Capítulo 22

La relación sentimental que Tanya mantuvo con Gordon Hawkins durante el rodaje de la película fue, con toda seguridad, la mayor locura que había cometido en su vida. No solo daba esa impresión, sino que así era como lo sentía y como lo estaba viviendo. Sin embargo, nunca se lo había pasado tan bien. Además, escribir el guión era coser y cantar.

Por la noche, Gordon se instalaba en el sofá y miraba la televisión; de ese modo, Tanya podía ensayar las distintas ideas en boca del actor. Gordon las encontraba más o menos graciosas, pero siempre hacía comentarios brillantes.

Tanya estaba emocionada con la evolución del guión, y aún más emocionada con la evolución de su relación con Gordon. Era un hombre maravilloso con las mujeres y, además, le gustaban de verdad, así que no era de extrañar que se hubiera casado tantas veces y hubiera tenido tantísimas novias. Por otro lado, no tenía una personalidad compleja ni egoísta, adoraba estar con Tanya y era, fundamentalmente, una buena persona.

Cuando Megan y Jason viajaron desde Santa Bárbara para visitar a su madre en el plató, Gordon estuvo tan encantador con ellos que sus hijos se enamoraron perdidamente de él y suplicaron a su madre que le invitara a pasar las vacaciones con ellos.

– Seguro que tiene cosas más interesantes que hacer-les advirtió Tanya, para que no se hicieran muchas ilusiones.

Tanya sabía que su relación no era demasiado seria y no quería que sus hijos se encariñasen con Gordon. Sin embargo, el día que Tanya se armó de valor y le propuso pasar unos días en Marin, Gordon se mostró entusiasmado. Decidió que estarían unos días en casa de Tanya y luego irían todos a esquiar. Según él, nada podía apetecerle más que pasar una semana con ella y sus hijos.

Cuando Tanya vio a Gordon en Marin, no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. El actor había cambiado de peinado y llevaba el pelo cortado a cepillo, vestía unos vaqueros y una camiseta de cuello alto y, a su alrededor, había cuatro enormes maletas llenas a reventar. Al ver a Tanya, su rostro se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja, la tomó en sus brazos y empezó a darle vueltas y vueltas en medio de la cocina. Sus hijos les miraban divertidos. Les habría encantado que Gordon fuera a vivir con ellos, que era lo que parecía con aquella cantidad de equipaje.

Aquella noche, Gordon invitó a cenar a Tanya, a los chicos y a media docena de amigos. Después, ya en casa, hizo palomitas para todos y, cuando los chicos se fueron a dormir, ayudó a Tanya a recoger la cocina y la siguió hasta su dormitorio.

– Me encanta esta casa -dijo alegremente- y tus hijos son fantásticos.

Tanya empezaba a preguntarse si, por arte de magia, había encontrado al hombre de sus sueños o si Gordon venía de otro planeta. O ambas cosas.

A la mañana siguiente, Tanya y Gordon fueron de compras por Marin. La gente, alucinada, se paraba en medio de la calle al reconocer al actor y se quedaban mirándoles fijamente sin disimulo. Resultaba de lo más divertido.

– Dios mío, creo que es Gordon Hawkins… -susurró una mujer a la cajera del supermercado, mientras Gordon seguía sacando del carro las latas de chile que habían comprado para Jason.

Hiciera lo que hiciese y estuviera con quien estuviese, Gordon se lo pasaba siempre bien. Tanya no había conocido nunca a nadie con un carácter tan fácil. Cuando se marcharon a Tahoe, empezó a preguntarse si se estaría enamorando de él. De hecho, era imposible no hacerlo. No había nada en él desagradable y era increíblemente encantador con ella y con sus hijos.

Para colmo, demostró ser un esquiador extraordinario. Acompañó a Jason en todos los descensos más difíciles, estuvo enseñando a las chicas técnicas para esquiar mejor y tuvo tiempo de esquiar tranquilamente junto a Tanya. No había nada que no supiera hacer. Cuando salían por la noche, su presencia en los restaurantes causaba sensación. Todo el mundo le reconocía, quería su autógrafo, se paraba a charlar con él y se despedía convencido de que era amigo de Gordon Hawkins.

– Dios mío, Gordon, todo el planeta te conoce -comentó Tanya, que, aunque sabía que el actor era una gran estrella, no se había dado realmente cuenta hasta entonces de lo famoso que era.

– Eso espero -dijo él alegremente, mientras Tanya y sus hijos le observaban, tan felices como él-. Gracias a eso sigo en este negocio. Y de no ser por ello, no me habrían llamado para rodar esta película y no te habría conocido ni a ti ni a tus hijos. Así que es una suerte que todo el mundo me conozca.

Realmente, tenía razón.

Después de cinco días en Tahoe, llegó el momento de marcharse, con gran pesar para todos, sobre todo para los chicos. Aquellas vacaciones no se habían parecido en absoluto a las que habían pasado el año anterior en el yate de Douglas, una auténtica pesadilla para Jason y Molly, y también para Tanya. Estas últimas habían sido una pura alegría. Gordon se lo pasaba tan bien con todo -siempre estaba de buen humor, adoraba a todo el mundo y disfrutaba en todo momento- que contagiaba el gozo de vivir. Era imposible estar a su altura, así que Tanya ni lo intentaba. Tampoco se preguntaba ya qué tipo de relación tenía con Gordon, ni cuál era su significado o hacia dónde la llevaría. Se lo estaba pasando de miedo y dejaba que las cosas fluyeran sin más. Gordon hacía lo mismo; incluso había dejado de decir que Tanya no era su tipo.

Cuando acabaron las vacaciones y tuvieron que cerrar la casa de Marin para volver a Los Ángeles, a los dos les dio mucha pena, y por la noche, de vuelta en el bungalow 2, estaban algo melancólicos.

– Echo de menos a tus hijos -comentó Gordon, apesadumbrado-. Son estupendos.

– Yo también les echo de menos.

Después, llamaron por teléfono a los hijos de Tanya y a algunos hijos de Gordon. Tanya todavía no les conocía, pero Gordon le había asegurado que se los presentaría muy pronto. Tenían entre cinco y doce años y los cinco eran hijos de madres diferentes. Gordon había estado realmente ocupado. Sin embargo, mantenía muy buenas relaciones con todas ellas. Era tal la falta de malicia del actor que todas ellas, incluso después de romper con él, seguían adorándole.

Tal como estaba planeado, en el mes de enero terminaron la película. Gordon no tenía ningún rodaje en perspectiva, así que se quedó en el bungalow de Tanya hasta finales de marzo, mientras ella trabajaba en la posproducción del filme. Él pasaba el tiempo visitando a viejos amigos.

Al acabar la posproducción, Tanya decidió quedarse una semana más en el bungalow 2, pagando la estancia de su bolsillo, para asistir con Gordon a los premios de la Academia, a primeros de abril. Tal como Douglas había asegurado, Tanya estaba nominada al mejor guión por Gone, y la película, en total, reunía nueve nominaciones. Gordon nunca había ganado un Oscar, pero estaba emocionado con la nominación de Tanya y muy contento de acompañarla. Tanya consiguió entradas para sus tres hijos, así que iban a asistir los cinco juntos, un acontecimiento único en la vida de la guionista. Gordon la acompañó a comprarse el vestido para la gran noche y la convenció para que se quedara un Valentino muy escotado y sexy de color rosa pálido, con el que parecía una auténtica estrella de cine. Molly y Megan fueron también a Los Angeles a comprarse sus vestidos.

La noche de los Oscar, Tanya fue a la peluquería a que la peinaran y maquillaran, se vistió con su Valentino rosa pálido y se calzó unas sandalias Manolo Blahnik con un tacón impresionante. Las chicas -que se habían comprado en Marc Jacobs dos vestidos con un estilo de princesas de cuento de hadas, en gasa y color pastel- también estaban preciosas. Jason y Gordon iban con el tradicional esmoquin. Cuando iniciaron el largo recorrido por la alfombra roja, formaban un grupo maravilloso. Tanya iba cogida del brazo de Gordon y una multitud de fotógrafos les detuvo para hacerles innumerables fotos. Por primera vez en su vida, Tanya se sintió como una estrella de cine. Se volvió y sonrió con timidez a sus hijos, que la miraban con una sonrisa resplandeciente y enormemente orgullosos de su madre. También Megan, que ya estaba de vuelta de su relación con Alice y volvía a hacer frente común con su madre. Alice no había resultado ser la aliada y amiga que los chicos habían creído en un principio. Al final, los tres habían llegado a la conclusión de que les había utilizado para conseguir a Peter y, a consecuencia de ello, la relación con su padre se había resentido. Molly le había confesado a su madre que no veía a Peter particularmente feliz y Tanya se preguntaba si estaría arrepentido. Pero ya era demasiado tarde.

El paseo por la alfombra roja parecía interminable. Los fotógrafos les paraban, las cámaras de televisión les iluminaban con sus potentes focos y los periodistas querían saber qué pensaba Tanya y qué sentía Gordon.

– ¿Crees que tienes posibilidades? -preguntaban sin cesar.

– ¿Qué sentirás si ganas? ¿Y si pierdes?

– ¿Qué te parece no haber ganado nunca un Oscar? -preguntaban a Gordon.

Finalmente lograron entrar en el auditorio y ocupar sus asientos. La ceremonia también se hizo interminable. Gordon no paraba de bostezar y las cámaras le delataban. Cuando se daba cuenta de que le enfocaban, saludaba con la mano. Besaba a Tanya, bromeaba con los chicos, aplaudía cuando los ganadores subían al escenario. Y, por fin, llegó el momento. Los cinco guionistas aparecieron en la gigantesca pantalla procurando aparentar tranquilidad ante la audiencia, pero hechos un manojo de nervios. Mostraron escenas de las cinco películas, y seguidamente Steve Martin y Sharon Stone hicieron su aparición en el escenario con el sobre que contenía el nombre del ganador. Tanya estaba quieta como una estatua en su asiento apretando la mano de Gordon. Aunque se sentía una auténtica estúpida, de pronto aquello significaba muchísimo. Era lo que más deseaba en este mundo.

Al llegar, había visto que Douglas estaba sentado unas filas más adelante, pero el productor no había hecho amago de saludarla. Hacía un año que no le veía, desde la noche de los Oscar del año anterior, la noche de su ruptura. Tanya había mencionado a Gordon, de pasada, que había estado saliendo con Douglas, pero al actor no le importó lo más mínimo. Al fin y al cabo, él había salido con medio Hollywood.

Steve tendió el sobre a Sharon -impresionante con un vestido Chanel de corte clásico- y la actriz dijo el nombre. Tanya sintió que las palabras golpeaban sus oídos, pero no reconoció lo que había oído. Acto seguido, oyó el grito de Megan.

– ¡Mamá! ¡Has ganado!

Gordon la estaba mirando con una amplia sonrisa, pero Tanya no acababa de comprender. Él la ayudó con delicadeza a levantarse de la butaca y por fin se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Habían dicho su nombre: Tanya Harris. Acababa de ganar el Oscar al mejor guión por la película Gone. Se puso en pie medio aturdida, pasó por delante de Gordon y recorrió la fila de asientos a trompicones. Un asistente la acompañó hasta el escenario y, sin saber cómo, logró llegar al estrado. Se quedó mirando fijamente las luces que la enfocaban, intentando ver a sus hijos y a Gordon. Pero los focos la deslumbraban y era imposible ver nada. Lo único que podía hacer era estar allí de pie, temblando como una hoja y apretando con fuerza la estatuilla dorada que todos los allí presentes tanto ansiaban. ¡Cuánto pesaba!

Mientras Steve y Sharon desaparecían, se acercó al micrófono.

– Yo… no sé qué decir… no creía que fuera a ganar… y no logro acordarme de todas las personas a las que tengo que dar las gracias. A mi agente, Walt Drucker, por animarme a hacer la película; a Douglas Wayne por darme la oportunidad; a Adele Michaels, una directora increíble que convirtió la película en lo que es; a todos los que participaron en ella; a todos los que trabajaron tan duramente y tuvieron que soportar mis constantes cambios en el guión… Gracias por ayudarme y por enseñarme tantas cosas. Y por encima de todo, quiero dar las gracias a mis maravillosos hijos por su apoyo -en esos momentos los ojos de Tanya se llenaron de lágrimas-, por permitirme hacer la película y sacrificar tantas cosas para que pudiera venir a trabajar a Los Ángeles. Gracias, os quiero tantísimo… -para entonces las lágrimas ya le caían por las mejillas-. Y gracias, Gordon… ¡También te quiero!

Tanya salió del escenario. Unos instantes después, Tanya volvía por el pasillo central hacia los asientos donde Gordon y sus hijos la aguardaban. Al pasar junto a Douglas, este se puso en pie. Le dio un beso en la mejilla, le apretó la mano sin retenerla y con una sonrisa le dijo:

– Felicidades, Tanya.

– Gracias, Douglas -dijo ella mirándole a los ojos.

Lo decía de corazón. Era Douglas quien le había dado la oportunidad tanto para su primera como para su segunda película. Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Después, volvió donde estaban Gordon y su familia. Las chicas estaban llorando y sus tres hijos la abrazaron. Gordon la besó en los labios con fuerza. Estaba guapísimo, henchido de orgullo.

– Estoy tan orgulloso de ti… Te quiero -dijo y volvió a besarla.

La ceremonia prosiguió, pero a Tanya ya no le pareció tan larga.

Gone lo ganó todo: mejor actor, mejor actriz, mejor película, mejor guión y mejor director. La película planteaba seriamente el problema del suicidio y era una película importante. Tanya sonrió al ver a Douglas subir al escenario. Se le veía extasiado. Recordó lo infeliz que se había sentido el año anterior al no ganar. Pero había tenido una buena compensación en aquella edición. Claro que Douglas quería ganar siempre. Hizo un discurso serio y emotivo. Tanya sabía que lo llevaba preparado.

Después de la ceremonia, Tanya concedió innumerables entrevistas, todas ellas sin dejar de apretar con fuerza su estatuilla. Seguidamente, fueron a la fiesta del Vanity Fair y a varias más. Cuando llegaron al bungalow, después de una noche increíble, eran las tres de la madrugada. Aquella noche dormían todos juntos -como una familia feliz y unida- en el bungalow 2; Tanya y Gordon juntos y los tres chicos en la segunda habitación, con Jason en una cama plegable. Cuando Tanya se metió en la cama junto a Gordon seguía con una sonrisa en los labios. Dejó el Oscar sobre la mesita de noche.

– ¡Qué noche! -exclamó Gordon abrazándola.

Tanya estaba tan contenta de haber ganado el Oscar aquel año y no el anterior… Celebrar aquel acontecimiento con Gordon y con sus hijos era mucho más hermoso que haberlo hecho con Douglas, si todavía hubiera estado en su vida.

Al cabo de un minuto, estaba profundamente dormida. Gordon la miró con una sonrisa, le dio un beso en la mejilla y apagó la luz.

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