Capítulo 6

Durante todo el día, un intenso calor se había forjado entre ellos. Tanto que, al sentir la boca de Luke sobre la suya después de haber soñado con ello, Faith se desató y no le importó que estuvieran en una habitación con la puerta abierta mientras se acariciaban de manera apasionada. De pronto, Luke se retiró y la miró:

– ¿Qué diablos está pasando?

– No tengo ni idea…

Se acercó de nuevo a Faith. Ella se lo permitió. Lo deseaba.

– Más.

– Sí -Luke la agarró por la cadera, la empujó contra una estantería y acercó su cuerpo al de ella-. Más.

De nuevo, cuando necesitaron aire, se separaron para respirar y volvieron a juntarse. Una pila de batas de papel cayó sobre ellos, después otros repuestos, pero nada les importaba. Aquello era delicioso y Faith necesitaba más, mucho más. Movió a Luke de forma que él quedara contra la estantería y así poder presionar su cuerpo contra el de él. Le acarició el pecho, el cuello… el cabello.

Cayeron más materiales. A ella no le importaba. Habría trepado por su cuerpo si hubiera podido y, a juzgar por el ruido que hacía Luke, él habría hecho lo mismo.

Faith levantó una pierna y trató de rodear a Luke por la cintura. Él la agarró y la volteó para que quedara apoyada en la pared.

– Sí -le sujetó el muslo y la sostuvo contra su miembro erecto.

Faith echó la cabeza hacia atrás y golpeó la pared.

Él le devoró el cuello, con mordiscos calientes y húmedos que la hicieron gemir de placer. Ninguno habló. Las palabras no eran necesarias.

Obedeciendo al más puro deseo, ella se dejó llevar y disfrutó del beso salvaje que compartían. Le entregó todo lo que tenía y metió las manos bajo su camisa para acariciarle la piel suave de su espalda musculosa.

Luke abrió la bata de laboratorio que ella llevaba y, tras meter la mano bajo la blusa, le acarició el vientre y la curva inferior de los senos.

Faith sintió que se le endurecían los pezones y que le ardía la entrepierna. Se arqueó contra su cuerpo, y al sentir las caricias de su lengua en el interior de la boca, gimió de placer.

Despacio, él continuó besándola, esparciendo el calor entre su vientre, los pechos y la entrepierna.

Pero, entonces, se retiró una pizca y la miró como si no la hubiera visto nunca. Ella se sentía de la misma manera.

– No… no sé de dónde ha salido todo esto.

– Ya -él respiraba de forma agitada, igual que ella.

La agarró por la cintura y la sujetó contra su cuerpo. Faith todavía tenía los dedos entrelazados en su cabello oscuro.

– Te diré que llevo pensando en esto desde hace tiempo -dijo él en tono serio y áspero. Y de forma tan sexy que ella podría cerrar los ojos y escuchar sus palabras durante el resto del día.

Sin embargo, lo miró a los ojos y vio más preguntas que respuestas.

– Pensaba que consideraríamos que era una mala idea.

– Lo es. Una idea malísima.

Era una pena que él no pensara con el corazón. Ni con el cerebro.

No comprendía por qué con sólo mirarla se volvía loco.

Quizá había pasado mucho tiempo sin mantener relaciones sexuales, pero eso sólo era una excusa. Era ella, Faith, y le gustara o no, tendría que enfrentarse a ello.

– Luke… -ella se humedeció los labios y él pronunció un quejido. Sólo mirar su boca hacía que le temblaran las piernas.

– Lo sé -pero no sabía nada. Ni siquiera tenía una pista.

– ¿Vamos a volver a hacerlo?

– No -pero capturó de nuevo su boca, porque no volver a saborearla, cuando todavía estaba loco por la primera vez, no era una opción.

Ella lo recibió con un gemido y le acarició el pecho. Al sentir cómo le clavaba los dedos en la piel, él la apretó contra su cuerpo con fuerza. Era tan irresistible, tan fascinante, que no podía soltarla.

Le sorprendía lo mucho que necesitaba aquello, pero le resultaba delicioso. Además, él sólo había ido a cumplir su horario. No comprendía el sentido de la clínica ni la esperanza que tenían los pacientes que él consideraba que estarían mejor tratados con medicina convencional y, sin embargo, allí estaba con la boca y las manos completamente ocupadas…

– La puerta -dijo ella contra su boca-. Luke, la puerta…

Increíblemente, seguía abierta. Y más increíble aún, nadie los había pillado. Sin separarse de ella, Luke cerró la puerta con una patada y continuó besándola.

Ella sacó las manos de debajo de su camisa y comenzó a desabrocharle los botones.

Él le quitó la bata y después la blusa. Ella le mordió el hombro desnudo. Él cubrió sus senos con las manos. Y el mundo tembló.

– Deseo -dijo ella en un susurro.

Él estaba besándole el cuello, acariciándole los pechos y, con un muslo, presionando su entrepierna.

– ¿Eh?

– Es… puro deseo -repitió Faith.

– ¿Estás segura? -preguntó, porque, de pronto, él no lo estaba.

– Completamente -pero no lo aparentaba-. Ya hemos decidido que somos muy diferentes, ¿verdad? Que estamos demasiado ocupados con nuestras vidas.

Luke pestañeó despacio. «Es cierto Demasiado ocupados».

– Quiero decir, es evidente que nos sentimos atraídos el uno por el otro. Pura química. Parece que no puedo quitarte las manos de encima, y viceversa…

Luke le acarició los pezones erectos y la hizo gemir. Después la sujetó por las caderas y, cuando ella apretó el cuerpo contra el suyo una vez más, le acarició el trasero.

– Creo que podemos controlar esto -dijo ella con la mirada turbia de deseo y la voz temblorosa-. El deseo es sólo una función corporal, ¿verdad? Como beber o ir al baño. Así que… podremos con ello. Y después, continuar cada uno con nuestra vida.

– Podremos con ello. ¿Estás diciendo que deberíamos…?

– Bueno, aquí no.

Él miró a su alrededor. Cierto. Estaban en un almacén. En la clínica. Con los pacientes al final del pasillo.

– Pero después del trabajo…

Luke observó la cara colorada de Faith. Tenía el pelo alborotado, la blusa abierta y sus pezones presionaban contra la tela del sujetador.

– ¿Intentas decirme que deberíamos mantener relaciones sexuales?

– Sólo los sábados. Durante los dos meses que estás tan dispuesto a dedicarme.

– Pensaba que íbamos a ignorar todo esto.

– ¿Vamos a ignorarlo ahora?

No. No iban a hacerlo. De mutuo acuerdo. Luke le acarició de nuevo el trasero.

– ¿Y qué pasará después de los dos meses?

Ella se mordió el labio inferior.

– Bueno… tendrás que dejarme marchar. Lo siento, Luke, pero ya te dije que somos demasiado diferentes.

¿Demasiado diferentes? Sin duda. Demasiado diferentes.

Cualquier hombre se habría sentido triunfal ante tan inesperada oferta.

¿Lo había comprendido bien? Aquella mujer atractiva y sexy quería tener relaciones sexuales con él, y después de dos meses de sexo maravilloso, marcharse, todo sin un anillo de diamantes, un vestido blanco o una tarta nupcial.

Oh, sí. Luke debería estar dando saltos de alegría, pero no tenía ganas de bailar.

– Faith… te mereces más que eso.

– Es lo que quiero -se arqueó de formaba que sus pezones rozaran el pecho de Luke-. ¿Vas a rechazarme, Luke? ¿Vamos a tener que intentar trabajar juntos sin ningún alivio?

– No. Cielos, no.

Ella sonrió y se retiró.

– Es probable que tengamos pacientes esperando -dijo ella.

– Pacientes…

– Iré primero. Yo…

Llamaron a la puerta y ambos se sobresaltaron.

– ¿Faith? ¿Estás ahí? -gritó Shelby-. Tenemos un paciente esperándote en la sala cuatro. ¿Estás ahí?

– Uh… -Faith miró a Luke-. Sí. Sí, estoy aquí.

– Bueno, pues abre -giró el pomo de la puerta, pero antes de que pudiera abrir. Luke se lo impidió con el pie.

– ¿Faith? ¿Estás encerrada?

– Eh… No exactamente.

– ¿Qué estás haciendo?

– Bueno… -Faith sonrió a Luke, y él se sintió un poco enamorado.

– ¿Faith?

– ¡Salgo en un minuto!

– De acuerdo. ¿Está el doctor Walker contigo? -preguntó Shelby en un susurro.

– Yo… -dijo Faith, mirando a Luke.

– Oh, cielos. Tú… de acuerdo, ¿sabes qué? No importa, ya soluciono yo lo del paciente de la sala cuatro. Vosotros, a lo vuestro.

Al oír que se alejaba, Luke se percató de que Faith lo miraba esperanzada y él se rió.

– No -susurró-. No vamos a seguir con esto, no en este armario.

Con un suspiro, ella comenzó a recolocarse la ropa.

Él se miró la parte inferior del cuerpo y se pregunto si una bata de médico podía cubrir la erección más grande que había tenido nunca.

– Entonces, ¿hemos llegado a alguna conclusión? -preguntó ella.

– ¿Conclusión?

– Sobre… ya sabes.

– ¿Dormir juntos?

– De hecho, dormir sería una mala idea -dijo ella.

– Pero, acabas de decir que…

– Dormir implica una relación, cuando ambos sabemos que una relación entre nosotros no funcionaría. Es más -dijo ella-, dormir juntos sólo sería un fracaso.

– Claro. Un fracaso -y ella tenía razón. Él se había despistado con su precioso cuerpo, pero ante los ojos, tenía la verdad. Ni él ni ella querían una relación. Entonces, ¿por qué deseaba tomarla entre los brazos y convencerla de algo que no era lo que buscaba?

Faith terminó de abrocharse la blusa, aunque de manera incorrecta, y se retiró el cabello de la cara.

– Nos vemos -susurró, y se volvió hacia la puerta.

«Déjala marchar».

Sin embargo, Luke la agarró y la volvió hacia sí. Le abrochó bien la blusa. Aquella mujer necesitaba un buen cuidador. Pero él no quería ser candidato para el puesto. No. Iba a marcharse…

Ella lo besó en la mejilla y le sonrió de forma que a Luke le dio un vuelco al corazón.

– Gracias -dijo, y salió de allí.

Luke se quedó en el armario durante largo rato, hasta que consiguió que la bata disimulara su erección. Hasta que decidió que lo correcto era salir y dirigirse a la puerta de la clínica para marcharse.

Así que salió del almacén.

Pero torció a la derecha en lugar de a la izquierda y fue a ver qué pacientes necesitaban su atención.


Aquella noche, Faith estaba sentada en su sofá mirando a la pared. Había hecho yoga, se había dado una sesión de aromaterapia y había cenado con Shelby.

Pero ninguno de los rituales relajantes había conseguido relajarla. No, estaba nerviosa, y por primera vez sus nervios no tenían nada que ver con el dinero ni con la clínica. Aquel día se había lanzado a Luke.

Le echaba la culpa a la pasión del momento, especialmente cuando sus bocas se juntaron y las manos de Luke… Las cosas habían sucedido muy deprisa en el cuarto de almacén.

Sí, echarle la culpa a la pasión del momento era una buena excusa para el comportamiento vergonzoso que había tenido. Si no ¿cómo podía explicar que le había ofrecido mantener relaciones sexuales durante dos meses?

Maldita sea, ¿dónde estaba Luke? Miró por la ventana. El único coche que estaba aparcado abajo era el de ella.

Luke debería estar allí con ella, aplacándole la tensión con las manos, la boca, el cuerpo.

¿Por qué no estaba allí?

Se había marchado después de atender al último paciente.

Y allí estaba ella, sola, pensando en el sexo.

Apenas unas semanas antes había dicho que las relaciones sexuales, por muy saludables que fueran, nunca debían practicarse fuera de una relación monógama y estable. Pero unas semanas antes no conocía a Luke Walker.

Dando un suspiro, se preparó para acostarse sola y se dejó caer sobre la cama.

Entonces, comenzó a mirar el techo imaginándose todo lo que podría estar haciendo si Luke hubiera aparecido.

Puesto que no podía dormirse, decidió bajar en camiseta y zapatillas a terminar el papeleo que tenía pendiente.

Encendió la luz del despacho. Su escritorio estaba a rebosar y, al ver la cantidad de facturas que tenía por pagar, sintió un nudo en el estómago. Le habría gustado tener a alguien con quien hablar, alguien que la comprendiera.

Pero aunque sus padres eran maravillosos, ella nunca había recurrido a ellos. Trabajaban con gente que los necesitaban a diario y, por tanto, esperaban más de sus hijas.

Suponía que podía llamar a su hermana, pero la verdad era que Faith ni siquiera tenía el teléfono para contactar con ella. Siempre había sido independiente, sin embargo, se sentía triste. Podría llamar a Shelby, pero la solución que su amiga le daba para combatir la soledad era el sexo, y se habría preguntado qué era lo que Faith había hecho mal para asustar a Luke.

Lo cierto era que Faith no tenía ni idea de lo que había hecho mal. Era evidente que no se le daba bien seducir a los hombres, y quizá era mejor que aquella noche no hubiera sucedido nada. ¿Habría podido satisfacer a un hombre tan sensual como Luke?

Estaba claro que, al no aparecer, Luke le había hecho un favor. Además, ella recordaba la realidad sobre el sexo. Era como el chocolate, divertido en el 1nomento pero desastroso después.

Sí, estaba mejor sin ello.

Se acercó al escritorio dispuesta a aclarar las cuentas. Sin duda, preferiría estar teniendo un orgasmo en manos de Luke, pero aquello era su vida y no pensaba perder tiempo con arrepentimientos.

Además, lo que hacía en la clínica era muy importante para ella, y merecía su tiempo y su dedicación. Lo único que siempre había deseado era aliviar el sufrimiento innecesario. Eso era a lo que se dedicaba todo los días, y se sentía orgullosa de ello.

Pero tenía que admitir que quizá se sintiera un poco sola por eso.

– Tienes que superarlo -se dijo, y abrió el libro de cuentas. Comenzó a revisar las facturas para ver cuáles tenía que pagar y cuáles podían esperar.

La mayoría acabaron en el montón de las que podían esperar.

Al cabo de unos minutos, empezó a sentirse desorientada. No se había abandonado, había dormido bien, entonces, ¿por qué tenía todos los síntomas de ese maldito virus? ¿Por el estrés? El único estrés que sentía era el causado por la insatisfacción sexual, gracias al doctor Luke Walker, el hombre que mejor besaba del mundo.

Para tratar de recuperar la calma, encendió una vela con aroma de vainilla y practicó las técnicas respiratorias durante unos momentos. De acuerdo, también robó un pedazo de chocolate de su escondite secreto.

Sintiéndose mejor, terminó de organizar las facturas. Lo único que le quedaba por hacer era meter los cheques en la impresora. Después, podría acostarse.

Sola, por supuesto. Pero al fin y al cabo, era algo a lo que estaba acostumbrada. Abrió el cajón de abajo y suspiró al ver que no le quedaban cheques. Durante un instante, sintió que era un nuevo fracaso y pensó en que le gustaría compartir con alguien la carga de dirigir la clínica.

Pero tenía su orgullo, y pedir ayuda no era parte de su forma de ser. Además, ¿a quién iba a pedírsela? Sus empleados ya le ofrecían todo lo que tenían. Su familia no tenía nada que ofrecerle. Y no había nadie más…

«Luke», oyó que le decía una voz interior, pero la ignoró. Sabía lo que él opinaba de aquel lugar, sabía que sólo había regresado por sentido del deber. Y de la culpabilidad.

Suspirando una vez más, se puso en pie y salió del despacho. Por supuesto, la caja nueva de cheques estaba en lo más alto del cuarto de almacén, el mismo lugar donde Luke había hecho que se derritiera a sus pies, pero alguien había quitado la escalera. Recordó haberla visto en la sala de personal, así que se dirigió al pasillo para ir a buscarla.

Vaya.

Al otro lado de la puerta trasera se veía la sombra de un hombre. Agarró el bate de béisbol que guardaba para sentirse fuerte y valiente y se lo colocó al hombro, tratando de descubrir por qué la silueta de aquel hombre le resultaba tremendamente familiar.

– ¿Luke?

Él estaba preparado para llamar a la puerta.

Faith se sintió mareada e hizo un esfuerzo para pensar. Sólo había un motivo por el que él pudiera estar allí, y tenía que ver con la propuesta, de mujer rebelde y descarada, de mantener sexo salvaje con él durante dos meses y después olvidarse de todo.

Allí estaba, de pie bajo la luz de la sala de personal vestida con una camiseta extragrande y zapatillas de andar por casa con cara de conejo.

Oh sí, una seductora sirena del sexo. Eso es lo que era.

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