Epílogo

Dulce sueño que haces olvidar todos los males,

hermano de la muerte…

John Fletcher, 1579-1625

Valentinian


Capítulo 33

Mary y las niñas estaban sentadas en la parte de delante de la iglesia; tenían un aspecto encantador y todo el mundo comentó lo bonitas que eran sus hijas. Las dos tenían esos rasgos delicados de su madre combinados con el ingenio sarcástico y sagaz de su padre. Iban vestidas, como siempre, como princesas, y estaban sentadas con la cabeza bien alta y la espalda recta. Mary tenía un porte distinguido y las miraba con orgullo y una sonrisa en los labios.

– Echaos un poco para allá y dejad que se siente la abuela.

Ange se sentó a su lado y las niñas sonrieron cuando ella les dio una pequeña bolsa de golosinas. Les guiñó un ojo, como si se tratase de una conspiración. Mary simuló no darse cuenta y vio que las niñas estaban entusiasmadas de formar parte de algo tan emocionante y secreto. Mary había dejado que hasta Gordon se sentase con su familia. Ahora que su marido estaba muerto, carecía de sentido seguir guardándole rencor. El día de su boda ya era agua pasada. Carole y Michael sonrieron al ver la escena, Carole sosteniendo a su nuevo hijo cerca de la pila de agua bendita mientras Arnold y Annie se sentaban a su lado. La iglesia estaba atestada; todas las personas importantes habían acudido y, cuando el sacerdote dio comienzo a la misa, se hizo un gran silencio. Mary miró a su alrededor y sintió el poderío de su recién recuperada libertad. Cuando su marido murió, fue como si hubiese nacido de nuevo. Había interpretado el papel de viuda afligida a la perfección y ahora estaba emergiendo de esa crisálida en la que había estado envuelta tantos años, algo de lo que la gente se alegraba.

La policía tenía su opinión acerca de lo sucedido, ella la suya, y Michael y los demás capos otra diferente, pero la verdad es que a nadie le importaba un comino. Lo único que Mary sabía era que las niñas se sentían felices y ella también. Era como si se hubiese quitado una losa de encima y volviera a ser una adolescente. Una adolescente sumamente rica que podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera y con quien quisiera. Desgraciadamente, los hombres no estaban dentro de sus planes y jamás lo estarían. Odiaba a los hombres, no a todos, por supuesto, pero sí a aquellos que consideraba una amenaza. Esos que no dejaban de echarle el ojo y pensaban lo agradable que sería echarle un polvo a la viuda de Danny Boy. Aunque no lo supieran, tenían más probabilidades de que Juan Bautista les hiciera una mamada que de que ella se acostase con ellos. La gente decía que Danny Boy le había hecho no desear otro hombre nunca más y ella asentía como si estuviese de acuerdo, aunque no por lo que ellos pensaban.

Mary continuaba despertándose a media noche sudando y temblando al recordar las ultrajantes exigencias a las que la había sometido Danny Boy. Recordaba cómo había estado a punto de ahogarla, cómo le había hecho perder sus dos primeros hijos y cómo se había reído en su propia cara. El había visto el amor que esos hijos le habían inspirado a ella como un signo de debilidad, pero al mismo tiempo lo aterrorizaba tener un hijo varón porque eso hubiese supuesto una amenaza. Sin embargo, poder gastar el dinero a su antojo, darle de comer a las niñas lo que quisieran y utilizar todas las habitaciones de la casa era una sensación inexplicable, mejor que ganar la lotería. Ahora disponía de un móvil, cosa que Danny Boy no había dejado que nadie tuviera. Estaba convencido de que los móviles estaban pinchados y podían ser utilizados en su contra. Aunque tratándose de ella, era porque no quería que estuviese en contacto con nadie sin su previo consentimiento. Todas sus queridas se habían presentado en el funeral y un par de ellas incluso trajeron a sus hijos. Mary trató de ser lo más agradable posible con ellas y la gente no dejaba de comentarlo. La verdad es que lamentaba mucho la situación en que se habían quedado, pero en su testamento no los había mencionado. Todo se lo había dejado a ella, y su hermano Michael era el albacea. Michael se lo había entregado todo y ella no pensaba darle una mierda a ese manojo de putas. ¿Por qué iba a hacerlo? Ellas se habían acostado con él sabiendo que ella era su esposa, buscando una mejor posición. Mientras estaba vivo, no había podido hacer nada al respecto, pero ahora que estaba muerto podía sonreír, fingir amabilidad, pero por dentro se vengaría no dándoles absolutamente nada. Habían ascendido, las había engañado y utilizado; pues bien, bienvenidas a lo que había sido su mundo. Danny Boy le había pedido cuentas hasta de lo que gastaba en la frutería, la había obligado a explicarle en qué empleaba hasta el último penique, y eso justo después de haberle regalado una joya que valía miles de libras.

Lo odiaba enormemente y no pensaba sentirse abatida por su muerte; si acaso, todo lo contrario. Se sentía rejuvenecida de haber recuperado la soltería y eso le encantaba. Le encantaba saber que estaba en situación de hacer lo que le diera la gana sin que nadie la cuestionara. Aún bebía, pero estos últimos días lo había hecho por lo feliz que se sentía. Aún necesitaba tomar unas copas para seguir adelante, pero ya no tanto como antes. Las cicatrices de sus golpes estaban desapareciendo, tanto las físicas como las mentales, y el sentimiento de alegría se estaba aposentando al mismo tiempo que se desvanecía su tristeza.

Mary se estremeció al mirar la cruz de Cristo que había encima del altar. Tuvo que refrenarse para no reírse a carcajadas, para no abrir la tapa del ataúd y gritar a los cuatro vientos la felicidad y liberación que sentía por la muerte de su marido. Dios era bueno, pues había hecho la espalda para soportar el peso. Sin embargo, su carga era ahora pasto de los gusanos y eso bastaba para animarla en los momentos más tristes.

Mary sonrió a las niñas, feliz de que pudiesen vivir sus vidas sin ese cabrón arruinándoles todos los momentos felices aun antes de empezar a disfrutarlos. Esperaba que Danny viera desde el otro mundo su nueva vida, su nueva forma de comportarse, y deseaba que estuviera escupiendo de rabia. Le había dado su ropa a los desamparados y lo había enterrado en el mismo lugar que a su padre; dos cabrones unidos para la eternidad. La gente creía que había hecho tal cosa porque era una mujer generosa. Pues bien, que le dieran por saco a Danny y a todos los demás. Dios paga sus deudas sin dinero y ella hacía otro tanto.

Arnold y Annie estaban de pie, haciendo el papel de padrinos. Arnold se preguntaba cómo había sobrevivido su matrimonio a la muerte de su hermano. Arnold creía en algunos momentos que Annie sabía lo que había sucedido, pero lo atribuía a su sentimiento de culpa. No era que lamentase lo que había hecho, pero ella seguía siendo su esposa y él había sido partícipe directo de la muerte de su hermano. La verdad jamás se había insinuado.

Que se hubiese encontrado a Danny muerto al lado de un poli había dado mucho que hablar y muchos pensaban que había sido eliminado por alguno de ellos. No era la primera vez que la bofia emprendía una operación de limpieza, y se sabía que en más de una ocasión habían eliminado a algún capo cuando las cosas se ponían demasiado feas. Danny Boy seguía siendo un capo, aun después de muerto, y su nombre era sinónimo de mangoneo y corrupción. Nadie se atrevía ni tan siquiera a negarlo. Se lo consideraba un hombre que había tenido la desgracia de desaparecer del mapa a manos de una agencia gubernamental corrupta. La gente de la calle comentaba que Danny se había negado a pagar a esas agencias tan relevantes. Nadie manifestaba su desacuerdo con esas historias, pero tampoco le daban mucha credibilidad. Sabían que el silencio era la mejor arma para que la muerte de Danny Boy no repercutiera en nadie. Continuaba siendo un misterio, algo que a él le habría gustado y que todos aceptaban por su propio bien. A pesar de estar muerto, Danny continuaba manteniendo su prestigio y eso significaba que podían utilizarlo para apoderarse de todo lo suyo con el mínimo ruido posible. Sabían que mucha gente había suspirado de alivio al enterarse de la muerte de Danny, pues formaba parte de la naturaleza humana.

Que Louie había recuperado su desguace sólo se mencionaba a puerta cerrada, pues nadie quería llamar la atención en esos días.

Annie sonrió a su marido y él le devolvió la sonrisa. El sacerdote les estaba pidiendo a los asistentes que renunciasen al Diablo y Michael miró a Eli con una ligera sonrisa en la cara. Sabía que Eli estaba pensando lo mismo que él: que Satán se había ido.

Danny estaba muerto y Michael lo echaba de menos a pesar de habérselo quitado de encima. Aún echaba de menos la estrecha relación que habían tenido durante tantos años, ya que, por muy cabrón que fuese, por muy egoísta, también era un buen colega, al menos con él. Al contrario que mucha otra gente, Danny Boy lo había estimado sinceramente y siempre lo había protegido. Danny había descubierto hacía mucho que había sido su don para gestionar el dinero lo que los había hecho ascender tan rápido, pero él no ignoraba que sin sus contactos con la pasma tampoco lo habrían logrado. Jamás había querido pensar demasiado en ello, pero en su interior sabía que había algo extraño y, si hemos de ser honestos, tampoco había querido saberlo. Ahora, Danny estaba muerto, la gente empezaba a aceptarlo y todos trataban de limitar los daños que su muerte pudiera provocar.

Michael miró a su nuevo hijo y dio gracias a Dios por poder estar allí viendo a todos sus hijos crecer y hacerse hombres. Amaba a Carole, igual que había hecho Danny Boy, y ella aún seguía hablando de él con sincero afecto. Jamás había sido víctima de su ira ni de su acalorado temperamento, aunque siempre había sabido de lo que era capaz. Carole era consciente, al igual que él, de que su cuñada había vivido un infierno a su lado. Sin embargo, como la mayoría de las personas que le rodeaban, le estaba agradecida por su generosidad, algo que Danny Boy sabía hacer muy bien: cómo hacer que la gente se sintiera agradecida con él.

Eli había sido la gota que colmaba el vaso. Que Danny Boy quisiera eliminarlo le había parecido de lo más ultrajante, y que hubiera intentado hacerle creer que ni él ni sus hermanos eran trigo limpio fue lo que le hizo actuar. Eli era un tipo de fiar y nadie habría aceptado su muerte sin pedir explicaciones, especialmente sus hermanos y sus leales empleados. Nadie habría creído que pretendía ocupar el lugar de Danny Boy, pues Eli era demasiado astuto como para eso. No obstante, Michael sabía que Eli tenía los días contados, pues así funcionaban las cosas en su mundo. Michael sabía que no podía permitir bajo ningún pretexto dejar que se entrometiera en sus negocios y Arnold estaba de acuerdo con él. Eli, por mucho que le agradase y admirase, era hombre muerto, de eso no había duda. Michael se parecía mucho en ese aspecto a Danny Boy, y al darse cuenta de ello, esbozó una sonrisa. Michael tenía que proteger lo que era suyo y Eli, con ese instinto de superioridad que tenía, suponía una amenaza. Era una cuestión económica, nada más. La muerte de Danny Boy había sido demasiado pública y, después de que eliminase a Eli y sus hermanos, Louie sería el siguiente. Michael era demasiado astuto como para cometer los mismos errores que Danny Boy. Se sentía satisfecho de haberse asociado con Arnold, pues ambos hablaban el mismo idioma y cada uno sabía cuál era su lugar. Era una lástima, pero así funcionaban las cosas. Al ver a Eli con esa sonrisa en la cara y ese aire arrogante, Michael comprendió que no podía esperar, que tendría que eliminarlo en las próximas veinticuatro horas. Arnold tenía razón al decir que no era momento para sentimentalismos. La muerte de Danny Boy les había demostrado que si se posponen las cosas, el tiro puede salir por la culata. Eli era una persona demasiado ambiciosa como para permitirle que se acercara más de lo que ya lo había hecho. Michael sonrió al ver a su nuevo hijo. Pensó que, por él y por sus otros hijos, sería capaz de eliminar a cien Elis y a mil Danny Boys. Al igual que Danny Boy, ellos lo infravaloraban, incluso Arnold, que estaba deseando que lo convirtiese en su socio, o Eli, que lo consideraba tan poca cosa que no se molestaba ni en eliminarlo. Todas las personas a lo largo de su vida lo habían infravalorado. Pues bien, peor para ellos. Ahora la cuestión era salvar el pellejo y él salvaría el suyo aunque tuviera que eliminar a todo el que se le interpusiera en su camino. Mientras Michael escuchaba al sacerdote, pensó una vez más en ese hombre que tan importante había sido en su vida y que, sin embargo, había eliminado sin demasiado esfuerzo. Danny Boy Cadogan había sido su escuela y ahora se daba cuenta de que Londres era demasiado pequeño para ser compartido, especialmente para aquellos que sabían más de la cuenta.


Ange sostenía en brazos a su nieta. Se sentía más feliz de lo que se había sentido jamás y eso la sorprendía. Había perdido a su marido y a su hijo y se daba cuenta de que, sin ese par de albatros aferrándole el cuello, podía ser feliz, verdaderamente feliz. Cuando miró a su alrededor, sus ojos se posaron en Jonjo, el más inútil de sus hijos. Era una persona tan débil que, a su lado, Lily Savage parecía George Foreman. Ange sabía que tendría que cuidar de él el resto de su vida, pues, al igual que su padre, no daba palo al agua ni mostraba lealtad por nadie. Sabía que de nuevo había recaído en la heroína, por tanto, sólo era cuestión de tiempo que se pegase un chute más cargado de lo normal y se fuese al otro mundo. Lo peor de todo era que no creía que hubiera necesidad de evitar tal cosa. Era como orinar en el océano. Él estaba dispuesto a arruinar su vida y ella no haría nada para impedirlo, así que para qué alargar esa agonía. Ya había enterrado a un hijo, así que otro no sería muy diferente; puede que hasta fuese un alivio. De hecho, esperaba que algún día llamasen a la puerta para anunciarle su muerte, así que cuanto antes mejor. Su hijo, al menos, encontraría algo de paz.

Annie también era un caso perdido, como Jonjo, pero ella se sentía completamente responsable de eso. Annie estaba obsesionada con Arnold y, gracias a Dios, él seguía cuidándola cuando cualquiera la habría puesto de patitas en la calle. Era una pesadilla, una mujer celosa y llena de sospechas, como lo había sido ella años antes, cuando el sexo aún seguía importándole y el hombre con el que se había casado había ocupado el lugar preponderante en su vida solitaria. Si las jóvenes se dieran cuenta de lo frágil que era la vida, de cómo el hombre al que habían amado tanto y que había cuidado de ellas, de sus hijos incluso, algún día se apartaría de ellas física y mentalmente, se ahorrarían muchas humillaciones. Cuando se les acercaba una jovencita, se veía el desprecio que sentían por las madres de sus hijos tan claramente como si fuese un tatuaje grabado en la frente. Todos los hombres, por mucho que digan lo contrario, prefieren a una joven de veinte años a una de cuarenta, pues forma parte de su naturaleza y eso era algo que Annie debía aceptar. Y debía aceptarlo porque los hombres como Arnold siempre tienen un buen puñado de jovencitas merodeando a su alrededor, pues así funcionan las cosas en su mundo. Era algo que las mujeres más inteligentes de su círculo aceptaban e ignoraban. Annie, sin embargo, no podía porque se tenía en gran estima y se consideraba muy valiosa. Ella jamás había sido arrestada y jamás lo sería. Arnold la vería siempre como la madre de sus hijos, pero eso no era suficiente. Al igual que Danny Boy, sus otros dos hijos se consideraban superiores a todo el mundo. Ella, en realidad, jamás había conectado con sus dos hijos menores y, como alguien había dicho en cierta ocasión, la retrospectiva es algo maravilloso. Ella podía augurar lo que les esperaba, pero ellos no la escucharían, así que no valía la pena intentar ayudarlos. Ella los daba por acabados, por duro que resulte admitirlo.

Mary y sus hijas se habían convertido ahora en la razón de su existencia. Mary se había portado bien con ella, cosa que no merecía, pues jamás le había prestado demasiada atención. Jamás había sido amable, ni generosa, no al menos tanto como debiera. Ahora sólo sentía cierta emoción cuando estaba en casa de Mary viendo jugar a sus nietas. Danny Boy estaba muerto y eso ya era razón suficiente para alegrarse, además de que entraba más dinero para todos. Ella sabía mucho más de lo que la gente imaginaba.

Ange miró a Eli Williams y él le guiñó el ojo con picardía. Era un joven agradable que siempre le había caído bien, pero jamás había confiado en él, algo que le había comentado a Danny Boy, aunque él no le hizo ningún caso. Sin embargo, había algo en él que la hacía sospechar, un sentimiento que se había reforzado aún más después de la muerte, de la inexplicable muerte, de Danny Boy. Durante el funeral de su hijo sintió un enorme alivio, pero también presintió una muerte inminente, algo que no comentó con nadie, pues sabía de sobra que nadie estaría interesado en escuchar sus opiniones.

Ange aceptó su nuevo lugar en la vida y se sentía feliz de compartir los días que le quedaban con la gente a la que amaba y que sabía que la apreciaban.

Había parido y criado tres hijos, y había aceptado que había sido el catalizador de sus derrotas, pero había intentado hacerlo lo mejor posible y, tanto si les gustaba como si no, ésa era la verdad. Cada uno hace lo que puede y juega sus bazas a su manera. Por desgracia, la retrospectiva era algo maravilloso. Ange sostenía el rosario entre los dedos y susurraba el avemaria con una determinación que revelaba su desesperación, pero también su fe en Dios. Al igual que el resto de la familia, pensaba que la muerte de Danny Boy les ofrecía a todos nuevas perspectivas en la vida.

En cuanto a ella, se sentía en paz. Se había dado cuenta de que los sueños de grandeza de su hijo, esa necesidad de ser considerado un capo, lo habían llevado a la destrucción. Tras su muerte, por fin había podido conciliar el sueño, por fin había podido vivir sin miedo y sin sumisión. AJ igual que Mary, que, al ver que se había librado de un hombre que siempre la había tenido aterrorizada y coartada, empezaba a sentirse rejuvenecida, más confiada y con más deseos de disfrutar de la vida, algo que jamás podría haber hecho si su hijo no hubiese muerto violentamente. Lo que estaba sucediendo no era sino lo que se veía venir desde hace tiempo.


Eli observaba a la gente que se aglomeraba a su alrededor con una sonrisa arrogante, su tranquilidad habitual y sus buenos modales. Era un hombre apreciado por todos, cosa que lo satisfacía, pues valoraba la generosidad y sabía apreciar el carácter enfermizo de la gente. Sabía que Danny Boy había cometido el error de sentirse demasiado poderoso para ser eliminado. Pues bien, se había dado cuenta de que no, y lo había hecho de la peor manera, pues no hay nadie que esté libre de la venganza, mucho menos si no se valora a los que te han ayudado a ocupar una posición prestigiosa. Eli sabía lo importante que era la generosidad y también el valor que tenía la gente que arriesgaba su libertad. Esa gente debía ganar una buena pasta y tener la garantía de que, si los apresaban, sus familias estarían bien atendidas. Era una de las pocas cosas que había aprendido de Danny Boy, pues la verdad era que siempre cuidó de sus hombres. Por desgracia, él también había sido con frecuencia la razón por la que fueron apresados, pues había vendido a todo aquel que consideraba una amenaza, o simplemente le llevaba la contraria. Él, obviamente, no se había dado cuenta porque Danny era demasiado astuto para que eso se supiera. Sin embargo, al final pagó por sus pecados. Louie lo había introducido en el mundo del chivateo y eso sería algo que pagaría en el futuro. Los capos como él tenían los días contados, eran como jodidos dinosaurios. Ahora las cosas habían cambiado y Eli no tenía la menor intención de quedarse sentado hasta que llegase alguien con un jodido pasaporte jamaicano y un ejército de nigerianos dispuesto a quitarle de en medio y arrebatarle lo que era suyo. Ya no existía un submundo, eso era ya agua pasada. Unas cuantas familias de reconocido nombre no eran impedimento para que esa nueva horda de inmigrantes considerase Londres y Europa como un campo abierto para apoderarse de todo lo que pudiesen a cualquier precio.

Los capos como Michael, Danny Boy, e incluso él, eran reliquias de un mundo en que los hombres eran hombres y sus mujeres estaban orgullosas de eso. Esa época había pasado y ya no regresaría.

Michael estaba demasiado arraigado en esos viejos valores como para comprenderlo, por eso, cuando llegase el momento oportuno, Eli estaba dispuesto a eliminarlo y apoderarse del Smoke y de todos sus negocios en España. Era la única forma de conservar algo que realmente mereciese la pena. Sabía por la gente que tenía trabajando en las calles cómo estaban cambiando las cosas y lo rápido que lo estaban haciendo. Sabía por sus soplones que había una banda de jóvenes negros que empezaba a abrirse camino. Estaba formada por africanos, asiáticos y caribeños, y, además de ser de la misma raza, tenían otra cosa en común: el hambre. En ese preciso momento se estaban matando entre sí, pero no tardarían en darse cuenta de que juntos serían más fuertes que nadie. Y, cuando eso sucediese, él los estaría esperando.

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