Quince

Charity pasó a otra imagen en el ordenador.

– Ahora pasamos a la parte de «estilo de vida» de la presentación -dijo-. He subido un listado de propiedades, todo desde estudios a amplios pisos de precios elevados en el lago o el campo de golf. Aquí hay unas imágenes de las bodegas. También del complejo hotelero de la pista de esquí y del restaurante ganador de varios premios. Para empaparse del sabor local tenemos el mercado del granjero, el desfile del Cuatro de Julio y las obligatorias fotos de la puesta de sol.

Esa última imagen mostraba una familia paseando junto al lago. El padre llevaba en brazos a una niña pequeña, la madre llevaba de la mano a un niño pequeño y las figuras estaban perfiladas contra una bella puesta de sol roja y naranja.

– Muy bonito -dijo Marsha, sentada al lado de Charity. Estaban en el despacho de la alcaldesa revisando la presentación de Charity-. ¿Y qué me dices del paquete financiero?

Charity pasó a darle información sobre el hospital: reducción de impuestos, posibles subvenciones y las aportaciones del estado, del condado y de la ciudad.

Marsha sonrió.

– Has hecho tus deberes -le dijo con gesto de aprobación.

– Lo tengo claro. Fool's Gold es, con mucho, el mejor lugar para el nuevo hospital. Y se lo haré ver -sonrió-. Aunque de un modo muy educado y profesional, claro.

– No tengo ninguna duda.

– La buena noticia es que sólo hay otro lugar que compite con nosotros, así que tenemos muchas opciones. Por lo menos esta vez no hay ninguna familia rica que quiera poner su nombre en la puerta. Sigo enfadada por no haberlo sabido.

– No llevabas aquí ni cinco minutos. ¿Cómo ibas a saberlo?

– Tienes razón -dijo Charity, pero no podía evitar pensar que debería haber sido capaz de descubrirlo. Era su trabajo, después de todo-. Esta vez es distinto. No habrá ninguna sorpresa.

– Pareces muy decidida.

– Soy una fuerza inamovible.

– Entonces tengo plena confianza en que lo lograrás -Marsha agarró su taza de café y dio un sorbo-. Me he fijado en que Josh está entrenando con el equipo del instituto.

Hablaba casi con indiferencia, pero a Charity no la engañaba. Aunque su abuela y ella estaban conociéndose, no habían pasado mucho tiempo hablando de la vida privada de Charity. Como todo el mundo sabía, estaba saliendo con Josh, y estaba claro que Marsha también lo sabía, aunque no había sacado el tema antes.

– Va a participar en una carrera -dijo Charity esperando que la sesión de ese día fuese mejor que la última.

– Él también es una persona muy decidida. Incluso cuando era más joven, estaba increíblemente centrado. El talento nunca es suficiente y la motivación siempre es importante. Es un buen hombre.

Charity se recostó en el sofá.

– ¿Hay algún «pero» en esa frase?

– No. Creo que Josh es muy especial. Necesita a alguien en su vida y voy a poner en peligro nuestra nueva relación diciendo que tú también.

– Yo quiero eso -admitió-, pero no estoy segura de que Josh quiera lo mismo.

– ¿Porque los rumores sobre sus talentos son exagerados? -los labios de Marsha se arrugaron cuando terminó de formular la pregunta.

– ¿Intentas descubrir algo sobre mi vida amorosa?

– Sólo en el sentido más amplio. Creo que demasiados detalles nos harían sentir incómodas.

Charity se rió.

– Tienes razón. No, los rumores no exageran. Josh es genial y me gusta mucho estar con él. Es divertido y cariñoso e inteligente. Eso sin mencionar que es guapísimo.

– Ahora me parece que viene un «pero» en la conversación.

– Pero es peligroso. Todo eso de la fama me hace sentir incómoda. Quiero que mi vida esté anclada aquí, quiero una vida normal.

– Josh es muy normal y éste es su hogar.

– Por ahora. Pero, ¿qué pasará cuando vuelva a competir? ¿Qué pasará si regresa al ciclismo? Que volverá a ser un tipo de éxito. No estoy diciendo que no quiera que eso le suceda porque si le hace feliz, si le hace sentir mejor, entonces debería intentarlo. Pero no me interesa alguien que necesite la aprobación del mundo para sentirse bien consigo mismo.

– ¿Es eso lo que crees que quiere?

– No estoy segura -admitió Charity-. Pero me preocupa. Quiero tener una relación en la que sea la persona más importante para mi pareja, quiero sentir lo mismo por él. Pero no puedo competir contra una multitud de fans.

– Tal vez no tendrías que hacerlo.

– Tal vez -aunque no estaba tan segura-. Por ahora eso no importa porque sólo estamos conociéndonos.

Marsha sonrió.

– Ten cuidado. Así es como empiezan las grandes historias de amor.


Después de que Josh terminara de entrenar con el equipo, volvió al hotel y se duchó. Cuando estuvo vestido, miró el reloj. Charity aún estaría en el trabajo unas dos horas más, así que podría ir a su oficina, aunque no estaba de humor. La inquietud lo hizo salir del hotel. Caminó por la calle sin rumbo fijo hasta que giró en una calle y vio el cartel de un negocio familiar.

Construcciones Hendrix llevaba allí unos cuarenta años. El abuelo de Ethan había creado la empresa y su padre se había hecho cargo de ella una década después. Cuando eran pequeños, Ethan había jurado que él no seguiría en el negocio familiar, pero unas semanas después de que Ethan se hubiera licenciado en la universidad, su padre murió de manera inesperada y, como hijo mayor, recayó sobre él la responsabilidad de hacerse cargo de la empresa.

Tal vez Ethan había planeado que uno de sus hermanos se uniera a él o le comprara su parte, pero eso no había sucedido. Casi diez años después, Ethan dirigía la empresa de construcción y el negocio de los molinos.

Josh se quedó mirando el edificio. Podía ver a varias personas dentro y se preguntó si Ethan sería uno de ellos. Por lo que él sabía, su antiguo amigo podía estar allí o en las instalaciones donde fabricaban los molinos. Podía acercarse y averiguarlo.

Dio un paso y se detuvo. Sin contar los mensajes que le había dejado en el teléfono, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había hablado con Ethan, unos diez años, y no estaba seguro de qué decir. Lo cierto era que no había hecho nada malo, la lesión de Ethan no fue ni responsabilidad ni culpa suya, pero entonces, ¿por qué se sentía tan mal por ello?

Sabiendo que sólo había un modo de obtener la respuesta, cruzó la calle y entró en la oficina.

Nevada Hendrix, una de las hermanas de Ethan, estaba sentada en la mesa de recepción con los pies colgando. Tenía los vaqueros y la camiseta manchados de polvo de yeso, las botas desgastadas y no se podía decir que su estilo en ese momento fuera una declaración de moda. Gesticulaba profusamente mientras hablaba.

– No podrías estar más equivocado -decía-. En todo. Si no te callas y… -alzó la cabeza y vio a Josh-. ¡Dios mío!

Se levantó y lo miró.

– Estás aquí.

– En carne y hueso. ¿Está aquí?

No tuvo que explicarle a Nevada a quién se refería.

– Eh, claro, está en su despacho -le indicó que fuera hacia la parte trasera del edificio.

– Sé dónde está -le dijo y señaló al teléfono-. Estabas con una llamada.

– ¿Qué? Oh -la chica volvió a centrar la atención en el teléfono.

Caminó entre las mesas que estaban en su mayoría vacías; los ingenieros y los empleados de ventas estarían fuera visitando clientes.

En la parte trasera del edificio había un gran comedor, un cuarto con material de oficina y varias impresoras grandes, además de una única puerta con el nombre de Ethan en ella. Josh llamó una vez y abrió.

Ethan estaba sentado detrás de su escritorio trabajando con el ordenador. Su expresión era intensa mientras movía el ratón.

– No es problema mío -dijo aún mirando a la pantalla-. No me importa tu título de Ingeniería. Te has equivocado con lo del puente y voy a demostrártelo.

– Vaya, y yo que pensaba que tenía un título en Empresariales.

Ethan alzó la vista y enarcó las cejas.

– Creía que eras Nevada.

– Eso parece.

Ethan le indicó que se sentara, guardó el documento en el que estaba trabajando y miró a Josh.

– Qué sorpresa.

– Para mí también -admitió Josh antes de sentarse-. He venido a hablar contigo.

Ethan se quedó mirándolo con una expresión difícil de interpretar.

– Pues entonces habla.

Ahora que estaba ahí, Josh no sabía qué decir. Había tenido diez años para planear esa conversación y no podía recordar la mitad de lo que había sucedido entre ellos.

– Te he dejado mensajes en el teléfono, primero todos los meses y después uno al año. He intentado ponerme en contacto contigo.

Ethan enarcó la ceja izquierda.

– Has hecho un gran esfuerzo -le dijo con ironía.

– No me devolviste las llamadas.

– Estaba esperando a que vinieras a verme en persona.

– Aquí estoy.

– Ya lo veo -Ethan sacudió la cabeza-. Te marchaste, Josh. Habías sido parte de mi vida, parte de la vida de mi familia, y desapareciste sin más. ¿Sabes cómo se sintió mi madre por eso?

– No, pero sé que estuvo mal.

– Peor que mal. Mamá te quería como si fueras hijo suyo. Hasta tenía un maldito álbum con recortes de tus carreras.

Josh deseó tener una gran roca a su lado, porque incluso metiéndose debajo se sentiría mejor de lo que se sentía ahora.

– Lo estropeé todo -admitió.

– Y tanto.

Se quedaron mirando.

– El accidente no fue culpa mía -dijo Josh finalmente-. Te chocaste contra mí y tuve suerte de no caer también.

Ethan se recostó en su silla, pero no habló.

– Te lesionaste -continuó Josh-. Eso sucede, pero seguiste adelante y ahora tienes una vida fantástica. Fíjate en este lugar. ¿Cómo es? ¿El doble de grande de cuando lo dirigía tu padre? Y también está la empresa de molinos. Eres un triunfador.

– Lo sé.

Ethan no le decía nada y eso estaba irritándolo. Se levantó.

– Ya no pienso seguir sintiéndome culpable. No es culpa mía que tuvieras que dejar de competir. Ya no pienso seguir pagando por ello. Me equivoqué al irme y me he disculpado por eso.

Ethan esperó un par de segundos.

– ¿Has terminado ya?

– Sí -Josh volvió a sentarse.

Ethan se inclinó hacia él.

– Yo nunca te culpé por lo que pasó -esbozó una leve sonrisa-. Me perdí aquella carrera -la sonrisa se desvaneció y su expresión se endureció-. Después del accidente, ni siquiera viniste a verme al hospital. Eras como un hermano para mí y no quisiste acercarte por si acaso mi lesión era contagiosa.

Josh se movía incómodo en su silla, sintiéndose avergonzado y como un estúpido.

– No fue así -comenzó a decir sacudiendo la cabeza-. No. Sí que fue así. Eras genial, Ethan, y sabía que sí pudo pasarte a ti podía pasarme a mí, podía pasarle a cualquiera. Así que me mantuve alejado. Lo siento.

– Éramos como hermanos.

Josh asintió.

– Y seguiste alejándote.

– No sabía qué decir -admitió Josh.

– Me lo imaginé.

– ¿Qué? ¿Entonces por qué no viniste tú a hablar conmigo?

– Sabía que algún día volverías, aunque no pensé que fueran a pasar diez años. Claro que yo siempre he sido el inteligente… y el guapo.

– Ni en tus sueños.

Había más que decir, más que explicar, más de lo que disculparse, pero eso ya vendría más adelante. Ahora mismo ya se había dado el primer paso y lo único en lo que podía pensar era en todo el tiempo que había malgastado… que habían malgastado los dos. Gladys tenía razón; los hombres eran idiotas.

Josh se levantó.

– ¿Quieres ir al bar de Jo a tomar algo?

– Claro.

Cuando salieron del despacho, Nevada seguía al teléfono. Dejó de hablar y los vio irse.

– Dentro de un rato empezarás a recibir llamadas -dijo Josh mientras caminaban.

– De las chicas y de mamá. Seguro que va a ser un día muy interesante.

Entraron en el bar y se sentaron en una mesa situada contra la pared. Algunas de las mujeres que había allí los miraron dos veces y siguieron viendo el programa de citas que emitían por la tele. Jo se acercó.

– ¿Lo de siempre?

Josh asintió y Ethan hizo lo mismo.

– ¿Os habéis dado un besito y habéis hecho las paces?

– No ha habido besos -dijo Ethan-. A menos que te estés ofreciendo tú.

Ella elevó los ojos al techo.

– No podrías conmigo.

Volvió a la barra y Josh miró a su amigo.

– ¿Jo?

– No. Flirteamos, pero eso no significa nada. No es mi tipo.

– ¿Desde cuándo tienes un tipo? -preguntó Josh aunque deseó no haberlo hecho. Ethan había estado casado; había amado y había perdido el amor de la peor manera posible-. Lo siento.

– No pasa nada. Bueno, he oído que vas a volver a competir.

– Es sólo una carrera.

– Bueno, es lo que hace falta para volver a entrar de lleno en el juego.

Josh no estaba seguro de querer entrar de nuevo en el juego, ahora mismo le interesaba más demostrarse algo a sí mismo.

– Ha pasado mucho tiempo. Sí, he estado montando, pero no en serio.

– Pues eso tiene que cambiar.

– Lo sé.

– Todo se basa en los fundamentos. Vuelve a lo básico, entrena y céntrate. Hay un elemento de suerte cuando ganas y estar preparado es la mejor suerte que puedes aportar.

Ethan agarró un par de servilletas y juntos trazaron una rutina de entrenamiento. «Es penoso», pensó Josh, «pero merece la pena». No le dijo a Ethan que ganar era lo menos importante, pero ahora mismo competir sería para él tanto como ganar.

Josh se terminó su cerveza, la última después de esa noche. A partir de ahora su dieta sería tan estricta como cuando entrenaba en serio porque no tenía mucho tiempo para ponerse en forma.

Volvió a centrar la atención en su amigo.

– Si no estabas cabreado conmigo, ¿por qué has estado todo este tiempo de tan mal humor?

Ethan se encogió de hombros.

– ¡Pues por qué va a ser! Por una mujer.


– Nadie me quiere allí -dijo Charity al sentarse en el asiento del copiloto del coche de Josh.

– Yo quiero que estés allí.

Estaban en el aparcamiento de un estudio de televisión local donde una periodista del canal de deportes iba a entrevistar a Josh.

Aunque ella agradecía la invitación, no estaba segura de cómo decirle que esa situación la hacía sentirse incómoda. Sabía que Josh y ella tenían una relación, pero se sentía casi como la novia de un famoso, como si estuviera con él para recibir atención mediática. Cosa que, por cierto, le recordó que una vez que Josh empezara a competir de nuevo, su mundo sería totalmente distinto al suyo.

Se giró hacia él para intentar explicárselo, pero antes de poder hablar, Josh dijo:

– Tuve una aventura con ella, hace años. Justo después del divorcio.

Charity tardó un segundo en encajar todas las piezas.

– ¿La periodista?

– Sí.

– ¿Te acostaste con ella?

Él asintió abochornado.

– Algo así.

Charity no sabía si sentirse dolida o furiosa.

– ¿Y por qué accediste a hacer la entrevista?

– La ha organizado el comité de la carrera. Me enviaron un e-mail pidiéndomelo y acepté. Necesitamos publicidad. Esperaba que no fuera Melrose la que me entrevistara, pero será ella -miró a Charity-. No estoy interesado en ella. Lo que pasó fue un error, un error estúpido.

Charity podía aceptarlo, aunque seguía confusa.

– Tenías que saber que esto podía generarte muchos problemas conmigo, así que, ¿por qué te has arriesgado y me has traído?

Él se aclaró la voz y miró hacia la ventana.

– Me… llamó para hablar conmigo hace un par de días y parecía muy contenta con el hecho de que fuéramos a pasar un rato juntos. Demasiado contenta.

Charity habría jurado que vio miedo en la mirada de Josh.

– ¿Y?

– Sabía que sería incómodo, pero tenerte a mi lado hace que las cosas estén más claras.

El dolor y el enfado se disiparon.

– Le tienes miedo.

– No tengo miedo.

– Estás aterrorizado.

– No es eso.

Ella sonrió.

– Esperas que yo te proteja.

– Pensé que estaría bien que la gente supiera que estamos juntos.

¿De verdad esperaba que ella iba a creerse eso?

– Josh, has sido muy famoso durante años. Debes de tener mucha experiencia para decirle «no» a las mujeres.

– Sí, pero ahora es distinto. No voy a fiestas ni salgo con chicas tipo Hollywood.

– Con Emily actuaste genial.

– Pero eso era distinto -miró por la ventanilla-. Si prefieres esperar en el coche, lo entenderé.

Charity casi pudo escuchar un puchero en su voz.

– Iré contigo -dijo mientras abría la puerta-. Y haré todo lo que pueda por protegerte de la gran periodista malvada.

Entraron en el estudio, donde los recibió una ayudante de producción que se presentó como Brittany. Tenía aspecto de adolescente, pero no mostró el más mínimo interés por Josh. «Curioso», pensó Charity.

Pasaron delante de los platos empleados para los informativos y los distintos programas de la televisión por cable y Brittany señaló la pequeña zona con una pantalla verde y dos sillas altas situadas una enfrente de la otra.

– Haréis la entrevista aquí. Melrose me ha pedido la pantalla verde para poder cargar gráficos -miró a Josh-. ¿Has hecho esto antes, verdad?

Él asintió.

– Genial. La maquilladora quiere ponerte un poco de polvos, pero vamos a hacer una entrevista de deportes. Nadie espera que salgas guapo.

– Oh, pero ya lo eres -susurró Charity.

Josh la miró y ella hizo todo lo que pudo por no reír.

– Está ahí -dijo la ayudante señalando una puerta-. Grita si me necesitas.

Josh se detuvo delante de la puerta cerrada, que se abrió bruscamente antes de que él pudiera llamar.

– ¡Por fin! -susurró una voz bronca pero femenina-. He estado contando las horas.

Josh posó la mano sobre la cintura de Charity y la pasó a la habitación. Charity se sentía como el chivo expiatorio en una ceremonia pagana. Entró en una sencilla habitación con un gran y bien iluminado espejo, unas sillas, un sofá y una larga encimera, pero lo que de verdad captó su atención fue la mujer situada junto al espejo.

Era alta, probablemente medía casi metro ochenta, y tenía un resplandeciente cabello rojo que caía en suaves ondas sobre su cintura. Su cuerpo era esbelto, pero curvilíneo en los sitios justos, y sus pechos eran del tamaño de unos melones que sobresalían de su camisa escotada.

Melrose no sólo era hermosa, pensó Charity, sino que generaba la sensación de que no hubiera aire en la habitación. Era perfecta. Sus pechos no parecían de verdad, pero le sentaban bien. Era una fantasía masculina andante y Charity pasó de ser el chivo expiatorio a ser directamente invisible.

– Josh -dijo Melrose con la respiración entrecortada mientras cruzaba la habitación dando largas zancadas antes de rodearlo por el cuello y besarlo en la boca.

Charity se quedó anonadada y se pellizcó el brazo para asegurarse de que de verdad estaba ahí.

– Melrose -dijo Josh agarrándola de las muñecas y apartándose-. Te presento a Charity Jones. Es mi novia.

Novia. Charity no se había esperado eso y desconocía si Josh lo había dicho porque de verdad lo sentía así o como una forma de protegerse de la mujer.

– Hola -dijo Melrose sin apartar los ojos de Josh-. Vuelves a competir. Eso es bueno. El deporte necesita a alguien como tú, y yo también. Esta noche me alojo aquí en la ciudad. Tengo una preciosa habitación en un hostal junto al lago. Una bañera grande, una cama grande y una chimenea grande. La entrevista se emitirá esta noche, así que podríamos verla juntos. Desnudos. Vamos, di que sí.

Charity pasó de sentirse menos que nada a sentirse furiosa en un segundo. Se situó entre Josh y la piraña, extendió la mano derecha y forzó una sonrisa.

– Hola -dijo en voz alta-. Soy Charity.

– Ya nos han presentado -respondió la mujer con frialdad sin dejar de mirar a Josh con ojos hambrientos.

– Al parecer no -le dijo Charity con firmeza-. Ey -le dio un golpecito a Melrose en el pecho con su dedo índice, justo encima de su pecho izquierdo-. Mírame.

Lentamente, Melrose bajó su fría mirada verde hacia ella.

– No me habrás tocado.

– Te he tocado y volveré a hacerlo si es necesario. Sí, es normal quedarse prendada de Josh y, como seguro que recordarás, el sexo con él es fantástico, pero existe una línea entre el deseo y ser un absoluto cliché. No te ofendas, Melrose, pero no estás en un culebrón. Esto es la vida real y Josh está conmigo.


Josh había sabido que había un riesgo cuando le había pedido a Charity que lo acompañara, pero se había preparado para verla molesta, sobre todo porque Melrose no era la clase de mujer que aceptaba fácilmente un rechazo. Había pensado que tener a Charity a su lado facilitaría las cosas y que así tendría un testigo de cualquier cosa que pasara… o no pasara. Pero no había esperado que sacara fuera la tigresa que llevaba dentro.

Estaba mirando a Melrose, sin ningún miedo, preciosa, y con gesto de determinación. No muchas mujeres estaban dispuestas a enfrentarse a una periodista tan importante. ¡Charity era genial!

Melrose los miró a los dos y dijo:

– No he oído que Josh me haya dicho que no.

– Josh, ¿podrías, por favor, darle una respuesta a la gráfica invitación de Melrose?

No se molestó ni en mirarlo y a él le gustó que no lo hiciera porque fue como decirle que no quería influir en su respuesta.

– No, gracias -respondió él-. Estoy con Charity.

– Bien -respondió Melrose con brusquedad-. Da igual -miró el reloj-. Terminemos con esto. Si nos damos prisa, aún puedo tomar el avión de Sacramento y largarme de esta ciudad de mierda.

Diez minutos después a Josh ya le habían aplicado polvos y le habían puesto el micrófono y estaba sentado al lado de una Melrose aún enfadada. Pero en cuanto el piloto rojo se encendió sobre la cámara, el rostro de la mujer se relajó y sonrió.

– Estoy aquí con Josh Golden, que nos dejó maravillados durante años ganando todas las carreras importantes incluidas un par de victorias seguidas en el Tour de Francia -se giró hacia él-. Los rumores dicen que vas a volver.

– Voy a participar en una carrera que se va a celebrar aquí, en Fool's Gold. Ya veremos cómo me va.

– ¿No estás listo para anunciar oficialmente tu regreso al deporte que tanto amas?

– No -no estaba listo para hacer casi nada, más que para superar otro entrenamiento sin que le entrara el pánico.

– Eras el mejor -le recordó Melrose-. ¿No quieres volver a disfrutar de esos momentos de gloria?

– En la competición no todo es ganar.

– Sí, pero nada de eso importa en el fondo, ¿verdad? -la mujer sonrió-. Sé que te gusta estar arriba.

Josh pensó en Charity, que observaba desde detrás de las cámaras, y contuvo un gruñido. Melrose era demasiado persistente, cosa que en su momento le había atraído, pero ya no. Ahora lo que quería era algo distinto, alguien distinto. Y en cuanto la entrevista terminara, tenía pensado decírselo.

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