P.D. Casi diez años después

Aún suscribo esa última frase, y algunos de los cuentos que he escrito seguiré manteniéndolos dispersos o en la oscuridad. Pero a esta nueva edición de Mientras ellas duermen se incorporan dos de los proscritos entonces y otros dos posteriores, sumando en total catorce. Quizá no haya mucha justificación para ninguno de ellos, seguramente son sólo curiosidades impertinentes para impertinentes curiosos. En todo caso, no harán ningún mal (si acaso a mí). Del mismo modo que hace casi diez años me permití recomendar al lector que empezara con los cuentos de atrás adelante, ahora puedo asegurarle que -si no es curioso ni impertinente- poco perderá si se salta las cuatro nuevas incorporaciones, cuya historia o prehistoria es la siguiente:

«La vida y la muerte de Marcelino Iturria-ga» se publicó en El Noticiero Universal (Barcelona, 19 de abril de 1968). Creo que es el primer texto mío que jamás fue a la imprenta, y fue sin que yo supiera de esa visita con anterioridad. Tenía dieciséis años cuando apareció en aquel simpático diario vespertino barcelonés que ya no existe. Pero veo en el original a máquina que fue escrito el 21 de diciembre de 1965, es decir, cuando contaba sólo catorce años (espero benevolencia). Su mayor curiosidad radica en alguna semejanza con otro relato, quizá aquel del que menos descontento estoy, «Cuando fui mortal», de 1993, incluido en el volumen de ese mismo título.

«El fin de la nobleza nacional» apareció en la revista Hiperión, n.° 2, «La carne» (Madrid, otoño de 1978).

«En la corte del rey Jorges» se publicó en la revista El Europeo, n.° 31 (Madrid, abril de 1991). Más que un cuento, es una propuesta de culebrón, que me fue solicitada, como a otros cuatro autores, por el incansable y saltarín Enrique Murillo, si no recuerdo mal.

«Serán nostalgias», por último, se publicó en el libro colectivo Las voces del espejo (Publicaciones Espejo, México, 1998). Con la habitual premura que rodea a esta clase de proyectos, se me solicitó un cuento para ese volumen, que, ilustrado por dibujos de niños del Estado de Chiapas, los tendría a ellos como beneficiarios. Tan poco tiempo en verdad se me dio, que sólo acerté a conseguir una adaptación o variación sobre otro cuento ya escrito, «No más amores», de 1995, y asimismo incluido en el volumen Cuando fui mortal (Alfaguara, Madrid, 1996). «Serán nostalgias» es el mismo relato en esencia, pero el lugar de su acción y los personajes son mexicanos ahora, en vez de ingleses, y el fantasma que por él transita ya no es el de un joven rústico y sin nombre, sino el de un hombre hecho y derecho, y no anónimo desde luego. Disculpen su intrusión los lectores severos, y también las incorporadas bromas de esta nueva edición. No puedo evitar confiar en ello.


JM

Diciembre de 1999

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