No tuvo que andar mucho para dejar el triste presente de las tierras de uz y verse rodeado de verdeantes montañas, de lujuriosos valles por donde corrían riachuelos de la más pura y cristalina agua que ojos humanos hubieran visto y boca saboreado alguna vez. Esto, sí, podría haber sido el jardín del edén de nostálgica memoria, ahora que tantos años han pasado y los malos recuerdos, con la ayuda del tiempo, más o menos se han diluido. Y sin embargo, se percibía en el deslumbrante paisaje algo postizo, artificial, como si se tratase de un escenario preparado adrede para un fin de imposible interpretación si se viene cabalgando sobre un vulgar jumento y sin guía michelín. Caín bordeó una peña que le venía ocultando desde hacía un buen trecho el panorama y se encontró a la entrada de un valle con menos árboles, pero no menos atractivo que los anteriormente vistos, donde se exhibía una construcción de madera que, por el aspecto de sus componentes y por el color de sus materiales, se asemejaba mucho a un barco o, para ser más exactos, a una gran arca cuya presencia allí era altamente intrigante, porque los barcos, si barco era, se construyen, por principio, a la orilla del agua, y un arca, y mucho más de ese tamaño, no es cosa para tener en un valle, a la espera de no se sabe qué. Curioso, caín decidió ir a la fuente primera, en este caso a las personas que, tanto si era para su propio uso como si era encargo de terceros, estaban construyendo el enigmático barco o la no menos enigmática arca. Encaminó el burro hacia el astillero, allí saludó a los presentes e intentó iniciar una conversación, Bonito sitio éste, dijo, pero la respuesta, aparte de tardar, fue dada de la manera más sintética posible, un sí meramente confirmativo, indiferente, sin interés, sin compromiso. Caín continuó, Quien por aquí viaja, como es mi caso, espera encontrar de todo menos una construcción de la grandeza de ésta, pero la insinuación, intencionadamente lisonjera, cayó en saco roto. Se veía que las ocho personas que trabajaban en la obra, cuatro hombres y cuatro mujeres, no estaban dispuestas a confraternizar con el intruso y no hacían nada por disimular el muro de hostilidad con que se defendían de sus intromisiones. Caín decidió dejarse de rodeos y atacó, Y lo que están haciendo qué es, un barco, un arca, una casa, preguntó. El mayor del grupo, un hombre alto, robusto como sansón, se limitó a decir, Casa no es, Y arca tampoco, cortó caín, porque no hay un arca sin tapa, y la tapa de ésta, si existiese, no habría fuerza humana que la consiguiera levantar. El hombre no respondió e hizo intención de retirarse, pero caín lo retuvo en el último instante, Si no es casa ni arca, entonces sólo puede ser un barco, No respondas, noé, dijo la mayor de las mujeres, el señor se enfadará contigo si hablas más de la cuenta. El hombre asintió con un movimiento de cabeza y le dijo a caín, Tenemos mucho que hacer y tu conversación nos distrae del trabajo, te pido que nos dejes y sigas tu camino, y remató en un tono levemente amenazador, Como puedes ver con tus propios ojos, somos aquí cuatro hombres fuertes, mis hijos y yo, Muy bien, respondió caín, veo que las antiguas reglas de hospitalidad mesopotámica, desde siempre respetadas en nuestras tierras, han perdido todo valor para la familia de noé. En ese exacto momento, en medio de un trueno ensordecedor y de los correspondientes relámpagos pirotécnicos, el señor se manifestó. Venía en ropa de trabajo, sin las lujosas vestimentas con las que reducía a obediencia inmediata a quienes pretendía impresionar sin tener que recurrir a la dialéctica divina. La familia de noé y el propio patriarca se postraron acto seguido en el suelo cubierto de tablas de madera, mientras el señor miraba sorprendido a caín y le preguntaba, Qué haces por aquí, no te veía desde el día en que mataste a tu hermano, Te equivocas, señor, nos hemos visto, aunque no me hayas reconocido, en casa de abraham, en las encinas de mambré, cuando ibas a destruir sodoma, Ese fue un buen trabajo, limpio y eficaz, sobre todo definitivo, No hay nada definitivo en el mundo que has creado, job creía estar a salvo de todas las desgracias, pero tu apuesta con satán lo ha reducido a la miseria y su cuerpo es una pura llaga, así lo vi al salir de las tierras de uz, Ya no, caín, ya no, su piel ha sanado completamente y los rebaños que tenía se duplicaron, ahora tiene catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras, Y cómo los ha conseguido, Se doblegó ante mi autoridad, reconoció que mi poder es absoluto, ilimitado, que no tengo que dar cuentas a nadie, salvo a mí mismo, ni necesidad de detenerme en consideraciones de orden personal y que, esto te lo digo ahora, estoy dotado de una conciencia tan flexible que siempre está de acuerdo con lo que quiero hacer, Y los hijos que job tenía y murieron bajo los escombros de su casa, Un pormenor al que no he de darle demasiada importancia, tendrá otros diez hijos, siete varones y tres hembras como antes, para sustituir a los que perdió, De la misma manera que los rebaños, Sí, de la misma manera que los rebaños, los hijos no son nada más que eso, rebaños. Noé y la familia ya se habían levantado del suelo y asistían con asombro al diálogo del señor y caín, que más parecía el de dos viejos amigos que acababan de reencontrarse después de una larga separación. No me has dicho qué estás haciendo aquí, dijo dios, Nada especial, señor, es más, no vine, me encontré aquí, De la misma manera que te encontraste en sodoma o en las tierras de uz, Y también en el monte sinaí, y en jericó, y en la torre de babel, y en las tierras de nod, y en el sacrificio de isaac, Has viajado mucho, por lo que se ve, Así es, señor, pero no por mi voluntad, me pregunto si estas continuas mudanzas que me llevan de un presente a otro, tanto del pasado como del futuro, no serán también obra tuya, No tengo nada que ver con eso, son habilidades primarias que se me escapan, trucos para épater le bourgeois, para mí el tiempo no existe, Admites entonces que hay en el universo otra fuerza, diferente y más poderosa que la tuya, Es posible, no tengo por hábito discutir trascendencias ociosas, pero una cosa vas a saber, no podrás salir de este valle, ni te aconsejo que lo intentes, a partir de ahora las salidas están guardadas, en cada una habrá dos querubines con espadas de fuego y con orden de matar a quien se aproxime, Como el que pusiste a la puerta del jardín del edén, Cómo lo sabes, Mis padres hablaban mucho de él. Dios se volvió a noé y le preguntó, Le has contado a este hombre para qué va a servir la barca, No, mi señor, que la lengua se me caiga de la boca si miento, tengo a mi familia como testigo, Eres un siervo leal, hice bien en elegirte, Gracias, señor, y, si me permites la pregunta, qué hago ahora con este hombre, Llévalo en la barca y júntalo a la familia, tendrás un hombre más para hacer hijos en tus nueras, espero que a sus maridos no les importe, Prometo que no les importará, yo mismo trataré de cumplir con mi parte, seré viejo, pero no tanto como para volver la cara ante un buen cuerpo de mujer. Caín se decidió a intervenir, Se puede saber de qué estáis hablando, preguntó, y el señor respondió como si repitiese un discurso ya hecho antes y memorizado, La tierra está completamente corrompida y llena de violencia, sólo encuentro en ella corrupción, pues todos sus habitantes han seguido caminos errados, la maldad de los hombres es grande, todos sus pensamientos y deseos se dirigen siempre y únicamente hacia el mal, me arrepiento de haber creado al hombre, pues por su causa mi corazón ha sufrido amargamente, el fin de todos los hombres ha llegado para mí, y porque ellos llenaron la tierra de iniquidad, voy a exterminarlos, a ellos y a la tierra, y es a ti, noé, a quien he elegido para que inicies la nueva humanidad, y así mandé que construyeses un arca de maderas resinosas, que la dividieses en compartimentos y la protegieras con alquitrán por dentro y por fuera, te ordené que su largo fuese de seiscientos pies y ellos ahí están, que la anchura fuese de cien pies y la altura de sesenta, que en lo alto hicieras una lumbrera a dos pies de altura, que colocases la puerta del arca a un lado y construyeses en ella un piso inferior, un segundo y un tercer piso, pues voy a lanzar un diluvio de agua que, al inundarlo todo, eliminará a todos los seres vivos que existen bajo el cielo, todo cuanto hay en la tierra va a morir, pero contigo, noé, hice un pacto de alianza, en el momento apropiado entrarás en el arca con tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos, y de todas las especies de seres vivos llevarás al arca dos ejemplares, macho y hembra, para que puedan vivir contigo, por tanto, de cada especie diferente de seres vivos, sean aves, cuadrúpedos u otros animales, irán dos ejemplares contigo, debes también buscar y almacenar los diferentes tipos de comida que cada especie suele comer, así como provisiones para ti y para todos los animales. Este fue el discurso del señor. Entonces caín dijo, Con estas dimensiones y la carga que va a llevar dentro, el arca no podrá flotar, cuando el valle comience a inundarse, no habrá impulso de agua capaz de levantarla del suelo, el resultado será que se ahogarán todos los que estén dentro y la esperada salvación se transformará en una ratonera, Mis cálculos no me dicen eso, enmendó el señor, Tus cálculos están equivocados, un barco debe ser construido junto al agua, no en un valle rodeado de montañas, a una distancia enorme del mar, cuando está terminado se empuja al agua y es el propio mar, o el río, si ése fuera el caso, quienes se encargan de levantarlo, tal vez no sepas que los barcos flotan porque todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del fluido desalojado, es el principio de arquímedes, Permíteme, señor, que yo exprese mi pensamiento, dijo noé, Habla, dijo dios, manifiestamente contrariado, Caín tiene razón, señor, si nos quedamos a la espera de que el agua nos levante acabaremos muriendo todos ahogados y no podrá haber otra humanidad. Frunciendo la frente para pensar mejor, el señor le dio unas cuantas vueltas al asunto y acabó llegando a la misma conclusión, tanto trabajo para inventar un valle que antes no existía, y ahora para nada. Entonces dijo, El asunto tiene buen remedio, cuando el arca esté lista, mandaré a mis ángeles obreros para que la transporten por los aires hasta la costa del mar más próximo, Es mucho peso, señor, los ángeles no van a poder, dijo noé, No sabes la fuerza que tienen los ángeles, con un solo dedo levantarían una montaña, lo que me salva es que sean tan disciplinados, si no fuera por eso, ya habrían organizado un complot para deponerme, Como satán, dijo caín, Sí, como satán, pero a éste ya he encontrado una manera de tenerlo contento, de vez en cuando le dejo una víctima en sus manos para que se entretenga, y con eso le basta, Tal como le hiciste a job, que no osó maldecirte, pero que lleva en el corazón toda la amargura del mundo, Qué sabes tú del corazón de job, Nada, pero sé todo del mío y algo del tuyo, respondió caín, No creo, los dioses son como pozos sin fondo, si te asomas a ellos ni siquiera conseguirás ver tu imagen, Con el tiempo todos los pozos acaban secándose, tu hora también ha de llegar. El señor no respondió, pero miró fijamente a caín y dijo, Tu señal de la frente está mayor, parece un sol negro levantándose sobre el horizonte de los ojos, Bravo, exclamó caín batiendo palmas, no sabía que fueses dado a la poesía, Es lo que te acabo de decir, no sabes nada de mí. Con esta sentida declaración dios se apartó y, más discretamente que a la llegada, se sumió en otra dimensión.
Espoleado por un debate en el que, según la opinión de cualquier observador imparcial, no había interpretado un papel que se pudiera calificar de brillante, el señor decidió mudar de planes. Acabar con la humanidad no era lo que se podría llamar una tarea urgente, la obligada extinción del bicho hombre podría esperar dos o tres o incluso diez siglos, pero, una vez que había tomado la decisión, dios andaba ya sintiendo una especie de hormigueo en la punta de los dedos que era señal de impaciencia grave. Decidió por tanto movilizar a su legión de ángeles obreros con efecto inmediato, o sea, en vez de utilizarlos solamente para llevar el arca al mar como había previsto, los mandó a ayudar a la exhausta familia de noé, que, como puede observarse, andaba más muerta que viva en aquel tráfico. Pocos días después aparecieron los ángeles, en formación de columnas de a tres, y se pusieron inmediatamente manos a la obra. El señor no había exagerado cuando dijo que los ángeles tenían mucha fuerza, basta ver la naturalidad con que se colocan los gruesos tablones debajo del brazo, como si fuese el periódico de la tarde, y los llevan, si es necesario, de una punta a otra del arca, seiscientos pies o, en medida moderna, ciento cincuenta metros, prácticamente un portaaviones. Lo más sorprendente, sin embargo, era la forma que tenían de introducir los clavos en la madera. No usaban martillos, ponían el clavo en posición vertical con la punta hacia abajo y, con el puño cerrado, le daban un golpe seco en la cabeza, con lo que la pieza metálica penetraba sin ninguna resistencia, como si, en vez de entrar en aquel durísimo roble, se tratase de manteca en el verano. Más asombroso todavía era ver cómo cepillaban una tabla, ponían la palma de la mano encima y la movían hacia delante y hacia atrás y, sin producir una sola viruta ni el menor vestigio de aserradura, la tabla iba disminuyendo de espesura hasta llegar a la medida justa. En caso de tener que abrir un agujero para introducir una clavija, el simple dedo índice les bastaba. Era un espectáculo verlos trabajar así. No es sorprendente, por tanto, que la obra fuera avanzando con una celeridad antes inimaginable, no había tiempo ni para apreciar los cambios. Durante este período el señor sólo se apareció una vez. Le preguntó a noé si todo estaba marchando bien, quiso saber si caín iba ayudando a la familia, y era cierto que sí, señor, ayudaba, la prueba es que ya había dormido con dos de las nueras y se preparaba para dormir con la tercera. El señor le preguntó también a noé cómo llevaba lo de seleccionar a los animales que irían en el arca, y el patriarca dijo que una buena parte ya estaba reunida y que, en cuanto la obra del arca estuviera acabada, conseguirían los que todavía faltaban. No era verdad, era, tan sólo, una pequeña parte de la verdad. Realmente tenían unos cuantos animales, de los más comunes, en un cercado instalado al otro lado del valle, poquísimos si los comparamos con el plan de recogida establecido por el señor, es decir, todos los bichos vivientes, desde el panzudo hipopótamo hasta la más insignificante pulga, sin olvidar lo que hubiese desde ahí para abajo, incluyendo los microorganismos, que también son gente. Gente, en este amplio y generoso sentido, son también ciertos animales de los que mucho se habla en ciertos círculos restringidos que cultivan el esoterismo, pero que nunca nadie podrá presumir de haber visto. Nos referimos, por ejemplo, al unicornio, al ave fénix, al hipogrifo, al centauro, al minotauro, al basilisco, a la quimera, a todo ese animalario desemejante y heterogéneo que no tiene más que una justificación para existir, haber sido producido por dios en una hora de extravagancia, aunque creados del mismo modo que hizo al asno ordinario, de los muchos que pueblan estas tierras. Imagínese el orgullo, el prestigio, el crédito que noé ganaría ante los ojos del señor si consiguiese convencer a uno de estos animales para que entrara en el arca, el unicornio preferentemente, suponiendo que lo consiguiera encontrar alguna vez. El problema del unicornio es que no se le conoce hembra, luego no hay manera de que pueda reproducirse por las vías normales de la fecundación y la gestación, aunque, bien pensado, tal vez no se necesite, pues la continuidad biológica no lo es todo, basta con que la mente humana cree y recree aquello que oscuramente profesa. Para todas las tareas que todavía le faltan por ejecutar, como son la recogida completa de los animales y el abastecimiento de comestibles, noé espera contar con la competente colaboración de los ángeles obreros, los cuales, honra les sea hecha, siguen trabajando con un entusiasmo digno de todos los encomios. Entre ellos no muestran ninguna reluctancia en reconocer que la vida en el cielo es la cosa más aburrida que alguna vez se haya inventado, siempre el coro de los ángeles proclamando a los cuatro vientos la grandeza del señor, la generosidad del señor, incluso la belleza del señor. Ya era hora de que estos y otros ángeles comenzaran a experimentar las sencillas alegrías de la gente común, no siempre ha de ser necesario, para mayor exaltación del espíritu, prender fuego a sodoma o hacer sonar las trompetas para derribar las murallas de jericó. Por lo menos en este caso, desde el punto de vista particular de los ángeles obreros, la felicidad en la tierra es en todo superior a la que se puede tener en el cielo, pero el señor, claro está, siendo tan envidioso como es, no lo debería saber, bajo pena de ejercer sobre los pensamientos sediciosos las más duras represalias sin mirar a patentes angélicas. Gracias a la buena armonía reinante entre el personal que trabajaba en el arca, caín pudo conseguir que su burro, cuando llegase el momento adecuado, fuera introducido por la puerta del caballo, o dicho más claramente, como pasajero clandestino, escapando así del ahogamiento general. También gracias a esa relación cordial logró compartir ciertas dudas y perplejidades de los ángeles. A dos de ellos, con los que había establecido lazos que en el plano humano serían fácilmente clasificables de camaradería y amistad, caín les preguntó si realmente pensaban que, exterminada esta humanidad, la que la sucediera no acabaría cayendo en los mismos errores, en las mismas tentaciones, en los mismos desvaríos y crímenes, y ellos respondieron, Nosotros simplemente somos ángeles, poco sabemos de esa charada indescifrable a la que llamáis naturaleza humana, pero, hablando con franqueza, no vemos cómo puede resultar satisfactoria la segunda experiencia cuando la primera ha terminado en este tendal de miserias que tenemos delante de los ojos, nuestra sincera opinión de ángeles, resumiendo, es que, considerando las pruebas dadas, los seres humanos no merecen la vida, De verdad creéis que los hombres no merecen vivir, preguntó caín, perplejo, No es eso lo que hemos dicho, lo que hemos dicho, y lo repetimos, es que los seres humanos, viendo cómo se han comportado a lo largo de los tiempos conocidos, no merecen la vida con todo lo que, a pesar de sus lados negros, que son muchos, tiene de bello, de grande, de maravilloso, respondió uno de los ángeles, O sea, decir una cosa no es decir la otra, añadió el segundo ángel, Si no es lo mismo, es casi lo mismo, insistió caín, Lo será, pero la diferencia está en ese casi, y es una enorme diferencia, Que yo sepa, nosotros nunca nos hemos preguntado si merecíamos o no la vida, dijo caín, Si lo hubierais pensado, tal vez no os encontraríais en la inminencia de desaparecer de la faz de la tierra, No merece la pena llorar, no se va a perder mucho, respondió caín dando voz a un sombrío pesimismo nacido y formado en los sucesivos viajes a los horrores del pasado y del futuro, si los niños que murieron quemados en sodoma no hubieran nacido, no habrían tenido que dar aquellos gritos que yo oí mientras el fuego y el azufre iban cayendo sobre sus inocentes cabezas, La culpa la tuvieron los padres, dijo uno de los ángeles, No hay razón para que los hijos tengan que sufrir por ello, Él error es creer que la culpa ha de ser entendida de la misma manera por dios y por los hombres, dijo el otro ángel, En el caso de sodoma alguien la tuvo, y ése fue un dios absurdamente apresurado que no quiso perder tiempo apartando para el castigo solamente a los que, según su criterio, andaban practicando el mal, además, ángeles, dónde ha nacido esa peregrina idea de que dios, simplemente porque es dios, debe gobernar la vida íntima de sus creyentes, estableciendo reglas, prohibiciones, interdictos y otras patrañas del mismo calibre, preguntó caín, Eso no lo sabemos, dijo uno de los ángeles, De estas cosas, lo que nos dicen es prácticamente nada, hablando claro, sólo servimos para los trabajos pesados, añadió el otro en tono de queja, cuando llegue el momento de levantar la barca y llevarla al mar, puedes apostar lo que quieras a que no verás por aquí ni serafines, ni querubines, ni tronos, ni arcángeles, No me sorprende, comenzó a decir caín, pero la frase se quedó en el aire, suspensa, mientras una especie de viento le azotaba los oídos y de repente se halló en el interior de una tienda. Había un hombre acostado, desnudo, y ese hombre era noé, a quien la embriaguez había dejado sumido en el más profundo de los sueños. Se encontraba allí otro hombre que estaba manteniendo trato carnal con él y ese hombre era cam, su hijo más joven, padre, a su vez, de canaán. Cam vio desnudo a su propio padre, manera elíptica, más o menos discreta, de describir lo que de inconveniente y reprobable estaba pasando en la tienda. Para colmo, el hijo que había cometido la falta fue después contándoles todo a los hermanos, sem y jafet, que estaban fuera de la tienda, pero éstos, compasivos, tomaron un manto y, llevándolo en alto, se aproximaron de espaldas al padre, de tal modo que no lo vieran desnudo. Cuando noé despierte y se dé cuenta del insulto con que cam lo ha ofendido, dirá, haciendo caer sobre sus descendientes la maldición que herirá a todo el pueblo cananeo, Maldito sea canaán, que él sea el último de los esclavos de sus hermanos, ellos sí bendecidos por el señor mi dios, que canaán sea su esclavo, que dios haga crecer a jafet, que sus descendientes se multipliquen con los de sem y que los de canaán les sirvan de esclavos. Caín ya no estaba allí, el mismo rápido soplo de viento lo condujo a la puerta del arca en el preciso momento en el que se venían acercando noé y su hijo cam con las últimas noticias, Partimos mañana, dijeron, los animales ya están todos en el arca, los comestibles almacenados, podemos levar anclas.