Jordan bajó la mirada, acarició la rebelde curva de la boca de su esposa y deslizó la mano hacia el escote en el que se adivinaba los enhiestos senos palpitantes.
Kasey contuvo el impulso de cubrirse con los brazos con gesto protector. Sin duda Jordan no estaba sugiriendo que la… Pero antes de que pudiera recobrarse para replicar, Jordan apartó la mano, sacudió la cabeza, y se pasó la mano por el pelo.
– Kasey -su profunda voz convirtió el nombre en una caricia y la joven sintió que su ira se desvanecía. Un espiral de sensaciones brotó desde lo más profundo de su ser y Kasey deseó acercarse hacia su esposo, en lugar de escapar de él-. Me gustaría que me acompañaras.
Kasey lo miró a los ojos incapaz de comprender sus propios sentimientos. Se estaba ahogando, hundiéndose en las profundidades de aquellos ojos. ¿Acompañarlo? En ese momento era capaz de irse con él al fin del mundo.
– ¿Me concederías el favor? -insistió él.
– Está bien -accedió Kasey, y Jordan esbozó una sonrisa sin dejar de mirarla a los ojos.
– Magnífico. No es necesario que nos quedemos hasta muy tarde -volvió a consultar su reloj-. No tenemos mucho tiempo para arreglarnos, así que me voy a duchar rápidamente -comenzó a quitarse la corbata mientras se volvía hacia la puerta.
Kasey dedicó cierto tiempo a su maquillaje. Ya se había bañado y sólo necesitaba ponerse el vestido. Se había decidido por su favorito, un sencillo vestido de color azul.
¿Se fijaría Jordan en que se había maquillado con esmero? Kasey interrumpió bruscamente sus pensamientos antes de que siguieran por aquel curso. ¿No era suficiente con haber dejado que la persuadiera de que debía ir a la fiesta?
Salió de la habitación sabiendo que tenía un aspecto impecable. Jordan la esperaba en la sala, terminando de ajustarse el puño de la camisa.
Si su aspecto era perfecto, el de Jordan no tenía nada que envidiarle, se dijo Kasey. Tuvo que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para controlar su expresión cuando vio a su esposo, tan elegante. Se había puesto un traje gris marengo de corte elegante y moderno. La camisa blanca resaltaba su bronceado, dándole una apariencia increíblemente viril.
Jordan se volvió un poco hacia ella y Kasey terminó de entrar en el salón. La recorrió de pies a cabeza con la mirada y comentó:
– Estás muy… -hizo una pausa- atractiva.
Kasey se estremeció de placer. Reconoció el sentimiento que ardía en los ojos de su esposo antes de que éste los cerrara. La encontraba atractiva y no era tan ingenuo para no reconocer su deseo. Un calor intenso la recorrió.
– Tú tampoco estás mal -¿había dicho realmente aquellas palabras con voz trémula y débil, o sólo las había pensado?
Jordan soltó una carcajada profunda, divertida, que estimuló los sentidos ya despiertos de la joven.
– Gracias. Tú estás atractiva y yo no estoy mal. Vaya combinación -le ofreció un brazo-. ¿Nos vamos, señora Caine?
Kasey agarró a su esposo del brazo. Pero al tocarlo se intensificaron las desenfrenadas reacciones de su cuerpo y cuando llegaron a la puerta, se apartó de él, y siguió hacia el ascensor intentando guardar las distancias.
En el coche, Kasey no se atrevía a mirar a su esposo. Tenía la sensación de no haber estado nunca tan nerviosa. ¿Podría él sentir la tensión, la tremenda excitación que la embargaba? Si no decía algo pronto estaba segura de que se iba a poner a gritar. Trató de hablar pero sólo consiguió carraspear.
Jordan suspiró.
– Si el tráfico nos lo permite, estaremos allí dentro de cinco minutos -anunció con voz serena. Aquel comentario alivió de alguna manera la tensión y Kasey se preguntó si la tensión que ella percibía sería producto de su imaginación.
Sin embargo, la cercanía de Jordan amenazaba con ahogarle en aquel espacio tan pequeño. Intentó relajarse pensando en Akoonah Downs; allí el cielo oscuro y las brillantes estrellas daban la impresión de que el universo era interminable.
Interminable. La palabra la puso triste de repente y deseó estar en el campo, en la dulce seguridad de su antigua vida. ¿Sin Jordan? No tenía respuesta para aquella pregunta. De lo que sí estaba segura era de que no quería volver con Greg.
Tenía que tranquilizarse, se regañó. Su súbita confusión nacía de la cercanía de Jordan. Era demasiado atractivo. Pobre Greg… De repente se acordó de su boda. Kasey había olvidado la invitación y también se había olvidado de decírselo a Jordan.
– Me… es decir… nos han invitado a una boda el próximo sábado -farfulló-. La invitación llegó una semana antes de que… que nos casáramos y creo que se me olvidó comentártelo, ¿verdad?
– Sí -contestó Jordan, sonriente-. Pero es comprensible.
– ¿Puedes ir?
– ¿Tú quieres ir?
– Por supuesto. Pero es en la granja… es decir en la iglesia, en la iglesia del pueblo, de modo que tendríamos que ir hasta allí. ¿Podrás faltar al trabajo? -Kasey se descubrió conteniendo el aliento en espera de la respuesta.
– No veo por qué no. ¿Y de quién es la boda? -parecía divertido. ¿Seguiría tan divertido si le dijera la verdad? La boda del hombre con el que siempre había esperado casarse. El hombre que la había rechazado la noche que le había pedido a Jordan que se casara con ella.
Kasey tragó saliva y volvió la cabeza.
– Uno de los trabajadores de mi padre se casa -dijo, luego comprendió que podía parecer condescendiente-. Pero en realidad es casi como de la familia. Es muy amigo de mi hermano.
– ¿Lo conozco? -preguntó Jordan con desenfado.
– Creo que sí. Estuvo en nuestra boda -Kasey trató de mantener firma la voz-. Greg Parker.
– Ah.
¿Habría algún significado oculto en aquella suave exclamación? ¿Sabría algo Jordan? Por supuesto que no.
– Parker -continuó Jordan-. Alto, rubio. Su novia es esa chica bajita de pelo negro que se bebe sus palabras, ¿verdad?
– Sí… Greg y Paula -contestó Kasey con fingida naturalidad-. El padre de Paula es el dueño de la granja vecina.
– Entiendo.
Pero Kasey no tuvo oportunidad ni ganas de preguntarle qué era lo que entendía, pues Jordan aparcó el coche a la entrada de una mansión impresionante.
Media hora después de los saludos, y las bromas da los recién casados, Kasey y Jordan se separaron. Aunque a Kasey no le importó. Aquella noche su marido estaba ejerciendo un efecto devastador sobre ella. Se sentía muy vulnerable ante el poderoso magnetismo que irradiaba. Además, estando lejos de él, podría hacer acopio de sus defensas, para poner en su justa perspectiva sus traicioneros sentimientos.
Estuvo dando vueltas por la sala durante un rato, después aceptó un zumo de naranja que un camarero le ofreció. Al volverse se encontró cara a cara con David.
– David, no sabía que ibas a venir -le sonrió la joven.
– Hola, Kasey. Es mi primera salida. Desiree también está por aquí en alguna parte, aunque hace rato que no la veo.
Y Kasey no había visto a Jordan. ¿Estarían juntos? Apartó con firmeza aquel pensamiento y se obligó a concentrarse en la conversación de su cuñado. Lo veía más delgado, pero bastante bien, a pesar de la dura prueba por la que había pasado.
– ¿Cómo te encuentras? -le preguntó ella.
– Bastante bien. Desde la próxima semana voy a empezar a ir dos horas diarias a la oficina.
– ¿Estás seguro de que no te estás precipitando? -Kasey frunció el ceño y David se echó a reír.
– ¡Hablas igual que mi madre! No, no voy a trabajar demasiado. Estaré más nervioso si me quedo ahora confinado en casa, créeme. Jordan se ha portado muy bien ayudando a mi padre, pero él tiene que atender su propio negocio -se puso serio-. Siento que todo esto haya aplazado tu luna de miel, Kasey, pero dentro de algunas semanas podré ocuparme por completo del negocio. Entonces podríais hacer algún viaje.
– No te preocupes por eso David. De lo único que tienes que preocuparte es de ponerte bien cuanto antes -lo tranquilizó Kasey y él asintió.
– Jordan me ha comentado que quiere coger pronto unos días de vacaciones -David le guiñó un ojo-. Pero nos ha asegurado a Desiree y a mí que, aunque nos ha estado ayudando en la compañía, habéis sabido aprovechar al máximo el tiempo.
Kasey se sonrojó y David se echó a reír, apretó a la joven del brazo y luego se puso serio.
– Te quiere mucho. Nunca creí que se llegaría a enamorar de esta manera. Jordan siempre ha tenido una corte de admiradoras, pero ha dedicado todo su tiempo y energías a levantar su compañía. Aunque no quiero decir que haya vivido como monje -añadió David con una sonrisa-. Pero desde que te conoció…, de verdad, creo que lo has deslumbrado, Kasey.
– Por favor, David, no…
– Te lo aseguro -David agitó un dedo ante ella-. Conozco a mi hermano y sé lo que digo.
Antes de que Kasey tuviera tiempo de replicar algo, una pareja de invitados se acercó para preguntarle a David sobre su estado de salud y Kasey se alejó discretamente, extrañada por las revelaciones de su cuñado. Jordan debía haber representado muy bien su papel delante de su familia. Sin embargo, Kasey no podía apartar de su mente las palabras de David.
No era difícil imaginarse al atractivo Jordan Caine rodeado de un enjambre de mujeres hermosas, pero decir que estaba deslumbrado por ella… eso era algo que Kasey no podía creer. Trató de recordar el desfile de modelos en el que le había visto por primera vez. Por supuesto, en aquella época ella se sentía tan desdichada que apenas se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Los hombres la invitaban a salir a cada momento, pero ella los rechazaba sin miramientos; de allí la etiqueta de Doncella de Hielo.
Recordó que aquella noche Jordan había estado charlando durante bastante tiempo con Betty Cable. En realidad, había sido su jefa la que los había presentado. Recordó haberse dado cuenta de que Jordan se sentía atraído por ella, pero Kasey se había excusado y había rechazado la invitación de Jordan a cenar. En el par de ocasiones que lo había visto después de aquella noche, no iba acompañado de ninguna mujer en particular. Y aquella noche que se habían encontrado en el bar, también estaba solo. ¿Por qué, cuando tenía a Desiree? Kasey se dirigió a otro salón lleno de gente.
No vio a nadie conocido, pero al oír que alguien mencionaba el nombre de Jordan se detuvo en seco. No creía haber visto antes a aquella pareja. Estaban de espaldas a Kasey, por lo que no se dieron cuenta de su presencia mientras bebían, reían y charlaban.
– He visto que Jordan Caine y su esposa están aquí -comentó la mujer.
– Sí. Y también están su cuñada y su sufrido hermano -el hombre soltó una desagradable carcajada-. No puedo entender cómo David no se da cuenta de que su esposa prefiere a Jordan.
– Jordan y Desiree eran amantes antes de que ella se casara con David, ¿no?
– Y han seguido siéndolo, estoy seguro.
– Me pregunto si la esposa de Jordan se habrá dado cuenta. La situación parece un poco incestuosa, ¿no crees?
– Quizá todo hay terminado entre Jordan y Desiree. Desde luego, ella no lo lamentaría demasiado; he oído que le gusta estar con más de uno. Jordan no es el único pez que nada en ese estanque. De cualquier manera, Jordan tendría que estar loco. ¿Quién querría andar metiéndose en líos teniendo en casa una pelirroja como ésa?
– Hay rumores de que es frígida -observó la mujer-. Y tengo que reconocer que a mí me parece que hay algo raro en ese matrimonio. Ha sido demasiado repentino.
– Eres una malpensada, querida.
– Quizá. Ah, pero mira, allí están los Risdale, vamos a saludarlos.
La pareja se apartó y Kasey se quedó paralizada sin saber qué hacer, con una leve capa de sudor perlando su frente. Kasey se dirigió hacia el baño con una extraña sensación de mareo.
Así que todos sabían lo de Desiree y Jordan. ¡Y Desiree hablaba de discreción! Y parecía que todos suponían que lo imprevisto de la boda se debía a que Kasey se había quedado embarazada.
Kasey emitió un leve gruñido. ¡Qué gente tan despreciable! Ahogó una imprecación furiosa y se acercó al espejo para retocarse el maquillaje. No valía la pena preocuparse por gente como ésa. Sin embargo, le llevó un buen rato hacer acopio de valor para volver a la fiesta.
– Kasey, te he estado buscando por todas partes -Jordan apareció a su lado, y la agarró por la cintura.
– Y ya me has encontrado -contestó Kasey secamente.
– La orquesta está tocando en el salón principal. ¿Quieres bailar conmigo? -Kasey creyó ver en la expresión de su esposo un aire de culpabilidad.
– ¿Bailar? -Ella arqueó las cejas-. ¿Por qué no? Supongo que es lo que se espera de nosotros.
– No, no lo digo por eso. Simplemente he pensado que te apetecería bailar conmigo después de haber estado hablando con un montón de gente que no conocemos ni te interesa -replicó Jordan y Kasey se dejó conducir hacia el salón de baile.
Media hora después la tensión se había disipado y Kasey comenzaba a disfrutar del baile con su marido. Sabía que formaban una pareja perfecta y se dio cuenta de que eran el centro de todas las miradas.
– Jordan, estoy un poco cansada -murmuró.
– Tranquilízate, Kasey -le susurró al oído y deslizó la mano por su espalda.
Kasey se estremeció.
– ¿Qué perfume te has puesto? -preguntó él con voz enronquecida por el deseo-. Podría volver loco a un hombre -le besó el lóbulo de la oreja de una forma increíblemente excitante.
A Kasey le flaquearon las rodillas y se apoyó contra su esposo, deslizando las manos alrededor de su cuello.
– Hmmm -le murmuró Jordan al oído-. Eres deliciosa, mi amor.
Sus manos, una en el trasero y la otra todavía acariciándole con sensualidad la espalda, combinadas con la seductora cercanía y la tortuosa delicia de sus labios en el lóbulo de la oreja, tendían una red de sensualidad alrededor de Kasey.
Kasey hundió los dedos en la espesa negrura del cabello de Jordan. Después trazó el contorno de la oreja. Abrumada por el deseo, se estremeció contra él.
La evidente excitación de Jordan avivó los sentidos de Kasey. Todo vestigio de sentido común la abandonó. Se entregó al placer del momento. Mientras se deslizaba al ritmo lánguido de la música perdió toda inhibición y deseó que ese momento se perpetuara.
Jordan dejó escapar un gemido gutural y deslizó los labios a lo largo de la barbilla de su esposa hasta llegar a la boca, besándola con suavidad en una comisura y luego en la otra con besos ligeros, provocativos, que la hicieron gemir de placer.
Las puertas del balcón estaban abiertas y Jordan la llevó con un elegante giro, hacia la semioscuridad. Ya en la terraza, se apoyó contra un pilar blanco, se estrechó todavía más contra ella y la besó como nunca la había besado. Cuando se separaron, los dos respiraban entrecortadamente.
– Creo, señora Caine, que deberíamos irnos a casa -dijo Jordan con voz enronquecida por la creciente pasión.
Kasey asintió, sus ojos resplandecían de deseo.
– Todo el mundo está pendiente de nosotros. Y en este momento, te juro que no soy responsable de mis actos.
Kasey ahogó una pícara risilla.
– Sólo necesito un minuto o dos para controlarme -dijo él con una sonrisa. Aspirando profundamente apretó la mano de su esposa-. ¿Lista?
Volvieron al salón y se abrieron paso entre las parejas que allí bailaban. Acababan de despedirse de sus anfitriones cuando una voz chillona les hizo darse la vuelta.
– ¡Jordan! ¿Ya te vas? -le preguntó Desiree a su cuñado.
– Ya es tarde, Desiree. Y Kasey y yo hemos tenido un día muy cansado -dijo Jordan con frialdad.
– Tienes que llevarme a casa y no me quiero ir todavía.
– Pues entonces coge un taxi -sugirió, lacónico-. ¿Dónde está David? No debería estar despierto tan tarde.
Desiree hizo un gesto desdeñoso con una mano.
– Se ha ido a casa hace horas. Le he dicho que tú me llevarías.
– Pues nosotros nos vamos ya.
Desiree vaciló y luego se encogió de hombros.
– Está bien. Supongo que yo también tendré que irme. Puedes llevarme a casa después de dejar a Kasey. Tiene aspecto de estar agotada.
Jordan miró a Kasey con el ceño fruncido.
– Vámonos -dijo y los tres bajaron juntos los escalones de la puerta de entrada.
Pronto estuvieron en el coche y en la dirección a casa. Y Kasey tuvo que admirar la habilidad de Desiree. Había conseguido maniobrar de manera que Kasey se sentara en el asiento de atrás del coche mientras ella se acomodaba al lado de Jordan. Kasey tuvo que controlar su enfado. ¡Un general en campaña no habría podido planear mejor su estrategia!
Kasey posó la mirada en la nuca de su esposo y la joven reprimió el impulso de inclinarse y besarle la cabeza.
Desiree movió en ese momento la mano y la posó en el brazo de su cuñado. La visión de esos dedos blancos y finos acariciando el brazo de Jordan hizo que Kasey volviera bruscamente a la realidad.
Desiree y Jordan… ¡qué rápido había olvidado! Había permitido que la atracción puramente física que sentía por su marido nublara su razón. Su cuerpo la había traicionado. Lo que sentía por Jordan era puro y simple deseo sexual. En ese momento, tuvo la sensación de que algo empezaba a morir lentamente en su interior.
Cuando Jordan detuvo el coche en la puerta del edificio en el que vivía con Kasey, la joven salió del coche sin mirar a su esposo. La había decepcionado.
Jordan dejó encendido el motor y acompañó a su esposa a la puerta.
– Estás preciosa.
Alzó una mano para apartarle un rizo de la frente y Kasey no pudo controlar el impulso de replegarse. Jordan se tensó y la miró extrañado.
– No tardaré más de media hora -dijo y volvió al coche.