Kasey se sentía como si le hubieran asestado una puñalada. ¡Desiree! No era un problema en la oficina el que impulsaba a Jordan a volver a la ciudad, sino su cuñada. Desiree tiraba de las cuerdas y Jordan se movía. Siempre sería así. Kasey había sido una estúpida al pensar que las cosas podían cambiar.
Posiblemente, después de aquello Desiree dejaría a su esposo, se convertiría en una mujer libre y Kasey volvería a quedarse sola, terriblemente sola.
– Tendré que ir a hablar con ella -señaló Jordan.
La historia se repetía. ¿No era algo parecido lo que le había dicho en su noche de bodas?
– Sólo Dios sabe en qué embrollo se habrá metido -Jordan seguía frotándose la nuca para calmar la tensión de sus músculos.
– Desiree está lo bastante crecidita para salir por sí misma de su embrollo -se oyó decir Kasey, y Jordan la miró con los ojos entrecerrados. La joven soltó una carcajada histérica-. Pero no, el buenazo de Jordan está siempre dispuesto a ir en su ayuda.
– ¿Kasey?
Ella no entendió ni quiso entender el tono interrogante de la voz de su esposo. Lo único que sabía era que debía escapar, huir de él antes de derrumbarse y traicionarse a sí misma suplicándole que no se fuera, que se quedara con ella, que la amara tanto como ella a él. Pero eso sería como aullar a la luna. Jordan amaba a Desiree y siempre la había amado. No sin esfuerzo, consiguió controlarse.
– Bien, como suele decirse, si tienes que irte… vete -dijo intentando no demostrar su angustia-. Y más vale que te des prisa; me parece que ya se acerca la avioneta.
Kasey volvió sobre sus talones y corrió hacia el pasillo, bajó rápidamente la escalera y arrancó las riendas de las manos del azorado Billy; montó en su caballo y se alejó de allí a galope.
Las lágrimas le bañaban el rostro, nublando su vista mientras dejaba que el caballo siguiera su curso. Un momento después el animal se detuvo, para pastar a su antojo.
Kasey se estremecía mientras los sollozos sacudían su cuerpo, hasta que por fin enjugó sus lágrimas con el dorso de la mano. Miró a su alrededor, y se dio cuenta de que no había ido muy lejos. Se volvió a mirar la casa a tiempo de ver el jeep detenerse al lado de la avioneta. Una figura alta, con camisa blanca, descendió del jeep para subir al aeroplano y un momento después el jeep volvió a la granja.
Jordan acudía a la llamada de Desiree. Kasey oyó el ruido de los motores de la avioneta cobrar vida. Así que Desiree tenía razón el día que le advirtió que terminaría arrebatándole a Jordan; Jordan siempre volvía a ella.
La avioneta avanzó y Kasey se enjugó las lágrimas. Ya era demasiado tarde. La pequeña avioneta estaba al final de la pista.
El tren de aterrizaje de la avioneta dejó la pista y luego, para horror de Kasey, la aeronave se precipitó contra la tierra rojiza y seca.
Todo ocurrió en unos segundos, pero para Kasey, que estaba montada en su caballo y mirando con aterrada incredulidad, todo pareció acontecer a cámara lenta. La avioneta se había estrellado ante sus ojos. No podía recordar el sonido, pero la imagen había quedado impresa de manera indeleble en su memoria.
El humo comenzó a ascender en espiral. ¡Fuego! ¡No, no!
Espoleó el azorado caballo.
¡No! ¿Estaba gritando realmente o la palabra resonaba tan sólo en su mente? ¡No! ¡No! ¡Jordan no! ¡Por favor… Jordan no!
Galopó colina abajo durante lo que le pareció una eternidad, y al llegar a la llanura, enfiló hacia el lugar del accidente. Cuando llegó allí, oyó que el jeep frenaba detrás de ella. Kasey desmontó con presteza y el caballo se espantó.
Oyó que alguien la llamaba por su nombre, pero no hizo caso mientras corría hacia el aeroplano. Y hacia Jordan.
– ¡Jordan! -gritaba histéricamente mientras se acercaba, repitiendo el nombre de su esposo una y otra vez.
Una figura en camisa blanca salió del aeroplano, trastabilló y cayó inmóvil al suelo.
– ¡Jordan!
Oyó pasos cerca de ella y un momento después alguien la cogió por las piernas y la tiró al suelo.
– ¡No te muevas! -le susurró alguien al oído, aprisionándola con su cuerpo.
Kasey intentó soltarse, pero la empujaron otra vez hacia el suelo. Antes de que pudiera balbucear algo, una espantosa explosión la ensordeció.
Cuando Kasey volvió en sí estaba tumbada en el suelo de madera de la terraza. ¿Por qué estaba allí? ¿Se había desmayado? Trató de moverse. Le dolía todo el cuerpo. Abrió la boca y sintió la aspereza del polvo entre los dientes. Debía haberse caído… ¡No! La habían tirado.
Recordó todo de repente. La avioneta que se estrellaba. El fuego. ¡Jordan! ¡Oh, Jordan! ¡No! Jordan en el suelo y luego la explosión.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas, dejando huellas en el polvo, mientras intentaba incorporarse.
– ¡Jordan!
– ¡Shh! Tranquilízate, mi niña -la apaciguó Jessie, mientras le limpiaba el rostro con un paño húmedo. Sostuvo un vaso ante los labios de la joven, instándola a que se enjuagara la boca.
– Oh, Jessie -exclamó Kasey con desesperación-. Jordan… ¿está…?
Alguien deslizó un brazo por sus hombros y la atrajo contra su pecho.
– No puede estar muerto -sollozó desconsolada Kasey.
– Kasey, no llores, mi amor. No llores.
Estaba segura de que podía oír su voz, percibir su almizclado perfume, sentir el vigor de sus consoladores brazos. Tragó saliva, se puso tensa y levantó lentamente la cabeza, parpadeando para disipar las lágrimas.
– ¿Jordan? -balbuceó y alzó una mano hacia el rostro masculino, le acarició la barbilla, la mejilla, la nariz, la boca-. ¡Oh, Jordan! -susurró-. Creía que estabas…
Jordan la silenció poniéndole un dedo en los labios. Kasey lo miró entonces a los ojos y al verlos inflamados de amor sintió que el corazón le iba a estallar en el pecho. Luego Jordan inclinó lentamente la cabeza hacia ella. Su beso fue tierno y suave al principio; luego, intenso y apasionado.
– Había oído hablar de la respiración boca a boca, pero esto es exagerado -oyeron decir a Jessie con tono divertido.
– Pero entonces… ¿quién…? Oh, Jordan, estaba segura de que… he visto el humo…
– Ha sido algo lamentable -dijo Jessie-. Tu padre está dentro llamando por radio al médico. El piloto tiene algunas quemaduras y creemos que se ha roto el peroné. Ha tenido mucha suerte. Y ahora, ya basta. Hay que lavarte, criatura. Llévala dentro, Jordan.
Jordan iba a cogerla en brazos, pero ella se esforzó por poner se de pie.
– Puedo andar -dijo, apoyándose en su marido-. Creo -añadió mirándose la ropa y tratando de quitarse el polvo que la cubría.
– Los dos necesitáis una buena ducha y luego tú deberías meterte en la cama.
– Oh, Jessie, estoy bien -protestó Kasey.
– He dicho que te acuestes. Te has llevado un susto tremendo -le dijo el ama de llaves con firmeza-. Le pediré a Jordan que te suba una taza de té cuando estés lista.
En medio de una bruma de aturdimiento, Kasey se duchó, se puso un camisón y se metió en la cama. En esa cama que había sido testigo de su febril abrazo amoroso con Jordan.
¿Realmente la había besado su esposo de manera tan apasionada delante de Jessie? ¿O había soñado? Se tocó los labios y se estremeció.
Oyó un golpecito en la puerta y luego Jordan entró. Después de cerrar, fue a dejar una taza de té en la mesilla de noche, a la cabecera de la cama. Olía a jabón y llevaba puesta una bata negra, la misma que llevaba la mañana que Kasey se había despertado en su apartamento.
Era increíblemente atractivo. ¿Sería la febril imaginación de Kasey la que le hacía recordar un encuentro apasionado en sus brazos?
Jordan se sentó a su lado al borde de la cama, sin despegar los ojos de los de ella. Apoyó una mano a cada lado de la joven, luego sacudió la cabeza lentamente y la estrechó en sus brazos.
Kasey le pasó las manos por la espalda, firme, musculosa.
– Creía que habías muerto -murmuró y un sollozo se le ahogó en la garganta-. Cuando te he visto bajar del avión y caerte en el suelo, he pensado que… -sacudió la cabeza.
Jordan se apartó de ella, para volver a mirarla a los ojos. Le enmarcó el rostro con las manos, acariciándole con los pulgares los temblorosos labios.
– Ese no era yo, Kasey -dijo con suavidad.
– Pero yo he visto…
– Era el piloto -dijo él-. Cuando te has ido, me he quedado parado en el pasillo tratando de convencerme de que no estabas celosa de Desiree, que sólo eran imaginaciones mías. Porque si estabas celosa eso significaba que me querías. ¡Ah, cómo deseaba creerlo, Kasey! -suspiró-. Nunca sabrás cuánto quería creer eso.
Kasey lo miró azorada; no se atrevía a creer lo que oía.
– Entonces he decidido tirar mi orgullo por la ventana. Te seguí a Akoonah Downs para ofrecerte tu libertad, ¿sabes?, por que no podía soportar tenerte tan cerca y no poder declararte mi amor a cada minuto.
Kasey estaba a punto de estallar de alegría.
– Cuando David sufrió el infarto aproveché el pretexto del exceso de trabajo para mantenerme lejos de ti -prosiguió él-. Porque sabía que si estaba cerca tendría que abrazarte, querría hacer el amor contigo. Y tú me dabas a entender que eso era lo último que desearías. Creí que había conseguido algún progreso la noche de la fiesta de los Mendelson, pero te encerraste en tu cuarto. Ese fue mi mayor fracaso, Kasey.
– Por lo tanto, vine a ofrecerte la oportunidad de divorciarte. Pero después de hacerte la absurda propuesta, deseé con toda el alma que no la aceptaras. No podía retroceder, sin luchar, sin defenderme. Y cuando he visto que estabas celosa de Desiree, me has ofrecido un asomo de esperanza. Me he aferrado a tus posibles celos como a una tabla de salvación. Por eso quería ir detrás de ti, para decirte lo mucho que te amo, para suplicarte que me dieras la oportunidad de demostrártelo. Acababa de montar al caballo cuando la avioneta se ha estrellado -hizo una mueca-. Lo siguiente que he sabido es que galopabas hacia la avioneta tan temerariamente que se me ha congelado la sangre. He intentado impedirlo mientras Billy iba hacia el jeep, pero tú has seguido adelante. Tenía que detenerte antes de que… -sacudió la cabeza y una mueca de angustia contrajo su rostro.
– ¿Me has tirado al suelo? ¿Has sido tú?
– Era la única manera de detenerte. Sabía que la avioneta estaba a punto de explotar. No podía permitir que te pasara nada -se inclinó hacia delante y la besó-. Te amo -susurró con el alma en la garganta.
Kasey suspiró y lo rodeó con los brazos.
– Jordan, yo también te amo. Pero no puedo cree… ni siquiera sospechaba… y nuestro matrimonio ha sido…
– La maniobra de un hombre desesperado -aseveró él.
Kasey se echó atrás para mirarlo a los ojos.
– Oh, sí, un hombre muy desesperado -él la besó en la punta de la nariz-. Yo quería que una relación estrictamente convencional, quería hacerte la corte, proponerte matrimonio de rodillas y con un ramo en las manos, pero eras demasiado esquiva, mi Doncella de Hielo. Si me hubiera salido con la mía, te habría raptado aquella primera noche cuando te vi en el desfile de modas.
– Me enamoré de ti como un bobo y eso nunca me había ocurrido antes -se echó a reír-. Me bastó mirarte, ver esos cabellos como llamas, esos ojos increíbles y todo mi aplomo se desmoronó. Me sentía tan torpe como un adolescente. Le pedí a Betty Cable que nos presentara, pero no tenías ningún interés en conocerme por mucho que yo intentara acercarme a ti.
Kasey bajó la mirada.
– En esa época yo… -comenzó la joven-… estaba muy… confundida.
– ¿Debido a Parker? -ella lo miró a los ojos y asintió.
– He pensado que estaba enamorada de Greg desde que era niña y daba por sentado que él sentía lo mismo por mí. Creía que nos casaríamos y seguiríamos viviendo aquí en Akoonah. Me fui a la ciudad cuando él me dijo que se iba a casar con Paula. Supongo que lo que hice fue escapar. Durante esos primeros meses supongo que estaba un poco desequilibrada, viviendo día a día en el sentido literal; casi vegetando.
Hizo una pausa antes de continuar:
– Después, cuando comenzaba a reponerme de la desilusión, Greg vino a verme. Me dijo que me amaba, que me echaba de menos. Creí que había roto su compromiso con Paula -Kasey se encogió de hombros-. Pero no lo había hecho, ni tenía intención de romperlo. Pero también me deseaba -miró a su esposo-. Esa fue la noche que me presenté en el bar del hotel. Sólo había bebido dos copas. Pero como no estoy acostumbrada a bebidas fuertes y no había comido, me hicieron mucho efecto. Tenía la absurda idea de que debía encontrar un marido atractivo para presumir delante de Greg. Fue una tontería. Lo siento, Jordan.
– Yo no. Además así pude presentarme como marido voluntario. No fue una coincidencia que estuviera con tus amigos en el hotel aquella noche. Yo los frecuentaba con la esperanza de encontrarte entre ellos alguna vez. Esa noche, cuando no te vi con ellos, estuve a punto de darme por vencido e irme a casa. Luego entraste -sacudió la cabeza-. Al principio no sabía qué decirte, ¿verdad? Todo lo que decía te ponía en mi contra.
Kasey se echó a reír.
– ¡Me puse furiosa cuando me compraste la limonada! Y luego para colmo me desmayé.
– ¡Kasey! ¿Puede un hombre haber sufrido una tentación más grande que lo que yo soporté aquella noche? Y cuando finalmente te despertaste no podías recordar que yo había aceptado tu propuesta de matrimonio. Tuve que recordártelo.
– ¿De verdad creías que te lo había propuesto en serio?
Jordan le acarició la cabeza y la volvió a besar.
– Hasta que no te vi en la iglesia, estaba seguro de que te ibas a retractar en cualquier momento. Me sentía totalmente desarmado, indefenso.
– Pues lo disimulabas muy bien.
– Oh, las señales estaban allí. Hice lo que no debía, decía tonterías. Especialmente en nuestra noche de bodas -Jordan cerró los ojos durante un momento-. Nunca me lo perdonaré. No pensaba hacer el amor aquella noche. Quería que llegáramos a conocernos mejor. Estabas demasiado tensa, esperando que saltara sobre ti en cualquier momento. Me resultaba difícil aceptarlo, Kasey, y sé que ésa no es excusa, pero quería hostigarte, darte una lección. Pero no esperaba sentir un deseo tan intenso. Quería besarte, dejar que pensaras lo peor de mí y luego pensaba dormirme. ¡Qué tonto fui! No me pude contener. Me porté como un cerdo egoísta y lo lamento.
Kasey le sonrió con timidez.
– Esta mañana has compensado con creces ese error -dijo con suavidad.
– Creía que te había perdido para siempre -murmuró Jordan.
– Ya estaba medio enamorada de ti cuando nos casamos, pero también estaba muy confundida e incluso me sentía un poco culpable por lo de Greg. Supongo que mis sentimientos por él se habían convertido en una especie de hábito y no podía admitir que te deseaba.
– ¡Qué tontos hemos sido! Y qué manera de empezar una luna de miel; todo salió mal, y para colmo recibimos la llamada de Desiree.
Kasey se puso tensa. Desiree. Se había olvidado de ella. Jordan no podía seguir enamorado de ella después de lo que acababa de decir.
– ¿Kasey? -Jordan se apartó de ella y la miró a los ojos preocupado-. ¿Qué te pasa Kasey? Cuéntamelo, por favor.
– Lo que pasa es… Se trata de Desiree. ¿Tú y Desiree…? Oí sin querer vuestra conversación el día que tus padres celebraban su aniversario. Y luego, el día de nuestra boda Desiree me dijo que siempre volvías a ella.
Jordan suspiró.
– Desiree tiene un problema. Con cierta regularidad, se harta del matrimonio y se enreda con cualquiera que esté disponible. Ha engañado a David durante todos estos años y yo me siento un poco responsable. La conocí cuando estábamos en la universidad -continuó él-. Y creí que me había enamorado de ella. La llevé a casa para que conociera a mis padres y a mi hermano David, él era el mayor y el heredero de mi padre, por así decirlo, y yo estaba empezando a montar mi propio negocio, de modo que me dejó y puso sus miras en David.
Entonces, me entregué con pasión a convertir mi compañía en un éxito, al principio sólo para demostrarle que se había equivocado, pero pronto me di cuenta de la suerte que había tenido al librarme de ella. Más o menos en la época en que te conocí, Desiree había decidido que estaba aburrida otra vez y que sería divertido reiniciar las cosas conmigo donde las habíamos dejado. Se volvió muy insistente y yo esperaba que el hecho de que me fuera a casar contigo pusiera fin a sus juegos estúpidos. Lo que yo sentía por Desiree murió antes de que se casara con mi hermano. Por favor, debes creerlo, Kasey.
Ella lo miró a los ojos vio el amor reflejado en ellos y sonrió, sabiendo que por fin estaba libre de la sombra de Desiree.
Jordan la miró con admiración.
– ¡Señora Caine, no sabe usted lo que hace conmigo! -esbozó una sonrisa triste-. Tengo otra confesión que hacer.
Kasey arqueó las cejas y su corazón se desbocó ante la pasión que vio en los ojos de su esposo.
– Esta mañana, cuando te he sugerido que consideraras la posibilidad de que estuvieras embarazada, estaba tan ansioso de que no me dejaras que me he aferrado a la esperanza de que hubiéramos concebido un hijo.
– Es posible -susurró Kasey.
– ¿Te molestaría? -preguntó él con voz insegura.
Kasey sacudió la cabeza.
– ¿Cómo podría molestarme? Te quiero, Jordan. Quiero tener hijos, verlos crecer; quiero que compartan nuestra vida y nos conviertan en abuelos.
Jordan inclinó lentamente la cabeza posó los labios con suavidad en los de su esposa. Y sin saber cómo, se vieron envueltos en un torbellino de amor y placer.
Jordan buscó con ansiedad los senos de su mujer. De repente se detuvo y posó con suavidad los dedos por el cardenal que Kasey había observado antes.
– ¿Yo te he hecho esto? -le preguntó preocupado y ella le sonrió.
– No importa -murmuró Kasey.
– Tendré que tener más cuidado en el futuro -comenzó a decir Jordan y Kasey lo silenció con los labios.
Hicieron el amor apasionadamente, intentando recuperar el tiempo perdido. Cuando terminaron, se quedaron abrazados mirándose a los ojos con un inmenso amor.
– Sólo una cosa más, señora Caine.
Kasey le acarició la espalda y él emitió un leve gemido.
– ¿Qué señor Caine? -ronroneó ella.
– ¿Significa este pequeño arrebato que debo cancelar la propuesta de divorcio?
Kasey se echó a reír con una risa cantarina, y buscó los labios de su marido para que no quedara ninguna duda sobre su respuesta.