CAPÍTULO VII. FUNCIONES DE LA PIEL

La mayor parte de la gente que desconoce la estructura fisiológica de su cuerpo se imagina que la piel sirve solamente descubierta externa, como una especie de armadura cuya misión es resguardar los blandos tejidos interiores y protegerlos del contacto con sustancias irritantes.

No obstante, la piel es un órgano tan importante como cualquier otro, pues no hay ninguno en nuestro, cuerpo que no desempeñe una función indispensable para la continuidad de la vida fisiológica.

La piel tiene las siguientes funciones:

1 "Cubrir los órganos internos del cuerpo y protegerlos.

2 "Transmitir al cerebro, a través de los nervios, las percepciones propias del sentido del tacto.

3 "Regular la temperatura del organismo.

4 "La excreción de parte de las impurezas de la sangre.

5 "La absorción de las substancias asimilables con las que es puesta en contacto.

6 "La respiración lenta denominada transpiración, accesoria de la pulmonar.

Esta séxtuple función que desempeña maravillosamente la piel, sin que una modalidad entorpezca las otras cinco, sirve de auxilio eficaz a los riñones, intestinos, pulmones, hígado y otros órganos, y, por consiguiente, a una importante parte del sistema.

Afirman los más notables fisiólogos que la piel es un protector poderoso contra las substancias nocivas, tanto del interior como del exterior.

Está constituida la piel por dos capas distintas:

1" La dermis, o verdadera piel.

2' La epidermis, también denomina a cutis.

La dermis o verdadera piel. es la capa interna colocada debajo de la epidermis y compuesta de una compacta masa recticular, a modo de malla, que tiene las terminaciones de los nervios, las glándulas sudoríficas, los folículos del pelo, las fibras musculares y los vasos capilares sanguíneos y linfáticos.

La dermis descansa sobre el tejido denominado subcutáneo, que presenta grasas y mayores fibras musculares, vasos linfáticos y sanguíneos, y nervios.

Se extiende la epidermis o cutis sobre la dermis y está enteramente constituida por células sin fibras musculares ni nervios, ni vasos linfáticos ni sanguíneos.

Forman algunas células de la epidermis la capa pigmentaria que da al cutis el característico color.

Las células de la epidermis van renovándose con frecuencia.

Se desprenden las células muertas en forma de escamas, y son substituidas por las células nuevas originadas en la dermis, que las empuja hacia arriba, y se endurecen en mayor o menor grado de acuerdo con la complexión del individuo.

Como la epidermis carece de nervios, es insensible y se la puede cortar o pinchar sin provocar derrame de sangre, por no tener vasos sanguíneos.

Cuando uno se pincha con un alfiler o se corta con un cuchillo y experimenta dolor y brota sangre, es porque el pinchazo o herida atravesó la epidermis y lesionó la dermis.

Aunque parezca que la epidermis permanece intacta, la verdad es que cada día se renuevan millares de sus células.

Pero son tan pequeñas, casi microscópicas, que el individuo sólo nota cuando se aglomeran en cantidad extraordinaria y formando escamas se desprenden, por lo que se dice que muda la piel.

Se forman estas escamas a causa de la intensa transpiración y por las grasas del sistema y se desprenden al bañarse o lavarse.

Como saben perfectamente los cirujanos, cuando, al tratar una fractura, se saca el apósito enyesado que el paciente ha tenido puesto algunos días, se recoge un polvillo que ha caído de la dermis y que no es más que la multitud de células muertas y desechadas.

Al considerar la función primera de la piel, o sea la de proteger los blandos y delicados tejidos internos, nos sorprende la obra admirable de la Naturaleza a este respecto.

Es sumamente elástica e igualmente suave y tenaz.

Por la piel recibimos la diversidad de sensaciones que corresponden al sentido del tacto.

Millones de nervios sensorios, o de filamentos de estos nervios, mejor dicho, concluyen en la piel y percibimos por medio de ellos el contacto inmediato con los objetos exteriores.

Conocemos por ellos si son duras o blandas las cosas, ásperas 0 lisas, frías o calientes, así como su cualidad y el grado de resistencia de cada una.

En nuestra piel hay puntos que reciben la sensación del frío, y otros la del calor.

Enseña la fisiología algo muy curioso referente a estos puntos de frío y calor, pero sólo los mencionaremos aquí de paso, porque no entran de lleno en nuestra presente consideración.

La piel es sumamente flexible y en el mismo grado resistente.

Con suma rapidez repara sus pérdidas y quebrantos, y aunque desecha sin cesar células muertas, enseguida las sustituye con las nuevas.

Es una armadura adaptada admirablemente al papel que desempeña.

Es sorprendente también la adaptación del medio al fin en la segunda función de la piel, consistente en transmitir por medio de los nervios las percepciones táctiles al cerebro.

Es el verdadero órgano del sentido del tacto.

Asimismo, la piel está cumplidamente adaptada a la regulación de la temperatura del cuerpo.

Es tan extensa su red vascular, que en caso necesario puede atraer y retener cerca de la mitad de la sangre circulante por todo el cuerpo, al que protege así contra los efectos de un frío extremadamente fuerte.

La "reacción" o flujo de sangre a toda la periferia de la piel después de tomar un baño de inmersión o una ducha de agua fría es prueba de ello.

Tenemos, por otra parte, la transpiración de la piel, cuyo objeto es refrescar el cuerpo en el rigor del verano por medio de la evaporación del sudor.

Excreta el individuo generalmente de un cuarto dé litro a medio litro de transpiración en 24 horas, y como se comprende fácilmente, es más intensa en verano que en invierno.

En circunstancias extraordinarias, como les sucede a quienes trabajan en los hornos y los fogoneros de las máquinas de vapor terrestres y marítimas, transpira la piel de uno a dos y medio litros por hora.

En la cuarta función de la piel, cual es la expulsión de parte de los residuos del organismo, vemos otro ejemplo de la obra admirable de la Naturaleza.

Es sorprendente también la adaptación del medio al fin en la segunda función de la piel, consistente en transmitir por medio de los nervios las percepciones táctiles al cerebro.

Es el verdadero órgano del sentido del tacto.

Asimismo, la piel está cumplidamente adaptada a la regulación de la temperatura del cuerpo.

Es tan extensa su red vascular, que en caso necesario puede atraer y retener cerca de la mitad de la sangre circulante por todo el cuerpo, al que protege así contra los efectos de un frío extremadamente fuerte.

La "reacción" o flujo de sangre a toda la periferia de la piel después de tomar un baño de inmersión o una ducha de agua fría es prueba de ello.

Tenemos, por otra parte, la transpiración de la piel, cuyo objeto es refrescar el cuerpo en el rigor del verano por medio de la evaporación del sudor.

Excreta el individuo generalmente de un cuarto dé litro a medio litro de transpiración en 24 horas, y como se comprende fácilmente, es más intensa en verano que en invierno.

En circunstancias extraordinarias, como les sucede a quienes trabajan en los hornos y los fogoneros de las máquinas de vapor terrestres y marítimas, transpira la piel de uno a dos y medio litros por hora.

En la cuarta función de la piel, cual es la expulsión de parte de los residuos del organismo, vemos otro ejemplo de la obra admirable de la Naturaleza.

La mayor parte de los desgastes y desechos del organismo se eliminan por el intestino grueso y los riñones.

Pero se eliminan desechos también en el acto respiratorio de la espiración y a través de la piel.

Este maravilloso órgano, de múltiple funcionamiento, tiene unos tres millones de glándulas sudoríficas, que si se colocaran una junto a otra en hilera llenarían una longitud de cerca de ocho kilómetros.

Los desechos de todas las partes del cuerpo van a parar a las venas, cuya sangre está cargada de impurezas.

Parte de estas impurezas se queman en los pulmones cuando en la inspiración el oxígeno del aire convierte la sangre venosa en arterial.

Los riñones van segregando lentamente otra porción de la sangre, y se excreta en forma de orina.

Otra parte de las impurezas y desechos se expulsa por la piel, en forma de transpiración.

Cuando los riñones están débiles o funcionan perezosamente, la piel acude en, su auxilio y realiza mayor trabajo de eliminación.

Las glándulas sudoríficas de la sangre filtran el agua en que los desechos están disueltos y la llevan a la superficie, por donde sale a través de la infinidad de agujeritos denominados poros que acribillan la piel.

No se nota la transpiración a menos que haga mucho calor o que trabajemos con gran esfuerzo muscular o con demasiada nerviosidad a veces.

La piel en estos casos se cubre de gotas más o menos gruesas de sudor, las cuales la bañan a veces copiosamente al juntarse en chorro.

No obstante, si el clima es muy seco, tampoco suele notarse en verano la transpiración, porque la sequedad del aire evapora inmediatamente el sudor.

Pero si el clima es húmedo, la transpiración alcanza extremos sofocantes.

Analizando químicamente el sudor se encuentran residuos orgánicos, materias excrementicias e impurezas muy semejantes a las contenidas en la orina.

Tales desechos son ponzoñosos, y el organismo se esfuerza en eliminarlos.

Cuando el intestino grueso, particularmente el colon, se encuentra obstruido o cargado de materias fecales, la transpiración es fétida, porque elimina mucha parte de la materia excrementicio que los intestinos deberían evacuar.

Se advierte fácilmente cuán importante es mantener la piel sana y limpia, a fin de que lleve a cabo cumplidamente sus diversas funciones, todas ellas a cual más necesaria.

Refiérese el caso de un niño de pocos años a quien, con motivo de un festejo popular, disfrazaron de amorcillo, y para que estuviera más en carácter le cubrieron todo el cuerpo con hojas engomadas de papel dorado.

En otras oportunidades, para representar el papel de comparsa salvaje en un espectáculo teatral, hubo quien se embadurnó con betún o barniz negro la piel.

En tales casos se pagó con la vida el error tan inconscientemente cometido.

Muchas enfermedades contagiosas provienen de que, por una parte, la cloaca intestinal está cargada hediondamente, y por otra, la suciedad acumulada obstruye los poros de la piel.

Respecto a la función de la piel, que también consiste en absorber ciertas substancias con las que se la pone en contacto indicaremos algo al describir los tratamientos hidroterápicos fundándose en la propiedad física de la materia líquida denominada ósmosis, en sus dos fases la endósmosis y exósmosis.

Al estudiar la sexta función de la piel, o sea la de servir de accesorio a. la respiración, vemos que actúan los poros de la piel del mismo modo que los pulmones, pero en mucho menor grado.

Los poros absorben una pequeña cantidad de oxígeno del aire y exhalan una cantidad proporcional de anhídrido carbónico.

Opinan algunos fisiólogos que la piel efectúa la quincuagésima parte de la función respiratoria.

En los salvajes, que van desnudos o casi desnudos, es muy probable que la piel desempeñe una parte mucho mayor de la función respiratoria que la que corresponde a los individuos de los países civilizados.

La ya vieja costumbre de cubrirse con pesados indumentos aminoró sin duda el funcionamiento respiratorio de la piel y aumentó el de los pulmones.

Se ha observado que cuando a los salvajes que van desnudos se los viste a la europea, muchos de ellos enferman, casi todos se desazonan y algunos mueren.

Además de las seis funciones indicadas, la piel cumple otra en beneficio propio, pues segrega una especie de fluido oleaginoso que la suaviza y mantiene flexible.

En las personas aseadas y sanas, dicho lubricante llena su finalidad y se evapora enseguida.

Pero si el individuo descuida la higiene personal, se espesa el líquido oleaginoso y agruma en la superficie del tegumento, mezclándose con los desechos que segrega la transpiración, dé manera que embadurnan la piel y obstruyen sus poros, haciendo difícil la función que debe cumplir.

De ahí que sean tan necesarios los baños de limpieza, que no es posible llevar a cabo cumplidamente en las poblaciones donde el agua escasea o las viviendas no reúnen los requisitos elegidos por la higiene en sus dos modalidades: privada y pública.

El baño no es un lujo, sino un hábito de primera necesidad.

A buen entendedor, pocas palabras.

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