Pero debiste haberme oído. Vi luz por debajo de tu puerta.

– Estaba ocupada. -Se sirvió el zumo-. ¿Cómo vas con Lucy, Eve?

– He terminado. -Eve sonrió ligeramente-. Tal como me ordenaste, madame.

– Sabes que yo no… -Se detuvo al encontrarse con la mirada de complicidad de Eve-. ¿Me has pillado?

– Sí. ¿Qué estás tramando?

– Tenía que asegurarme de que no tenías ningún trabajo esperándote. -Levantó el vaso y se lo llevó a los labios-. Te voy a necesitar. -Se giró hacia Joe-. Y a ti también.

– Es un honor que me hayas incluido -dijo con sequedad-. ¿Vas a decirnos tu secreto o tendremos que adivinarlo?

– Os lo hubiera dicho antes pero tenía que asegurarme… -Se humedeció los labios-. Estaba confundida. Faltaban demasiadas piezas en el rompecabezas y tenía que encontrarlas. De lo contrario habríais echado por tierra mi teoría y no podía dejar que sucediera eso.

– ¿De qué caray estás hablando?

– No podemos quedarnos aquí sentados a esperar a que Aldo venga a por mí. Pensé que quizá podríamos encontrar la manera de hacer que salga a la luz. Pero después de hablar con él, me di cuenta de que va a ser necesario algo bastante más fuerte para hacerle perder los nervios. De lo contrario, se limitará a sentarse y esperar y yo no podré soportarlo. Hemos de ir en su busca.

– Estamos yendo en su busca -dijo Joe enseguida-. ¿Por qué crees que me paso dieciocho horas al día en la comisaría? Estamos recopilando información, estamos buscando pruebas, cotejando. Lo conseguiremos.

– Y eso te está volviendo loco. Esa no es tu forma natural de trabajar -dijo Jane-. Tú quieres ir detrás de él.

– Así es más seguro.

– Él no tiene ninguna prisa. Cree haber encontrado a Cira y está dispuesto a esperar a que llegue su oportunidad. Podríamos estar años jugando al gato y al ratón. Yo no voy a entregarle esos años de mi vida. Quiero vivirlos plenamente. -Miró a Eve-. Creo que he encontrado la manera de hacer que salga a la luz, si me ayudáis.

– ¿Cómo?

Al menos estaban escuchando.

– Un momento. -Se fue a la puerta principal-. Anoche llamé a Trevor y le dije que viniera. -Le hizo un gesto a Trevor, que estaba fuera hablando con Bartlett para indicarle que entrara-. Vamos a necesitarle.

– ¿Has hablado con Trevor antes que con nosotros? -preguntó Joe.

Jane lo negó con la cabeza.

– Eso no habría sido justo. Sólo sabe que estoy preparada.

– Preparada ¿para qué? -preguntó Joe.

– Tranquilo -dijo Eve en un tono bajo-. Escucha, Joe. Está intentando decírnoslo.

– Podría funcionar -dijo Jane-. Sé que podría funcionar. -Se giró para mirar a Trevor, que acababa de entrar en la habitación-. Dile a Joe que no hemos estado conspirando a sus espaldas.

Trevor se encogió de hombros.

– He venido por mandato real. Le di la lista que me pidió y me despidió.

– ¿Qué lista?

Trevor le hizo un gesto con la cabeza a Jane.

– Te cedo la palabra.

– Aldo es un crack de la informática. Trevor me dijo que aparte de actuar, es su única pasión. Me dio una lista de webs que Aldo solía frecuentar.

– Dámela a mí.

– Lo haré. Cuando haya terminado. -Se giró hacia Eve-. Pero la gran pasión de Aldo es su deseo de vengarse de Cira.

– Te refieres de todas las que se parecen a ella.

– En su mente sigue siendo Cira.

– ¿Y bien?

– ¿Y si tuviera la oportunidad de vengarse de la verdadera Cira?

Eve frunció el entrecejo.

– ¿Qué?

– En Pompeya y Herculano además de esqueletos también se encontraron cuerpos casi en perfecto estado. ¿Y si descubriera que desenterraron una antesala del teatro de Herculano y descubrieron el esqueleto de una mujer que había sido asesinada el día de la erupción?

– ¿Cira?

Trevor dio un pequeño silbido.

– ¡La hostia!

– Trevor, me dijiste que Julio había encargado hacer varias estatuas de Cira. Teniendo en cuenta lo famosa que era, no sería nada raro que hubiera una en la antesala del teatro donde murió. ¿Una mención de una estatua no atraería inmediatamente el interés de Aldo?

– Por supuesto.

– Por supuesto, no anunciaríamos el descubrimiento enseguida. Tendríamos que filtrar la información para asegurarnos de que fuera creíble.

– ¿Cómo? -preguntó Eve.

– Utilizando las webs que le he proporcionado -dijo Trevor-. Tres eran de periódicos. Una de una revista de arqueología. Creo que me está pidiendo que manipule un poco la información.

– Y eres muy bueno haciéndolo -dijo Joe sarcásticamente.

– Puede que necesite tu ayuda -dijo Jane-. No nos interesa que le cojan y que tenga que retractarse. Pero si puedes conseguir que la policía local no saque a la luz ninguna de las protestas del editor estaremos a salvo.

– ¿Y por qué iría tras los huesos de una mujer muerta cuando puede ir detrás de ti? -preguntó Eve.

– Antes de empezar a matar a esas mujeres partió en dos el busto de Cira. Me dijo que creía que la había destruido cuando había hecho volar el túnel. Pero ha vivido con su imagen durante demasiado tiempo: para él todavía está viva. -Se calló un momento-. Y mientras hablaba con él me di cuenta del porqué. Es su rostro. Cada vez que ve una cara que se parece a ella, desencadena recuerdos y le incita a asesinar. No puede soportar ni siquiera ver su rostro, ni que exista en alguna parte del mundo. ¿Y si restregáramos su asqueroso careto en esa fobia? ¿Y si Cira se convirtiera en un icono popular? ¿Y si no pudiera leer un periódico o encender un televisor sin ver a Cira? ¿Y si se hiciera tan famosa como Nefertiti?

– ¡Bingo! -murmuró Trevor.

– Eso espero -respondió ella con una mueca-. Y una de sus webs favoritas es una página porno especializada en necrofilia. No sería extraño que quisiera humillarla de ese modo.

Eve se estremeció.

– Es difícil creer que podría… -Sacudió la cabeza-. ¡Qué bestia!

– Pero hemos de asegurarnos que sea una tentación a la que no pueda resistirse. -Jane volvió a detenerse-. Hemos de hacer carambola.

Eve se puso en guardia.

– Sigue.

– Yo he de estar allí. Cira y yo hemos de estar juntas.

– ¡No! -exclamó Joe.

Eve estudiaba su expresión.

– ¿Por qué?

– Porque no estoy segura de que la atracción por la Cira actual no sea más fuerte que por la Cira del pasado. Pero si estamos juntas creerá que podrá tenernos a las dos por el mismo precio. Podrá destruir los restos de Cira de una vez para siempre y matarme a mí.

– Y el considerará una amenaza que Jane vaya al lugar donde se encontraron los huesos de Cira -dijo Trevor-. Tras la reconstrucción eso daría más credibilidad a la historia y más publicidad, más rostros en los medios.

– Reconstrucción -repitió Eve lentamente.

– No le he dicho nada -dijo Jane enseguida-. Sólo me está leyendo el pensamiento.

– Y yo ahora te sigo -dijo Eve-. Rebuscado.

– Tú eres la clave. Tú serás la amenaza final para convertir a Cira en una imagen mundialmente famosa si hicieras una reconstrucción de su esqueleto.

– Sigue.

– ¿Cuántas veces te han invitado gobiernos y museos a hacer una reconstrucción forense? No sería tan extraño que se pusieran en contacto contigo para verificar que se trata del esqueleto de Cira.

Trevor asintió.

– Y tú irías, teniendo en cuenta el hecho de que Aldo sabrá que yo te he dicho que Cira es su motivación.

– Y todos sabemos cuál es la tuya, Trevor -dijo Joe sin miramientos.

– Y vosotros deberíais estar bastante contentos de que sea tan fuerte -respondió él-. Os vais a adentrar en mi terreno y necesitáis toda la ayuda que os pueda dar.

– ¿Tu terreno?

– El arte de engañar -dijo Trevor sonriendo-. Un sofisticado, retorcido y gran engaño.

– Y estás ansioso por empezar.

– Apuesta lo que quieras -le dijo a Eve-, pero Jane tiene razón: todo girará en torno a ti. Ha de haber un hilo de verdad en toda mentira para hacerla creíble y tú eres ese hilo.

– ¿Debo sentirme halagada?

– ¿Crees que soy tonto? Te conozco lo suficiente como para no darte jabón. Sólo lo estoy exponiendo tal como lo veo.

Eve se quedó en silencio durante un momento.

– ¿Crees que funcionará?

– Creo que tiene probabilidades. Jane ha encontrado la manera de utilizar la obsesión de Aldo. Siempre y cuando se le presente de la manera adecuada.

– ¿Y ése es tu trabajo?

– No se me ocurre nadie más cualificado.

– Ni a mí tampoco -dijo Jane-. Por eso estás aquí.

– Me parece muy arriesgado -dijo Joe.

– No me importa lo que parezca -dijo Jane-. Siempre que nos dé la oportunidad de sacar a Aldo de la sombra.

– ¿Y qué vamos a hacer exactamente cuando hayamos conseguido la atención de ese bastardo?

Jane movió la cabeza.

– Tendremos que improvisar y salir del paso. Pero por difícil que sea hallar la forma de atraparle, seguiremos jugando con ventaja. Jugaremos con ventaja siempre y cuando piense que tenemos algo que él quiere. Quiere a Cira y me quiere a mí. Estará en nuestro terreno de juego y cabe la posibilidad de que podamos pillarle cometiendo algún error si le enfurecemos lo bastante. -No podía leer la expresión de Joe, ¡maldita sea!-. Eso es lo que intentabas hacer cuando le seguiste hasta Charlotte y Richmond, ¿no es cierto? Sólo esto le hará perder su centro. Eso nos dará una oportunidad y, al final, será más seguro para mí.

– Chorradas.

– Muy bien, entonces pondrá fin a esta pesadilla. Este pulso con Aldo puede durar años si no pasamos a la acción. -Miró a Eve-. Ayúdame.

Eve la miró con los ojos muy abiertos y movió lentamente la cabeza.

– No me presiones. Toda esta trama me pone los pelos de punta. Necesito tiempo. -Se puso de pie-. Venga, Joe. Vamos a dar un paseo por el lago y a charlar un poco.

– Eve…

– Te he dicho que tendrás que esperar. -Eve sacudió la cabeza con preocupación-. Según cómo eres muy adulta, pero todavía tienes la impaciencia de una adolescente. Nada de lo que digas me va a hacer cambiar de opinión. Joe y yo marcaremos las pautas y haremos lo que creamos más conveniente. -Se dirigió hacia la puerta donde Joe la esperaba-. Ya te contestaremos.

Jane apretó los puños mientras les observaba bajando los peldaños del porche.

– ¿Por qué no se dan cuenta de que eso es lo adecuado? -murmuró-. Yo lo tengo tan claro.

Trevor sonrió.

– ¡Dios mío, tienen razón! Todavía eres una niña. Me siento profundamente agradecido por este momento de revelación. Lo necesitaba.

– ¿Qué?

– No importa. Para mí también está muy claro. Es un buen plan y podemos mantenerte a salvo si trabajamos en él. Verás cómo atienden a razones. -Abrió la puerta-. Salgamos al porche a esperarles.


– Muy bien, aprobado -dijo Joe mientras subían al porche al cabo de una hora-. Pero ni se te ocurra ir a ninguna parte sin consultárnoslo antes. Va a ser una labor de equipo, de lo contrario nos echaremos atrás.

Jane se sintió aliviada.

– No tengo la menor intención de irme por ahí yo sólita -respondió-. La esencia del plan es que requiere la cooperación de todos nosotros.

– Y por eso aceptamos hacerlo -dijo Eve-. Es la única forma en que podremos estar seguros de que no te vas por la tuya.

– Muy perspicaz -dijo Trevor.

– Sabes que no me gustaría hacerlo -dijo Jane.

– Pero no nos estás negando la posibilidad. -Eve sacudió la cabeza-. ¿Crees que no te veo venir?

– No lo haría voluntariamente. -Jane se encogió de hombros-. Bueno, eso es discutible en estos momentos. -Se giró hacia Trevor-. ¿Por dónde empezamos?

– Poco a poco. -Trevor sonrió mientras Jane le miraba con frustración-. La paciencia es oro.

– La paciencia es inaguantable -refunfuñó ella-. Y estoy harta y cansada de que todo el mundo piense que ir arrastrando los talones es un signo de madurez.

Trevor se rió entre dientes.

– Ya me lo esperaba. -Miró a Eve y a Joe-. Necesito información de los dos. He puesto café a hacer. Vamos a reunirnos. -Abrió la puerta e hizo un gesto-. He pensado algunas cosas mientras hemos estado en el porche esperándoos. Me gustaría empezar. -Miró a Jane-. Y quizá yo también esté algo impaciente.

Jane se dio cuenta de que era cierto por su expresión. Impaciente, entusiasmado y excitado. Casi le perdona por haberla tratado con condescendencia.

Casi.

– ¡Qué inmaduro por tu parte! -Entró en la cabaña delante de él.

Eve no esperó a que Jane terminara de servir el café para empezar a preguntarle a Trevor.

– Veamos, ¿qué necesitas ahora?

– ¿Tienes algún contacto con algún departamento forense de Italia?

– No. He hecho algunos trabajos con el equipo forense de Dublín, pero no he trabajado en ninguna otra parte de Europa.

– ¿Has hecho algún trabajo con cráneos antiguos?

– Me enviaron un cráneo egipcio que se suponía que era el de Nefertiti.

– ¿Lo era?

– Los forenses dijeron que probablemente estuviera emparentada con ella, pero que la reconstrucción no se parecía a la estatua.

– Pero ese trabajo es una buena recomendación. Nefertiti… Eso está muy bien. -Trevor tomó la taza que Jane le estaba ofreciendo-. ¿Quién te solicitó el trabajo? ¿El museo? ¿El gobierno?

Eve movió la cabeza.

– El arqueólogo encargado de la excavación. Era americano y también me encargó un trabajo sobre un cráneo que encontró en un yacimiento navajo de Arizona.

– ¿Cómo se llama?

– Ted Carpenter.

– ¿Dónde está ahora?

– No tengo ni idea. Pero dudo de que esté en Herculano.

– Yo también. Eso sería tener demasiada suerte. Pero los arqueólogos son una especie rara y están bastante conectados entre ellos. Es posible que pudieras convencerle para que se pusiera en contacto con los arqueólogos que están trabajando allí.

– ¿Y?

– ¿Algo de verdad para una gran mentira? -Jane se sentó en el brazo del sillón.

Trevor asintió con la cabeza.

– Aldo revisará cualquier historia que tenga relación con Cira. Si anunciamos que un arqueólogo ha hecho ese descubrimiento y que le encarga la reconstrucción a Eve, hemos de asegurarnos de que pueda corroborar la historia.

– ¿Cómo vamos a hacer ese anuncio? -preguntó Joe.

– Con discreción. En un período de varias semanas.

– ¿Cuántas? -preguntó Jane.

– Aproximadamente.

– Tres… quizá. Si todo va bien. -Se giró hacia Joe-. Tendré que partir hoy para Herculano para preparar el terreno. Al pequeño y perfecto escenario de Jane le acechan todo tipo de problemas. Por una parte, la excavación del teatro está controlada por el gobierno italiano. ¿Puedo contar contigo para evitar que me metan en la cárcel si los italianos llegan a interesarse demasiado por mí?

– Me encargaré de ello -dijo Joe-. Aunque unos pocos días en la cárcel no te irían nada mal.

– Pero a Jane no le beneficiarían en nada. Ella quiere que las cosas vayan deprisa.

– ¿Qué más? -preguntó Joe.

– Voy a empezar a introducir líneas sueltas en los periódicos de las webs sites favoritas de Aldo.

– ¿Vas a cambiar el texto? -preguntó Jane-. ¿Cómo puedes hacerlo?

– No es fácil. No sólo tendré que entrar en la web site, sino que tendré que volver a hacer el formato de las páginas.

– ¿Sin que el periódico se entere?

– Los periódicos se revisan antes de colgarlos en la web y luego cuando ya están puestos los escanean. Si espero entre cinco o seis horas después de que los hayan puesto, sería raro que alguien se diera cuenta de los cambios. Al fin y al cabo no voy a cambiar una historia, sólo añadiré datos. Acabarán dándose cuenta, pero pueden pasar días.

– ¿Y cuando lo hagan? -preguntó Joe.

– Entonces, dependerá de ti. -Trevor sonrió-. Utiliza tus influencias, músculos o apela a su avaricia. ¡Demonios! Promételes una exclusiva.

– ¿A los tres periódicos?

– Yo lo haría. Va a ser un difícil acto de malabarismo, pero eso es lo que hace la vida interesante.

– Y delictivo -añadió Joe tajante-. Eso requerirá un control constante y ni siquiera estamos seguros de que todavía lea esos periódicos.

– Sólo necesitamos uno. Si ve algo sobre Cira en uno de ellos, es más que probable que después consulte los otros para asegurarse. -Frunció el entrecejo pensativo-. Pero Archaeology Journal es harina de otro costal. No podré engañarles durante mucho tiempo. Es una revista esotérica profesional y les importa mucho su reputación.

– Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Evitarles? -Trevor movió la cabeza negativamente.

– Les necesitamos. Sería muy poco creíble si una revista de este tipo no mencionara semejante hallazgo. -Se encogió de hombros-. Ya pensaré algo. -Dejó su taza-. Y mejor que empiece ahora mismo con los periódicos.

– ¿Cómo? -preguntó Jane.

– Empezaré con los dos periódicos italianos. Ésa sería la progresión más lógica. Sólo un pequeño párrafo al final de la sección científica. El primero será un anuncio de los nuevos descubrimientos, pero sin detalles. Muy escueto. En el siguiente haré mención del teatro y de que se trata del esqueleto de una mujer. Dejaremos pasar unos días y daremos más detalles incluyendo el descubrimiento de una estatua en la antesala.

– ¿Es una broma? -preguntó Eve. Trevor lo negó con la cabeza.

– Si lo hago bien, a finales de semana se estará tirando de los cabellos o haciéndosele la boca agua.

– ¿Un descubrimiento de esta índole no supondría más bombo y platillo?

– No hasta que el yacimiento esté protegido. Lo último que desean es que ladrones y reporteros interfieran en su camino. Aldo ya sabe eso por propia experiencia con su padre.

– Pero ahora mismo también debe haber excavaciones por ahí cerca. El descubrimiento de una antesala del teatro sería un gran hallazgo. No me puedo creer que podamos engañarles.

– No podría hacerlo si el yacimiento del teatro no fuera lo que es. Toda esa zona está plagada de túneles. Era la principal forma de acceso al centro del escenario y a los asientos. Algunos de ellos han sido descubiertos por arqueólogos con el paso de los siglos y hay planos. Otros han sido excavados por ladrones: son los túneles que utilizaban para robar las antigüedades del teatro. No sería tan extraño que se encontrara una antesala en uno de esos túneles de los contrabandistas que nadie conoce. No obstante, hemos de contactar con alguien que pueda dar fe del hallazgo y cubrirnos.

– Entonces, querrás que contacte enseguida con Ted.

– Cuanto antes. Sé persuasiva.

Eve hizo una mueca.

– Ese no es mi estilo.

– Entonces, haz lo que puedas. Necesitamos que el contacto esté en el yacimiento cuanto antes.

– ¿Y qué historia se supone que le he de contar?

– Si es un amigo, cuéntale la verdad, pero él tendrá que dar otra versión al arqueólogo, que nosotros tendremos que corroborar. Toda la verdad sería demasiado peligrosa para nosotros.

– Bueno, entonces ¿qué ha de contarle Ted?

Pensó un momento.

– Que le diga que él ha descubierto el esqueleto y una estatua en un túnel al norte de la ciudad, pero que cometió el error de no solicitar permiso al gobierno para excavar, y que a fin de mantener buenas relaciones con los italianos está dispuesto a compartir la fama del hallazgo por una parte de los beneficios. Si hay una filtración Aldo supondrá que se trata del túnel de Precebio. Eso le parecerá lógico. -Se dirigió hacia la puerta-. Saldré para Italia esta noche. Cuando introduzca el primer párrafo ya os lo comunicaré, Quinn.

– Muy amable -dijo Joe-. No soporto trabajar en la sombra. Aunque me doy cuenta de que tú vas a beneficiarte de ello.

– Otro golpe bajo. -Trevor le miró por encima del hombro y le sonrió-. Me preocuparía si no supiera que tú estás tan ansioso de llevar a cabo este plan como yo. A ninguno de los dos se nos da bien lo de ir poco a poco. -Se volvió a Jane-. Y haremos todo lo posible para llevarte a Herculano lo antes posible. Así que tranquila. ¿Vale?

– No. No vale. ¿Qué se supone que he de hacer?

– Ya lo has hecho. Es tu plan. Nosotros sólo lo estamos poniendo en práctica.

– Muy bien, si quieres hacer algo, ve al centro comercial y vuelve a provocar a Aldo. Eso le mantendrá enfocado en ti hasta que empiece la acción en las webs.

– No -dijo Eve con firmeza.

– Sólo una vez. Apuesto a que cuando lea los primeros artículos, ya no dará ningún paso más. Se sentirá confuso e inseguro respecto a cuál será su próxima acción.

– Quizá -dijo Eve-. Ya es bastante arriesgado llevarla a Herculano y servírsela en bandeja.

– No se la vamos a servir en bandeja. Encontraremos la manera de que allí esté a salvo. De eso me encargo yo. Ésa es una de las cosas de las que me voy a encargar en cuanto llegue a Italia. Tú te encargas de su seguridad hasta que recibas la mágica invitación para ir a realizar tu vudú. -Empezó a bajar los escalones-. Cuanto antes consigas que tu arqueólogo haga esa llamada, más rápido avanzaremos.

– Nadie me ha preguntado si quería ir a ese maldito centro comercial -dijo Jane-. No soy una niña a la que hay que mantener ocupada con tonterías porque no se le permite hacer nada importante. -Dio un paso hacia delante para confrontarle-. No tengo intención de provocar a Aldo, Trevor. Sería exagerado. La sutileza es mejor. Queremos que se concentre en Cira, no en mí. De modo que me quedaré aquí aburriéndome. Pero mejor que no sean más de tres semanas.

Trevor levantó la mano para saludar al estilo militar.

– Vale, vale. Te he entendido perfectamente.

– Y llámame para contarme qué es lo que está sucediendo.

– Será un placer. -Sonrió-. Cada noche; te lo prometo.

– Más te vale que cumplas tu promesa.

– Lo haré. -Trevor caminaba rápidamente por el sendero-. Echaré de menos el sonido de tu voz regañándome…


– ¿Voy a ir contigo? -preguntó Bartlett al ver que Trevor lanzaba su maleta en el interior del coche de alquiler-. No hablo italiano, pero me he dado cuenta de que eso no importa mucho cuando quieres comunicarte. Siempre he sabido hacerme entender.

– No tengo la menor duda. -Trevor se metió en el coche-. No, no vas a venir. Si veo que no puedo arreglármelas sin ti, te llamare. Te necesito aquí para que vigiles a Jane.

– Quinn lo hará.

– Pero él no me llamará para decirme si ha visto algo sospechoso. Intentará encargarse de ello él sólo.

Bartlett reflexionó sobre ello.

– Tienes razón. Quizá no me necesites allí. -Dio un suspiro-. Pero sería mucho más divertido ir contigo. He de reconocer que la vida es mucho más interesante cuando estoy contigo.

– ¿Y cuántas veces me has dicho que serías muy feliz si te deshicieras de mí y pudieras regresar a tu tranquila y aburrida vida?

– Quizá me has contagiado. ¡Oh, Dios mío! Espero que no. -Bartlett dio un paso atrás cuando Trevor arrancó el coche-. Este tiempo me servirá para reflexionar y evaluar el efecto que tienes sobre mí. Entretanto puedes estar seguro de que haré todo lo que esté de mi parte por la seguridad de Jane. Cuídate.

– Tú también. -Trevor hizo una pausa-. No hagas ninguna tontería. Si observas algo sospechoso díselo a Quinn.

– Tranquilo. Observar e informar. Soy demasiado valioso como para dejar que me sacrifiquen. -Se volvió hacia la cabaña-. Y tú también. Tienes la incumbencia de ir con cuidado.

– ¿Incumbencia? ¡Por Dios bendito! ¡Qué palabra más anticuada!

– Yo soy anticuado. Eso forma parte de mi encanto. Te agradezco que no te burles de mí.

– Ni se me ocurriría. -Puso el pie en el acelerador y se dirigió hacia la carretera-. Tu ejército de féminas me perseguiría con machetes.

Загрузка...