PALABRA FINAL

El afecto que experimentamos con relación a una cosa que imaginamos como necesaria, es más intenso, en igualdad de circunstancias, que el que experimentamos con relación a una cosa posible o contingente, o sea, no necesaria.

SPINOZA, Ética


Ahora sí; ahora puedo poner al descubierto la argucia de este libro. Espero que quien haya llegado hasta aquí la juzgue una argucia inocente, al lado de las argucias con que hoy día se trafica por ahí. El truco es que en las páginas que preceden, mientras señalaba lo que admiro de Chandler, Proust y Kafka, he aprovechado de paso para ir dejando señalado lo que busco conseguir en mis novelas.

Busco, ante todo, esa sutileza para penetrar en la realidad, en todas sus dimensiones, y no sólo en las más visibles y por tanto más irrelevantes y perecederas. Busco el misterio y busco la voz que sostenga la narración, porque mi oficio es contar historias y mi aspiración que el lector se vea arrastrado por ellas. También me interesan desesperadamente los personajes, y ese delicado artificio dramático que son los diálogos. Doy importancia al sentido del humor, incluso al sarcasmo, cuando se dirige al único lugar donde me parece decente apuntar la flecha, que es siempre el lugar donde hace más falta hacer daño y no donde sea más fácil producirlo. Pero creo que sólo se adquiere derecho al sarcasmo cuando se parte de la humildad y del sentimiento. Intento tener un sentido del arte, pero también saber que sirve y que es necesario, y para qué puede servir y para qué puede ser necesario. Quiero tener una finalidad, y quiero elegirla con la inteligencia y con el corazón, para no emprender una misión mutilada.

En definitiva, como Chandler, Proust y Kafka, cada uno a su manera, porque acaso cueste concebir tres caracteres más diferentes y tres peripecias vitales más alejadas, me gustaría mantener un sentido del arte que tuviera la legitimidad moral de buscar la verdad, y un sentido de la necesidad que tuviera la legitimidad estética de buscar la belleza. Quizá mi razón proteste, ante esta conclusión que casi suena platónica, pero el instinto me señala esa ruta. Y como Proust, prefiero siempre el instinto.


Getafe-Madrid, 2-13 de mayo

25-31 de diciembre 1997

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