Gracias, otra vez. En primer lugar, a Pam Ahearn, agente y amiga. Me ha enseñado mucho, incluyendo en ello el título exacto de este libro. Luego, a todo el personal de Random House: a Gina Centrello, extraordinaria editora que me dio una oportunidad; a Mark Tavani, cuyos sabios consejos se manifiestan por doquier en este manuscrito; a Kim Hovey, que encabeza un equipo promocional de primera categoría, Cindy Murray incluida; a Beck Stvan, autora de la espléndida ilustración de cubierta; a Laura Jorstad, correctora de pruebas con ojos de águila; a Carole Lowenstein, que hizo resplandecer las páginas y, finalmente, a todos los integrantes del equipo de Marketing, Promoción y Ventas: nada se habría conseguido sin su entregado esfuerzo. Muchas gracias, también, a Dan Brown, que fue todo bondad con un escritor novato como yo, demostrando así que el éxito no quita la generosidad. Lo mismo que en The Amber Room, no puedo olvidarme de Fran Downing, Nancy Pridgen y Daiva Woodworth. Todo escritor debería ser bendecido por un grupo de críticos igual de maravillosos. Y, finalmente, más que a nadie, gracias a mi esposa, Amy, y a mi hija, Elizabeth. Con ellas, la vida se me llena de interés y maravilla.