Alissa se llevó a su hermana al interior de la casa en cuanto surgió la oportunidad. Quería hablar a solas con ella.
– Si vamos a salir esta noche, tendré que cambiarme de ropa.
– Sergei ha dicho que el club del puerto no es tan elegante…
– No sé si será muy elegante, pero es el sitio al que hay que ir sí quieres que te vean -observó Alexa-. Está lleno de gente rica y famosa… Pero ahora que te miro mejor, yo diría que estás más delgada que antes.
– Espero que no -dijo ella, a la defensiva-. A Sergei le gustan mis curvas.
– Ah, los hombres siempre dicen eso en estos casos. Pero cuando te abandonan, te dejan por una mujer que pesa la mitad que tú…-ironizó-. Dime, ¿qué tal va tu matrimonio?
Alissa se sentó en la cama del dormitorio de su hermana mientras Alexa buscaba algo que ponerse.
– Mejor de lo que esperaba -contestó-. Pero, ¿qué tal estás tú? ¿Cuándo perdiste el bebe?
– ¿Perder el bebé? -dijo su hermana, frunciendo el ceño-. No seas tonta, Alissa… es una historia que me invente para decírsela a Harry. Nunca he estado embarazada. Supuse que ya lo habrías imaginado.
Alissa se quedó asombrada. Además de engañarla con todo lo demás, Alexa también le había mentido al usar la excusa de su supuesto embarazo para que ocupara su lugar y se casara con Sergei.
– ¿Que no estabas embarazada? -dijo con amargura-. No, claro, supongo que ya no debería extrañarme nada de ti.
– Era una historia conveniente para mis intereses -declaró Alexa, desafiante-. Pero me temo que hasta el propio Harry ha empezado a sospechar que era mentira.
– ¿En serio?
– Sí, me inventé lo del aborto espontáneo porque me pareció lo más oportuno, pero no estoy segura de que me haya creído.
Alissa estalló entonces, indignada.
– ¿Por qué me engañaste, Alexa? ¡Me dijiste con lágrimas en los ojos que amabas a Harry y que tendrías que abortar si no me casaba con Sergei!
– Te engañé por el dinero, por supuesto -respondió con absoluta naturalidad-. Haces unas preguntas… Cuando leí el contrato con detenimiento y me di cuenta de que tendría que tener un hijo con Sergei, supe que no podría hacerlo y decidí pasártelo a ti. La simple idea de estropear mi figura por culpa de un embarazo, me produce náuseas.
Alissa hizo un esfuerzo por contener su enfado.
– De modo que mentiste para asegurarte de que me casaría con él…
– Bueno, no ha salido tan mal, ¿verdad? En el fondo te he hecho un favor. Es un hombre muy guapo y tiene un yate tan grande como el Titanic… Eso, sin contar el anillo de diamantes que llevas en el dedo. Sé sincera, Alissa. Admite que estás llevando la vida que desearían llevar la mayoría de las mujeres.
– ¡Porque no quiero a Sergei porque sea rico! -protestó-. Lo quiero por lo que es, no por lo que tiene. Lo querría aunque estuviera arruinado.
– No te creo. No puedes haber sido tan estúpida como para enamorarte de un hombre que se casó contigo por un contrato -dijo, mirándola con humor-. Espera un momento… ¡Lo dices en serio! ¿Es que no lo has pensado bien? No eres su esposa de verdad. Firmasteis un acuerdo y se separará de ti.
Alissa no dijo nada. Sabía que su hermana tenía razón.
– Bueno, si en algún momento quieres que te lo quite de encima, no te preocupes -continuó Alexa-. Podría seducirlo en cinco minutos… Al fin y al cabo, si te encuentra atractiva a ti, a mí me encontraría irresistible. ¿Quieres que te haga una demostración?
– No creo que llegues muy lejos con él mientras no le devuelvas el dinero que te quedaste -espetó.
– Oh, vamos, mírame bien… valgo mucho, Alissa. Él estaría encantado de que me quedara con el dinero. Yo sé cómo tener satisfecho a un hombre. Todas las relaciones empiezan y terminan en la cama -dijo con una sonrisa.
– Esto no tiene gracia, Alexa.
– Ni pretendo que la tenga. De no ser por mí, ni siquiera estarías con él. No lo olvides -declaró con frialdad.
Poco después, salieron de la casa y volvieron a la terraza, donde los dos hombres estaban charlando. En cuanto se quedó a solas con su esposo. Alissa preguntó:
– ¿Qué te parece mi hermana?
Sergei entrecerró los ojos.
– Muy diferente de ti. Sorprendentemente distinta, teniendo en cuenta que sois hermanas gemelas.
La respuesta de Sergei no fue precisamente la que esperaba, pero prefirió no insistir. Además, estaba embarazada y no quería llevarse disgustos, de modo que decidió disfrutar con la velada posterior. Pero todo se estropeó cuando Alexa empezó a coquetear descaradamente con Sergei.
Por supuesto, Harry se dio cuenta y se enfadó mucho. Para entonces, Alissa ya se estaba preguntando si Sergei encontraría más atractiva a su hermana que a ella. Estaba segura de que, si a Sergei le daban a elegir entre las dos, elegiría a su hermana.
– ¿Seguro que no te apetece tomar nada? ¿Tal vez un agua mineral? -preguntó Sergei en ese momento.
– ¡Alissa siempre ha sido el alma de las fiestas! -se burló Alexa.
– No estoy de humor para tomar nada -dijo Alissa.
– Últimamente no se encuentra muy bien -explicó Sergei.
– Qué lástima -ironizó Alexa-. Mira que ponerte enferma en plena luna de miel…
Alissa estaba tan asqueada con su hermana, que se levantó y se dirigió al cuarto de baño para tranquilizarse. Nunca olvidaría que había estado coqueteando con Sergei delante de sus narices.
Mientras estaba en el baño, decidió que lo mejor que podía hacer era marcharse; aquello era demasiado para ella. Llevaba el pasaporte en el bolso, así que sólo tenía que subir a un taxi y dirigirse al aeropuerto más cercano.
Sacó papel y un bolígrafo y escribió una nota a Sergei para despedirse; pero luego se acordó de Mattie y añadió un párrafo en el que le rogaba que le enviara el perro a Gran Bretaña. Dejó la nota a un camarero, junto con una propina generosa, y salió del local. El taxi sólo tardó cuarenta y cinco minutos en llegar a su destino, pero no pasó uno solo sin que Alissa estuviera a punto de arrepentirse y volver. Sergei le gustaba demasiado.
En cuanto llegó al aeropuerto, compró un billete a Londres. Sin embargo, faltaban varias horas para el vuelo y no tuvo más remedio que esperar.
Entró en el bar, pidió un refresco y se sentó. Se sentía tan desgraciada, que se inclinó sobre la mesa y rompió a llorar. Y todavía estaba así cuando notó una sombra, alzó la cabeza y vio a Sergei, que la miraba con enfado.
– ¿Por qué me has seguido? -preguntó-. Habría sido mejor que me dejaras marchar…
– Eso es lo único que no te puedo permitir. No dejaré que te vayas.
– Déjame, Sergei. Te lo ruego.
– No, Alissa. Y si intentas huir, te aseguro que te sacaré de aquí por la fuerza.
– No te atreverías -lo desafió.
– Imaginó que me arrestarían porque te pondrías a gritar pero lo haría sin dudarlo -afirmó-. No permitiré que te vayas sin luchar.
– ¿Por qué quieres luchar? -preguntó entre lágrimas-. Es evidente que mi hermana te gusta mucho más que yo.
Sergei la miró con intensidad.
– Se supone que tú eres la gemela inteligente, Alissa. Deberías conocerme mejor a estas alturas… pero en fin, tal vez haya cometido un error esta noche por no mostrarme más despreciativo con Alexa.
– ¿Despreciativo?
– Tu hermana no me interesa en absoluto. He sido amable con ella para que asumas la realidad de una vez por todas y te des cuenta de lo que Alexa es capaz de hacer. Porque si no reaccionas, te intentará manipular una y otra vez… y yo no lo voy a permitir.
Alissa frunció el ceño.
– Jamás permitiría que mi hermana me manipulara -declaró.
Sergei soltó una carcajada irónica.
– Seguro que te ha estado manipulando desde la infancia. Y seguro que tus padres la mimaron demasiado porque era la forma más fácil de afrontar su mal genio.
– ¿Insinúas que me prefieres a mí? -preguntó, asombrada.
– Preferiría acostarme con un tiburón antes que con tu hermana. Alexa me da asco; tiene todos los defectos que detesto en una mujer. Además, ¿cómo podría gustarme? No tiene gusto con la ropa, se pone toneladas de maquillaje, carece de modales y está obsesionada con ser el centro de atención. ¿No has notado cómo ha humillado a su marido esta noche?
– Claro que lo he notado.
– He sido amable con ella por lo que ya te he dicho, Alexa. Pero tenía otro motivo: quería que Harry se diera cuenta de la clase de mujer con la que se ha casado -le confesó.
– Pobre Harry…
– Bueno, dudo que su matrimonio dure mucho. Estaban discutiendo acaloradamente cuando los dejé. Seguro que Alexa intenta echarte la culpa de todo. Pero dejemos de hablar de tu hermana… ¿te parece que vayamos a algún lugar más privado?
– Sí, claro… ¿adónde?
– Al yate.
Alissa frunció el ceño.
– No sé si…
– O vienes conmigo o te llevaré a rastras, angil moy -dijo con determinación.
Alissa se echó a reír. Después, respiró a fondo y lo acompañó al exterior. La noche era fresca, así que él se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros.
– Sergei, no me he marchado únicamente por lo que ha pasado con mi hermana -le confesó.
Sergei la ayudó a entrar en el todoterreno que los estaba esperando y dijo:
– Ni yo me habría casado contigo si hubieras resultado ser la mujer de los informes. De hecho, estaba a punto de olvidar lo del contrato de matrimonio cuando apareciste… pero me quedé fascinado contigo.
– ¿Lo dices en serio?
Él asintió.
– Entonces, también hablabas en serio cuando has dicho que mi hermana y yo somos muy diferentes…
Sergei le pasó un brazo por encima de los hombros y la atrajo hacia sí.
– Por supuesto. Tú eres irresistible, solnyshko moyo… Además, si te marchas, me quedaré con Mattie -dijo con suavidad-. La nota que me has dejado no tenía precio; me has dedicado una simple línea para decirme que te marchabas, pero a él le has dedicado un párrafo entero.
– No permitiré que te lo quedes -bromeó.
– Bueno, podrías visitarlo de cuando en cuando…
Cuando llegaron al puerto y subieron al yate, el perro los recibió con ladridos de alegría. Alissa esperó a que el animal se tranquilizara para decir:
– Tengo que contarte algo.
– Pues cuéntamelo…
– Estoy embarazada, Sergei. En parte, me marchaba por eso. No sé cómo podemos solucionar el problema -le confesó.
Sergei la tomó entre sus brazos y sonrió, feliz.
– ¿Embarazada? ¡Es la mejor noticia que me han dado en mi vida! ¡Y ni siquiera hemos tenido que esforzarnos!
– Pero Sergei, el contrato que tenemos…
– ¿El contrato? ¿Aún no te has dado cuenta de que ese acuerdo saltó por los aires el día que te conocí?-preguntó, encantado.
– ¡El nuestro no es un matrimonio de verdad!
– Es un matrimonio absolutamente real -dijo él mientras le ponía una mano en el vientre-. Me parece increíble que lleves un niño adentro…
Alissa no salía de su asombro.
– ¿Te alegras de que me haya quedado embarazada?
– ¿Es que no parece obvio? -preguntó, sin dejar de sonreír.
– Pero el contrato dice que tengo que renunciar a mi hijo,
– Un contrato que tú rompiste -le recordó.
– No entiendo nada, Sergei. Hace unas semanas, me amenazaste con denunciarnos a Alexa y a mí.
– Hace un par de semanas no había recibido los informes que pedí sobre vosotras. En cuanto los leí a fondo, supe que tu querida hermana te había engañado; así que decidí olvidarme de la denuncia y regalarte una luna de miel de verdad -le contestó-. ¿O es que estos días no han servido para me conozcas mejor?
– Sólo han servido para que sepa lo imprevisible que puedes llegar a ser…
Sergei tomó su cara entre las manos.
– Nunca haría nada que os dañara a ti o mi hijo, Alissa. Os quiero a los dos. Conmigo. Para siempre.
– ¿Para siempre? -dijo, atónita.
– Para siempre -repitió-. Porque te amo, Alissa.
Ella no podía creer lo que oía.
– ¿Lo dices en serio?
– Lo digo muy en serio -contestó, fingiendo solemnidad.
Alissa llevó las manos a la corbata de su esposo y se la soltó.
– Estoy loca por ti…
Sergei la llevó inmediatamente al camarote.
– Dime una cosa, Sergei… ¿porqué me amas?
– Por muchos motivos.
– ¿Como por ejemplo…?
– Te amo por haberme criticado cuando traté mal a la recepcionista del club. Te amo por mirarme como un ángel durante la ceremonia de nuestra boda. Te amo por insistir en que le enviara unas postales a Yelena desde las islas griegas. E incluso te amo por haberte negado a tener un hijo y abandonarlo.
– ¿Cómo puedes amarme por llevarte la contraria?
– Porque soy un hombre perverso -bromeó-. Y cuando te empeñaste en salvar a Mattie, me dejaste totalmente impresionado… tienes un corazón de oro, angil moy. Aunque debo admitir que esta noche, cuando he visto que te habías marchado, me has dado un gran disgusto.
Sergei la tumbó en la cama y empezó a quitarle la ropa.
– No pude soportar que Alexa coqueteara contigo -se excusó.
– Ni yo soportaba que tu hermana te hiciera eso.
– Además, tenía miedo de decirte lo del bebé. Pensé que sería un problema y que nos veríamos envueltos en un juicio por su custodia.
Sergei le quitó el sostén y llevó las manos a sus pechos.
– Nunca te abandonaré, Alissa. Eres la mujer de mis sueños. Cuando mis abogados me aconsejaron que te denunciara y me divorciara de ti, los mandé al infierno. Me siento enormemente feliz de haberte encontrado, de no haberme casado con la gemela mala…
– Pero tendrás que perdonarme tantas cosas… -dijo ella, aferrándose a Sergei-. Te amo. Te amo con toda mi alma.
Aquella noche hicieron el amor apasionadamente, hasta las primeras horas de la mañana. Y entonces, Sergei decidió prolongar su luna de miel una semana más.
Al día siguiente, Alissa llamó a su madre por teléfono y le dijo que era muy feliz y que se había quedado embarazada. Su madre, que se había llevado un buen disgusto cuando Alexa le dijo que había perdido a su hijo, recobró la felicidad. Al final iba a ser abuela de todas formas.
Un año más tarde. Alissa estaba terminando de decorar el árbol de Navidad que habían puesto en el salón. Mattie descansaba junto al hogar y su hija, Evelina, en la cuna.
Evelina había heredado el precioso cabello negro de su padre y los ojos de su madre. Era una niña muy guapa, y había llevado muy bien el embarazo: después de las náuseas de la primera etapa, el resto había sido coser y cantar.
Cuando volvieron a Londres, celebraron otra boda en la capital inglesa porque los abogados no estaban completamente seguros de que las ceremonias anteriores fueran válidas, teniendo en cuenta que Alexa había falsificado la firma de Alissa en varios documentos. Por supuesto, Jenny asistió a la ceremonia; al igual que Jasim, Elinor y una vieja amiga de Alissa, Lindy, a la que no veía desde hacía tiempo.
De momento, Sergei y Alissa estaban viviendo en San Petersburgo: pero tenían intención de mudarse a Gran Bretaña y quedarse allí de forma permanente cuando Evelina tuviera edad suficiente para ir al colegio. Todo estaba saliendo maravillosamente bien; hasta los padres de Alissa se habían reconciliado, después de que él se separara de Maggie.
El único problema que tenía era su hermana, Alexa, que estaba en trámites de divorciarse de Harry, y éste le reclamaba parte del dinero que no había devuelto a Sergei.
A pesar de todo lo que le había hecho, Alissa intentó recuperar la relación con Alexa porque no quería entristecer a sus padres. Hasta su hermana hizo un esfuerzo en el mismo sentido y asistió al bautizo de Evelina, aunque se mantuvo bien lejos de Sergei para ahorrarse sus comentarios irónicos. Alissa sabía que algún día la perdonaría; además, aún tenía la esperanza de que su hermana hubiera aprendido la lección.
En cuanto a Yelena, los visitaba con mucha frecuencia: de hecho, estaban esperando que llegara al día siguiente, para pasar sus segundas Navidades con ellos. Alissa ya había aprendido ruso para entonces, de modo que podían comunicarse perfectamente.
Todavía estaba decorando el árbol de Navidad cuando oyó que la puerta se abría. Mattie salió corriendo a recibir a Sergei, y Alissa miró a su esposo con verdadero amor. Nunca habría imaginado que un hombre pudiera darle tanta felicidad.
Sergei dejó unas bolsas en la mesa, acarició al perro, se puso a Evelina en un brazo y abrazó a su esposa con el otro.
– Una semana sin ti es demasiado -dijo él, mientras se inclinaba para besarla-. Tendremos que estar un mes en la cama para que me olvide de todos estos días de separación…
Alissa gimió de placer; pero en ese momento, Evelina protestó porque la estaban aplastando entre los dos y Sergei la devolvió a la cuna.
– Hasta he echado de menos al perro -murmuró él-. ¿Qué has hecho conmigo, angil moy?
Alissa pasó los brazos alrededor de su cuello y sonrió.
– Yo también te he extrañado -dijo.
Sergei la besó de nuevo.
– Ah, casi lo olvidaba…
Sergei la soltó, abrió la primera de las bolsas y sacó un juguete para Evelina y un anillo de diamantes para su esposa. Cuando Alissa lo miró, vio las palabras que había grabado en su interior: Para siempre.
Ella se lo puso de inmediato.
– Es maravilloso, Sergei… pensaré en ti cada vez que lo vea.
En la segunda bolsa había una cajita que contenía una figurilla notablemente parecida a Mattie, aunque de cuatro patas y no tres. Alissa puso el adorno en el árbol de Navidad.
Un momento después, la niñera apareció y se llevó a Evelina para bañarla. Sergei y Alissa disfrutaron de una cena tranquila mientras veían las noticias en la televisión. Jasim y Elinor los habían invitado a visitar Quaram en primavera y estaban deseando verlos. A la vuelta, pasarían la Semana Santa con Yelena, como siempre.
Cuando terminaron de cenar, Sergei la tomó de la mano y murmuró:
– Odio tener que dejarte de vez en cuando, pero me encanta volver a casa contigo, moyo zolotse.
– ¿Qué me has llamado?
– ¿Literalmente? Te he llamado «oro mío» -contestó él, tomándola entre sus brazos-. Porque cuando te conocí, encontré una mina de oro.
Alissa sonrió, emocionada y profundamente agradecida por el amor que compartía y por la felicidad que Evelina les había dado a ellos y a sus familias.
– Yo también soy muy feliz contigo -le dijo.
– Te amo, moyo zolotse.