Capítulo 15

Jane abrió la puerta del coche mientras Joe se detenía delante del edificio.

– ¿Por qué no vas a aparcar mientras yo entró?

– De ninguna manera.

– Te he dicho que quería hacer esto sola, Joe.

– Podrás hacerlo sola. Cuando haya registrado la oficina y me haya asegurado de que es segura. -Sonrió torciendo la boca-. Ese es el trabajo que me has asignado y eso es lo que estoy haciendo. -Aparcó en un lugar cercano al edificio-. Ahora puedes salir y ser tan independiente como te plazca siempre y cuando yo esté detrás de ti.

Jane movió la cabeza arrepentida.

– ¿Joe, te das cuenta de lo raro que suena eso?

– A mí no me parece raro. -Salió del coche-. Empieza a menearte.

Jane se dirigió rápidamente hacia las puertas de cristal doble de la entrada.

– Siempre que estés a cierta distancia detrás de mí. No quiero asustarle. Podrías intimidarle.

– Me gustaría poder intimidarte a ti. -Le abrió la puerta-. Y tú también empiezas a intimidar un poco.

Jane movió la cabeza.

– A mí, no. -Se fue hacia la chica que iba vestida con tejanos y un suéter largo que estaba sentada a una mesa que había en el vestíbulo mientras Joe se quedó apoyado en una pared mirando una hilera de mesas y cubículos a la izquierda del vestíbulo.

– Hola, me llamo Jane MacGuire. He llamado esta mañana y he pedido una entrevista con Samuel Drake.

Una sonrisa iluminó el rostro pecoso de la joven.

– Hola, yo soy Cindy. Sam me ha dicho que te hiciera pasar en cuanto llegaras. -Descolgó el teléfono y apretó un botón-. Ya ha llegado, Sam. -Colgó y le hizo un gesto con la cabeza-. Adelante.

Tanto la recepcionista como la oficina emanaban informalidad y buen rollo. Su actitud era alentadora y justamente lo que Jane esperaba que fuera.

– Gracias. -Se dirigió hacia la puerta que sólo tenía las letras S. Drake en bronce y la abrió-. Le agradezco que pueda recibirme señor Drake; le prometo que no le entretendré demasiado.

– Sam. -Drake se levantó. Era alto y desgarbado, llevaba unos pantalones caqui y una camiseta azul y no parecía tener más de treinta-. Puedes estar el rato que quieras. -Sonrió-. Probablemente no te sirva de mucho, pero disfrutaré del espectáculo. Tu llamada me ha interesado y yo soy una persona sencilla que no necesita mucho para que le despierten la curiosidad.

No le creyó. Podía ser una persona sencilla, pero sus ojos azules reflejaban una aguda inteligencia. Se preparó para la batalla que tenía que librar. Estúdialo, busca su punto débil y utilízalo. ¿Ambición? Quizá. ¿Seguridad? Lo dudaba. Puede que sólo quisiera agradar y que le respetaran. Eso sería lo más sencillo de manejar. Siéntate y charla durante unos minutos para ver si revela algo.

– Entonces, veamos si puedo entretenerle durante los próximos quince minutos. -Sonrió y se acercó a la silla para invitados al otro lado de la mesa-. Quizá podamos entretenernos mutuamente. Eres muy joven para tener un cargo tan alto. Esto me hace sentirme más cómoda para hablar contigo. He de admitir que estaba un poco nerviosa…


Telefoneó a Trevor esa noche cuando regresaron tarde a la cabaña.

– Ya tenemos el Archaeology Journal.

– ¿Qué?

– Ya me has oído. Drake va a escribir un artículo breve para el número de esta semana sobre el descubrimiento de Sontag. No será una confirmación total, pero se acercará bastante. Quiere que le envíes una foto del busto de Cira. Me prometió que la sacaría un poco borrosa para que Aldo no reconociera que era la que le había vendido al coleccionista. La necesita enseguida si se ha de publicar la historia esta semana…

– Poco a poco -dijo Trevor tajante-. ¿Cómo demonios lo has conseguido?

– Me dijiste que no teníamos tiempo y que los necesitábamos. Así que me fui a la oficina de Drake y lo hice yo misma.

Trevor soltó varios tacos obscenos seguidos.

– ¿Te has marchado de la cabaña y te has ido a Newark?

– No he ido sola. Joe me ha acompañado. Se aseguró de que nadie supiera que me había marchado y me estuvo protegiendo todo el rato.

– Idiota.

– No, es inteligente y duro, y ha hecho lo que le he pedido.

– ¿Dónde estaba Bartlett? Voy a estrangularle.

– Ya te lo he dicho. Joe es inteligente. Bartlett no tiene la culpa. No se esperaba que fuéramos a marcharnos a escondidas de la cabaña. -Se detuvo un momento-. Y yo hice lo que se tenía que hacer. Estaba harta de oírte decir lo bien que iba todo cuando lo único que yo quería era hacer algo. Así que deja de decir improperios y mándale a Drake esa foto.

Guardó silencio durante un momento.

– ¿Cómo le has convencido?

– No fue fácil -dijo cansinamente-. Casi meto la pata. Me costó bastante descifrar su expresión. Pero al final vi algo que me dio la clave…

– ¿La clave?

– El anhelaba ser un aventurero, pero está ligado a un despacho para escribir artículos sobre aburridos descubrimientos, cuando lo que en realidad quiere es patearse el mundo.

– ¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

– Hablando con él de manera informal, sintiéndole, e hice diana. Estaba bromeando y mencioné a Indiana Jones. Se le iluminó el rostro como si fueran los fuegos artificiales del cuatro de julio.

– ¿Le gustaría ser Indiana Jones?

– No tiene nada de malo querer ser un héroe. Así que le di su oportunidad. Le conté toda la historia de Aldo, la conexión con Cira y que le necesitábamos para tender la trampa. Hice entrar a Joe para demostrarle lo sinceros y legales que éramos. Y también le prometí una exclusiva cuando atrapáramos a Aldo. Y a diferencia de ti, yo cumplo mis promesas. Ahora, ¿cuál es el paso siguiente?

– Que te quedes quieta y no hagas nada.

– Haré lo que me plazca. Dime cómo vamos a conseguir que inviten a Eve a Herculano después de que Aldo haya leído la confirmación en la revista.

– Prepararemos el terreno en la prensa durante dos días. Sontag hablará del trabajo de los escultores forenses y de la necesidad de contratar al mejor profesional. Luego esperaremos otro par de días y dejaremos que Sontag anuncie a quién ha elegido.

– Eso supone casi otra semana más.

– Eso es lo que haremos.

– Creo que deberías acelerar el proceso -dijo bostezando-. Ahora estoy demasiado cansada para discutir. Ayer estuve toda la noche despierta estudiando la revista y convenciendo a Joe para que me ayudara a hacer lo que se tenía que hacer. Me voy a la cama. Recuerda enviar la foto…

– ¡Dios mío!, eres fantástica.

Sintió una punzada de dolor.

– No sé de qué me estás hablando. Se tenía que hacer algo y lo he hecho.

– Y lo mejor del caso es que no te das cuenta de ello. Probablemente has mareado tanto a Drake que ya no debía saber si iba o venía.

– Sólo le di lo que quería.

– ¡Qué el cielo nos ampare a los pobres hombres si alguna vez utilizas tus otras armas!

– Si has de confiar en el cielo, es que lo sientes mucho y entonces, no te mereces protección. Y, además, creo que deberías estar contento, en lugar de lamentarlo.

– Estoy contento, enfadado y asustado.

Jane ya no podía seguir.

– Maldito seas. Hazlo ya. Manda la foto. -Le colgó el teléfono.

– ¿No le ha hecho gracia que salieras de aquí? -le preguntó Eve desde atrás.

– No. -Se giró hacia Eve-. ¿Por qué iba a ser él diferente? Tanto a ti como a Joe no os gustó nada la idea. Pero al final estuvisteis de acuerdo en que podría hacerlo.

– Nunca he dudado de que pudieras conseguirlo. Lo único que siento es habérmelo perdido.

Jane frunció el entrecejo.

– Pero te enfadaste cuando pensaste que estaba manipulando a Joe.

– Eso es porque era Joe. Aldo ha convertido esto en zona de guerra. Siempre y cuando no perjudiques a personas inocentes, utiliza el arma que quieras. -Sonrió-. Pero la próxima vez no quiero ser yo la que se quede en casa.

– Tú estarás en el centro en cuanto lleguemos a Herculano. Si es que alguna vez llegamos. Trevor está dando pasitos en esta etapa de su maravilloso engaño.

– Lo que probablemente sea inteligente por su parte -dijo Eve-. Apruebo la delicadeza en las etapas finales. La experiencia me ha enseñado que en las reconstrucciones puedo echarlo todo a perder si voy demasiado deprisa en la fase final. Aunque reconozco que es duro esperar. Vete a la cama. Me parece que estás a punto de desplomarte.

– Así es. -Se fue junto a Toby y luego hacia el pasillo-. Creo que voy a dormir como un tronco esta noche.

– ¿Sin sueños? -preguntó Eve con voz baja.

– ¿Te refieres a Cira?

Rocas cayendo, golpeándola. Dolor. Sangre.

Jane movió la cabeza.

– Nunca he soñado con Cira durante mucho rato. Quizá ya se haya terminado. Quizá no vuelva a soñar con ella.

– No estés demasiado segura. Teniendo en cuenta de que todo lo que estamos haciendo gira en torno a Cira, me extrañaría que no ocupara el lugar más importante de tu mente.

– A mí también. Entonces, siempre está presente. ¿Te he dicho que probablemente era la versión herculana de una estrella del musical?

– No, ¿de veras?

– ¿No te resulta extraño? Tuvo una vida muy dura. Le debió costar mucho subir al escenario y hacer payasadas. No me la imagino cantando y bailando. -Se encogió de hombros-. Pero supongo que podría hacer todo lo que se propusiera. Buenas noches, Eve.

– Qué duermas bien.

Iba a dormir bien, pensó Jane cuando cerró la puerta de su dormitorio. Si soñaba sería con Sontag, Aldo, las ruinas de Herculano y Trevor tejiendo sus redes en torno a ellos.

Estaría contenta si conseguía no soñar con Cira. Quizás ahora ya se hubiera completado el círculo, habiendo contado su historia. Puede que Cira hubiera muerto cuando esas rocas le cayeron encima.

Tristeza. Soledad.

Enseguida surgió un rechazo. No, no lo permitiría.

Estaba loca. ¿Cómo iba a evitar algo que había sucedido hacía dos mil años? Fuera lo que fuera lo que hubiera sucedido en ese túnel, tenía que aceptarlo.

Empezó a desvestirse.

– Pero no es justo, ¿verdad, Toby? -le susurró mientras se metía en la cama-. Luchó mucho. Se merecía vivir…

Dahlonega, Georgia

La fotografía de la escultura del Archaeology Journal era borrosa, pero inconfundible.

Cira.

Aldo devoró los rasgos de la mujer con su mirada antes de leer el artículo. La confirmación. La revista era prudente, pero estaba claro que confirmaba el descubrimiento de Sontag e incluso había publicado una foto de la estatua que habían encontrado en la antesala.

Se fue al site de La Nazione de Florencia. Más noticias sobre una rueda de prensa con Sontag hablando de su notable descubrimiento y de que iba a contratar los servicios de un escultor forense para verificar que el busto y el esqueleto pertenecían a la misma persona. Era la segunda mención en todos esos días.

Escultor forense.

Cira.

Jane MacGuire.

El círculo se estaba cerrando, estrechando como un nudo.

Muy bien, había sucedido lo peor, pero podía utilizarlo a su favor. Quizás ese fuera el reto que necesitaba para demostrar su superioridad respecto a esa zorra.

La noche pasada había soñado con Cira y se había despertado en un húmedo éxtasis sexual. Huesos rotos, sangre y lágrimas de humillación. Pero no podía tener la sangre sin Jane MacGuire. Ella era la manifestación actual de esa zorra. Tenía que tenerlas a las dos para que su éxtasis fuera completo.

Las tendría. Se lo merecía.

Pero a veces el destino ponía impedimentos y necesitaba un poco de ayuda. Necesitaba tener el control. Mira lo que había sucedido en el claro del bosque cuando casi había atrapado a Jane MacGuire.

Esta vez no se podía permitir ningún fallo.


– He de verle -dijo Sontag tajante cuando Trevor respondió a su llamada-. Enseguida. Yo nunca quise esto.

– Usted nunca ha querido nada, sencillamente le he hecho chantaje. -Trevor se sentó en la cama-. ¿Qué pasa? ¿Le están acosando los reporteros?

– Venga aquí. -Le colgó.

Trevor miró el reloj de la mesita de noche y empezó a vestirse. Las 02:45. Sontag no era de los que daban vueltas en la cama preocupándose en la oscuridad de la noche, pero no cabía duda de que parecía preocupado. Más le valía darse prisa antes de que lo soltara todo y lo echara a perder.

Llegó a la casa de Sontag a las afueras de Herculano en quince minutos.

– Me dijo que todo estaba preparado -le soltó Sontag indignado al abrir la puerta-. Unas cuantas ruedas de prensa y que luego podría irme a Cannes. Me dijo que él se quedaría al margen.

– Cálmese -le dijo Trevor-. Sólo le queda aproximadamente una semana y podrá marcharse de Herculano.

– Me voy mañana.

– Ni lo sueñe. -Entró en la habitación-. Todavía tiene trabajo por hacer.

– No, no lo tengo. -Cogió un sobre grande que tenía en la mesa de centro y se lo lanzó a Trevor-. Ya he terminado. -Se estaba desabrochando el batín de terciopelo mientras caminaba por su dormitorio-. Yo me lavo las manos. Está intentando entrar en escena. Me va a poner a prueba. Voy a hacer las maletas.

Eso no iba a suceder. No iba a dejar que Sontag soltara el anzuelo. Sintió la tentación de acercarse a él y presionarle, pero optó por dejar que se calmara durante unos minutos. Abrió el sobre y sacó un montón de papeles.

Dio un silbidito al ver la primera página.

– ¡Jesús!


– Le tenemos -dijo Trevor cuando Jane respondió al teléfono dos horas después-. No sólo le tenemos, sino que creo que ya está en Herculano.

Jane se puso nerviosa.

– ¿Qué?

– Sontag me ha telefoneado aterrado y me ha lanzado un sobre en cuanto he entrado en su habitación. Había un dossier completo sobre Eve Duncan. Era evidente que lo habían sacado de Internet y la historia de su reconstrucción de la momia egipcia estaba encabezando la lista.

– ¿No había ninguna nota?

– No, pero la encontró debajo de la puerta cuando alguien llamó en mitad de la noche. Se asustó. Pensó que era Carpenter que pretendía retarle sobre su gran descubrimiento. Le encanta ser el centro de atención.

– ¿Crees que fue Aldo?

– Puede que haya contratado a alguien, pero apuesto a que Aldo está cansado de esperar y debía querer entablar algún contacto. ¡Jesús!, nunca pensé que tendríamos tanta suerte. Pensaba que tendríamos que esperar a que Sontag lo anunciara y luego que tendríamos que esperar con los dedos cruzados a que Aldo diera señales de vida.

– ¿Por qué lo habrá hecho?

– Ha estado leyendo los artículos de Sontag sobre la necesidad de escoger a un escultor forense y ha llegado a la conclusión de que quería controlar la situación. Es un hijo de puta arrogante. Todo ha ido según sus planes desde que empezó con los asesinatos en serie y no puede soportar no ser él quien dé el primer paso.

– Pero ¿por qué dejarle el dossier en mitad de la noche?

– ¿Por qué no? Quiere que le teman y últimamente no ha podido gozar mucho de esa satisfacción. Si va detrás del esqueleto, quizá quería que Sontag se diera cuenta de lo vulnerable que era. No pensó que a Sontag le preocuparían más sus quince minutos de gloria que su vida.

– Pero podía haber sido al revés. Sontag podía haber escogido a otra persona, porque no quisiera que le impusieran a nadie.

– Cierto. Lo que pienso es que Aldo puede que no esté del todo seguro de que esto no sea una trampa, pero está dispuesto a arriesgarse porque está seguro de que superará todos los obstáculos que se pongan en su camino.

– Para llegar hasta Cira -añadió ella lentamente-, y también sigue queriéndome a mí.

– Pareces sorprendida. Éste era el plan, ¿no es cierto? No querría que Eve hiciera la reconstrucción si no estuviera seguro de que tú vas a ir con ella.

– No me extraña. -Pero se había quedado helada y un poco amedrentada al ver la velocidad con la que Aldo había tomado las riendas-. Esto me ha cogido un poco por sorpresa. Estoy intentando razonarlo. ¿No crees que puede pensar que es más lógico que me quede aquí protegida?

– Su destino -le recordó-, y si te dejaran en casa, haría algo para traerte hasta aquí.

– Entonces, ¿cuándo nos vamos a Herculano?

– Ya te has recuperado. Te empiezo a oír muy entusiasmada de nuevo.

– Es un alivio saber que por fin vamos a entrar en acción.

– Para mí no lo es. Ahora que nos estamos acercando a la fase final he empezado a tener visiones de cadáveres sin rostro bailando delante de mí.

– Entonces, cerciórate de no cometer ningún error que me convierta a mí en uno de ellos. ¿Cuándo salimos para Herculano? -volvió a preguntar.

– Le diré a Sontag que en la rueda de prensa de mañana anuncie que ha contratado a Eve. Probablemente, en un par de días. Dile a Eve que en el aeropuerto de Nápoles estará la prensa esperándoos.

– Ella no soporta eso.

– Podrá soportarlo. Todo el mundo sabe que es tímida ante la prensa, pero si me he equivocado respecto a que Aldo esté aquí quiero asegurarme de que se entere de que habéis llegado. Esa lluvia de publicidad será como ponerle sal a las heridas de Aldo. Haré que circule otra foto del busto de Cira en la prensa local. Después, intentaré que Eve esté expuesta lo mínimo posible a los periodistas, pero en este momento la prensa es la clave. Os iré a buscar a Roma y volaremos juntos hasta Nápoles.

– ¿Por qué?

– Quiero que me vean llegar al mismo tiempo. Hasta entonces, me mantendré oculto. Si Aldo ya está aquí no quiero que me vea pululando alrededor de Sontag y tirando de las cuerdas.

– ¿Todavía puedes controlar a Sontag? Pensé que me habías dicho que estaba asustado.

– Lo está, pero tiene un gran instinto de supervivencia y lo único que tuve que hacer era convencerle de que podría seguir manteniéndole en el candelero. Dile a Quinn que he encontrado una villa en las afueras de Herculano que tiene algunas características interesantes, pero que le dejo a él lo de contratar a un equipo de seguridad. Puede ponerse en contacto con la policía local para que le recomienden a alguna empresa. No creo que aprobara los antecedentes del equipo que yo podría contratar.

– Me lo imagino.

– No, no puedes. Sólo tienes diecisiete años.

– ¿Puedes dejar de repetírmelo?

– No, porque me lo he de repetir para no olvidarlo yo. He llamado a Bartlett para que organice el traslado de Toby a California, para que tu amiga Sarah lo cuide. Estoy seguro de que no estarías tranquila si no supieras que está bien atendido. ¿Te parece bien?

– Siempre y cuando esté a salvo.

– Lo estará. Le diré a Bartlett que alquile un jet privado para el chucho si es necesario. Te llamaré después de la rueda de prensa de mañana. -Colgó.

Jane apretó la tecla de colgar y se quedó sentada un momento. Se sentía aturdida… y asustada. No esperaba sentir ninguna de esas emociones. Pensaba que estaba preparada.

Lo estaba, ¡qué caray! Lo único que tenía que hacer era deshacerse de ese sentimiento premonitorio ante la idea de ir a Herculano. Los acontecimientos sucedían tal como lo habían planeado, mejor incluso. Debería estar contenta.

No, feliz no, pero empezaba a sentir algo de excitación y anticipación. Se levantó del balancín y se dirigió a la puerta de entrada.

– Eve, ha llamado Trevor. Haz las maletas. Nos vamos a Herculano.


La villa de dos plantas de paredes de estuco de la Via Spagnola que Trevor había alquilado era espaciosa y acogedora. Estaba guardada por una ornamentada valla de hierro forjado y coloridos geranios sobresalían de los alféizares de las ventanas de la segunda planta. Trevor abrió la puerta y entró.

– Me quedaré aquí con Eve y Jane, Quinn. Supongo que querrás entrar para registrar la casa. Lo haría yo mismo, pero supongo que no confías en nadie más que en ti.

– Acertaste. -Joe se movió con rapidez, les dejó atrás y accedió al vestíbulo-. Aunque se supone que no debería haber ningún problema. He tenido a dos guardias de seguridad vigilando la casa desde que ayer me diste la dirección. Quedaros aquí.

– Debía haberlo supuesto -murmuró Trevor.

– Sí, es cierto -dijo Eve mientras contemplaba el recibidor de mármol-. Muy bonita. ¿Cuántas habitaciones tiene?

– Cuatro. Dos cuartos de baño. Salón, estudio y biblioteca. La cocina es bastante moderna y eso es muy raro en casas antiguas como ésta.

– ¿Cuándo se construyó? -preguntó Jane.

– Alrededor de mil ochocientos cincuenta. Es de Sontag y cuando vi que era justo lo que necesitábamos he conseguido que me la prestara.

– Cómo, ¿retorciéndole el brazo?

– No ha sido necesario. Lo tenía dominado y hacía todo lo que le decía hasta la otra noche, cuando recibió la visita nocturna.

– Todo en orden -dijo Joe bajando la escalera-. Eve y yo nos quedaremos en el dormitorio del final del pasillo. Tú estarás en el centro, Jane. Trevor puede quedarse en el otro lado y así estarás entre ambos, como un sandwich.

– Un sandwich -repitió Trevor-. Curiosa idea, Jane. Pero teniendo en cuenta lo quisquillosa que eres, no resulta muy apetecible.

– Cierra el pico -dijo Joe fríamente-. Te has pasado, Trevor.

– Lo sé. Se me ha ido la olla. -Se fue al pasillo-. Para disculparme prepararé café y algo de comer mientras deshacéis vuestro equipaje y os aseáis.

– Sontag parece tener buena disposición para cooperar -dijo Jane mientras Eve y Joe se dirigían a su dormitorio-. ¿Ya no está enfadado?

– Sí que lo está. Nada le gustaría más que largarse con el rabo entre piernas. Es una cuestión de control. Procura descansar un poco. Habéis hecho un viaje muy largo. -Trevor desapareció por la puerta arqueada del final del pasillo.

No le apetecía irse a descansar. No estaba cansada. Estaba excitada y nerviosa, y los sonidos, vista y olores de Italia casi la desbordaban. Dudó un poco y luego optó por irse a su cuarto resignada.

– ¿Quieres venir conmigo? -Trevor había regresado y estaba de pie en la entrada. Sonrió-. He pensado que no serías capaz de irte a descansar por las buenas. Ven. Ayúdame.

Ella se giró hacia él con entusiasmo y se contuvo.

– No intentes ser amable. No hacen falta dos personas para preparar una cafetera.

– Amable. ¡Demonios! Me siento sólo. -Se acercó a ella y le tendió la mano-. Ven conmigo -le dijo convincente.

Ven conmigo. Confía en mí.

No, no podía dejar que su mente le jugara malas pasadas sólo porque estaban en Herculano. Su relación nada tenía que ver con la de Cira y Antonio. ¡Maldita sea!, no tenían ninguna relación, sólo una meta en común.

Pero ir ahora con él no iba a perjudicarla en absoluto. Estaba inquieta, era cierto, y también un poco sola. Dio un paso hacia delante y le tomó la mano. Sus ojos se abrieron. Cosquilleo. Perturbación. Sensualidad. Empezó a estirar para soltarse.

Al instante, Trevor le apretó la mano con fuerza, cálida, fuerte, segura y de pronto esa perturbación sensual desapareció.

– ¿Lo ves? No te ha dolido nada. ¿Qué prefieres hacer el café o los sandwiches? -le dijo sonriendo entre dientes mientras la conducía a la cocina-. Lo siento, pero me parece que esos «sandwiches» van a salir de la nada, ¿verdad?


Tres guardias en la parte trasera de la casa. Dos al frente. No sería fácil acceder a Jane MacGuire mientras estuviera en la villa.

Aldo observaba las luces de la casa en Via Spagnola. Era una imagen muy acogedora. Probablemente estaban reunidos alrededor de la mesa, bebiendo vino y hablando de Cira y la reconstrucción.

¿Sabían Eve Duncan y Joe Quinn que estaban estrechando a una serpiente contra su pecho? ¿Qué Jane Mac Guire y Cira eran la misma persona? Probablemente, no. Era indudable que ella les había hechizado y hecho creer lo que ella quería. Ella quería vivir eternamente y esa reconstrucción garantizaría que al menos su rostro sería inmortal.

Eso no iba a suceder. No lo permitiría. Y cuanto más tiempo permanecía en esa ciudad, más convencido estaba de que había venido por algo. Su temor e incertidumbre iban desapareciendo paulatinamente. Encontraría la manera de atravesar la barrera de vigilancia que la rodeaba.

O ella acudiría a él como un cordero al matadero.


– Es bonito -dijo Eve, mirando las sinuosas calles de la ciudad por la ventana de la cocina-. No, eso no es correcto. Es fascinante. No puedes evitar recordar lo que sucedió aquí.

– Sus ciudadanos hacen todo lo posible para que nadie lo olvide -respondió Joe tajante-. Así es como se ganan la vida la mayoría. Y yo me muero de ganas de terminar este trabajo y largarme de aquí. -Se giró hacia Trevor-. No me ha gustado todo el circo que se ha montado en el aeropuerto. No voy a permitir que Eve vuelva a pasar por ello.

– No va a ser necesario -respondió Trevor-. Habrá al menos una rueda de prensa más, pero será pasado mañana. En general, prefiero que ella permanezca al margen siempre que sea posible.

Joe le miró.

– Estoy de acuerdo.

– ¿Cuándo se supone que empezaré a trabajar en la reconstrucción? -preguntó Eve-. Me gustaría tener algo más de información. Esta tarde he tenido que hacer filigranas para responder a todas las preguntas de esos reporteros.

– Pero lo has hecho de maravilla. -Trevor sonrió-. Me he quedado impresionado.

– No necesito que te quedes impresionado -dijo Eve-. Necesito que seas inteligente, eficiente y que nos ayudes a terminar con este horror lo antes posible. -Miró a Jane-. Y que no hagas nada que dé a Aldo la oportunidad de llegar hasta ella. Aceptamos venir hasta aquí porque era una forma de acabar antes con esta pesadilla. No estoy dispuesta a bajar la marcha ahora que estamos aquí. Tu trabajo consistía en preparar un escenario donde pudiéramos atrapar a Aldo. Nos dijiste que ya lo habías hecho. ¿Éste es el lugar?

Trevor asintió con la cabeza.

– ¿Por qué es tan especial?

– Por el túnel.

– ¿Qué?

– Hay un túnel hecho por los ladrones debajo de esta villa que conecta con la red de túneles arqueológicos que entrecruzan la excavación del teatro. Nadie sabe realmente cuántos túneles han excavado los ladrones con el paso de los siglos. Sontag descubrió éste hace varios años y decidió mantener en secreto su localización a fin de utilizarlo para sus propios fines.

– ¿Crees sinceramente que Aldo intentará acceder a la villa a través del túnel? -preguntó Joe-. Sabrá que le estamos esperando. Puede estar tarado, pero es astuto como un zorro.

– Tienes razón -dijo Trevor-. No intentará entrar en la villa. Por eso hemos de intentar atraerle hacia el túnel y perseguirle. Los túneles de la Via Spagnola tienen tantos ramales y giros como el túnel de Precebio.

– Has dicho que Aldo conocía los túneles como la palma de su mano cuando era pequeño -dijo Jane.

Trevor movió la cabeza afirmativamente.

– La única ventaja que tenemos es que Sontag es el único que ha hecho mapas de esta red de túneles en concreto. Aldo no está familiarizado con ella.

– Eso espero -dijo Joe-. Y si el túnel es tan complicado puede que nosotros también nos perdamos.

– Tengo los mapas de Sontag y he estado recorriendo el túnel cada noche desde que me enteré de la existencia de esta villa. Además, si tenemos suerte, no será necesario que conozcamos muchos metros del túnel. Prepararemos la trampa y dejaremos que Aldo acuda a ella.

– Y supongo que ya lo habrás hecho -dijo Eve con un tono seco.

– Está pendiente de vuestra aprobación. -Tomó una libretita de notas de su bolsillo trasero y la abrió-. Sólo hay un lugar donde se pueda realizar una emboscada. -Puso la libretita sobre la mesa-. Ya sé que parece un garabato, pero éste es el túnel que conduce a los túneles arqueológicos. En este punto se toma el desvío que conduce a la salida. -Trazó una línea de intersección-. Este ramal conduce al vomitorio, pero aproximadamente a mitad de camino entras en otro que hace una circunvalación y regresa por otro ángulo. A unos nueve metros de altura hay una cornisa que te da un buen ángulo de tiro, Quinn.

– ¿Cubierta?

Trevor asintió.

– No tendrás ningún problema. La fachada parece sólida y tiene sólo un pequeño orificio en el saliente.

– Vomitorio -repitió Eve-. ¿Es lo que parece?

– Sí y no -respondió Trevor-. Es el nombre que se daba a las salidas de los lugares públicos. Durante años los guías han explicado a los turistas crédulos que los romanos se atiborraban y luego vomitaban para volver a engullir.

– Maravilloso. ¿Y este vomitorio era una salida del teatro?

– Puede que lo fuera. El túnel de la Via Spagnola es tan sinuoso que podía haber sido la salida de algún otro edificio público o residencia. De cualquier modo, es muy conveniente para nuestros planes. -Miró a Joe-. Y hay tres túneles que arrancan de ese vomitorio. Probablemente, Aldo se ocultará en uno de ellos si podemos tenderle una trampa.

– ¿Y el vomitorio es nuestro objetivo? -preguntó Joe-. ¿Dónde está exactamente?

– Un poco más adelante. Cuando sobrepasas el ramal que tú vas a tomar, se llega a una zona más amplia que evidentemente era donde estaba el tesoro que buscaban los ladrones cuando hicieron el túnel. El vomitorio guardaba varias estatuas grandes que fueron robadas. Ahora sólo quedan los pedestales.

– ¿Cuánta luz hay?

– Es mejor llevar un objetivo con infrarrojos. Pondré cuatro antorchas en las paredes cercanas a la zona. Eso es lo único que puedo prometerte. Es tan importante que él no pueda verte como que tú puedas verle a él.

– ¿Y qué es lo que le atraerá a la sala?

– Jane. -Su mirada se dirigió a ella-. Y Cira.

Joe movió la cabeza.

– ¿Vas a enviarle una invitación escrita para el evento?

– Espero que no tengamos que hacerlo. Si llama a Jane como hizo en Georgia, ella puede tenderle la trampa. Es muy probable que suceda.

– ¿Y si no sucede?

– Tenemos otra opción -prosiguió-. Anunciaremos que el ataúd que contiene los restos se trasladará pasado mañana desde el túnel donde se descubrió, hasta el laboratorio que hay aquí en la villa para su autopsia y reconstrucción. He elegido dos forenses muy conocidos que no tienen la reputación de ser unos cabrones como Sontag y daré sus nombres a la prensa para que los comprueben.

– ¿Cómo?

– Eso es cosa tuya Quinn. No me importa si les persuades o les intimidas. Consigue que mientan y que no salgan a la luz durante los días que se supone que han de estar aquí.

– ¿Vamos a dejar que Aldo nos siga a la villa?

– Exactamente; nos va a seguir a través del túnel del teatro hasta el túnel de los ladrones que conduce a la villa.

– ¿Qué?

– Es el tipo de espectáculo sensacionalista que a Sontag le gustaría. Revelar misteriosamente a la prensa el lugar del hallazgo y luego conducirlos a través de la oscuridad al lugar donde se descubrirá la identidad de Cira. O más bien al punto donde tendremos la barricada de policía local en el túnel para evitar que los medios de comunicación lleguen más lejos y conozcan nuestra salida.

– Aldo se volverá loco en medio de esa masa de reporteros.

– No estará entre ellos. Estará en alguna parte de la red de túneles observando lo que sucede -dijo Trevor-. Y regresará para explorar el túnel. No se lo pondremos muy difícil para que encuentre el túnel de la Via Spagnola -añadió-. ¿Te has asegurado de que el túnel donde se ha encontrado el esqueleto ha sido precintado por la policía y está vigilado veinticuatro horas al día?

– Por supuesto, era de cajón. Sólo sugerí que lo lógico sería proteger la zona de los ladrones que podrían contaminar el yacimiento. Se les veía con muy buena disposición para ayudar. Hay mucho dinero americano en este agujero de la tierra.

– Bueno, ¿qué es lo que le va a atraer hacia el vomitorio si la reconstrucción se está realizando en la villa?

Trevor sonrió.

– Haremos creer a Aldo que Sontag dará una rueda de prensa allí abajo para el acontecimiento de desvelar la reconstrucción.

– ¡Dios mío! -exclamó Jane.

– Una vez más, es el tipo de sensacionalismo que le gusta a Sontag. Guiar a los reporteros a través de la oscuridad hacia un destino misterioso: el vomitorio.

– Y nosotros atraeremos a Aldo allí abajo. Él querrá destruir la reconstrucción antes de que llegue a los medios de comunicación -dijo Jane lentamente-. ¿Cómo vamos a evitarlo?

– Tú le desafiarás, le provocarás, le harás creer que piensas enfrentarte a él a solas. Aparte de estar trastornado, es un gran egoista. Has de encontrar la forma de explotar su debilidad.

Jane frunció el ceño.

– Puede que funcione.

– Más te vale. -Trevor miró a Eve-. ¿Todo bien?

Pensó un poco en el plan.

– No. ¿Cómo va a enterarse Aldo de la existencia del vomitorio?

– Cuando descubra el túnel de la Via Spagnola, reconocerá la zona, y el vomitorio es bastante fácil de encontrar para alguien que está acostumbrado a rondar por estos túneles. Cuando lo encuentre, no irá más lejos.

– ¿Por qué no?

– Porque sabrá que ha llegado al lugar. Ya lo he preparado. He puesto lámparas, baterías y equipos fotográficos por toda la zona. No podrá evitar enterarse de lo que está sucediendo.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro de que lo encontrará? Hay un montón de cosas que suponer.

– Tienes razón. Por esta razón he instalado una videocámara en el saliente donde Joe estará esperando. Está enfocada directamente al vomitorio. Si Aldo explora por allí, lo sabremos. Confiad en mí.

– No confío en nadie cuando se trata de la seguridad de Jane. Y detesto la idea de utilizarla de cebo.

– Eve, sabías que iba a ser la única forma de hacerlo -dijo Jane en voz baja-. Joe estará allí para protegerme.

– Y yo también -dijo Trevor-. Esa noche yo la llevaré al vomitorio. Tú irás por delante, Quinn. Yo registraré el túnel antes de llevarla abajo y estaré con ella hasta el ramal antes de reunirme contigo en el saliente. Puedo garantizar que estará a salvo hasta que llegue al vomitorio. Después dependerá de todos garantizar su seguridad.

– ¿Por qué no podemos llevar equipos de seguridad allí abajo?

– En cuanto les vea, huirá. Siempre y cuando no dejemos que se acerque a Jane, estará a salvo. Nunca utiliza armas de fuego. Le gusta el ritual. Es importante para él. A nosotros eso nos importa una mierda; una bala de un rifle nos sirve igual.

– Vale más que funcione Trevor -dijo Eve con tono grave.

– ¡Señor!, ¿qué más puedo hacer? Estoy abierto a sugerencias.

– Las tendrás si vemos algún signo de que este jodido plan se va a desintegrar. -Se dio la vuelta y se dirigió hacia la entrada que daba al pasillo-. De momento, me voy a dormir. Estoy rendida. ¿Vienes, Joe?

– Iré enseguida. -Joe se terminó su café-. Voy a hablar con los muchachos de seguridad para ver si han visto algo extraño.

– Es demasiado pronto -dijo Trevor-. Aldo todavía no va a dar ningún paso.

– Debe ser maravilloso tener una bola de cristal -dijo Joe sarcásticamente mientras abría la puerta de la cocina-. Personalmente, siempre he comprobado que es mejor esperar lo inesperado.

– Yo también -murmuró Trevor cuando Joe cerró la puerta tras de sí-. Generalmente, pero Aldo es diferente… Siento como si supiera lo que está pensando; es diferente. -Recogió las tazas y los platos y los llevó al fregadero-. Y quizás esté equivocado y Quinn tenga razón. Tener dos puntos de vista diferentes es más seguro para ti. -Se giró para mirarla-. Has estado muy callada mientras explicaba mi «plan magistral». ¿No crees que funcione?

– No tengo ni idea. Me cuesta imaginármelo… -Se humedeció los labios-. ¿Has dicho que el túnel está justo debajo de esta casa?

– Sí. -Trevor la miró fijamente-. ¿Te pone nerviosa?

Jane movió la cabeza.

– No, nerviosa no. -Miró a la ventana-. Está anocheciendo. En el túnel será todavía más oscuro, ¿verdad?

– Sí. ¿En qué estás pensando?

Se detuvo para mirarle.

– Quiero que me guíes por el túnel. Quiero ir a ese vomitorio y ver con mis propios ojos dónde ha puesto Sontag la barricada en la antesala donde se supone que ha encontrado a Cira.

– No podremos acercarnos. Quinn tiene el túnel vigilado. Además, ya lo verás mañana por la noche.

Ella sacudió la cabeza en un gesto de impaciencia.

– No quiero verlo con un montón de periodistas pisándonos los talones. Quiero verlo esta noche.

– ¿Por qué quieres cerciorarte de que no me equivoco?

– Quiero ver esos túneles. No me importa lo cerca o lo lejos que he de estar. Has dicho que no creías que Aldo estuviera a una distancia de ataque.

– También he dicho que podía estar equivocado.

– Pero no conoce la existencia del túnel de la Via Spagnola. Entonces estaremos a salvo. ¿Qué me dices de los túneles cercanos al teatro?

– Si no tiene un móvil, no tiene por qué estar allí. El sitio es bastante asqueroso y esos túneles están iluminados con luz eléctrica y vigilados por la policía.

– ¿Nos dirán algo si nos los encontramos?

– Creo que podré convencerles.

– ¿Otro engaño?

– ¿No es eso la vida? -La miró estudiándola-. ¿Por qué es tan importante para ti? -No respondió-. Me dijiste que habías estado soñando con túneles. ¿Crees que los reconocerías?

– Claro que no. Eso sería muy extraño.

Se calló un momento.

– Probablemente Quinn me matará.

¡Iba a hacerlo!

– ¿Cuándo?

– Dentro de una hora. He de llamar a Sontag e instruirle para la rueda de prensa de mañana. -Hizo una pausa-. ¿Se lo vas a decir a Eve?

Pensó un momento en ello.

– No, pensarán que tienen que venir con nosotros y no quiero arrastrarles hacia esos túneles. Has dicho que no eran muy agradables.

– Viscosos -añadió-, pero, seguro que querrían venir.

– Le dejaré una nota a Eve por si se despierta y descubre que no estamos. No quiero que se preocupe.

– Pero tú no quieres que vengan. ¿Por qué?

– Me observarán -dijo desafiante-. Analizarán el qué y el por qué de lo que haga y se preguntarán si han de dejarme ir. Las personas que te quieren hacen esas cosas. Pero a ti no te importa. Si me miras, será porque sientes curiosidad. Estaré a salvo si vienes conmigo porque tú no quieres dejar escapar a Aldo, pero no te vas a estar mordiendo las uñas y preocupándote.

– No suelo preocuparme. -Sonrió con malicia-. Y sí, siento curiosidad respecto a todo lo que tenga relación contigo. -Se dio la vuelta-. Te veré dentro de una hora. Ponte un suéter.

– Espera un momento. ¿Cómo se accede al túnel? ¿Dónde está la entrada? -le preguntó ella cuando volvió a mirarla.

– Estás sentada encima. -Con la cabeza le señaló la alfombra que cubría la losa que había debajo de su silla-. Es una trampilla de dos metros que evidentemente dejaba pasar los objetos más grandes del botín de Sontag. Y hay una escalera de hierro que baja algo más de cuatro metros. No te entusiasmes y me dejes atrás, ¿de acuerdo?

No había peligro de que sucediera eso. El mero hecho de saber que estaba sentada encima de esa oscuridad vacía era perturbador. Quiso levantarse y salir de allí, pero se controló para no hacerlo. Le respondió como si no le pasara nada.

– Te esperaré.

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