El viaje de vuelta a la ciudad se le hizo a Kasey mucho más largo que el de ida. Aunque la lluvia había cesado, las carreteras seguían mojadas y resbaladizas, exigiendo de Jordan completa concentración.
Kasey quería ofrecerle alguna forma de apoyo, algún consuelo, pero no sabía qué decir o hacer. Aparte decirle que su hermano había sufrido un infarto, Jordan no había dado más detalles sobre lo ocurrido.
Al principio, Jordan le había sugerido a Kasey que se quedara en Valley View, pero Kasey había insistido en acompañarlo a la ciudad. No tenía ganas de quedarse sola en la casa, esperando noticias sobre la salud de David y preguntándose qué estaría haciendo Jordan con Desiree.
Le parecía ridículo estar pensando en su cuñada en un momento así, pero le resultaba imposible olvidar la conversación que habían mantenido Jordan y Desiree aquella espantosa noche y la discusión que había tenido con ella la misma noche de su boda.
Kasey miró de soslayo a su marido y advirtió la palidez de su demacrado rostro. Su perfil era duro y tenso. Cómo le hubiera gustado a Kasey poder llegar a su corazón, consolarlo y a la vez estar segura de que su esposo sentía algo por ella.
Necesitaba demostrarse que no era un fracaso. Como mujer, como había sentido esa misma noche al hacer el amor con Jordan.
Quizá había esperado demasiado del primer encuentro amoroso. Se suponía que una mujer como ella debía saberlo todo sobre el sexo, ¿no? En realidad, había disfrutado de los besos de Jordan, de sus caricias, hasta que… Al recordarlo se estremeció.
– ¿Tienes frío? -la profunda voz de su esposo la sobresaltó.
– No, no -contestó inmediatamente-. ¿No te cansas de conducir? Si quieres, yo puedo llevar el coche.
– Estoy bien -Jordan enderezó la espalda y se frotó el cuello-. Llegaremos al hospital dentro de unos veinte minutos.
Volvieron a caer en un incómodo silencio. Cuando por fin llegaron al hospital, Jordan aparcó el coche, salió rápidamente y se dirigió hacia el edificio. Kasey seguía acelerando el paso para alcanzarle. Subieron en el ascensor a la unidad de cuidados intensivos, donde estaba internado David.
Kasey vio inmediatamente a Desiree. Llevaba el mismo vestido que se había puesto para la boda y recorría el pasillo de la clínica de un lado a otro. Volvió la cabeza cuando Jordan y Kasey salieron del ascensor. Cuando vio a Jordan, gritó angustiada y corrió a refugiarse en sus brazos.
Kasey se quedó donde estaba, con el corazón paralizado y luchando con todas sus fuerzas para evitar un ataque de celos.
– Menos mal que has venido, Jordan -clamó Desiree casi sin aliento-. Ha sido horrible estar sin ti. ¡Odio los hospitales!
Jordan rodeó a su cuñada con los brazos, murmurando palabras consoladoras que Kasey no pudo entender. Después de un rato se apartó de Desiree.
– Tranquilízate, Desiree. Cuéntame lo que ha pasado.
– David no se encontraba bien en la boda. Lleva una temporada con problemas de salud. Yo pensaba que se trataba de algún mal pasajero -Desiree se secó una lágrima-. Ni siquiera ha querido bailar conmigo en la boda, y en cuanto os habéis ido ha dicho que quería irse a casa. Yo no voy mucho a fiestas, Jordan, ya no -continuó la rubia con tono quejumbroso-. Pues bien, David ha decidido llevarse a las niñas a casa y yo me he quedado un rato más en la fiesta. Oh, Dios mío, cuando le he visto, he pensado que estaba muerto. ¡Ha sido terrible! No sabía qué hacer.
– He corrido a casa de los vecinos y he despertado a Fred. Él le ha hecho la respiración boca a boca mientras yo te llamaba.
– ¿Qué ha dicho el médico? -preguntó Jordan con recelo, sin dejar de abrazar a su cuñada.
– Ha dicho que… ¡Oh, Jordan, no sé lo que ha dicho! Estaba fuera de mí -Desiree se aferró a los hombros del cuñado y éste la acarició con ánimo tranquilizador.
– ¿Has llamado a mis padres?
– Sí, en cuanto he llegado al hospital, pero no estaban en casa. Creo que iban a llevar a la tía Grace a su casa.
Jordan la soltó con suavidad y se dirigió a la sala de espera.
– Los médicos siguen con él -dijo Desiree mientras los tres iban a la sala de espera.
Las hijas de Desiree estaban allí. Lisa, la más pequeña, estaba dormida en una silla, mientras Shelley, la mayor, estaba sentada a su lado. Jordan masculló algo y se apartó de Desiree para acercarse rápidamente a la pequeña.
– ¡Hola, mi reina!
La niña se abrazó a Jordan con fuerza cuando éste la cogió en brazos.
– Papá está enfermo, tío Jordan -murmuró y una gruesa lágrima rodó por su mejilla.
– Lo sé, cariño, y ahora voy a ir a preguntarle al médico cómo está tu papá -la dejó en el suelo y le pellizcó cariñosamente la mejilla-. Espérame aquí con mamá. Volveré pronto.
Shelly asintió y Jordan pasó delante de Desiree sin decir palabra. La niña permaneció muy tiesa donde su tío la había dejado y Desiree volvió a recorrer la sala una y otra vez, incapaz de controlar sus nervios.
– Daría cualquier cosa por un cigarrillo. ¿No tendrás uno, por casualidad? -era la primera vez que parecía reparar en la presencia de Kasey.
– No, lo siento. No fumo -dijo Kasey mientras iba hacia la niña, y la cogía de la mano para llevarla otra vez a su asiento y sentarse a su lado.
– No fumas… era de suponer -masculló Desiree.
Kasey no hizo comentario alguno, le preocupaba más la niña que las impertinencias de su cuñada. Acarició a Shelly cariñosamente y la cogió en brazos.
– Tío Jordan no tardará -dijo la joven con suavidad.
– ¿Se va a curar papá, mamá? -preguntó Shelly a Desiree.
– ¡Ya está bien de preguntar! -Le espetó la madre con brusquedad-. Ya te he dicho que no sé. Cállate la boca.
Shelly se estremeció.
– Tendremos que esperar a que vuelva el tío Jordan, mi amor -murmuró Kasey en tono tranquilizador.
Y Jordan no tardó mucho. Cuando volvió a entrar en la sala miró inmediatamente a Kasey con expresión angustiada.
Desiree se volvió hacia su cuñado y Shelly también lo miró expectante.
Jordan se acercó a su sobrina.
– Papá está muy enfermo -dijo con suavidad acuclillándose frente a la niña-. Pero los médicos lo están cuidando.
– ¿Lo van a curar? -preguntó la pequeña.
– Sí, mi amor, lo van a curar -dijo Jordan, intentando contener las lágrimas.
– ¿Qué te han dicho los médicos? -preguntó Desiree con voz aguda.
Jordan se volvió para silenciarla con la mirada antes de volverse otra vez hacia su sobrina.
– Creo que sería buena idea que tú y Lisa os fuerais con tía Kasey a casa de la abuelita para que durmáis un poco.
– ¿Y tú qué vas a hacer, tío Jordan? ¿Vas a venir con nosotras?
– No, me voy a quedar aquí para acompañar a tu mamá.
La niña asintió con la solemnidad propia de los pequeños.
– Está bien. A mamá no le gusta quedarse sola.
Jordan le acarició la mejilla.
– Eres una niña muy buena. Mamá te va a llevar ahora a que bebas un poco de agua. Debes tener sed, ¿verdad?
Shelly asintió y se deslizó del regazo de Kasey cuando Jordan se incorporó. Desiree abrió la boca para protestar, pero la expresión sería de Jordan la hizo obedecer.
– ¡Maldita Desiree! -masculló Jordan cuando se quedó a solas con su esposa-. Estas niñas no deberían estar aquí -parecía muy cansado-. ¿Te molesta llevar a las niñas a casa de mis padres?
– Por supuesto que no -Kasey sacudió la cabeza-. ¿Cómo está tu hermano?
Jordan bajó la mirada.
– Mal, pero no tanto como creían los médicos al principio. Tendremos que esperar los resultados de los análisis -suspiró-. Voy a intentar hablar con mis padres antes de que te lleves a las niñas.
Poco después, Jordan acomodaba a las niñas en el coche, mientras Desiree abría el paquete de cigarrillos que había comprado de la máquina expendedora.
– Mis padres os esperarán en casa hasta que lleguéis, después vendrán hacia el hospital -le dijo Jordan a su esposa mientras ajustaba el cinturón de seguridad de Shelley.
Kasey puso en marcha el motor. Quería preguntarle a su marido cuándo se volverían a ver, pero la emoción se lo impidió. Se aferró con fuerza al volante para evitar que le temblaran las manos.
Jordan rodeó el coche para reunirse con Desiree.
– No tiene sentido que vengan tus padres al hospital -repuso Desiree-. No pueden hacer nada.
– Quieren venir -le contestó Jordan y se inclinó hacia el coche-. Conduce con cuidado, Kasey. Aunque a esta hora no habrá mucho tráfico. Y… Kasey -hizo una breve pausa-… lo siento.
– Sí -Desiree soltó una amarga carcajada-. No es la manera ideal de pasar la noche de bodas, ¿verdad? Espero que mi llamada telefónica no haya interrumpido nada.
Kasey le dirigió una mirada fulminante. Por el espejo retrovisor vio a Jordan coger a su cuñada del brazo y volver con ella al hospital.
Las luces estaban encendidas en la casa de los Caine. Los padres de Jordan salieron a recibir a Kasey cuando ella detuvo el coche. John Caine cogió en brazos a Shelley y la llevó adentro de la casa, mientras Kasey se encargaba de Lisa. Metieron a las niñas en la cama.
Margaret Caine ahogó un sollozo y le comentó a Kasey:
– Sabía que David no estaba bien, parecía muy cansado -rompió en sollozos y su esposo la abrazó.
– Jordan ha dicho que David está durmiendo tranquilo -John Caine buscó certidumbre en los ojos de su nuera.
– Sí. Le han dado un sedante.
Margaret sacudió la cabeza.
– ¡Oh, Dios mío! Sólo espero que… -cerrara los ojos y sacudió otra vez la cabeza.
– Será mejor que vayamos ya hacia el hospital -dijo John con suavidad.
– Sí. Cuando lo veamos… -Margaret se interrumpió-. Ah, se me olvidaba -se volvió hacia su nuera-. Te he preparado la habitación de Jordan. He pensado que eso te gustaría -le apretó las manos a Kasey-. Y siento que tu luna de miel se haya estropeado de esta manera.
Kasey devolvió con afecto el apretón de manos.
– No se preocupe… ha sido algo inevitable. Y además, tenemos mucho tiempo.
¿Una luna de miel estropeada?, se preguntó Kasey con un suspiro mientras veía alejarse el coche. Su luna de miel estaba estropeada antes de que le diera el infarto a David.
Cerró la puerta lentamente. Estaba agitada, pero no podía irse a la cama. Fue a ver a las niñas, después volvió a la sala y se sentó en un sillón, clavando la mirada en el vacío. Hasta que no empezaron a entrar los primeros rayos del sol en la habitación, la joven no volvió a cobrar vida. Miles de preguntas se arremolinaban en su mente.
Si David Caine moría… No debía pensar en ello. Entregarse a pensamientos pesimistas no le iba a servir de nada.
Se puso de pie. Debía hacer algo para distraerse. Quizá prepararse un poco de té.
Un ruido la hizo volverse.
– Ya no podía dormir -la miraba con los ojos abiertos de par en par desde el umbral de la puerta-. ¿Puedo sentarme aquí contigo, tía Kasey?
– Por supuesto -sonrió ella-. Iba a preparar té. ¿Quieres un zumo o leche?
La niña pidió leche y siguió a Kasey a la cocina.
– ¿Quieres algo de comer? -preguntó Kasey-. ¿Un huevo y tostadas?
– Sólo una tostada. No tengo mucha hambre.
Shelley se bebió la leche y observó con solemnidad a Kasey mientras ésta preparaba el desayuno. Luego se sentaron en silencio a comer las tostadas que la joven había preparado. Después de un rato, Shelley dejó el pan casi sin tocar en el plato y lanzó un profundo suspiro-. ¿Se va a morir mi papá, tía Kasey? -preguntó con tristeza.
Kasey sintió un nudo en la garganta.
– No, Shelley, por supuesto que no -aseguró, pero no consiguió imprimir a sus palabras la convicción necesaria.
– Le dolía mucho el pecho cuando volvimos de la fiesta y tuvo que sentarse un rato antes de ponernos a Lisa y a mí los pijamas. Yo quería llamar a mi tío Jordan, pero papa me dijo que no, que no debíamos molestarlo. Luego se sintió un poco mejor y dijo que se iba a acostar -Shelley tragó saliva-. Mamá lo encontró en el suelo cuando volvió a casa y gritó.
Kasey no sabía qué decir. ¿Cómo podía consolar a la pequeña que estaba sentada a su lado con todo el aplomo de una adulta, pero en cuyos ojos inocentes se adivinaba el temor y la angustia?
– Tío Jordan va a cuidar a mi papa, ¿verdad?
En ese momento sonó el timbre del teléfono y las dos se sobresaltaron. Kasey descolgó el auricular con manos temblorosas.
– Kasey -Jordan parecía muy cansado. La joven palideció mientras esperaba a que él continuara-. Espero no haberte despertado.
– No, Shelley y yo estábamos desayunando. ¿Cómo… está David?
– Según el parte médico, reposando tranquilamente.
Kasey suspiró aliviada y miró a Shelley con una sonrisa.
– He hablado con él y luego se ha vuelto a dormir -continuó Jordan-. Pero los médicos son optimistas.
– Qué bien -Kasey le apretó la mano a Shelley, para tranquilizarla.
– Según los doctores, este ataque ha sido una advertencia para que se cuide más en lo futuro. Por supuesto, tardará algo en recuperarse y luego deberá bajar el ritmo de trabajo.
– ¿Estará mucho tiempo en el hospital?
– Eso depende de cómo evolucione. De cualquier manera, yo llegaré pronto a casa -Jordan hizo una breve pausa-. Antes quiero llevar a Desiree a su casa para que se cambie y descanse, luego iré para allá.
– Está bien. Nos veremos luego -dijo Kasey.
– ¿Está mejor mi papá? -quiso saber Shelley en cuanto Kasey colgó el teléfono.
– Mucho mejor, pero todavía tendrá que quedarse en el hospital algún tiempo.
La niña suspiró con suavidad, como si se hubiera quitado un enorme peso de los hombros.
– ¿Podemos ir a verlo ahora?
– Espera a que venga tío Jordan a casa y entonces se lo preguntaremos.
Pero Jordan tardó más de dos horas en llegar. Kasey procuró no evocar imágenes de Jordan con Desiree, pero cuando pasó la segunda hora, comenzó a sentir en el pecho una presión cada vez mayor. ¿Dónde estaba Jordan? ¿Había empeorado David? ¿Habría sufrido Jordan un accidente?
Shelley y Lisa vieron acercarse el coche desde la ventana de su cuarto y corrieron a la puerta; la abrieron de par en par antes de que su tío comenzara a subir los escalones de la entrada. Cuando Jordan llegó a la puerta, las cogió a las dos en brazos, y respondió a todas sus preguntas sin mirar a Kasey, que permanecía de pie en el umbral.
Jordan estaba agotado; el pelo un poco ensortijado le caía sobre la frente y la barba sombreaba su mentón.
Kasey se apartó cuando Jordan dejó a las niñas en el suelo y las instó a que entraran y pidieran al ama de llaves que preparara café. Luego se desplomó en un sillón, echó la cabeza atrás y cerró los ojos.
– Debes estar agotado -aventuró Kasey, sentándose en el brazo del sillón que estaba enfrente del que su esposo había ocupado.
Jordan abrió entonces los ojos y la miró con expresión fatigada.
– He dormido un poco en el hospital -se pasó una mano por la barbilla-. Pero necesito ducharme y afeitarme para volver a sentirme humano.
– También deberías dormir un poco -sugirió Kasey.
– Comeré algo y luego descansaré un par de horas -dijo Jordan-. David quiere ver a las niñas, de modo que le he dicho que las llevaría esta tarde al hospital. Recogeremos de paso a Desiree.
Desiree. Kasey se tragó su irritación.
– ¿Y de verdad está fuera de peligro David?
– Por ahora -Jordan hizo una mueca-. Los próximos días son cruciales. Pero los médicos confían en que se recupere por completo… si atiende sus consejos. Ahora tenemos que convencer a David de que Caine Electricals no se paralizará mientras él se recupera.
– ¿Se las podrá arreglar tu padre sin él?
– Yo le ayudaré -Jordan ahogó un bostezo-. He llamado por teléfono a Terry Joseph, mi ayudante, para que se encargue de todo mientras ayudo a mi padre durante algunas semanas.
Durante las siguientes semanas, Jordan rara vez llegaba a casa antes de medianoche y casi siempre se iba antes de que Kasey se hubiera despertado por las mañanas. Se había trasladado al apartamento de Jordan y había ocasiones durante el día, en las que Kasey olvidaba que estaba casada.
Había vuelto a trabajar para la Agencia Cable y su vida se desarrollaba de manera muy similar a cuando había llegado por primera vez a la ciudad. Jordan, cuando llegaba tarde a casa, se acostaba en el cuarto de los invitados para no molestarla.
Molestarla. Kasey se sentó al borde de la cama, la misma cama en la que se había despertado aquella mañana fatídica en la que había cambiado su vida.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Todo había sido un error. Nunca debió haberse casado. Y, después de la desastrosa noche de bodas, ¿qué podía pensar? Había leído artículos sobre las mujeres frígidas; sin embargo, nunca se había imaginado que podría ser una de ellas.
Una creciente sensación de fracaso pesaba sobre ella. Todo le parecía tan romántico en sus fantasías de adolescente… Sin embargo, su primera y única experiencia con Jordan no había tenido nada de romántica.
Se enjugó las lágrimas del rostro. Había sido una experiencia tan desagradable que Jordan no había querido repetirla. Y Dios sabía que ella tampoco quería repetirla, se dijo con firme convicción. Si estuvieran enamorados…
Recorrió el cuarto furiosa y se quitó la bata de seda que se había puesto al llegar del trabajo.
Era una estúpida romántica. Primero con Greg Parker y después con Jordan Caine Pero no estaba enamorada de Jordan y él tampoco la amaba. ¿Cómo podía amarla si todavía seguía enamorado de su cuñada?
Kasey se desplomó en un sillón y escondió el rostro entre las manos y se echó a llorar.
Unos golpes en la puerta de la habitación la hicieron sobresaltarse alarmada y apenas había tenido tiempo de volverse en el sillón cuando la puerta se abrió lentamente.
– ¿Kasey?
La joven intentó levantarse, pero las piernas le flaquearon.
– Kasey -repitió Jordan-. Pensaba que todavía no habías llegado. Me alegro de haberte encontrado -entró en el cuarto, cerró la puerta y se apoyó en ella.
Kasey se obligó a levantarse.
– ¿Qué…? Has vuelto muy pronto a casa.
– Sí. Me había olvidado de la fiesta que celebran los Mendelson esta noche hasta que me la ha recordado mi padre. Esperan nuestra asistencia. Joe es socio de mi padre y su fiesta es todo un acontecimiento anual al que nadie debe faltar -consultó su reloj-. ¿Podrás estar lista para las ocho?
– Pues… sí -Kasey intentó controlar el leve temblor de su voz. No había visto a Jordan desde hacía días y en ese momento el pretendía que recomenzara la farsa e hiciera las veces de esposa obediente-. Es decir, estoy muy cansada y preferiría no ir a ninguna parte esta noche.
– Yo también -suspiró Jordan-. Pero estoy obligado a ir.
– ¿No puedes ir solo?
Se hizo un tenso silencio. Jordan la miró con los ojos entrecerrados.
– No, creo que no, Kasey. Sólo llevamos tres semanas casados. ¿No crees que parecería extraño?
– Los matrimonios de hoy en día son muy flexibles, así que no veo por qué debía causar extrañeza -replicó ella.
– No estoy de acuerdo -repuso Jordan-. Prefiero ir con mi mujer.
– Tu mujer parece no haberte importado gran cosa estas últimas tres semanas -le recriminó ella y Jordan alzó la cabeza.
– No podía dejar a David y a mi padre en la estacada. Lo siento, Kasey, pero sabes que he estado trabajando.
– Por lo menos eso es lo que me has dicho -contestó Kasey, pero al momento se arrepintió.
– ¿Qué quieres decir con eso? -preguntó Jordan con una calma sobrecogedora se acercó peligrosamente a Kasey.
La joven se obligó a mantener la guardia en alto; su instinto le advertía que corría peligro si no guardaba las distancias.
– Quiero decir que no tiene sentido seguir fingiendo que el nuestro es un matrimonio normal -contestó Kasey.
– La parte privada de nuestro matrimonio, normal o no, no tenemos por qué exhibirla en público -dijo con tono cortante.
– ¿Y a quién puede importarle que yo no vaya a la fiesta?
– A mí -la profunda voz de su esposo hizo que se aceleraran los latidos de su corazón.
¿Qué le estaba ocurriendo? Se preguntó Kasey, desesperada. Cuando Jordan estaba cerca, perdía el control, se perdía a sí misma…
– Sólo te importo cuando te sobra tiempo -le espetó furiosa, más consigo misma que con él.
– Kasey, no tengo ganas de discutir, pero si empiezas algo estoy más que dispuesto a concluirlo.