1935

Fui a casa para estar con Laurie. Pero, al día siguiente, cuando regresé después de un largo paseo, no me estaba esperando. En su lugar, Manse Everard se levantó de mi sillón. Su pipa había vuelto acre y neblinoso el aire.

—¿Eh? —fue cuanto pude decir.

Se acercó. Sentí sus pisadas. Tan alto como yo y con más peso, parecía elevarse por encima de mí. Su expresión era neutra. La ventana que tenía a la espalda lo enmarcaba contra el cielo.

—Laurie está bien —dijo maquinalmente—. Le pedí que saliese. Esto ya será problemático sin que ella esté presente para sentirse herida y afectada.

Me cogió por el hombro.

—Siéntate, Carl. Ha sido duro, eso está claro. Pretendías tomarte unas vacaciones, ¿no?

Me arrojé sobre el asiento y miré la alfombra.

—Tengo que hacerlo —murmuró. Oh, ataré los cabos sueltos, pero primero… Dios, ha sido terrible…

—No.

—¿Qué? —Levanté la vista. Me miraba desde arriba, con los pies separados, los puños en la cintura, haciéndome sombra—. Ya te lo he dicho, no puedo seguir.

—Puedes y lo harás —gruñó—. Volverás conmigo a la base. Inmediatamente. Has tenido una noche de sueño. Bien, eso es todo lo que tendrás hasta que esto acabe, Ni tampoco tranquilizantes. Tendrás que sentirlo todo intensamente mientras sucede. Tendrás que estar completamente alerta. Además, no hay nada como el dolor para enseñar de forma permanente una lección. Y quizá más importante: si no dejas que el dolor salga, de la forma en que la naturaleza lo pretendía, nunca te librarás de él. Serás un hombre perseguido. La Patrulla merece algo mejor. Y también Laurie. E incluso tú mismo.

—¿De qué hablas? —pregunté mientras el horror se levantaba a mi alrededor.

—Tienes que terminar lo que empezaste. Cuanto antes, mejor, por ti sobre todo. ¿Qué vacaciones podrías tener si supieses lo que te espera? Te destruiría. No, haz el trabajo inmediatamente, que quede atrás en tu línea de mundo; luego podrás descansar y empezar a recuperarte.

Agité la cabeza, no como negativa sino confundido.

—¿Lo he hecho mal? ¿Cómo? Presenté mis informes regularmente, Si me estaba desviando de nuevo, ¿por qué no me llamó ningún oficial para que me explicase?

—Eso es lo que hago, Carl. —Algo de amabilidad tiñó la voz de Everard. Se sentó frente a mí y ocupó las manos con la pipa.

»Los bucles causales a menudo son cosas muy sutiles —dijo. A pesar del tono suave, la frase captó toda mi atención. Asintió—. Si. Aquí tenemos uno. El viajero en el tiempo se convierte en la causa de los mismos sucesos que va a investigar o tratar de alguna otra forma.

—Pero… no, Manse, ¿cómo? —protesté—. No he olvidado los principios, no los olvidé en el campo o en cualquier otro sitio. Cierto, me convertí en parte del pasado, pero una parte que encajaba con lo que ya estaba allí. Ya lo discutimos en la investigación… y corregí los errores que estaba cometiendo.

El encendedor de Everard produjo un sorprendente ruido en la habitación.

—He dicho que pueden ser muy sutiles —repitió—. Examiné con mayor profundidad el caso por una corazonada, una sensación incómoda de que algo no iba bien. Representaba mucho más que leer tus informes…, que, por cierto, son satisfactorios. Simplemente son insuficientes. No por tu culpa. Incluso con mucha experiencia a las espaldas, probablemente no hubieses apreciado las consecuencias por estar tan íntimamente implicado en los acontecimientos. Yo tuve que sumergirme en ese entorno, y recorrerlo de un extremo a otro, antes de que la situación se me presentase con claridad.

Chupó con fuerza la pipa.

—Los detalles técnicos no importan —siguió diciendo—. Básicamente, tu Errante cobró más fuerza de lo que habías previsto. Resulta que de los poemas, historias y tradiciones que fluyen de esos siglos transmutando, cruzándose, influyendo en otras gentes, en gran parte te tienen a ti como fuente, no al Wedan mítico, sino a la persona físicamente presente, tú.

Había previsto aquello y presenté mi defensa.

—Un riesgo calculado desde el principio —dije—. No es raro. Si se produce una retroalimentación como ésa tampoco es un desastre. Lo que mi equipo busca no son más que palabras, orales y literarias. Su inspiración original no importa. Ni tampoco afecta a la historia subsecuente… sí o no durante un tiempo allí había un hombre que algunos individuos tomaron por uno de sus dioses… siempre que el hombre no se aprovechase de su posición —vacilé—. ¿Cierto?

Él cortó mis vanas esperanzas.

—No necesariamente. Ciertamente no en este caso. Un bucle causal incipiente es siempre peligroso, ya lo sabes. Puede producir una resonancia y los cambios históricos que produzca multiplicarse de forma catastrófica. La única forma de hacer que sea seguro es cerrarlo. Cuando la serpiente Ouroboros se muerde su propia cola no puede morder nada más.

—Pero… Manse, dejé a Hathawulf y Solbern camino de su muerte… Cierto, confieso que intenté evitarlo, suponiendo que no importaba para la humanidad como un todo. Fracasé. Incluso en algo tan minúsculo el continuo era demasiado rígido.

—¿Cómo sabes que fracasaste? Tu presencia a lo largo de las generaciones, el venerable Wodan, hizo más que poner tus genes en su familia. Dio corazón a sus miembros, los inspiró para ser grandes. Ahora al final la batalla contra Ermanarico parece fácil. Dada su convicción de que Wodan está de su lado, los rebeldes bien podrían ganar.

—¿Qué? Pretendes decir… ¡Oh, Manse!

—No deben ganar —dijo.

La agonía se hizo más intensa.

—¿Por qué no? ¿A quién le importará dentro de unas décadas, y menos aún un milenio y medio después?

—A ti y a tus colegas —declaró implacable pero compasivo—. Pretendías investigar las raíces de una historia específica sobre Hamther y Sorli, ¿recuerdas? Sin mencionar a los poetas de las Eddas y los escritores de sagas que te preceden, y Dios sabe cuántos narradores antes que ellos, afectados de una forma pequeña que podría dar un resultado final muy grande. Pero especialmente Ermanarico es una figura histórica, importante en su época. La fecha y forma de su muerte forman parte de la historia. Lo que vino inmediatamente después agitó al mundo.


»No, no se trata de una ligera conmoción en la corriente del tiempo. Esto es un vórtice en formación. Tenemos que detenerlo. Y la única forma es completando el bucle causal, cerrando el anillo.

Mis labios formaron el inútil e innecesario «¿Cómo?», que la garganta y lengua no pudieron articular.

Everard dictó mi sentencia:

—Lo siento más de lo que imaginas, Carl. Pero la Saga volsunga cuenta que Hamther y Sorli casi ganaron, pero que, por razones desconocidas, Odín apareció y los traicionó. Y él eras tú, No podía ser nadie más que tú.

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