Veinte — La posición de la aprendiz de científico

El aire silbaba al salir de los pulmones del Grad. Empezaba a sentirse aplastado. Su brazo izquierdo había perdido el contacto con el brazo del sillón; este había quedado tras él, empujado por su hombro al chocar. El sillón era demasiado bajo para aguantarle la cabeza. Le dolía el cuello salvajemente. Por encima del tenue quejido del motor principal pudo oír cómo sus pasajeros luchaban para respirar.

Aquello debía estar matando a los gigantes de la jungla.

El Árbol de Londres se desvanecía como un sueño por la vista de popa. En aquel momento estaban en la tormenta, y estaban ciegos. El Grad intentó levantar el brazo derecho, tocar la barra azul, acabar con la fuerza que le aplastaba. Arriba… arriba… más lejos… el brazo volvió a caerle sobre el pecho con una sacudida que le sacó la última bocanada de aire de los pulmones. Se le enturbió la vista.


La mandíbula de Lawri se hundía en su clavícula. Estaba segura de que aquello relajaría su cuello tanto como la gravedad se lo permitiera.

Vio a Jeffer que intentaba apagar el motor y supo que no podría hacerlo. Y los brazos de Lawri estaban atados.

Esto matará a algunos amotinados, pensó con admitida satisfacción. Y a mí con ellos. El láser-com podría quemar o cegar usado desde cerca, pero ciertamente casi no podría dañar el mac. Seguiría tumbada con la esperanza de que los amotinados fuesen dominados por el pánico. Lawri había triunfado incluso más allá de sus ambiciones. ¡Pero eso me está matando!

La pantalla de nubes fue sobrepasada y desapareció.

Gold estaba a la izquierda del centro de la ventana arqueada. El Anillo de Humo se arrastraba a la izquierda de Gold. Aceleraron hacia el este y un poco hacia afuera.

Este te lleva hacia afuera…

Estaban atravesando el Anillo de Humo.

Yo ya lo sabía. El loco de Jeffer va a matarnos a todos.


Con la cabeza apoyada hacia abajo, con los extremos de lo que podía haber sido un reposacabezas elevándosele salvajemente en los omóplatos, Gavving miró paralelamente a su nariz, intentando darle sentido a lo que estaba viendo.

El cielo se deslizaba por los bordes de la ventana arqueada. Una familia triuna se partió y revoloteó y desapareció antes de que pudieran huir. Una pequeña y aplastada jungla verdosa derivó muy cerca, aceleró, desapareció rápidamente. Una nube blanca y esponjosa apareció por delante. Muy cerca. Blanca ceguera, y el mac se estremeció y resonó bajo el impacto de las gotas de agua. Algo pequeño golpeó contra la ventana arqueada con un terrible estruendo y dejó una película rosada de un cuarto de metro de diámetro. En un respiro la lluvia la había borrado.

La nube se marchó, y el cielo ante ellos apareció claro y sin obstáculos. Gold y el Anillo de Humo eran como bolas de pelusa en un tallo, recortándose contra el cielo azul… un profundo, oscuro cielo azul, un color que Gavving no había visto en toda su vida.

Giró la cabeza para mirar a Minya. El dolor de su cuello cambió… la presión disminuyó ante aquel gesto.

Minya le volvió la mirada. Amada Minya, su cara era más redonda de lo que Gavving recordaba. Gavving intentó hablar y no pudo. Apenas podía respirar.

Minya susurró.

—Casi.


La luz principal del MAC había vuelto, ¡y cambiaba al azul!

Un cambio en su línea espectral y podría dominarlo. Afortunadamente. Kendy abortó su habitual mensaje. El erosionado programa del MAC estaría bastante ocupado sin necesidad de nuevas ocupaciones. El MAC estaba volando. Debía llevar acelerando unos cuantos minutos. Por el cambio de frecuencia, estaba adquiriendo velocidad suficiente como para escapar del Anillo de Humo… ¡a unas cuantas decenas de miles de kilómetros de la propia Disciplina!

Cuando la luz se apagase, Kendy enviaría el mensaje. El aire empezaba a aligerarse alrededor del MAC. La recepción sería buena.

—Kendy del Estado. Kendy del Estado. Kendy del Estado.


El sonido se detuvo, la terrible gravedad desapareció, todo al mismo tiempo. Los cuerpos eran como arcos destensados. Los ciudadanos, que no habían tenido aliento para gritar, empezaron a hacerlo.

Mientras los gritos reflejos cambiaban a gruñidos, el Grad pudo escuchar a Lawri diciendo:

—Jeffer. Nunca uses el motor principal a menos que quieras empujar el árbol.

El Grad sólo pudo asentir. Había capturado el mac, y… comida de árbol, todos lo sabían, si no lo hubiese matado le habría llevado a bordo del mac! Y entonces el Grad tocó la barra azul.

—Lawri —dijo—. Estoy abierto a sugerencias.

—Dale de comer al árbol.

El Grad escuchó una carcajada desde la popa… de Anthon. Debby le estaba aplastando el vientre duramente. El golpe le había doblado como una U, pero todavía se reía, y ella se unió a su risa.

¡Tenían razón! Habían estado tumbados junto a la pared trasera, protegiendo a Usa de lo que podría haber sido una sacudida. Las sillas asesinas podrían haberles roto la espalda, pero ninguno de los gigantes de la jungla había estado con ellos.

Otros aún gruñían, agitándose, pasando del dolor al miedo. Usa empezaba a despertar. Merril —ojos vacíos, hipnotizados por el peculiar cielo que se precipitaba por la proa— parecía estar al margen de todo.

—Bueno, ¡alguien tiene que hacer algo!

La voz de Clave se extendió, y llenó la cabina del mac hasta la saturación.

—Calmaos, ciudadanos. No tenemos muchos problemas. Recordad dónde estamos.

Otros sonidos se detuvieron.

—El carguero fue construido para esto —dijo Clave—. Llegó de las estrellas. Sabemos cómo funciona dentro del Anillo de Humo, pero fue construido para funcionar en cualquier parte, ¿no es así, Grad?

Aquella evidencia se le había pasado por alto a él.

—No en todas partes, pero… fuera del Anillo de Humo, seguro que sí.

—Eso está bien. ¿Cuál es nuestra situación.

—Dame un respiro.

El Grad estaba avergonzado. Esto permitió que Clave volviera a poner su mente en marcha. No tenemos problemas. Afortunadamente. Clave no tenía el entrenamiento adecuado para saber que aquello no tenía sentido.

La pantalla azul estaba encendida. Tracción: 0. Aceleración: 0. El gran rectángulo azul tenía un borde de parpadeante color escarlata: motor principal encendido, combustible agotado. Dio un ligero golpecito, con la esperanza de que sirviera de algo. O2: 211. H2: O. H2O: 1,328.

—Agua en abundancia, pero nada de combustible. No podemos maniobrar. No encuentro solución, no sé adonde vamos a ir. ¿Lawri?

Sin respuesta.

—Estamos condenados a caer antes o después. —Pantalla verde—. La presión está bajando en el exterior.

Estamos… —Aquello podría causar disturbios, si los demás se enteraban—. Estamos saliendo del Anillo de Humo. Por eso el cielo tiene ese color tan peculiar. —Pantalla amarilla—. El soporte vital parece bueno. —Pantallas de las ventanas—. ¡Oh, madre mía!

En las vistas de popa y laterales, todo había disminuido: los árboles integrales eran palillos, los estanques gotas brillantes, todo parecía sumergido en la niebla. Gold era una protuberancia dentro de una lente más amplia con formas de nubes que se desvanecían hacia el este y el oeste: una forma tormentosa que se esparcía por el Anillo de Humo. El planeta oculto parecía indecentemente cercano.

—¿Grad?

—Lo siento, Clave, me había transpuesto. ¡Ciudadanos, no os perdáis esto! Nadie había visto el Anillo de Humo desde fuera, sólo los hombres que llegaron de las estrellas.

Todos se acercaron para ver las pantallas o echar una mirada al exterior a través de las ventanas laterales. Pero Gavving dijo:

—Creo que Horse ha muerto.

¿Horse? El viejo que Gavving había llevado con él. Horse, ciertamente, parecía estar muerto; apenas dudaron de que la marea hubiera parado el corazón de un hombre viejo. Pobre copsik, pensó el Grad. Nunca se había encontrado anteriormente con Horse, ¿pero qué ser humano querría morir poco antes de poder ver aquello?

—Tómale el pulso.

—Vista a babor, Jeffer —dijo Lawri.

Había algo en su voz… el Grad miró. Junto al borde: ¿un destello plateado?

—No…

—¡Es Mark! ¡Todavía está ahí afuera!

—No puedo creerlo.

Pero el traje a presión plateado gateaba ante sus ojos. El enano debía estar agarrado a las redes durante toda la salvaje aceleración.

—¡Jeffer, déjale entrar!

—¡Es un hombre! Yo… Lawri, no puedo. La presión es demasiado baja en el exterior. Perderíamos nuestro aire.

—Se va a morir ahí afuera. Espera un minuto. Abre las puertas una por una. ¡Ah! ¡Por eso Klance las llamaba esclusa de aire! Lo decían las cintas grabadas.

—Seguro. Dos puertas mantienen el aire dentro. De acuerdo. —Golpes apagados resonaban a popa. El hombre de plata necesitaba entrar—. Anthon, Clave, puede ser peligroso. Quitadle la pistola en cuanto haya entrado. —El Grad despejó todo excepto la pantalla amarilla. De momento no podía tomar decisiones rápidas. Pellizcó juntas ambas líneas —había que asegurarse de que estaban muy apretadas— y luego abrió la puerta exterior con el dedo índice.

El hombre de plata desapareció de la vista al entrar en la esclusa de aire.

Bien. Cerrar la otra línea, un momento… ¿no hay bordes rojos? Abrir la interior. El aire siseó en la esclusa. El hombre de plata penetró en el mac, le dio a Anthon la pistola escupidora, y se llevó las manos al yelmo.


En el fondo de su ser, Lawri había esperado en el último minuto un contramotín por parte del hombre más duro de la Armada. Abandonó aquella esperanza cuando le vía la cara. Mark era un enano, naturalmente, y los huesos de su rostro se marcaban brutales; pero la mandíbula le colgaba fláccidamente y su aliento era rápido y su cara palidecía por la impresión. Sus ojos titubearon por la cabina, buscando seguridad.

—¿Minya?

Una mujer de cabello oscuro le contestó.

—Hola, Mark.

Su voz era opaca y su expresión hostil. Mark asintió sin alegría. Reconoció a Lawri.

—Hola, Aprendiz del Científico. ¿Y ahora qué?

—Estamos en poder de los amotinados —dijo Lawri—, y quisiera que se dedicaran a algo mejor que a volar con lo que han robado.

El Primer Oficial de los amotinados dijo:

—Bienvenido a la Tribu de Quinn, como ciudadano.

La Tribu de Quinn no tiene copsiks. Yo soy Clave, el Presidente. ¿Tú quién eres?

—La Armada, el hombre puntero, la armadura. Mi nombre es Mark. Ciudadano no suena mal. ¿A dónde vamos?

—Nadie parece saberlo. Por ahora, no vamos a confiar completamente en ti, Mark, así que vamos a atarte a un asiento. Puede que para ti haya sido realmente un paseo. Quizá estés hecho de materia estelar.

Mark se dirigió hacia una silla vacía.

—Considerando todas las cosas, prefiero pasear dentro. Sería una locura salir. Espero que realmente no vayamos a golpear contra Gold, ¿verdad?

¡Se ha vuelto dócil!, pensó Lawri con disgusto. ¡Se ha entregado a los amotinados! ¿Iban a ganar realmente?

Y entonces vio lo que los demás no habían visto.


Clave contó diez asientos y trece ciudadanos, uno de ellos muerto. Horse no necesitaba silla. Ni ninguno de los tres gigantes de la jungla. ¡Todo lo contrario! Pero incluso contando con el amplio hueco para la carga, en la popa, el mac estaba atestado.

Los ciudadanos parecían haberse tranquilizado. Estaban demasiado maltrechos y cansados para sentir, pensó Clave. Tuvo consciencia de que aquello le dominaba incluso a él mismo. Muchos de ellos —incluido el hombre de plata— miraban a través de las ventanas.

El cielo estaba casi negro y con docenas de puntos blancos esparcidos por él. La Aprendiz del Científico rompió su enfadado silencio para decir:

—Habéis estado oyendo hablar de esto toda vuestra vida. ¡Las estrellas! Lo decíais sin saber de lo que estabais hablando. Bien, ahí están. Moriréis por eso, pero habéis visto las estrellas.

Eran reales, e impresionantes, pero sólo eran puntos. Lo que llamaba la atención de Clave eran el Fantasma Azul y el Fantasma Niño. Nunca los había visto. El par de abanicos de luz violácea eran vividos y terroríficos. Estaban completamente fuera del Anillo de Humo, saliendo a raudales del agujero que había en el anillo.

Anthon y Debby seguían ocupados. Habían colgado los ponchos y la ahumada y limpia carcasa de un pájaro salmón de los ganchos que había a lo largo de las paredes de la zona de carga. En aquel momento estaban cortando delgados filetes del pájaro.

Clave recordaba que se había sentido exactamente como ahora cuando el árbol se desmoronó. ¡Todavía no sabía lo suficiente sobre el arte de tomar decisiones! Entonces, había estado dispuesto a estrangular al Grad por ocultar información. En aquellos momentos…

El Grad le estaba mirando con cierta desconfianza. ¿Estaría pensando que Clave guardaba intenciones de atacar a los prisioneros? Clave sonrió. Se fue hacia la parte trasera y ayudó a los gigantes de la jungla a distribuir entre los pasajeros loncha de carne enrollada.

La situación era distinta. Allí Clave no era el Presidente. Si morían, no sería por su culpa.

Probablemente, los gigantes de la jungla encontraban al mac aún más terrorífico de lo que le parecía a él aunque actuaban como si estuvieran en su casa. Las cantimploras de agua fueron pasando arriba y abajo por las sillas… tres calabazas que no parecían muy llenas. Clave se preguntó si el mac tendría una reserva de agua.

Iba a formular la pregunta, pero el Grad habló primero.

—Gavving, ¿puedes venir un momento?

Había urgencia en su voz. Anthon lo notó, pero siguió con lo que estaba haciendo. Y lo mismo Clave. Si necesitaban su ayuda tendrían que pedírsela.


Gavving se apretó entre Lawri y el Grad. La convocatoria era sobre algo importante. Minya notó que la miraba, y que Gavving necesitaba algo de tiempo para sosegar las facciones.

El Grad señaló.

—¿Ves el borde rojo parpadeando alrededor de ese número?

—Sí.

—El rojo quiere decir emergencia. Ese número se refiere al aire de la cabina. ¿Cómo te sientes? ¿Te viene un ataque de alergia?

—De momento, es lo que menos me preocupa. —Gavving escuchó a su cuerpo. Los oídos y los senos nasales se sentían desdichados… los ojos escocidos— …Quizá.

Los números amarillos deslizaron un dígito tras el punto decimal.

—Aprendiz del Científico, ¿algún comentario?

—Prueba tú mismo, Jeffer el Científico.

—Mmmm.

—Grad, ¿qué quiere decir?

—Oh, lo siento, Gavving. No hay aire en el exterior. El aire de dentro debe estar escapando hacia el, hum, universo. Ya sabes. Te dije lo confuso que me sentía. Quizá puedas sugerir algo.

Gavving lo sugirió.

—Lo que Clave dice…

—Clave no dice que el mac tiene ya casi cuatrocientos años y quizá se desmantele.

—Como las piezas de las bicicletas… conforme, ¿cuál es la opinión de la Aprendiz del Científico?

Lawri afrontó sus miradas implorantes con los labios apretados y los ojos fijos en los de Gavving. El Grad sonrió y dijo:

—Mejor es que le preguntes su opinión sobre nosotros.

Gavving no lo hizo.

—Cuatro guerreros enemigos, seis copsiks amotinados, un cadáver, y un hombre de la Armada que ha rendido su arma. —Su expresión se alteró. ¿Se había olvidado Lawri del hombre de plata? No era fácil. Probaría de otro modo—. Yo solamente me pregunto si ella es lo suficiente buena para salvarnos, y si querría. Podemos perder demasiado tiempo en eso.

El Grad asintió.

—Lawri, si el Científico estuviera aquí, ¿podría salvarnos?

—Quizá. ¡Pero no lo haría!

—¿Klance no salvaría el mac? —El Grad sonrió.

Lawri se encogió de hombros lo mejor que pudo dentro de sus ataduras.

—De acuerdo, Klance habría salvado el mac.

—¿Cómo? —Lawri no contestó—. ¿Tú puedes salvarnos?

Enarcó una ceja hacia ellos. Gavving lo encontró admirable, pero en cambio dijo:

—Eso es un farol. Grad, podemos arreglárnoslas solos. El Científico decía cosas sobre gases, ¿no es así?

—Ambos Científicos lo hacían. Era sobre el… ¿oxígeno? Podemos sacar aire del tanque de oxígeno. El tanque de hidrógeno es el que está vacío. Y… podemos hacernos con combustible si actuamos con mucho cuidado. El mac descompone el agua en los dos elementos del combustible. El primer elemento, el oxígeno, es lo que respiramos. Por lo menos, tendremos algo más de tiempo.

Gavving estudió la cara de la chica rubia. ¿Qué haría ahora? ¿Qué necesitaba? Si sólo quería que todos murieran, morirían. Pero había algo que ella aborrecía más que el motín.

Dependía de que se lograra el propósito del Grad que, por otra parte, era una buena idea. ¿Cómo? Formulando preguntas estúpidas; aquello siempre funcionaba.

—¿Podemos encontrar la fuga? ¿Quemar algo y mirar por dónde sale el humo?

—¡Sí! Esto convencerá a todos de que ha sido un error, me parece, y quemar también un poco de aire. ¿Mph?

—¿Inspiración?

—Moléculas de… pedazos de aire que se mueven más lentamente cuando se enfrían. —El tablero había revivido con números amarillos y dibujos. El Grad tocó una punta de flecha en una línea vertical, luego movió la yema del dedo lentamente hacia delante suyo. La cabeza de flecha se desdobló, y una siguió su dedo.

—Nunca me había imaginado que pudiéramos poner la cabina más fría o más caliente, pero es la verdad. Ese oxígeno es líquido. ¡Frío! Nos congelaría los pulmones si no hubiese algo que mantuviera caliente la cabina. De acuerdo, ahora hará más frío, pero viviremos más tiempo. Pienso que lo mejor es decirle a Clave lo que estamos haciendo y que sea él quien lo anuncie. Ahora ya sabemos para lo que nos van a valer los ponchos que traemos de más. Luego probaremos lo del humo…

Lawri habló.

—¡Déjame ponerme en los malditos controles!

Gavving se volvió hacia ella. Ocultó una sonrisa. Lawri podía querer verlos muertos, pero no podía dejar que el Grad los salvara sin su ayuda.

—¿Es demasiado difícil decírselo al Grad? —preguntó Gavving.

—No. Pero no quiero.

—¿Grad? ¿Probamos el humo?

—Peor sería que Lawri pudiera matarnos. Además, desde siempre ha querido hacer volar el mac. Lawri, el puesto de Aprendiz del Científico está libre por ahora.


Lawri flexionó los brazos y miró hacia sus captores. Le escocían las manos; tenía los brazos doloridos. Su mayor deseo era golpear a los amotinados. Pero la mirada que había en el rostro de Jeffer… como la de Klance esperando la respuesta correcta a alguna estúpida pregunta rutinaria…

El cielo estaba negro como el carbón. Las estrellas eran puntos blancos, como diminutas versiones de Voy, pero miles de ellas. Y si aquello despertaba el miedo en Lawri, ¿qué podía hacer con aquellos salvajes? Los observó mientras ingerían filetes enrollados de carne cruda, y súbitamente sonrió.

Se estiró hasta más allá del Grad y apretó la tecla blanca.

—Prikazyvat Voz—. ¡Oíd esto, alimentadotes del árbol!

—Preparado —dijo una voz que no pertenecía a nadie en el mac—. Identifícate.

La charla de sobremesa concluyó en un silencio mortal. El gigante de la jungla macho montó el arco. Lawri les dio la espalda.

—Soy Lawri, el Científico. Danos tu situación.

—Los tanques de combustible están casi vacíos. Fuerza agotada, baterías cargándose. La presión del aire está bajando, quedará peligrosamente baja dentro de cinco horas, letal en siete. Pantallas asequibles.

—¿Por qué estamos perdiendo presión de aire?

—Todas las aberturas están selladas. Buscaré la fuente de la fuga.

Lawri desconectó el botón blanco.

—Eso es lo que nos va a matar. Nos asfixiaremos por falta de aire. Es demasiado malo. Tendremos un gran espectáculo, pero no quiero verlo —centelleó hacia el Grad.

—¿Por qué apagas la pantalla?

—La Voz no puede oírnos hasta que apriete de nuevo. Puede hacer cosas imprevisibles si se le da una orden equivocada, incluso aunque sólo siga algo equivocado.

—¿Puede hablar conmigo?

—Eres un… —Su desprecio se convirtió en otra cosa—. Necesita identificarte, y recordarlo. Hmmm. Inténtalo. —Apretó el botón para hablar.

—Prikazyvat Voz —dijo el Grad.

—Identifícate.

—Soy el Científico de la Mata de Quinn. ¿Tenemos combustible suficiente para poder volver al Anillo de Humo?

—No.

Por un momento, el Grad se olvidó hasta de respirar.

Luego dijo:

—Tenemos una reserva de agua. Podemos descomponerla para conseguir combustible?

La Voz se detuvo. Luego continuó.

—Si el flujo de luz solar mantiene su actividad, podré obtener combustible suficiente para conseguir volver. Percibo muy cerca de nuestro curso una masa. Puedo usarla como fuente de gravedad.

—¿La masa es Gold?

—Repite.

—La masa, ¿es el Mundo de Goldblatt?

—Sí.

El Grad pulsó el botón antes de empezar a reír.

—¡Ir a Gold! Si con eso sobrevivimos…

La susurrante popa había llegado a ser un obstáculo. Con el aire convirtiéndose en hielo y una Voz hablando desde las paredes, el almuerzo empezaba a derivar hacia el pánico.

—Gavving —dijo Jeffer—, deberías decirles algo sobre la presión. No tenemos tiempo de informar a Clave.

—¿Puedo hacerlo yo? —preguntó Lawri. Ella sabía más sobre lo que iba a ocurrir.

Jeffer parecía espantado.

—¡Lawri, creen que has sido quien ha causado la fuga!

—Salvajes…

—Cualquiera lo habría supuesto.

Lawri no supo si el Grad era consciente de lo que su frase implicaba.

Gavving estaba hablando con el resto de los amotinados sobre la fuga. Lo hizo extensamente, incluyendo lo que planeaban hacer. Jeffer pulsó el botón blanco.

—Prykazyvat Voz. ¿Has encontrado la fuga?

—No encuentro ningún punto de fuga. El aire está desapareciendo.

—¿Podremos sobrevivir hasta que regresemos al Anillo de Humo?

—No. El curso que he programado dura veintiocho horas. La presión del aire llegará a niveles letales dentro de diez. Los tiempos son aproximados.

Lawri no recordaba exactamente cuánto podía durar una hora. Y… ¿diez horas? Pasarían siete antes de que la cabina estuviera lo suficientemente fría. Se preguntó por qué la Voz no lo habría tomado en cuenta. A veces la Voz parecía un poco loca.

—Pantallea —dijo Lawri— las áreas en que has buscado la fuga.

De los diagramas de líneas amarillas de la cabina brotaron bordes verdosos a lo largo de dos tercios del interior. Puntos rojizos parpadeaban por todas partes.

—Esos son los sensores que han muerto —le dijo Lawri a Jeffer—. Voz, realiza el curso de corrección.

—Prikazyvat Voz —añadió Jeffer—. ¡No uses el motor principal en ningún momento!

—Lo encenderé mientras quede combustible —dijo la Voz—. Arderá en diez segundos. Nueve. Ocho.

—¡Qué todo el mundo se agarre a algo! —avisó Jeffer.

Los amotinados se estaban poniendo los ponchos sobrantes sobre la ropa. Se detuvieron para atarse con correas. Los gigantes de la jungla se desplazaron hasta la pared de popa y se asieron a los utensilios…

—Dos. Uno.

Pero sólo se encendieron los cohetes de posición. La nariz del mac giró hacia el Anillo de Humo y se quedó así mientras se encendían los motores de popa. Aquello duró unas cuantas decenas de inspiraciones. Pasarían muy cerca de Gold… que se había convertido en una inmensa tormenta espiral de aspecto afilado, y cuyo borde estaba ya bajo ellos.

Mark no estuviera atado, pensó Lawri, y si el motor principal se encendiera, nadie sería capaz de moverse excepto Mark. Había algo que debía recordar. Jeffer no parecía haber descubierto que la tracción podía ser controlada, apretando en lo alto, o bajando los rectángulos que se alzaban, o bajando la corriente de combustible.

Mientras tanto… ¿cómo podrían controlarse las fugas? Si había un modo de hacerlo, Lawri estaba condenada a encontrarlo antes de que lo hiciera Jeffer.

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