La semana pasó volando. Una de las noches, Faith salió a cenar con el personal de la clínica. Otra, vio una película con Shelby. Pasó una tarde en la biblioteca, leyendo por placer, y otra, haciendo la compra, algo que era más complicado que antes teniendo en cuenta su nueva condición de diabética.
Controlar el nivel de azúcar en sangre era más difícil de lo que nunca habría imaginado. E incluso, con todo el tiempo que dedicaba a ello, no conseguía tenerlo controlado.
El virus de la gripe habría sido mucho mejor.
Y respecto a por qué evitaba a Luke, la clave era el dolor que éste le producía. No un dolor físico, sino uno mucho peor, dolor de corazón.
El sábado, Luke apareció en la clínica y no dijo nada acerca de que no se hubieran visto en toda la semana. Trabajaron juntos durante todo el día, pero él no hizo ningún intento de entrar en el almacén con ella ni de verla a solas.
¿Habría cambiado de opinión? ¿Y por qué a ella no le parecía bien?
Aquella noche, cuando todo el mundo se había marchado, Faith se dio un baño de espuma con olor a jazmín. Sólo había una cosa que pudiera mejorar su estado de animo, bueno, dos. El chocolate.
Y Luke.
Pero no podría tener ninguna de las dos.
Cuando sonó el timbre, le dio un vuelco al corazón. Se quedó quieta dentro del agua, pero llamaron de nuevo. Salió de la bañera y se cubrió con una toalla. Se dirigió a la puerta y encendió la luz del exterior.
Luke estaba allí. Al verlo, se le aceleró el corazón y un fuerte deseo se apoderó de ella. Deseo mezclado con dolor. Todo a la vez.
De pronto, sintió que debía retirar la barrera que había entre ellos y abrió la puerta para que Luke entrara. Pero se dio la vuelta, sabiendo que, si lo miraba, él descubriría sus sentimientos, su deseo, su esperanza, su confusión…
Desde detrás, él le acarició el cabello y apoyó la cabeza sobre su hombro, de modo que sus rostros se rozaron.
– ¿Quieres que me vaya? -Ella permaneció callada-. ¿Faith?
Faith cerró los ojos y negó con la cabeza. No quería que se marchara. Pero tampoco quería que se enterara de lo que estaba pensando para que no saliera huyendo.
Luke le acarició el brazo mojado y suspiró, tan cerca de su oído que hizo que se le pusiera la piel de gallina.
– Te he sacado del baño.
Ella asintió.
– No quiero convencerte de nada -susurró.
Faith se volvió y apoyó las manos contra la puerta para no tocar a Luke.
– Fue idea mía.
– Sí -sonrió él-. Entonces, ¿por qué me da la sensación de que has cambiado de opinión?
Faith había cambiado de opinión. Ya no sólo quería sexo salvaje durante los fines de semana, sino algo más, pero ¿cómo iba a decírselo a un hombre que sólo se comprometía con sus pacientes? No podía explicárselo, así de sencillo.
– Todavía te deseo -susurró ella.
Al oír sus palabras, los ojos de Luke se encendieron con ardor. Él sacó el buscapersonas del bolsillo y lo tiró sobre el sofá. Después, hizo lo mismo con el teléfono móvil.
Ella lo miró y se acercó al teléfono portátil que estaba en la mesa. Lo agarró y lo escondió bajo un almohadón. Al cabo de un momento, hizo lo mismo con el teléfono de Luke y su buscapersonas.
Él sonrió.
Ella sonrió también, y se lanzó a sus brazos.
– Nunca me había reído mientras desnudaba a una mujer -admitió, y le mordisqueó el cuello.
Ella echó la cabeza hacia atrás para dejarle espacio.
– No vas a tener que trabajar duro para desnudarme.
– ¿No? -miró la toalla.
– No -se quitó la toalla y la dejó caer al suelo.
Luke respiró hondo y se quitó la camisa con las manos temblorosas.
– Todavía te llevo ventaja -dijo ella, desnuda, contemplando su torso musculoso cubierto de vello varonil.
– Lo sé -dijo él. Se quitó los zapatos, se desabrochó los pantalones y dejó visible su erección.
– Oh, cielos -susurró ella, incapaz de retirar la mirada. Hacía mucho tiempo que no veía un hombre en una situación como esa.
Luke la rodeó con los brazos y la aupó. Ella se humedeció los labios y se fijó en su boca.
– ¿Vamos a…?
– Sí.
¿En mi habitación?
– Sí.
– ¿Esta vez vamos a llegar hasta el final?
– Sin duda. ¿Alguna otra pregunta?
– Sí. ¿Podrías darte prisa?
– A lo mejor la primera vez, pero no la segunda. Ni la tercera -se encaminó por el pasillo-. Te quiero en la cama, Faith. Tumbada, de manera que pueda acariciar y besar todo tu cuerpo -la dejó en la cama y le acarició el entrecejo. Oh-oh. Parece que estás un poco tensa -le acarició las piernas-. Eso no me gusta -cuando llegó a la altura de los muslos, ella se estremeció-. ¿Tienes frío? -ella negó con la cabeza-. Bien -con cuidado, le separó las piernas y respiró hondo.
Ella también.
Continuó recorriendo su cuerpo con las manos, hasta llegar a la parte superior de los muslos. Faith arqueó el cuerpo, y cuando él tocó el centro de su feminidad, gimió de placer.
– Eres preciosa, perfecta -con cuidado, inclinó la cabeza.
Ella sintió su cálida respiración y se quedó paralizada. De pronto, se sentía insegura.
– Um, Luke…
– Shh…
– Pero… -al primer roce de su lengua sintió que iba a estallar.
Al segundo, estalló.
Luces brillantes, el corazón a punto de salírsele del pecho, eso es lo que sentía mientras experimentaba un orgasmo salvaje.
Finalmente, quedó tendida sobre la espalda, mirando al techo, agarrando las sábanas y con las piernas abiertas por los hombros de Luke.
– ¿Estás bien? -preguntó él.
– No siento los dedos de los pies.
Él se incorporó un poco.
– ¿Mejor?
– No.
Luke se puso muy serio y ella se rió.
– ¿Quieres saber cómo estaría mejor? susurró-. Estaría mejor si tú estuvieras dentro de mí.
Luke sonrió de tal forma, que Faith pensó que se le detenía el corazón. Entonces, le dio lo que ella pedía. La penetró y comenzó a moverse despacio en su interior.
– Faith -le acarició el rostro y la besó. Cada vez se movía más deprisa y ella empezó a moverse también-. Otra vez, otra vez. Ten otro orgasmo conmigo -y para asegurarse de que ocurría, él le acarició un pezón. Ella arqueó el cuerpo-. Eso es… – le acarició el vientre y el monte de Venus, mientras le dedicaba las palabras más sensuales que ningún hombre le había dicho. Faith clavó los dedos en su trasero, echó la cabeza hacia atrás y se deshizo al llegar al clímax. Al cabo de un instante, oyó que él también perdía el control y se dejaba caer sobre su cuerpo.
Ella lo abrazó, disfrutando de su calor. Empezó a quedarse dormida, hasta que se dio cuenta de que no habían utilizado ninguna protección.
Menudos profesionales de la salud.
Algunos minutos más tarde, Luke estaba fuera de la casa fe Faith. En el porche, con la fresca brisa de la noche, ella le puso la chaqueta en la mano y le cerró la puerta.
– Faith…
Abrió una rendija.
– Tengo que madrugar.
– Sí -pero ese no era el problema y, él lo sabía. Por la expresión de su rostro supo que estaba tan impresionada como él, quizá incluso aterrorizada, por lo que había sucedido, por cómo se habían dejado llevar-. Faith, no hemos utilizado ningún anticonceptivo.
Ella soltó una carcajada estridente y después se tapó la boca.
– Te has dado cuenta -dijo él, y se froto la cara con la mano-. Nunca me había olvidado. Maldita sea, lo siento mucho. Te prometo que no vas a pillarte nada…
A Faith se le escapó otra risita y, dando un suspiro, Luke abrió la puerta por completo Y la abrazó.
– Si lo que te preocupa es quedarte embarazada, lo solucionaremos. Juntos. ¿De acuerdo? -ella no contestó y él se echó hacia atrás para verle la cara-. Faith, nos enfrentaremos a ello los dos.
– Somos profesionales. Todos los días veo las consecuencias de que los adolescentes no utilicen métodos anticonceptivos. Siempre les hablo de lo importante que es la abstinencia y ¿qué es lo que hago? Me dejo llevar así como así…
– Nos -la interrumpió él-. Lo de dejarse llevar ha sido cosa de ambos.
– Ya sabes lo que quiero decir.
– Sí.
– Es que, incluso lo habíamos planeado -dijo ella, asombrada-. Incluso había comprado… -se calló y se sonrojó.
– Yo también -se tocó el bolsillo trasero-. Quizá deba coserlos a mi ropa interior para la próxima vez.
Faith se mordió el labio y lo miró.
– ¿Próxima vez?
– ¿No va a haber próxima vez?
– Hemos sido tan estúpidos…
– No volveremos a serlo -prometió él.
– Quedan cinco semanas.
– Quiero cada una de ellas.
– Eso es lo que te prometí. Pero… quiero estar sola el resto de esta noche.
De pronto, él deseó haber negociado también la parte de dormir juntos. Le habría gustado pasar el resto de la noche con ella acurrucada entre sus brazos.
– Buenas noches, Luke.
A Luke le hubiera gustado ver su cara, pero ella se había colocado en la sombra de las luces. Al parecer, él era el único que pensaba demasiado en la decisión. No era bueno. Nada bueno.
– Buenas noches, Faith.
La noche siguiente, Faith no sabía qué esperar. Salió del baño y se puso el albornoz. ¿Iría Luke aunque fuera entre semana?
¿O esperaría al siguiente fin de semana, hasta después de que hubieran trabajado juntos todo el día? Sin duda, el fin de semana era más conveniente para él, porque Faith imaginaba que con la agenda ocupada que tenía no podría tener mucha vida social entre semana, aparte de que no querría verla tan pronto…
Llamaron al timbre y se sobresaltó. Luke había ido.
No. No podía ser Luke. Se habían visto el día anterior, seguro que él no quería… Resultó que era Shelby. Llevaba un vestido negro de fiesta y tacones, y el cabello recogido. Llevaba un guiso en la mano.
– Toma -le dijo-. He hecho de sobra. Mucha proteína, nada de azúcar.
Faith miró el guiso, que olía delicioso.
– ¿Has cocinado para mí con esa ropa?
– No, he cocinado para mi acompañante -dijo con pícara sonrisa-. También comerá del guiso, pero, para él, también he hecho postre.
– Eh, yo quiero postre.
– El suyo es de seda negra -dijo ella entre risas-. Así que tendrás que buscarte el tuyo… -se calló al oír que alguien subía por las escaleras. Al ver a Luke, esbozó una especulativa sonrisa-. Mira, puede que después de todo también tengas postre.
Luke arqueó una ceja al oír el comentario. También iba de negro, pero no de seda; vaqueros negros y camiseta negra. Bajo la luz de la luna, parecía más alto y extremadamente atractivo.
– Doctor Walker… Es justo lo que Faith había pedido -riéndose de su propia broma, besó a Faith en la mejilla-. Te desearía una buena noche, cariño, pero veo que, sin duda, vas a tenerla. Buenas noches. No hagas nada que yo no hiciera ahora… bueno, pensándolo mejor, no hay nada que yo no hiciera, así que disfruta.
Faith observó marchar a Shelby y sintió que se le había acelerado el corazón.
– Eso huele bien -dijo Luke, señalando la olla-. ¿Vas a compartirlo?
– No has venido aquí para comer.
– No, pero vamos a hacerlo.
– Por el momento, mi nivel de azúcar en sangre es el correcto.
– Bien. Después de cenar, voy a quitarte toda la ropa que llevas -lo dijo con tanta naturalidad, que Faith tardó un instante en asimilar sus palabras. Al hacerlo, le dio un vuelco el corazón-. Y voy a volverte loca.
– Qué gallito -dlijo ella, aunque se puso tensa y se le endurecieron los pezones.
– Sí, también voy a hacerte gritar -elijo él, y se acercó más a ella, pero sin tocarla.
– Um, no soy de las que grita -dijo ella, orgullosa de que no le temblara la voz a pesar de que le flaqueaban las piernas.
Mirándola a los ojos, Luke se aprovechó de que tenía las manos ocupadas sujetando la olla caliente y tiró de su albornoz, dejando uno de sus pechos al descubierto. Ella se quedó boquiabierta.
– Mmm -pronuncio él, y le sujeto el pecho para acariciárselo con la boca.
Faith dio un paso atrás y se dio con la puerta.
– Cuidado con nuestra cena -dijo él, mordisqueándole el pezón-. ¿Todavía la puedes sujetar, Faith?
Ella se tambaleó y juntó las rodillas para no caerse.
¿Faith?
– Sí.
– Esa es mi chica.
Y cerró la puerta tras ellos, para después cumplir con su promesa de quitarle la ropa, volverla loca y hacerla gritar.