Cinco — Recuerdos

Allí estaba otra vez. Era una frecuencia especial de luz la que Sharls Davis Kendy había tenido durante quinientos años. No obstante la había encontrado hacía cincuenta y dos años, y cuarenta y ocho, y veinte, y… seis observaciones seguras y diez más probables. El punto estaba circulando. Aquella vez al oeste de su posición, apenas visible a través de la mezcla de polvo y gas y lodo y vida vegetal: la luz del hidrógeno en combustión con el oxígeno.

Kendy fijó su atención en un punto ondulante dentro del Anillo de Humo. Raramente podría el MAC reconocer la señal que tan inmersa estaba en aquella mezcla, pero Kendy nunca había considerado la posibilidad de darse por vencido.

—Kendy del Estado. Kendy del Estado.

El motor principal del MAC debía llevar muchas horas funcionando. Aceleraría lentamente, muy lentamente: empujando algo masivo. ¿Qué estaban haciendo allí dentro?

¿Habrían olvidado por completo la Disciplina y a Sharls Davis Kendy? Kendy se había olvidado de muchas cosas, pero lo que recordaba era algo tan real como el momento que estaba viviendo. Aquellos inútiles intentos de contacto necesitaban muy poca cantidad de su atención. Kendy se refugió en los recuerdos.


La estrella objetivo era blanco-amarillenta, con un espectro muy parecido al del Sol, circundando a una compañera invisible. De 1,2 masas solares, T3 era por minutos más brillantes y azulada que el sol: entre G0 y G1. La compañera, de la mitad de la masa solar, debería ser una estrella, no un planeta. Por lo menos, era visible.

El Estado había conseguido datos telescópicos de las primeras misiones a otras estrellas. Por lo menos había un tercer cuerpo, planetario, en aquel sistema. Podría ser un planeta parecido a la Tierra; en tal caso, la Disciplina cumpliría con su misión principal sembrando la atmósfera con algas capaces de producir oxígeno. En un futuro distante, el Estado podría volver y encontrarlo adecuado para la colonización.

Pero alguien tendría que ir personalmente para comprobar las características propias del lugar.

La Disciplina era una nave sembradora de exploración, cuya misión se dirigía a un anillo de amarillentas estrellas que podrían hospedar mundos parecidos a la Tierra. Su misión secundaria era un secreto sólo conocido por Kendy; pero la exploración, definitivamente, era la tercera opción de la lista; la Disciplina no se detendría allí. Kendy pasó rozando T3, tomó fotografías y grabaciones, y se desvaneció en el vacío. Podría ir tan lento como para lanzar un misil con una cabeza de guerra llena de algas adaptadas, en el caso de haber encontrado un blanco.

Cuatro miembros de la tripulación estaban en el módulo de control. Tenían ajustado el enfoque del telescopio y en la gran pantalla aparecía un dibujo como a la acuarela de una estrella blanco-azulada, con un pequeño punto de ardiente luz blanco-azulada en el borde. Sam Goldblatt tenía el espectro de T3 expuesto en una pantalla más pequeña.

Sharon Levoy leía la grabación; nadie más estaba a la escucha.

—Eso lo resuelve. La Estrella Levoy es una vieja estrella de neutrones que pasó del estado de pulsar hace quinientos o mil millones de años. Todavía está más caliente que el infierno, pero sólo tiene veinte kilómetros de diámetro. La radiación superficial es casi despreciable. Puede que haya perdido la capacidad de giro y el calor residual en todo ese tiempo. No hemos podido verla porque no desprende bastante luz.

«La enana amarilla es una estrella que puede tener planetas, pero podemos suponer que los planetas han perdido la atmósfera, vaporizada cuando estalló la supernova cuyas cenizas son la Estrella Levoy…

Goldblatt gruñó.

—¡Se supone que somos la primera expedición que ha venido aquí! ¡Prikazyvat Kendy!

La tripulación no era capaz de suponer que el computador de la nave y su personalidad grabada pudiera escucharles indiscretamente.

Sin embargo, Kendy dijo:

—Hola, Sam. ¿Qué pasa?

Sam Goldblatt era un hombre alto, robusto, con un espeso y cuidadosamente arreglado bigote. Había estado maldiciendo desde que Levoy encontró y bautizó a la estrella de neutrones. Su frustración ya había encontrado un objetivo.

—Kendy, ¿tienes grabaciones de alguna expedición anterior?

—No.

—De acuerdo, compruébamelo. Esas son líneas de absorción de oxígeno, ¿o no? Lo que quiere decir que hay vida vegetal en alguna parte de este sistema, ¿verdad? ¡Y eso es lo que justifica que el Estado haya enviado aquí una nave sembradora!

—Ya he visto el espectro. Después de todo, Sam, ¿por qué no podría haberse desarrollado la vida por sí misma? En la Tierra ocurrió así. Además, esas líneas no indican Que sea un mundo similar a la Tierra. Son demasiado agudas. Hay demasiado oxígeno, demasiada agua.

—Kendy, si no es un planeta, ¿qué es?

—Ya lo averiguaremos cuando estemos más cerca.

—Hmmm. No a esta velocidad. Kendy, pienso que deberíamos ir más despacio. Desacelerar al máximo para que los cohetes exploradores Bussard pueden trabajar. No malgastaremos combustible, tendremos una vista mejor, y podremos acelerar nuevamente utilizando como combustible el viento solar.

—Peligroso —dijo Kendy—. Recomiendo lo contrario.

Y aquello fue lo que hizo.


Durante quinientos doce años, Kendy había estado corrigiendo grupos parciales de su memoria hasta que se dio cuenta de que no los necesitaba. No recordaba haberse decidido a seguir las sugerencias de Goldblatt. Goldblatt debería haber persuadido al Capitán Quinn y al resto de los tripulantes, y Kendy se había dado por vencido… ¿por ellos, o por su propia curiosidad? Kendy recordaba:

La Estrella Levoy y T3 circulaban alrededor de un punto común siguiendo órbitas excéntricas, a una distancia media de 2,5 X 10E8 kilómetros, con un período orbital de 2,77 años terrestres. La estrella de neutrones estaba justo detrás de la enana amarilla cuando la Disciplina penetró en el sistema. Ahora estaba emergiendo y entrando en el enfoque telescópico de la Disciplina.

Vio el anillo de nubes blancas, con toques verdosos, con un punto brillante en el centro. Las líneas de absorción de agua y oxígeno procedían de allí. Era algo diminuto según los conceptos astronómicos: la región de mayor densidad rodeaba la estrella de neutrones a 26.000 kilómetros… aproximadamente cuatro veces el radio de la Tierra.

—Como una guirnalda de Navidad —suspiró Claire Dalton. El cuerpo de la socióloga era hermoso y tenía el cabello rubio y esbeltas piernas, pero sus recuerdos de corpiscilo llegaban más allá… y ¿qué estaba haciendo en el puente? El Capitán Dennis Quinn debía haberla invitado, para poder estar juntos. Aquello indicaba una laxitud en la disciplina que Kendy debía vigilar.

La tripulación de la Disciplina siguió estudiando la arcaica guirnalda de Navidad. Hasta que, súbitamente, Sam Goldblatt, graznó:

—¡El Mundo de Goldblatt! ¡Prikazyvat Kendy, graba eso, Mundo de Goldblatt! ¡Allí dentro hay un planeta!

—No puedo estar de acuerdo hasta que no nos encontremos a menor distancia, Sam.

—Está allí. ¿Sabes cómo actúa un torus de gas?

Aquello era parte de las memorias de Kendy.

—Sí. No dudo que tengas razón. Obtendremos algunos muestreos de radar cuando pasemos la aparatosa tormenta.

—¡Demonios, continúa! Nos detendremos e investigaremos esa cosa. —Goldblatt parecía desquiciado por la espera—. ¡Una vida que parece verde! ¡Vida, no un planeta! Debemos aprenderlo todo sobre ella. Claire, Dennis, ¿lo estáis viendo o no?

La tripulación estaba constituida por doce ciudadanos y ocho corpiscilos. Los corpiscilos podían razonar, pero no tenían derechos civiles. Los ciudadanos tenían menos de los que pensaban. Por razones morales, Kendy mantenía la ficción que le habían encargado.

La sugerencia de Goldblatt no fue digna de consideración.

—Piensa —dijo Kendy—. Tenemos combustible para desacelerar una vez y sólo una vez. La necesitaremos cuando alcancemos la Tierra.

—Allí hay agua —dijo Dennis Quinn pensativamente. Podremos recargar combustible. Apuesto a que es rica en deuterio y tritio. ¡No puede ser de otro modo; después de todo, circunda las cenizas de un supernova!

Claire Dalton estaba mirando fijamente a la pantalla, hacia el perfecto anillo de humo con una diminuta punta de alfiler brillante en el centro.

—La estrella de neutrones se ha enfriado, ha perdido mucha rotación y mucho calor y mucha de la tremenda fuerza magnética que hacía girar el pulsar. Es brillante, pero demasiado pequeña para que desprenda mucho calor real. Es probable que pudiéramos vivir en su entorno. —Miró a su alrededor—. ¿Acaso no hemos venido hasta aquí para eso? Las sorpresas del universo. Si no paramos ahora, podremos regresar a la Tierra sin problemas. —El tono de desprecio que mostraba su voz era inequívoca.


Los recuerdos de Kendy saltaban a partir de aquel punto. Apenas le sorprendió. Aquel debía haber sido el verdadero comienzo del motín.

Recordaba que había examinado y actualizado todos sus datos sobre la mecánica del torus de gas.

Había dos planetas circulando ampliamente las estrellas gemelas: gigantes gaseosos, tipo Júpiter, sin lunas. La vieja supernova debía haber volatizado los mundos más pequeños.

Un cuerpo daba vueltas alrededor de la estrella de neutrones. Un limbo del Anillo de Humo estaba plasmado en un distorsionado remolino tormentoso. Oculto en su interior había un conglomerado de roca y metales de 2,5 masas terrestres. Había algo de oxígeno y vapor de agua en su caliente y pesada atmósfera. El Mundo de Goldblatt estaba bloqueado por las mareas, y era inhabitable. Una banda envolvía su atmósfera y quizá pudiera albergar vida como la de la Tierra primitiva… pero la atmósfera era terrible disminuyendo indefinidamente a través del propio Anillo de Humo.

Las marcadas líneas de oxígeno y agua procedían del torus de gas.

Un torus de gas es el resultado de una masa ligera orbitando alrededor de una masa más pesada, como Titán orbitando Saturno. Puede suceder que la masa más ligera sea demasiado débil para contener su propia atmósfera. Las moléculas más rápidas del aire escapan… pero orbitan alrededor de la masa más pesada. De ese modo, Titán órbita a Saturno dentro de un anillo formado por la atmósfera escapada de Titán, como Io órbita a Júpiter dentro de un anillo de azufre ionizado por el feroz campo magnético de Júpiter.

Un torus de gas es poco denso. El gas puede llegar al extremo de que cada molécula puede considerarse como seguidora de una órbita independiente: incluso es razonable suponer que puede dar media vuelta a la masa primaria sin golpear con ninguna otra molécula. Bajo ciertas circunstancias, un torus de gas es estable. Un rayo ocasional de fotones puede golpear contra una molécula en el espacio interestelar; pero las moléculas continuamente reencuentran el cuerpo del satélite.

Titán —más pequeño que Marte, no tan grande como Ganímedes— arrastra una atmósfera neblinosa a una vez y media la presión terrestre a nivel del mar. La atmósfera se pierde continuamente, claro está, pero regresa también continuamente desde el torus de gas.

La Estrella Levoy era un caso extremo y también una proposición ligeramente diferente.

El Anillo de Humo era la parte más densa de torus de gas que rodeaba la Estrella Levoy. En la zona media, era tan denso como la atmósfera terrestre a una milla por encima del nivel del mar: demasiado denso para ser estable. Debía estar continuamente goteando en el torus de gas. Pero el torus de gas era estable: era denso, pero contenía elemento gravitacional ambulante. Las moléculas regresaban continuamente desde el torus de gas al Anillo de Humo, y del Anillo de Humo a la tormentosa atmósfera que envolvía el Mundo de Goldblatt.

—El Mundo de Goldblatt podía haber producido vida como cualquier otro gigante gaseoso, como, por ejemplo, Saturno. Probablemente no entrara en esa fase hasta que el pulsar perdiera una buena parte de calor y de capacidad de giro. —La voz crispada de Sharon Levoy hablaba en el interior de la memoria de Kendy—. Entonces fue capturado por las poderosas mareas de Roche. Pudo haber caído lo bastante cerca como para perder el agua y la tierra lo mismo que el gas. Durante mil millones de años el Mundo de Goldblatt ha estado soltando gas en el Anillo de Humo, y el Anillo de Humo lo ha estado lanzando al espacio interestelar. No es exactamente estable, pero, infiernos, los planetas no son tampoco estables durante mucho tiempo.

—Puede que no permanezca estable mucho tiempo más —le interrumpió Dennis Quinn—. La mayor parte del Mundo de Goldblatt ha desaparecido. Diez millones de años, o cien millones, y el Anillo de Humo estará muy enrarecido.

Kendy recordaba aquellas cosas. Las grabaciones habían sido efectuadas mientras los instrumentos de la Disciplina comprobaban los datos del Anillo de Humo a corto alcance. Algunos miembros de la tripulación estaban inspeccionando el Anillo de Humo por medio de los MACs.

Sus informes eran entusiastas. La vida se basaba en el ADN; el aire no sólo era respirable, sino de una calidad excelente…

Kendy no recordaba haber llevado la Disciplina hacia una órbita alrededor de la Estrella Levoy. Aquello habría gastado el combustible, posponiendo para años su fecha de llegada a las otras estrellas que constituían su objetivo. ¿Por qué?

La voz de Claire Dalton:

—Vamos a salir de esta caja. Está bajando. Con cada vuelta estamos perdiendo un poco de lo que nos recicla. Allí hay algo más que agua; hay aire, ¡incluso, probablemente, haya fertilizantes frescos para los tanques hidropónicos!

Era Sharls Davis Kendy quien gobernaba la Disciplina. La tripulación de la nave estaba formada por veinte personas porque eran las necesarias para controlar una nave sembradora de exploración. El Estado los había elegido como un depósito de la Humanidad: un planeta, un sistema solar, era demasiado frágil para asegurar la supervivencia del Estado, o de la propia Humanidad. Cada una de las naves que había en el cielo tenía tripulación de sobra para que la raza humana pudiera empezar de nuevo: aquella era la misión secundaria, si llegaba el caso. El Estado no esperaba tales desastres; pero la inversión era trivial comparada con la recompensa.

¿Cuándo había perdido el control? Quizá amenazaron con desconectar el computador y pasar a control manual. No debían haberlo hecho; pero la moral podría desintegrarse si demostraban tener tan poco control como tenían realmente. Kendy se había rendido ante aquellas premisas.

O quizá había sentido curiosidad.

No encontraba recuerdos por ninguna parte de que se hubiera producido un motín. Debía haber jugado de farol; puede que no quisiera recordarlo. ¡La tripulación había partido con ocho de los diez MACs y saqueado los tanques hidropónicos a patadas! Aquello nunca había sido permitido.

Era razonable asegurar que siete de los MACs eran inoperables. Podría haberse salvado algún equipo… y el último MACs acababa de cortar el chorro de incandescente vapor de agua. Kendy dejó de enviar su mensaje. El Anillo de Humo resplandecía blanquecino y deforme bajo él.

Algún día lo sabría. ¿Lo recordarían ellos?

Kendy esperó.

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