CAPÍTULO 8

PASARON dos semanas desde la operación de Anna. El trabajo y la vida doméstica cayeron en una rutina que Em consideraba aceptable, siempre y cuando no se inmiscuyeran sus estúpidos sentimientos.

Cuando le quitaron la sonda, Anna pudo volver a casa, y los niños fueron también. No consintió que su hermano se quedara-con ellos, así que Jonas tuvo que quedarse en casa de Em, aunque a ella no le pareciera demasiado prudente. Lo que Anna sí permitió fue que Jonas organizara para ella algo de ayuda externa.

Jonas estaba frustrado por la poca ayuda que podía darle a su hermana. ¡Lo dejaba hacer tan poco…!

Con la excusa de conocerlos mejor, insistió en pasar algún rato cada día con Ruby, Sam y Matt. Puesto que Anna necesitaba ayuda en el cuidado de sus hijos, esa era una forma velada de dársela. Jonas también se volcó en trabajar para la ciudad y hacía lo que podía.

Al menos, Em era un médico experto, pensó mientras trabajaba con ella. Podía confiar en que cuidara bien a Anna. Y como él era temporalmente su socio, le dejaba suficiente tiempo para que lo hiciera bien.

Em lo habría hecho de todos modos, pero sin su ayuda, no habría tenido tiempo para Robby ni para ella misma. Con tanto trabajo, le habría dado un ataque nervioso.

Em no estaba obsesionada por el trabajo, pero le resultaba imposible rehusar su ayuda. Nunca decía que no, sin importarle lo cansada que estuviera, o que hubiera mucha gente esperando en la consulta.

Así que él la había salvado temporalmente. Pero cuanto más la veía, cuanto más veía su actuación como médico y el cariño con que cuidaba a sus pacientes, más se preguntaba cómo iba a poder marcharse cuando Anna terminara la radioterapia:

Una idea comenzaba a nacer en el fondo de su mente.

La recuperación física de Anna era excelente, pero Jonas y Em no estaban seguros de si también se estaba recuperando emocionalmente.

Anna leyó, toda la información sobre su caso y, deliberadamente, la dejó en el hospital. Los libros decían que había más de un noventa por ciento de supervivencia, lo mismo que le habían dicho los médicos. No estaba mal. El oncólogo le había dicho que si se sometía a quimioterapia, las posibilidades eran aún mayores. Pero eso significaba meses de depender de la ayuda de otras personas, y por eso rechazó esa opción.

Así que viviría, pero en sus propios términos. Concertó las sesiones de radioterapia, pero rechazó la oferta de Jonas de alquilar un apartamento y decidió que viajaría a Blairglen cada día.

– Puedo seguir siendo independiente -dijo-. Lori cuidará de los niños durante el día y podré estar con ellos por la noche.

Lori, que estaba a punto de regresar, accedió.

– No es la solución más fácil para ti -le dijo Em-.

Tanto viajar te cansará mucho.

Pero Anna no estaba dispuesta a ceder.

– No quiero depender de Jonas más de lo que ya dependo -sentenció Anna.

Em pensó que estaba alejando a su hermano lo más posible. Y también estaba alejando a Jim.

El jefe de bomberos había ido a la consulta de Em con el pretexto de haberse torcido un meñique, pero en realidad quería decirle lo preocupado que estaba por Anna.

– No deja que la ayude en nada -le dijo con amargura-. No deja que me acerque.

Em no podía darle ningún consejo. Si hubiera podido hacer algo, ya lo habría hecho.

Las horas que había pasado con Jonas y con los niños le parecían un sueño. Desde que se habían ido los hijos de Anna, ya no tenía la sensación de ser una familia. Con la ayuda de Amy, podía cuidar de Robby sin la ayuda de Jonas, y eso era lo que Jonas parecía querer. Así que cada vez era menos necesario que estuvieran juntos.

Pero esa separación le dolía. Em estaba triste. Incluso su perro estaba triste y había vuelto a sus costumbres perezosas. Y Jim también se sentía lastimado.

– ¿De verdad quieres que haga algo con este dedo? -le preguntó Em mientras lo examinaba-. Puedo enviarte a un traumatólogo para que te lo arregle, pero me parece que te lo rompiste hace años. ¿Te está molestando ahora?

– Sí, bueno… Me lo rompí hace años y, en realidad, no me molesta -reconoció-. Necesitaba una excusa para hablar contigo.

– Lo sospechaba…

– ¿Te llevas mejor con su hermano que yo con Anna?

Em frunció el ceño y disimuló.

– No sé a qué te refieres.

– Quiero decir que hay dos Lunn -dijo Jim con tristeza-. Hay dos personas que están luchando por no comprometerse. Al menos el tuyo está viviendo contigo. Trabajando a tu lado…

Em pensó que de poco le servía. Era verdad que trabajaba menos pero, en los demás aspectos, le estaba haciendo la vida imposible.

Lori regresó a Bay Beach al día siguiente, contenta, optimista y lista para volver a ser una madre de acogida.

– Ray está fuera de peligro. Su operación fue muy bien -les dijo a Em y a Jonas-. Ahora sólo necesita consejos dietéticos y podrá volver a trabajar. Como yo mañana.

– Te hemos echado de menos – Dijo Jonas cuando Lori pasó a visitarlos. Acababan de cenar y Em le estaba dando el biberón de la noche a Robby y lo mecía para que se durmiera.

Em miró a Jonas de reojo y dijo en un tono que no ocultaba su resentimiento:

– Sí. Jonas ha tenido que hacer de niñera.

– Lo he hecho muy bien -sentenció él indignado, y Lori sonrió. Su sonrisa era de compromiso, pues se daba cuenta de que había una tensión en el ambiente que no comprendía.

– ¿Queréis que me lleve a Robby esta noche? -preguntó, y Em, desconcertada, tuvo que respirar hondo.

«Esto tenía que suceder», se dijo, tratando de no mirar al bebé que tenía en brazos. ¿Por qué no? Era lo lógico. Lori era el destino de Robby, y no ella

– Quizá sería lo mejor -dijo, pero le fallaba la voz.

– ¿Lo mejor para quién? -preguntó Jonas con frialdad.

– Para Robby, claro.

– ¿Sólo estás pensando en Robby? -¿Y en quién más, si no?

– En ti -contestó Jonas observándola. -¿Por qué?

– Porque quieres al niño -aclaró Jonas, como si ella fuera tonta-. No veo por qué no lo adoptas tú. Diablos, cualquiera puede ver que para ti es todo lo que importa.

– ¿Y tú crees que eso estaría bien? He podido pasar mucho tiempo con él estas dos últimas semanas, pero sólo porque tú has estado ayudándome con mi trabajo. En cuanto te vayas, tendré que depender para todo de Amy, una adolescente que emprenderá su propia vida en cualquier momento. ¡No creo que sea muy buena base para una adopción, una madre a ratos por la noche!

– Serías una madre que quiere a su bebé -alegó Jonas-. Eso es mucho más de lo que algunos niños tienen.

– No funcionaría -Lori había estado observándolos. Ella estaba tan interesada por el futuro del niño como Em-. Para empezar, Tom no lo permitiría.

– ,¿Tom? -preguntó Jonas.

– Nuestro director. Existe un comité de evaluación, pero la decisión final es suya. El decide si una pareja, o una persona, serían buenos padres, y es muy consciente en su trabajo.

– ¿Estás diciendo que Em no sería una buena madre?

– Estoy diciendo que Em no tendría ni la más remota posibilidad de que la dejaran adoptar -dijo Lori en tono cortante-. Una madre soltera con exceso de trabajo… Tom diría que no lo podrá resistir.

– ¿Así que la discriminaría porque es soltera?

– No. Si estuviera trabajando sólo media jornada, Tom lo vería bien. Pero nuestra Em trabaja semanas de ochenta horas o más. La discriminaría, y con razón, porque, simplemente, no tiene tiempo.

– Pero… ¿y si estuviera casada? ¿Cambiaría algo?

– Claro que cambiaría -dio Lori sin mirar a Em y concentrándose en Jonas-. ¿Hay alguna posibilidad de que nuestra Em se case?

– Supongo que podría haberla. -¿Y cómo?

– Podría casarse conmigo.

Durante unos instantes hubo un silencio absoluto, como si el mundo entero contuviera el aliento en espera de que la bomba que Jonas acababa de soltar explotara y lo destruyera todo.

Em se quedó sin respiración.

– Disculpa, ¿qué has dicho? -dijo Lori, y Em la miró agradecida, porque a ella no le salía la voz.

– He dicho que Em y yo podríamos casarnos -dijo Jonas en tono conciliador-. Es algo que se ha hecho antes. Un matrimonio de conveniencia.

– Sí, pero…

– Mira, es muy simple. Yo nunca he estado interesado en casarme. Y Em no tiene tiempo para un marido en condiciones. Sin embargo, quiere a Robby -sonrió de esa forma que tanto daño le hacía al corazón de Em-. Yo entiendo cuál es el problema y creo que tú también, Lori. He estado viviendo aquí con Em y me he dado cuenta de que se le rompería el corazón si no se queda con Robby. De esta manera, podría hacerlo.

– ¿Cómo podría hacerlo? -Lori parecía fascinada.

Em tuvo que sentarse para no desmayarse, estrechando a Robby entre sus brazos y mirando a Jonas estupefacta.

– Es fácil.

– No es tan fácil -Lori parecía algo contrariada-. Tú eres un cirujano de capital. No creo que quieras ejercer aquí en Bay Beach.

– No. Bueno… no siempre, pero…

– Pero ¿qué? -Lori lo miraba fijamente y luego miró a Em-. Empezaba a pensar que era un hombre sin sensibilidad. No había más que ver expresión de la cara de Em. Parecía que se le desmoronaba el mundo.

«Parece que Em ama a este hombre», pensó Lori. Lo estaba mirando como si fuera la cosa más preciada del mundo, casi tanto como el bebé que tenía en brazos.

Y Jonas hablaba como si todo fuera sólo una transacción de negocios.

– Tom querrá saber quién va a cuidar de Robby -espetó Lori-. ¿Te estás ofreciendo ser su padre?

– No -contestó, pero su voz era vacilante-. Sólo a veces.

– Esto es una locura -interrumpió Em desde su silla-. ¡Una locura! Lori, vete a casa. Este hombre está diciendo tonterías.

– No estoy diciendo tonterías -afirmó Jonas-. Podría funcionar.

– ¿Cómo podría funcionar? -balbuceó Em desesperada, y Jonas sonrió.

– Oye, Em, no es necesario que te sofoques. No estoy ofreciendo un sacrificio humano. Estoy haciendo una oferta de negocio.

– ¿Y cuál es?

– He estado pensando -el tono de Jonas era dubitativo, como si no estuviera seguro de por qué hacía lo que estaba haciendo. No obstante, había estado pensando y tenía sentido-. ¿Sabías que antes de venir aquí me ofrecieron un trabajo como profesor en el extranjero?

– Sí.

Em miró a Lori, pero Lori estaba paralizada. Lo que oía era una propuesta de matrimonio, y debía salir de allí y dejarlos tranquilos, pero no podía.

Jonas seguía hablando.

– Yo quisiera tener un trabajo en la enseñanza, al menos a tiempo parcial -haciendo caso omiso de la presencia de Lori, se dirigía directamente a Em. ¿A su futura esposa?-. Me gusta la enseñanza. Estuve como profesor en Sydney, pero no había un puesto a jornada completa.

El resto del tiempo estuve haciendo cirugía técnica, pero no me gustaba nada.

– Yo no… -intentó interrumpir Em, pero él no la dejó.

– Em, mi área de especialización es la interacción entre el cirujano y el paciente. De hecho, he escrito artículos presentando la teoría de que una mejor comunicación mejora el tiempo de cicatrización. Lo cual es cierto. He estado elaborando una guía para que los cirujanos comenten con sus pacientes antes y después de la operación, temas tales como el miedo a los resultados, el miedo al dolor y hasta, incluso, los problemas familiares. Son temas que muchos cirujanos creen que no tienen tiempo de tratar. Eso es lo que realmente me interesa. La cirugía, aunque me importa, ya no es mi' prioridad principal.

– No veo qué tiene que ver conmigo todo eso -Em apenas podía hablar. ¿Qué era lo que él había dicho? ¿Matrimonio? Estaba meciendo a Robby como una autómata, agarrada a él como si la vida le fuera en ello. Lori, mientras, los observaba a los dos.

– Es muy simple -suspiró Jonas-. Estaba en un atolladero. No quiero trabajar como loco hasta convertirme en el cirujano vascular mejor del mundo o en cualquier otra especialidad. Pero es lo que me está sucediendo en Sydney y necesito mucho tiempo para mantenerme al día en las nuevas tecnologías. Fue por eso que acepté el trabajo como profesor en el extranjero, pero para serte sincero, no estaba muy seguro de que era lo que quería. Pensé que, aunque no quisiera ser un cirujano especializado, echaría de menos la cirugía, la medicina en sí. El trabajo con los pacientes. Así que creo que me gustaría… -miró de reojo a Em antes de proseguir-. Creo que me gustaría volver a la cirugía general y, además, ejercer un poco la medicina general.

– ¿Estás diciendo que quieres ejercer en Bay Beach? -dijo Lori, y Em la miró desesperada. Quería gritar.

– He hablado con Chris Maitland, el médico que trabaja al sur de Bay Beach. ¿Sabías que es anestesista?

– Sí, pero…

– Hizo lo mismo que yo -aclaró Jonas-. Se hartó de la falta de contacto humano en la medicina de la ciudad, así que volvió a la medicina general. Si yo me quedara aquí no tendría que renunciar por completo a la cirugía, y Chris podría ejercer de nuevo como anestesista. Yo podría hacer todas las intervenciones quirúrgicas de la zona, y apenas tendríamos que acudir a Blairglen. Además, podría dedicarme un poco a la medicina general. Me quedaría tiempo para seguir mis investigaciones y una o dos veces por semana acudir a Sydney a dar clase -se quedó pensativo unos instantes-. Y si doy clase a los internos en los hospitales, supongo que podrían darme un puesto docente para este distrito. Con internos en prácticas con nosotros, ¿no sería mucho más fácil la vida para todos?

¿Cuánto más fácil?

Em se quedó en blanco tratando de asimilarlo todo. Jonas allí. Médicos internos en rotación para hacer las prácticas también allí…

¡Qué maravilla! Pero ese no era el tema del que estaban hablando. Estaban hablando de matrimonio.

– Yo no…

– Bueno, me voy -Em casi se había olvidado de la presencia de Lori, pero al despedirse ella le dio un gran abrazo-. Esto se está poniendo demasiado complicado para mí. Todo lo que sé es que no dejarás que me lleve a Robby esta noche -sonrió cariñosamente a su amiga-, y puede que nunca dejes que me lo lleve.

– Lori…

– No te precipites. Escucha lo que Jonas tiene que decir y reflexiona para ver qué puedes sacar de todo ello.

– Yo nunca sacaría…

– Puede que sí -afirmó Lori-. Ahora me voy, pero tú ¡escúchalo bien!


Silencio.

Un silencio que parecía eterno. Em seguía sentada abrazando a Robby y tratando de asimilar lo que Jonas acababa de proponer.

No tenía ningún sentido.

– ¿Quieres quedarte aquí? -dijo Em, por fin-. ¿Se trata de eso?

– Quiero tener un lugar de base. He llegado a la conclusión de que me gusta tu tipo de medicina. Me he encariñado mucho con los hijos de Anna, ella va a seguir necesitando una familia y de este modo…

– Podrías limitarte a trabajar aquí. Desde luego que te necesitamos, pero no es necesario complicarlo todo con esa ridícula idea del matrimonio.

– No -se quedó pensativo-. Yo tampoco lo creía. Pero está la cuestión de Robby. Si me caso contigo, Robby tendrá una familia.

– Tú no quieres ser el padre de Robby. Lo dijiste bien claro.

– Lo dije -reconoció Jonas-. No quiero ser el padre de nadie -pero el tono de su voz se suavizó al mirar a Robby, que estaba casi dormido en brazos de Em y con su manita agarrada a un dedo de ella. ¡Estaba tan lastimado!-. No quiero que acabe en un orfanato -dijo en un tono tenso y henchido de emoción, como si no se creyera lo que estaba sintiendo.

– Tú también te has encariñado con él -dijo Em mirándolo, y él asintió.

– Sí, supongo que sí. Es un niño muy valiente. Y si casándome contigo pudiera proporcionarle un hogar…

– ¡Menudo sacrificio!

Jonas la miró con una sonrisa burlona.

– ¡Eh! Tú no estás tan mal.

«Pero tampoco estoy tan bien», pensó Em.

– ¿Viviríamos juntos? -preguntó intrigada.

Él se mesó los cabellos.

– Supongo que tendríamos que vivir juntos si queremos adoptar a Robby formalmente, pero no creo que eso sea un problema. Yo estaría algunos días en Sydney y esta casa es suficientemente grande para todos nosotros. Además, si tenemos a un interno viviendo aquí, la situación no sería tan personal.

«¡No sería tan personal!»

– Pero esto sería un trato a largo plazo. Tendrías que decirle a Tom que estás dispuesto a ser el padre de Robby. Si nosotros…, nosotros y no yo, lo adoptáramos, tendrías que implicarte.

– No veo por qué. No si te tiene a ti.

Em respiró hondo luchando con los sentimientos que se le agolpaban.

– Jonas, quiero tanto a Robby que me hace daño -le dijo-. Pero Robby necesita una familia -cerró los ojos tratando de mantener la calma. Lo que Jonas le ofrecía era muy tentador. Pero ella sabía que no podía aceptarlo. Tenía un pequeño problema y tenía que confesarlo. Tenía que ser sincera aunque le doliera el orgullo-. Jonas, creo que deberías saber que me he enamorado de ti elijo sin tapujos y sin dejar de mirarlo-. Creo que debes tener ese factor en cuenta para tu ecuación. Verás… No creo que pueda vivir en la misma casa que tú como tu esposa y mantener una relación impersonal.

Él se quedó perplejo. La miraba como si hubiera dicho algo obsceno.

– ,Tú qué?

No era el momento del disimulo. Era la hora de la verdad.

– Estoy verdaderamente enamorada de ti, Jonas Lunn -le dijo mirándolo a la cara con dignidad y valentía-. Así que si me estás proponiendo matrimonio de verdad y para siempre, te daré las gracias y te diré que me encantaría aceptar, porque no hay nada que desee más que ser tu esposa. Pero sería tu esposa, Jonas. En todo el sentido de la palabra.

– ¡Em! -Jonas estaba totalmente anonadado.

– Qué cosa tan estúpida, ¿verdad? -dijo Em en tono cordial-. Poco profesional… incluso autodestructiva. Para mí y para Robby. Porque si no te amara, quizá podría aceptar lo que me estás ofreciendo.

– Lo que te ofrezco tiene sentido -increpó él-. Pero lo que tú estás diciendo…

– No tiene ningún sentido -concedió ella.

– Así que olvídate de que lo has dicho. No lo decías en serio.

Em cerró los ojos. ¿Cómo podía Jonas estar tan ciego?

– Claro que lo decía en serio. Más en serio que nada que haya dicho en toda mi vida. Yo no quería enamorarme, no era mi intención. Pero ocurrió. Por eso tu propuesta no funcionaría. Me darías sólo la mitad del pastel, pero no la mitad que yo más quiero. Tendría un niño y un marido, pero un marido que me trataría como a un colega de profesión.

– ¿Qué más quieres? ¿Para qué necesitas más? -su tono era como de estar enfadado y, de repente ella también lo estaba. Jonas era tan malditamente insensible…

– Lo quiero todo -dijo Em con claridad-. Cuando vine aquí sabía que mis posibilidades de tener un marido y unos hijos eran casi nulas, y lo acepté. Pero ahora me estás ofreciendo la mitad de lo que más ansío, y sé que prefiero no tener nada a estar viendo constantemente la otra mitad. La mitad que no está a mi alcance.

Silencio.

Em pensó que él estaba desconcertado. Que no entendía nada.

– Pero tú quieres a Robby.

– Sí -estaba a punto de llorar-. Pero tú no nos quieres -se mordió el labio-. Has dicho que no querías que Robby fuera a un orfanato. Así que te sacrificas por él, casándote conmigo. Pero yo no estoy preparada para asumir mi parte del sacrificio. El matrimonio no, Jonas. No si no hay amor.

– Nosotros… no amamos -dijo lentamente. Su enfado amainaba al ver la desesperación de Em-. Mi hermana y yo no podemos amar, Em Lo siento, pero nos han quitado la capacidad de amar desde una edad muy temprana.

– ¿Y no podéis recuperarla?

– Yo no quiero -dijo con sinceridad-. Hace demasiado daño.

– Hace falta valor.

– No. Hace falta valor para ser independiente. Si tú supieras lo mucho que yo deseaba… -se arrepintió de lo que iba a decir-. Lo siento, Em, esa es mi oferta.

– ¿Y es todo o nada? ¿O me caso contigo según tus condiciones, o te marcharás hacia el ocaso sin mirar atrás? -Jonas miró a Robby.

– No lo sé. Tendré que pensarlo. ¿Es cierto que no te casarás conmigo?

– Es cierto.

– Sigo necesitando un lugar de base.

– Pero no conmigo.

Jonas se quedó pensando.

– Bueno, bueno. Lo aceptaré. Creo que es una estupidez, pero quizá si me quedara podríamos hacer que las cosas funcionaran. Si le dijera a Anna que me quedo para que puedas adoptar a Robby, ella lo aceptaría. No pensaría que lo estoy haciendo sólo por ella.

– ¿Lo estás haciendo sólo por ella? -preguntó Em, y observó con curiosidad la cara de Jonas. «Ni él mismo lo sabe», pensó.

Estaba intentando parecer independiente, pero no lo era en absoluto. Creía que su ofrecimiento era por Anna, pero una parte de él quería a Robby y otra, el sentido de comunidad que había hallado en Bay Beach.

Si al menos alguna parte de él la quisiera a ella…

Pero Jonas no iba a reconocerlo. Pensaba que podría convencerla a través de Robby.

– Posiblemente te dejarían adoptar a Robby si yo estuviera aquí para ayudarte. Si pudiera organizar las necesidades médicas de Bay Beach para que tú tuvieras tiempo libre, quizá podríamos convencer a Tom de que te lo quedes -«podría ser. Algo era algo», pensó Em y su corazón sintió alivio. Pero miró a Jonas y volvió a sentirse compungida. Jonas estaba tan cerca… Y ella tenía que hacer que se alejara-. Todo sería mucho más fácil si te casaras conmigo -dijo él.

Le estaba dando una segunda oportunidad.

Pero ella no podía aceptarla. Por Robby. Y por ella misma. Un matrimonio sin amor era una locura.

– No, Jonas. Todo sería mucho más difícil -dijo con tristeza- Para los tres.

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