Mesina

…en el primer encuentro con Lazzari, mientras él decía querer una pintura con mucha luz y color, me entró tal temblor en las manos que, para que él no se diera cuenta, las crucé a la espalda sujetando con la una la muñeca de la otra. Entonces fue la pierna izquierda la que empezome a temblar…


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…y fuera del Senado la luz negra era tan fuerte que, habiéndome vuelto casi ciego y dando unos pasos en medio de la oscuridad, no vi el primer peldaño y rodé escaleras abajo…


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…He convencido a Lazzari de que cambie de propósito, haciendo hincapié en su orgullo. Díjele que tal vez un retrato de Lázaro serviría para que todos recordaran su nombre.

Él se pasó un buen rato sin tomar una decisión y después dijo estar de acuerdo. De tal manera que ahora puedo comenzar una Resurrección de Lázaro que paréceme más idónea para este tiempo de mi vida, para mi manera de sentir…


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…Estando en la mejor sala del hospital de la Orden de los Cruciferos, ocurriome algunas veces ver un muerto llevado por dos mozos a su entierro.


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Habiéndome puesto con ellos de acuerdo, en cuanto hubo ocasión los mozos me trajeron un cadáver a la sala y durante toda la noche lo sujetaron tal como yo quería mientras lo pintaba.

No es cierto lo que se dice de que hice desenterrar a uno que llevaba varios días bajo tierra, ni que tanto apestaba que los sepultureros que debían sujetarlo no resistían el hedor y querían abandonar la tarea…


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…Corrió la voz de que los principales de la Orden y el Senado al ver la pintura muy disconformes se mostraron, de tal manera que yo, echando mano del puñal, la desgarré en varios puntos. Lazzari díjome que la pintura había sido muy de su agrado, pero que parecíale que aquel Lázaro mal se ajustaba a la resurrección y a la nueva vida que lo esperaba. Al preguntarme la causa, respondile que tal vez para Lázaro la muerte había sido una liberación de los males de esta tierra. Y que, por consiguiente, volver a vivir no era para él una cosa agradable.

El prior de los Caballeros conmigo se apartó y preguntome, en cambio, si yo creía en los milagros. Respondile que creía. Entonces preguntome por qué me había retratado a mí mismo en la pintura no sólo en el acto de no conmoverme ante el milagro sino incluso mirando hacia otro lado. Díjele entonces que ya estaba contemplando mi segunda o tercera resurrección y ya no sabía cuántas más serían necesarias…


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…díjome Lazzari que yo debería firmar el acto de entrega de la Resurrección como fr. Michelangeli Caravagio militis jerosomilitani, por cuanto, no habiéndose recibido todavía la respuesta de Malta, yo tal seguía siendo. Además, firmando de aquella manera, yo libraba al Priorato y a él mismo de cualquier responsabilidad…


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…me han pagado mil escudos…


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…vino a verme Minniti. Yo le conté entonces mi necesidad y él fuese. Regresó al cabo de tres horas y díjome haberlo arreglado para aquella misma noche. Llegada la hora acompañome a la casa de una tal Zina y fuese. Zina era bella, joven y muy cuidadosa de su persona. Tras haber comido y bebido, nos tumbamos desnudos en la cama. Pero fue entonces cuando desaparecieron todo el ardor y el deseo que hasta ese momento había sentido.

Y por más que Zina durante horas pródiga fuera en su afán de despertar el sentimiento desaparecido, nada pudo hacer. Hacia el amanecer se apoderaron de mí tal furor y tal pena por el estado en que me encontraba que, con el puñal, me desgarré los ropajes que estaban cerca de la cama y después me di un golpe en la carne que se me había muerto, sin embargo tanto me temblaba la mano que, en su lugar, me di en el muslo. Profusamente sangré.

Al llegar la mañana y tras salir de aquella casa medio a rastras, un hombre a caballo se me echó encima de repente. Yo caí y un casco me golpeó de soslayo justo en la herida, mientras que el hombre se iba corriendo sin socorrerme siquiera y me gritaba desde lejos que yo era un mentecato…


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…y al día siguiente caminar no pude y al otro tampoco…


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…por mil escudos una Adoración de los pastores para los capuchinos de la iglesia de Santa María de los Angeles extramuros.

Los capuchinos me acogerán en su convento, que es muy solitario, en una espaciosa celda que mira al mar.

Lazzari me había aconsejado también no caminar demasiado por la ciudad, pues había sabido que se empezaba a correr la voz de mi condena aunque ninguna respuesta se había recibido…


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…cansadas las extremidades y más cansado todavía el ánimo…


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…en los ojos de María toda la melancolía y la pena de mí mismo que me invaden por la noche, cuando contemplo el mar desde mi ventana, tan parecidas y al tiempo tan distintas de cuando desde el fuerte de Sant'Angelo contemplaba ponerse el sol en el mar…


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…hodie Lazzari díjome haber llegado la respuesta de condena de Malta y que sería por tanto muy prudente que yo dejara Mesina de inmediato…


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¿De qué huir te vale

si el enemigo un dardo

presto ensarta desde lo alto de la roc

a donde está el reino papal?

¡Ay de ti, desventurado! Pero ¿qué boca

la palabra te dirá que trueca en bien el mal?

La única, la sola…


* * *

…He caminado largo rato en medio de la más tupida oscuridad aunque todavía era de día.

Hasta que al llegar cuando ya anochecía a un lugar áspero y salvaje que caía en picado al mar, me quité toda la ropa y quise, al final, cumplir mi propósito.

Extendiendo los brazos como para levantar el vuelo, los ojos bien abiertos, hacia abajo me dejé ir. Pero tal vez no supe separarme bien del borde, de tal manera que, en lugar de caer, largo rato resbalé por la cresta que me desgarró la piel, hasta que una grande planta de sorgo detuvo mi caída. Ya no me quedaron ánimos para volver a intentar el salto, me faltó el valor, es más, un tanto atemorizado, empecé con gran esfuerzo de nuevo la subida.

Pero al llegar a un brazo de la cresta, los pies ya no encontraron presa y así me quedé agarrado con las solas manos a las piedras que sobresalían. Desesperado, en la certeza de la muerte que ahora horror me causaba, púseme a gritar.

Cuando ya me faltaban las fuerzas, se me presentó un rostro que pareciome de un ángel. Era un sorprendido y joven pastor que enseguida puso manos a la obra. Tumbado en el suelo y alargando los brazos, fuertemente me agarró, y yo entonces, sintiéndome más seguro, logré recuperar la presa de los pies.

Puesto a salvo, permanecí extenuado en el suelo, respirando afanosamente. Pero poco a poco empecé a sentir con asombro que recuperaba el vigor de hombre que para siempre creía perdido. De tal manera que ante aquella visión se echó a reír el joven pastor, que justo por eso fue de mi agrado y díjome que sí cuando yo le rogué que a mi lado se tumbara…


* * *

…¿hasta cuándo durará esta vida mía que ni paz ni sosiego encuentra?


* * *

…mañana emprendo viaje a Palermo.

Lazzari díjome haberse puesto de acuerdo con los frailes franciscanos de allí, que, al parecer, me aseguraban no sólo trabajo sino también protección contra los guardias del Papa y los Caballeros de Malta, que todos mi muerte desean…

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