QUINTA PARTE

Uno

Azucena abrió los ojos antes de tiempo. Su respiración era agitada. Había salido de la regresión en un estado muy alterado. Supo de inmediato que esa mujer que gritaba desesperada por la muerte de su hijo no era otra que Citlali, y que ese niño que sólo vivió unos minutos no era otro que ella misma en su otra vida. La conmovió mucho saber que esa mujer a quien tantos celos le tenía fue en otra vida su madre. Ya no podía verla con los mismos ojos. Tampoco a Rodrigo. Le resultó muy impactante enterarse de que Rodrigo, su adorado Rodrigo, el hombre por el que estaba dispuesta a todo, había sido el conquistador que la había matado a sangre fría. Le tomó un instante ligar la imagen de Citlali con la de la india que Rodrigo había violado. ¡Se trataba de la misma mujer! Lo sabía porque había visto la foto de la violación mil veces. Conocía el rostro de esa india de memoria. La foto formaba parte de la regresión de Rodrigo, y Azucena la había guardado por morbosa. Infinidad de veces se había regodeado en el sufrimiento de ver a Rodrigo poseer a otra mujer y de ver la lujuria de sus ojos. Ahora podía abordar la imagen desde otra perspectiva. Debió de ser terrible para Citlali haber sufrido una violación a manos del asesino de su hijo. ¡Qué experiencia más tremenda! Azucena sintió mucha pena por ella.

Teo, de inmediato lo comprendió todo. Abrazó a Azucena y la consoló dulcemente. Con palabras suaves empezó a tranquilizarla. La hizo que se relajara y entrase nuevamente en un estado Alfa. Le sugirió que preguntara cuál era su misión en esa vida. Azucena siguió sus instrucciones dócilmente. Al poco rato respondió que era hablar a los aztecas sobre la importancia de la Ley del Amor, porque la estaban rompiendo y corrían el peligro de que la Ley de la Correspondencia actuara en su contra. Teo le preguntó si logró dar ese mensaje. Azucena le respondió negativamente. Le explicó que la mataron antes de que pudiera darlo. También habló de que tuvo otra oportunidad en su vida de 1985, pero tampoco la dejaron hablar. Finalmente comprendió que ahora tenía otra oportunidad de decir lo que tenía que decir.

En ese momento, Azucena empezó a comprender el porqué de todo lo que le había pasado. Encontró que existía una relación lógica entre todos los hechos. Cada uno es el resultado de otro anterior. Aparentemente no hay nada injusto.

Lo único que aún no le había quedado claro era por qué ella. ¿Por qué no eligieron a otra para dar ese mensaje tan importante? A esa pregunta aún no le encontraba respuesta, pero al menos tomó conciencia de su misión y retomó el entusiasmo por cumplirla. Lo malo era que ahora tenía un nuevo impedimento. No podía regresar a la Tierra porque tanto ella como los demás ocupantes de la nave eran buscados por la policía. En eso llegó Cuquita a traerle una gran noticia. Acababa de escuchar en la radio que una peregrinación interplanetaria se dirigía a la Villa a ver a la Virgen de Guadalupe. Si lograban infiltrarse entre la multitud sería imposible que los detectaran al llegar a la Tierra. Azucena se alegró enormemente. De inmediato lo consultó con todos y decidieron abandonar la nave del Palenque Interplanetario en el planeta más cercano y yiajar en la nave inmensa que transportaba a los peregrinos.

Dos

Verdaderamente, Azucena no tiene remedio. No importa cuanta ayuda se le dé. ¡Siempre termina cagándola!

Yo protesté guardar y hacer guardar la Ley del Amor, y estoy a punto de romperla. Ya no puedo impartir justicia. Estoy faltando a la ética y, lo que es peor, me siento completamente cínico sentado en una silla de Ángel de la Guarda cuando lo que tengo ganas de hacer es acabar con una bola de hijos de la chingada: empezando con Isabel y terminando con Nergal, el jefe de la policía secreta del Infierno.

Yo creí que, con la ayuda de Teo, Azucena iba a reaccionar y a cumplir con su misión. ¡Y pues no! Resulta que se ha enamorado de Teo como una adolescente y no hace otra cosa que pensar en él. ¡No, si no cabe duda, que todo el mundo hace muy bien su papel menos yo! Teo, nuestro Ángel de la Guarda undercover, es demasiado eficiente el cabrón. Es más, bien que le encanta andarse fajando a Azucena por todos los rincones. El pretexto es que lo hace para mantenerla alineada con el Amor Divino, pero lo que le anda alineando es otra cosa. ¡Y yo aquí de su pendejo!, mientras Nergal destituye a Mammón de su puesto de Demonio de Isabel, y Mammón, con todo el tiempo libre del mundo, se dedica a coquetear con Lilith, mi novia, y mientras Azucena, inflamada de amor romántico, planea con el compadre Julito una revolución armada para acabar con Isabel. ¡Dios nos agarre confesados!

La imposibilidad que tiene Azucena de verse el interior la hace centrar su atención en los problemas de los demás para tratar de encontrarles solución. ¡Claro! Es mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno. El terror de meterse de cabeza en sus entrañas, el miedo a removerlas, a llenarse de mierda, la ha empujado a buscar una solución colectiva a su problema olvidando que las soluciones colectivas no siempre funcionan, porque cada persona tiene su propia evolución espiritual. Ninguna organización social va a encontrar un camino que sea bueno para todos porque los problemas que Azucena, al igual que los demás seres humanos, tiene en su vida diaria son el resultado de desajustes que fue incapaz de solucionar en el pasado. Por eso, cada caso es único y diferente del de los demás. Por supuesto que de cualquier manera afectan su participación en el mundo público, pero no es cambiando la colectividad como se arreglan las cosas, sino cambiando uno mismo. Al lograrlo, automáticamente se modifica la colectividad. Todo cambio interior repercute en el exterior, porque lo que es adentro es afuera.

¿Qué hay que cambiar hacia adentro? La respuesta está en el pasado. Cada uno tiene que investigar y descubrir cuáles son los problemas que no pudo solucionar en otras vidas para superarlos en ésta. De no hacerlo, mantendría lazos con el pasado que tarde o temprano se convertirán en pesadas cadenas que le impedirán realizar la misión que le corresponde. El conocimiento del pasado es el único camino para liberar esas amarras y cumplir con su misión, su única, intransferible e individual misión. ¿Quién demonios le dijo a Azucena que organizando una guerrilla es como va a solucionar todos sus problemas? Una guerra o una revolución, a pesar de que a veces son necesarias y logran la obtención de beneficios colectivos, pueden retardar la evolución individual. Es más, en este momento una actividad de ese tipo sólo la va a distraer de su misión.

Hay otras causas que impiden cumplir con la Voluntad Divina. La más dañina y frecuente es el Ego. A todo el mundo le gusta sentirse importante, valorado, reconocido, galardonado. Para conseguirlo, generalmente hacen uso de los dones que la naturaleza les dio. Los elogios que reciben a su manera de escribir, de cantar, de bailar o de dirigir un país, los hace olvidar la razón por la que les fueron dados tales dones. Si nacieron con ellos, no fue para su lucimiento personal, sino para que los pusieran al servicio de la Voluntad Divina.

El don de organizadora que Azucena tiene es la mejor arma con la que cuenta para realizar su misión, pero, pa- radójicamente, puede llegar a ser su peor enemigo. Está tan atrapada en los elogios que el compadre Julito le hace a su capacidad organizativa y a su inteligencia, ¡se siente tan importante la señorita!, que está utilizando su libre albedrío en la toma de decisiones que la van a conducir a obtener un triunfo. Triunfo que obviamente le acarreará más elogios, pero que, al mismo tiempo, la estará alejando cada vez más de su misión.

¿Por qué? Porque si triunfa se convertirá en una dirigente política. El poder le va a dar la sensación de que es muy importante. Al sentirse importante, creerá que se merece todo tipo de honores y reconocimientos. Si no los obtiene de inmediato se va a sentir ofendida, lastimada, disminuida, y va a reaccionar con odio hacia la persona o personas que le negaron el reconocimiento. ¿Por qué? Porque hasta ahora nadie que detente el poder ha podido reaccionar de otra manera. Nada más por eso.

¿Después qué? Tratará de mantenerse en el poder a como dé lugar. Intrigando, asesinando y en pocas palabras, odiando. Enseguida el rencor vendrá a cubrir su aura con una capa densa de polo negativo. Mientras más rencor acumule, menos capacitada estará para escuchar mis consejos, pues éstos viajan en vibraciones muy sutiles de energía que chocarán contra la cortina de elogios que la mantendrá atrapada en el engaño.

¿Y luego? Pues nunca más podremos cruzar palabra alguna. Esa capa provocará que rompamos relaciones de cualquier tipo y me botará de su lado. ¡A mí, que soy su Ángel de la Guarda, y últimamente con el que tiene que trabajar y de quien debería estar esperando reconocimiento y no del pendejo del compadre Julito! ¡Qué horror! ¡Pero qué digo! Estoy insultando a un inocente. Es que Azucena realmente me está haciendo perder la cabeza. Si no reacciona creo que voy a terminar realmente loco. Lo que más le recrimino es que por su culpa estoy perdiendo a Lilith. ¡No lo soporto! Sé muy bien que se trata de un vulgar problema de Ego y que lo más conveniente es hacerlo a un lado si no quiero que obstaculice el cumplimiento de mi misión al lado de Azucena, pero qué quieren, no puedo controlarlo. ¡Qué vergüenza! Sé que es muy lamentable el espectáculo que ofrezco. ¡Un Ángel de la Guarda muerto de celos! Sería una buena nota para un periódico amarillista. Lo más increíble es que hice un doctorado sobre la manera en que un Ego deformado puede arruinar una relación de pareja. Les aseguro que me sé de memoria la teoría.

Una persona con problemas de ego querrá tener a su lado una pareja que sea un objeto preciado y valorado por todos los demás. El más bello, el más inteligente, etcétera. Un objeto que sólo él posea, porque si todo el mundo lo tuviera perdería su valor. Ya que lo obtiene, cuidará enormemente su propiedad para que nadie lo toque, para que nadie se lo quite, porque si lo pierde su Ego se verá disminuido. La pareja se convertirá en una propiedad que da estatus y provoca admiración. Nunca se preguntará si esa pareja era la que le correspondía tener en esa vida de acuerdo con el Plan Divino. Tal vez la pareja adecuada pasó frente a sus ojos y ni siquiera la vio porque no tenía suficiente talento y no había acumulado los músculos, la belleza o la inteligencia que esperaba. Su incapacidad de ver en el fondo del alma humana le impidió reconocerla, y en cambio, la voz del Ego le hizo unirse a una persona que no le correspondía.

La única manera de solucionar estos problemas es convirtiendo el Ego negativo en positivo a través del conocimiento. Cuando uno realmente se conoce en profundidad aprende a amarse y se valora entonces por lo que es y no por la persona que lo acompaña. Este amor por nosotros cambiará la polaridad negativa de nuestra aura por positiva y, gracias a la Ley de la Correspondencia, atraeremos a la persona indicada a nuestra vida. Nos dejaremos de sentir infelices si alguien nos rechaza porque comprenderemos que las atracciones y los rechazos tienen que ver con la Ley del Karma y no con nuestro valor como seres humanos. El Ego sufre si alguien nos rechaza, pero si uno lo supera por medio del conocimiento se dará cuenta de que ese rechazo fue ocasionado por nosotros mismos al romper la Ley del Amor, y que la única manera de restablecer el equilibrio es por medio del Amor.

¿Ven? Me lo sé de memoria. ¡Pero eso no quita que estoy que me lleva la chingada!

¡En la madre! Ahí viene mi Arcángel de la Guarda. ¡Lo único que me faltaba! Siempre se aparece cuando nuestra línea de comunicación está obstruida y cuando verdaderamente la estoy cagando. Pero ¿qué es lo que estoy haciendo mal? La que se está orinando fuera de la bacinica es Azucena, no yo. ¿O sí? A lo mejor como lo que es arriba es abajo ya me contagié de su necedad y estoy esperando que ella cambie para que todo se arregle, cuando el que tendría que cambiar soy yo. ¡Ay güey! ¿Y ahora?

Tres

Los rezos de los miles de personas que viajaban en el interior de la enorme nave espacial infundían esperanza al corazón de Azucena. Tanta fe concentrada en un espacio tan pequeño era altamente contagiosa. El calor de las veladoras y el olor del copal generaban una sensación de tibieza, de inocencia, de pureza. Azucena se sentía más joven que nunca. Sus mejillas habían adquirido un color rosado. Sus dolores habían desaparecido. Se había olvidado por completo de su ceguera, de sus manos artríticas, de su ciática. La relación con Teo la hacía sentirse completamente segura, amada y deseada. Sabía que a él no le importaba que tuviera la piel arrugada, la cabeza llena de canas y dentadura postiza. Igual la quería. Ni duda cabe que eso del enamoramiento le viene bien a cualquiera. La vida cambia por completo. Azucena, acurrucada en los brazos de Teo, se sentía la mujer más juvenil y bella del mundo. Se preguntaba si eso pasaba sólo en su caso o era común que les pasara a las personas de edad avanzada. ¿Qué significaba tener un cuerpo viejo? Nada. El interior es el mismo. Los deseos son los mismos.

Al momento de pensar en sus deseos, Azucena de pronto recordó a Rodrigo. ¡Se había olvidado por completo de él! Lo cual era lógico. Entre beso y beso, no resultaba fácil acordarse de nada. Además, Teo se había encargado de convencerla de que Rodrigo la amaba más que a nadie en el mundo, su único problema era que no se acordaba. Azucena, como cualquier otra mujer, al aceptar que su amado sólo la quería a ella podía permitir la infidelidad. Entendía bien que si Rodrigo se sentía atraído por Citlali era debido a una pasión pasajera de otras vidas, pero que en cuanto recuperara el conocimiento volvería a ella para siempre. Mientras tanto ella se la estaba pasando de maravilla con Teo y no se sentía culpable. Teo tenía una idea muy interesante sobre la fidelidad que ella había terminado por compartir. Decía que una pareja es buena para alguien en la medida en que le mantiene el corazón inflamado de amor. Pero el día en que esa relación propicia odios, resentimientos y todo tipo de actitudes negativas, en lugar de servir, retrasa la evolución de un ser humano. Su alma se llena de oscuridad y ya no ve el camino que finalmente lo va a conducir a su alma gemela, a la recuperación del Paraíso.

A Azucena definitivamente le convenía que Citlali y Rodrigo se enamoraran, porque a través de la infidelidad Rodrigo iba a regresar a ella. Últimamente uno se pasa catorce mil vidas siendo infiel a su pareja original pero, paradójicamente, la infidelidad es la única manera de regresar a ella. Claro que no se trata de ser infiel nada más porque sí. El amor que hace evolucionar es aquel que es producto de una entrega total entre dos personas. El que surge dentro de un círculo cerrado que contiene en su interior lo masculino y lo femenino, el Yin y el Yang, los dos elementos indispensables para que surja la vida, el placer, el equilibrio. Cuando uno está con una pareja debe estar solamente con esa pareja, y mientras más enamorado y entregado estén uno del otro, más energía circulará entre ambos y más rápido evolucionarán. Pero si alguno de sus integrantes decide romper su círculo de energía para enlazarse con el de una nueva pareja, forzosamente dejará escapar gran parte de la energía que había logrado generar con su entrega amorosa, y en estos casos la infidelidad se convierte en perjudicial. Pero, ojo, esto no quiere decir que si uno ya tiene una pareja establecida deba serle fiel por toda la vida. No, deberá permanecer a su lado únicamente mientras la energía amorosa circule entre ambos. Cuando el amor se termine deberá buscar un nuevo compañero. En síntesis, la solución es la infidelidad, pero una infidelidad comprometida. El objetivo es mantenerse siempre lleno de energía amorosa tal y como Teo y Azucena se encontraban.

Teo, después de haber consolado a Azucena toda la noche, estaba muerto de cansancio y se había quedado dormido. Azucena, por el contrario, se encontraba llena de energía. Se levantó de un salto y se fue a buscar al compadre Julito. Juntos estaban desarrollando un plan para quitar a Isabel del poder. Azucena pensaba que nunca podría colocar la cúspide de la Pirámide del Amor en su lugar mientras Isabel estuviera de por medio. ¿Por qué? Simplemente porque Isabel era una verdadera hija de la chingada y sólo haciéndola a un lado podría actuar con libertad.

Encontró al compadre Julito en un rincón de la nave empinando una botella de tequila. Azucena se sentó a su lado. La ubicación del compadre era perfecta: era la más alejada de donde se encontraba toda la gente. Cuanto más lejos estuvieran de todos los demás, tanto mejor. Así podrían elaborar su plan sin que nadie los escuchara. Bueno, no sólo por eso. La verdad es que Azucena nunca se había sentido a gusto entre las multitudes. Prefería los espacios íntimos.

Todo lo contrario de Cuquita, que se manejaba como pez en el agua entre la gente. Mientras más gente la rodeara más a gusto se sentía. Azucena estaba convencida de que era porque la gran masa de no evolucionados era igual en todos los planetas. No importaba qué tan diferentes fueran en su aspecto físico, se comportaban de manera idéntica en todos lados. Hablaban el mismo idioma, pues. Azucena se admiraba de la absoluta familiaridad con que Cuquita se relacionaba con todo el mundo. En el poco tiempo que llevaban viajando en la nave peregrina, ya todos sabían su vida entera. Era sorprendente la forma en que había superado la muerte de su abuelita. Azucena pensó que tal vez influía el hecho de que no había dejado de verla. No había tenido tiempo de sentir su ausencia porque realmente no había habido tal. De alguna manera, seguía viva. Con el alma de Azucena, pero viva al fin. Fuera por la causa que fuera, era bueno que después de todo lo que había pasado Cuquita aún conservara el sentido del humor. Iba y venía de grupo en grupo, interviniendo en todas las conversaciones. Uno de los grupos discutía sobre si alguien había disparado antes o después que el otro hubiera metido la cabeza. Cuquita pensó que estaban hablando de la muerte del señor Bush y corrió a enterarse del chisme, pero con desencanto descubrió que discutían de la final del campeonato interplanetario de fútbol entre la Tierra y Júpiter, donde la Tierra había quedado como perdedora. Cuquita opinó que el culpable del fracaso era el entrenador por no haber metido a jugar a Hugo Sánchez. Que deberían haberle hecho caso a su esposa, que nunca había dejado de gritar desde la tribuna: «¡Que lo metan, que lo metan!» En ésas estaba cuando alguien le preguntó si sabía algo de los asesinos del señor Bush, y Cuquita se puso un poco nerviosa. Pero para no despertar sospechas respiró hondo y se dispuso a dar la respuesta. Como era su costumbre, echó su discurso con toda propiedad. En voz alta les dijo a todos que no se dejaran impresionar por las noticias, pues las personas a las que habían acusado no eran más que «chivos expiratorios» del sistema. Todo el mundo quedó muy tranquilo con la explicación y nadie pareció darse cuenta de que Cuquita había utilizado una palabra por otra, o si lo notaron no les había importado un comino.

Azucena pensó: «No cabe duda. Dios los hace y ellos se juntan.»

Viendo lo bien informada que estaba Cuquita, le preguntaron su opinión sobre el rumbo que estaban tomando los acontecimientos en México. Era preocupante que la violencia se hubiera desatado de esa manera. Cuquita coincidió con ellos y dijo que ojalá pronto se descubriera qué mente maquilabélica estaba planeando todos los horribles asesinatos.

– ¿Asesinatos? Creíamos que sólo había sido el del señor Bush. ¿Qué, han habido más?

Azucena se inquietó mucho. Tenía que silenciar a Cu-quita o de otra manera iba a terminar soltando toda la información y metiéndolos en un problema del que nunca podrían salir. Así que le pidió al compadre Julito que la condujera hasta donde se encontraba Cuquita para jalarla de los pelos, pero al llegar descubrió que no era necesario, porque Cuquita, hábilmente, ya había cambiado de tema y estaba entreteniendo a sus oyentes con toda una teoría sobre por qué el Popocatepetl había «gomitado». Les dijo que, por si no sabían, el volcán captaba la energía y los pensamientos de los habitantes de la Tierra, y que últimamente se había estado nutriendo de puros sobresaltos y colerones, motivo por el cual se había indigestado y había echado una serie de «eruptos» de azufre acompañados del consabido temblor de tierra. Todos se maravillaron con la explicación y se angustiaron más que nunca de que las cosas en México empeoraran. A nadie le convenía que siguieran así. Si el Popocatepetl se activaba se podría desatar una reacción en cadena entre todos los volcanes que estaban conectados internamente con él y provocar una catástrofe mundial que no sólo afectaría a los habitantes de la Tierra, sino a todos los del Sistema Solar.


* * *

Tal vez si Rodrigo no se hubiera ido con Citlali, Azucena estaría menos sensible al dolor que le causaban las piedrecitas que se le enterraban en las rodillas. Llevaba un buen rato hincada, avanzando de rodillas entre los miles de peregrinos que trataban de entrar en la Basílica de Guadalupe. Seguía aparentando ser una más del grupo. Habían decidido esperar hasta después de la misa para separarse de los creyentes. No querían despertar sospechas. Los únicos que habían tomado el riesgo de irse fueron Rodrigo y Citlali. Citlali porque tenía urgencia de regresar a su casa, y Rodrigo por seguirla. Por otro lado, Citlali no encontraba justificación alguna para permanecer al lado de un grupo tan riesgoso, ya que ni Rodrigo en el cuerpo del ex marido de Cuquita, ni ella eran buscados por la policía. Se fueron en cuanto la nave aterrizó. Azucena se había despedido de ellos brevemente, aparentando indiferencia, pero Teo sabía a la perfección que por dentro estaba deshecha. Solidario como siempre, no se había separado de su lado proporcionándole un gran soporte físico y espiritual. De no ser por él, quién sabe cómo se habría sobrepuesto Azucena a la pérdida. Podía soportar muy bien la infidelidad de Rodrigo mientras lo tuviera a la vista. Pero no toleraba el saberlo lejano.

Con gran ternura, Teo trataba de suplir la presencia de Rodrigo y de llevar a Azucena por el camino menos accidentado hacia el Pocito. La gente del pueblo llamaba así a un pozo en donde desde tiempos inmemoriables los aztecas acostumbraban purificarse antes de rendir tributo a la Diosa Tonantzin. A partir de la conquista y hasta los días presentes, el ritual se había seguido practicando, pero ahora en honor a la Virgen de Guadalupe. El objetivo de esta ceremonia era quitar del cuerpo las impurezas de pensamiento, palabra y obra antes de entrar en el templo. La manera de hacerlo era lavando cara, pies y manos. Teo condujo a Azucena como el mejor lazarillo del mundo evitándole todo tipo de obstáculos hasta que la depositó en la orilla del Pocito. Ella se inclinó para tomar agua entre sus manos y purificarse la cara. Cuando estaba a punto de echársela en el rostro, Cuquita se acercó a ella y le dijo al oído:

– No vaya a voltear, pero aquí junto está el guarura que trae su ex cuerpo.

A Azucena le brincó el corazón. ¡Eso quería decir que ya los habían descubierto!

En un santiamén Cuquita, Azucena y Teo se encontraban huyendo, seguidos muy de cerca por Ex Azucena.

Era muy difícil moverse entre tanta gente, sobre todo para la ciega de Azucena. Teo decidió tomarla entre sus brazos después de que ya había pisado como a seis personas que avanzaban de rodillas. Al poco tiempo de ir contra corriente habían perdido de vista a Ex Azucena, pero se toparon con dos policías que los observaron sospechosamente y los comenzaron a seguir. Teo, con Azucena en brazos, apuró el paso y guió a Cuquita entre la multitud por infinidad de atajos. Teo se manejaba muy bien entre esos rumbos, pues había pasado toda su niñez en aquella colonia. Al llegar a una esquina jaló a Cuquita hacia el interior de una vecindad en ruinas. Depositó a Azucena sobre el piso y con delicadeza empezó a besarle la frente. Azucena recobró el conocimiento. Teo le cubrió la boca para que no fuera a pronunciar palabra alguna que los pudiera delatar, pues en la puerta de la vecindad se habían detenido los policías. Cuquita, muy a su pesar, también tuvo que guardar silencio. Lo único que se escuchaba era el latido de sus corazones, el altavoz de una nave espacial anunciando el debate televirtuado entre el candidato europeo y la candidata americana a la Presidencia Mundial… y los sollozos de Ex Azucena. Teo y Cuquita voltearon y lo descubrieron escondido en la penumbra de la ruinosa vecindad. Ex Azucena se había descompuesto y aterrorizado. En cuanto vio que lo habían descubierto les hizo señas de que guardaran silencio. Teo le informó a Azucena al oído lo que estaba sucediendo. Ella se sorprendió mucho de que, al igual que ellos, el guarura estuviera escondido.

En cuanto la policía se fue, Cuquita soltó la lengua contra Ex Azucena.

– 'Ora sí muy chillón, ¿no? Pero ¿qué tal cuando andaba de matón…? ¿Pues que nunca creyó que la policía lo iba a descubrir…? Pero espéreme tantito, si ya saben que usté es quien mató al señor Bush y luego cambió de cuerpo, la policía ya sabe que nosotras somos inocentes… ¡'Ora verá, lo voy a acusar!

Cuquita trató de salir de su escondite para llamar a la policía, pero Ex Azucena se lo impidió con un jalón.

– No, no lo haga, la policía sigue pensando que ustedes son las asesinas del señor Bush, y si las ven aquí las van a entambar, se lo aseguro… En serio que no les conviene denunciarme, no es de la policía de quien me ando escondiendo.

– ¿De quién, entonces? -le preguntó Azucena.

– De Isabel González…

– ¿Pos no que era su patrona? -preguntó Cuquita.

– Sí, «era», pero me corrió… ¡Ay, fue horrible de veras…! Y nomás porque estoy embarazado…

Azucena enfureció. ¡El guarura ex bailarina, gracias a que había estado usufructuando su cuerpo estaba esperando un hijo! ¡La muy puta! La envidia le sacudió el alma. ¡Cómo le gustaría poder recuperar su cuerpo! ¡Y experimentar la maternidad que mientras estuviera en el cuerpo de la abuelita de Cuquita tenía negada! La furia se le fue a la cabeza, y sin que Teo la pudiera detener se le echó encima a manotazos.

– ¡Cusco desgraciado! ¡Cómo te atreviste a embarazar un cuerpo que no te correspondía!

Ex Azucena se protegió el vientre. Era lo único que podía hacer. Le daba pena contestarle los golpes a esa anciana enloquecida.

– ¡Yo no lo embaracé, ya estaba embarazado!

Azucena suspendió la golpiza.

– ¿Ya estaba embarazado?

– Sí.

A Azucena se le agolpó la sangre en la cabeza. Por un momento se quedó sorda además de ciega. Si ese cuerpo ya estaba embarazado antes de que el guarura lo ocupara, el niño que ese hombre estaba esperando era suyo, el hijo que había concebido con Rodrigo en su maravillosa noche de luna de miel, la única que habían tenido. Azucena se acercó a Ex Azucena y le tomó el vientre con la mano con fuerza, como tratando de arrebatarle a ese niño que no le pertenecía y sentir a través de la piel el menor signo de movimiento, de vida… de amor. Como tratando de decirle a ese hijo que ella era su madre, de escarbar en el pasado para traer al presente el recuerdo de Rodrigo el día en que la quiso, de pedirle mil perdones a ese hijo que ella abandonó sin saber. Porque si hubiera sabido que estaba embarazada nunca habría cambiado de cuerpo. ¡Nunca! ¡Lo que ella daría por poder guardar a su hijo dentro de su vientre, por sentirlo crecer, por amamantarlo, por verlo! Pero era demasiado tarde para todo. Ahora estaba dentro del cuerpo de una anciana ciega, de pechos secos y brazos artríticos, que no podía ofrecerle más que su amor. El abrazo de Teo cubriéndole los hombros la trajo a la realidad. Se hundió en su tórax y lloró desoladoramente. Sus sollozos se confundieron con los de Ex Azucena.

– Ustedes no saben lo que significa para mí tener a este niño… No me denuncien, ¡no sean cabronas…! Ayúdenme por favor, me quieren matar…

– Pero ¿por qué? -preguntó Azucena suspendiendo el llanto y muy preocupada por el futuro de su hijo.

– ¿Por estar embarazado? -preguntó Cuquita.

– ¡No, qué va! Por eso sólo me corrieron, me quieren matar porque la Chabela es una ingrata… ¡En serio! ¡Miren que hacerme esto a mí, que he sido su mano derecha por tantos años! Lo que no hice por ella. Le velaba el pensamiento. Trabajé miles de horas extras. No hubo tarea que me encargara que yo no le hiciera al instante… Bueno, lo único que nunca tuve corazón de hacer fue matar a su hijita…

– ¿A la gorda?

– No, a otra que tuvo antes que ella… Una flaquita, bonita, bonita… ¡Cómo creen que iba a matarla con las ganas que yo tenía de tener un hijo! ¡Ya parece…!

– Y entonces ¿quién mató a la niña? -preguntó Azucena.

– Nadie, a mí me habría gustado quedármela, pero no podía. Trabajando tan cerca de doña Isabel tarde o temprano se habría dado cuenta, ¡y para qué quieren! Lo que hice fue llevarla a un orfanatorio…

La palabra «orfanatorio» entró en el cuerpo de Azucena acompañada de una lluvia helada que azotó contra su columna vertebral el recuerdo del frío lugar donde ella había pasado toda su niñez. El estremecimiento la conectó con esa pobre niña que al igual que ella había crecido sin familia.

– ¡Qué horror! ¡Esa tiene que haber sido una de las satisfacciones más desagradables de su vida, oiga! -comentó Cuquita haciendo gala de su inconfundible estilo lingüístico.

– Sí -dijo Ex Azucena sin entender bien a bien qué le había querido decir Cuquita.

– ¿Y por qué la mandó matar? -preguntó Teo interviniendo por primera vez en esa conversación entre «mujeres».

– Que's que porque su carta astral de la criaturita decía que la podía quitar de una posición de poder que ella iba a obtener… Pero yo digo que por pura maldad… Yo no sé por qué Dios le dio hijos a ésa si ni los quería. ¡Deberían de ver cómo trata a su otra hija, y nomás porque es gordita la pobrecita…!

– Oiga, oiga, pero todavía no nos ha dicho por qué lo quieren matar -interrumpió Cuquita.

– Pues porque cuando me dijo que ya no me quería ver más por ahí, pues yo me sentí muy mal, ¿no?, ¡me estaba corriendo la muy perra! Y yo pues no me aguanté y que me puse a pensar en cómo me encantaría que la pinche vieja se convirtiera en rata leprosa y que le cayera encima una nave espacial y que la apachurrara todita, y en eso que entra uno de los analistas de mente que estaba fotografiando nuestros pensamientos y que le dice lo que estaba apareciendo en la pantalla, y ya sabrán cómo se puso…

– Y luego, ¿por qué no lo mataron? -preguntó Cuquita medio decepcionada de que lo hubieran dejado vivo.

– Pues porque mi compadre Agapito no se atrevió. El le dijo que sí, que me había desintegrado, pero no era cierto. Me escondió en su cuarto hasta que llegamos a la Tierra porque… pues… porque yo le gustaba, y pues como que quería conmigo… Y luego pues me dejó aquí para que le pidiera ayuda a la Virgen de Guadalupe, porque él ya no iba a poder hacer nada por mí, pero ya ven, ni tiempo me dio de pedirle el milagro…

– Oiga, pero yo tengo una duda. ¿Cómo fue que la cámara fotomental le tomó sus verdaderos pensamientos? -le preguntó Azucena.

– Pues como los toma siempre…

– No puede ser. Mi cuerpo, digo, su cuerpo tiene integrada una microcomputadora que emite pensamientos positivos. Con esa computadora era imposible que le hubieran fotografiado sus verdaderos pensamientos…

– ¿Ah, sí? Pues a lo mejor falló la computadora esa que traigo en la cabeza… O enloqueció o vaya usted a saber, pero el caso es que Isabel se super encabronó…

Azucena recordó que el doctor le había dicho que su aparato aún estaba en etapa de experimentación y se entusiasmó mucho. Eso significaba que la computadora que Isabel traía instalada en la cabeza le podía dar graves problemas durante el debate que se iba a realizar dentro de unas pocas horas. Lo que se pretendía en dicho debate era hurgar en las vidas pasadas de los candidatos a la Presidencia para ver cuál de los dos tenía un pasado más limpio. Cada uno por separado se tenía que someter a una regresión inducida por medio de la música. Por supuesto que se elegían para la ocasión melodías que provocaran en el subconsciente una conexión directa con asuntos oscuros y macabros. ¡Ojalá que el aparato del doctor Diez le fallara a Isabel tal y como le había fallado a Ex Azucena! A los ojos de todo el mundo quedaría como una farsante.

¡Tenían que ir a ver el debate! No se lo podían perder, pero primero era necesario encontrar al compadre Julito, que se les había quedado olvidado entre la multitud. Finalmente lo encontraron vendiendo entradas para purificarse en el Pocito. Antes de salir de la vecindad Azucena se detuvo en la puerta para invitar a Ex Azucena a escapar junto con ellos. Ex Azucena se lo agradeció muchísimo.

– No me lo agradezcas. No lo hago por buena gente sino porque quiero estar cerca del hombre que va a dar a luz a mi hijo.

– ¡Jesús mil veces! -exclamó Ex Azucena. No podía creer que dentro del cuerpo de esa ancianita estuviera el alma de Azucena.

– Sí, soy yo. Ya puedes quitar esa cara de pendejo. No me mataste, pero no se me olvida lo que intentaste, cabrón.

Justo cuando Ex Azucena iba a darle a Azucena una disculpa por haberla matado, escucharon unas carreras que los hicieron esconderse nuevamente en la penumbra. En silencio vieron cómo Rodrigo y Citlali se introducían en la vecindad. Citlali estaba aterrorizada. Por toda la ciudad habían pósters pegados con su auriografía. Estaba acusada junto con Rodrigo, o más bien con el cuerpo que Rodrigo ocupaba, de ser coautores intelectuales del atentado en contra del señor Bush. En cuanto Citlali descubrió a Azucena, a Teo y a Cuquita corrió a su encuentro, los abrazó llena de emoción y les pidió ayuda.

– 'Ora sí, ¿verdat? ¿Pero qué tal cuando nosotras necesitábamos que usté fuera solitaria con nosotros? -le reclamó Cuquita.

Azucena impidió que se iniciara una serie de reclamaciones mutuas. Les dio la bienvenida a Rodrigo y a Citlali con enorme gusto y bendijo a los difamadores que los habían obligado a regresar con ellos.


* * *

La casa de Teo parecía una sucursal de la Villa. Se había convertido en el refugio obligado de todo el mundo. Azucena, Rodrigo, Cuquita y el compadre Julito ni de chiste podían regresar a su edificio, la casa de Citlali había sido allanada, la de Ex Azucena, aparte de que estaba vigilada, había quedado muy dañada por el temblor; por lo tanto, a nadie le quedaba otra alternativa que aceptar el amable ofrecimiento de Teo. Vivía en un pequeño departamento de Tlatelolco. Tlatelolco había sido su «lugar» en varias reencarnaciones, así que vivía ahí mejor que en cualquier parte.

En ese momento se encontraban todos sentados frente al televisor presenciando el debate entre los dos candidatos a la Presidencia Mundial del Planeta. Teo, al igual que Cuquita, sólo tenía una televisión de tercera dimensión, pero nadie protestó. Lo único que les interesaba era ver el momento en que Isabel iba a quedar en ridículo. Azucena se sentía muy desesperada de no poder ver. Como Teo estaba preparando la cena para todos, Cuquita era la encargada de narrarle al oído lo que estaba pasando, lo cual era una verdadera desgracia para Azucena. Cuquita no podía mascar chicle y caminar al mismo tiempo. Nunca había podido ejecutar dos acciones simultáneas: o veía el televisor o narraba lo que pasaba. Se dejaba atrapar por los sucesos interesantes y congelaba la lengua para poder concentrarse en las imágenes. Azucena tenía que estarla interrogando segundo a segundo. Lo peor era que no tenía una mejor alternativa. Rodrigo y Citlali aprovechaban la menor oportunidad para estarse besuqueando y no tenían tiempo para nadie aparte de ellos. Ex Azucena era un desastre: narraba más de lo que veía y no había manera de pararle la boca en cuanto empezaba a hablar. El compadre Julito ya estaba medio tomado y decía puras sandeces, así que su única opción era Cuquita, y eso era desesperante. No sólo porque de repente se callaba, sino porque se dormía en las partes aburridas y Azucena entonces ya no sabía si lo que pasaba era demasiado interesante o demasiado ahuevante. En ese momento era realmente ahuevante. Las últimas diez vidas del candidato europeo habían sido de lo más aburridas que alguien se puede imaginar. Cuquita se había quedado tan dormida que ni siquiera roncaba. El silencio no le gustaba para nada a Azucena, la dejaba en la total oscuridad. Ella necesitaba una voz para poder permanecer amarrada al presente, de lo contrario su sentido del oído quedaba a expensas de las melodías que los candidatos a la Presidencia estaban escuchando y se ponía a divagar. Se perdía en la negrura a que estaba condenada y viajaba a sus vidas pasadas. Eso no tenía nada de malo, pero no era lo deseable. Ella quería ser la primera en saber si la computadora de Isabel la cagaba o no. Cuando le tocó el turno a Isabel, el silencio creció en la sala. Todo mundo tenía los dedos cruzados pidiendo que se le descompusiera el aparato. Las primeras tres vidas transcurrieron sin problema. El lío comenzó cuando llegaron a su vida como la Madre Teresa. Al principio todo iba muy bien. Las imágenes de su vida como «santa» empezaron a aparecer en la pantalla con gran nitidez. Se le vio cargando a un niño desnutrido en Etiopía, repartiendo comida entre leprosos, pero de pronto, ¡la microcomputadora por fin falló!


PRESENTACION 5:

Tre Sbirri, Una Carrozza

Tosca – Puccini

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