Por algún milagro llegaron a casa de Luke sin tener que detenerse en otro semáforo en rojo. Él salió del coche, ayudó a bajar a Faith y la abrazó.
Después de un largo beso, Luke le acarició el labio inferior.
– Me encanta tu boca. No consigo saciarme -ningún hombre le había dicho tal cosa, nunca-. Vamos -susurró él, y la llevó hasta la puerta de la casa.
Mientras buscaba la llave ella le acarició la oreja.
La tomó en brazos y Faith comenzó a mordisquearle el lóbulo.
– Para -dijo él, y cerró la puerta de una patada. La dejó en el suelo y al ver la expresión de su rostro, dijo-: De acuerdo, no pares, pero no me hagas responsable si no llegamos a la cama porque me has vuelto loco.
Faith sentía que el corazón le latía muy deprisa. Miró a Luke a los ojos y le mordisqueó el labio inferior.
Él le capturó la boca con un beso y la apoyó contra la puerta. Ella se había preguntado alguna vez qué pasaría si él perdiera el control, y estaba a punto de descubrirlo. La idea de ser la culpable podía con ella. El deseo se apoderó de ella, de tal manera que le temblaron las piernas.
Él comenzó a acariciarle el cuerpo de forma salvaje, después, la sujetó por la barbilla y la miró a los ojos. Ella se movió para besarlo de nuevo y, cuando introdujo la lengua en su boca y él gimió de placer, sintió que se incendiaba por dentro.
– Oh, cielos… Luke…
– Sí -le acarició los pechos.
«Ahora», pensó ella, ahora estaba a punto de liberarse del profundo deseo que sentía por él.
– Luke, por favor.
– Lo sé. Lo sé -le acarició los pezones con el dedo pulgar y, al retirarse, la dejó sollozando de frustración.
Pero sus manos no la abandonaron por completo. Se deslizaron por su cuerpo hasta acariciarle el muslo. Entonces, mirándola a los ojos, metió la mano bajo su falda para acariciar su piel desnuda. Después, le acarició el trasero metiendo la mano bajo su ropa interior. La levantó del suelo para que ella pudiera rodearle la cintura con las piernas.
Faith notó cómo la parte más húmeda y caliente de su cuerpo rozaba la erección más impresionante que había visto nunca. Con un gemido, introdujo los dedos en el cabello de Luke y echó la cabeza hacia atrás mientras él se movía contra su cuerpo y le besaba el cuello y los pechos.
– Levántate el top -dijo él.
– ¿Así? -le mostró el sujetador color rosa que llevaba mientras él seguía restregando su miembro contra su entrepierna.
– Oh, sí, así. Quítate el sujetador.
Ella se lo abrió sin dejar de mirarlo a los ojos.
– Más -dijo Luke, y se lo quitó despacio.
Había algo increíblemente erótico e íntimo en el hecho de que él estuviera sujetándole las piernas para que las mantuviera abiertas y pudieran moverse al mismo ritmo, en una imitación perfecta de lo que ella deseaba que le hiciera.
Luke agachó la cabeza y rozó los senos desnudos de Faith con la mejilla, después, se los acarició con la lengua antes de introducirlos en su boca.
Era como si el mundo girara de manera descontrolada, y ella sólo pudiera sentir el ardor de su entrepierna. De pronto, él se detuvo y Faith no pudo contener un gemido.
– Sí, te gusta ¿verdad? -soltó el aire sobre su pecho mojado y provocó que el pezón se le pusiera aún más erecto.
– Por favor… -susurró ella, arqueándose contra su cuerpo con desesperación.
– ¿Faith? Te suena la falda.
Ella lo miró sorprendida y se dio cuenta de la realidad. Estaba sonando su teléfono móvil y, mirándola con frustración, él la soltó y la ayudó a ponerse de pie.
– No -dijo ella-. Se supone que Shelby está de guardia.
– Parece que las cosas han cambiado.
– ¿Crees que el destino se está riendo de nosotros?
– No, no creo en el destino. Nosotros creamos nuestro destino, y Faith, prometo que lo haremos.
– Pero no ahora.
Luke suspiró y apoyó la frente contra la de ella.
– No ahora.
Luke miraba a Carmen con furia. Ella estaba sentada en la camilla de una de las consultas de la clínica de Faith.
– ¿Qué has hecho para que se te soltaran los puntos?
Habían tenido que ir a la clínica después de hablar con Shelby y que esta les contara que estaba en casa cuidando de su madre enferma.
Eso significaba que Luke había tenido que retirar las manos del cuerpo de Faith y aceptar, como una persona adulta, otra interrupción que les impedía seguir adelante con lo que era un orgasmo asegurado.
Todavía no era capaz de caminar derecho.
Levantando el rostro, Carmen sollozó.
– No grites a mi paciente -dijo Faith al entrar en la consulta-. Estoy segura de que no quería que se le soltaran los puntos.
– Me quité la venda para rascarme, después se me olvidó ponérmela otra vez. Sin querer, me estiré demasiado para recoger una taza que se caía. ¿De acuerdo?
– De acuerdo -dijo Faith, y se interpuso entre ellos-. Pero te abriste la herida y hay que volver a coserte.
Luke suspiró. Faith todavía tenía los labios hinchados por los besos y no podía evitar recordar cómo se había quitado el sujetador.
– Quiero que lo haga ella -dijo Carmen.
– Está bien -dijo ella calmándola-. Pero esta vez tendrás más cuidado. ¿Verdad?
Carmen la miró.
– Me caes bien.
Luke se dio la vuelta con cara de frustración.
– He debido interrumpir algo bueno, ¿no? Lo siento.
Luke suspiró con fuerza.
– Uy! -Carmen se puso pálida al ver la aguja de sutura-. Otra vez no.
– Créeme, vas a tener que dormirla – dijo Luke.
– No va a ser tan doloroso -dijo Faith, pero Carmen insistió en que le dieran algún medicamento.
En menos de cinco minutos, se sentía como borracha.
– Ooh, me siento muy bien -Carmen miró a Luke-. Apuesto a que desearías no tener que llevarme a casa -se echó hacia atrás y miró el techo como si estuviera borracha-. Recordad, jovencitos, la abstinencia hace que se quiera más al otro.
Luke refunfuñó sin más.
– Sólo bromeaba con eso de la abstinencia -dijo Carmen. Tenía la cabeza apoyada sobre la de Luke y él la llevaba en brazos desde el coche a su casa-. A veces me gusta meterme contigo, pero te quiero y deseo que seas feliz.
Luke la dejó sobre una de las camas que no utilizaba y suspiró.
– Lo sé.
– Y también bromeaba cuando te dije que no me caías bien -murmuró ella.
– Lo sé -la cubrió con una manta-. Y no sabías que eres alérgica al medicamento que te di.
– Así es -abrió los ojos un instante-. Todo es culpa tuya.
Faith opinaba que no necesitaría anestesia.
– Duérmete antes de que te estrangule -dijo Luke con un suspiro.
– Siento que mi hermana no estuviera para cuidar de mí.
– Sí. Yo también.
Ya estaba en la puerta cuando ella lo llamó de nuevo.
– ¿Y ahora qué?
– Ella es maravillosa. No se me ocurre nadie mejor para ti, así que no lo estropees, ¿de acuerdo?
– Buenas noches, Carmen.
– Buenas noches -dijo ella, y cerró los ojos.
Faith estaba sola en la cama, excitada y molesta.
Podía haberse marchado con Luke y Carmen.
Si lo hubiera hecho, en aquellos momentos estaría metida en la cama de Luke. Con Carmen al final del pasillo.
Como creía que no sería capaz de permanecer en silencio si Luke la acariciaba otra vez, sobre todo después de ver lo que le había provocado sólo con acariciarle los pechos con la lengua, decidió que lo mejor era esperar otra oportunidad. Una oportunidad en la que no hubiera público ni posibilidad de interrupción.
Esperar no debería ser tan difícil, pero al verlos marchar desde la clínica, pensó que podría morirse.
Tenía que admitir que el deseo se había apoderado de ella con cada movimiento. Ya había decidido que no había nada de malo en que eso sucediera de vez en cuando. Nada malo con tener una relación sexual satisfactoria para ambos.
Entonces, ¿por qué le molestaba la idea de que sólo fuera sexo y nada más? ¿Por qué se preocupaba con la idea de estar con un hombre que no la amaba y que, probablemente, nunca la amaría?
Porque empezaba a estar enamorada. Eso era.
Y era lo bastante anticuada como para pensar que, si ella se enamoraba, él también debería enamorarse.