XIX

Lleno de angustia oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre que caían hasta la tierra. "¡Dios mío, me siento solo; estoy como acosado", una obsesión, ¿eh?, ¡qué manía! Pero, ¿quién te acosa, hombre de Dios, que no son más que ganas de darte importancia? Si, precisamente, eras tú quien tenía a gala encararte con el mundo, decir a la gente que era mala, que Cristo no era como nos le querían hacer ver nuestros intereses. Estas tú bueno, cariño. ¿Es que crees que únicamente tú sabías cómo era Cristo? Eso es una vanidad diabólica, Mario, desengáñate, pues aviados estaríamos si Cristo iba a volver al mundo para comprar Carlitos y canutos de hacer pompas a todos los vagos de Madrid y dejarse retratar en la Gran Vía, para que coma el fotógrafo, qué ideas. ¿Es que tú te crees, Mario, pedazo de alcornoque, que si Cristo volviera a la Tierra se iba a preocupar de los locos, de si tienen frío o calor, cuando todo el mundo está harto de saber que los locos ya no pueden ser ni buenos ni malos? ¿Crees tú, por casualidad, que Cristo iba a tirarle un lechazo a Hernando de Miguel por el hueco de la escalera, o a preocuparse de si un guardia le pega un porrazo a un gamberro, o a insolentarse con un Gobernador, ya ves Poncio Pilatos, o a decirle a Josechu Prados que contase cuando se trataba de un fin bien bueno, que el mismo papá lo dice, que la Monarquía en este país la única garantía de orden? ¿Te imaginas a Cristo escribiendo los artículos que escribes sobre los paletos, una gente que no hace más que blasfemar, o atacando a la Inquisición o renegando del luto por los muertos? Pobre idea tienes tú de Nuestro Señor, cariño, "le hemos desfigurado; le hemos desfigurado", y ¿no eres tú el primero? Por si te interesa saberlo, Mario, Cristo no hubiese tenido nunca un hermano rojo, ni un padre prestamista y, de tenerlos, ten la seguridad de que no se hubiera quedado tan fresco, ni hubiese alzado el gallo, ni, por descontado, hubiera hablado de la caridad como tú hablaste, que hay que ver la pobre Bene la ilusión que tenía, que se pasó semanas enteras rondándome, "Mario es el más indicado; si él quisiera", que a mí me sorprendió, palabra, lo pronto que me dijiste que sí. Porque no hay derecho, Mario, abusar así de la confianza de las del Ropero, menudo sofocón, un feo semejante, porque si aceptas es para hablar de la caridad como Dios manda, que tenías un auditorio de lo más selecto, palabra, y te lo cargaste a las primeras de cambio, con lo de los festivales benéficos, que lo que Valen decía, "¿qué mal hacemos jugando bridge por los pobres?" Pues, ninguno, naturalmente, zascandil, que si jugando bridge remedias una necesidad, bendito sea el bridge. Pecar y así es lo que no se puede, pero juegos y fiestas, ¿por qué no? ¿Qué mal hay en ello? Y, luego, la bomba, que me dejaste sin sangre, que yo decía, "se arma, hoy se arma, ¿dónde va este hombre?", y tú dale con que "hoy la caridad reside en secundar las demandas de justicia de los desheredados y que taparles la boca con una tableta de chocolate y una bufanda puede incluso ser un ardid", que entonces empezó el rumor y yo pensaba, "le linchan, le linchan y con toda la razón". La cogiste modorra, como yo digo, con que si la caridad sólo debe llegar donde no alcance la justicia, que la gente, y yo la primera, en el limbo, toda la conferencia sobre ascuas, hijo, que creí que me enfermaba del corazón, Dios mío, qué palpitaciones, y cuando empezaron a patear, deseé con toda mí alma que me tragase la tierra, como te lo digo, ni se te oía, y a la pobre Bene saltándosele las lágrimas, y tú accionando, todo sofocado, ¡qué horror!, que en medio del barullo la de Arronde, a voces, "a ver mañana qué dice la prensa, ¡qué vergüenza!", y, a la salida, no quieras saber, de rojo para arriba, que yo, callada, como una muerta. Y no te digo nada, al día siguiente, en el Centro, con "El Correito" que Dios confunda, dándote alas, que muy valiente, que el lenguaje que hay que emplear en este siglo, que en la línea conciliar, que te advierto que quemaron más de una docena de ejemplares y dieron "mueras", menos mal que Bene, que es medio santa, las aplacó, que buenas estaban. Y gracias a que "El Noticiero" se metía contigo, que demagógico y eso, que para mí fue la puntilla, Mario, te lo juro, que "El Noticiero" es de fiar, fíjate, un periódico católico a machamartillo, de derechas de toda la vida. Y luego que estás solo, botarate, pues, ¡no vas a estarlo!, la pobre Bene, con la ilusión que tenía, "Mario es un cielo, dale las gracias", me decía todo el tiempo, menudo jarro de agua fría, que después tú mismo lo sentiste, no digas que no, como con lo del lechazo, que si hablar de caridad en ese lenguaje a personas que no entendían la caridad era faltar a la caridad, un galimatías, hijo, crucigramas, que tiras la piedra y luego te duele la descalabradura como yo digo, y que dudabas y la duda te hacía sufrir, y que si callas, la conciencia te reprocha, y si hablas, te reprocha también, ya ves qué problema, pues habla con educación, hijo, que con Bene lo que procedía era todo lo contrario de lo que hiciste, estimular a la gente a dar y a ir a las fiestas benéficas y, al final, hubiera sido un detalle simpático que subastases tu pitillera o algo así, un objeto personal. Pero cualquiera te aconseja, Mario, con los humos que te gastas, si yo ya no me atrevo ni a decirte que te cambies de traje para planchártelo, y, luego, que estás solo, pues no vas a estarlo, adoquín, no era eso lo que andabas buscando, di. ¿No te lo advertí ya cuando lo de la casa, que a este paso nadie nos va a poder ver ni en pintura, tanto criticar, tanto criticar, que parece como que le sacarais un gusto a revolcaros en el cieno? Es como lo de tus libros, cuando no eran de cosas raras que nadie entiende, eran de muertos de hambre o de paletos de esos que no saben ni la A. Y si los paletos no saben leer, Mario, y a la gente bien le traen sin cuidado los paletos, ¿puede saberse para quién escribías? Y no me salgas con que se pueden escribir cosas para nadie, porque eso no, Mario, que si las palabras no se las dices a alguien no son nada, ruidos o garabatos, vamos creo yo, no sé. Pero a ti no hay quien te apee de la burra, cariño, ni una sugerencia, hay que ver, con la carrera que me di para contarte lo de Maximino Conde y la hijastra, un argumento de película, fíjate, que toda la ciudad pendiente, total para nada, y sí que era un poco así, lo reconozco, tirando a verde, pero en la novela, al final, haciéndole reaccionar a él en decente, quedaba inclusive aleccionadora. Pues no señor, mejor los paletos y los muertos de hambre, ¡con tu pan te lo comas, querido!, pero luego no te quejes si estás solo, que quitas a Esther, Encarna y los de la tertulia y para de contar. Y si afinamos un poco ni los de la tertulia, fíjate, que había que oír al Moyano ese, el de las barbas, hace cosa de un mes, con el articulito aquel, "Los redentores", o como se llamase, que yo no lo entendí del todo, te lo confieso, pero a fuerza de leerle creo que saqué el sentido, pero lo que sí te aseguro es que aquello de "que todos los redentores aman al prójimo, unos para redimirle de veras y otros para utilizarle de pedestal" cayó como una bomba, pero entre todo el mundo, ¿eh?. Oyarzun creo que bramaba y el Moyano ese no digamos, hijo, que se le oía desde el portal, ¡Jesús, cómo se puso!, que luego tú, "dejadme; un hombre no puede abrir la boca sin ofender”, la frasecita de rigor, cómo no, literatura, zascandil, seq Figure \* Arabic \r0 \h0mírate en mi espejo, ¿ofendo yo?, dime, la verdad, ¿ofendo yo?, no, ¿verdad?, pues mira, bien de ello que hablo, que no paro, una tarabilla, tú me dirás, que a veces, si no tengo con quien, pues yo sola, fíjate qué risa, cualquiera que me viera, pero me importa un bledo. Tú, en cambio, ya se sabe, si abres la boca es para fastidiar, hoy, ayer y todos los días. Acuérdate del expediente, ¿qué podía hacer Antonio? Cumplir con su deber, ni más ni menos, y todavía da gracias que fue él, que no te dejaron en la calle de verdadero milagro, que aún me duelen las rodillas de rezar, que se me deformaron y todo. Y si un alumno va y se queja, Antonio, a ver, a Madrid, no tenía otra alternativa, pero sobre todo si tú no sueltas la lengua, no tenía por qué haber habido Antonio ni Antonia. Porque Antonio te aprecia, Mario, me consta, que hasta vino a verme, "me duele tanto como hacérmelo a mí mismo, Carmen, créeme", ¿quieres más?, que yo, "no tienes por qué darme explicaciones, Antonio, sólo faltaría", a ver, y ayer, ya le viste, de los primeros, y para hoy ha suspendido las clases y todo, que cómo se ha portado. Tú te lo guisas y tú te lo comes, Mario, no lo demos más vueltas, que al demonio se le ocurre decir una cosa así. ¿Tú crees que un cristiano puede decir a boca llena, en plena clase, que era una lástima que la Iglesia no apoyase la Revolución Francesa? ¿Te das cuenta de lo que dices? Y la pánfila de Esther que ciertamente fue una lástima, ¡Dios de los cielos!, ¿es que estás en tus cabales, Mario, una blasfemia así? ¿Pues no era la Revolución Francesa aquella de las tiorras desgreñadas que cortan la cabeza al rey y a las monjitas y a toda la gente buena, la de Pimpinela Escarlata o eso? Vamos, que se necesita cuajo para decir una cosa así, qué principios ni qué niño muerto. ¡Válgame Dios!, cómo van a ser cristianos unos principios que consisten en cortar la cabeza a la gente de bien y en cuanto al fin, ya lo estás viendo, que a sinvergonzonería y a descreimiento a Francia no le gana nadie, ya ves Valen, el verano pasado, y no es que sea una ñoña, escandalizadita volvió para que te enteres. Pero a ti que lo mismo te da, que tienes una conciencia como un saco, hijo, ¡qué tragaderas!, al domingo siguiente a comulgar, tan tranquilo, como si nada, que a Bene, que te vio, la faltó tiempo, "se habrá confesado, ¿verdad?" y yo, "me imagino", tú dirás qué podía contestarla. Dios te habrá perdonado, Mario, que mala voluntad no tenías, eso creo, vamos, pero a veces me daba por pensar que hacías comuniones sacrílegas y tardaba un cuarto de hora en dormirme, te lo prometo, de la incomodidad, que eso es algo que me aterra. Y lo que más me duele es pensar que tú al principio no eras así, que han sido el don Nicolás ese y su cuadrilla los que te han llenado la cabeza de pájaros, y eso para verlo desde fuera, pase, pero que el hombre que piensa y hace esas cosas sea tu marido, es un martirio, te doy mi palabra de honor, que Valen se ríe, a ella la quisiera yo ver. Claro como Vicente es el hombre más equilibrado que existe, lo de los demás, por mucho que les quieras, que a mí Valen me lo ha demostrado, se ve como en el teatro. Ella me decía, Valen quiero decir, date cuenta, me decía: "A tu marido y esa gente les falta un tornillo, hija. Pero te confieso que a mí me divierten, me hace gracia verles empeñados en que el mundo ruede al revés. Son unos tipos, pero ándate con ojo, éstos son los que se suicidan o se mueren del corazón". Así, Mario, como lo estás oyendo, te lo juro, como si lo hubiera presentido, y yo, la verdad, que se mueran del corazón los hombres de negocios, que de un telefonazo pueden ganar o perder millones, lo comprendo, pero que te mueras del corazón tú, un hombre que jamás se ha preocupado del dinero, que tiene una mujer que de dos saca cuatro, un hombre al que no le ha faltado nada, que no es que vayas a decir esto o lo otro, no hay derecho, la verdad, no hay derecho y no hay derecho. Ya te digo, me lo explico en los hombres importantes, pero que tú, Mario, un don nadie, para qué nos vamos a engañar, te vayas a morir porque los locos vivan en un manicomio feo, o porque te dé una torta un guardia, o porque Josechu no cuenta los votos, o porque Solórzano te quiere hacer concejal, o porque los paletos no gasten ascensor, es algo que no me cabe en la cabeza, las cosas como son. Claro que la tonta fui yo, que nadie tuvo la culpa, que tu misma madre ya me lo advirtió que eras un chico muy retraído y eso, y en cuanto llegabas del colegio, lo primero las alpargatas y al brasero, a leer. Ya ves qué plan para un niño, que luego saldrá Encarna con que si hago o dejo de hacer, que sabrá ella, que sí de niño hacías eso, de mayor ídem de lienzo, ya se sabe, genio y figura. "Estoy solo, Carmen", me decías hace tres días, ¿te acuerdas?, aquí mismo, que yo como si no te oyera, que si hablo es para ponerlo peor, pero ¿qué querías, encima? ¿Que Solórzano o Josechu te vinieran a dar explicaciones? Mamá que en paz descanse, que no se la escapaba una, solía decir, "recogemos lo que sembramos", ¿qué te parece?, que así, a primera vista, parecerá una bobada, pero el dicho tiene mucha miga, Mario, vaya si la tiene. Y no es que mamá hablara por hablar, que a sacrificada pocos la ganarían, ya ves, que con lo de Julia ofreció no probar los dulces, que la pirraban, si no venían mellizos, que tú dirás, otra tontuna, pero no es ninguna tontuna, Mario, que tiene su fundamento, que mamá, que en paz descanse, sabía dónde la apretaba el zapato, y a papá se lo dijo, que luego me enteré, y si viene uno solo, cabe el desliz, pero si vienen dos, eso demuestra que se hizo con ansia, date cuenta, que en las circunstancias de Julia hubiera sido imperdonable. Aunque, bien pensado, mi hermana en el pecado ha llevado la penitencia, que el pobre Constantino será todo lo infeliz que quieras, pero es un chico bien raro, que creo que hace yoga o eso y duerme con la cabeza en el suelo y, por las noches, pasea por toda la casa, que es noctámbulo o sonámbulo, o como se diga, imagínate qué espanto. Todo por un momento de placer, Mario, ni eso, que es nada, que yo, las más de las veces, ni me entero, te digo mi verdad. Es muy raro ese chico, Mario, que Julia quería encasquetármelo con Mario los veranos, que ni te lo dije, pero yo ni hablar, no estaba por la labor, que se las arregle ella, ella hizo el mal pues que busque el remedio. En general esos hijos de extranjeros suelen dar malos resultados, que Armando dice que son una incógnita y yo le doy la razón no sé si por la mezcla de sangre o qué, pero todos tiran un poquito al monte.

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