Veintiuno — Ir a Gold

—Kendy del Estado. Kendy del Estado. Kendy del Estado.

La respuesta llegó casi instantáneamente, aguda y crispada a través del cercano vacío y menguante distancia. El MAC estaba fuera del Anillo de Humo. Kendy nunca había enviado un mensaje tan claro desde el motín. Dijo:

—¿Status?

Los motores, todos ellos, eran funcionales. Combustible: unas tazas llenas. Agua: una buena cantidad. Convertidores de fuerza solar: funcionales. Baterías: cargadas, pero funcionando a bajo nivel mientras descomponían agua en hidrógeno líquidos. El flujo de luz solar de T3 podía estabilizarse en el vacío. Aquello produciría combustible.

El MAC estaba en manual. El flujo de CO2 indicaba que iba atestado de pasajeros. El dióxido de carbono se acumulaba lentamente; el sistema de soporte vital casi podía conducirlo… y la cabina estaba perdiendo aire. ¡Oh, mierda, iban a morir!

—Grabación del curso desde la ignición.

Llegó. El MAC estaba avanzando. Esto debió ocurrir cerca del punto L2 —la propia localización de Kendy, el punto de estabilidad tras el propio Mundo de Goldblatt. Y, si no hubiera sido por el Mundo de Goldblatt, el MAC hubiera vuelto a la seguridad… pero el corazón de un antiguo planeta gigante y gaseoso logró que la órbita del MAC fuese casi un círculo inclinado totalmente fuera del Anillo de Humo.

—Desvíate cuando lo ordene.

Confusión masiva en el funcionamiento.

—Dame una vista de video de la tripulación.

—Denegado.

Y la presión de la cabina seguía bajando. Había que hacer algo. Kendy radió:

—Copia —y esperó.

El computador del MAC pensó en ello, lentamente, bit a bit; multiplicó; y empezó a emitir su programa completo. Tardó veintiséis minutos. Kendy examinó (un Kendy simplificado, reformado con las subsiguientes órdenes y desvirtuado por el tiempo y la entropía) mientras enviaba:

—Preparación para actualización del programa.

—Preparándome.

Kendy no lo creía. El programa que llevaba muerto tanto tiempo podía ser fijado mediante órdenes de protección. Simplemente el no las había obtenido todavía… a menos que se hubieran estropeado. Kendy no tenía un programa actualizado, estaba seguro de ello. Tendría que ensamblarlo desde la ruptura…

La velocidad con la que un computador puede pensar era el triunfo y la tragedia de Kendy. Siempre estaba renovando la sorpresa que le causaba el aburrimiento de su vida sin incidentes. Se mantenía en uso porque Kendy estaba editando constantemente sus memorias. La capacidad de almacenamiento de su cerebro computarizado era fija. Siempre la llevaba cerca del límite. Había editado sus memorias sobre el motín, borrando los nombres de los personajes clave, por temor a que alguien pudiera vengarse de los descendientes de los amotinados. Regularmente, Kendy borraba las memorias sobre su aburrimiento.

En cierta ocasión estuvo analizando el Problema del Cuarto Color de la topología. La prueba propuesta en 1976 por Appel y Haken no podía ser comprobada más que por un computador. Kendy era un computador; había experimentado la prueba directamente y descubierto su validez. Sólo recordaba aquello. Los detalles habían sido borrados. Había usado un programa simplificado en los computadores del MAC, y luego lo borró. Pero ahora tenía el programa del MAC como modelo. Le echó un vistazo, afinándolo por todas partes, corrigiendo donde era oportuno hacerlo, actualizando su propia personalidad simplificada… dejando intactas las propias memorias del MAC sobre el tiempo del motín, porque Kendy había determinado ignorarlas. Buscaba un modo de taponar la fuga de aire en la cabina. No había esperanza: los sensores del soporte de vida habían fallado, no el programa. Casi había borrado la orden que impedía el uso del motor principal. El motor principal era más eficiente. Kendy no comprendía aquella orden… pero había entrado, y recientemente. Kendy lo dejó solo.

Ahora: un programa en curso que los llevara hasta allí, para estudiarlos…

Apenas tuvo tiempo para la esperanza. Kendy había aprehendido los mecanismos orbitales directamente. Vio al instante que no había combustible, y que la luz del sol no era suficiente para realizar la electrólisis del agua a tiempo. Su propio par de MACs, que le suministraban energía merced a sus colectores solares, no tenían combustible suficiente para arrastrar el MAC de los salvajes, suponiendo que Kendy hubiese querido arriesgarlos a ambos en aquella misión.

Olvidar aquello y probar de nuevo… Podría devolverles al Anillo de Humo en el momento que se produjera la menor distancia entre ellos y el Mundo de Goldblatt. De hecho, el computador del MAC estaba ya trabajando para cambiar el curso. Pero se podría lograr a tiempo. Por entonces, todos habrían muerto.

Dejó intacta aquella parte del programa. Borró las barreras que le impedían comunicarse. Radió hacia el MAC el programa revisado al paso de tortuga que el MAC podía aceptar.

El MAC lo archivó.

¡Funcionaba! Al menos podría echarles un vistazo, darles un poco de conocimiento, antes de que se fueran. ¡Después de quinientos doce años!


El frío había invadido a los gigantes de la jungla. Anthon y Debby e Ilsa estaban acurrucados formando una amistosa, abrazada y estremecida bola, con los ponchos de reserva apretados sobre ellos.

Los demás pasajeros lo aguantaban mejor. Había ponchos para todos, menos para Mark, y sobraban otros dos. Habían desgarrado uno para hacer bufandas. Jinny pasó una bufanda alrededor del cuello de Mark y metió las puntas por el collarín del traje plateado.

—¿Estás cómodo?

El hombre de plata parecía bastante animado, pese a las cuerdas que lo mantenían inmóvil en la silla.

—Estupendo, gracias.

—¿Ese traje es lo bastante grueso?

—Maldita sea, mujer, tú eres la que tiemblas. Este traje mantiene su propia temperatura, lo mismo que el mac. Si alguien necesita mi bufanda… ¿te hace falta a ti?

Jinny sonrió y negó con la cabeza.

—De acuerdo, estaría mucho mejor con mi yelmo cerrado —dijo Mark, y sonrieron ambos como si hubiera dicho algo divertido. Pero había algo que no necesitaba ser dicho: si no podían cerrar la fuga, o si Lawri decidía matarlos de alguna manera, Mark moriría con los demás.

El Grad fabricó una antorcha con una de las bufandas y ralladuras gruesas de la piel del pájaro salmón. Estaba a punto de encenderla cuando notó la niebla ante su rostro. La sopló… humo blanco. Todos salvo Horse estaban expeliendo humo blanco, como si fumaran.

—Si pensáis haber localizado la fuga, ¡echadle el vaho! —anunció—. Contened el aliento. No, Jayan, olvida las puertas. La Voz tiene sensores allí.

Lawri hizo algo en los controles.

—Estoy elevando la humedad del aire… el agua del aire. Así habrá más bruma.

Los ciudadanos se fueron turnando ante el panel de control para encontrar puntos blancos en el diagrama amarillo. El Grad empezó con la incómoda tarea que los demás podían olvidar: arrastrarse entre los asientos, bordeando el frío cadáver del amigo de Gavving, echando el aliento hacia el suelo allí donde se unía con la pared de estribor.

Merril gritó.

—Lo tengo. Es la ventana arqueada.

Una multitud de ciudadanos gateó alrededor del borde del ventanal, echando el aliento, mirando el pálido humo mientras formaba corrientes allí donde la ventana se unía al marco. La ventana estaba floja alrededor de la esquina de babor.

—Mirad con cuidado —ordenó Lawri—. Puede haber más.

Ella misma se dirigió a popa. El Grad se unió a ella en la pared trasera.

—¿Qué estás pensando? ¿Hay algún modo de taponar las fugas?

La Voz empezó una cuenta atrás. Lawri esperó mientras se encendían pequeños chorros de fuego. El grupo de gigantes de la jungla se hundió contra la pared de popa sin separarse. Usa se rió tontamente. Todavía debía estar flotando por los efectos de la droga de la pistola escupidora.

El ruido cesó.

—Quizá —dijo Lawri—. ¿Tenemos algo con lo que transportar agua?

—¡Necesitamos calabazas! —pidió el Grad.

Encontraron tres. Merril las recogió y las llevó hacia abajo. Jayan y Jinny estaban exhalando hacia las ventanas laterales, lo que parecía correcto. Gavving y Minya se movían a lo largo del borde de la ventana arqueada, echando vapor y mirando. La bruma pasaba al exterior y se desvanecía inmediatamente, a lo largo de una curva de la ventana tan larga como el brazo del Grad, del hombro a los dedos.

Lawri giró una válvula. Un agua marrón rezumó de la pared de popa, formando un glóbulo creciente.

—¡Eso es lodo! —dijo Merril con disgusto.

—Estaba en el agua del estanque —dijo Lawri—. El mac rompe el agua pura en hidrógeno y oxígeno, pero deja atrás esta sustancia pegajosa. A menudo tenemos que limpiarla. Hay un sistema de eyección, y podéis estar malditamente contentos por ello.

—No podemos beber esa sustancia. Tendremos que gastar la reserva de agua de Minya.

—Decidle que viviremos tiempo suficiente como para estar sedientos. —Lawri tomó las calabazas y las llenó con el líquido del glóbulo marrón. Merril hizo una mueca, al ver cómo se llenaba cada una de las calabazas.

Lawri se fue hacia adelante con ellas. ¿Iría a tapar la fuga con lodo? Si Lawri fallaba, tendría que hacerlo él solo; pero la necesitaba a su lado, tanto tiempo como fuera posible.

Lawri extendió el agua embarrada a lo largo del marco del ventanal.

La bruma se quedó fuera. El cristal empezó a empañarse. El agua se quedó donde ella la había puesto, en una gran burbuja marrón. Durante los siguientes minutos —en los que Lawri sólo se dedicó a vigilar los controles— el agua se redujo y espesó tornándose en un marrón más oscuro. En aquellos momentos, empezó a endurecerse.

—¿Grad? —dijo Clave—. ¿Funciona?

El Grad parecía de hielo. Aquello era tan irreal para él como los gases licuados de los tanques. Miró a Lawri.

Lawri cruzó su mirada y le dijo:

—No aceptaré el puesto de Aprendiz del Científico.

Después de aquella actuación, ¿sería ella quien los dirigiera? Clave fue el primero en hablar, y lo hizo apresuradamente.

—Estoy seguro de que habrá sitio para dos Científicos en la Tribu de Quinn. Especialmente, en estas circunstancias.

—Yo os he salvado. Ahora quiero volver al Árbol de Londres. Eso es todo lo que quiero.

Ella se lo ha ganado, pensó el Grad, pero…

—Pon rumbo allí —dijo Clave.

El mac había bajado la nariz hacia el Anillo de Humo. Más cerca de ellos estaba la forma tormentosa que rodeaba y envolvía Gold, una turbulenta espiral de nubes, con una joroba en el centro. Toda la forma derivaba hacia el este a una velocidad que parecía escasa, pero que debía ser mayor de lo que podían imaginarse. Los brazos del Anillo de Humo se extendían en ambas direcciones. Podía verse el flujo de las corrientes de nubes, que aceleraban al acercarse a Voy, derivando hacia atrás al acercarse el mac. Detalles menores —como árboles integrales— eran invisibles en su pequeñez.

—Tú eres el Científico —dijo Clave—. ¿Puedes llevarnos al Árbol de Londres?

Lawri movió la cabeza. Empezó a tiritar; ya no pudo parar. Minya cogió el último poncho y la envolvió con él, luego enrolló una bufanda alrededor de la cabeza y cuello de Lawri.

—Ya no perdemos aire —dijo Lawri—. Dejad que suba la humedad y no pasaremos sed hasta dentro de mucho tiempo. Jeffer, tengo frío y cansancio y estoy perdida. No puedo tomar decisiones. No me molestéis.


No eran humanos.

Kendy los esperó durante un bit. Tenían la temperatura excesivamente baja. Kendy la fijó hasta que descubrió que al bajar esta se había cortado la fuga.

Debían haber conservado algo del antiguo conocimiento. Pero el frío también los mataría. Observó lo realmente extraños que eran sucumbiendo primero y haciéndose una bola para esperar la muerte.

Los sensores médicos del MAC indicaban un cadáver y doce ciudadanos, ninguno de los cuales era completamente normal. Uno no tenía piernas. Si en el Anillo de Humo habían aparecido genes laterales regresivos, podía haber sido a causa de la consanguinidad. Los demás parecían saludables. No vio cicatrices o señales de viruela, ni signos de enfermedad —lo que resultaba razonable. La Disciplina no había transportado ninguno de los parásitos o bacterias que se habían adaptado a lo largo de millares de años como predadores de la humanidad. Ellos ni siquiera presentaban las deficiencias que puede causar una higiene insuficiente.

La altura anormal, los largos y vulnerables cuellos y los largos y frágiles dedos de las manos y los largos, largos dedos de los pies, mostraban que la evolución había trabajado para una adaptación al entorno de caída libre.

Kendy tendría problemas, si las devolvía al Estado. En ese caso, aquel pequeño grupo sería una perfecta muestra para un examen. El podía haber cometido errores allí, pero nunca pagaría por ello. En su momento, el MAC podría ser encontrado por otros salvajes.

Consideró que ya era hora de hacer su aparición.


Lawri estaba comiendo pájaro salmón crudo, dando muestras de desagrado, pero comiendo. Jayan y Jinny se habían ido a la popa para unirse a los amontonados guerreros de los Estados de Carther. Parece divertido, pensó el Grad melancólicamente; pero él era necesario en su puesto.

Algo estaba pasando ante la ventana arqueada: una forma como una sombra de colores que ocultaba la vista.

—¿Lawri? ¿Qué puedes hacer con eso?

—Algo va mal… nunca he visto nada semejante —luego se calló.

El mac estaba silencioso. Una cara fantasmal llenó la ventana. Se coloreó, grande y transparente, con las tormentas que había sobre Gold viéndose a su través.

Era brutal, con abundantes cabellos y cejas marrones; profundas arrugas ciliares y marcados pómulos; una mandíbula cuadrada y dura; un cuello corto pero grueso, casi como el muslo de un hombre. Una cara que se parecía a la de Mark, o a la de Harp. Un enano gigantesco. Hablaba con la voz de la Voz.

—Ciudadanos, soy Kendy del Estado. Hablad, y vuestra recompensa será más grande que el alcance de vuestra imaginación.

Los pasajeros se miraron entre sí.

—Soy Sharls Davis Kendy —dijo la cara—. Yo traje a vuestros ancestros hasta el Anillo de Humo y los abandoné cuando se amotinaron contra mí. Tengo poder como para enviaros a Gold, a morir. Habladme y decidme por qué no debo hacerlo.

Muchos estaban mirando a los Científicos. ¿Era algún truco de Lawri? El Grad pudo sentir que sus cabellos se erizaban formando un halo alrededor de su cabeza… pero algo había que decir.

—Yo soy el Científico de la Tribu de Quinn… —dijo.

—Yo soy el Científico del Árbol de Londres —dijo Lawri con firmeza—. ¿Puedes vernos?

—Sí.

—Estamos perdidos y desamparados. Si quieres nuestras vidas, tómalas.

—Habladme de vosotros. ¿Dónde vivís? ¿Por qué sois de diferentes tamaños?

—Somos de tres tribus que viven en lugares muy diferentes —dijo el Grad—. Los tres más altos… Siguió hablando mientras su mente intentaba recordar. ¿Sharls Davis Kendy?

Lawri le cortó.

—Tú eras el Controlador de la Disciplina.

—Lo era y soy —dijo la cara espectral.

—Las responsabilidades del Controlador incluían las acciones, actitudes y bienestar de sus asignados —afirmó Lawri—. Si puedes ayudarnos, debes hacerlo.

—Argumentas bien, Científico, pero mis deberes son con el Estado. ¿Tendría que trataros como ciudadanos? Lo decidiré. ¿Cómo estáis en posesión del MAC? ¿Sois amotinados?

Al Grad se le cortó el aliento…

—Ciertamente, no —dijo Lawri con desprecio—. El mac pertenece a la Armada del Científico. Yo soy el Científico.

—¿Y el resto de vosotros? Preséntame.

El Grad se ocupó de ello. Intentó fijar mentiras que luego pudiera recordar, citando a los copsiks del Árbol de Londres —Jayan, Jinny, Gavving, Minya— como ciudadanos del Árbol de Londres; Clave y Merril como ciudadanos que habían sido convertidos en copsiks; él mismo como un refugiado privilegiado, los gigantes de la jungla como visitantes. Demasiado tarde recordó a Mark, atado a la silla e inmovilizado.

Iría a Gold…

—Y, bueno, Mark es un amotinado —dijo—. Intentó robar el mac.

¿Le llamaría el enano mentiroso? Pero los demás le apoyarían… excepto Lawri… Mark tenía la mirada gacha. Miraba de un modo hosco y peligroso.

Sharls Davis Kendy empezó a preguntarle a Mark. Mark contestó irritada, beligerantemente. Se inventó un cuento sobre sí mismo tratándose de copsik interceptado por los ciudadanos en aquel estado; que había intentado robar el mac activando el motor principal, con la esperanza de inmovilizarlos a todos, para descubrir que el feroz empuje le había dejado tan indefenso como a los demás.

La cara pareció satisfecha.

—Científico, cuéntame más cosas sobre el Árbol de Londres. ¿Tenéis gente que no sea considerada ciudadano?

—Sí —dijo Lawri—, pero sus hijos pueden cualificarse para serlo.

—¿Por qué se desmantela un árbol? —preguntó la cara, y también—: ¿Cómo se mueve el Árbol de Londres? —y—: ¿Por qué te llamas Científico? —y—: ¿Cuántos niños mueren antes de crecer hasta poder tener sus propios hijos? —Quería poblaciones, distancias, duraciones: cifras. Lawri y el Grad contestaron lo mejor que pudieron. Con aquello podrían mantenerse muy cerca de la verdad.

Y finalmente la voz de Kendy dijo:

—Muy bien. El MAC volverá a entrar en la atmósfera respirable dentro de once horas. El aire bajará. Mantened la…

—¿Horas?

—¿Qué medida usáis? ¿El circuito que Te-Tres hace alrededor del cielo? En la décima parte de un circuito caeréis a través del aire. El aire es peligroso a ciertas velocidades. Mantened la proa hacia adelante. Veréis fuego; no os preocupéis por él. No toquéis nada de la proa. Se calentará. No abráis la esclusa de aire hasta que no os hayáis detenido. Tendréis combustible suficiente para moveros. ¿Lo habéis entendido todo?

—Sí —dijo Lawri—. ¿Qué oportunidades tenemos de sobrevivir a todo esto?

La cara de Kendy empezó a contestar… y se congeló con la boca medio abierta.


Actualización: La presión de la cabina es nuevamente normal.

¡Habían bloqueado la fuga! ¿Cómo? Un hombre sin glándulas podía sentir curiosidad de un modo natural y sustituirla por emociones más fuertes. Para Kendy, aquello representaba un conflicto. Y el MAC estaba a punto de salir de su campo de acción.

Kendy no había querido decirles que era posible que no sobrevivirían al volver a entrar. Las lecturas médicas indicaban que también ellos estaban unidos a él… y no se atrevería a arriesgarse a que le acusaran de eso.

Aquello lo cambiaba todo. Los salvajes podrían describir nuevamente a Kendy y la Disciplina. Podría detenerles, naturalmente, radiando algún curso erróneo para desviar el MAC. ¿O malgastarías los próximos y pocos minutos… adoctrinándolos sobre el Estado? Imposible. Podría dar un paso trivial en aquella dirección, y entonces intentaría impresionarlos diciéndoles que era necesario que volvieran a ponerse en contacto con él otra vez.

Y, cuando lo hicieran —años o décadas en el futuro— el podría empezar el trabajo por el que había esperado medio millar de años.


La cara habló.

—Habéis controlado la fuga. Bien hecho. Ahora debéis matar al amotinado. El motín no es tolerado por el Estado.

Mark palideció. Lawri empezó a hablar; el Grad la adelantó.

—Le juzgaremos cuando volvamos.

—¿Dudáis de su culpabilidad?

—Eso es lo que se decidirá —dijo el Grad. En aquel momento él mismo podía ser acusado de amotinamiento, ¿pero qué otra cosa podía hacer? Si Mark no hablaba para salvarse, Lawri lo haría por él. / Y soy yo quien capitanea el mac!

—La justicia es rápida en el Estado…

El Grad contraatacó.

—La justicia es certera en la Mata de Quinn.

—Nuestra rapidez puede depender de la comunicación instantánea, cosa de la que vosotros carecéis. —La cara había empezado a hablar más grave y rápidamente, como si tuviera prisa—. Muy bien. Tengo muchas cosas que deciros. Puedo daros la comunicación instantánea y energía que depende de la luz solar en vez de los músculos. Puedo hablaros de un universo que hay más allá de lo que conocéis. Puedo enseñaros a unir todas vuestras pequeñas tribus en un único y gran Estado, y unir vuestro Estado a las estrellas que habéis visto ahora por primera vez. Venid a mí tan pronto como podáis…

La voz de Kendy murió de un modo peculiar, desvaneciéndose en simple ruido, mientras la cara brutal se desvanecía en un aluvión de colores. Luego la voz se calló, y la forma tormentosa se diluyó hacia Gold, que brillaba azul y blanco a través de la ventana arqueada.

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